Artículo 1:
¿Es la unión efecto del amor?
lat
Objeciones por las que parece que la unión no es efecto del
amor.
1. En efecto, la ausencia es opuesta a la unión. Pero el amor es
compatible con la ausencia, pues dice el Apóstol, Gál
4,18: Emulad siempre el bien en el bien (hablando de sí mismo,
según la Glosa ), y no sólo cuando estoy
presente entre vosotros. Luego la unión no es efecto del
amor.
2. Toda unión, o bien lo es por esencia, como la forma se
une a la materia, y el accidente al sujeto, y la parte al todo o a
otra parte para constituir el todo, o bien lo es por semejanza en el
género, en la especie o en el accidente. Pero el amor no causa la
unión de esencia; de otra suerte nunca se tendría amor a las cosas
divididas esencialmente. Ahora bien, el amor no causa la unión que es
por semejanza, sino que más bien es causado por ella, como se ha dicho
(
q.27 a.3). Luego la unión no es efecto del amor.
3. El sentido en acto se hace lo sensible en acto, y el
entendimiento en acto se hace lo entendido en acto. Ahora bien, el
amante en acto no se hace lo amado en acto. Luego la unión es más bien
efecto del conocimiento que del amor.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div.
nom., que todo amor es una fuerza
unitiva.
Respondo: La unión del amante con lo amado es
doble: Una real; por ejemplo, cuando lo amado está presencialmente
junto al amante. Otra, según el afecto. Esta unión debe considerarse
en relación con la aprehensión que le precede, puesto que el
movimiento apetitivo sigue a la aprehensión. Y siendo doble el amor, a
saber, de concupiscencia y de amistad, ambos proceden de una cierta
aprehensión de la unidad de lo amado con el amante. En efecto, cuando
alguien ama algo con amor de concupiscencia, lo aprehende como
perteneciente a su bienestar. Del mismo modo, cuando uno ama a alguien
con amor de amistad, quiere el bien para él como lo quiere para sí
mismo. Por eso lo aprehende como otro yo, esto es, en cuanto quiere el
bien para él como para sí mismo. De ahí que el amigo se diga ser
otro yo. Y San Agustín afirma en IV
Confess.:
Bien dijo uno de su amigo que era la
mitad de su alma.
Luego el amor produce la primera unión, la efectiva o según la realidad, porque mueve a
desear y buscar la presencia de lo amado como algo que le conviene y
pertenece. Mas la segunda unión la produce formalmente, porque el amor
mismo es esta unión o vínculo. Por eso dice San Agustín en VIII De
Trin. que el amor es como vida que enlaza o desea
enlazar otras dos vidas, a saber, al amante y al amado. Al
decir enlaza se refiere a la unión del afecto, y al decir intenta enlazar se refiere a la unión real.
A las objeciones:
1. La objeción procede de la unión
real, la cual ciertamente se requiere como causa de la delectación,
pero el deseo se da en la ausencia real de lo amado, y el amor tanto
en su ausencia como en su presencia.
2. La unión guarda relación con el
amor de tres maneras. En efecto, hay una unión que es causa del amor, la unión substancial en cuanto al amor con que uno se ama a sí
mismo y la unión por semejanza en cuanto al amor con el que uno ama las otras cosas, según queda dicho (
q.27 a.3). Otra unión es
esencialmente el amor mismo. Y ésta es la unión según la mutua
adaptación del afecto. La cual, en verdad, se asemeja a la unión
sustancial, en cuanto que el amante, en el amor de amistad, se ordena
al amado como a sí mismo; y en el amor de concupiscencia, como a algo
suyo. Hay otra unión que es efecto del amor. Y ésta es la unión real,
que el amante busca con la cosa amada. Esta unión es según la
conveniencia del amor, pues, como refiere el Filósofo en II
Polit., Aristófanes dijo que
los amantes
desearían hacerse de los dos uno solo, pero como de esto
resultaría la destrucción de ambos o de uno de ellos, buscan la unión
que es conveniente y decorosa, esto es, de suerte que vivan juntos y
conversen juntos y estén unidos en otras cosas similares.
3. El conocimiento se perfecciona
por cuanto lo conocido se une al que conoce a través de su semejanza.
Pero el amor hace que la misma cosa que se ama se una de algún modo al
amante, como queda dicho (en la sol. y ad 2). Por consiguiente, el
amor es más unitivo que el conocimiento.
