Artículo 1:
¿Es verdadera la proposición «Dios es hombre»?
lat
Objeciones por las que parece que la proposición Dios es
hombre resulta falsa.
1. Toda proposición afirmativa en una materia remota es falsa. Pero
la proposición Dios es hombre cumple esa condición, porque las
formas significadas por el sujeto y el predicado son distantes en
grado máximo. Luego, siendo afirmativa la proposición antedicha,
parece que es falsa.
2. Entre las tres divinas personas hay más afinidad que
entre la naturaleza humana y la naturaleza divina. Pero, en el
misterio de la Trinidad, una persona no se predica de la otra, puesto
que no decimos que el Padre es el Hijo, o viceversa. Luego parece que
tampoco es posible predicar de Dios la naturaleza humana, con el fin
de decir que Dios es hombre.
3. Dice Atanasio que así como el alma y
el cuerpo forman un solo hombre, así también Dios y el hombre
constituyen un solo Cristo. Pero la proposición el alma es el
cuerpo es falsa. Luego también es falsa la proposición Dios es
hombre.
4. Como se dijo en la
Primera Parte (
q.39 a.4), lo
que se predica de Dios, no relativa sino absolutamente, conviene a
toda la Trinidad y a cada una de las personas. Pero la palabra
hombre no es algo relativo, sino absoluto.
Luego, en caso de predicarse de Dios, se sigue que toda la Trinidad y
cada una de las personas serían hombre, lo que manifiestamente es
falso.
Contra esto: está lo que se lee en Flp 2,6-7: El cual, existiendo en
la forma de Dios, se anonadó tomando la forma de siervo, haciéndose
semejante a los hombres y apareciendo, en su porte exterior, como un
hombre. Y, de este modo, el que existe en forma de Dios es hombre.
Pero el que existe en la forma de Dios es Dios. Luego Dios es
hombre.
Respondo: La proposición
Dios es hombre
es admitida por todos los cristianos; pero no todos la aceptan por la
misma razón. Algunos la aceptan a condición de que esos términos no se
tomen en sentido propio. En efecto, los Maniqueos dicen
que el Verbo de Dios es hombre, pero no hombre verdadero, sino
aparente, porque sostienen que el Hijo de Dios asumió un cuerpo
imaginario, de manera que se afirme que Dios es hombre en el sentido
en que se dice que es hombre la estatua de cobre fundida en forma de
hombre. Igualmente, quienes enseñaban (
supra q.2 a.6) que
el alma y el cuerpo de Cristo no estaban unidos, tampoco admitieron
que Dios fuese verdadero hombre, siéndolo sólo figurativamente, por
razón de las partes que lo integraban. Pero ya hemos demostrado antes
(
q.2 a.5;
q.5 a.1) que ambas opiniones son falsas.
Otros, por el contrario, admiten la verdad de la humanidad de Cristo,
pero niegan la verdad de su divinidad. Dicen, efectivamente, que
Cristo, que es Dios y hombre, no es Dios por naturaleza, sino por
participación, esto es, por gracia, lo mismo que todos los santos son
llamados dioses (Sal 81,6; Jn 10,34); aunque Cristo lo es de una
manera más excelente que los demás, por ser su gracia más abundante.
Y, en este sentido, cuando decimos Dios es hombre, la
palabra Dios no supone que lo sea de verdad y por naturaleza.
Tal es la herejía de Fotino, que antes hemos desechado (q.2 a.11; a.10; e infra q.35 a.4).
Otros, en cambio, aceptan que la proposición enunciada es verdadera
en los dos términos, defendiendo que Cristo es verdadero Dios y
verdadero hombre; sin embargo, no salvan la verdad de la predicación.
Dicen, en efecto, que la palabra hombre se predica de Dios por
una cierta unión en la dignidad, en la autoridad, o incluso en el amor
o en la inhabitación. Y en este sentido admitió Nestorio que Dios era
hombre, de modo que con tal afirmación sólo se da a
entender que Dios está unido al hombre con tal vínculo que Dios habita
en el hombre, y está unido a éste por el afecto y por la participación
de la autoridad y el honor divinos. Y un error semejante cometen los
que ponen en Cristo dos hipóstasis o dos supuestos. Es
imposible, efectivamente, entender que de dos realidades que tienen
distinto supuesto o hipóstasis, una se predique propiamente de la
otra; tal predicación sólo podrá hacerse si se habla metafóricamente,
en cuanto están unidos en algo, como si, por ejemplo, decimos que
Pedro es Juan porque entre ellos existe una cierta amistad. También
estas opiniones han sido antes rechazadas (q.2 a.3 y 6).
Por eso, dando por supuesto, de acuerdo con la verdad de la fe
católica, que la verdadera naturaleza divina se unió con una
naturaleza verdaderamente humana, no sólo en la persona, sino también
en el supuesto o hipóstasis, afirmamos que la proposición Dios es
hombre es verdadera y propia: no solamente porque los términos son
verdaderos, es a saber, porque Cristo es verdadero Dios y verdadero
hombre, sino también porque la predicación es verdadera.
Efectivamente, el nombre que significa una naturaleza común en
concreto puede designar cualquiera de los supuestos incluidos en la
naturaleza común; así como la palabra hombre puede designar a
cualquier hombre particular. Y, de esta manera, la palabra
Dios, en virtud del mismo modo de su significación, puede
designar a la persona del Hijo de Dios, como demostramos en la
Primera Parte (q.39 a.4). Ahora bien, de todo supuesto de una
naturaleza puede predicarse verdadera y propiamente el nombre que
designa a tal naturaleza en concreto; como se predica la palabra hombre, verdadera y propiamente, de Sócrates y de Platón. Luego,
por ser la persona del Hijo de Dios, significada por el nombre Dios, el supuesto de la naturaleza humana, la palabra hombre puede predicarse, verdadera y propiamente,
del nombre Dios, en cuanto que tal nombre significa la persona
del Hijo de Dios.
A las objeciones:
1. Cuando formas diversas no pueden
coexistir en un mismo supuesto, entonces es necesario que la
proposición se fije en una materia remota cuyo sujeto designa una de
las formas, y el predicado la otra. Pero, cuando dos formas pueden
darse en un mismo sujeto, la materia no es remota, sino natural o
contingente, como cuando digo: El blanco es músico. Ahora bien,
la naturaleza divina y la naturaleza humana, aunque sean infinitamente
distantes, coexisten sin embargo, en virtud del misterio de la
encarnación, en un único supuesto, en el que ninguna de las dos se
halla de manera accidental, sino por sí misma. Y por eso la
proposición Dios es hombre no se asienta en una materia remota
ni contingente, sino en una materia natural. Y la palabra hombre se predica de Dios no de modo accidental, sino por sí
misma, como de su hipóstasis; y no por razón de la forma significada
por la palabra Dios, sino por razón del supuesto, que es la
hipóstasis de la naturaleza humana.
