Artículo 1:
¿Priva el dolor de la facultad de aprender?
lat
Objeciones por las que parece que el dolor no priva de la facultad de
aprender.
1. En efecto. Dice Is 26,9: Cuando ejecutes tus juicios en la tierra, aprenderán la justicia todos los moradores del mundo. Y
más adelante (v.16): En la tribulación en que gimen, tu instrucción
es para ellos. Pero de los juicios de Dios y de la tribulación se
sigue dolor o tristeza en los corazones de los hombres. Luego el dolor
o tristeza no quita, sino más bien aumenta la facultad de
aprender.
2. Dice Is 28,9: ¿A. quién comunicará la ciencia? ¿ Y a
quién dará la inteligencia de lo que dice? A los recién destetados, a
los arrancados de los pechos, esto es, de las delectaciones. Pero
el dolor y la tristeza privan de las delectaciones, pues la tristeza
impide toda delectación, como dice V I I Ethic.,
y Eclo 11,29: Una hora de mal hace olvidar los mayores
deleites. Luego el dolor no quita, sino más bien aumenta la
facultad de aprender.
3. La tristeza interior sobrepasa al dolor exterior, como
se ha dicho anteriormente (
q.35 a.7). Pero aun con la tristeza puede
el hombre aprender. Luego mucho más con el dolor corporal.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en 1 Soliloq.: Aun en estos días, acometido de un agudísimo dolor de dientes, no dejaba de rumiar las verdades que ya había aprendido, pero me impedía enteramente aprender otras nuevas, para lo cual necesitaba toda la atención del ánimo.
Respondo: Puesto que todas las potencias del
alma radican en su única esencia, es necesario que cuando la atención
del alma es atraída fuertemente hacia la operación de una potencia, se
retraiga de la operación de otra; pues no puede ser más que única la
atención de una sola alma. Y por eso, si una cosa atrae hacia sí toda
la atención del alma o una gran parte de la misma, es incompatible con
ella otra cosa que requiera gran atención.
Ahora bien, es evidente que el dolor sensible atrae hacia sí en gran
manera la atención del alma, porque cada uno tiende naturalmente a
rechazar con toda su fuerza lo que le es contrario, como se ve incluso
en las cosas naturales. Es igualmente evidente que, para aprender algo
de nuevo, se requiere estudio y esfuerzo con una gran atención, como
consta por aquello que dice Prov 2,4-5: Si buscares la sabiduría
como el dinero, y la desenterraras como los tesoros, entonces
entenderás la ciencia. Y, por eso, si el dolor es intenso, el
hombre es impedido en ese tiempo de aprender alguna cosa. Y puede ser
tan intenso que, mientras persista el dolor, el hombre tampoco sea
capaz de meditar aun en lo que antes sabía. En esto, sin embargo, hay
variedad según la diferencia del amor que el hombre tiene a aprender o
meditar, pues cuanto mayor fuere más retiene la atención del
ánimo, para que no se entregue enteramente al
dolor.
A las objeciones:
1. La tristeza moderada, que
excluye la divagación del ánimo, puede ayudar a adquirir la ciencia,
principalmente de aquellas cosas por las que el hombre espera poder
librarse de la tristeza. Y de esta manera, en la tribulación en que
gimen, los hombres reciben mejor la doctrina de
Dios.
2. Tanto la delectación como el
dolor, en cuanto atraen hacia sí la atención del alma, impiden la
consideración de la razón. Por lo cual, en VII Ethic., se dice que es imposible entender algo durante el placer venéreo. Sin embargo, el dolor atrae más hacia sí la atención del alma que la delectación, como vemos también en las cosas naturales que la acción de un cuerpo natural es más intensa respecto de su contrario; así, el agua caliente sufre más la acción de lo frío, de modo que se congela más intensamente. Si, pues, el dolor o la tristeza fuere moderada, puede accidentalmente ayudar a aprender, en cuanto suprime el exceso de los placeres. Pero por sí misma es un obstáculo, y si es intensa lo impide por completo.
3. El dolor exterior proviene de
una lesión corporal y por lo mismo implica una limitación corporal mayor
que el dolor interior, el cual, no obstante, es mayor en cuanto a lo
que hay de formal en el dolor, que proviene del alma. Por eso el dolor
corporal impide más que el dolor interior la contemplación, que
requiere una quietud absoluta; sin embargo, aun el dolor interior, si
es muy intenso, de tal manera atrae la atención, que el hombre no
puede aprender nada de nuevo. De ahí que San Gregorio,
por causa de la tristeza, interrumpió la exposición de
Ezequiel.
Artículo 2:
¿Es la pesadumbre del ánimo efecto de la tristeza o
dolor?
lat
Objeciones por las que parece que la pesadumbre del ánimo no es
efecto de la tristeza.
