Artículo 1:
¿El nacimiento de Cristo debió ser manifestado a todos?
lat
Objeciones por las que parece que el nacimiento de Cristo debió ser
manifestado a todos.
1. El cumplimiento debe corresponder a la promesa. Pero sobre la
promesa del nacimiento de Cristo se dice en Sal 49,3: Dios vendrá
manifiestamente. Y vino por su nacimiento terrenal. Luego parece
que su nacimiento debió ser manifestado a todo el mundo.
2. En 1 Tim 1,15 se lee: Cristo vino a este mundo para
salvar a los pecadores. Ahora bien, esto no se cumple más que en
cuanto se les manifiesta la gracia de Cristo, según aquellas palabras
de Tit 2,11-12: Apareció la gracia de Dios Salvador nuestro a todos
los hombres, enseñándonos para que, renunciando a la impiedad y a los
deseos mundanos, vivamos sobria, piadosa y justamente en este
mundo. Luego parece que el nacimiento de Cristo debió ser
manifestado a todos.
3. Dios, por encima de todo, es más inclinado a la
misericordia, según aquella expresión de Sal 144,9: Su misericordia
está por encima de todas sus obras. Pero en su segunda venida, en
la que juzgará justamente (cf. Sal 74,3), vendrá
manifiestamente para todos, según el texto de Mt 24,27: Como el
relámpago sale del oriente y se deja ver hasta el occidente, así será
la venida del Hijo del hombre. Luego con mayor razón debió ser
manifestada a todos su primera venida, cuando nació corporalmente en
el mundo.
Contra esto: está lo que se dice en Is 45,15: Tú eres un Dios
escondido, Santo de Israel, Salvador. Y lo que se lee en Is
53,3: Su rostro está como escondido y despreciado.
Respondo: El nacimiento de Cristo no debió ser
manifestado a todos en general. Primero, porque esto hubiera impedido
la redención humana, que fue realizada por medio de su cruz, pues,
como se dice en 1 Cor 2,8:
De haberlo conocido, nunca hubieran
crucificado al Señor de la gloria.
Segundo, porque esto hubiera debilitado el mérito de la fe, por la
que había venido a justificar a los hombres, según Rom 3,22: La
justicia de Dios por la fe en Jesucristo. Si, al nacer Cristo, su
nacimiento se hubiera manifestado a todos mediante signos claros,
desde entonces se hubiera suprimido la razón de la fe, que es la
prueba de lo que no se ve, como se lee en Heb 11,1.
Tercero, porque con esto se hubiera dudado sobre la verdad de su
humanidad. De donde dice Agustín en la Epístola ad Volusianum: Si no se hubiese hecho adulto de
infante, cambiando la edad; si no hubiese necesitado de alimento y de
sueño en modo alguno, ¿no hubiera consolidado la opinión errónea, y no
se hubiera creído que en modo alguno había tomado verdadera naturaleza
humana?; y, al hacerlo todo maravillosamente, ¿no hubiera destruido lo
que realizó misericordiosamente?
A las objeciones:
1. Esa sentencia se entiende de la
venida de Cristo para juzgar, como expone la Glosa a propósito del texto citado.
2. Sobre la gracia de Dios
Salvador habían de ser instruidos todos los hombres para su salvación,
no al principio de su nacimiento, sino después, andando el tiempo,
después de que hubiera realizado la salvación en medio de la
tierra (cf. Sal 73,12). Por lo que, después de su pasión y
resurrección, dijo a los discípulos en Mt 28,19: Yendo (por el
mundo), enseñad a todas las gentes.
3. Para el juicio es necesario
que se conozca la autoridad del juez, y por eso es necesario que la
venida de Cristo para juzgar sea manifiesta. Pero la primera venida
fue para la salvación de todos, que se realiza por medio de la fe, la
cual recae en las cosas que no se ven. Y, por este motivo, la primera
venida de Cristo debió ser escondida.
Artículo 2:
¿El nacimiento de Cristo debió ser manifestado a algunos?
lat
Objeciones por las que parece que el nacimiento de Cristo no debió
ser manifestado a nadie.
1. Como acabamos de decir (
a.1 ad 3), era conveniente para la
salvación de los hombres que la primera venida de Cristo fuese oculta.
Pero Cristo vino para salvar a todos, según aquellas palabras de 1 Tim
4,10:
El es Salvador de todos los hombres, sobre todo de los
fieles. Luego el nacimiento de Cristo no debió ser manifestado a
nadie.
2. Antes de que Cristo viniera al mundo les fue revelado a
la Santísima Virgen y a San José el futuro nacimiento de Aquél. Luego
no era necesario que, una vez nacido Cristo, fuese manifestado a otros
su nacimiento.
3. Ningún hombre prudente descubre aquello de lo que se
deriva la turbación y el daño de otros. Pero, una vez manifestado el
nacimiento de Cristo, se siguió la turbación, puesto que en Mt 2,3 se
dice: Oyendo el rey Herodes el nacimiento de Cristo, se
turbó y toda Jerusalén con él. Esto redundó también en perjuicio
de los otros, pues, con esta ocasión, Herodes mató en Belén y en
sus contornos a los niños de dos años para abajo (Mt 2,16). Luego
parece que no fue conveniente que el nacimiento de Cristo fuese
manifestado a algunos.
Contra esto: está que el nacimiento de Cristo no hubiera sido provechoso
para nadie en caso de haber sido oculto para todos. Pero convenía que
el nacimiento de Cristo fuese provechoso; de lo contrario, hubiera
nacido inútilmente. Luego parece que el nacimiento de Cristo debió ser
manifestado a algunos.