2. Las tres personas divinas
coinciden en la naturaleza, pero se distinguen por los supuestos; y
por eso no se predican mutuamente. En cambio, en el misterio de la
encarnación las naturalezas, por ser distintas, no se predican una de
la otra tomadas en abstracto, pues la naturaleza divina no es la
humana; pero por coexistir ambas en un mismo supuesto, se predica una
de la otra en concreto.
3. Alma y carne significan
algo abstracto, lo mismo que divinidad y humanidad. Pero, en concreto, se dice animado y carnal o corpóreo, como, por otra parte, se dice Dios y hombre. Por eso, en ambos casos, no se predica lo
abstracto de lo abstracto, sino sólo lo concreto de lo
concreto.
4. La palabra hombre se
predica de Dios por razón de la unión en una persona; tal unión
implica una relación. Y por tanto no sigue la regla de aquellos
nombres que se predican de Dios absolutamente desde la
eternidad.
Artículo 2:
¿Es verdadera la proposición «El hombre es Dios»?
lat
Objeciones por las que parece que la proposición el hombre es
Dios es falsa.
1. Dios es un nombre incomunicable. Pero en Sab 14,21 se
recrimina a los idólatras por haber dado este nombre de Dios, que
es incomunicable, a los leños y a las piedras. Luego, por la misma
razón, parece resultar inconveniente predicar del hombre el nombre
Dios.
2. Todo lo que se dice del predicado se predica también del
sujeto. Pero la proposición Dios es Padre es verdadera, lo
mismo que lo es la proposición Dios es la Trinidad. Por
consiguiente, en caso de ser verdadera la proposición el hombre es
Dios, parece que también serían verdaderas las proposiciones el
hombre es el Padre o el hombre es la Trinidad. Pero es
claro que estas dos últimas son falsas. Luego también es falsa la
primera.
3. En Sal 80,10 se lee: No habrá en ti un dios
nuevo. Pero el hombre es algo nuevo, porque Cristo no fue siempre
hombre. Luego la proposición el hombre es Dios resulta
falsa.
Contra esto: está lo que se dice en Rom 9,5: De quienes, según la
carne, procede Cristo, que está por encima de todas las cosas, Dios
bendito por los siglos. Pero Cristo, según la carne, es hombre.
Luego la proposición el hombre es Dios es verdadera.
Respondo: Supuesta la verdad de las dos
naturalezas, la divina y la humana, y su unión en la persona y en la
hipóstasis, la proposición
el hombre es Dios es verdadera y
propia, como lo es la proposición
Dios es hombre. Porque el
término
hombre puede significar cualquier hipóstasis de la
naturaleza humana; y así puede significar la persona del Hijo, de la
que decimos que es la hipóstasis de la naturaleza humana. Pero es
evidente que de la persona del Hijo de Dios se predica verdadera y
propiamente el nombre
Dios, como se ha expuesto en la
Primera Parte (
q.39 a.4). Luego queda que la proposición
el
hombre es Dios es verdadera y propia.
A las objeciones:
1. Los idólatras atribuían el
nombre de Dios a las piedras y a los leños, considerados en su propia
naturaleza, porque pensaban que en ellos existía algo divino. Pero
nosotros no atribuimos el nombre de Dios a un hombre por razón de su
naturaleza humana, sino por razón del supuesto eterno, que es también
el supuesto de la naturaleza humana en virtud de la unión, como se ha
dicho (en la sol.).
2. La palabra Padre se
predica del nombre Dios en cuanto que este nombre Dios
se toma por la persona del Padre. Y, en este sentido, no se predica de
la persona del Hijo, porque la persona del Hijo no es la persona del
Padre. Y, por consiguiente, no es lícito predicar el nombre Padre del término hombre, del cual se predica el nombre Dios en cuanto que la palabra hombre se concreta en la
persona del Hijo.
3. Aunque la naturaleza humana sea
en Cristo algo nuevo, no lo es su supuesto, porque éste es eterno. Y,
como no predicamos el nombre
Dios del hombre por razón de la
naturaleza humana, sino por razón del supuesto, no se sigue que
pongamos en Dios algo nuevo. Se seguiría, en cambio, si defendiésemos
que
hombre significa un supuesto creado, como tienen que decir
los que ponen en Cristo dos supuestos (
q.2 a.6).
Artículo 3:
¿Puede llamarse a Cristo hombre dominico?
lat
Objeciones por las que parece que se puede llamar a Cristo hombre
dominico.
1. Dice Agustín en el libro Octog. trium Quaest.: Hay que advertir que se esperan los bienes que existieron en
aquel hombre dominico. Y habla de Cristo. Luego parece que Cristo
es hombre dominico.
2. Así como el dominio conviene a Cristo por razón de la
naturaleza divina, así también pertenece a su naturaleza humana. Pero
a Dios se le llama humanado, como resulta claro por el
Damasceno en el libro III, donde dice que la humanación demuestra la unión con el hombre. Luego, por igual
razón, puede afirmarse de manera demostrativa que aquel hombre es
dominico.
3. Así como dominico se deriva de Dominus
(Señor), así también divino se deriva de Dios. Pero
Dionisio llama a Cristo divinísimo Jesús. Luego,
por igual motivo, puede decirse que Cristo es hombre
dominico.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Retract.: No veo que pueda llamarse con razón a
Cristo Jesús hombre dominico, siendo con toda verdad El
Señor.
Respondo: Como antes se ha expuesto (
a.2),
cuando se dice
el hombre Cristo Jesús, se está aludiendo al
supuesto eterno, que es la persona del Hijo de Dios, por tener las dos
naturalezas un único supuesto. Pero de la persona del Hijo de Dios se
predica esencialmente el término
Dios y el término
Señor. Y, por eso, tales palabras no deben predicarse de manera
derivada, porque equivaldría a negar la verdad de la unión. Por tanto,
siendo el término
dominico un derivado de
Dominus
(Señor), no se puede decir con verdad y propiamente que ese hombre
sea
dominico, sino que más bien debe decirse que es
Dominus (Señor).
En cambio, si cuando se dice el hombre Cristo Jesús se
aludiese a un supuesto creado, de acuerdo con los que ponen en Cristo
dos supuestos, tal hombre podría llamarse dominico en cuanto asumido
para participar del honor divino, como enseñaron los
Nestorianos.
Y, en el sentido explicado, tampoco se llama a la naturaleza
humana diosa por esencia, sino que se la dice deificada,
no porque se convierta en la naturaleza divina, sino por la unión que
tiene con la naturaleza divina en una sola hipóstasis, como pone de
manifiesto el Damasceno en el libro III.
A las objeciones:
1. Agustín retracta las palabras
citadas, y otras semejantes, en su libro Retractationum. Por lo
que, después de las palabras mencionadas del libro Retractationum, añade: No quisiera haber dicho, en cualquier
parte que haya sido, que Cristo Jesús es un hombre dominico, porque después he visto que eso no debe decirse, aunque de alguna
manera podría defenderse. Es manifiesto que alguien podría decir
que se le llama hombre dominico por razón de la naturaleza humana,
significada por la palabra hombre, pero no por razón del
supuesto.