1. En efecto, dice el Apóstol en 2 Cor 7,11: Ved
cuánta solicitud os ha causado esa misma tristeza según Dios, y qué
excusas, qué indignación, etc. Pero la solicitud e indignación
implican cierta erección del ánimo, que se opone a la pesadumbre.
Luego la pesadumbre no es efecto de la tristeza.
2. La tristeza es opuesta a la delectación. Pero efecto de
la delectación es la expansión, a la cual no se opone la pesadumbre,
sino la contracción. Luego la pesadumbre no debe considerarse como
efecto de la tristeza.
3. Es propio de la tristeza el consumir, como aparece
claro por lo que dice el Apóstol, 2 Cor 2,7: No sea
que el tal sea consumido por excesiva tristeza. Pero el que está
apesadumbrado no es absorbido, antes bien es comprimido bajo un gran
peso, mientras lo que es absorbido es incluido dentro del que absorbe.
Luego la pesadumbre no debe considerarse como efecto de la
tristeza.
Contra esto: está que San Gregorio Niseno y el
Damasceno hablan de una tristeza que
apesadumbra.
Respondo: Los efectos de las pasiones del alma
a veces se denominan metafóricamente por su semejanza con los cuerpos
sensibles, porque los movimientos del apetito animal son semejantes a
las inclinaciones del apetito natural. Y de este modo el fervor se
atribuye al amor, la expansión a la delectación y la pesadumbre a la
tristeza. Se dice, en efecto, que un hombre se apesadumbra porque es
impedido en su propio movimiento por algún peso. Ahora bien, es
evidente por lo dicho anteriormente (
q.23 a.4;
q.25 a.4;
q.36 a.1) que
la tristeza proviene de un mal presente, el cual, por lo mismo que es
opuesto al movimiento de la voluntad, agrava el ánimo, en cuanto le
impide disfrutar de lo que quiere. Y si la fuerza del mal que
contrista no es tan grande como para quitar la esperanza de librarse
de él, aunque el ánimo esté apesadumbrado por el hecho de que al
presente no disfruta de lo que quiere, retiene, sin embargo, el
movimiento para rechazar lo nocivo que contrista. Pero si la fuerza
del mal se acrecienta hasta el punto de excluir la
esperanza de escapar de él, entonces aun el movimiento interior del
ánimo angustiado es absolutamente impedido, de suerte que no puede
desahogarse por ningún lado. Y a veces incluso el movimiento exterior
del cuerpo es impedido, de modo que el hombre queda como
alelado.
A las objeciones:
1. Esa erección del ánimo proviene
de la tristeza que es según Dios, en virtud de la esperanza
concomitante del perdón del pecado.
2. En lo que toca al movimiento
apetitivo, la constricción y la pesadumbre se refieren a lo mismo,
pues, por el hecho de que el ánimo se apesadumbra hasta el punto de no
poder dirigirse libremente a las cosas exteriores, se vuelve hacia sí
como encogido.
3. Se habla de que la tristeza
consume al hombre, cuando la fuerza del mal que contrista afecta al
alma tan completamente que excluye toda esperanza de evasión. Y así
también apesadumbra y consume a la vez. Pues algunas cosas que en
sentido propio parecen incompatibles, tomadas metafóricamente se
implican mutuamente.
Artículo 3:
¿Debilita la tristeza o dolor toda operación?
lat
Objeciones por las que parece que la tristeza no impide toda
operación.
1. En efecto, la solicitud es causada por la tristeza, como se ve
claro por la autoridad aducida del Apóstol (a.2 arg.1).
Pero la solicitud ayuda a obrar bien, por lo cual dice el
Apóstol en 2 Tim 2,15: Cuida con solicitud de
mostrarte a ti mismo como ministro que no tiene de qué
avergonzarse. Luego la tristeza no impide la operación, sino más
bien ayuda a obrar bien.
2. La tristeza produce en muchos concupiscencia, como dice
VII Ethic. Pero la concupiscencia contribuye a
la intensidad de la operación. Luego también la tristeza.
3. Como ciertas operaciones son propias de los que se
regocijan, así también otras lo son de los que están tristes, como el
llorar. Pero cada cosa crece con lo que le es conveniente. Luego
algunas operaciones no son impedidas, sino mejoradas, por la
tristeza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en X Ethic., que la delectación perfecciona la operación, y, al contrario, la tristeza la impide.
Respondo: Como ya se ha indicado (
a.2), la
tristeza algunas veces no agrava o consume el ánimo hasta el punto de
excluir todo movimiento interior y exterior, sino que, a veces,
ciertos movimientos son causados por la tristeza. Así, pues, la
operación puede compararse a la tristeza de dos modos. Uno, como
objeto de la tristeza. Y en este caso la tristeza impide cualquier
operación, pues lo que hacemos con tristeza nunca lo hacemos tan bien
como lo que hacemos con delectación, o sin tristeza. La razón de lo
cual es que la voluntad es la causa de la operación humana. Por eso,
cuando la operación misma es la que contrista, necesariamente se
debilita la acción.