Respondo: Como escribe el Apóstol en Rom
13,1, las cosas que provienen de Dios están ordenadas. Y
pertenece al orden de la sabiduría divina que los dones de Dios y los
secretos de su sabiduría no lleguen por igual a todos, sino que se
dirijan inmediatamente a algunos y, por medio de ellos, se encaminen a
los otros. Por lo que, respecto al misterio de la resurrección, se
dice, en Act 10,40-41, que Dios concedió a Cristo resucitado que se hiciese visible, no a todo el pueblo, sino a los testigos
señalados de antemano por Dios. Luego esto debió observarse
también tocante a su nacimiento, para que Cristo no se manifestase a
todos, sino a algunos, por los que pudiera llegar a los
otros.
A las objeciones:
1. Como hubiera cedido en perjuicio
de la salvación humana el que todos los hombres conociesen el
nacimiento de Dios, así hubiera acontecido también en caso de no haber
sido conocido por nadie. De uno y otro modo se destruye la fe, a
saber: tanto si una cosa es enteramente manifiesta como si no es
conocida por nadie, de quien pueda ser oído el testimonio, pues la
fe viene de la audición, como se dice en Rom 10,17.
2. María y José debían ser
instruidos sobre el nacimiento de Cristo antes de que
se produjese, porque a ellos tocaba reverenciar al niño concebido en
el seno, y servirle una vez que hubiera nacido. Pero su testimonio, al
provenir de la familia, hubiera sido considerado como sospechoso en
cuanto a la grandeza de Cristo. Y por eso debió ser manifestado a
otros extraños, cuyo testimonio pudiera estar exento de
sospecha.
3. La turbación que se siguió de
la manifestación del nacimiento de Cristo era conveniente a tal
nacimiento. Primero, porque con esto queda patente la dignidad celeste
de Cristo. De donde dice Gregorio en una
Homilía:
Nacido el Rey del cielo, se turba el rey de la tierra, porque, en
efecto, la grandeza terrena queda confundida cuando se revela el
señorío celestial. Segundo, porque con esto se representaba la
potestad judicial de Cristo. Por lo que dice Agustín en un Sermón
sobre la
Epifanía'': ¿Qué será el tribunal del juez cuando la cuna
del niño aterraba a los reyes soberbios? Tercero, porque con esto
se figuraba el aniquilamiento del reino del diablo, pues, como dice el
papa León en un Sermón sobre la
Epifanía,
no es tanto Herodes el que se turba en sí mismo cuanto el diablo en
Herodes. Este le estimaba un hombre, mas el diablo lo tenía por Dios.
Y ambos a dos temían al sucesor de su reino: el diablo, al sucesor
celestial; Herodes, en cambio, al terrenal. En vano, sin embargo,
porque Cristo no había venido para tener un reino terreno en la
tierra, como dice el papa León, hablando a Herodes:
Tu palacio no es capaz de hospedar a Cristo, ni el Señor del mundo
puede quedar satisfecho con la estrechez del poder de tu
reino.
El que los judíos se turbasen, cuando más bien deberían alegrarse, se
debe o a que, como dice el Crisóstomo, los inicuos
no podían alegrarse de la venida del justo, o a que querían
lisonjear a Herodes, a quien temían, porque el pueblo halaga más de
lo justo a aquellos cuya crueldad soporta.
La muerte que los niños recibieron de Herodes no cedió en detrimento
de los mismos, sino en su provecho. Dice Agustín en su Sermón sobre
la Epifanía: No quiera Dios que pensemos que
Cristo, que vino a liberar a los hombres, no hiciese nada por el
premio de los que eran muertos por su causa, El, que, colgado de la
cruz oró por los que le mataban.
Artículo 3:
¿Estuvieron bien escogidos aquellos a los que fue manifestado el
nacimiento de Cristo?
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Objeciones por las que parece que no fueron debidamente elegidos
aquellos a quienes fue manifestado el nacimiento de
Cristo.
1. En Mt 10,5 ordenó el Señor a sus discípulos: No vayáis a los
gentiles; sin duda para manifestarse a los judíos antes que a los
gentiles. Luego parece que mucho menos debió darse a conocer desde el
principio el nacimiento de Cristo a los gentiles, que vinieron del
oriente, como se lee en Mt 2,1.
2. La revelación de la verdad divina debe hacerse
principalmente a los amigos de Dios, conforme a aquellas palabras de
Job 36,33: Habla de (su obra) a su amigo. Ahora bien,
parece que los magos son enemigos de Dios, pues en Lev 19,31 se
dice: No acudáis a los magos ni preguntéis a los adivinos.
Luego el nacimiento de Cristo no debió ser revelado a los
magos.
3. Cristo vino a liberar al mundo entero del poder del
diablo, por lo que se dice en Mal 1,11: Desde donde nace el sol
hasta su ocaso, grande es mi nombre entre las naciones. Luego no
debió manifestarse solamente a los que habitan en el oriente, sino
también a los que viven en todo el mundo.
4. Todos los sacramentos de la ley antigua eran figura
de Cristo. Ahora bien, los sacramentos de la ley antigua eran
administrados por ministerio de los sacerdotes legales. Luego parece
que el nacimiento de Cristo más debió ser revelado a los sacerdotes en
el templo que a los pastores en el campo (Lc 2,8).
