Artículo 1:
¿La liberalidad es virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la liberalidad no es
virtud.
1. Ninguna virtud va contra la inclinación natural. Pero es una
inclinación natural el preocuparse de uno mismo antes que de los
demás, que es lo contrario de lo que hace el liberal, porque, como
dice el Filósofo en IV Ethic., es propio
del liberal no preocuparse de sí hasta el punto de reservarse la menor
parte. Por tanto, la liberalidad no es virtud.
2. El hombre sustenta su vida por medio de las riquezas, y
éstas contribuyen instrumentalmente a la felicidad, como se nos dice
en I Ethic.. Ahora bien: estando toda virtud
ordenada a la felicidad, parece que el liberal no es virtuoso, porque
el Filósofo, en IV Ethic., dice de él que ni le gusta recibir ni amontonar el dinero, sino repartirlo.
3. Las virtudes tienen conexión unas con otras. Pero la
liberalidad no parece conectada con las otras virtudes, pues hay
muchos virtuosos que no pueden ser liberales porque no tienen nada que
dar, y muchos que dan y gastan con liberalidad y, sin embargo, son
unos viciosos. Por tanto, la liberalidad no es virtud.
Contra esto: está lo que dice San Ambrosio, en I De
Offic.: en el Evangelio encontramos muchas
enseñanzas de verdadera liberalidad. Pero en el Evangelio no se
enseña sino lo que pertenece a la virtud. Luego la liberalidad es
virtud.
Respondo: Como escribe San Agustín en su libro De Lib. Arb., es propio de la virtud usar
bien de lo que podemos usar mal. Pero podemos usar bien y mal no
sólo de lo que está dentro de nosotros, como las potencias y pasiones
del alma, sino también de lo que es exterior a nosotros: por ejemplo,
las cosas de este mundo que se nos dan para el sustento de la vida.
Por consiguiente, siendo propio de la liberalidad el usar bien de
estos bienes, se sigue que la liberalidad es virtud.
A las objeciones:
1. Como enseñan San
Ambrosio y San Basilio, Dios da a algunos
sobreabundancia de riquezas para que adquieran el mérito de una
buena distribución. Pero uno solo tiene suficiente con poco. Por
eso el liberal hace bien en gastar para el prójimo más
que para sí. A pesar de ello, el hombre debe mirar más para sí y
proveerse más que para los demás si se trata de bienes espirituales.
No obstante lo dicho, incluso en los bienes temporales no está
obligado el liberal a preocuparse tanto de los otros que descuide por
completo sus necesidades y las de su familia. De ahí el que diga San
Ambrosio (I De Offic. ): La liberalidad
digna de elogio es la que no se desentiende de los familiares si le
consta que se hallan en necesidad.
2. No es propio del liberal
repartir las riquezas de suerte que él se quede sin nada para su
sustento, ni para la práctica de obras virtuosas que conducen a la
felicidad. Por eso dice el Filósofo, en IV
Ethic., que
el liberal cuida sus propios bienes
queriendo con ello abastecer a otros. Y San Ambrosio añade en el
libro
De Offic. que
el Señor no quiere que
se repartan de una vez los bienes, sino que se administren. A no ser
que se quiera imitar a Eliseo, que mató sus bueyes para alimentar a
los pobres con lo que recaudó, para verse libre de toda preocupación
doméstica, lo cual pertenece al estado de perfección de la vida
espiritual, del que hablaremos después (
q.184). No obstante, hay que
admitir que el hecho de dar con liberalidad los propios bienes, en
cuanto acto virtuoso, se ordena a la bienaventuranza.
3. Como enseña el Filósofo en IV
Ethic.,
aquellos que dilapidan mucho en
libertinajes no son liberales, sino pródigos. Lo mismo quien lo
gasta para otros pecados. Es por lo que San Ambrosio dice en I
De
Offic.:
Si ayudas al que intenta robar los
bienes ajenos, esa liberalidad no es digna de aprobación. Ni tampoco
es perfecta tu liberalidad si con tus dádivas buscas más la
misericordia. Por tanto, los que carecen de otras virtudes, por
más que gasten en obras malas, no son liberales.
Tampoco hay inconveniente en que algunos que hacen grandes dispendios
en fines buenos no tengan el hábito de la liberalidad, lo mismo que
hay otros que hacen actos de otras virtudes sin tener el hábito de tal
virtud, aunque no con la misma perfección del virtuoso, según se ha
dicho (q.32 a.1 ad 1).
