Artículo 1:
¿Son las pasiones del irascible anteriores a las pasiones del
concupiscible, o viceversa?
lat
Objeciones por las que parece que las pasiones del irascible son
anteriores a las del concupiscible.
1. En efecto, el orden de las pasiones es según el orden de los
objetos. Pero el objeto del irascible es el bien arduo, que parece ser
el supremo entre los demás bienes. Luego las pasiones del irascible
parecen preceder a las pasiones del concupiscible.
2. El motor es anterior a lo movido. Pero el irascible se
compara al concupiscible como el motor a lo movido, pues les es dado a
los animales para superar los obstáculos que impiden al concupiscible
gozar de su objeto, según se ha dicho anteriormente (
q.23 a.1;
q.81 a.2), y
el que aparta un obstáculo tiene razón de motor, como
dice VIII
Physic. Luego las pasiones del
irascible son anteriores a las del concupiscible.
3. El gozo y la tristeza son pasiones del concupiscible.
Pero el gozo y la tristeza siguen a las pasiones del irascible, pues
dice el Filósofo en IV Ethic. que el castigo
calma el ímpetu de la ira, produciendo delectación en lugar de la
tristeza. Luego las pasiones del concupiscible son posteriores a
las del irascible.
Contra esto: las pasiones del concupiscible miran al bien absoluto,
mientras las pasiones del irascible miran a un bien restringido, esto
es, al bien arduo. Así, pues, como el bien tomado absolutamente es
anterior al bien restringido, parece que las pasiones del
concupiscible son anteriores a las del irascible.
Respondo: Las pasiones del concupiscible tienen
más amplio alcance que las del irascible. En efecto, en las pasiones
del concupiscible se encuentra algo perteneciente al movimiento, como
el deseo, y algo perteneciente al reposo, como el gozo y la tristeza.
Pero en las pasiones del irascible no se halla cosa alguna referente
al reposo, sino sólo al movimiento. La razón de esto es que aquello en
lo que ya se reposa no tiene razón de difícil o arduo, que es el
objeto del irascible.
Ahora bien, siendo el reposo el fin del movimiento,
es anterior en la intención, pero posterior en la ejecución. Luego si
se comparan las pasiones del irascible con las del concupiscible, que
significan reposo en el bien, evidentemente las pasiones del irascible
preceden a las del concupiscible en el orden de la ejecución, como la
esperanza precede al gozo y de ahí que también lo cause, según aquello
del Apóstol, Rom 12,12: Gozándoos en la
esperanza. Pero la pasión del concupiscible que importa reposo en
el mal, esto es, la tristeza, está en medio de dos pasiones del
irascible. Porque sigue al temor, ya que cuando ha ocurrido el mal que
se temía, se produce la tristeza. Mas precede al movimiento de la ira,
porque cuando a causa de la tristeza anterior surge en uno el impulso
de venganza, esto pertenece al movimiento de la ira. Y porque vengarse
de los males se percibe como un bien, cuando el airado consigue esto,
viene el gozo. Por lo tanto, es evidente que toda pasión del irascible
termina en una pasión del concupiscible perteneciente a la quietud, a
saber, el gozo o la tristeza.
Pero si se comparan las pasiones del irascible con las pasiones del
concupiscible que implican movimiento, entonces es claro que las
pasiones del concupiscible son anteriores, porque las pasiones del
irascible añaden algo a las del concupiscible, como también el objeto
del irascible añade arduidad o dificultad al objeto del concupiscible.
La esperanza, en efecto, añade al deseo cierto esfuerzo y elevación
del ánimo para conseguir el bien arduo. E igualmente el temor añade a
la huida o aversión cierta depresión del ánimo por la dificultad del
mal.
Así, pues, las pasiones del irascible son intermedias entre las
pasiones del concupiscible, que importan movimiento hacia el bien o el
mal, y las pasiones del concupiscible, que implican quietud en el bien
o en el mal. Y así es evidente que las pasiones del irascible no sólo
tienen su principio en las pasiones del concupiscible, sino también su
término.
A las objeciones:
1. El argumento aducido sería
válido si fuese de la razón del objeto concupiscible algo opuesto a lo
arduo, como es de la razón del objeto irascible que sea arduo. Pero
como el objeto del concupiscible es el bien en absoluto, es
naturalmente anterior al objeto del irascible, como lo común es
anterior a lo propio.