2. El único supuesto de las
naturalezas divina y humana, primero lo fue de la naturaleza divina y
luego, en el tiempo, pasó a ser, en virtud de la encarnación, supuesto
de la naturaleza humana. Y, por este motivo, se llama
humanado,
no porque asumiese un hombre, sino porque asumió la naturaleza humana.
Pero no acontece lo mismo a la inversa, pues el supuesto de la
naturaleza humana no asumió la naturaleza divina.
Por eso no se le puede llamar hombre deificado o dominico.
3. También se acostumbra a
predicar el término divino respecto de aquellas realidades de
las que se predica esencialmente el nombre Dios. Decimos,
efectivamente, que la esencia divina es Dios, por razón de la
identidad; y que la esencia es Dios, o divina, a causa
de los diversos modos de significación; y decimos también Verbo
divino, aunque el Verbo es Dios. Y lo mismo hablamos Apersona
divina, igual que se habla de la persona de Platón, por el
modo distinto de significar. Pero no se llama dominico a
aquellos sujetos de quienes se predica el término señor
(dominus), porque no se acostumbra a llamar dominico al que
es señor (dominus). Pero a lo que de cualquier manera pertenece
al señor (dominus) se lo llama dominico, como: voluntad dominica, mano dominica o posesión dominica. Y por eso,
Cristo hombre, por ser Señor (Dominus), no puede llamarse dominico. Pero su carne puede llamarse carne dominica y su
pasión puede denominarse pasión dominica.
Artículo 4:
¿Pueden predicarse de Dios los atributos propios de la naturaleza
humana?
lat
Objeciones por las que parece que no se pueden predicar de Dios los
atributos propios de la naturaleza humana.
1. Es imposible predicar de un mismo sujeto cosas opuestas. Pero las
propiedades de la naturaleza humana son contrarias a los atributos
propios de Dios. Este es, en efecto, increado, inmutable y eterno;
mientras que lo propio de la naturaleza humana es ser creada, temporal
y mudable. Luego los atributos propios de la naturaleza humana no
pueden predicarse de Dios.
2. Atribuir a Dios algo defectuoso parece que rebaja el
honor divino, y cae en el campo de la blasfemia. Pero las propiedades
de la naturaleza humana incluyen defectos, como lo son la muerte, el
dolor y otras cosas por el estilo. Luego parece que es imposible
predicar de Dios los atributos propios de la naturaleza
humana.
3. Ser asumida es algo que conviene a la naturaleza
humana. Pero tal cosa no conviene a Dios. Luego no es posible predicar
de Dios los atributos propios de la naturaleza humana.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro
III: Dios asumió los idiomas propios de la
carne, esto es, las propiedades de la carne, pues Dios es
llamado pasible, y se dice que el Dios de la gloria fue
crucificado.
Respondo: Sobre esta cuestión hubo diferencias
entre los nestorianos y los católicos. Los primeros dividían en dos
apartados los términos que se aplican a Cristo, de este modo: los que
se refieren a la naturaleza humana no se predicarían de Dios, y los
que pertenecen a la naturaleza divina no se predicarían del hombre.
Por eso dijo Nestorio:
Si alguien pretende atribuir
pasiones al Verbo de Dios, sea anatema. Mientras
que, si existen términos que pueden pertenecer a las dos naturalezas,
tales términos se predican de ambas naturalezas; esto sucede, por
ejemplo, con los nombres
Cristo o
Señor. Por eso
admitían que Cristo nació de la Virgen, y que existió desde toda la
eternidad; sin embargo, no aceptaban que Dios haya nacido de la
Virgen, o que el hombre haya existido desde toda la
eternidad.
En cambio, los católicos defendieron que lo que se dice de Cristo,
sea por su naturaleza divina, sea por su naturaleza humana, puede
predicarse tanto de Dios como del hombre. Por eso dijo
Cirilo: Si alguien divide las expresiones usadas a
propósito de Cristo en los escritos evangélicos o apostólicos entre
las dos personas o sustancias, esto es, hipóstasis, o hace lo
mismo con los términos empleados por los santos o por el propio Cristo
respecto de sí mismo, y cree que unas deben aplicarse al hombre, y las
otras solamente al Verbo, sea anatema. Y la razón de esto es que,
por tener las dos naturalezas una misma hipóstasis, esa misma
hipóstasis es la que se designa bajo el nombre de una y otra
naturaleza. Por consiguiente, se diga hombre o se diga Dios, se alude a la hipóstasis de la naturaleza divina y de la
naturaleza humana. Y, por tanto, puede atribuirse al hombre lo que
pertenece a la naturaleza divina, y a Dios lo que es propio de la
naturaleza humana.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que en la proposición en la que
una realidad se predica de otra, no sólo se presta atención al sujeto
del que se dice el predicado, sino también al modo en que tal
predicado se le atribuye. En vista de esto, aunque no se establezca
distinción entre las realidades que se predican de Cristo, sí se
distingue, sin embargo, en cuanto al modo en que le son atribuidas.
Pues lo que es propio de la naturaleza divina se predica de Cristo en
función de esa naturaleza; mientras que lo que es exclusivo de la
naturaleza humana se atribuye a Cristo según esta naturaleza. Por eso
dice Agustín en el libro I De Trin.: Distingamos lo que en las Escrituras se dice referente a la
naturaleza divina, y lo que se dice fijándose en la forma de
siervo. Y luego: El lector prudente, diligente
y piadoso entenderá por qué y de qué modo se dice cada
cosa.
A las objeciones:
1. Es imposible predicar cosas
opuestas de un mismo sujeto contemplado bajo un mismo aspecto; pero
nada lo impide si se atiende a perspectivas diversas. Y de esta manera
se predican de Cristo cosas opuestas, pero no bajo el mismo aspecto,
sino atendiendo a sus dos naturalezas distintas.
2. Atribuir algo defectuoso a
Dios, según su naturaleza divina, sería una blasfemia, porque
equivaldría a rebajar su honor. Pero no resultaría injurioso para Dios
atribuirle esas deficiencias por parte de la naturaleza asumida. Por
lo que, en una alocución pronunciada en el Concilio de Efeso, se dice: Dios no tiene por injuria nada de lo que es
ocasión de salvación para los hombres, pues ninguna de las bajezas que
eligió por nuestra causa resulta una injuria para aquella naturaleza
que no puede estar sujeta a las afrentas, pero que hace suyas nuestras
debilidades para salvar nuestra naturaleza. Cuando, pues, nuestras
humillaciones y bajezas no injurian la naturaleza divina, sino que
causan la salvación de los hombres, ¿cómo puedes tú decir que lo que
es causa de nuestra salvación pudo ser ocasión de injuria para
Dios?
