Archivo por meses: octubre 2004

Tolkien, sobre el matrimonio

Fragmento de una carta que J. R. R. Tolkien escribió a su hijo Michael (año 1941, sus edades: 49 y 21 años), sobre matrimonio y temas sexuales (uno se resiste a usar estas palabras en estos tiempos, en que por «educación sexual» nuestros educadores entienden explicar a los chicos el uso de preservativos, lubricantes y perversiones, pero yo no tengo culpa).
Y es claro que Tolkien no es ninguna autoridad en estas materias. Pero tiene lo suyo.
El trato de un hombre con las mujeres puede ser puramente físico -en realidad, ello no es posible, por supuesto: pero quiero decir que puede negarse a tener otras cosas en cuenta, con gran daño para su alma (y su cuerpo) y también para los de ellas-; o «amistoso»; o puede ser un «amante» (comprometiendo y mezclando todos sus afectos y potencias de mente y cuerpo en una compleja emoción poderosamente coloreada y animada por el «sexo»). Ésta es una palabra desvalorizada. La confusión del instinto sexual es uno de los principales síntomas de la Caída.
La palabra ha ido «yendo a peor» a lo largo de las edades. Las variadas formas sociales se mudan, y cada nuevo modelo tiene sus peligros especiales; pero el «duro espíritu de la concupiscencia» ha recorrido todas las calles y ha estado agazapado socarrón en cada casa desde la caída de Adán.

[…]
…. Éste es un mundo caído, y no hay armonía entre nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras almas.
Sin embargo, la esencia de un mundo caído consiste en que lo mejor no puede alcanzarse mediante el placer libre o mediante lo que se llama «autorrealización» (por lo general, un bonito nombre con que se designa la autocomplacencia, por completo enemiga de la realización de los otros), sino mediante la negación y el sufrimiento. La fidelidad en el matrimonio cristiano implica eso: una gran mortificación. Para el hombre cristiano no hay escape. El matrimonio puede contribuir a santificar y dirigir los deseos sexuales a su objetivo adecuado; su gracia puede ayudarlo en la lucha; pero la lucha persiste. No lo satisfará, del modo que el hambre puede mantenerse alejada mediante comidas regulares. Su matrimonio le traerá tantas dificultades para la pureza propia de ese estado, como consuelos.
No hay hombre, por fielmente que haya amado a su prometida y novia cuando joven, que le haya sido fiel ya convertida en su esposa en cuerpo y alma sin un ejercicio deliberadamente consciente de la voluntad, sin autonegación.

A muy pocos se les advierte eso, aun a los que han sido criados «en la Iglesia». Los que están fuera de ella rara vez parecen haberlo escuchado.
Así, cuando el enamoramiento desaparece o se debilita, piensan que han cometido un error y que no han dado todavía con la verdadera compañera del alma. Con demasiada frecuencia, la verdadera compañera del alma resulta ser la primera mujer sexualmente atractiva que se cruza en el camino. Alguien con quien podrían casarse muy provechosamente con que sólo…
De ahí el divorcio, que nos procura ese «con que sólo».
Y por supuesto, por lo general tienen razón: han cometido un error. ¡Sólo un hombre muy sabio al final de su vida podría decidir atinadamente con quién podría haberse casado con más provecho entre el total de oportunidades posibles! Casi todos los matrimonios, aun los felices, son errores: en el sentido de que casi con toda certeza (en un mundo más perfecto, o incluso, con un poco más de cuidado, en este tan imperfecto) ambos cónyuges podrían haber encontrado compañeros más adecuados.
Pero el «verdadero compañero del alma» es aquel con el que se está casado de hecho.

