Artículo 1:
¿Es el mal causa y objeto del odio?
lat
Objeciones por las que parece que el mal no es el objeto y causa del
odio.
1. En efecto, todo lo que es, en cuanto ser, es bueno. Si, pues, el
mal es el objeto del odio, sigúese que no se tiene odio a ninguna
cosa, sino sólo a su defecto, lo cual es evidentemente
falso.
2. Odiar el mal es laudable; por lo cual en alabanza de
algunos dice 2 Mac 3,1 que las leyes se observaban muy bien por la
piedad del pontífice Onías y el odio que tenían las almas a la
maldad. Si, pues, no se odia nada sino el mal, sigúese que todo
odio es laudable, lo cual es evidentemente falso.
3. Una misma cosa no es a la vez buena y mala. Pero una
misma cosa es amable para unos y odiosa para otros. Luego el odio no
se da sólo respecto del mal, sino también respecto del
bien.
Contra esto: está que el odio es contrario al amor. Pero el objeto del
amor es el bien, como se ha dicho anteriormente (
q.26 a.1;
q.27 a.1).
Luego el objeto del odio es el mal.
Respondo: Puesto que el apetito natural se
deriva de una aprehensión, aunque no le esté unida, la misma razón
parece haber respecto de la inclinación del apetito natural y del
apetito animal que sigue a una aprehensión que le está unida, como se
ha dicho anteriormente (
q.26 a.1). Ahora bien, en el apetito natural
aparece claramente que, así como cada ser tiene armonía o aptitud
natural para con lo que le es conveniente, lo que constituye el amor
natural; así también para lo que le es opuesto y corruptivo tiene
disonancia natural, y en esto consiste el odio natural. Así, pues,
también en el apetito animal o en el intelectivo, el amor es cierta
consonancia del apetito con lo que se aprehende como conveniente, y el
odio es cierta disonancia del apetito con lo que se aprehende como
opuesto o nocivo. Mas como todo lo conveniente, en cuanto tal, tiene
razón de bien, de igual modo todo lo que es contrario, en cuanto tal,
tiene razón de mal. Y, por tanto, así como el bien es objeto del amor,
así el mal lo es del odio.
A las objeciones:
1. El ser, en cuanto ser, no tiene
razón de contrariedad, sino más bien de conveniencia, porque todas las
cosas convienen en el ser. Pero el ser, en cuanto es este ser
determinado, tiene razón de contrariedad de algún ser determinado. Y
según esto, un ser es odioso a otro, y malo, aunque no en sí, sino por
su relación con otro.
2. Así como se aprehende como
bueno algo que verdaderamente no lo es, así también se aprehende como
malo algo que verdaderamente no es malo. Por lo cual sucede algunas
veces que ni el odio del mal ni el amor del bien son
buenos.
3. Puede suceder que una misma
cosa sea amable para unos y odiosa para otros. En cuanto al apetito
natural, porque una misma cosa es conveniente a uno según su
naturaleza, y contraria a otro, como el calor conviene al fuego y es
contrario al agua. Y en cuanto al apetito animal, porque una misma
cosa es aprehendida por uno bajo la razón de bien, y por otro, bajo la
razón de mal.
Artículo 2:
¿Es causado el odio por el amor?
lat
Objeciones por las que parece que el amor no es causa del
odio.
1. En efecto, las cosas que se dividen por oposición son
naturalmente simultáneas, como se dice en los Predicamentos. Pero el amor y el odio, siendo contrarios, se
dividen por oposición. Luego son naturalmente simultáneos y, por
consiguiente, el amor no es causa del odio.
2. Uno de los contrarios no es causa del otro. Pero el amor
y el odio son contrarios. Luego el amor no es causa del
odio.
3. Lo posterior no es causa de lo anterior. Pero el odio es antes que
el amor, al parecer, pues el odio implica alejamiento del mal y el
amor acercamiento al bien. Luego el amor no es causa del
odio.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en XIV De civ. Dei, que todas las afecciones son causadas por el amor.
Luego también el odio, siendo una afección del alma, es causado por el
amor.
Respondo: El amor consiste en cierta
conveniencia del que ama con lo amado, mientras que el odio consiste
en cierta contrariedad o disonancia, según se ha indicado (
a.1). Ahora
bien, en cada cosa es preciso considerar antes lo que le conviene que
lo que le es contrario, pues el motivo de ser una cosa contraria a
otra es porque destruye o impide lo que le es conveniente. Luego, es
necesario que el amor sea anterior al odio, y que no se tenga odio a
ninguna cosa sino por ser contraria al objeto conveniente que se ama.
Y según esto, todo odio es causado por el amor.