Artículo 2:
¿Es la inhesión mutua efecto del amor?
lat
Objeciones por las que parece que el amor no causa la mutua inhesión,
a saber, de modo que el amante esté en el amado, y
viceversa.
1. En efecto, lo que está en otro, está contenido en él. Pero lo
mismo no puede ser continente y contenido. Luego la mutua inhesión no
puede ser causada por el amor, de modo que el amado esté en el amante,
y viceversa.
2. Nada puede penetrar en el interior de una cosa íntegra
sino mediante una división. Pero el dividir las cosas que están unidas
en la realidad no corresponde al apetito en el que se halla el amor,
sino a la razón. Luego la mutua inhesión no es efecto del
amor.
3. Si por el amor el amante está en el amado, y viceversa,
se seguirá que el amado está unido al amante de la misma manera que el
amante al amado. Pero la unión misma es el amor, como queda dicho
(
a.1). Luego síguese que siempre el amante es amado por aquel a quien
ama, lo cual es evidentemente falso. Luego la mutua inhesión no es
efecto del amor.
Contra esto: está lo que dice 1 Jn 4,16: El que permanece en caridad,
en Dios permanece, y Dios en él. Ahora bien, la
caridad es amor de Dios. Luego, por la misma razón, todo amor hace que
el amado esté en el amante, y viceversa.
Respondo: Este efecto de la mutua inhesión
puede entenderse no sólo con respecto a la potencia aprehensiva, sino
también en cuanto a la potencia apetitiva. Porque, respecto de la
potencia aprehensiva, el amado se dice estar en el amante en cuanto
que el amado mora en la aprehensión del amante, según aquello de Flp
1,7:
Porque os llevo en el corazón. Pero se dice que el amante
está en el amado según la aprehensión en cuanto que el amante no se
contenta con una superficial aprehensión del amado, sino que se
esfuerza en escudriñar interiormente cada una de las cosas que
pertenecen al amado, y así penetra en su intimidad. Como del Espíritu
Santo, que es el amor de Dios, dice 1 Cor 2,10 que escudriña aun las
profundidades de Dios.
Pero respecto de la potencia apetitiva se dice que el amado está en
el amante en cuanto está en su afecto mediante cierta complacencia, de
manera que o se deleite en él, en sus bienes, en su presencia; o, en
su ausencia, tienda hacia el amado mismo por el deseo con amor de
concupiscencia, o hacia los bienes que quiere para el amado con amor
de amistad; y no por causa alguna extrínseca, como cuando se desea una
cosa a causa de otra, o como cuando se quiere un bien para otro por
alguna otra cosa, sino por la complacencia en el amado enraizada en el
interior. De ahí que también el amor se llame íntimo y se hable
de entrañas de caridad. Y, a la inversa, el amante está de otro
modo en el amado por el amor de concupiscencia que por el amor de
amistad. Porque el amor de concupiscencia no descansa con cualquiera
extrínseca o superficial posesión o fruición del amado, sino que busca
poseerlo perfectamente, penetrando, por así decirlo, hasta su
interior. Mas en el amor de amistad, el amante está en el amado, en
cuanto considera los bienes o males del amigo como suyos y la voluntad
del amigo como suya, de suerte que parece como si él mismo recibiese
los bienes y los males y fuese afectado en el amigo. Y por eso, según
el Filósofo en IX Ethic. y en II Rhetoric., es propio de los amigos querer las
mismas cosas y entristecerse y alegrarse de lo mismo. De modo que,
en cuanto considera suyo lo que es del amigo, el amante parece estar
en el amado como identificado con él. Y, al contrario, en cuanto
quiere y obra por el amigo como por sí mismo, considerando al amigo
como una misma cosa consigo, entonces el amado está en el
amante.
Por otra parte, la mutua inhesión en el amor de amistad puede
entenderse también de un tercer modo, por vía de reciprocidad de amor,
en cuanto que los amigos se aman mutuamente y quieren y obran el bien
el uno para el otro.
A las objeciones:
1. Lo amado se contiene en el que
ama, en cuanto está impreso en su afecto por una cierta complacencia.
Y, al contrario, el que ama está contenido en lo amado, en cuanto el
que ama busca de algún modo lo íntimo de la cosa amada. Nada impide,
en efecto, que algo sea continente y contenido de diverso modo, como
el género se contiene en la especie, y viceversa.
2. La aprehensión de la razón
precede al afecto del amor. Y, por tanto, así como la razón inquiere,
así el afecto del amor penetra en el objeto amado, como consta de lo
dicho (en la sol.).