5. Cristo nació de madre virgen, y él mismo era,
cronológicamente, niño. Luego parece que hubiera sido más conveniente
que se manifestase a los jóvenes y a las vírgenes que a los ancianos y
casados, o a las viudas, como Simeón y Ana (Lc 2,25).
Contra esto: está que en Jn 13,18 se dice: Yo sé bien a quiénes
elegí. Pero las cosas que se hacen según la sabiduría de Dios, se
hacen adecuadamente. Luego fueron elegidos
debidamente aquellos a quienes fue manifestado el nacimiento de
Cristo.
Respondo: La salvación que Cristo iba a
realizar pertenecía a toda la multiplicidad humana, pues, como se lee
en Col 3,11, en Cristo no hay varón y mujer, gentil y judío,
esclavo y libre, y así sucede con otras cosas por el estilo. Y,
para que esto quedase prefigurado en el mismo nacimiento de Cristo,
fue manifestado a hombres de toda condición. Porque, como dice Agustín
en un Sermón sobre la Epifanía, los pastores
eran israelitas; los Magos, gentiles. Aquéllos estaban cerca, éstos
vinieron de lejos. Unos y otros corrieron juntos como a su piedra
angular. Hubo también entre ellos otra diferencia: los Magos
fueron sabios y poderosos; los pastores, humildes y plebeyos. También
se reveló a justos, tales Simeón y Ana, y a pecadores, a saber, los
Magos. Se manifestó asimismo a hombres y mujeres, como Ana, para
demostrar con ello que ninguna clase de hombres quedaba excluida de la
salvación de Cristo.
A las objeciones:
1. La manifestación del nacimiento
de Cristo fue una anticipación de la revelación plena que vendría
luego. Y como en la segunda manifestación la gracia de Cristo fue
anunciada por el propio Cristo y sus Apóstoles, primero a los judíos y
luego a los gentiles, así también se acercaron a Cristo en primer
lugar los pastores, que eran las primicias de los judíos, como los que
vivían más cerca; y luego vinieron de lejos los Magos, que fueron las primicias de los gentiles, como dice Agustín.
2. Como expone Agustín en un
Sermón sobre la
Epifanía,
como prevalece la
impericia en la rusticidad de los pastores, así prevalece la impiedad
en los sacrilegios de los magos. Sin embargo, Aquel que es la piedra
angular consagró a sí mismo a unos y otros, porque vino a escoger lo
necio para confundir a los sabios, y no a llamar a los justos, sino a
los pecadores, afín de que ningún grande se ensoberbeciese y ningún
débil se desesperase.
Sin embargo, algunos opinan que estos Magos no fueron
hechiceros, sino sabios astrólogos, que entre los persas o los caldeos
se llaman magos.
3. Como expone el
Crisóstomo,
los Magos vinieron del Oriente, porque
de donde nace el día, de allí partió el principio de la fe, puesto que
la fe es la luz de las almas. O
porque cuantos vienen de
Cristo, vienen de El y por El; de donde en Zac 6,12 se
escribe:
He aquí el varón, cuyo nombre es Oriente.
Se dice, a la letra, que vinieron del oriente, o porque procedían,
según algunos, de las regiones extremas del oriente, o
porque vinieron de algunas comarcas vecinas de los judíos, pero que
están situadas al oriente del país de los judíos.
Sin embargo, también es creíble que apareciesen señales del
nacimiento de Cristo en otras partes del mundo, como sucedió en Roma,
donde manó aceite, o en España, donde aparecieron tres
soles que, poco a poco, se convirtieron en uno solo.
4. Como expone el
Crisóstomo, el ángel que anunció el nacimiento de
Cristo no se dirigió a Jerusalén, ni fue en busca de los escribas y
fariseos, porque estaban corrompidos y eran presa de la envidia. Los
pastores, en cambio, eran sinceros y cultivaban el antiguo estilo de
vida de los patriarcas y de Moisés.
Estos pastores anunciaban también a los doctores de la Iglesia, a los
que son revelados los misterios de Cristo, que estaban ocultos para
los judíos.
5. Como comenta
Ambrosio, el nacimiento del Señor debió ser
testificado no sólo por los pastores, sino también por los ancianos y
por los justos, cuyo testimonio resultaba más
creíble por su santidad.
Artículo 4:
¿Debió revelar su nacimiento el propio Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que el propio Cristo debió dar a
conocer su nacimiento.
1. La causa que actúa por sí misma es siempre más noble que la que
obra movida por otro, como se dice en el VIII Physic.. Pero Cristo manifestó su nacimiento por
medio de otros, a saber: a los pastores por medio de los ángeles, y a
los Magos por la estrella. Luego con mayor razón debió revelar El
mismo su nacimiento.
2. En Eclo 20,32 se dice: Sabiduría oculta y tesoro
escondido: ¿Quéprovecho hay en los dos? Ahora bien, Cristo, desde
el principio de su concepción, poseyó en plenitud el tesoro de la
sabiduría y de la gracia. Por consiguiente, de no haber manifestado
esta plenitud con obras y palabras, la sabiduría y la gracia le
hubieran sido dadas en vano. Lo cual resulta inconveniente, porque
Dios y la naturaleza no hacen nada en vano, como se dice en el
I De cáelo.
3. En el libro De Infantia Salvatoris
se lee que Cristo hizo muchos milagros en su
niñez. Y así da la impresión de que el mismo dio a conocer su
nacimiento.
Contra esto: está lo que dice el papa León: Los Magos
encontraron un Niño Jesús que en nada se diferenciaba de la
generalidad de los niños. Ahora bien, los otros niños no se dan a
conocer por sí mismos. Luego tampoco convino que Cristo revelase por
sí mismo su nacimiento.