A las objeciones:
1. En las cosas que se dividen por
oposición, se encuentran algunas que son naturalmente simultáneas
tanto en el orden real como en el de razón, como dos especies de
animales o dos especies de color. Hay otras que son naturalmente
simultáneas en la consideración racional, pero una es realmente antes
que la otra y causa de ella, como se ve claro en las especies de
números, figuras y movimientos. Y otras no son simultáneas ni en la
realidad ni según la razón, como la sustancia y el accidente, puesto
que la sustancia es realmente causa del accidente, y la razón atribuye
antes el ser a la sustancia que al accidente, porque al accidente no
se le atribuye sino en cuanto está en la sustancia. Ahora bien, el
amor y el odio son naturalmente simultáneos en la consideración de la
razón, pero no realmente. Por lo tanto, nada impide que el amor sea
causa del odio.
2. El amor y el odio son
contrarios cuando se consideran respecto de una misma cosa. Pero
cuando son acerca de cosas contrarias, no son contrarios, sino que el
uno es consiguiente al otro, pues por la misma razón se ama una cosa y
se odia su contraria.
3. En la ejecución es antes
alejarse de un término que aproximarse al otro. Pero en la intención
es a la inversa, pues la razón de alejarse de un término es para
acercarse al otro. Ahora bien, el movimiento apetitivo pertenece a la
intención más bien que a la ejecución. Y, por tanto, el amor es
anterior al odio, ya que ambos son movimientos apetitivos.
Artículo 3:
¿Es el odio más fuerte que el amor?
lat
Objeciones por las que parece que el odio es más fuerte que el
amor.
1. En efecto, dice San Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: Nadie hay que no huya
del dolor más que apetezca el deleite. Pero huir del dolor
pertenece al odio, mientras que el apetito del deleite pertenece al
amor. Luego el odio es más fuerte que el amor.
2. El más fuerte vence al más débil. Pero el odio vence al
amor, esto es, cuando el amor se convierte en odio. Luego el odio es
más fuerte que el amor.
3. Y todavía más: La afección del alma se manifiesta por el efecto.
Pero el hombre insiste más fuertemente en rechazar lo odioso que en
perseguir lo que ama, como también las bestias se abstienen de las
cosas deleitables a causa de los golpes del látigo, según observa San
Agustín en el libro Octoginta trium quaest. Luego
el odio es más fuerte que el amor.
Contra esto: está que el bien es más fuerte que el mal, porque el mal
no obra sino en virtud del bien, como dice Dionisio en el c.4 De div. nom. Pero el odio y el amor difieren según
la diferencia del bien y del mal. Luego el amor es más fuerte que el
odio.
Respondo: Es imposible que el efecto sea más
fuerte que la causa. Ahora bien, todo odio procede de algún amor como
de causa, según se ha dicho anteriormente (
a.2). Por lo tanto, es
imposible que el odio sea absolutamente más fuerte que el
amor.
Pero es necesario, además, que el amor, absolutamente hablando, sea
más fuerte que el odio. Una cosa, en efecto, se mueve más fuertemente
hacia el fin que hacia aquello que conduce al fin. Ahora bien, el
apartamiento del mal se ordena, como a fin, a la consecución del bien.
De ahí que, absolutamente hablando, el movimiento del alma hacia el
bien sea más fuerte que hacia el mal.
Pero, no obstante, a veces parece el odio más fuerte que el amor, por
dos razones. Primeramente, porque el odio es más sensible que el amor.
Puesto que la percepción del sentido depende de una inmutación, una
vez que ésta ya se ha llevado a cabo no se siente tanto como cuando se
está realizando la inmutación misma. Por eso el calor de la fiebre
hética, aunque sea mayor, sin embargo, no se siente tanto como el
calor de la terciana, porque el calor de la primera se ha convertido
ya como en hábito y naturaleza. Por esto también se siente más el amor
en la ausencia del amado, como dice San Agustín en X De
Trin. que el amor no se siente tanto si la
indigencia no lo pone de manifiesto. Y por el mismo motivo se
percibe más sensiblemente la repugnancia de lo que se odia que la
conveniencia de lo que se ama. En segundo lugar, porque no se compara
el odio al amor que le corresponde, pues según la diversidad de bienes
es la diversidad en magnitud y parvedad de los amores, a los que están
proporcionados los odios opuestos. De ahí que el odio que corresponde
a un amor mayor mueva más que un amor menor.
A las objeciones:
1. La respuesta resulta evidente de
lo anterior, pues el amor del placer es menor que el amor de la propia
conservación, al que corresponde la huida del dolor. Y, por tanto, se
huye del dolor más que se ama el placer.
2. El odio jamás vencería al amor
a no ser por causa de un mayor amor al que corresponde el odio. De
esta manera el hombre se ama a sí mismo más que al amigo, y porque se
ama a sí, odia incluso al amigo en el caso de que éste le sea
contrario.