3. Ser asumida es algo que
conviene a la naturaleza humana por razón de sí misma, y no por razón
de su supuesto. Y por ello no conviene a Dios.
Artículo 5:
¿Pueden predicarse de la naturaleza divina los atributos propios de
la naturaleza humana?
lat
Objeciones por las que parece que lo propio de la naturaleza humana
puede predicarse de la naturaleza divina.
1. Las cosas que son propias de la naturaleza humana se predican del
Hijo de Dios y del mismo Dios. Pero Dios es su propia naturaleza.
Luego lo que es propio de la naturaleza humana puede predicarse de la
naturaleza divina.
2. La carne pertenece a la naturaleza humana. Pero, como
escribe el Damasceno en el libro III, decimos que la naturaleza del Verbo se encarnó, siguiendo a los
santos Atanasio y Cirilo. Luego da la impresión de que, por el
mismo motivo, puede predicarse de la naturaleza divina lo que es
propio de la naturaleza humana.
3. Lo que es propio de la naturaleza divina conviene en
Cristo a su naturaleza humana, por ejemplo conocer el futuro y tener
poder salvífico. Luego, por idéntica razón, lo propio de la naturaleza
humana puede predicarse de la naturaleza divina.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro
III: Cuando hablamos de la Divinidad, no predicamos
de la misma los idiomas de la humanidad, es decir, las propiedades
de ésta, pues no llamamos a la Deidad pasible o creable. Pero
la Deidad es la naturaleza divina. Luego lo que es propio de la
naturaleza humana no puede predicarse de la naturaleza
divina.
Respondo: Las propiedades de un sujeto no
pueden predicarse de otro, a no ser que éste sea idéntico al primero;
así el ser risible sólo conviene al que sea hombre. Pero, en el
misterio de la encarnación, la naturaleza divina y la humana no se
identifican, aunque sí es idéntica la hipóstasis de ambas naturalezas.
Por eso, cuando ambas naturalezas se toman en abstracto, no es posible
predicar de una lo que es propio de la otra. En cambio, los nombres
concretos suponen la hipóstasis de una naturaleza. Y, por tal motivo,
puede predicarse indiferentemente de los nombres concretos cosas que
pertenecen a las dos naturalezas: sea que signifique ese nombre ambas
naturalezas, como sucede con el nombre Cristo, con el que se da
a entender tanto la divinidad que unge, como la humanidad
ungida; sea que designe sólo la naturaleza divina, como acontece
con los nombres Dios o Hijo de Dios; sea que se refiera
únicamente a la naturaleza humana, como pasa con los nombres hombre
o Jesús. Por lo cual dice el papa León en la epístola Ad
Palaestinos: No importa la naturaleza por la
cual denominemos a Cristo, pues, permaneciendo inseparable la unidad
de la persona, uno mismo es íntegramente Hijo del hombre por la carne,
e íntegramente Hijo de Dios por tener una única divinidad con el
Padre.
A las objeciones:
1. En Dios, persona y naturaleza
son realmente idénticas; y a causa de tal identidad se predica del
Hijo de Dios la naturaleza divina. Pero Hijo de Dios y naturaleza
divina no significan lo mismo. Y por eso, del Hijo de Dios se predican
cosas que no se dicen de la naturaleza divina; así decimos que el Hijo
de Dios es engendrado, pero no que sea engendrada la naturaleza
divina, como ya se expuso en la
Primera Parte (
q.39 a.5). Y,
de manera semejante, a propósito del misterio de la encarnación,
decimos que el Hijo de Dios padeció, pero no decimos que haya padecido
la naturaleza divina.
2. La encarnación supone más la
unión con la carne que la conversión en una propiedad de la carne. En
Cristo, una naturaleza está unida a la otra en la persona; y en virtud
de esta unión se llama
encarnada a la naturaleza divina, y
deificada a la naturaleza humana, como antes hemos dicho (
q.2 a.1 ad 3).
3. Lo que pertenece a la
naturaleza divina se predica de la naturaleza humana, no en cuanto que
pertenece esencialmente a la naturaleza divina, sino en cuanto es
participado por la naturaleza humana. Por eso, lo que no puede ser
participado por la naturaleza humana, por ejemplo el ser increado u
omnipotente, de ninguna manera puede predicarse de tal naturaleza.
Ahora bien, la naturaleza divina no recibe nada de la humana a modo de
participación. Y, por tanto, de ningún modo puede predicarse de ella
lo que es propio de la naturaleza humana.
Artículo 6:
¿Es verdadera la proposición «Dios se hizo hombre»?
lat
Objeciones por las que parece ser falsa la proposición Dios se
hizo hombre.
1. Por significar la palabra hombre una sustancia, hacerse
hombre equivale a un hacerse absolutamente. Ahora bien, la
proposición Dios ha sido hecho absolutamente es falsa. Luego
también es falsa la proposición Dios se hizo hombre.
2. Hacerse hombre equivale a sufrir un cambio. Pero Dios no
puede ser sujeto de cambio alguno, según Mal 3,6: Yo soy el Señor,
y no me cambio. Luego parece que la proposición Dios se hizo
hombre resulta falsa.
3. El término hombre, tal como se dice de Cristo,
designa la persona del Hijo de Dios. Pero la proposición Dios se
hizo la persona del Hijo de Dios es falsa. Luego también lo es
esta otra: Dios se hizo hombre.
Contra esto: está lo que se lee en Jn 1,14: El Verbo se hizo
carne. Y, como comenta Atanasio en la epístola Ad Epictetum: Decir que el Verbo se hizo carne es lo mismo que
decir: se hizo hombre.
Respondo: Cada ser se dice que ha sido hecho
aquello que comienza a predicarse nuevamente de él. Ahora bien, ser
hombre se predica verdaderamente de Dios, como se ha explicado (
a.1);
pero no en el sentido de que a Dios le convenga ser hombre desde la
eternidad, sino en el tiempo, mediante la asunción de la naturaleza
humana. Y, por tanto, la proposición
Dios se hizo hombre es
verdadera. Pero es interpretada de formas diversas por distintos
autores, como sucede con la proposición
Dios es hombre,
conforme antes hemos reseñado (
a.1).
A las objeciones:
1. Hacerse hombre es hacerse en
absoluto en todos aquellos sujetos en los que la naturaleza humana
comienza a existir en un supuesto recién creado. En cambio, se dice
que Dios se hizo hombre porque la naturaleza humana comenzó a existir
en un supuesto de naturaleza divina preexistente desde toda la
eternidad. Y, por tanto, hacerse Dios hombre no equivale a que Dios se
haga en absoluto.
2. Como se ha expuesto (en la
sol.),
hacerse implica que algo se predique nuevamente de otro.