Igualmente nada impide que algunos virtuosos, aunque pobres, sean
liberales. Por eso dice el Filósofo en IV Ethic.: La liberalidad se mide según la fortuna, es decir, según las posibilidades: pues no consiste en la cantidad de lo dado, sino en el hábito del donante. Y San Ambrosio dice en I De Offic. que el afecto es el que hace rica o pobre la donación, y el que pone el valor a las cosas.
Artículo 2:
¿La liberalidad tiene por objeto las riquezas?
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Objeciones por las que parece que la liberalidad no tiene por objeto
las riquezas.
1. Toda virtud moral tiene por objeto o las operaciones o las
pasiones. Pero las operaciones son el objeto propio de la justicia,
como se nos dice en V Ethic.. Por tanto, la
liberalidad, al ser virtud moral, parece que tiene por objeto las
pasiones y no las riquezas.
2. Es propio del liberal el uso de cualquier clase de
riquezas. Pero las riquezas naturales son más verdaderas que las
artificiales, que consisten en el dinero, como nos consta por lo que
dice el Filósofo en I Polit.. Por tanto, la
liberalidad no se ocupa principalmente de las riquezas.
3. Las virtudes distintas tienen objetos distintos,
porque los hábitos se distinguen por los objetos. Pero las cosas
exteriores son objeto de la justicia distributiva y conmutativa. Luego
no son objeto de la liberalidad.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: que la liberalidad parece ser el justo medio en el uso de las riquezas.
Respondo: Según el Filósofo en IV Ethic., es propio del liberal ser «espléndido».
Por eso también a la liberalidad se la llama «largueza», porque lo que
es largo no está retenido, sino extendido. Y esto mismo parece indicar
la palabra «liberalidad», puesto que cuando uno se
desprende de las cosas parece como si las liberara de su custodia y
dominio y demuestra que su afecto no está apegado a ellas. Pero las
cosas de que uno se desprende para darlas a otro son los bienes
poseídos, que se significan con el nombre de riquezas. Por tanto, el
objeto propio de la liberalidad son las riquezas.
A las objeciones:
1. Como hemos visto (
a.1 ad 3), la
liberalidad no se mide por la cantidad de lo que se da, sino por el
afecto del donante. Pero el afecto del donante se halla dispuesto a
dar según las pasiones de amor y concupiscencia y, por consiguiente,
de las de gozo y tristeza. Por tanto, la materia inmediata de la
liberalidad son las pasiones interiores, pero el objeto de esas
pasiones son las riquezas.
2. Según San Agustín, en el libro De Doctrina Christ., todo lo que poseen
los hombres en la tierra y de lo que son dueños se llama dinero:
porque los antiguos tenían sus riquezas en ganados. Y el Filósofo
dice en IV Ethic. que llamamos riquezas a
todo aquello cuyo valor puede expresarse en monedas.
3. La justicia establece igualdad
en las cosas exteriores; pero no le compete a ella propiamente el
moderar las pasiones interiores. De ahí el que las riquezas sean
materia de la liberalidad y de la justicia, pero de modo
distinto.
Artículo 3:
¿El acto de la liberalidad es el uso del dinero?
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Objeciones por las que parece que el uso del dinero no es el acto de
la liberalidad.
1. Las virtudes distintas tienen actos distintos. Pero usar el dinero
conviene a otras virtudes, como a la justicia y a la magnificencia.
Por tanto, no es acto propio de la liberalidad.
2. Al liberal no sólo le compete dar dinero, sino también
recibirlo y guardarlo. Pero el recibir y guardar no parece que tenga
que ver con el uso del dinero. Por tanto, no es correcto decir que el
acto propio de la liberalidad es el uso del dinero.
3. El uso del dinero no sólo consiste en dar, sino
también en administrarlo. Pero administrar el dinero tiene relación
con el beneficio propio de quien lo administra, y entonces no parece
ser acto del liberal, pues dice Séneca en V De
Benefic.: El que se regala a sí mismo no es
liberal. Por tanto, no pertenece a la liberalidad cualquier uso
del dinero.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: El que tiene la virtud de cada cosa, usa rectamente de cada una de ellas. Por tanto, usará bien del dinero el que posea la virtud relativa a él. Pero tal es el liberal. Luego el buen uso del dinero es el acto de la liberalidad.