Es muy poco lo que uno mismo puede en verdad elegir: la vida y las circunstancias lo hacen casi todo (aunque si hay un Dios, éstas deben de ser Sus instrumentos o Sus apariciones). Es evidente que, de hecho, los matrimonios felices son más corrientes cuando la «elección» de los jóvenes está aún más limitada por la autoridad parental o familiar, con tal de que exista una ética social que determine la responsabilidad y la fidelidad conyugales. Pero aun en los países donde la tradición romántica ha afectado las disposiciones sociales al punto que la gente cree que la elección de un compañero es exclusiva incumbencia de los jóvenes, sólo la más rara de las suertes reúne al hombre y la mujer que están, por decirlo así, mutuamente «destinados», y son capaces de un amor grande y profundo…

La hermana terrible

Mencioné alguna vez a las hermanas de Teresa de Lisieux. Me pregunta alguien si sé algo más sobre Leonia, la más problemática… (a mí también me había llamado la atención… curiosidad por entender exactamente cuáles eran sus problemas…) pero no encontré más que ese link.
Pero la misma que me trajo la pregunta me trajo después este link (en castellano; traducen Leoncia; saltear hasta el subtítulo «Qué niña más terrible!»).

Interesante. Parece que la chica tenía realmente problemas, más de lo que yo imaginaba. Una torpeza muy pronunciada -intelectual, física, afectiva- y enfermedades crónicas (ezcemas purulentos con picazón en todo el cuerpo, migrañas, problemas intestinales, reumatismo). Mente muy retrasada y psiquis muy inestable. Un desastre, bah.
Después de la muerte de Teresita (esto ya lo sabíamos) logró entrar como religiosa (tercer intento definitivo).
Dicen que se asombró al enterarse de que su hermana iba a ser canonizada. Dicen que rezaba: «Señor, poca brillantez has puesto en mi vida; haz que, como tú, me dedique a los valores auténticos, despreciando los valores humanos, para estimar y desear solamente lo absoluto, lo eterno, el amor de Dios a fuerza de esperanza».
Así vivió —bastante bien, dicen— en religión hasta su muerte a los 78 años.
Y dicen que al fin de cuentas —curioso y algo enternecedor— la niña terrible se ha ganado sus buenos devotos… sobre todo los padres con hijos problemáticos; y le piden su intercesión, y hasta visitan su tumba para agradecerle.

Beata Ana Catalina

Hoy fue beatificada Ana Catalina Emmerich.

Sus «Visiones» son algo asombroso. Muy (pero muy) admiradas por Leon Bloy, entre otros. No han sido, sin embargo, muy estimadas en el medio católico, en general; a muchos incomoda tanta imaginería («¿ todo esto es verdad sobrenatural o no ? no parece que lo sea, sería demasiado enorme; mejor dejarlo de lado, entonces»); y además su obra ha tenido demasiados favores por parte de sectores tradicionalistas de dudosa sensatez (el mismo Mel Gibson…). Junten eso al consabido desprecio por la belleza y ese racionalismo de bajo vuelo de tantos católicos (aún intelectuales)… y ahí tienen.

Un tema aparte sería discernir cuánto influyen estas «Visiones» (a favor y en contra) en la decisión de (tras más de un siglo de proceso) proclamarla beata; como igualmente cuánto influye (a favor y en contra) su predicamento en los dichos sectores católicos. No me meto en eso; aguas demasiado profundas (y turbias) para mí. Notemos igualmente, como simple hecho, que al parecer la declaración no menciona a las visiones (sí sus estigmas).

De sus «Visiones», transcriptas y editadas por Clemente Brentano:
Mi ángel me llama y me guía, ya a un lugar, ya a otro. Con frecuencia voy en su companía.
Me conduce con gentes a quienes he visto alguna vez, y adonde hay gente desconocida. Me lleva sobre el mar, rápido como el pensamiento, y entonces voy lejos, muy lejos. El fue quien me llevó a la prisión donde estaba la reina de Francia.
Cuando se acerca a mí para acompañarme a alguna parte, muchas veces veo primero un resplandor y después surge de repente su figura en la oscuridad de la noche, como esos fuegos articiales que se encienden súbitamente.