Por eso, siempre que se predica algo nuevo de otro y tal predicación
implica cambio en ese sujeto, entonces hacerse equivale a cambiarse. Y
esto conviene a todas las cosas que se predican de modo absoluto: no
es posible, por ejemplo, que la blancura o la extensión sobrevengan
nuevamente a un sujeto a no ser que éste se cambie nuevamente en
relación con la blancura y la extensión. En cambio, las cosas que se
predican de manera relativa, pueden predicarse nuevamente de un sujeto
sin mutación del mismo: así, un hombre puede situarse nuevamente a la
derecha, sin experimentar cambio en sí mismo, por el simple movimiento
de un sujeto que se convierte en situado a su izquierda. En estos
casos, por consiguiente, no es necesario que todo lo que se dice
hacerse sea alterado, porque esto puede suceder con el cambio de otra
realidad. Y en este sentido decimos, refiriéndonos a Dios:
Señor,
te has hecho nuestro refugio (Sal 89,1).
Pero el ser hombre le conviene a Dios por razón de la unión, que es
una relación. Y, por tanto, el ser hombre se predica nuevamente de
Dios sin cambio alguno en El, sino por un cambio de la naturaleza
humana, que es asumida en la persona divina. Por eso también, cuando
se dice que Dios se hizo hombre, no se interpreta como un
cambio por parte de Dios, sino exclusivamente por parte de la
naturaleza.
3. La palabra hombre alude a
la persona del Hijo de Dios, pero no estrictamente, sino en cuanto que
subsiste en la naturaleza humana. Y aunque la proposición Dios se
hizo la persona del Hijo sea falsa, resulta verdadera esta
otra: Dios se hizo hombre, porque se unió a la naturaleza
humana.
Artículo 7:
¿Es verdadera la proposición «el hombre fue hecho Dios»?
lat
Objeciones por las que parece que la proposición el hombre fue
hecho Dios es verdadera.
1. En Rom 1,2-3 se dice: Que antes había prometido por sus
profetas en las Sagradas Escrituras acerca de su Hijo, que fue hecho
para El de la descendencia de David según la carne. Pero Cristo,
en cuanto hombre, procede de la familia de David según
la carne. Luego el hombre fue hecho Hijo de Dios.
2. Agustín, en el libro I De Trin.,
escribe: Aquella asunción fue de tal categoría que hizo a Dios
hombre, y al hombre Dios. Pero, en virtud de esa asunción, la
proposición Dios se hizo hombre es verdadera. Luego, del mismo
modo, será verdadera la proposición el hombre fue hecho
Dios.
3. Gregorio Nacianceno dice en la epístola Ad
Cledonium: Dios se ha humanizado,y el hombre ha
sido deificado, dígase de cualquier manera que se diga. Pero se
dice que Dios se ha humanizado porque se hizo hombre. Luego, por el
mismo motivo, se dice el hombre deificado porque ha sido hecho Dios. Y
así resulta verdadera la proposición el hombre ha sido hecho
Dios.
4. Cuando se dice Dios se hizo hombre, el sujeto
de la operación y de la unión no es Dios, sino la naturaleza humana
designada por la palabra hombre. Pero parece que el sujeto de
la operación es aquel a quien se atribuye tal operación. Luego es más
cierta la proposición el hombre ha sido hecho Dios que esta
otra: Dios se hizo hombre.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro
III: No decimos que el hombre ha sido deificado,
sino que Dios se ha humanado. Pero ser hecho Dios es lo mismo que
ser deificado. Luego la proposición el hombre ha sido hecho
Dios es falsa.
Respondo: La proposición
el hombre ha sido
hecho Dios puede entenderse de tres maneras. Primeramente, en
cuanto que el participio
hecho señale, de modo absoluto, ya el
sujeto, ya el predicado. Y, en este sentido, tal proposición es falsa,
porque ni el hombre de quien se predica es hecho, ni Dios es hecho,
como luego se dirá (
a.8 y
9). Y, en ese mismo aspecto, también es
falsa la proposición
Dios se hizo hombre. Pero aquí no
estudiamos esas proposiciones bajo el sentido aludido.
En segundo lugar, puede entenderse de manera que el hecho
señale la composición, de tal modo que el sentido sea éste: El
hombre ha sido hecho Dios, esto es, ha sucedido que el hombre
sea Dios. Y, en este sentido, ambas proposiciones son verdaderas,
tanto la que dice que el hombre ha sido hecho Dios como la que
reza Dios se ha hecho hombre. Pero éste no es el sentido propio
de estas expresiones, a no ser, quizá, porque el término hombre
no tenga sentido personal, sino general. Aunque este hombre no haya
sido hecho Dios, porque este supuesto, la persona del Hijo de Dios,
fue Dios eternamente, sin embargo el hombre, hablando en general, no
fue siempre Dios.
Finalmente, puede entenderse en sentido propio, de modo que el
participio hecho exprese un hacerse (fien) del hombre en
relación con Dios como término de la operación. Y, en este sentido,
dado que en Cristo la divinidad y la humanidad tienen la misma persona
o hipóstasis, y el mismo supuesto, como antes hemos demostrado (q.2 a.2 y 3), la proposición aludida es falsa. Porque cuando decimos el
hombre ha sido hecho Dios, el término hombre tiene
significado personal, pues el ser Dios no se cumple respecto del
hombre por razón de la naturaleza humana, sino por razón del supuesto.
Pero el supuesto de la naturaleza humana en el que se verifica el ser
Dios es lo mismo que la hipóstasis o persona del Hijo de Dios, que fue
siempre Dios. Por consiguiente, no puede decirse que ese hombre
comenzó a ser Dios, o que se haga Dios, o que haya
sido hecho Dios.
Mas si la persona o hipóstasis de Dios fuese distinta de la del
hombre, de manera que el ser Dios se predicase del hombre, y
viceversa, en virtud de cierta unión de los supuestos, o de la
dignidad personal, o de afecto, o de inhabitación, como enseñaron los
Nestorianos, entonces, por la misma razón, podría decirse que el
hombre fue hecho Dios, esto es, unido a Dios, como también
que Dios se hizo hombre, esto es, unido al
hombre.
A las objeciones:
1. En las palabras citadas del
Apóstol, el relativo que, referido a la persona del Hijo de
Dios, no debe entenderse respecto del predicado, como si un sujeto ya
existente de la estirpe de David según la carne hubiera sido hecho
Hijo de Dios, sentido en que se planteaba la objeción; sino que debe
entenderse por parte del sujeto, de modo que el sentido sea éste:
El Hijo de Dios fue hecho para El (es a saber, para honor del
Padre, como lo expone la Glosa ) descendiente de la estirpe de David según la carne; como si
dijera: El Hijo de Dios que tiene carne de la
estirpe de David para honor de Dios.
2. Las palabras de Agustín deben
entenderse en el sentido de que, por el hecho de la encarnación,
sucedió que el hombre fuera Dios y que Dios fuera hombre. En tal
sentido, ambas expresiones son verdaderas, como queda dicho (en la
sol.).
3. Lo mismo que en la anterior,
puesto que ser deificado equivale a ser hecho Dios.
