Busquen

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.

(Mt 6:33)
Uno lee lo que Jesús dijo, y entiende algo (o cree entender). Puede uno después probar a expresar eso que entendió, sin pretender explicar ni profundizar, sólo decir lo mismo «con nuestras palabras» (¿Qué dijo Jesús en Mt. 6:33? Jesús dijo que ___________ ), y comparar el resultado con el original. Un poco como uno pone a prueba a un traductor, pasando del español al inglés y de nuevo al español.

Se me ocurre que muchos dirían (o diríamos) algo así: «Jesus dijo que primero debemos preocuparnos por buscar a Dios, antes que la plata -o los bienes terrenales». Y acaso no esté mal. Aunque hay por lo menos una diferencia: Jesús no habló de «buscar a Dios» sino «buscar el reino de Dios» (y su justicia).
Es lo mismo, dirán. No sé, no sé.
Y no sé muy bien qué significa «el reino de Dios»… Pero por lo pronto me inquieta un poco descubrir la diferencia; y acaso el hecho de que a uno, espontáneamente, no tienda a emplear la expresión «buscar el reino» para formular lo que Jesús dijo, sea indicio de algún equívoco, potencial al menos. Tal vez la expresión «buscar a Dios» [*] sea algo impertinente acá.

En el otro rincón… y algo más lejos, habrá seguramente cristianos a los que la expresión «buscar el Reino» (y su justicia!) les resulte, al contrario, más natural (demasiado natural, diría yo). Estos más bien tenderían a olvidarse del Rey, y a volver al punto del cual Jesús se aleja: puesto que hay una manera de concebir el Reino que empuja a una forma de solicitud terrena, a preocuparse en primer lugar por el «qué comeremos» (o «qué comerán»). Tenderían, dije. Empuja, dije.
Esquematizando un poco: la trampa de la trascendencia sin inmanencia de un lado («buscar a Dios», en el mal sentido de la expresión) y la de la inmanencia por el otro («buscar el Reino», en el mal sentido de la expresión). Buscar el Reino, sí, pero el Reino de Dios, habría que decirles a unos; buscar a Dios, sí, pero visto como Bien, trascendente y también inmanenente… a otros.

Cada cual sabrá dónde le aprieta el zapato. Por mi parte, y penosos esquematismos aparte, me quedo con la tarea de meditar («guardar en el corazón») aquello de «buscar el Reino».
Probablemente sea algo tan sencilllo que un niño puede entenderlo. Y probablemente por eso mismo no me resulte tan sencillo entenderlo.


[* Aun dejando de lado los consabidos reparos de Simone Weil y Bloy contra la noción misma de «buscar a Dios».]

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