2. El que aparta el obstáculo no
es motor esencialmente, sino accidentalmente. Y ahora hablamos del
orden esencial de las pasiones. Además, el irascible aparta lo que
impide la quietud del concupiscible en su objeto. De donde sólo se
sigue que las pasiones del irascible preceden a las pasiones del
concupiscible referentes a la quietud, acerca de las cuales versa
también la tercera objeción.
Artículo 2:
¿Es el amor la primera de las pasiones del concupiscible?
lat
Objeciones por las que parece que el amor no es la primera de las
pasiones del concupiscible.
1. En efecto, la potencia concupiscible recibe su nombre de la
concupiscencia, que es la misma pasión que el deseo. Pero la
denominación se toma de lo más principal, como dice II De anima. Luego la concupiscencia es más principal que el
amor.
2. El amor importa cierta unión, pues es una fuerza
unitiva y agregativa, como dice Dionisio en el c.4 De div.
nom. Pero la concupiscencia o deseo es un movimiento
hacia la unión con la cosa apetecida o deseada. Luego la
concupiscencia es antes que el amor.
3. La causa es anterior al efecto. Pero la delectación es
a veces causa del amor, pues algunos aman por la delectación, como
dice VIII Ethic. Luego la delectación es antes
que el amor. Luego el amor no es la primera de las pasiones del
concupiscible.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en XIV De
civ. Dei que todas las pasiones son causadas por el
amor, pues el amor, ansiando poseer el objeto amado, es el deseo;
mas poseyéndolo y disfrutando de él es la alegría. Luego el amor
es la primera de las pasiones del concupiscible.
Respondo: El bien y el mal son el objeto del
concupiscible. Mas el bien es naturalmente antes que el mal, porque el
mal es privación. De ahí también que todas las pasiones cuyo objeto es
el bien sean naturalmente anteriores a las pasiones cuyo objeto es el
mal, es decir, cada una respecto de la opuesta; pues el buscar el bien
es causa de rechazar el mal opuesto.
Pero el bien tiene razón de fin, que es anterior en la intención y
posterior en la consecución. Luego el orden de las pasiones del
concupiscible puede establecerse según la intención o según la
consecución. En el orden de la consecución es antes lo que tiene lugar
primeramente en lo que tiende al fin. Y es evidente que todo lo que
tiende a un fin, tiene primeramente una aptitud o proporción a ese
fin; en segundo lugar, es movido a ese fin; en tercer lugar, descansa
en el fin una vez conseguido. Ahora bien, la aptitud o proporción del
apetito al bien es el amor, que no es otra cosa que la complacencia en
el bien, mientras el movimiento hacia el bien es el deseo o
concupiscencia, y el descanso en el bien es el gozo o delectación. Y,
por tanto, según este orden, el amor precede al deseo y éste a la
delectación. Pero según el orden de la intención es a la inversa, pues
la delectación intentada produce el deseo y el amor. La delectación,
efectivamente, es la fruición del bien, la cual en cierto modo es fin,
como lo es también el mismo bien, según se ha dicho anteriormente (q.11 a.3 ad3).
A las objeciones:
1. Una cosa es denominada según el
modo como nos es conocida, pues los vocablos son signos de las
ideas, según el Filósofo. Y nosotros, de ordinario,
conocemos la causa por el efecto. Ahora bien, el efecto del amor,
cuando, ciertamente, se posee el objeto amado, es la delectación; mas
cuando no se posee, es el deseo o concupiscencia. Y, como dice San
Agustín en X De Trinitate, se siente más el
amor cuando lo pone de manifiesto la indigencia. De ahí que entre
todas las pasiones del concupiscible la que más se siente es la
concupiscencia. Y por este motivo da su nombre a la
potencia.
2. La unión de lo amado con el
amante es de dos clases. Una real, que consiste en estar unido a la
cosa misma. Y tal unión corresponde al gozo o delectación, que sigue
al deseo. Otra es la unión afectiva, que consiste en una aptitud o
proporción, es decir, en cuanto que por el hecho mismo de que una cosa
tiene aptitud e inclinación hacia otra, ya participa en algo de ella.
Y en este sentido el amor importa unión. Esta unión precede,
ciertamente, al movimiento del deseo.
3. La delectación causa el amor
en cuanto es anterior en la intención.
