Artículo 1:
¿Es la causa del dolor el bien perdido o el mal presente?
lat
Objeciones por las que parece que el bien perdido es más bien causa
del dolor que el mal presente.
1. En efecto, dice San Agustín, en el libro De octo quaestionibus
Dulcitii, que el dolor proviene de la pérdida de los
bienes temporales. Luego, por la misma razón, todo dolor proviene de
la pérdida de algún bien.
2. Se ha dicho anteriormente (
q.35 a.4) que el dolor, que es
contrario a la delectación, se refiere al mismo objeto que la
delectación. Pero la delectación tiene por objeto el bien, como ya se
ha expuesto (
q.23 a.4;
q.31 a.1;
q.35 a.3). Luego el dolor proviene
principalmente de la pérdida del bien.
3. Según San Agustín, en XIV De civ.
Dei, el amor es causa de la tristeza como también
de las otras afecciones del alma. Pero el objeto del amor es el bien.
Luego el dolor o tristeza mira más al bien perdido que al mal
presente.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro 11, que el mal en perspectiva produce el temor, y el mal presente, la
tristeza.
Respondo: Si las privaciones estuviesen en la
aprehensión del alma como se hallan en la realidad de las cosas, esta
cuestión parecería no tener importancia alguna. El mal, en efecto,
como ya se ha explicado (
1 q.14 a.10;
q.48 a.3), es la privación del
bien, pero la privación en el orden de la realidad no es otra cosa que
la carencia del hábito opuesto. Luego según esto, sería lo mismo
entristecerse por el bien perdido y por el mal presente. Pero la
tristeza es un movimiento del apetito que sigue a la aprehensión, y en
ésta la privación tiene cierta razón de ente, por lo que se
denomina
ente de razón. Y así el mal, siendo una privación, es
considerado a manera de un contrario. Y por eso, en lo que atañe al
movimiento del apetito, no es lo mismo que mire más principalmente al
mal presente o al bien perdido.
Y puesto que el movimiento del apetito animal respecto de las
operaciones del alma guarda la misma relación que el movimiento
natural respecto de las cosas naturales, puede llegarse a la verdad en
este asunto por la observación de los movimientos naturales. Si
consideramos, pues, en los movimientos naturales la atracción y la
repulsión, aquélla mira de suyo a lo que es conveniente a la
naturaleza, mientras ésta de suyo mira a lo que le es contrario; como
lo pesado de suyo se aleja del lugar elevado y se acerca naturalmente
al lugar inferior. Pero si consideramos la causa de uno y otro
movimiento, es decir, la gravedad, ésta tiende con prioridad al lugar
inferior, que se separa del superior, del cual se aparta para
dirigirse hacia abajo.
Así, pues, hallándose la tristeza en los movimientos apetitivos a
manera de huida o alejamiento, y la delectación a manera de búsqueda o acercamiento, del mismo modo que la delectación
mira con prioridad al bien conseguido como a su objeto propio, así la
tristeza mira al mal presente. Pero la causa de la delectación y de la
tristeza, es decir, el amor mira antes al bien que al mal. Por lo
tanto, del mismo modo que el objeto es causa de la pasión, es más
propiamente causa de la tristeza o dolor el mal presente que el bien
perdido.
A las objeciones:
1. La misma pérdida del bien se
aprehende bajo la razón de mal, como también la pérdida del mal se
aprehende bajo la razón de bien. Y por eso dice San Agustín que el
dolor proviene de la pérdida de los bienes temporales.
2. La delectación y el dolor, que
le es contrario, miran al mismo objeto, pero bajo un aspecto
contrario, porque si la delectación proviene de la presencia de una
cosa determinada, la tristeza proviene de la ausencia de la misma.
Ahora bien, en uno de los contrarios está incluida la privación del
otro, como aparece claro en X Metaphys. De ahí
que la tristeza que versa sobre un contrario, se refiere en cierto
modo al mismo objeto bajo un aspecto contrario.
3. Cuando de una sola causa
provienen muchos movimientos, no es necesario que todos se refieran
principalmente a lo mismo a que principalmente se refiere la causa,
sino solamente el primero, pues cada uno de los otros mira
principalmente a aquello que le es conveniente según su propia
condición.
Artículo 2:
¿Es la concupiscencia causa del dolor?
lat
Objeciones por las que parece que la concupiscencia no es causa de
dolor o tristeza.
1. En efecto, la tristeza se refiere de suyo al mal, según queda
dicho (
a.1), mientras la concupiscencia es un movimiento del apetito
hacia el bien. Pero el movimiento que es hacia un contrario no es
causa del movimiento que mira a otro contrario. Luego la
concupiscencia no es causa de dolor.