Respondo: El nacimiento de Cristo estaba
ordenado a la salvación de los hombres, que se consigue por medio de
la fe. Pero la fe que salva, confiesa la divinidad y la humanidad de
Cristo. Por consiguiente, era necesario que el nacimiento de Cristo
fuese revelado de tal modo que la demostración de su divinidad no
perjudicase la fe en su humanidad. Y esto sucedió al manifestar Cristo
en sí mismo la semejanza de la flaqueza humana, y al demostrar, no
obstante, el poder de su divinidad por medio de las criaturas de Dios.
Y por eso Cristo no reveló por sí mismo su propio nacimiento, sino a
través de sus criaturas.
A las objeciones:
1. En el terreno de la generación y
el movimiento es necesario llegar a lo perfecto por medio de lo
imperfecto. Y, por ese motivo, Cristo se manifestó primero por medio
de otras criaturas, y después se reveló el mismo con una manifestación
perfecta.
2. Aunque la sabiduría escondida
resulte inútil, no toca, sin embargo, al sabio manifestarse en
cualquier momento, sino en el tiempo oportuno, pues en Eclo 20,6 se
dice: Hay quien calla porque no tiene respuesta; y hay quien calla
conociendo el tiempo oportuno. Así pues, la sabiduría dada a
Cristo no fue inútil, porque se manifestó a sí misma en el tiempo
oportuno. Y el haber permanecido oculta el tiempo oportuno es señal de
sabiduría.
3. El libro De Infantia
Salvatoris es apócrifo. Y el Crisóstomo, In
loann., dice que Cristo no hizo milagros antes de
convertir el agua en vino, conforme a lo que se lee en Jn 2,11: Este fue el primero de los milagros de Jesús. Si hubiera hecho
milagros en el principio de su vida, los israelitas no hubieran
necesitado que lo manifestase otro, cuando, sin embargo, Juan
Bautista dice en Jn 1,31: Para que sea manifestado a Israel, por
eso he venido yo a bautizar con agua. Justificadamente, pues, no
comentó a hacer milagros en los albores de su vida. Hubieran tomado su
encarnación por una fantasía, y le hubieran crucificado antes del
tiempo oportuno, deshechos de envidia.
Artículo 5:
¿El nacimiento de Cristo debió ser manifestado por los ángeles y por
medio de la estrella?
lat
Objeciones por las que parece que el nacimiento de Cristo no debió
ser manifestado por los ángeles (Lc 2,8).
1. Los ángeles son sustancias espirituales, según palabras de Sal
103,4: Que hace ángeles a sus espíritus. Pero el nacimiento de
Cristo acontecía según la carne, no según su sustancia espiritual.
Luego no debió ser manifestado por los ángeles.
2. La afinidad de los justos con los ángeles es mayor que
con cualesquiera otros seres, conforme a aquellas palabras de Sal
33,8: El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen, y los
libra. Ahora bien, a los justos, esto es, a Simeón y Ana, no les
manifestaron los ángeles el nacimiento de Cristo. Luego tampoco
debieron manifestarlo a los pastores.
3. Parece que ni a los Magos debió serles manifestado el
nacimiento de Cristo por medio de la estrella (Mt 2,2.9), pues da la
impresión de que eso sería ocasión de error para los que piensan que
los astros se enseñorean del nacimiento de los hombres. Pero las
ocasiones de pecar deben ser apartadas de los hombres. Luego no fue
conveniente que el nacimiento de Cristo fuese revelado por medio de la
estrella.
4. Para que algo sea manifestado por medio de un signo,
éste debe ser cierto. Ahora bien, la estrella no parece que sea una
señal segura del nacimiento de Cristo. Luego resulta incorrecto que el
nacimiento de Cristo fuese manifestado por medio de una
estrella.
Contra esto: está lo que se dice en Dt 32,4: Las obras de Dios son
perfectas. Ahora bien, tal manifestación fue obra de Dios. Luego
se realizó mediante señales oportunas.
Respondo: Como la demostración silogística se
hace por medio de las nociones que son más conocidas de aquel a quien
se trata de demostrar algo, así la manifestación que se realiza
mediante señales debe hacerse por medio de las que son familiares a
aquellos a quienes se orienta la manifestación. Pero es claro que a
los justos les resulta familiar y habitual el ser instruidos por
interior instinto del Espíritu Santo, a saber, por el espíritu de
profecía, sin la demostración de signos sensibles. Mas otros,
acostumbrados a las cosas corporales, son llevados mediante éstas a
las espirituales. Los judíos estaban acostumbrados a recibir las
instrucciones divinas por medio de ángeles, mediante los cuales
también habían recibido la Ley, según aquellas palabras de Act
7,53:
Recibisteis la Ley por ministerio de los ángeles. Los
gentiles, en cambio, y sobre todo los astrólogos, estaban
acostumbrados a contemplar el curso de las estrellas. Y por eso, a los
justos, esto es, a Simeón y a Ana, les fue revelado el nacimiento de
Cristo por interior instinto del Espíritu Santo, según el texto de Le
2,26:
Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría
antes de ver al Ungido del Señor. Pero a los pastores y a los
Magos, como dados a las cosas corporales, les fue manifestado el
nacimiento de Cristo por medio de apariciones visibles. Y como el
nacimiento no era puramente terrenal, sino en cierto modo celestial,
por eso les fue revelado el nacimiento de Cristo a unos y otros
mediante señales celestes, pues, como dice Agustín en su Sermón sobre
la
Epifanía, los ángeles moran en los cielos, y los
astros los hermosean; a unos y a otros cuentan los cielos la gloria de
Dios.
