Artículo 1:
¿Es toda tristeza un mal?
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Objeciones por las que parece que toda tristeza es
mala.
1. En efecto, dice San Gregorio Niseno: Toda
tristeza es un mal por su propia naturaleza. Pero lo que es
naturalmente malo, siempre y en todas partes es malo. Luego toda
tristeza es mala.
2. Aquello que todos, aun los virtuosos, rehuyen, es malo.
Pero todos, aun los virtuosos, rehuyen la tristeza, porque, como dice
VII Ethic.: aunque el prudente no intente
deleitarse, intenta, sin embargo, no entristecerse. Luego la
tristeza es un mal.
3. Como el mal corporal es el objeto y causa del dolor
corporal, así el mal espiritual es el objeto y causa de la tristeza
espiritual. Pero todo dolor corporal es un mal del cuerpo. Luego toda
tristeza espiritual es un mal del alma.
Contra esto: la tristeza del mal es contraria a la delectación del mal.
Pero la delectación del mal es mala. Por eso en reprobación de algunos
dice Prov 2,14 que se alegran cuando hacen el mal. Luego la
tristeza del mal es buena.
Respondo: El ser una cosa buena o mala puede
entenderse de dos modos. Uno, absolutamente y en sí misma. Y en este
sentido toda tristeza es un mal, pues el mero hecho de inquietarse el
apetito del hombre por un mal presente tiene razón de mal, porque esto
impide el reposo del apetito en el bien.
De otro modo se dice una cosa buena o mala por la suposición de otra,
como la vergüenza se considera ser un bien, supuesta una acción torpe
cometida, según dice IV Ethic. Así, pues,
supuesto algo contristable o doloroso, pertenece a la bondad que uno
se entristezca o se duela del mal presente, pues el no entristecerse o
no dolerse no podría ser sino, o por no sentirlo, o por no juzgarlo
contrario a sí, y ambas cosas son manifiestamente un mal. Por lo
tanto, pertenece a la bondad que, supuesta la presencia del mal, se
siga la tristeza o el dolor. Y esto es lo que dice San Agustín en
VIII Super Gen. ad litt.: Es todavía un bien
el que duela el bien perdido, porque si no hubiese quedado algún bien
en la naturaleza, de ningún bien perdido habría dolor en la pena.
Pero como en moral los enunciados versan sobre los singulares, a los
que pertenecen las operaciones, aquello que es bueno por suposición,
debe juzgarse bueno, como lo que es voluntario por
suposición, se juzga voluntario, según dice III Ethic., y se ha expuesto anteriormente (q.6 a.6).
A las objeciones:
1. San Gregorio Niseno habla de la
tristeza por parte del mal que entristece, mas no por parte del que
siente el mal y lo rechaza. Y aun bajo este aspecto todos rehuyen la
tristeza, en cuanto huyen del mal, pero no rehuyen la sensación y
repulsa del mal. Y lo mismo debe decirse del dolor corporal, pues la
sensación y rechazo del mal corporal testifican la bondad de la
naturaleza.
La respuesta a la segunda y tercera objeción es evidente según lo
expuesto.
Artículo 2:
¿Puede ser la tristeza un bien honesto?
lat
Objeciones por las que parece que la tristeza no tiene razón de bien
honesto.
1. En efecto, lo que conduce al infierno es contrario al bien
honesto. Pero, como dice San Agustín en XII Super Gen. ad
litt.: Jacob parece haber temido que la
demasiada tristeza le perturbase de tal manera que no fuese al
descanso de los bienaventurados, sino al infierno de los
pecadores. Luego la tristeza no tiene razón de bien
honesto.
2. El bien honesto es laudable y meritorio. Pero la
tristeza disminuye la razón de alabanza y mérito, pues dice el
Apóstol en 2 Cor 9,7: Haga cada cual conforme lo ha
resuelto en su corazón, no con tristeza o por necesidad. Luego la
tristeza no es un bien honesto.
3. Como dice San Agustín en XIV
De civ.
Dei:
La tristeza proviene de las cosas que
suceden contra nuestra voluntad. Pero no querer las cosas que
suceden actualmente es tener voluntad contraria a la ordenación
divina, a cuya providencia está sometido todo lo que acontece. Luego
como la conformidad de la voluntad humana a la divina pertenece a la
rectitud de la voluntad, según se ha dicho anteriormente (
q.19 a.9),
parece que la tristeza es contraria a la rectitud de la voluntad y,
por lo tanto, no tiene razón de bien honesto.