4. El término que ejerce de sujeto
se toma materialmente, esto es, por el supuesto; en cambio, el que
hace de predicado se toma formalmente, es decir, por la naturaleza que
denota. Y, por eso, cuando se dice
el hombre ha sido hecho
Dios, el hacerse no se atribuye a la naturaleza humana, sino al
supuesto de tal naturaleza, el cual es Dios desde la eternidad, y al
que, por tanto, no conviene ser hecho Dios. Pero cuando decimos
Dios se ha hecho hombre, se entiende que el término de ese hacerse
es la naturaleza humana. Y por eso, hablando con propiedad, la
proposición
Dios se ha hecho hombre es verdadera, aunque
resulta falsa esta otra:
El hombre ha sido hecho Dios. Así como
si Sócrates, siendo primero hombre, luego fuese hecho blanco,
resultaría verdadera —referida al mismo Sócrates-esta proposición:
Este hombre ha sido hoy hecho blanco; mientras que sería falsa
esta otra:
Esta blancura hoy ha sido hecha hombre.
No obstante, si se pone como sujeto algún nombre que designe la
naturaleza humana en abstracto, podría ésta tomarse como el sujeto del
hacerse; diciendo, por ejemplo: La naturaleza humana ha sido hecha
naturaleza del Hijo de Dios.
Artículo 8:
¿Es verdadera la proposición «Cristo es una criatura»?
lat
Objeciones por las que parece que la proposición Cristo es una
criatura es verdadera.
1. Dice, en efecto, el papa León: Concierto nuevo
e inaudito: El que es y era Dios, se hace una criatura. Pero de
Cristo puede predicarse que fue hecho Hijo de Dios por la encarnación.
Luego la proposición Cristo es una criatura resulta
verdadera.
2. Las propiedades de las dos naturalezas pueden predicarse
de la hipóstasis común a ambas, cualquiera que sea el nombre con que
se designe a aquélla, como antes se ha dicho (
a.5). Pero es propiedad
de la naturaleza humana ser una criatura, como es propiedad de la
naturaleza divina ser creadora. Luego de Cristo pueden predicarse
ambas propiedades, a saber, que es criatura y que es increado y
Creador.
3. En el hombre, el alma es parte más principal que el
cuerpo. Pero de Cristo se dice de forma absoluta que nació de la
Virgen, porque de Ella trae su origen corporal. Luego, por razón del
alma, que fue creada por Dios, debe decirse sencillamente que Cristo
es una criatura.
Contra esto: está lo que se pregunta Ambrosio en el libro De Trin.: ¿Acaso ha sido hecho Cristo en virtud de una palabra?
¿Tal vez Cristo ha sido creado por la fuerza de un mandato? Esta
forma de hablar equivale a decir: No. Por eso añade: ¿ Cómo
es posible que haya en Dios una criatura? Porque la naturaleza de Dios
es simple, no compuesta. Luego la proposición Cristo es una
criatura no debe admitirse.
Respondo: Como escribe Jerónimo, por las palabras proferidas confusamente, se viene a parar en la
herejía. Por lo que con los herejes no debemos tener en común ni
siquiera las palabras, para que no dé la impresión de que favorecemos
su error. Ahora bien, los herejes arrianos sostuvieron que Cristo es
una criatura, y que es menor que el Padre, no sólo por razón de la
naturaleza humana, sino también por razón de su persona divina. Y, por
eso, no debemos decir de forma absoluta que Cristo es una criatura, o
que es menor que el Padre, sino que debe puntualizarse: en cuanto a su
naturaleza humana. Las cosas en las que no cabe sospechar que
convengan a la persona divina por razón de sí misma, pueden predicarse
absolutamente de Cristo por razón de su naturaleza humana, como sucede
cuando decimos que Cristo padeció, que murió y que fue sepultado. Como acaece asimismo en las cosas corporales y
humanas: lo que admite duda sobre si conviene al todo o a una parte,
en caso de darse en una de las partes, no lo
atribuimos de forma absoluta al todo, esto es, sin puntualizar. Pues
no decimos sin más que el etíope es blanco, sino que es
blanco en cuanto a los dientes. En cambio, decimos de él, sin
limitación, que es rijoso, puesto que eso únicamente puede
convenirle por el cabello.
A las objeciones:
1. Alguna vez los santos Doctores,
por motivos de brevedad, omitiendo la precisión oportuna, llaman a
Cristo matura. Sin embargo, en sus expresiones debe suponerse
la precisión en cuanto hombre.
2. Todas las propiedades de la
naturaleza humana, como las de la naturaleza divina, de algún modo,
pueden predicarse de Cristo. Por eso dice el Damasceno en el libro
III:
Cristo, que es llamado Dios y hombre, es
creable e increable, divisible e indivisible. Sin embargo, cuando
esas propiedades resultan dudosas acerca de una u otra naturaleza, no
deben aplicarse sin la oportuna precisión. Por esto el mismo autor
añade en otro lugar:
Una misma y única
hipóstasis, es a saber, la de Cristo,
es increada por razón de
la divinidad, y es creada por razón de la humanidad. Y, a la
inversa, no debiera decirse sin determinación que
Cristo es
incorpóreo o impasible para evitar el error de Manes, que enseñó
que Cristo no tuvo verdadero cuerpo, y que no padeció realmente (
a.1); sino que debe añadirse, precisando, que
Cristo es incorpóreo
e impasible en cuanto a su divinidad.
3. No cabe duda de que el nacer de
la Virgen conviene a la persona del Hijo de Dios; en cambio sí cabe la
duda de que al Hijo de Dios le convenga la denominación de criatura de
manera absoluta. Y, por eso, la razón no es la misma en uno y otro
caso.
Artículo 9:
Aludiendo a Cristo, ¿es posible decir: Este hombre ha comenzado a
existir?
lat
Objeciones por las que parece que la expresión Este hombre ha
comentado a existir puede emplearse refiriéndose a
Cristo.
1. Dice Agustín In loann.: Antes de que
existiera el mundo, ni existíamos nosotros, ni existía el mediador
entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús. Pero lo que no
ha existido siempre, ha comenzado a existir. Luego este hombre
—referido a Cristo— ha comenzado a existir.
2. Cristo comenzó a ser hombre. Pero ser hombre equivale
simplemente a existir. Luego este hombre ha comenzado a existir
absolutamente.
3. El término hombre aporta el supuesto a la
naturaleza humana. Pero Cristo no fue siempre el supuesto de la
naturaleza humana. Luego este hombre comenzó a existir.
Contra esto: está lo que se lee en Heb 13,8: Jesucristo es el mismo
ayer y hoy y por los siglos.