La operación se compara de otro modo a la tristeza como a su
principio y causa. Y así es preciso que tal operación se aumente por
la tristeza, como cuanto más se entristece alguien de una cosa, tanto
más se esfuerza en desechar la tristeza con tal que mantenga la
esperanza de lograrlo; de otra manera ningún movimiento u operación
resultaría de la tristeza.
A las objeciones: es evidente por lo expuesto
arriba.
Artículo 4:
¿Perjudica la tristeza al cuerpo más que las otras
pasiones?
lat
Objeciones por las que parece que la tristeza no causa al cuerpo el
mayor daño.
1. En efecto, la tristeza tiene un ser espiritual en
el alma. Pero las cosas que solamente tienen ser espiritual no
producen transmutación corporal, como es evidente respecto de las
especies intencionales de los colores que están en el aire y que no
coloran cuerpo alguno. Luego la tristeza no produce daño alguno
corporal.
2. Si produce algún daño corporal, esto es sólo por estar
acompañada de una transmutación corporal. Pero en todas las pasiones
del alma se halla transmutación corporal, según se ha dicho
anteriormente (
a.2). Luego la tristeza no daña al cuerpo más que las
otras pasiones del alma.
3. Dice el Filósofo en VII Ethic.
que la ira y la concupiscencia les causan a algunos la locura,
lo cual parece ser el mayor daño, puesto que la razón es lo más
excelente de cuanto hay en el hombre. También la desesperación parece
ser más nociva que la tristeza, ya que es su causa. Luego la tristeza
no daña al cuerpo más que las otras pasiones del alma.
Contra esto: está lo que dice Prov 17,22: El ánimo alegre hace la
edad florida: el espíritu triste seca los huesos. Y Prov 25,20: Como la polilla al vestido y la carcoma al madero, así la tristeza
daña al corazón del hombre. Y Eclo 38,19: Por la tristeza se
apresura la muerte.
Respondo: La tristeza es entre todas las
pasiones la que más daña al cuerpo. La razón de lo cual es que la
tristeza se opone a la vida humana en cuanto a la especie de su
movimiento y no sólo en cuanto a su medida o cantidad, como las otras
pasiones del alma. La vida humana, en efecto, consiste en cierto
movimiento que del corazón se difunde a los demás miembros, movimiento
que, ciertamente, conviene a la naturaleza humana según una
determinada medida. Si, pues, ese movimiento traspasa la debida
medida, será opuesto a la vida humana según la medida de la cantidad,
mas no según la semejanza de la especie; mientras que, si se impide el
curso de este movimiento, será opuesto a la vida según su
especie.
Ahora bien, hay que notar que en todas las pasiones del alma la
transmutación corporal, que es en ellas lo material, es conforme y
proporcionada al movimiento del apetito, que es lo formal; como en
todas las cosas la materia es proporcionada a la forma. Luego aquellas
pasiones del alma que entrañan un movimiento del apetito hacia la
consecución de algo, no se oponen al movimiento vital según la
especie, pero pueden ser opuestas según la cantidad, como el amor, el
gozo, el deseo y similares. Y, por tanto, estas pasiones según su
especie favorecen a la naturaleza del cuerpo, aunque por su exceso
pueden dañarla. Por otra parte, las pasiones que importan un
movimiento del apetito con cierta huida o retraimiento se oponen al
movimiento vital no sólo según la cantidad, sino también según la
especie del movimiento y, por tanto, son absolutamente nocivas, como
el temor y la desesperación, y más que todas la tristeza, que agrava
el ánimo por el mal presente, cuya impresión es más fuerte que la del
mal futuro.
A las objeciones:
1. Puesto que el alma mueve
naturalmente al cuerpo, el movimiento espiritual del alma es
naturalmente la causa de la transmutación corporal. Y no es lo mismo
en el caso de las especies intencionales, que no están ordenadas
naturalmente a mover otros cuerpos no destinados a ser movidos por el
alma.
2. Las otras pasiones implican una
transmutación corporal conforme, según su especie, al movimiento
vital, pero contraria a la tristeza, como se ha dicho antes (en la
sol.).
3. Para impedir el uso de la razón
basta una causa más ligera que para destruir la vida, pues vemos que
muchas enfermedades hacen perder el uso de la razón sin que priven de
la vida. Y, sin embargo, el temor y la ira ocasionan un daño corporal
por la tristeza que se les mezcla a causa de la ausencia de lo que se
desea. Aun la misma tristeza quita a veces el uso de la razón, como se
ve en los que por causa del dolor caen en la melancolía o se vuelven
maniáticos.