Respondo: Los actos se especifican por el
objeto, según se ha dicho (
1-2 q.18 a.2). Pero el objeto o materia de
la liberalidad es el dinero y todo lo que puede traducirse en dinero,
como acabamos de ver. Y, puesto que toda virtud dice una relación de
conformidad con su objeto, sigúese que, por ser la liberalidad una
virtud, su acto debe ser proporcionado al dinero. Pero el dinero cae
bajo la categoría de bienes útiles, porque todos los bienes exteriores
se ordenan al uso del hombre. Por tanto, el acto propio de la
liberalidad es el uso del dinero o de las riquezas.
A las objeciones:
1. A la liberalidad corresponde
usar bien de las riquezas en cuanto tales: porque ellas son la materia
propia de la liberalidad. Pero a la justicia compete usar de las
riquezas bajo otra razón, la del débito, en cuanto las cosas
exteriores son debidas a otro. También pertenece a la magnificencia
usar de las riquezas según una razón especial, en cuanto se utilizan
para realizar una obra grande. Por eso la magnificencia se relaciona
con la liberalidad en cierto modo por redundancia, como diremos más
adelante (
q.128 a.1 ad 1).
2. Es propio del virtuoso no sólo
usar adecuadamente su materia o instrumento, sino también preparar
oportunidades para su buen uso; lo mismo que a la fortaleza del
soldado le compete no sólo el blandir la espada contra los enemigos,
sino también tenerla afilada y envainada, así también corresponde a la
liberalidad no sólo usar del dinero, sino también asegurarlo y
conservarlo para su uso idóneo.
3. Como hemos visto (
a.2 ad 1),
la materia próxima de la liberalidad son las pasiones interiores que
afectan al hombre en relación con el dinero. Por eso a la liberalidad
corresponde sobre todo el que el hombre no se aparte de usar siempre
debidamente el dinero por el afecto desordenado hacia él. Pero hay dos
usos del dinero: uno para sí mismo, que parece referirse a los gastos
o dispendios propios, y otro el empleado en donaciones a los demás.
Según esto, es misión del liberal que el amor desordenado al dinero no
impida los gastos necesarios ni las donaciones convenientes. De ahí
que, según el Filósofo, en IV
Ethic., la
liberalidad se refiere a las donaciones y a los gastos propios. Las
palabras de Séneca deben entenderse de la liberalidad relativa a las
donaciones. Porque no se llama liberal a quien se regala a sí
mismo.
Artículo 4:
¿Lo más propio del liberal consiste en dar?
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Objeciones por las que parece que lo más propio del liberal no
consiste en dar.
1. La liberalidad es dirigida por la prudencia, como cualquier otra
virtud moral. Pero conservar las riquezas parece tarea especial de la
prudencia, por lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: los que no ganaron su dinero, sino que lo recibieron de otros, lo gastan más alegremente porque no han experimentado lo que es necesidad. Por tanto, parece que el dar no es lo más propio de la liberalidad.
2. A nadie le causa tristeza lo que se propone hacer con
toda la ilusión, ni se arrepiente de ello. Pero el liberal a veces se
entristece por haber dado y no da a todos, como leernos en IV Ethic.. Por tanto, el dar no es el acto más propio
del liberal.
3. Para conseguir lo que se persigue con ahínco el
hombre utiliza todos los medios a su alcance. Pero el liberal «no es
pedigüeño», como dice el Filósofo en IV Ethic., pero si lo fuera y anduviera mendigando tendría
más posibilidad de hacer donaciones. Por tanto, parece que no es el
dar lo que más intenta el liberal.
4. El hombre está obligado a mirar por sí más que por los
demás. Pero cuando gasta dinero en beneficio propio se provee para sí,
y cuando lo regala, para los demás. Por tanto, es más propio del
liberal gastar el dinero para su beneficio que el darlo.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: es propio del liberal sobreabundar en la donación.
Respondo: Es misión propia del liberal usar
del dinero. Pero el uso del dinero está en su administración: porque
la adquisición del dinero se asemeja más a la
producción que al uso; y el ahorro del dinero, en cuanto ordenado a la
posibilidad de usarlo, se asemeja al hábito. Pero el lanzamiento de un
objeto, cuanto mayor sea la distancia, necesita una fuerza mayor, como
vemos en los objetos que se arrojan. Por eso procede de una virtud
mayor el distribuir el dinero dándoselo a los otros que gastarlo para
uno mismo. Ahora bien: propio de la virtud es tender a lo más
perfecto, pues la virtud es una cierta perfección, como leemos
en VII Physic.. Y, por tanto, al liberal se le
alaba sobre todo por el acto de dar.
A las objeciones:
1. Corresponde a la prudencia
ahorrar el dinero para que no se sustraiga ni se gaste inútilmente.