Mientra viajamos, por encima de nosotros es de noche , pero en la tierra hay resplandores. Vamos desde aquí, a través de comarcas conocidas, a otras cada vez más lejanas…

Tengo que recorrer a pie todos los caminos y trepar muchas veces montañas escarpadas; las rodillas me flaquean doloridas, y mis pies arden, pues siempre voy descalza.
Mi guía vuela, unas veces delante de mí y otras a mi lado, siempre muy silencioso y reposado. Acompaña sus respuestas breves con movimientos de mano o con inclinaciones de cabeza. Es brillante y transparente, a veces severo, a veces amable. Sus cabellos son lisos, sueltos y despiden reflejos; lleva la cabeza descubierta y viste un largo traje, resplandeciente como el oro.
Hablo confiadamente con él; pero nunca puedo verle el rostro, pues estoy muy humillada en su presencia.

El me da instrucciones, y yo me averguenzo de preguntarle muchas cosas, pues experimento una alegría celestial en su compañía. Es siempre muy parco en palabras. Lo veo también cuando estoy despierta. Cuando hago oración por otros y él no está conmigo, lo invoco para que vaya con el ángel de aquellos. Si está conmigo, le digo muchas veces «Ahora me quedaré aquí sola; vete allá y consuela a esa gente»; y lo veo desaparecer.
Cuando llegamos al mar y no sé cómo pasar a la orilla opuesta, de repente me veo del otro lado y miro maravillada hacia atrás.
Más información en Zenit. (El último link es una entrevista a una artista libanesa ortodoxa, que dice » Creo que hay que reconocer la valentía de Juan Pablo II y de su Iglesia, que han reconocido la santidad de Anna Katharina Emmerick, en una época en la que basta decir que uno no la desprecia para ser despreciado» … lo cual acaso sea demasiado decir).

Con todo, estoy contento.

La catequesis de Evelyn Waugh

Cuando Evelyn Waugh decidió acercarse al catolicismo —1930, él tenía 27 años, dos novelas, un divorcio, un entorno de artistas, intelectuales y gente de alta sociedad —, su instructor fue el padre D’Arcy; un cura jesuita experimentado en esas lides. Waugh era un tipo de esos de exterior frío, con sus ribetes de acidez e ironía, y un implacable desdén contra cualquier tipo de sentimentalismo. Es difícil —siempre es difícil— determinar sus motivos para su conversión (su acercamiento en esos días a cierta familia de alta sociedad y con un catolicismo algo extravagante parece sólo una ocasión y no un motivo), pero seguramente tuvo algo que ver la necsidad de encontrar un punto de apoyo, un punto firme en el caos moral e intelectual que era su vida.
Sus charlas con el padre D’Arcy, entonces, fueron algo atípicas. Y el cura estaba contento de esa atipicidad. Años después recordaba:
[Evelyn Waugh] era un hombre de convicciones muy fuertes y de cabeza muy clara. Se había convencido a sí mismo de un modo que no tenía nada que ver con los sentimientos, solamente con una pasíón intelectual, acerca de la verdad de la fe católica, y estaba seguro de que así debía salvar su alma.
De ahí que en las charlas que tuvo conmigo siempe quería saber exactamente el significado y el contenido de la fe católica, y a veces me interrumpía para hacer objeciones; una vez que lo entendía, me pedía que siguiera adelante.

Por eso, fue una de las personas que he conocido que daba más satisfacciones a su instructor en la fe… a diferencia de otras, que recuerdo que siempre estaban diciendo:
—»Sí, creo que eso encaja con mi experiencia…»
Evelyn jamás decía esas cosas. Lo que deseaba por encima de todo era enterarse de lo que Dios había revelado, no de lo que él sentía.

Pecado y estética

Barbara Nicolosi (una bloguera yanqui, católica, guionista de Holywood y con mucho sentido común) comenta sobre entretelones de la película sobre Santa Teresita que se estrenó (en EEUU) hoy. El post es notable -y doloroso. Me parece que el asunto (no sólo la película, sino todo lo que la ronda) es peor de lo que yo sospechaba. Parece que es una muestra más del desprecio (por no decir odio) de tantos católicos por la belleza.
Así les va.

Cada vez me fastidian más esos militantes, tan entusiastas a la hora de criticar o apoyar a otros según lo que opinan, en lugar de lo que hacen (contemplación incluida): tal o cual persona o panfleto es bueno, es «de buena línea», dicen. Que sea torpe, importuno, feo … eso es secundario, meras cuestiones de forma, de ropaje, de tono (eso será a lo sumo motivo de lamento, no de condena).
«A la tarde nos juzgarán por nuestras opiniones»… parecen creer.

