Artículo 1:
La sensualidad, ¿es o no es solamente apetitiva?
lat
Objeciones por las que parece que la sensualidad no es sólo
apetitiva, sino también cognitiva:
1. Dice Agustín en XII De Trin.: El
movimiento sensual del alma, que se encuentra en los sentidos
corporales, no es común con los animales. Pero los sentidos
corporales caen bajo el orden cognoscitivo. Por lo tanto, la
sensualidad es una fuerza cognoscitiva.
2. Los miembros de una división pertenecen al mismo género.
Pero Agustín, en XII De Trin., divide la
sensualidad en contraposición a la razón superior e inferior, que
pertenecen al conocimiento. Por lo tanto, la sensualidad es una fuerza
cognoscitiva.
3. En la tentación del hombre, la sensualidad ocupa el
lugar de la serpiente. Pero la serpiente, en la tentación de
los primeros padres, se presenta como quien descubre y propone el
pecado, que es algo cognoscitivo. Por lo tanto, la sensualidad es una
fuerza cognoscitiva.
Contra esto: la sensualidad se define como el apetito
de cosas pertenecientes al cuerpo.
Respondo: La palabra sensualidad parece haber
sido tomada del movimiento sensible, del que habla Agustín en XII De Trin., de la misma manera que el nombre de potencia se toma del
acto, como la visión, de ver. Pero el movimiento sensual es un
apetito que sigue al conocimiento sensible. El acto
de la facultad cognoscitiva no es movimiento en sentido tan propio
como lo es el acto del apetito, pues la operación cognoscitiva se
consuma con la presencia de lo conocido en quien conoce, mientras que
la operación apetitiva consiste en la tendencia del sujeto que desea
hacia lo deseado. De este modo, la operación cognoscitiva se parece
más al reposo. La operación apetitiva, por su parte, al movimiento.
Por eso, el movimiento sensual es entendido como la operación de la
potencia apetitiva. Y, así, sensualidad es el nombre del apetito
sensitivo.
A las objeciones:
1. Cuando Agustín dice que el
movimiento sensual del alma tiende hacia los sentidos corporales, no
da a entender que los sentidos del cuerpo estén bajo la sensualidad,
sino, más bien, que el movimiento de la sensualidad es una cierta
inclinación hacia los sentidos corporales, por cuanto deseamos lo que
ellos perciben. Así, los sentidos corporales pertenecen a la
sensualidad como anticipación.
2. La sensualidad se divide contra
la razón superior e inferior por cuanto convienen en el acto de mover.
Pues la facultad cognoscitiva, a la que le pertenece la razón superior
y la inferior, es motriz, como también la apetitiva, a la que
pertenece la sensualidad.
3. La serpiente no solamente
descubre y propone el pecado, sino que también impulsa a cometerlo. En
este sentido, la sensualidad está simbolizada por la
serpiente.
Artículo 2:
El apetito sensitivo, ¿se divide o no se divide en irascible y
concupiscible, como en potencias diversas?
lat
Objeciones por las que parece que el apetito sensitivo no se divide
en irascible y concupiscible, como en potencias diversas:
1. Como se dice en II De Anima, una misma
potencia tiene por objeto cosas contrarias, como la vista tiene lo
blanco y lo negro. Pero lo conveniente y lo perjudicial son
contrarios. Por lo tanto, como el objeto del apetito concupiscible es
lo conveniente, y, en cambio, el del irascible lo perjudicial, parece
que una misma potencia del alma es irascible y concupiscible.
2. El apetito sensitivo no tiene por objeto más que lo
conveniente a los sentidos. Pero lo conveniente a los sentidos es el
objeto concupiscible. Por lo tanto, no hay ningún apetito sensitivo
diferente del concupiscible.
3. El odio está en el irascible, pues dice
Jerónimo en Super Mt. 13,33: En el irascible
odiemos los vicios. Pero el odio, por ser contrario al amor, se
encuentra en el concupiscible. Por lo tanto, la potencia concupiscible
e irascible es la misma.
Contra esto: está el hecho de que Gregorio Niseno y el
Damasceno sitúan estas dos potencias, la irascible y la
concupiscible, como partes del apetito sensitivo.
