Artículo 1:
¿Compete a la delectación dilatar?
lat
Objeciones por las que parece que la dilatación no es efecto de la
delectación.
1. En efecto, la dilatación parece pertenecer más bien al amor, según
lo que dice el Apóstol en 2 Cor 6,11: Nuestro corazón
se ha dilatado. Por eso dice también del precepto de la caridad
Sal 118,96: Tu mandamiento es amplísimo. Pero la delectación es
pasión distinta del amor. Luego la dilatación no es efecto de la
delectación.
2. Por el hecho de que una cosa se dilata, se hace más capaz
de recibir. Pero la acción de recibir pertenece al deseo, que es de
una cosa aún no poseída. Luego la dilatación parece pertenecer más al
deseo que a la delectación.
3. La contracción se opone a la dilatación. Pero la
contracción parece pertenecer a la delectación, pues estrechamos lo
que queremos retener firmemente; y tal es la disposición afectiva del
apetito respecto a la cosa que deleita. Luego la dilatación no
pertenece a la delectación.
Contra esto: está lo que dice Is 60,5 con respecto a la expresión del
gozo:
Verás y tendrás abundancia, y tu corazón se maravillará y se
ensanchará. Además, la delectación misma recibe de la dilatación
el nombre de alegría, según se ha dicho anteriormente (
q.31 a.3 ad 3).
Respondo: La latitud es una dimensión de la
magnitud corporal. Por eso a las afecciones del alma sólo se aplica
metafóricamente. La dilatación denota como un movimiento hacia la
latitud, y compete a la delectación en cuanto a las dos cosas que para
ésta se requieren. Una de ellas es por parte de la potencia
aprehensiva, que aprehende la unión de un bien conveniente. Y por esta
aprehensión conoce el hombre haber adquirido cierta perfección, que es
grandeza espiritual, por cuyo motivo se dice que el alma del hombre se
agranda o dilata por la delectación. La otra, en cambio, es por parte
de la potencia apetitiva, que se adhiere a la cosa deleitable y reposa
en ella, ofreciéndosele en cierta manera para acogerla interiormente.
Y así se dilata el afecto del hombre por la delectación, como
prestándose a contener dentro de sí la cosa que le
deleita.
A las objeciones:
1. Nada impide, cuando se habla
metafóricamente, que una misma cosa se atribuya a diversos objetos
según diversas semejanzas. Y conforme a esto la dilatación pertenece
al amor por razón de una cierta extensión, en cuanto que el afecto del
amante se extiende a otros, para cuidar no solamente de las cosas
propias, sino también de las de otros. Mas la dilatación pertenece a
la delectación, en cuanto una cosa se amplía en sí misma como para
hacerse más capaz.
2. El deseo incluye, ciertamente,
alguna dilatación por parte de la imaginación de la cosa deseada, pero
mucho más por la presencía de la cosa que produce ya
delectación, porque el ánimo se entrega más a la cosa que ya le
deleita que a la cosa deseada y no poseída, ya que la delectación es
el fin del deseo.
3. Aquel que se deleita estrecha
ciertamente la cosa que le deleita mientras se adhiere a ella
fuertemente, pero ensancha su corazón para disfrutar perfectamente de
la cosa deleitable.
Artículo 2:
¿Produce la delectación sed o deseo de sí?
lat
Objeciones por las que parece que la delectación no produce el deseo
de sí.
1. En efecto, todo movimiento cesa cuando ha llegado al reposo. Pero
la delectación es como una cierta quietud del movimiento del deseo,
según se ha dicho anteriormente (
q.23 a.4;
q.25 a.2). Luego el
movimiento del deseo cesa cuando ha llegado a la delectación. Luego la
delectación no causa el deseo.
2. Lo opuesto no es causa de su opuesto. Pero la delectación
se opone en cierto modo al deseo por parte del objeto; pues el deseo
es del bien no poseído, mientras la delectación es del bien ya
poseído. Luego la delectación no causa el deseo de sí
misma.
3. El hastío repugna al deseo. Pero la delectación la
mayor parte de las veces causa hastío. Luego no produce el deseo de
sí.
Contra esto: está lo que dice el Señor, Jn 4,13: El que bebiere de
esta agua volverá a tener sed. Mas por el agua se significa la
delectación corporal, según San Agustín.
Respondo: La delectación puede considerarse de
dos maneras: una, en cuanto está en acto; otra, en cuanto está en la
memoria. Asimismo, la sed o el deseo puede entenderse de dos modos:
uno, propiamente, en cuanto importa el apetito de la cosa no poseída;
otro, en general, en cuanto implica exclusión del fastidio.
Así, pues, en cuanto está en acto, la delectación no produce de suyo
sed o deseo de sí misma, sino sólo accidentalmente, si se trata de la
sed o deseo del apetito de la cosa no poseída, pues la delectación es
la afección del apetito respecto de una cosa presente. Lo cual puede
provenir o por parte de la cosa poseída o por parte del que la posee.