No sé si no vendría bien recordar el sentido original de la palabra «pecado» (como tropiezo, fallo, error); y que si yo digo «Un cineasta católico que hace una película mala (devota y bien intencionada) sobre Santa Teresita, comete un pecado» estoy diciendo algo más que un arcaísmo. No sé si no podría aplicarse aquello de que no se trata de decir «Señor, Señor», sino de cumplir la voluntad del Padre. Y no sé si será presuntuso suponer que amar la belleza y la inteligencia (con un amor que no es un sentimiento o una opinión, sino un acto – con su cuota de sacrificio, esfuerzo y atención) es cumplir esa voluntad.
… los católicos modernos odian el arte con un odio salvaje, atroz; les asusta la Belleza como una tentación pecaminosa, como el Pecado mismo, y la audacia del Genio les horroriza como una mueca de Lucifer.
… decía Leon Bloy hace un siglo. Y creo que eso contesta, en parte al menos, una pasada perplejidad de la misma Barbara (cómo es que Europa tiene tanta belleza y tan poca fe). Un lector le comenta
… cierta eclesiología contemporánea que se enseña en los seminarios, ve a la «belleza estética» como un obstáculo a la creación de la «belleza moral», al sentido de «comunidad» que la nueva liturgia supuestamente debe propiciar. Es en realidad una vieja bandera de la Reforma, que dio lugar a la tendencia iconoclasta protestante; y ahora la tenemos entre nosotros.
Esto tiene sus más y sus menos, a mi ver. Porque, como cualquiera puede comprobar entrando a una iglesia porteña «vieja», barroca en la ornamentación y sulpiciana en las imágenes, el problema no es «contemporáneo» ni de «iconoclastia», sino de fealdad pura y simple. Verdad es que la profusión de fealdad y la iconoclastia pueden verse como esos opuestos que están en el mismo plano, en relación directa (como el comunismo frente al capitalismo, tal vez).

Sobre la formación en los seminarios, no conozco demasiado… pero sospecho fuertemente que si los curas salieran conociendo menos frases hechas para meter en sus sermones y más poesía (pero poesía en serio; no versitos devotos) sería un bien enorme. Meras sospechas -o prejuicios- míos.

El mismo comentador cita una frase notable de Simone Weil: «La Belleza es la trampa que Dios nos tiende». Trampa que nos tiene para atraparnos, se entiende. Bloy diría que los católicos modernos parecen creer que la Belleza es la trampa del Diablo.

Singulares

—Volveos Excepcionales, lo mismo que vuestro Padre, el cual es ciudadano del cielo; vosotros no lo sois todavía. No seáis Masa, volveos Singulares, Diferentes, Individuos. En suma, «llegad a ser lo que sois, volveos Persona y no os resignéis a ser siempre Rebaño…»
—¿Quién dijo eso?
—Jesucristo.
—Usted tergirversa. Jesucristo ¿no dijo por ventura: «Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto»?
—Sí. Así traduce la Vulgata. Pero yo le aseguro categóricamente que estrora traduccion no es infiel; y para nosotros los condenados a ser pisoteados por la bestialidad de la Masa, quizá sea mejor estrora de Jerónimo del Rey que la del mismísimo San Jerónimo. ¿Que significa exactamente teleiois en griego? Vea cualquier diccionario: una cosa dinámica y no estática. Por tanto, haceos Excepcionales, como vuestro Padre que está en los cielos es Unico. Haced un esfuerzo para llegar a ser lo que sois, es decir, Individuos; es decir, Unicos; es decir, Perfectos; es decir, Santos.
De Castellani (Jerónimo del Rey era uno de sus seudónimos), mentando al santo de ayer (San Jerónimo), e inspirado seguramente por el santo de su devoción («San Soren Kirkegord«).

En la fiesta de Santa Teresita, una que supo ser singular en el mejor sentido de la palabra (que es el más difícil; para serlo, para explicarlo y para percibirlo).