Respondo: El apetito sensitivo es una facultad
genérica llamada sensualidad, pero dividida en dos potencias, cuyas
especies son la irascible y la concupiscible. Para entender esto, hay
que tener presente que es necesario que en los seres naturales
corruptibles no sólo debe haber tendencia a procurarse lo conveniente
y eludir lo perjudicial, sino que también debe haber tendencia a
resistir lo corruptivo y adverso, que son obstáculos para conseguir lo
conveniente, y son también fuente de perjuicios. Así, el fuego no sólo
tiende por naturaleza a alejarse de un lugar bajo, que le es
contrario, y a elevarse, que le es propio también por naturaleza, sino
que también tiende a resistir ante todo lo que le altera y
obstaculiza. Así, pues, porque el apetito sensitivo es una tendencia
que sigue al conocimiento sensitivo, como el apetito natural es una
tendencia que sigue a la forma natural, es necesario que en la parte
sensitiva del alma haya dos potencias apetitivas.
1)
Una, por la que el alma tienda simplemente hacia lo
conveniente en el orden sensible, y rehúya lo perjudicial. A ésta la
llamamos concupiscible. 2)
Otra, por la que el animal rechaza
todo lo que se le opone en la consecución de lo que le es conveniente
y le perjudica. A esta la llamamos irascible, cuyo objeto
denominamos
lo difícil, esto es, porque tiende a superar lo
adverso y prevalecer sobre ello.
Estas dos tendencias no se reducen a un solo principio, porque a
veces el alma, a pesar de la tendencia de su apetito concupiscible, se
ocupa de lo triste con el objetivo de superar los obstáculos, conforme
con la tendencia irascible. Por eso, también parece que hay lucha
entre las pasiones del irascible y las del concupiscible. Pues,
encendida la concupiscencia, disminuye la ira, y encendida la ira,
disminuye la concupiscencia. Esto mismo se desprende con claridad del
hecho de que el irascible es como campeón y defensor del
concupiscible, ya que irrumpe contra los obstáculos que impiden
alcanzar lo conveniente que apetece el concupiscible, e irrumpe contra
lo perjudicial de lo que huye el concupiscible. Por eso, todas las
pasiones del irascible empiezan en las del concupiscible y en ellas
terminan. Esto sucede con la ira, que nace de aquella tristeza que
afecta al sujeto, y, lograda su venganza, se convierte en alegría. Por
lo mismo, las peleas de los animales responden a lo concupiscible,
como puede ser el alimento o los apareos, según se dice en VIII De
Animalibus.
A las objeciones:
1. El apetito concupiscible tiene
por objeto tanto lo conveniente como lo perjudicial. Pero el irascible
se centra en la resistencia a lo perjudicial, combatiéndolo.
2. Así como en las facultades
cognoscitivas, en la parte sensitiva hay una facultad estimativa, que,
como dijimos anteriormente (
q.78 a.2), percibe lo que no impresiona al
sentido, así también, en el apetito sensitivo hay una facultad que
tiende hacia algo que no es conveniente para el deleite de los
sentidos, pero sí útil al animal para su defensa. Esta es la potencia
irascible.
3. En cuanto tal, el odio
pertenece al concupiscible. Pero por razón de la lucha que provoca,
puede pertenecer al irascible.
Artículo 3:
Lo irascible y lo concupiscible, ¿están o no están sometidos a la
razón?
lat
Objeciones por las que parece que lo irascible y lo concupiscible no
están sometidos a la razón:
1. El irascible y el concupiscible son partes de la sensualidad. Pero
la sensualidad no obedece a la razón. Por eso es simbolizada con la serpiente, como dice Agustín en XII De Trin.
Por lo tanto, el apetito irascible y el concupiscible no están
sometidos a la razón.
2. Cuando se obedece a alguien, no se le contradice. Pero el
irascible y el comcupiscible contradicen a la razón, según aquello del
Apóstol en Rom 7,23: Veo otra ley en mis miembros que contradice a
la ley de mi espíritu. Por lo tanto, el irascible y el
comcupiscible no están sometidos a la razón.
3. Así como la facultad apetitiva es inferior a la parte
racional del alma, así también es inferior la potencia sensitiva. Pero
la parte sensitiva del alma no está sometida a la razón, pues no oímos
ni vemos cuando queremos. Por lo tanto, igualmente las potencias del
apetito sensitivo, es decir, el irascible y el concupiscible, tampoco
están sometidos a la razón.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno: Lo que
está sometido y se deja persuadir por la razón se divide en
concupiscencia e ira.