Por parte de la cosa poseída, porque no se la posee toda a la vez,
sino que se recibe sucesivamente, y mientras uno se deleita en aquello
que posee, desea disfrutar de lo que le falta; como el que oye la
primera parte de un verso, desea oír la otra parte del verso, según
dice San Agustín en IV Confess. Y de este modo
casi todas las delectaciones corporales producen sed de sí mismas
hasta que se consuman, porque tales delectaciones siguen a un
movimiento, como aparece claro en la delectación de los manjares. Por
parte del poseedor, como cuando uno no posee al instante perfectamente
una cosa que existe perfecta en sí, sino que la adquiere poco a poco.
Así, en este mundo, nosotros nos deleitamos con una percepción
imperfecta del conocimiento divino, y esta delectación excita la sed o
el deseo de un conocimiento perfecto. En este sentido puede entenderse
lo que se halla en Eclo 24,29: Los que me beben, aún tendrán
sed.
En cambio, si por sed o deseo se entiende la mera intensidad del
afecto que hace desaparecer el fastidio, entonces las delectaciones
espirituales producen en alto grado sed o deseo de sí mismas. Porque
las delectaciones corporales en razón de su acrecentamiento o incluso
por su continuidad desbordan los límites de la disposición natural y
llegan a hacerse fastidiosas, como se ve claro en la delectación de
los manjares. Y por eso, cuando uno ha llegado ya a lo completo en las
delectaciones corporales, le hastían, y a veces desea otras distintas.
Mas las delectaciones espirituales no rompen el equilibrio de la
disposición natural, sino que perfeccionan la naturaleza. Por eso
cuando se llega en ellas a la consumación, entonces son más
deleitables, a no ser quizás accidentalmente, en cuanto se asocian a
la operación contemplativa algunas operaciones de las potencias
corporales que por la asiduidad en el obrar se
fatigan. Y de este modo puede entenderse lo que dice Eclo 24,29: El
que me bebe, aún tendrá sed. Como también de los ángeles, que
conocen a Dios perfectamente y se deleitan en él, dice 1 Pe 1,12
que desean mirarle.
Por otra parte, si se considera la delectación en cuanto está en la
memoria y no en acto, entonces de suyo está ordenada naturalmente a
causar sed y deseo de sí misma, es decir, cuando el hombre vuelve a
aquella disposición en que le era deleitable lo que ya es pasado. Mas,
si es inmutado por tal disposición, el recuerdo de la delectación no
produce en él delectación, sino fastidio, como al que está harto el
recuerdo de la comida.
A las objeciones:
1. Cuando la delectación es perfecta, entonces
se encuentra en completo reposo y cesa el movimiento del deseo
tendente a lo no poseído. Pero cuando es imperfecta, el movimiento del
deseo que tiende a lo no poseído no cesa por completo.
2. Lo que se posee
imperfectamente, se posee bajo un aspecto, pero bajo otro aspecto, no.
Y, por tanto, el deseo y la delectación pueden darse al mismo tiempo
respecto de ello.
3. Las delectaciones causan de
modo distinto el hastío y el deseo, según se ha dicho (en la
sol.).
Artículo 3:
¿Impide la delectación el uso de la razón?
lat
Objeciones por las que parece que la delectación no impide el uso de
la razón.
1. En efecto, el reposo contribuye grandemente al debido uso de la
razón. Por eso dice VII Physic. que en el
asiento y la quietud, el alma se hace sabia y prudente; y Sab
8,16: Entrando en mi casa, descansaré con ella, es decir, con
la sabiduría. Pero la delectación es una cierta quietud. Luego no
impide, sino más bien ayuda al uso de la razón.
2. Las cosas que no se hallan en el mismo sujeto, aunque
sean contrarias, no se impiden unas a otras. Pero la delectación está
en la parte apetitiva, y el uso de la razón en la parte aprehensiva.
Luego la delectación no impide el uso de la razón.
3. Lo que es impedido por otro, parece en cierto modo ser
inmutado por él. Pero el uso de la potencia aprehensiva mueve más a la
delectación que es movida por ésta, pues es su causa. Luego la
delectación no impide el uso de la razón.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en VI Ethic., que la delectación destruye el juicio de la prudencia.
Respondo: Como indica X
Ethic., las delectaciones propias aumentan las operaciones, mientras las extrañas las impiden. Hay, pues, una delectación que se da en el mismo uso de la razón, como cuando uno se deleita en contemplar o razonar. Y tal delectación no impide el uso de la razón, sino que lo favorece, porque hacemos con más atención aquello en lo que nos deleitamos, y la atención ayuda a la operación.