Con razón, pues, fue revelado el nacimiento de Cristo a los pastores
por los ángeles, como a judíos, entre los cuales fueron frecuentes las
apariciones angélicas; a los Magos, en cambio, como acostumbrados a la
contemplación de los cuerpos celestes, fue manifestado mediante la
señal de la estrella. Porque, como dice el Crisóstomo, el Señor, condescendiendo con ellos, quiso llamarlos por medio de
las cosas a que estaban habituados. Hay todavía otra razón.
Porque, como dice Gregorio, a los judíos, como a
seres que usan de la razón, debió predicarles un ser racional, esto
es, un ángel. Los gentiles, en cambio, que no sabían servirse de la
razón para conocer a Dios, son conducidos a El no por medio de la voz
sino mediante señales. Y como los predicadores anunciaron a los
gentiles un Señor que ya hablaba, así los elementos mudos lo predicaron
cuando todavía no hablaba. Puede añadirse incluso una tercera
razón. Porque, como expone Agustín en un Sermón sobre la Epifanía, Abrahán tenía la promesa de una
descendencia innumerable, que sería engendrada no por vía carnal, sino
por la fecundidad de la fe. Y por eso fue comparada a la muchedumbre
de las estrellas, con el fin de que surgiese la esperanza de una
descendencia celestial. Y por ese motivo los gentiles, designados por las estrellas, son animados por la aparición de un
nuevo astro para que se lleguen a Cristo, por
quien se convierten en descendencia de Abrahán.
A las objeciones:
1. Necesita de manifestación lo
que de suyo es oculto, pero no lo que, por naturaleza, es manifiesto.
Ahora bien, la carne del que acababa de nacer era manifiesta, mientras
que su divinidad era oculta. Y por eso su nacimiento es manifestado
convenientemente por los ángeles, que son ministros de Dios. Por lo
que el ángel apareció también rodeado de claridad, para hacer ver que
el que acababa de nacer era el esplendor de la gloria del Padre
(cf. Heb 1,3).
2. Los justos no necesitaban de
la aparición visible de los ángeles, sino que, por perfectos, tenían
suficiente con el instinto interior del Espíritu Santo.
3. La estrella que reveló el
nacimiento de Cristo eliminó toda ocasión de error. Como escribe
Agustín en
Contra Faustum, ninguna clase de astrólogos estableció
el destino de los hombres que iban a nacer por las estrellas, de tal
manera que aseverasen que, nacido un hombre, una estrella abandonase
su curso y se dirigiese a aquel que había nacido, como sucedió con
la estrella que manifestó el nacimiento de Cristo. Y por tanto, con
esto no queda confirmado el error de quienes
piensan que la suerte
de los hombres que nacen está vinculada al orden de los astros, pero
que no creen que el orden de los astros pueda alterarse con el
nacimiento de un hombre.
Igualmente, como dice el Crisóstomo, no es misión
de la astronomía conocer, por medio de las estrellas, a los que nacen,
sino predecir las cosas futuras a partir de la hora del nacimiento. Y
los Magos no conocieron el tiempo del nacimiento para que, partiendo
de aquí, conociesen el futuro por el movimiento de las estrellas, sino
que procedieron más bien al contrario.
4. Como cuenta el
Crisóstomo, en algunos escritos apócrifos se lee que
cierta nación que habita en el extremo oriente, junto al Océano,
poseía un escrito, con el nombre de
Set, que habla de esta
estrella y de los dones que deben ser ofrecidos en esa línea. Ese
pueblo vigilaba con diligencia el nacimiento de tal estrella mediante
doce exploradores que, en determinadas estaciones del año, subían
devotamente a una montaña. En ella vieron un día una estrella que
contenía como la figura de un niño y sobre ella la imagen de una
cruz.
Cabe decir también, como se expone en el libro De quaest. Nov. et
Vet. Test., que los Magos seguían la tradición de Balaam,
que anunció: Una estrella saldrá de Jacob (Núm 24,17). Por
donde, al ver una estrella fuera de la disposición acostumbrada,
interpretaron que era la predicha por Balaam como anunciadora del rey de
los judíos.
O puede entenderse, como dice Agustín en un Sermón sobre la Epifanía, que los Magos escucharon de los ángeles un aviso que
revelaba que la estrella anunciaba a Cristo recién nacido. Y
parece probable que lo recibiesen de los buenos, cuando ya
buscaban su salvación en Cristo, a quien iban a adorar.
O, finalmente, como dice el papa León en un Sermón sobre la Epifanía, fuera de la figura que estimuló su mirada corporal, un rayo
de verdad más brillante, que pertenecía a la iluminación de la fe,
adoctrinó sus corazones.
Artículo 6:
¿El nacimiento de Cristo fue manifestado en el orden
debido?
lat
Objeciones por las que parece que el nacimiento de Cristo fue
anunciado en un orden incorrecto.
1. El nacimiento de Cristo debió ser manifestado en primer lugar a
los más allegados a Cristo, y a los que más le anhelaban, conforme a
aquellas palabras de Sab 6,14: Se adelanta a los que la desean,
para manifestárseles. Pero los justos eran los más allegados a
Cristo por la fe, y eran los que más deseaban su venida, por lo que en
Lc 2,25 se dice de Simeón que era un hombre justo y temeroso de
Dios, que esperaba la redención de Israel. Luego el nacimiento de
Cristo hubiera debido ser manifestado a Simeón antes que a los
pastores y a los Magos.