3. Tal argumento es válido
respecto del tercer modo de mutua inhesión, el cual no se encuentra en
todo amor.
Artículo 3:
¿Es el éxtasis efecto del amor?
lat
Objeciones por las que parece que el éxtasis no es efecto del
amor.
1. En efecto, el éxtasis parece importar cierto enajenamiento. Pero
el amor no siempre produce enajenación, pues los amantes son a veces
dueños de sí. Luego el amor no produce éxtasis.
2. El amante desea que el amado esté unido a él. Así, pues,
atrae al amado hacia sí más bien que va él también hacia el amado,
saliendo fuera de sí.
3. El amor une el amado al amante, como queda dicho (
a.1).
Si, pues, el amante tiende fuera de sí para dirigirse al amado, se
sigue que siempre ama más al amado que a sí mismo. Lo cual es
evidentemente falso. Luego el éxtasis no es efecto del
amor.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div.
nom. que el amor divino produce el éxtasis,
y que Dios mismo, a causa del amor, padeció éxtasis. Luego,
siendo todo amor una semejanza participada del amor divino, como se
dice en el mismo lugar, parece que cualquier amor
produce éxtasis.
Respondo: Se habla de que uno padece éxtasis
cuando se pone fuera de sí. Lo cual sucede no sólo según la potencia
aprehensiva, sino también según la potencia apetitiva. Se dice que uno
se pone fuera de sí según la potencia aprehensiva cuando se sitúa
fuera del conocimiento que le es propio, bien porque se eleva a un
conocimiento superior, como se dice que un hombre está en éxtasis
cuando se eleva a comprender algunas cosas que sobrepasan el sentido y
la razón, en cuanto se pone fuera de la aprehensión connatural de la
razón y del sentido; o bien porque se rebaja a cosas inferiores; por
ejemplo, cuando uno cae en frenesí o en demencia se dice que padece
éxtasis. Mas en cuanto a la parte apetitiva se dice que uno padece
éxtasis cuando su apetito se dirige hacia otro saliendo en cierto modo
fuera de sí mismo.
El amor produce el primero de estos éxtasis a modo de disposición,
esto es, en cuanto hace meditar sobre el amado, como queda dicho
(a.2), y la meditación intensa de una cosa aparta la mente de las
otras. Pero el segundo éxtasis lo produce el amor directamente: en
absoluto el amor de amistad, y no absolutamente, sino bajo cierto
aspecto, el amor de concupiscencia. Pues en el amor de concupiscencia
el amante es llevado de algún modo fuera de sí mismo, a saber, en
cuanto no contento con gozar del bien que posee, busca disfrutar de
algo fuera de sí. Mas porque pretende tener este bien exterior para
sí, no sale completamente fuera de sí, sino que tal afección, al fin,
se encierra dentro de él mismo. En cambio, en el amor de amistad, el
afecto de uno sale absolutamente fuera de él, porque quiere el bien
para el amigo y trabaja por él como si estuviese encargado de su
cuidado y de proveer a sus necesidades.
A las objeciones:
1. El argumento expuesto se refiere
al primer modo de éxtasis.
2. El argumento es válido respecto
del amor de concupiscencia, que no produce el éxtasis de modo
absoluto, como se ha dicho (en la sol.).
3. El que ama, en tanto sale fuera
de sí en cuanto quiere y hace el bien del amigo. Sin embargo, no
quiere el bien del amigo más que el propio, por lo que no se sigue que
ame al otro más que a sí.
Artículo 4:
¿Es el celo efecto del amor?
lat
Objeciones por las que parece que el celo no es efecto del
amor.
1. En efecto, el celo es origen de contiendas, por lo cual dice 1 Cor
3,3: Habiendo entre vosotros celos y discordias, etc. Pero la
contienda es contraria al amor. Luego el celo no es efecto del
amor.
2. El objeto del amor es el bien, que es
comunicativo de sí mismo. Pero el celo es contrario a la comunicación,
pues parece ser propio del celo que alguien no sufra la participación
en el objeto amado, como se dice de los varones que tienen celos de
sus esposas, a las que no quieren tener en común con los demás. Luego
el celo no es efecto del amor.
3. No hay celo sin odio, como tampoco sin amor, pues, dice
el Sal 72,3: Tuve celos de los inicuos. Luego no debe decirse
que es más bien efecto del amor que del odio.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div.
nom., que Dios es llamado celoso a causa del
mucho amor que tiene a lo existente.