Contra esto: todo lo que merece el premio de la vida eterna tiene razón
de bien honesto. Pero tal es la tristeza, como consta por lo que dice
Mt 5,5: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Luego la tristeza es un bien honesto.
Respondo: Por la misma razón por la que la
tristeza es un bien, puede ser un bien honesto. En efecto, se ha dicho
(
a.1) que la tristeza es un bien en cuanto al conocimiento y repulsa
del mal. Estas dos cosas en el dolor corporal testifican la bondad de
la naturaleza, de la cual proviene que el sentido sienta y la
naturaleza rehuya el objeto lesivo que produce dolor. En cuanto a la
tristeza interior, el conocimiento del mal se debe a veces al juicio
recto de la razón, mientras que el rechazo del mal se realiza por la
voluntad bien dispuesta, que detesta el mal. Mas todo bien honesto
proviene de estas dos cosas, a saber, de la rectitud de la razón y de
la voluntad. Por consiguiente, aparece claro que la tristeza puede
tener razón de bien honesto.
A las objeciones:
1. Todas las pasiones del alma
deben ser reguladas por la norma de la razón, que es la raíz del bien
honesto. La tristeza inmoderada, de la que habla San Agustín, traspasa
esta regla y, por tanto, se aparta de la razón de bien
honesto.
2. Así como la tristeza por el mal
procede de la voluntad y de la razón recta, que detestan el mal, así
la tristeza por el bien procede de la razón y de la voluntad perversa,
que detestan el bien. Y por eso tal tristeza es un obstáculo a la
alabanza o mérito del bien honesto, como cuando alguien hace limosna
con tristeza.
3. Algunas cosas suceden
actualmente no porque Dios quiere que sucedan, sino que las permite,
como los pecados. Por consiguiente, la voluntad que rechaza el pecado
existente en sí o en otro, no está en desacuerdo con la voluntad
divina. Los males penales, en cambio, se dan actualmente, incluso por
voluntad divina. Sin embargo, no se exige para la rectitud de la
voluntad que el hombre los quiera en sí mismos, sino solamente que no
ponga resistencia al orden de la justicia divina, según se ha dicho
anteriormente (
q.19 a.10).
Artículo 3:
¿Puede la tristeza ser un bien útil?
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Objeciones por las que parece que la tristeza no puede ser un bien
útil.
1. En efecto, dice Eclo 30,25: La tristeza ha matado a muchos y no
hay utilidad en ella.
2. Aún más: La elección es de aquello que es útil para un fin.
Pero la tristeza no es elegible, antes, al contrario, una cosa debe
elegirse sin tristeza más bien que con ella, como dice III Topic. Luego la tristeza no es un bien
útil.
3. Todas las cosas existen por razón de su
operación, como dice II De coelo.. Pero la tristeza impide la operación, como dice X Ethic. Luego la tristeza no tiene razón de bien
útil.
Contra esto: el sabio no busca sino lo útil. Pero como dice Eclo
7,5: El corazón de los sabios está donde hay tristeza, y el corazón
de los necios, donde hay alegría. Luego la tristeza es
útil.
Respondo: Del mal presente surgen dos
movimientos apetitivos. Uno, por el que el apetito es contrario al mal
presente. Y bajo este aspecto, la tristeza no tiene utilidad, porque
lo presente no puede no serlo.
El segundo movimiento surge en el apetito para evitar o rechazar el
mal contristante. Y en este sentido la tristeza es útil, si es
respecto de algo que debe rehuirse. Porque se debe huir de una cosa
por dos motivos. Primero, por razón de la cosa misma, que es contraria
al bien, como el pecado. Y por eso la tristeza por el pecado es útil
para que el hombre evite el pecado, como dice el Apóstol en 2 Cor 7,9: Me alegro no porque os entristecisteis, sino porque os entristecisteis para la penitencia. En segundo lugar, se debe huir de una cosa, no porque sea mala en sí misma, sino por ser ocasión de mal, ya porque el hombre se adhiere a ella con amor excesivo, ya porque a causa de ella cae en algún mal, como se ve claro en los bienes temporales. Y bajo este aspecto la tristeza por los bienes temporales puede ser útil, como dice Eclo 7,3: Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del festín, pues en aquélla se recuerda el fin de todos los hombres.
La tristeza, por tanto, respecto de todo lo que debe evitarse es
útil, puesto que es doble el motivo de huir. En efecto, el mal en sí
mismo debe evitarse, y todos rehuyen la tristeza por sí misma, como
también todos apetecen el bien y la delectación en el bien. Luego, así
como la delectación en el bien hace buscar el bien más ávidamente, así
la tristeza por el mal hace huir del mal con más vehemencia.