2. Los Magos fueron las primicias de la gentilidad
que había de creer en Cristo. Pero la plenitud de
los gentiles accede primeramente a la fe, y después será
salvado todo Israel, como se dice en Rom 11,25-26. Luego el
nacimiento de Cristo debió ser manifestado antes a los Magos que a los
pastores.
3. En Mt 2,16 se dice que Herodes mató a todos los
niños que había en Belén y en sus contornos, de dos años para abajo,
según el tiempo que había inquirido de los Magos. Y así da la
impresión de que los Magos llegaron a Cristo a los dos años de su
nacimiento. Por consiguiente, el nacimiento de Cristo fue manifestado
a los gentiles de modo inadecuado después de tanto
tiempo.
Contra esto: está lo que se dice en Dan 2,21: El cambia los tiempos y
los momentos. Y así parece que el tiempo de la manifestación del
nacimiento de Cristo fue dispuesto en el orden oportuno.
Respondo: El nacimiento de Cristo fue revelado
primeramente a los pastores, el mismo día en que tuvo lugar. Como se
dice en Lc 2,8.15.16,
había unos pastores en la misma región que
velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y
cuando los ángeles se apartaron de ellos yéndose al cielo, se decían
unos a otros: Pasemos a Belén. Y vinieron corriendo. En segundo
lugar llegaron a Cristo los Magos, el día trece de su nacimiento, día
en que se celebra la fiesta de la Epifanía. Si hubieran venido pasados
uno o dos años, no le hubieran encontrado en Belén, puesto que en Le
2,39 se dice que,
una vez que cumplieron todo conforme a la ley del
Señor, esto es, ofreciendo al Niño Jesús en el templo,
volvieron a Galilea, a su ciudad, es decir, a
Nazaret. En
tercer lugar fue revelado a los justos en el templo, a los cuarenta
días de haberse producido, como se lee en Lc 2,22.
La razón de este orden es que: Por los pastores están significados
los Apóstoles y otros creyentes del pueblo judío, a quienes primero
fue dada a conocer la fe de Cristo, (y) entre los cuales no hubo muchos poderosos ni muchos nobles, como se dice en 1 Cor 1,26. En
segundo lugar, la fe de Cristo llegó a la plenitud de las naciones,
prefigurada por los Magos. Y en tercer lugar llegó a la plenitud de
los judíos, prefigurada por los justos. Por lo que también a éstos se
les manifestó Cristo en el templo de los judíos.
A las objeciones:
1. Como declara el Apóstol en Rom
9,30-31, Israel, siguiendo la ley de la justicia, no llegó a la ley
de la justicia; pero los gentiles, que no buscaban la
justicia, se anticiparon en común a los judíos en la justicia de
la fe. Y, en figura de esto, Simeón, que esperaba la consolación de
Israel, conoció en último lugar a Cristo recién nacido; y le
precedieron los Magos y los pastores, que no esperaban con tanto
cuidado el nacimiento de Cristo.
2. Aunque la plenitud de los
gentiles entró primero en la fe que la plenitud de los judíos, sin
embargo las primicias de los judíos se anticiparon en la fe a las
primicias de los gentiles. Y por eso el nacimiento de Cristo fue
revelado a los pastores antes que a los Magos.
3. Sobre la aparición de la
estrella a los Magos hay dos opiniones. El Crisóstomo, en
Super
Mt., y Agustín, en un Sermón sobre la
Epifanía, dicen que la estrella se apareció a los
Magos dos años antes del nacimiento de Cristo; y meditando primero y
preparándose para el camino, llegaron a Cristo, desde las remotísimas
tierras del oriente, el día trece después de su nacimiento. Por lo que
también Herodes, inmediatamente después de la partida de los Magos,
viéndose burlado por ellos, mandó matar a los niños de dos años para
abajo, temiendo que Cristo hubiera nacido cuando apareció la estrella,
de acuerdo con lo que había escuchado de los Magos.
Otros, en cambio, sostienen que la estrella se
apareció en seguida de haber nacido Cristo y que los Magos, vista la
estrella, emprendieron inmediatamente el camino, haciendo el
larguísimo camino en trece días, en parte llevados por la virtud
divina, y en parte ayudados por la velocidad de sus dromedarios. Y
esto lo digo en el caso de que viniesen de las partes extremas del
oriente. Sin embargo, algunos dicen que vinieron de una
región cercana, de donde fue Balaam, de cuya doctrina fueron ellos
herederos. Y se dice que vinieron del oriente porque su tierra está
situada al oriente del territorio de los judíos. Y de acuerdo con
esto, Herodes no mató a los niños inmediatamente después de la partida
de los Magos, sino pasados dos años. O porque se cuenta que, entre
tanto, fue a Roma, donde había sido
acusado; o porque, agitado por el terror de algunos peligros,
desistió entre tanto de su preocupación por matar al niño. O porque
pudo creer que los Magos, engañados por una falsa visión de la
estrella, después de no encontrar al que pensaron había nacido,
sintieron vergüenza de volver a él, como dice Agustín en su
libro De consensu Evangelist.. Y por esto mató
no sólo a los de dos años, sino también a los de menos, porque, como
dice Agustín en un Sermón sobre los Inocentes, temía que el niño a quien sirven las estrellas transformara su
aspecto un poco por encima o por debajo de su edad.