Respondo: El celo, de cualquier modo que se
tome, proviene de la intensidad del amor. Porque es evidente que
cuanto más intensamente tiende una potencia hacia algo, más
fuertemente rechaza también lo que le es contrario e incompatible.
Así, pues, siendo el amor
un movimiento hacia el amado, como
dice San Agustín en el libro
Octoginta trium quaest., el amor intenso trata de excluir todo lo que le es contrario.
Esto, sin embargo, acontece de diferente manera en el amor de
concupiscencia que en el amor de amistad. Pues en el amor de
concupiscencia, el que desea alguna cosa intensamente se mueve contra
todo lo que se opone a la consecución o fruición tranquila del objeto
amado. Y en este sentido se dice que los varones tienen celos de sus
esposas, para que la exclusividad que buscan en la consorte no sea
impedida por la compañía de otros. De la misma manera también, los que
pretenden destacar, la emprenden contra los que parecen sobresalir,
como si fueran un impedimento de su propia grandeza. Y esto es el celo
de la envidia, del cual dice el Sal 36,1: No envidies a los
malignos, ni celes de los que obran la iniquidad.
Mas el amor de amistad busca el bien del amigo; por lo cual, cuando
es intenso, hace que el hombre se mueva contra todo aquello que es
opuesto al bien del amigo. Y conforme a esto, se dice que uno tiene
celo por su amigo cuando procura rechazar todo lo que se dice o hace
contra el bien del amigo. Y de este modo también se dice que alguien
tiene celo por la gloria de Dios cuando procura rechazar según sus
posibilidades lo que es contra el honor o la voluntad de Dios, según
aquello de 3 Re 19,14: Me abraso en celo por el Señor de los
ejércitos. Y sobre aquello de Jn 2,17: El celo de tu casa me
devora, dice la Glossa que es devorado
por el buen celo quien se esfuerza en corregir cuantas cosas malas ve;
si no puede, lo sufre y gime.
A las objeciones:
1. El Apóstol habla
allí del celo de la envidia, que es, en verdad, causa de contienda, no
contra la cosa amada, sino en favor de ella y contra lo que le sirve
de obstáculo.
2. El bien se ama en cuanto es
comunicable al amante, por lo cual, todo lo que impide la perfección
de esta comunicación se hace odioso. Y así el celo es causado por el
amor del bien. Mas por defecto de bondad acontece que ciertos bienes
pequeños no pueden ser poseídos íntegramente por muchos al mismo
tiempo. Y del amor de tales bienes se produce el celo de la envidia.
Pero esto no sucede propiamente respecto de aquellas cosas que pueden
ser poseídas íntegramente por muchos; ninguno, en efecto, envidia a
otro por el conocimiento de la verdad, que puede ser conocida
íntegramente por muchos, a no ser, quizás, por la excelencia de tal
conocimiento.
3. Eso mismo de tener odio a lo
que se opone al amado procede del amor. De ahí que el celo se
considere propiamente como efecto del amor más bien que del
odio.
Artículo 5:
¿Es el amor una pasión que hiere al amante?
lat
Objeciones por las que parece que el amor es una pasión
lesiva.
1. En efecto, el desfallecimiento significa cierta
lesión del que desfallece. Pero el amor causa desfallecimiento, pues
dice Cant 2,5: Confortadme con flores, fortalecedme con manzanas,
porque desfallezco de amor. Luego el amor es una pasión
lesiva.
2. La licuefacción o derretimiento es una cierta disolución.
Pero el amor es licuefactivo, pues dice Cant 5,6: Mi alma se
derritió, en cuanto habló mi amado. Luego el amor es disolutivo.
Es, por consiguiente, corruptivo y lesivo.
3. El fervor denota cierto exceso de calor, exceso que es
ciertamente corruptivo. Pero el fervor es causado por el amor, pues
Dionisio, en el c.7 De cael. hier., entre las
demás propiedades pertenecientes al amor de los serafines, pone que
es ardiente, agudo y superferviente. Y Cant 8,6 dice del amor
que sus lámparas son lámparas de fuego y de llamas. Luego el
amor es una pasión lesiva y corruptiva.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div.