Artículo 3:
¿Es la esperanza la primera entre las pasiones del
irascible?
lat
Objeciones por las que parece que la esperanza no es la primera entre
las pasiones del irascible.
1. En efecto, la potencia irascible recibe su nombre de la ira.
Luego como la denominación se toma de lo más principal, parece
que la ira es más principal y anterior a la esperanza.
2. El objeto del irascible es lo arduo. Pero parece ser más
arduo intentar superar el mal contrario que amenaza como futuro, lo
cual pertenece a la audacia, o que se experimenta ya como presente, lo
cual pertenece a la ira, que intentar adquirir simplemente algún bien.
Y de igual modo, parece ser más arduo intentar vencer el mal presente
que el mal futuro. Luego la ira parece ser una pasión más principal
que la audacia, y la audacia que la esperanza. Y, en consecuencia, la
esperanza no parece ser la primera.
3. En el movimiento hacia un fin ocurre antes la
separación de un término que la aproximación al otro.
Pero el temor y la desesperación importan alejamiento de algo,
mientras la audacia y la esperanza implican aproximación a una cosa.
Luego el temor y la desesperación preceden a la esperanza y a la
audacia.
Contra esto: cuanto una cosa está más próxima a lo que es primero,
tanto es anterior a las demás. Pero la esperanza está más próxima al
amor, que es la primera de las pasiones. Luego la esperanza es la
primera entre todas las pasiones del irascible.
Respondo: Como ya se ha indicado (
a.1), todas
las pasiones del irascible implican movimiento hacia algo. Pero el
movimiento hacia una cosa puede ser causado en el irascible de dos
maneras. Una, por la sola aptitud o proporción al fin, la cual
pertenece al amor o al odio; otra, por la presencia del bien o del
mal, la cual corresponde a la tristeza o al gozo. Y, en verdad, por la
presencia del bien no se produce pasión alguna en el irascible, según
se ha dicho (
q.23 a.3-4); pero por la presencia del mal se produce la
pasión de la ira.
Así, pues, como en el orden de generación o consecución, la
proporción o aptitud al fin precede a su consecución, de ahí resulta
que la ira sea la última, entre todas las pasiones del irascible, en
el orden de generación. Mas entre todas las pasiones del irascible,
que implican un movimiento que sigue al amor o al odio del bien o del
mal, las pasiones cuyo objeto es el bien, a saber, la esperanza y la
desesperación, han de ser naturalmente anteriores a las pasiones cuyo
objeto es el mal, esto es, a la audacia y al temor. De tal modo, sin
embargo, que la esperanza es anterior a la desesperación, porque la
esperanza es un movimiento hacia el bien según la razón de bien, que
por su naturaleza es atractivo, y, por tanto, es un movimiento hacia
el bien por sí mismo, mientras la desesperación es el alejamiento del
bien, lo cual no corresponde al bien en cuanto bien, sino por razón de
alguna otra cosa, y, por tanto, accidentalmente, por así decirlo. Y
por la misma razón, el temor, al ser alejamiento del mal, es primero
que la audacia. Que la esperanza y la desesperación son naturalmente
anteriores al temor y a la audacia es evidente, porque, así como el
apetito del bien es la razón por la que se evita el mal, así también
la esperanza y la desesperación son la razón del temor y de la
audacia, pues la audacia sigue a la esperanza de la victoria, y el
temor a la desesperación de vencer. Mas la ira sigue a la audacia,
pues ninguno se aíra deseando la venganza a no ser que se atreva a
vengarse, según dice Avicena en VI De naturalibus.
Así, pues, es evidente que la esperanza es la primera entre todas las
pasiones del irascible. Y si queremos saber el orden de todas las
pasiones en la línea de su generación, se presentan así: primero, el
amor y el odio; segundo, el deseo y la huida; tercero, la esperanza y
la desesperación; cuarto, el temor y la audacia; quinto, la ira; sexto
y último, el gozo y la tristeza, que siguen a todas las pasiones, como
dice II Ethic. De tal manera, sin embargo, que
el amor es anterior al odio, el deseo a la huida, la esperanza a la
desesperación, el temor a la audacia y el gozo a la tristeza, como
puede deducirse de lo dicho anteriormente (a.1-3).
A las objeciones:
1. Puesto que la ira es causada por
las otras pasiones como un efecto por las causas que le preceden, por
eso de ella, como más notoria, recibe su nombre la
potencia.