3. La razón de actuar con mayor
conato en rechazar las cosas odiosas es porque el odio es más
sensible.
Artículo 4:
¿Puede uno odiarse a sí mismo?
lat
Objeciones por las que parece que uno puede odiarse a sí
mismo.
1. En efecto, dice Sal 10,6: El que ama la iniquidad odia su
alma. Pero muchos aman la iniquidad. Luego muchos se odian a sí
mismos.
2. Odiamos a aquel para quien queremos y hacemos el mal.
Pero a veces uno quiere y obra el mal para sí mismo,
como los que se suicidan. Luego algunos se odian a sí
mismos.
3. Dice Boecio en II De consol.
que la avaricia hace odiosos a los hombres, de lo cual puede
concluirse que todo hombre odia al avaro. Pero algunos son avaros.
Luego éstos se odian a sí mismos.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Ef 5,29: Nadie aborreció jamás su carne.
Respondo: Es imposible que uno, absolutamente
hablando, se odie a sí mismo. En efecto, todo ser apetece naturalmente
el bien, y ninguno puede desear algo para sí si no es bajo la razón de
bien, pues
el mal es extraño a la voluntad, como dice Dionisio
en el c.4
De div. nom. Ahora bien, como se ha
dicho anteriormente (
q.26 a.4), amar a uno es querer para él el bien.
Por consiguiente, es necesario que uno se ame a sí mismo, y es
imposible que uno se odie a sí mismo, absolutamente
hablando.
Sucede, sin embargo, que indirectamente uno se odia a sí mismo. Y
esto de dos maneras. Una, por parte del bien que uno quiere para sí,
pues acontece a veces que lo que se desea es relativamente bueno, pero
absolutamente malo, y según esto, uno indirectamente quiere para sí un
mal, lo cual es odiarse. Otra manera es por parte de sí mismo, para
quien quiere el bien. Cada ser, en efecto, es, sobre todo, lo que hay
más principalmente en él. Por eso se dice que la ciudad hace lo que
hace el rey, como si el rey fuese toda la ciudad. Es evidente que el
hombre es principalmente su mente. Pero sucede que algunos se
consideran ser principalmente lo que son según la naturaleza corporal
y sensitiva. Por eso se aman según lo que juzgan que son, pero odian
lo que verdaderamente son en tanto quieren cosas contrarias a la
razón. Y de ambos modos el que ama la iniquidad, odia no sólo su alma,
sino también a sí mismo.
A las objeciones:
1. La respuesta resulta evidente de
lo expuesto.
2. Nadie quiere y hace el mal para
sí a no ser en cuanto lo aprehende bajo la razón de bien. Porque aun
aquellos que se suicidan, perciben el mismo morir bajo la razón de
bien, en cuanto que ponen fin a alguna miseria o dolor.
3. El avaro odia un accidente
propio; sin embargo, no por esto se odia a sí mismo, como el enfermo
odia su enfermedad por lo mismo que se ama a sí mismo. O bien puede
decirse que la avaricia le hace odioso a los demás, pero no a sí
mismo; antes bien, es causada por el amor desordenado de sí mismo,
según el cual uno quiere para sí los bienes temporales más de lo que
debe.
Artículo 5:
¿Puede uno tener odio a la verdad?
lat
Objeciones por las que parece que uno no puede tener odio a la
verdad.
1. En efecto, el bien, el ser y la verdad se identifican. Pero uno no
puede tener odio a la bondad. Luego tampoco a la verdad.
2. Todos los hombres naturalmente desean saber, como
se dice en el principio de Metaphys. Pero la
ciencia no es sino de las cosas verdaderas. Luego la verdad es deseada
y amada naturalmente. Pero lo que es naturalmente inherente a una cosa
siempre está en ella. Luego ninguno puede tener odio a la
verdad.
3. El Filósofo dice en II Rhetoric.
que los hombres aman a los que no simulan. Pero no es por otro
motivo que por la verdad. Luego el hombre ama naturalmente la verdad
y, por consiguiente, no puede odiarla.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol Gal 4,16: Me
hice vuestro enemigo diciéndoos la verdad.
Respondo: El bien, la verdad y el ser son
idénticos en la realidad, pero difieren en la razón. El bien, en
efecto, tiene razón de apetecible, mas no el ser o la verdad, pues el
bien es
lo que apetecen todas las cosas. Y por eso
el bien, bajo la razón de bien, no puede ser odiado ni
en universal ni en particular. Y el ser y la verdad no pueden ser
odiados en universal, porque la disonancia es causa del odio y la
consonancia es causa del amor; y el ser y la verdad son comunes a
todos. Pero en particular, nada impide que algún ser y alguna verdad
sean odiados en cuanto tienen razón de algo contrario y repugnante,
pues la contrariedad y la repugnancia no se oponen a la razón de ser y
de verdad como se oponen a la razón de bien.