nom., que cada ser se ama a sí mismo
contentivamente, esto es, conservativamente. Luego el amor no es
una pasión lesiva, sino más bien conservativa y perfectiva.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente
(
q.26 a.1-2;
q.27 a.1), el amor significa una cierta coadaptación de
la potencia apetitiva a un bien. Mas nada que se adapta a una cosa que
le es conveniente, sufre lesión por ello, sino más bien, si es
posible, sale ganancioso y mejorado. En cambio, lo que se adapta a una
cosa que no le es conveniente sufre por ello daño y deterioro. Luego
el amor del bien conveniente perfecciona y mejora al amante, y el amor
del bien que no conviene al amante le daña y deteriora. De ahí que el
hombre se perfeccione y mejore principalmente por el amor de Dios, y
sufra daño y deterioro por el amor del pecado, según aquello de Os
9,10:
Se hicieron abominables como las cosas que
amaron.
Esto que se ha dicho se entiende del amor en cuanto a lo que es
formal en él, esto es, por parte del apetito. Pero en cuanto a lo que
es material en la pasión del amor, que es una inmutación corporal,
sucede que el amor es lesivo por exceso de inmutación, como pasa en el
sentido y en todo acto de una potencia del alma que se ejerce mediante
una inmutación del órgano corporal.
A las objeciones:
Al amor pueden
atribuírsele cuatro efectos próximos, a saber: la licuefacción o
derretimiento, la fruición, el desfallecimiento y el fervor. Entre los
cuales ocupa el primer lugar la licuefacción o derretimiento,
que se opone a la congelación. Lo que está congelado, en efecto, es en
sí mismo compacto, de manera que no puede ser fácilmente penetrado por
otra cosa. Ahora bien, pertenece al amor que el apetito se haga
adecuado para recibir el bien que se ama, en cuanto lo amado está en
el amante, según se ha dicho (q.1 a.2). De ahí que la congelación o
dureza sea una disposición que se opone al amor. En cambio, la
licuefacción o derretimiento importa un reblandecimiento del corazón,
que le hace hábil para que en él penetre el bien amado. Luego si lo
amado está presente y se lo posee, se produce la delectación o fruición. Mas si está ausente, resultan dos pasiones, a saber: la
tristeza por la ausencia, que se indica con el término desfallecimiento (por lo que también Tulio, en III De
tusculanis quaest., llama enfermedad
especialmente a la tristeza); y el deseo intenso de alcanzar lo amado,
que se designa por el fervor. Y éstos son en verdad los efectos
del amor tomado formalmente, según la relación de la potencia
apetitiva a su objeto. Pero en la pasión del amor se siguen algunos
otros efectos proporcionados a éstos, por razón de la inmutación del
órgano.
Artículo 6:
¿Es el amor causa de todo cuanto hace el que ama?
lat
Objeciones por las que parece que el amante no lo hace todo por
amor.
1. En efecto, el amor es una pasión, como se ha dicho anteriormente
(
q.26 a.2). Pero no todo lo que hace el hombre lo
hace por pasión, sino que algunas cosas las hace por elección y otras
por ignorancia, como dice V
Ethic. Luego no todo
lo que hace el hombre lo hace por amor.
2. El apetito es principio de movimiento y de acción en
todos los animales, como aparece claro en III De anima. Si, pues, todo lo que uno hace lo hace por amor,
las demás pasiones de la parte sensitiva son superfluas.
3. Nada es causado a un mismo tiempo por causas
contrarias. Pero algunas cosas se hacen por odio. Luego no todo es
causado por amor.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div.
nom., que todas las cosas hacen cuanto hacen
por amor del bien.
Respondo: Todo agente obra por algún fin, como
se ha dicho anteriormente (
q.1 a.2). Ahora bien, el fin es para cada
uno el bien deseado y amado. Luego es evidente que todo agente,
cualquiera que sea, ejecuta todas sus acciones por
amor.
A las objeciones:
1. Esta objeción se refiere al
amor como pasión existente en el apetito sensitivo. Pero nosotros
hablamos ahora del amor en general, en cuanto comprende bajo sí el
amor intelectual, el racional, el animal y el natural. Así, en efecto, habla
Dionisio del amor en el c.4 De div. nom.
2. Como se ha indicado (
a.5), el
deseo, la tristeza y la delectación y, por consiguiente, todas las
otras pasiones son causadas por el amor. De ahí que toda acción
procedente de una pasión cualquiera, proceda también del amor como de
primera causa. Por consiguiente, no son superfluas las otras pasiones,
que son las causas próximas.
3. El odio también es causado por
el amor, como se expondrá más adelante (
q.29 a.2).