Respondo: A propósito de Cristo no es admisible
esta afirmación:
Este hombre ha comenzado a existir, a no ser
que se añada alguna precisión. Y esto por dos razones. Primero, porque
tal locución es sencillamente falsa según la doctrina de la fe
católica, en virtud de la cual defendemos que en Cristo hay un solo
supuesto y una sola hipóstasis, como asimismo una sola persona. Según
esto, es necesario que la expresión
este hombre, referida a
Cristo, designe el supuesto eterno, que es incompatible con el
comenzar a existir. De donde se deduce que la proposición
este
hombre ha comenzado a existir es falsa. Y no es una objeción
contra lo dicho el que el comenzar a existir convenga a la naturaleza
humana significada por la palabra
hombre, pues, como antes
hemos dicho (
a.7 ad 4), el término que ocupa el puesto de sujeto no se
toma formalmente por la naturaleza, sino más bien materialmente por el
supuesto.
Segundo, porque, aun en la hipótesis de que tal proposición fuese
verdadera, no debe emplearse sin la oportuna determinación, a fin de
evitar la herejía de Arrio, el cual, así como atribuyó a la persona
del Hijo de Dios el ser una criatura y menor que el Padre (q.10 a.2 ad 1; q.16 a.8), de igual modo le atribuyó un principio de su
existencia, al decir que hubo un tiempo en que no
existía. C.16 a.10 Atributos
concernientes a Cristo
A las objeciones:
1. El texto de Agustín debe
interpretarse con esta puntualización: el hombre Cristo Jesús no
existió antes de que existiera el mundo, en cuanto a su
humanidad.
2. A base del verbo comenzó
no se construye un argumento que vaya de lo inferior a lo superior,
diciendo, por ejemplo: esto ha comenzado a ser blanco. Luego ha
comenzado a ser colorado. Y esto porque el comenzar implica
existir ahora y no antes. No es posible argüir así: esto antes no
era blanco. Luego antes no era colorado. El existir escuetamente
es superior al existir como hombre. Por lo que no es lógico hacer esta
deducción: Cristo comenzó a ser hombre. Luego comenzó a
existir.
3. La palabra hombre,
referida a Cristo, aunque signifique la naturaleza humana, que comenzó
a existir, implica, no obstante, el supuesto eterno, que no ha
comenzado a existir. Y por eso, debido a que tal palabra, vista como
sujeto, es considerada como supuesto, mientras que considerada como
predicado se refiere a la naturaleza, se sigue que la proposición
el hombre Cristo ha comenzado a existir es falsa, mientras que
resulta verdadera esta otra: Cristo comenzó a ser
hombre.
Artículo 10:
¿Es verdadera la proposición Cristo, en cuanto hombre, es una
criatura, o comenzó a existir?
lat
Objeciones por las que parece que la proposición Cristo, en cuanto
hombre, es una criatura, o comentó a existir, es
falsa.
1. En Cristo sólo es creada su naturaleza humana. Ahora bien, la
proposición Cristo, en cuanto hombre, es la naturaleza humana,
es falsa. Luego también es falsa esta otra: Cristo, en cuanto
hombre, es una criatura.
2. El predicado se relaciona más con el término subrayado
por la reduplicación que con el sujeto de la proposición; como cuando
se dice:
el cuerpo, en cuanto colorado, es visible, se subraya
que lo colorado es lo más visible. Pero, como antes se ha señalado
(
a.8), la proposición absoluta
el hombre Cristo es una criatura
no puede admitirse. Luego tampoco ésta:
Cristo, en cuanto hombre,
es una criatura.
3. Lo que se predica de un hombre en cuanto tal, se
predica de él por sí mismo y absolutamente, pues, como se dice en el
libro V Metaphys., las expresiones por sí mismo y en
cuanto tal son idénticas. Pero la proposición Cristo es por sí
mismo y absolutamente una criatura es falsa. Luego también lo es
ésta: Cristo, en cuanto hombre, es una criatura.
Contra esto: está que todo lo que existe, o es el Creador, o es una
criatura. Pero la proposición Cristo, en cuanto hombre, es el
Creador, es falsa. Luego ésta será verdadera: Cristo, en cuanto
hombre, es una criatura.
Respondo: En la expresión
Cristo en cuanto
hombre, la palabra
hombre puede volver a tomarse, en la
reduplicación, bien por razón del supuesto, bien por razón de la
naturaleza. Si se reasume por razón del supuesto, al ser eterno e
increado el supuesto de la naturaleza humana en Cristo, la
proposición
Cristo, en cuanto hombre, es una criatura,
resultará falsa. Pero, si vuelve a tomarse por razón de la naturaleza
humana, tal proposición es verdadera, porque, por razón de la
naturaleza humana, o según la naturaleza humana, le conviene ser una
criatura, como antes se ha dicho (
a.8).
Sin embargo, debe advertirse que el término hombre, reasumido
en la reduplicación, se refiere más propiamente a la naturaleza que al
supuesto, pues vuelve a tomarse en razón de predicado, lo que equivale
a tomarlo formalmente. Efectivamente, la expresión Cristo en cuanto
hombre es lo mismo que si se dijera Cristo en cuanto que es
hombre. Y, por eso, la proposición Cristo, en cuanto hombre, es
una criatura, es más admisible que rechazable. Pero, en caso de
añadir algo que convirtiese el término hombre en supuesto, tal
proposición debe ser antes negada que admitida; por ejemplo si se
dijera: Cristo, en cuanto este hombre concreto, es una
criatura.
A las objeciones:
1. Aunque Cristo no sea la
naturaleza humana, es, sin embargo, alguien que tiene naturaleza
humana. Pero el nombre criatura es apto para ser predicado no
sólo de los nombres abstractos, sino también de los concretos, pues
decimos que la humanidad es una criatura y
que el hombre es una criatura.
2. El término hombre,
puesto como sujeto, alude más bien al supuesto; pero, en cuanto
colocado en la reduplicación, se refiere más a la naturaleza, como se
ha dicho (en la sol.). Pero, por ser la naturaleza creada, siendo, en
cambio, increado el supuesto, aunque a secas no sea admisible la
proposición este hombre es una criatura, sí lo es esta otra: Cristo, en cuanto hombre, es una criatura.
3. A cualquier hombre que es el
supuesto de una sola naturaleza humana, sólo le compete tener el ser
según tal naturaleza humana. Y por eso se sigue, a propósito de
cualquier supuesto de esta clase, que, si por ser hombre es criatura,
sea puramente una criatura. Pero Cristo es el supuesto no sólo de la
naturaleza humana, sino también de la divina, según la cual tiene un
ser increado. Y por eso no se sigue que, si es una criatura en cuanto
hombre, sea puramente una criatura.
Artículo 11:
¿Es verdadera la proposición Cristo, en cuanto hombre, es
Dios?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo, en cuanto hombre, es
Dios.
1. Cristo es Dios en virtud de la gracia de unión. Pero Cristo, en
cuanto hombre, posee la gracia de unión. Luego Cristo, en cuanto
hombre, es Dios.
2. Perdonar los pecados es algo propio de Dios, de acuerdo
con Is 43,25: Soy yo mismo quien, por amor de mí, borro tus
pecados. Pero Cristo, en cuanto hombre, perdona los pecados, según
el texto de Mt 9,6: Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en
la tierra poder de perdonar los pecados, etc. Luego Cristo, en
cuanto hombre, es Dios.
