Pasamos ahora a tratar de los efectos del temor (q.41 intr).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas:
Artículo 1:
¿Produce el temor contracción?
lat
Objeciones por las que parece que el temor no produce
contracción.
1. En efecto, cuando se produce la contracción, el calor y los
espíritus vitales se retiran al interior. Pero por la abundancia del
calor y de los espíritus vitales en el interior se ensancha el corazón
para emprender algo con audacia, como es manifiesto en los airados. Lo
contrario de esto sucede en el temor. Luego el temor no produce
contracción.
2. Aumentados los espíritus y el calor en el interior por la
contracción, se sigue que el hombre prorrumpa en gritos, como se ve en
los que sienten dolor. Pero los que temen no gritan, sino más bien se
vuelven taciturnos. Luego el temor no produce contracción.
3. La vergüenza es una especie de temor, como se ha dicho
anteriormente (q.41 a.4). Pero los avergonzados se ponen rojos,
como dice Tulio en IV De tusculanis quaest., y
el Filósofo en IV Ethic. Ahora bien, el
enrojecimiento del rostro no indica una contracción, sino lo
contrario. Luego la contracción no es efecto del temor.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro III, que el temor es una virtud por sístole, esto es, por
contracción.
Respondo: Como se ha expuesto anteriormente
(q.28 a.5), en las pasiones del alma, el movimiento de la potencia
apetitiva es como lo formal, mientras la alteración corporal es como
lo material. Ambos elementos están mutuamente proporcionados. De ahí
que la alteración corporal se produzca a semejanza y según la
naturaleza del movimiento apetitivo. Ahora bien, en cuanto al
movimiento animal del apetito, el temor implica cierta contracción. La
razón de esto es porque el temor proviene de la imaginación de un mal
inminente que difícilmente puede rechazarse, como se ha dicho
anteriormente (q.41 a.2). Y el que una cosa sea difícil de rechazar
proviene de la debilidad de la potencia, como se ha expuesto
anteriormente (q.43 a.2). Y cuanto más débil es la potencia, a tanto
menor número de cosas puede extenderse. Por consiguiente, de la misma
imaginación que causa el temor, resulta cierta contracción en el
apetito. Así vemos en los moribundos que la naturaleza se retrae hacia
el interior a causa de la debilidad de sus fuerzas. Y vemos también en
las ciudades que, cuando los ciudadanos temen, se retiran del exterior
y se recogen cuanto pueden en el interior. Y a semejanza de esta
contracción, que pertenece al apetito animal, se sigue también en el
temor por parte del cuerpo la contracción del calor y de los espíritus
al interior.
A las objeciones:
1. Como afirma el
Filósofo en De problematibus,
aunque en los que temen se retraigan los espíritus de las partes
exteriores a las interiores, sin embargo, el
movimiento de los espíritus no es idéntico en los airados y en los que
temen. En los airados, en efecto, debido al calor y sutileza de los
espíritus que provienen del apetito de venganza, se produce
interiormente el movimiento de los espíritus desde las partes
inferiores a las superiores, y, por eso, los espíritus y el calor se
concentran alrededor del corazón. De lo cual se sigue que los airados
se muestran prontos y audaces para acometer. En cambio, en los que
temen, los espíritus, a causa del enfriamiento que los condensa, se
mueven desde las partes superiores a las inferiores. Esta frialdad
proviene de la imaginación de su falta de poder. Y por eso no aumentan
el calor y los espíritus alrededor del corazón, sino más bien se
alejan de él. De ahí que los que temen no sean prontos para atacar,
sino más bien para rehuir.
2. Es natural a todo el que sufre,
sea hombre o animal, servirse de cualquier medio para librarse de la
cosa nociva presente que le causa dolor. Así vemos que los animales
doloridos hieren con la boca o con los cuernos. Ahora bien, en los
animales, la principal ayuda para todo es el calor y los espíritus
vitales. Y por eso en el dolor la naturaleza conserva el calor y los
espíritus interiormente, a fin de utilizarlos en rechazar lo nocivo.
De ahí que el Filósofo diga en De
problematibus que, cuando los espíritus y el calor
han aumentado en el interior, es preciso darles salida por la voz. Y
por eso, los que sienten dolor apenas pueden reprimir los quejidos. En
cambio, en los que temen se produce el movimiento del calor interior y
de los espíritus desde el corazón a las partes inferiores, como queda
dicho (ad 1). Por lo cual el temor se opone a la formación de la voz
por la emisión de los espíritus hacia arriba a través de la boca. Por
esta razón, el temor hace guardar silencio. Y de ahí también que el
temor haga temblar, como dice el Filósofo en De
problematibus.