2. El dolor, según el Damasceno, es de algo
presente, mientras la concupiscencia es de algo futuro. Luego la
concupiscencia no es causa de dolor.
3. Lo que es de suyo deleitable no es causa de dolor. Pero
la concupiscencia es en sí misma deleitable, como dice el Filósofo
en Rhetoric. Luego la concupiscencia no es causa
de dolor o tristeza.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en Enchirid.: Introduciéndose la ignorancia de lo que debe hacerse y la concupiscencia de cosas nocivas, se les agregan como compañeros el error y el dolor. Pero la ignorancia es la causa del error. Luego la concupiscencia es causa del dolor.
Respondo: La tristeza es un movimiento del
apetito animal. Mas el movimiento apetitivo guarda semejanza, como
queda dicho (
a.1), con el apetito natural, al cual pueden asignarse
dos causas: una a modo de fin, y otra a modo de principio del
movimiento. Así, la causa a modo de fin de la caída de un cuerpo
pesado es el lugar inferior, mientras que el principio del movimiento
es la inclinación natural debida a la gravedad.
Ahora bien, la causa del movimiento apetitivo a modo de fin es su
objeto. Y así se ha dicho antes (a.1) que la causa del dolor o
tristeza es el mal presente. Y la causa a modo de principio de tal
movimiento es la inclinación interior del apetito, el cual se inclina
primeramente al bien y, consiguientemente, a rechazar el mal
contrario. Y por eso, el primer principio de este movimiento apetitivo
es el amor, que es la primera inclinación del apetito hacia la
consecución del bien, y el segundo principio es el odio, que es la
primera inclinación del apetito a huir del mal. Pero, puesto que la
concupiscencia o deseo es el primer efecto del amor en el que
mayormente nos deleitamos, como se ha dicho anteriormente (q.32 a.6),
de ahí que San Agustín hable con frecuencia del deseo
o concupiscencia en lugar del amor, como también se ha indicado ya
(q.30 a.2 ad 2). Y en este sentido dice que la concupiscencia es la
causa universal del dolor.
Mas la misma concupiscencia, considerada según su propia naturaleza,
es a veces causa del dolor. En efecto, todo lo que impide al
movimiento llegar a su término es contrario a ese movimiento. Ahora
bien, aquello que es contrario al movimiento del apetito es
contristante. Y así, en consecuencia, la concupiscencia resulta causa
de la tristeza, en cuanto que nos entristecemos por el retraso del
bien deseado o por su total desaparición. Mas no puede ser causa
universal del dolor, porque nos dolemos más de la sustracción de los
bienes presentes, en los que ya nos deleitamos, que de los futuros que
deseamos.
A las objeciones:
1. La inclinación del apetito a
conseguir el bien es causa de su inclinación a huir del mal, como
queda dicho (en la sol.). Y de aquí proviene que los movimientos
apetitivos que miran al bien se consideren causa de los movimientos
del apetito que se refieren al mal.
2. Aquello que se desea, aunque
realmente sea futuro, está, sin embargo, presente de alguna manera por
la esperanza. O puede decirse que, aunque el bien deseado sea futuro,
sin embargo, está presente el obstáculo, que es lo que produce el
dolor.
3. La concupiscencia es deleitable
mientras permanece la esperanza de alcanzar lo que se desea. Pero
desaparecida la esperanza por el obstáculo interpuesto, la
concupiscencia causa dolor.
Artículo 3:
¿Es el apetito de la unidad causa de dolor?
lat
Objeciones por las que parece que el apetito de la unidad no es causa
de dolor.
1. En efecto, dice el Filósofo en X Ethic.
que la opinión que suponía que la plenitud es causa de
delectación y la división causa de tristeza, parecer haber tenido
su origen en los placeres y tristeza relacionados con la comida.
Pero no toda delectación o tristeza es de esta clase. Luego el deseo
de la unidad no es causa universal del dolor, puesto que la plenitud
pertenece a la unidad, y la división introduce la multitud.
2. Toda separación es opuesta a la unidad. Luego si el dolor
se produjese por el apetito de la unidad, ninguna separación sería
deleitable. Lo cual es, evidentemente, falso con respecto a la
separación de todo lo que es superfluo.
3. Por la misma razón apetecemos la unión con el bien y el
apartamiento del mal. Pero como la conjunción pertenece a la unidad,
por ser una cierta unión; así la separación es contraria a la unidad.
Luego el apetito de la unidad debe considerarse, con preferencia al
apetito de separación, como causa de dolor.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en III De libero
arbitrio, que por el dolor que sienten las
bestias, aparece suficientemente cuánto desean las almas la unidad en
el gobierno y animación de sus cuerpos. ¿Pues qué otra cosa es el
dolor, sino cierta sensación violenta de división o
destrucción?