A las objeciones:
1. La autoridad aducida se entiende
de la tristeza inmoderada, que absorbe el ánimo, pues tal tristeza
paraliza el ánimo y le impide huir del mal, como se ha dicho
anteriormente (
q.37 a.2).
2. Así como todo lo elegible se
hace menos elegible por causa de la tristeza, así todo aquello de que
debe huirse se hace más rechazable por causa de ella. Y en este
sentido la tristeza es útil.
3. La tristeza por una operación
impide la operación, mientras que la tristeza por cesación de la
operación hace obrar con más avidez.
Artículo 4:
¿Es el dolor del cuerpo el sumo mal?
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Objeciones por las que parece que la tristeza es el sumo
mal.
1. En efecto, a lo óptimo se opone lo pésimo, como dice VII Ethic. Pero una delectación es lo óptimo, a saber,
la que pertenece a la felicidad. Luego alguna tristeza es el sumo
mal.
2. La bienaventuranza es el sumo bien del hombre, porque es
su último fin. Pero la bienaventuranza consiste en que el hombre
tenga cuanto quiera, y no quiera nada malo, como se ha dicho
anteriormente (
q.3 a.4 obi.5;
q.3 a.8 obi.3). Luego el sumo bien del
hombre es el cumplimiento de su voluntad. Pero la tristeza consiste en
que sucede algo contra la voluntad, como consta por San Agustín en
XIV
De civ. Dei. Luego la tristeza es el sumo
mal del hombre.
3. San Agustín arguye así en Soliloq.: Estamos compuestos de dos partes, esto es, de alma y cuerpo, de las cuales la parte inferior es el cuerpo. El sumo bien es lo óptimo de la parte mejor, mientras que el sumo mal es lo pésimo de la inferior. Lo óptimo en el alma es la sabiduría; lo pésimo en el cuerpo es el dolor. Así pues, el sumo bien del hombre es saber; el sumo mal, padecer dolor.
Contra esto: la culpa es mayor mal que la pena, como se ha expuesto (
1 q.48 a.6). Pero la tristeza o dolor pertenece a la pena del pecado,
como disfrutar de las cosas mudables es el mal de la culpa. Pues dice
San Agustín en el libro
De vera religione:
¿Cuál es el dolor llamado del alma sino carecer de las cosas mudables
de que se disfrutaba, o que había esperado poder disfrutar? Y esto es
todo lo que se llama mal, esto es, el pecado y la pena del pecado.
Luego la tristeza o dolor no es el sumo mal del hombre.
Respondo: Es imposible que alguna tristeza o
dolor sea el sumo mal del hombre. En efecto, toda tristeza o dolor, o
es por un verdadero mal, o por un mal aparente que es verdadero bien.
Pero el dolor o tristeza que es por un verdadero mal, no puede ser el
sumo mal, pues hay algo peor que él, esto es, o no juzgar como mal lo
que es verdadero mal, o también no rechazarlo. Y la tristeza o dolor
por un mal aparente que es verdadero bien, no puede ser el sumo mal,
porque sería peor separarse por completo del verdadero bien. Por lo
tanto, es imposible que alguna tristeza o dolor sea el sumo mal del
hombre.
A las objeciones:
1. Dos bienes son comunes a la
delectación y a la tristeza, a saber: un juicio verdadero sobre el
bien y el mal, y el orden debido de la voluntad que aprueba el bien y
rechaza el mal. Y de este modo aparece claro que en el dolor o
tristeza hay algún bien con cuya privación puede empeorar. Pero no en
toda delectación hay algún mal con cuya remoción pueda mejorar. Por
consiguiente, alguna delectación puede ser el sumo bien del hombre,
del modo que se ha dicho anteriormente (
q.33 a.3), mientras la
tristeza no puede ser el sumo mal del hombre.
2. El mismo hecho de ser la
voluntad contraria al mal, es un cierto bien. Y por este motivo la
tristeza o dolor no puede ser el sumo mal, porque tiene alguna mezcla
de bien.
3. Es peor lo que daña a una cosa
mejor que lo que daña a una cosa peor. Ahora bien, como dice San
Agustín en Enchirid., se llama mal porque
daña. Por consiguiente, es mayor mal el del alma que el del
cuerpo. De ahí que no sea válido el argumento que aduce San Agustín,
no como suyo propio, sino como de otro.