Artículo 7:
¿La estrella que se apareció a los Magos fue uno de los astros del
cielo?
lat
Objeciones por las que parece que la estrella que se apareció a los
Magos fue uno de los astros del cielo.
1. Dice Agustín en un Sermón sobre la Epifanía: Mientras Dios
está colgado de los pechos y soporta la envoltura de unos pobres pañales, de repente brilló en el cielo un nuevo astro. Luego fue una
estrella del cielo la que se apareció a los Magos.
2. Dice Agustín en otro Sermón sobre la Epifanía: Cristo es revelado a los pastores por los ángeles, y a
los Magos por medio de una estrella. A unos y otros habla la lengua
de los cielos, porque había cesado la lengua de los profetas. Pero
los ángeles que se aparecieron a los pastores fueron de verdad ángeles
del cielo. Luego la estrella que se apareció a los Magos fue también
verdaderamente un astro del cielo.
3. Las estrellas que no están en el cielo, sino en el
aire, se llaman cometas, que no aparecen en el nacimiento de los
reyes, siendo más bien señales de muerte. Pero aquella estrella
indicaba el nacimiento de un Rey; por lo que dicen los Magos en Mt
2,2: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos
visto su estrella en oriente. Luego parece que fue una de las
estrellas del cielo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Contra Faustum: No
era una de las estrellas que desde el inicio de la creación guardan el
orden de sus recorridos bajo la ley del Creador; sino que, ante el
nuevo parto de la Virgen, apareció una nueva estrella.
Respondo: Como expone el Crisóstomo en
Super
Mt., la estrella que se apareció a los Magos no
fue uno de los astros del cielo. Y esto es claro por muchas razones.
Primero, porque ninguna otra estrella va por este camino, ya que ésta
se desplazaba de norte a sur, pues ésta es la situación de Judea con
relación a Persia, de donde vinieron los Magos.
Segundo, por el tiempo, puesto que se dejaba ver no sólo en la noche,
sino también al mediodía. De esto no es capaz una estrella; y ni
siquiera la luna.
Tercero, porque unas veces aparecía y otras se ocultaba. Cuando
entraron en Jerusalén, se ocultó; luego, cuando dejaron a Herodes,
volvió a aparecerse.
Cuarto, porque no se movía continuamente, sino que, cuando convenía
que caminasen los Magos, ella se ponía en marcha; en cambio, cuando
convenía que se detuviesen, también ella se detenía, como acontecía
con la columna de nube en el desierto (Ex 40,34; Dt
1,33).
Quinto, porque no mostró el parto de la Virgen quedándose en lo alto,
sino descendiendo a lo bajo. En Mt 2,9 se dice que la estrella que
habían visto en oriente los precedía, hasta que, llegando al sitio en
que estaba el Niño, se detuvo. De donde resulta claro que la
expresión de los Magos: Vimos su estrella en oriente, no debe
entenderse como si, estando ellos en el oriente, hubiese aparecido la
estrella en Judea, sino como que ellos la vieron en oriente,
precediéndoles a ellos hasta Judea (aunque algunos muestran sus dudas
sobre esto ). No hubiera podido señalar la casa con
claridad de no haber estado próxima a la tierra. Y, como dice el
propio Crisóstomo, este comportamiento no parece propio de una
estrella, sino de una potencia racional. De donde se saca la
impresión de que esta estrella fue un poder invisible transformado en
tal figura.
Por lo que algunos sostienen que, como sobre el Señor
bautizado descendió el Espíritu Santo en forma de paloma (cf. Mt 3,16;
Me 1,10; Lc 3,22), así se apareció a los Magos en forma de estrella.
Otros, en cambio, dicen que el ángel que se apareció a
los pastores en forma humana (cf. Lc 2,9) se apareció a los Magos en
figura de estrella. Sin embargo, parece más probable que fuese una
estrella creada de nuevo, no en el cielo, sino en la atmósfera próxima
a la tierra, y que se desplazaba a voluntad de Dios. Por lo que el
papa León dice en un Sermón sobre la Epifanía: En la región del Oriente se apareció a los tres Magos una
estrella de claridad desconocida que, al ser más fulgurante y hermosa
que los demás astros, atraía sobre sí los ojos y los corazones de los
que la miraban, para que se advirtiese al punto que no era vano lo que
tan insólito parecía.
A las objeciones:
1. En la Sagrada Escritura, cielo
a veces significa el aire, conforme a la expresión: Las aves del
cielo y los peces del mar (Sal 8,9).
2. Los mismos ángeles del cielo
tienen como ministerio propio descender hasta nosotros, enviados
para servirnos (Heb 1,14). Pero las estrellas del cielo no cambian
de sitio. Por lo que la razón no es análoga.
3. Como esta estrella no siguió
el curso de las estrellas del cielo, así tampoco siguió el de los
cometas, que no se dejan ver de día, ni cambian su recorrido normal.
Y, sin embargo, el significado de los cometas no estaba ausente del
todo. Porque el reino celeste de Cristo pulverizó y aniquiló a
todos los reinos de la tierra, y él subsistirá eternamente, como
se dice en Dan 2,44.
Artículo 8:
¿ Vinieron convenientemente los Magos a adorar y venerar a
Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que los Magos no vinieron
convenientemente a adorar y venerar a Cristo.
1. A cada rey le es debida la reverencia por parte de sus súbditos.
Pero los Magos no pertenecían al reino de los judíos. Luego, al
conocer por la visión de la estrella que el nacido era el rey de
los judíos, parece que su venida para adorarle no fue
oportuna.