Respondo: El irascible y el concupiscible están
sometidos a la parte superior, en la que reside el entendimiento o
razón y la voluntad, de dos maneras: 1)
Una, con respecto a la
razón. 2)
Otra, con respecto a la voluntad. Están sometidos a
la razón en cuanto a sus mismos actos. Esto es así
porque en los otros animales el apetito sensitivo está ordenado a ser
movido por la potencia estimativa. Ejemplo: La oveja teme al lobo
porque lo estima enemigo suyo. Como dijimos anteriormente (
q.78 a.4),
el hombre, en lugar de la potencia estimativa, tiene la cogitativa,
llamada por algunos
razón particular, porque compara las
representaciones individuales. Por eso, de ella proviene en el hombre
el movimiento del apetito sensitivo. La razón particular es movida y
regida naturalmente por la razón universal. Por eso, en la
argumentación silogística, de las proposiciones universales se deducen
conclusiones particulares. De este modo, resulta evidente que la razón
universal gobierna el apetito sensitivo, dividido en concupiscible e
irascible, y que este apetito le está sometido. Y porque el resolver
los principios universales en conclusiones particulares no es una obra
del entendimiento en cuanto tal, sino de la razón, se dice que el
apetito concupiscible y el irascible están sometidos a la razón más
que al entendimiento. Esto puede experimentarlo cada uno en sí mismo,
ya que, recurriendo a ciertas consideraciones generales, se mitigan o
intensifican la ira, el temor y otras pasiones similares.
Igualmente, el apetito sensitivo se subordina a la voluntad en orden
a la ejecución, que se lleva a cabo por medio de la fuerza motriz. En
los animales, a la actividad concupiscible e irascible inmediatamente
le sigue el movimiento. Ejemplo: En la oveja, que huye inmediatamente
por temor al lobo. Esto es así porque no hay en ellos un apetito
superior que le contradiga. En cambio, el hombre no se mueve
inmediatamente impulsado por el apetito irascible y concupiscible,
sino que espera la orden del apetito superior, que es la voluntad.
Pues en todas las potencias motoras, ordenadas entre sí, la segunda no
se mueve a no ser por la primera. Por eso, el apetito inferior no es
suficiente para mover hasta que no lo consiente el superior. Esto es
lo que dice el Filósofo en III De Anima: El apetito
superior mueve al inferior como la esfera superior a la inferior.
Por lo tanto, así es como el apetito irascible y el concupiscible
están sometidos a la razón.
A las objeciones:
1. La sensualidad está simbolizada
por la serpiente en lo que se refiere a aquello que le
corresponde por razón de la parte sensitiva. En cambio, el irascible y
el concupiscible indican, más bien, el apetito sensitivo por parte del
acto, al que son instigados por la razón, como dijimos.
2. El Filósofo en I Politicorum dice: En el animal es observable
tanto el poder despótico como el político. El alma domina al cuerpo
con despotismo, y el entendimiento domina al apetito con poder
político y regio. Pues se llama dominio despótico el que se ejerce
sobre los siervos, los cuales no disponen de ningún medio para
enfrentarse a las órdenes de quien ordena, ya que no tienen nada
propio. En cambio, el poder político y regio es el ejercido sobre
hombres libres, los cuales, aunque estén sometidos al gobierno de un
jefe, sin embargo, poseen cierta autonomía que les permite enfrentarse
a los mandatos. Así, se dice que el alma domina al cuerpo con poder
despótico, ya que los miembros del cuerpo en nada pueden oponerse al
mandato del alma, sino que, conforme a su deseo inmediatamente mueven
el pie, la mano o cualquier otro miembro capaz de movimiento
voluntario. En cambio, se dice que el entendimiento o la razón ordenan
al apetito concupiscible e irascible con poder político, porque el
apetito sensitivo tiene cierta autonomía que le permite enfrentarse al
mandato de la razón. Pues el apetito sensitivo, por naturaleza, no
sólo puede ser movido por la facultad estimativa en los animales y por
la cogitativa en el hombre, siendo ésta dirigida por la razón
universal, sino también por la imaginación y los sentidos. De ahí que
experimentemos la resistencia que el apetito concupiscible e irascible
oponen a la razón, al sentir o imaginar algo deleitable que la razón
veta o algo triste que la razón ordena. Por eso, la resistencia que el
irascible y el concupiscible oponen a la razón no excluye que le estén
sometidos.
3. Los sentidos externos para
obrar necesitan ser estimulados por los objetos sensibles exteriores,
cuya presencia no depende de la razón. Pero las facultades interiores,
tanto apetitivas como aprehensivas, no necesitan objetos exteriores.
De este modo, están sometidas al imperio de la razón, que puede no
solamente provocar o calmar los afectos de las potencias apetitivas,
sino también formar las representaciones de la potencia
imaginativa.