3. Cristo no es el hombre en general, sino este hombre
particular. Pero Cristo, en cuanto tal hombre particular, es Dios,
porque mediante la expresión este hombre se designa el supuesto
eterno, que es Dios por naturaleza. Luego Cristo, en cuanto hombre, es
Dios.
Contra esto: está que lo que conviene a Cristo en cuanto hombre,
conviene a cualquier hombre. Por consiguiente, si Cristo, en cuanto
hombre, es Dios, resulta que todo hombre es Dios. Pero esto es
manifiestamente falso.
Respondo: El término
hombre, subrayado
con la reduplicación, puede tomarse en dos sentidos: primero, por la
naturaleza. Y así entendido no es cierto que Cristo, en cuanto hombre,
sea Dios, porque la naturaleza humana es esencialmente distinta de la
naturaleza divina. Segundo, por el supuesto. Y, bajo este aspecto, por
ser el supuesto de la naturaleza humana de Cristo la persona del Hijo
de Dios, a la que compete ser Dios por naturaleza, resulta verdadero
que Cristo, en cuanto hombre, es Dios.
Sin embargo, al referirse más propiamente a la naturaleza que al
supuesto el término puesto en la reduplicación, como queda dicho antes
(a.10), la proposición Cristo, en cuanto hombre, es Dios,
antes debe rechazarse que admitirse.
A las objeciones:
1. Bajo el mismo aspecto no puede
convenir a un mismo sujeto estar en movimiento hacia un término y ser
ese mismo término, pues el movimiento le conviene por razón de la
materia o del sujeto; mientras que el estar en acto le conviene por
razón de la forma. Y, de manera semejante, a Cristo no le conviene,
bajo el mismo aspecto, estar ordenado a ser Dios por la gracia de
unión, y ser Dios. Lo primero le conviene en cuanto a su naturaleza
humana; lo segundo, en razón de su naturaleza divina. Y por eso
resulta verdadera la proposición Cristo, en cuanto hombre, posee
la gracia de unión; mientras que es falsa esta otra: Cristo, en
cuanto hombre, es Dios.
2. El Hijo del hombre tiene en la
tierra poder de perdonar los pecados, no en virtud de su
naturaleza humana, sino a causa de su naturaleza divina. En ésta
radica su potestad de perdonar los pecados con autoridad; mientras que
en la naturaleza humana se asienta instrumentalmente y a modo de
ministerio. Por eso el Crisóstomo, exponiendo ese texto In
Matth., comenta: Dijo claramente «perdonar
pecados en la tierra», para demostrar que había unido, con unión
indivisible, a la naturaleza humana el poder divino. Porque, aunque se
hizo hombre, siguió siendo el Verbo de Dios.
3. Cuando decimos este
hombre, el adjetivo demostrativo polariza el término hombre
en el supuesto. Y por eso es más cierta la proposición Cristo, en
cuanto es este hombre, es Dios, que esta otra: Cristo, en
cuanto hombre, es Dios.
Artículo 12:
¿Es verdadera la proposición Cristo, en cuanto hombre, es una
hipóstasis o persona?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo, en cuanto hombre, es una
hipóstasis o persona:
1. Lo que corresponde a cualquier hombre, corresponde a Cristo en
cuanto hombre, porque es semejante a los demás hombres, según Flp
2,7: Se hizo semejante a los hombres. Ahora bien, todo hombre
es una persona. Luego Cristo, en cuanto hombre, es una
persona.
2. Cristo, en cuanto hombre, es una sustancia de naturaleza
racional. No es una sustancia universal. Luego es una sustancia
individual. Pero la persona, según Boecio en el libro De duabus
Nat., no es otra cosa que una sustancia
individual de naturaleza racional. Luego Cristo, en cuanto hombre,
es una persona.
3. Cristo, en cuanto hombre, es un ser de naturaleza
humana, y un supuesto e hipóstasis de esa misma naturaleza. Pero toda
hipóstasis, supuesto y ser de naturaleza humana es una persona. Luego
Cristo, en cuanto hombre, es una persona.
Contra esto: está que Cristo, en cuanto hombre, no es una persona
eterna. Por consiguiente, si en cuanto hombre fuera una persona, se
seguiría que en Cristo habría dos personas, temporal una, y eterna la
otra. Esto es falso, como antes hemos dicho (
q.2 a.6;
q.4 a.2).
Respondo: Como acabamos de exponer (
a.10 y
11),
el término
hombre, puesto en la reduplicación, puede tomarse o
por razón del supuesto, o por razón de la naturaleza. Si, pues, en la
proposición
Cristo, en cuanto hombre, es una persona, la
palabra
hombre se toma en calidad de supuesto, es claro que
Cristo, en cuanto hombre, es una persona, pues el supuesto de la
naturaleza humana no es ningún otro que la persona del Hijo de
Dios.
En cambio, si se toma por la naturaleza, caben dos interpretaciones.
Una, que a la naturaleza humana le compete existir en una persona. Y,
de este modo, la proposición aludida también es verdadera, pues todo
lo que subsiste en una naturaleza humana es una persona. Otra, que la
naturaleza humana de Cristo debe tener una personalidad propia,
causada por los principios de esa naturaleza. Y, en este sentido,
Cristo, en cuanto hombre, no es una persona, porque la naturaleza
humana no es una realidad que exista por sí misma separadamente de la
naturaleza divina, condición requerida para que se dé la noción de
persona.
A las objeciones:
1. A todo hombre le compete ser
persona en cuanto que todo lo que subsiste en una naturaleza humana es
una persona. Pero es algo propio de Cristo hombre que la persona
subsistente en su naturaleza humana no sea causada por los principios
de esta naturaleza, sino que sea eterna. Y por eso, en cuanto hombre,
es persona en un sentido, y no lo es en otro, como se ha dicho (en la
sol.).
2. La sustancia individual
incluida en la definición de la persona implica una sustancia completa
subsistente por sí misma, separadamente de otras sustancias. De otro
modo, la mano del hombre podría llamarse persona por ser una cierta
sustancia individual; sin embargo, no puede llamarse persona porque, a
pesar de ser sustancia individual, existe en otro sujeto. Y, por la
misma razón, tampoco en Cristo es persona su naturaleza humana, no
obstante poder llamarse individuo o singular.
3. Así como persona
significa algo completo y subsistente por sí mismo en la naturaleza
racional, así también hipóstasis, supuesto y realidad
sustancial significan algo que subsiste por sí mismo. Por lo que,
así como la naturaleza humana no existe por sí misma
separadamente de la persona del Hijo, así tampoco es por sí misma una
hipóstasis, un supuesto o una realidad sustancial. Y por eso, en el
mismo sentido en que se niega la proposición Cristo, en cuanto
hombre, es una persona, es necesario negar también todas
las otras proposiciones.