Pero las delectaciones corporales impiden el uso de la razón por tres
motivos. Primero, por la distracción. Porque, como ya se ha dicho (q.4 a.1 ad 3), prestamos gran atención a las cosas en las que nos
deleitamos. Ahora bien, cuando la atención se fija con firmeza en una
cosa, se debilita respecto de otra o se aparta totalmente de ellas. Y
por eso, si la delectación es grande, o impedirá del todo el uso de la
razón, concentrando en sí todas las fuerzas del espíritu, o lo
impedirá mucho. Segundo, por razón de la contrariedad. Algunas
delectaciones, en efecto, especialmente las que son excesivas, van
contra el orden de la razón. Y en este sentido dice el Filósofo en VI
Ethic. que las delectaciones corporales
destruyen el juicio de la prudencia, mas no el juicio
especulativo, al que no son contrarias; por ejemplo, que el
triángulo tiene tres ángulos iguales a dos rectos. En cambio,
según el primer modo, ambos juicios son impedidos.
Tercero, por una cierta ligadura, es decir, en cuanto que a la
delectación corporal sigue una alteración corporal, mayor aún que en
otras pasiones, por cuanto el apetito es afectado más vehementemente
por la cosa presente que por la ausente. Y estas perturbaciones
corporales impiden el uso de la razón, como aparece claro en los
ebrios, que tienen el uso de la razón ligado o impedido.
A las objeciones:
1. La delectación corporal implica,
ciertamente, la quietud del apetito en lo que le deleita, quietud que
a veces es contraria a la razón; pero por parte del cuerpo siempre
implica alteración. Y por ambos motivos impide el uso de la
razón.
2. Las potencias apetitiva y
aprehensiva son, ciertamente, partes diversas, pero pertenecen a una
sola alma. Y por eso, cuando la atención del alma se aplica
vehementemente al acto de una, se halla impedida respecto del acto
contrario de la otra.
3. El uso de la razón requiere el
uso debido de la imaginación y de las otras potencias sensitivas, que
se sirven de un órgano corporal, y, por consiguiente, impedido el acto
de la potencia imaginativa y el de las otras potencias sensitivas por
la inmutación corporal, es impedido el uso de la razón.
Artículo 4:
¿Perfecciona la delectación a la operación?
lat
Objeciones por las que parece que la delectación no perfecciona la
operación.
1. En efecto, toda operación depende del uso de la razón. Pero la
delectación impide el uso de la razón, como queda dicho (
a.3). Luego
la delectación no perfecciona, sino que debilita la operación
humana.
2. Nada se perfecciona a sí mismo o a su causa. Pero la
delectación es una operación, como dice VII y X Ethic., lo cual debe entenderse o esencial o
causalmente. Luego la delectación no perfecciona la
operación.
3. Si la delectación perfecciona la operación, la
perfecciona o como fin, o como forma, o como agente. Pero no lo hace
como fin, porque las operaciones no se buscan por las delectaciones,
sino, al contrario, como se ha dicho anteriormente (
q.4 a.2). Ni
tampoco a modo de agente, porque más bien es la operación la causa
eficiente de la delectación. Ni, por último, como forma, pues
la
delectación no perfecciona la operación como si fuese un hábito,
según el Filósofo en X
Ethic. Luego la
delectación no perfecciona la operación.
Contra esto: está lo que dice en el mismo lugar, que la
delectación perfecciona la operación.
Respondo: La delectación perfecciona la
operación de dos modos. Uno, a manera de fin, no precisamente en
cuanto se dice fin aquello por lo cual una cosa es, sino en cuanto
puede llamarse fin a todo bien que sobreviene a una cosa para
completarla. Y en este sentido dice el Filósofo en X
Ethic. que la delectación perfecciona la
operación como un fin que sobreviene, es decir, en cuanto a este
bien que es la operación sobreviene otro bien que es la delectación,
la cual importa el reposo del apetito en el bien presupuesto. El
segundo modo es por parte de la causa agente. No, en verdad,
directamente, porque el Filósofo dice en X Ethic. que la delectación perfecciona la operación no como el médico al sano, sino como la salud. Mas sí indirectamente, es decir, en cuanto el agente, por el hecho de deleitarse en su acción, le presta atención más intensamente y la ejecuta con mayor diligencia. Y conforme a esto dice X Ethic. que las delectaciones aumentan sus operaciones correspondientes e impiden las extrañas.
A las objeciones:
1. No toda delectación impide el
acto de la razón, sino la delectación corporal, que no sigue al acto
de la razón, sino al acto del concupiscible, que se acrecienta por la
delectación. Mas la delectación que sigue al acto de la razón
robustece el uso de ésta.
2. Como indica II Physic., puede suceder que dos cosas sean causas
mutuamente la una de la otra, de manera que una sea causa eficiente y
la otra causa final. Y de este modo la operación produce la
delectación como causa eficiente, mientras la delectación perfecciona
la operación a modo de fin, según queda dicho (en la
sol.).
3. La respuesta es evidente por lo
dicho.