Pero el gastarlo inútilmente requiere mayor prudencia que el ahorrarlo
inútilmente, porque para el uso, que se asemeja al movimiento, deben
tenerse en cuenta más requisitos que para su conservación, que tiene
que ver más con el reposo. Y en cuanto a que los que han recibido el
dinero de otros, son más prontos a gastarlo, porque no han
experimentado la indigencia; si sólo fuesen espléndidos por esta
inexperiencia, no poseerían la virtud de la liberalidad. Pero a veces
tal inexperiencia se limita simplemente a quitar el impedimento para
la liberalidad, con lo cual resulta que obran con más prontitud y
generosidad. En efecto, el temor a la pobreza, en los que la han
experimentado, se convierte con frecuencia en obstáculo para gastar
con liberalidad el dinero que se ha ganado. Y lo mismo pasa con el
amor con que se ama al dinero como fruto del propio trabajo, según
dice el Filósofo en IV Ethic..
2. Como acabamos de ver (sol.
a.3), compete a la liberalidad usar del dinero como conviene. Y, por
consiguiente, darlo como conviene, que es uno de los modos de usarlo.
Por otra parte, toda virtud se entristece por lo que se opone a su
acto, y evita lo que impide su realización. Ahora bien: al acto de dar
convenientemente se oponen dos cosas, a saber: no dar lo que se debe
dar cuando conviene, y dar cuando no conviene. Por tanto, de ambos se
entristece el liberal; pero más de lo primero, por ser más contrario a
su propio acto. Y por eso no da a todos, pues si así lo hiciera se
vería impedido su acto, ya que no tendría nada que dar a otros a
quienes debiera dar.
3. La misma diferencia existe
entre el dar y el recibir que entre el obrar y el padecer. Pero la
acción y la pasión no tienen el mismo principio. Por eso, puesto que
la liberalidad es principio de la donación, no le corresponde al
liberal el ser pronto a recibir, y mucho menos a pedir. Así y todo,
como conviene a su liberalidad, reserva algo para darlo, por ejemplo,
los frutos de sus propios bienes, que él se procura solícitamente para
usar de ellos con largueza.
4. El gastar dinero en beneficio
propio es inclinación natural. Pero el darlo a los demás es propio de
la virtud.
Artículo 5:
¿La liberalidad es parte de la justicia?
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Objeciones por las que parece que la liberalidad no es parte de la
justicia.
1. La justicia dice relación al débito. Pero cuanto más se debe una
cosa con tanta menos liberalidad se da. Por tanto, la liberalidad no
es parte de la justicia, sino más bien se opone a ella.
2. La justicia tiene por objeto las operaciones, según vimos
antes (
q.58 a.8.9;
1-2 q.60 a.2.3). Pero la liberalidad versa
principalmente sobre el amor y concupiscencia de las riquezas, que son
pasiones. Por tanto, parece que la liberalidad es parte de la
templanza más que de la justicia.
3. Es especialmente propio de la liberalidad dar de modo
conveniente (
a.4). Pero esto responde a la beneficencia y a la
misericordia, que son partes de la caridad, según se ha probado (
q.28 intr; q.30 a.3 arg.3;
q.31 a.1) anteriormente. Por tanto, la
liberalidad es parte de la caridad más que de la justicia.
Contra esto: está lo que dice San Ambrosio en I De
Offic.: La justicia se refiere a la sociedad
humana. En efecto, la idea de sociedad importa dos partes: la justicia
y la beneficencia, que se llaman también liberalidad y benignidad.
Por tanto, la liberalidad es parte de la justicia.
Respondo: La liberalidad no es una especie de
la justicia; porque la justicia da al otro lo que es suyo, y la
liberalidad lo que es propio. Conviene, sin embargo, con la justicia
en dos aspectos: primero, en su razón principal de alteridad, lo mismo
que la justicia; segundo, porque las dos versan sobre cosas
exteriores, aunque bajo distinta modalidad, según hemos dicho (
a.2 ad 3;
q.80 a.4). Por ello, algunos ponen la liberalidad
como parte de la justicia, como virtud aneja a la principal.
A las objeciones:
1. La liberalidad, aunque no diga
relación al débito legal, que es a lo que mira la justicia, sin
embargo sí tiene que ver con un cierto débito moral que se funda en el
decoro de la misma virtud, no en la obligación al otro. Por tanto,
tiene lo mínimo en la razón de débito.