2. No es lo arduo, sino el bien,
la razón del acercamiento o deseo. Y, por eso, la esperanza que mira
al bien más directamente es anterior, aunque la audacia e incluso la
ira miren alguna vez a lo más arduo.
3. El apetito primeramente y de
suyo se mueve hacia el bien como hacia su propio objeto, y de esto
proviene que se aparte del mal. Porque el movimiento de la parte
apetitiva no está en proporción con el movimiento natural, sino con la
intención de la naturaleza, la cual intenta el fin antes que la
remoción del contrario, que no se busca sino por la consecución del
fin.
Artículo 4:
¿Son el gozo, la tristeza, la esperanza y el temor las cuatro
pasiones principales?
lat
Objeciones por las que parece que el gozo, la tristeza, la esperanza
y el temor no son las cuatro pasiones principales.
1. En efecto, San Agustín, en XIV De civ. Dei,
pone la concupiscencia en lugar de la esperanza.
2. En las pasiones del alma hay dos órdenes; a saber, el de
intención y el de consecución o generación. Así, pues, o las pasiones
principales se consideran según el orden de intención, y en ese caso
sólo serán principales el gozo y la tristeza, que son pasiones
finales; o según el orden de consecución o generación, y entonces la
principal pasión será el amor. Luego de ninguna manera debe decirse
que las cuatro pasiones principales son el gozo y la tristeza, la
esperanza y el temor.
3. Como la audacia es producida por la esperanza, así lo
es el temor por la desesperación. Luego o la esperanza y la
desesperación deben ponerse entre las pasiones principales como
causas, o la esperanza y la audacia por ser afines entre
sí.
Contra esto: está lo que dice Boecio en el libro De
Consol., enumerando las cuatro pasiones
principales: Desecha el gozo, expulsa el temor, ahuyenta la
esperanza y no esté presente el dolor.
Respondo: Estas cuatro pasiones comúnmente se
llaman principales. Dos de las cuales, a saber, el gozo y la tristeza
se dicen principales porque en ellas se completan y terminan
absolutamente todas las pasiones, de donde son consecutivas a todas
ellas, como dice II
Ethic. Mas el temor y la
esperanza son principales no como completivas absolutamente, sino
porque son completivas en el género del movimiento apetitivo hacia
alguna cosa; pues respecto del bien, el movimiento comienza en el
amor, continúa en el deseo y termina en la esperanza; mientras
respecto del mal, comienza en el odio, continúa en la huida y termina
en el temor. Y, por eso, el número de estas cuatro pasiones suele
considerarse según la diferencia entre el presente y el futuro, pues
el movimiento mira al futuro, y la quietud está en algo presente. Así,
pues, el gozo es del bien presente, y la tristeza del mal presente,
mientras la esperanza es del bien futuro, y el temor, del mal
futuro.
Ahora bien, todas las otras pasiones, que son acerca del bien o del
mal, presente o futuro, se reducen completivamente a éstas. De ahí que
algunos llamen principales a estas cuatro pasiones mencionadas, porque
son generales. Lo cual, ciertamente, es verdad, si la esperanza y el
temor designan el movimiento en común del apetito, que tiende a
apetecer o rehuir algo.
A las objeciones:
1. San Agustín pone el deseo o
concupiscencia en lugar de la esperanza, en cuanto parecen referirse a
lo mismo, es decir, al bien futuro.
2. Esas pasiones se dicen
principales según el orden de intención y consumación. Y aunque el
temor y la esperanza no sean, absolutamente hablando, las últimas
pasiones, lo son, sin embargo, en el género de las pasiones que
tienden hacia otra cosa como a algo futuro. No cabe urgir el argumento
sino respecto de la ira, la cual, sin embargo, no puede ponerse como
pasión principal, porque es un efecto de la audacia, que tampoco puede
ser pasión principal, como se dirá más adelante (ad 3;
q.45 a.2 ad 3).
3. La desesperación implica
alejamiento del bien, lo cual es como algo accidental; y la audacia
importa aproximación al mal, que también es algo accidental. Por eso
estas pasiones no pueden ser principales, por que lo que es accidental
no puede decirse principal. Y de la misma manera, tampoco puede
decirse pasión principal la ira, que resulta de la
audacia.