3. Los peligros de muerte no sólo
son contrarios al apetito animal, sino también a la naturaleza. Y por
eso, en este temor no sólo se produce la contracción por parte del
apetito, sino también por parte de la naturaleza corporal. En efecto,
el animal, imaginándose la muerte, concentra el calor en el interior y
se produce en él la misma disposición que cuando su muerte es
naturalmente inminente. Y de ahí resulta que los que temen la
muerte palidecen, como dice IV Ethic. En
cambio, el mal que teme la vergüenza, no se opone a la naturaleza,
sino solamente al apetito animal. Y, por tanto, se produce,
ciertamente, una contracción según el apetito animal, mas no según la
naturaleza corporal. Pero el alma, como contraída en sí misma, se
entrega más al movimiento de los espíritus vitales y del calor, de
donde resulta la difusión de éstos a las partes exteriores. Y por eso
se ponen rojos los avergonzados.
Artículo 2:
¿Dispone el temor para el consejo?
lat
Objeciones por las que parece que el temor no dispone para el
consejo.
1. En efecto, no es propio de una misma cosa disponer para el consejo
e impedirlo. Pero el temor impide el consejo, pues toda pasión
perturba la calma que se requiere para el buen uso de la razón. Luego
el temor no dispone para el consejo.
2. El consejo es un acto de la razón que piensa y delibera
sobre las cosas futuras. Pero hay algún temor que trastorna las
ideas y hace salir a la mente de su lugar, como dice Tulio en
IV De tusculanis quaest. Luego el temor no
dispone para el consejo, sino más bien lo impide.
3. Como el consejo se aplica para evitar los males, así
también se aplica para conseguir los bienes. Pero como el temor es de
los males que deben evitarse, así la esperanza es de los bienes que
deben conseguirse. Luego el temor no dispone para el consejo más que
la esperanza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en II Rhetoric., que el temor dispone para el
consejo.
Respondo: Uno puede estar dispuesto para el
consejo de dos modos. Primero, por la voluntad o solicitud de ser
aconsejado. Y en este sentido el temor dispone para el consejo.
Porque, como dice el Filósofo en III Ethic.: Nos aconsejamos sobre las cosas importantes en las cuales, por así
decirlo, desconfiamos de nosotros mismos. Ahora bien, las cosas
que infunden temor no son simplemente malas, sino que tienen cierta
importancia, ya porque se aprehenden como difíciles de rechazar, ya
también porque se aprehenden como cercanas, según se ha dicho (q.42 a.2). Por eso los hombres buscan aconsejarse principalmente cuando
sienten temor.
De un segundo modo se dice que uno está dispuesto para el consejo por la facultad de aconsejar bien. Y, en este sentido, ni el temor ni ninguna pasión dispone para el consejo. Porque al hombre afectado por alguna pasión las cosas le parecen mayores o menores de lo que son en la realidad. Así, al que ama, le parecen mejores las cosas que ama; y al que teme, más terribles las cosas que teme. Y de este modo, por falta de rectitud en el juicio, cualquier pasión, cuanto es de suyo, impide la facultad de aconsejar bien.
A las objeciones:
1. La respuesta es evidente por lo dicho.
2. Cuanto más fuerte es una
pasión, tanto más impedido está el hombre afectado por ella. Y por
eso, cuando el temor es fuerte, el hombre quiere, en verdad,
aconsejarse, pero está tan perturbado en sus pensamientos, que no es
capaz de hallar consejo. Pero si es un temor pequeño el que suscita la
inquietud de aconsejarse y no perturba mucho la razón, puede incluso
ayudar a la facultad de aconsejar bien, por razón de la consiguiente
solicitud.
3. También la esperanza dispone
para el consejo, porque, como dice el Filósofo en II Rhetoric., nadie se aconseja sobre aquellas
cosas de que desespera, como tampoco sobre las imposibles, según
dice III Ethic. El temor, sin embargo, dispone
para el consejo más que la esperanza. Porque la esperanza es del bien
en cuanto podemos conseguirlo; mientras que el temor es del mal en
cuanto apenas puede repelerse, y así el temor mira más a la razón de
dificultad que la esperanza. Y en los asuntos difíciles, sobre todo en
los que no confiamos en nosotros, nos aconsejamos, como queda dicho
(en la sol.).
Artículo 3:
¿Produce temblor el temor?
lat
Objeciones por las que parece que el temblor no es efecto del
temor.
1. En efecto, el temblor es ocasionado por el frío, pues vemos que
los que tienen frío tiemblan. Ahora bien, el temor no parece causar
frío, sino más bien calor desecante, señal de lo cual es que los que
temen tienen sed, especialmente en los más grandes temores, como es
manifiesto en los que son conducidos a la muerte. Luego el temor no
produce temblor.