2. La templanza tiene por objeto
las concupiscencias de los placeres corporales. Pero la concupiscencia
del dinero, y su placer, no es corporal, sino más bien espiritual. Por
esto mismo la liberalidad no pertenece propiamente a la
templanza.
3. La donación que hace el
benéfico y el misericordioso procede de algún que otro sentimiento de
afecto a la persona a quien se da. Y por eso tal donación es propia de
la caridad o amistad. Pero la donación de la liberalidad proviene de
un cierto afecto por parte del donante al dinero, que ni lo ambiciona
ni ama. Por eso lo da no sólo a los amigos, sino también, si es
conveniente, a los desconocidos. Por tanto, no forma parte de la
caridad, sino más bien de la justicia, que tiene por objeto las cosas
exteriores.
Artículo 6:
¿La liberalidad es la mayor de las virtudes?
lat
Objeciones por las que parece que la liberalidad es la mayor de las
virtudes.
1. Toda virtud es en el hombre una cierta semejanza de la bondad
divina. Pero la liberalidad es lo que hace al hombre más semejante a
Dios, que da a todos copiosamente sin ningún interés, como
leemos en Sant 1,5. Por tanto, la liberalidad es la mayor de las
virtudes.
2. Dice San Agustín en VI De Trín.
que en las cosas que no son grandes cuantitativamente lo mayor
equivale a lo mejor. Pero la razón de bondad parece pertenecer
sobre todo a la liberalidad, porque el bien tiende a difundirse, como
queda claro por lo que nos dice Dionisio (IV De Div.
Nom. ). Es por lo que dice San Ambrosio, en I De Offic., que la justicia tiene por cometido
la severidad, y la liberalidad la bondad. Por tanto, la
liberalidad es la mayor de las virtudes.
3. A los hombres se los honra y ama por la virtud. Pero
dice Boecio, en el libro De consolat.: La
liberalidad es la que los hace más preclaros. Y añade el Filósofo
en IV Ethic. que, entre los virtuosos, los
más amados son los liberales. Por tanto, la liberalidad es la
mayor de las virtudes.
Contra esto: está lo que dice San Ambrosio, en I De
Offic.: La justicia es más excelente que la
liberalidad, pero ésta es más grata. Y también enseña el Filósofo
en I Rhetoric. que los fuertes y los justos
son los más dignos de honra, y después los liberales.
Respondo: Toda virtud tiende a un bien. Por
eso, cuanto mayor sea el bien al que tiende, tanto mejor será la
virtud. Pero la liberalidad tiende al bien de dos formas: una,
directamente y por sí misma; otra, indirectamente. Directamente y de
suyo tiende a ordenar los propios afectos relacionados con la posesión
y uso del dinero. En este sentido, están por encima de la liberalidad
la templanza, que modera las concupiscencias y placeres del propio
cuerpo, y la fortaleza y justicia, que se ordenan en cierto modo al
bien común, una en tiempo de paz y la otra en tiempo de guerra; y a
todas ellas las superan las virtudes que ordenan al bien divino. Y es
que el bien divino es superior a cualquier bien humano; y en los
bienes humanos, el público prevalece sobre el privado, y el bien del
cuerpo sobre el bien de las cosas exteriores. Otra forma de ordenarse
la liberalidad al bien es indirectamente o como una consecuencia. Bajo
esta consideración, la liberalidad se ordena a todos los bienes
antedichos: porque del hecho de que el hombre no esté apegado al
dinero se sigue que fácilmente lo usará para sus necesidades, para
utilidad del prójimo y para el culto de Dios. Y, según esto, tiene una
cierta excelencia por ser útil para muchas obras buenas. No obstante,
como todo se debe juzgar por lo que le compete de suyo y directamente
más que por lo que se deriva como una consecuencia, de ahí que se debe
decir que la liberalidad no es la mayor de las virtudes.
A las objeciones:
1. La donación de Dios proviene de
su amor a los hombres a quienes da y no de su interés por lo que da.
Por tanto, más que de la liberalidad, parece ser más propia de la
caridad, que sí es la mayor de las virtudes.
2. Toda virtud participa de la
razón de bien en la producción de su propio acto. Pero hay actos de
algunas virtudes que son mejores que el dinero, que da el
liberal.
3. Los liberales son los más
amados, pero no con una amistad de lo honesto, como si fuesen mejores,
sino con una amistad de lo útil, porque son más útiles en los bienes
exteriores, que son los que de ordinario desean más los hombres. Esta
es también la razón por la que se hacen preclaros.