Respondo: Del mismo modo que la concupiscencia
o el anhelo del bien es causa de dolor, también el apetito de la
unidad o el amor debe considerarse causa de dolor. En efecto, el bien
de cada cosa consiste en cierta unidad, es decir, en cuanto cada cosa
tiene unidos en sí todos aquellos elementos que constituyen su
perfección, por lo cual también los platónicos afirmaron que lo uno es
principio como lo es asimismo el bien. Por eso cada
cosa apetece naturalmente la unidad lo mismo que la bondad. Y por esta
razón, como el amor o apetito del bien es causa de dolor, así también
lo es el amor o apetito de la unidad.
A las objeciones:
1. No toda unión perfecciona la
cosa en su bien, sino solamente aquella de la que
depende la perfección del ser de la cosa. Y por esto mismo, no es
causa de dolor o tristeza el apetito de cualquier clase de unidad,
como opinaban algunos, cuyo parecer excluye allí el
Filósofo, porque ciertas plenitudes no son
deleitables; así los hartos de alimento no se deleitan en comer. Pues
tal plenitud más bien repugnaría a la perfección del ser que la
constituiría. Por lo tanto, el dolor no es causado por el apetito de
cualquier unidad, sino de aquella en que consiste la perfección de la
naturaleza.
2. La separación puede ser
deleitable ya en cuanto se aparta aquello que es contrario a la
perfección de la cosa, ya en cuanto la separación está acompañada de
alguna unión, por ejemplo, de lo sensible con el sentido.
3. Se apetece la separación de lo
nocivo y corruptor en cuanto destruyen la debida unidad. Por
consiguiente, el apetito de semejante separación no es la primera
causa del dolor, sino más bien el apetito de la unidad.
Artículo 4:
¿Es causa de dolor el poder al que no se puede resistir?
lat
Objeciones por las que parece que un poder mayor no debe considerarse
como causa del dolor.
1. En efecto, lo que está en la potestad del agente, aún no es
presente, sino futuro. Pero el dolor es por un mal presente. Luego el
poder superior no es causa de dolor.
2. El daño infligido es causa de dolor. Pero el daño puede
ser infligido también por un poder menor. Luego el poder mayor no debe
ponerse como causa de dolor.
3. Las causas de los movimientos apetitivos son las
inclinaciones interiores del alma. Ahora bien, el poder mayor es algo
exterior. Luego no debe ponerse como causa del dolor.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en el libro De natura
boni: La resistencia de la voluntad a un poder
superior produce dolor en el alma, y la resistencia del sentido a un
cuerpo más poderoso produce dolor en el cuerpo.
Respondo: Como se ha indicado antes (
a.1), el
mal presente es causa de dolor o tristeza a modo de objeto. Luego lo
que es causa de la conjunción con el mal debe considerarse como causa
de dolor o tristeza. Ahora bien, es evidente que es contra la
inclinación del apetito unirse a un mal presente. Y lo que es contra
la inclinación de uno nunca sobreviene sino por la acción de otro más
fuerte. Por eso San Agustín considera que un poder
superior es causa de dolor.
Pero hay que tener presente que, si el poder más fuerte prevalece
hasta el punto de transformar la inclinación contraria en la suya
propia, ya no habrá repugnancia o violencia alguna, como cuando un
agente más fuerte, transformando un cuerpo pesado, le quita la
inclinación por la que tiende hacia abajo; y entonces el ser impulsado
hacia arriba no le es violento, sino natural. Así, pues, si un poder
superior se impone hasta el punto de suprimir la inclinación de la
voluntad o del apetito sensitivo, no se sigue dolor o tristeza, sino
solamente se sigue cuando permanece la inclinación del apetito a lo
contrario. He ahí por qué dice San Agustín que la
resistencia de la voluntad a un poder más fuerte causa
dolor, pues si no se resistiese, sino que cediese consintiendo, no se
seguiría dolor, sino delectación.
A las objeciones:
1. El poder mayor causa dolor, no
en cuanto es agente en potencia, sino en cuanto lo es en acto, es
decir, mientras produce la unión con el mal destructor.
2. Nada impide que el poder que no
es superior absolutamente lo sea bajo algún aspecto. Pero si no fuese
mayor de ningún modo, no podría dañar en manera alguna, ni, por
consiguiente, ser causa de dolor.
3. Los agentes exteriores pueden
ser causa de los movimientos apetitivos, en cuanto causan la presencia
del objeto. Y de este modo la potestad mayor se dice causa de
dolor.