2. La evacuación de las superfluidades proviene del calor;
por eso, generalmente, las medicinas laxativas son calientes. Pero
estas evacuaciones de las superfluidades provienen frecuentemente del
temor. Luego el temor parece producir calor y, por lo tanto, no causa
temblor.
3. En el temor, el calor se retira del exterior a las
partes interiores. Si, pues, a causa de esta retirada del calor el
hombre tiembla en las partes exteriores, parece que de la misma manera
el temor debería producir temblor en todos los miembros exteriores.
Pero no ocurre así. Luego el temblor del cuerpo no es efecto del
temor.
Contra esto: está lo que dice Tulio en IV De tusculanis
quaest., que el temblor, la palidez y el
rechinar de dientes siguen al terror.
Respondo: Como se ha indicado antes (a.1), en
el temor se produce una contracción desde el exterior hacia el
interior y, por eso, las partes exteriores quedan
frías, y por esta razón les sobreviene el temblor, que es el
instrumento con que mueve el alma, como dice II De
anima.
A las objeciones:
1. Retirado el calor del exterior
al interior, aumenta el calor interiormente y, sobre todo, hacia las
partes inferiores, esto es, en torno a la región digestiva. Y, por
tanto, consumida la humedad, se sigue la sed, y también a veces la
evacuación del vientre y la emisión de la orina, y en ocasiones
incluso del semen. O bien la eliminación de estas superfluidades se
produce por la contracción del vientre y de los testículos, como dice
el Filósofo en De problematibus.
2. La respuesta es evidente por lo dicho.
3. Como en el temor el calor
abandona el corazón, dirigiéndose de las partes superiores a las
inferiores, por eso a los que sienten temor les tiembla especialmente
el corazón y los miembros que tienen alguna conexión con el pecho,
donde se halla el corazón. De ahí que a los que temen les tiemble
principalmente la voz, por la proximidad de la arteria vocal al
corazón. También tiembla el labio inferior y toda la mandíbula
inferior por su contigüidad con el corazón, de donde resulta asimismo
el rechinamiento de dientes. Y por la misma razón tiemblan los brazos
y las manos. O también porque estos miembros son más movibles. Por lo
cual, a los que temen les tiemblan hasta las rodillas, según aquello
de Is 35,3: fortaleced las manos flojas y robusteced las rodillas
temblorosas.
Artículo 4:
¿Impide el temor la operación?
lat
Objeciones por las que parece que el temor impide la
operación.
1. En efecto, la operación se impide principalmente por la
perturbación de la razón, que dirige en el obrar. Pero el temor
perturba la razón, como queda dicho (a.2). Luego el temor impide la
operación.
2. Los que hacen alguna cosa con temor, fracasan más
fácilmente en el obrar, como si uno camina por una viga en alto,
fácilmente se cae debido al temor, mas no se caería si caminase por la
misma viga colocada en el suelo, por falta de temor. Luego el temor
impide la operación.
3. La pereza o flojedad es una especie de temor. Pero la
pereza impide la operación. Luego también el temor.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol Flp 2,12: Con
miedo y temblor trabajad en vuestra salvación.
Respondo: La operación exterior del hombre es
causada, ciertamente, por el alma como primer motor, pero por los
miembros corporales como instrumentos. Ahora bien, la operación puede
ser impedida tanto por defecto del instrumento como por defecto del
motor principal. Por parte, pues, de los instrumentos corporales, el
temor, en cuanto es de suyo, tiende siempre naturalmente a impedir la
operación exterior, a causa de la falta de calor que por el temor se
produce en los miembros exteriores. Pero, por parte del alma, si es un
temor moderado, que no perturba la razón, ayuda a obrar bien, en
cuanto causa cierta solicitud y hace que el hombre sea más cuidadoso
en aconsejarse y obrar. En cambio, si el temor crece tanto que
perturba la razón, impide la operación incluso por parte del alma.
Pero el Apóstol no habla de tal temor.
A las objeciones:
1. La respuesta es evidente por lo dicho.
2. Los que se caen de una viga
colocada en alto, padecen perturbación de la imaginación a causa del
temor de la caída que se imaginan.
3. Todo el que teme rehuye lo que
teme, y, por consiguiente, siendo la pereza temor de la operación
misma en cuanto laboriosa, impide la operación, porque retrae de ella
a la voluntad. En cambio, el temor de otras cosas en tanto ayuda a la
operación en cuanto inclina la voluntad a obrar aquello por lo que el
hombre evita lo que teme.