2. Cuando vive un rey, parece una necedad anunciar a otro
extranjero. Ahora bien, en el reino judío reinaba Herodes. Luego los
Magos se comportaron neciamente cuando anunciaron el nacimiento de un
rey.
3. Una señal celestial es más segura que una humana. Pero
los Magos habían venido a Judea desde el oriente guiados por una señal
celestial. Luego procedieron neciamente cuando, además de la señal de
la estrella, buscaron una señal humana, preguntando: ¿Dónde está el
Rey de los judíos que acaba de nacer? (Mt 2,2).
4. La ofrenda de dones y la reverencia de la sumisión no
se debe más que a los reyes que están ya reinando. Ahora bien, los
Magos no encontraron un Cristo resplandeciente con la dignidad regia.
Luego le ofrendaron los dones y la reverencia regia
indebidamente.
Contra esto: está lo que se dice en Is 60,3: Andarán las gentes a tu
luz y los reyes al fulgor de tu aurora. Pero los que son guiados
por la luz divina no yerran. Luego los Magos rindieron reverencia a
Cristo sin error de ninguna clase.
Respondo: Como queda expuesto (
a.3 ad 1; a.6 arg.2), los Magos son
las primicias de las naciones que creen
en Cristo, en medio de las cuales apareció, como en un presagio, la fe
y la devoción de las gentes que vienen a Cristo de lejos. Y por eso,
como la devoción y la fe de las gentes está exenta de error por la
inspiración del Espíritu Santo, así también es preciso creer que los
Magos, inspirados por el Espíritu Santo, manifestaron prudentemente su
reverencia a Cristo.
A las objeciones:
1. Como expone Agustín en un Sermón
sobre la Epifanía, habiendo nacido y muerto
muchos reyes de los judíos, los Magos no buscaron a ninguno de ellos
para adorarlo. Asi pues, no es a un rey de los judíos como
los que entonces solía haber al que los extranjeros,
venidos de lejanas tierras, y enteramente extraños, pensaban rendir
este homenaje tan excepcional. Sino que llegaron a conocer que el
recién nacido era de tal categoría que no dudaron lo más mínimo de
que, adorándole, habían de conseguir la salvación que se produce
conforme a los planes de Dios.
2. Mediante aquel anuncio de los
Magos quedaba prefigurada la constancia de los gentiles confesando a
Cristo hasta la muerte. Por lo cual dice el Crisóstomo en Super
Mt.: Al mirar con atención al Rey futuro, no
temían al rey presente. Todavía no habían visto a Cristo, y ya estaban
dispuestos a morir por El.
3. Como explica Agustín en un
Sermón sobre la Epifanía, la estrella que condujo a
los Magos hasta el lugar en que estaba el Dios Niño con su madre
virgen podía llevarlos a la ciudad de Belén, en la que nació Cristo.
Sin embargo, se ocultó hasta que los judíos testificaron acerca de la
ciudad en que nacería Cristo, para que así, ratificados por un doble
testimonio, como dice el papa León, deseasen
con fe más ardiente al que manifestaban el resplandor de la estrella y
la autoridad de la profecía. Así, ellos mismos anuncian el
nacimiento de Cristo, y preguntan por el lugar, creen e
inquieren, como significando a los que caminan en la fe y desean la
visión, según dice Agustín en otro Sermón sobre la Epifanía. Los judíos, en cambio, al indicarles el lugar del
nacimiento de Cristo, se hicieron semejantes a los constructores
del arca de Noé, que proporcionaron a otros el medio para escaparse,
mientras que ellos perecieron en el diluvio. Los que inquirían oyeron
y se fueron; pero los doctores respondieron y se quedaron, semejantes
a las piedras miliarias, que señalan el camino y no andan. Y también por disposición divina sucedió que, oculta la
estrella a su vista, los Magos, movidos por instinto humano, se
dirigiesen a Jerusalén, buscando en la ciudad regia al recién nacido,
para que en Jerusalén se anunciase públicamente por primera vez el
nacimiento de Cristo, de acuerdo con las palabras de Is 2,3: De
Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor; y para
que también con la diligencia de los Magos, que venían de lejos,
quedase condenada la pereza de los judíos, que habitaban cerca.
4. Como comenta el Crisóstomo en Super Mt., si los Magos hubieran venido en
busca de un rey terrenal, hubieran quedado confusos por haber
acometido sin causa el trabajo de un camino tan largo. Por lo
cual, ni hubieran adorado, ni hubieran ofrecido regalos. Pero, como
buscaban a un rey celestial, aunque no vieron en él nada de la
majestad real, le adoraron, no obstante, satisfechos con sólo el
testimonio de la estrella. Ven a un hombre, pero reconocen a Dios
en él. Y le ofrecieron regalos conformes con la dignidad de Cristo: Oro, como a un gran rey; incienso, empleado en el sacrificio sagrado,
como a Dios; mirra, con la que se embalsaman los cuerpos de los
muertos, como a quien había de morir por la salvación de
todos. Y, como añade Gregorio, se
nos instruye para que ofrezcamos al Rey recién nacido el
oro, que significa la sabiduría, resplandeciendo ante su mirada con
la luz de la sabiduría; el incienso, mediante el cual se
expresa la devoción de la oración, lo ofrecemos a Dios, si
somos capaces de exhalar el perfume de Dios, mediante el ardor de la
oración; la mirra, que significa la mortificación de la
carne, la ofrecemos si mortificamos los vicios de la carne
por medio de la abstinencia.