Por otra parte, una verdad particular puede repugnar o ser contraria
al bien amado de tres maneras. Una, en cuanto que la verdad está
causal y originariamente en las cosas mismas. Y de esta manera odia el
hombre a veces una verdad en cuanto que quisiera que no fuese
verdadero lo que es verdadero. Otra, en cuanto que la verdad está en
el conocimiento del mismo hombre, la cual impide la prosecución de lo
amado. Como si algunos no quisieran conocer la verdad de la fe para
pecar libremente, de los cuales dice Job 21,14: No queremos el
conocimiento de tus caminos. De otra manera se tiene odio a la
verdad particular, como contraria, en cuanto está en el entendimiento
de otro. Por ejemplo, cuando uno quiere permanecer oculto en el
pecado, odia que alguien conozca la verdad acerca de su pecado. Y
conforme a esto dice San Agustín en X Confess.
que los hombres aman la verdad cuando ilumina, y la aborrecen
cuando reprende.
A las objeciones:
1. La respuesta resulta evidente de
lo expuesto.
2. Conocer la verdad es amable en
sí mismo, por lo cual dice San Agustín que la aman cuando
ilumina. Mas el conocimiento de la verdad puede
ser odioso accidentalmente, en cuanto es impedimento de algo
deseado.
3. La razón de que sean amados los
que no simulan proviene de que el hombre ama de suyo conocer la
verdad, y ésta la manifiestan los hombres que no simulan.
Artículo 6:
¿Puede tenerse odio en universal a alguna cosa?
lat
Objeciones por las que parece que no puede haber odio en universal a
ninguna cosa.
1. En efecto, el odio es una pasión del apetito sensitivo que se
mueve por la aprehensión sensible. Pero el sentido no puede aprehender
el universal. Luego no puede haber odio en universal a ninguna
cosa.
2. El odio es causado por alguna disonancia que repugna a la
comunidad. Pero la comunidad es de la razón del universal. Luego no
puede haber odio a ninguna cosa en universal.
3. El objeto del odio es el mal. Pero el mal está en
las cosas y no en la mente, como dice VI Metaphys. Luego estando el universal sólo en la mente, que lo abstrae de lo particular, parece que no puede darse odio respecto de algo universal.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en II Rhetoric. que la ira siempre tiene lugar entre las cosas singulares, y el odio alcanza aun a los géneros, pues todos odian al ladrón y al calumniador.
Respondo: Del universal puede hablarse de dos
modos: uno, como incluido en la intención de universalidad, y, otro,
respecto de la naturaleza a la que se atribuye tal intención; pues una
es la consideración del hombre universal y otra distinta la
consideración del hombre en cuanto hombre. Si, pues, el universal se
toma del primer modo, entonces ninguna potencia de la parte sensitiva,
ni aprehensiva ni apetitiva, puede alcanzar el universal, porque el
universal se obtiene por abstracción de la materia individual, en la
que radica toda potencia sensitiva.
Puede, no obstante, una potencia sensitiva, tanto aprehensiva como
apetitiva, dirigirse a una cosa universalmente. Así decimos que el
objeto de la vista es el color en cuanto género, no porque
la vista conozca el color en universal, sino porque el
hecho de que el color sea cognoscible para la vista no le conviene al
color en cuanto es este color, sino en cuanto es color simplemente.
Así, pues, también el odio de la parte sensitiva puede dirigirse a
alguna cosa en universal, porque por su naturaleza común algo es
hostil al animal y no sólo en su ser particular, como el lobo a la
oveja. De ahí que la oveja odie al lobo en general. Pero la ira
siempre es causada por algo particular, porque proviene de un acto del
que ofende, y los actos son de seres particulares. Y por esta razón
dice el Filósofo que la ira siempre se refiere a algo particular, y
el odio puede ser respecto de algo en general.
En cuanto al odio que está en la parte intelectiva, por lo mismo que
sigue a la aprehensión universal del entendimiento, puede hallarse de
ambos modos respecto del universal.
A las objeciones:
1. El sentido no aprehende el
universal en cuanto universal, pero aprehende algo a lo que por
abstracción sobreviene la universalidad.
2. Lo que es común a todos, no
puede ser razón de odio. Pero nada impide que una cosa sea común a
muchos y, sin embargo, esté en disonancia con otros, y así a éstos les
es odiosa.
3. La objeción procede del
universal en cuanto subyace en la intención de universalidad, pues de
este modo no cae bajo la aprehensión ni el apetito
sensitivo.