Artículo 1:
¿Debe atribuirse al Espíritu Santo la obra de la concepción de
Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que la concepción de Cristo no debe
atribuirse al Espíritu Santo.
1. Porque, como dice Agustín en el libro I De Trin. ', las
obras de la Trinidad son indivisas, como también es indivisa la
esencia de la Trinidad. Pero la realización de la concepción de
Cristo es una obra divina. Luego parece que no debe atribuirse al
Espíritu Santo más que al Padre y al Hijo.
2. Dice el Apóstol en Gal 4,4:
Cuando llegó la plenitud
de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer. Lo que
expone Agustín, en el libro IV
De Trin., diciendo:
Enviado
ciertamente por aquel que le hizo nacer de mujer. Ahora bien, la
misión del Hijo se atribuye principalmente al Padre, como se expuso en
la
Primera Parte (
q.43 a.8). Luego también la concepción,
conforme a la que nació de mujer, debe atribuirse principalmente al
Padre.
3. En Prov. 9,1 se dice: La Sabiduría se edificó una
casa. Pero la Sabiduría de Dios es el mismo Cristo, según 1 Cor
1,24: Cristo, Poder de Dios y Sabiduría de Dios. Y la casa de
esta Sabiduría es el cuerpo de Cristo, llamado también su templo,
según Jn 2,21: Decía esto del templo de su cuerpo. Luego parece
que la obra de la concepción del cuerpo de Cristo debe atribuirse
principalmente al Hijo y no al Espíritu Santo.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 1,35: El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, etc.
Respondo: La concepción del cuerpo de Cristo es
obra de toda la Trinidad, pero se atribuye al Espíritu Santo por tres
razones: Primera, porque así conviene a la causa de la encarnación,
considerada por parte de Dios. El Espíritu Santo es el amor del Padre
y del Hijo, como se expuso en la
Primera Parte (
q.37 a.1). Y
del supremo amor de Dios proviene el que su Hijo tomase carne en un
seno virginal. Por eso se dice en Jn 3,16:
De tal modo amó Dios al
mundo que le dio a su Hijo Unigénito.
Segunda, porque esto es lo conveniente a la causa de la encarnación,
vista por parte de la naturaleza asumida. Así se da a entender, en
efecto, que la naturaleza humana fue asumida por el Hijo de Dios en
unidad de persona no por mérito alguno de aquélla, sino por pura
gracia, que se atribuye al Espíritu Santo, según 1 Cor 12,4: Hay
división de gracias, pero uno mismo es el Espíritu. Por lo que
dice Agustín en el Enchir.: Ese modo de nacer
Cristo del Espíritu Santo nos manifiesta la gracia de Dios, por la que
el hombre, sin méritos anteriores de ninguna clase, desde el mismo
principio en que su naturaleza comienza a existir, fue unido al Verbo
de Dios en tan gran unidad de persona que él mismo fuese el Hijo de
Dios.
Tercera, porque esto conviene al término de la encarnación. La
encarnación tenía por término que el hombre que era
concebido fuera santo e Hijo de Dios. Y ambas cosas se atribuyen al
Espíritu Santo. Por El se convierten los hombres en hijos de Dios,
según palabras de Gal 4,6: Porque sois hijos de Dios, envió Dios el
Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, que clama: Abba, Padre.
Y El mismo es Espíritu de santificación, como se dice en Rom
1,4. Por consiguiente, como los otros son espiritualmente santificados
por el Espíritu Santo para que sean hijos adoptivos de Dios, así
Cristo fue concebido en santidad por el Espíritu Santo a fin de que
fuese Hijo de Dios por naturaleza. Por lo que, según una Glosa, la expresión El cual fue predestinado Hijo
poderoso de Dios, que en Rom 1,4 figura en primer término, se
aclara por lo que sigue inmediatamente: según el Espíritu de
santificación, esto es, porque fue concebido del Espíritu
Santo. Y el mismo ángel de la anunciación, habiendo dicho
antes: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, concluye: Y por
eso lo que nacerá de ti (será) santo, será llamado Hijo de
Dios (Lc 1,35).
A las objeciones:
1. La obra de la concepción es
ciertamente común a toda la Trinidad, pero en cierta manera se
atribuye a cada una de las Personas. Al Padre se atribuye la autoridad
sobre la persona del Hijo que, en virtud de tal autoridad, asumió para
sí la concepción; se atribuye al Hijo la propia asunción de la carne;
pero se atribuye al Espíritu Santo la formación del cuerpo que es
asumido por el Hijo. El Espíritu Santo es, en efecto, el Espíritu del
Hijo, según Gal 4,6: Envió Dios el Espíritu de su Hijo. Así
como la virtud del alma que hay en el semen forma el cuerpo en la
generación de los otros hombres mediante el poder encerrado en el
semen, así el Poder de Dios, que es el propio Hijo, según 1 Cor
1,24: Cristo, Poder de Dios, formó por el Espíritu Santo el
cuerpo que tomó. Y esto demuestran también las palabras del ángel,
cuando dice: El Espíritu Santo descenderá sobre ti (Lc 1,35),
como para preparar y formar la materia del cuerpo de Cristo; y la
Virtud del Altísimo, esto es, Cristo, te cubrirá con su sombra,
es decir, según declara Gregorio en el libro 18 Moral., la luz incorpórea de la divinidad
recibirá en ti un cuerpo humano, pues la sombra se forma de la luz y
del cuerpo. Y se entiende por Altísimo el Padre, cuya Virtud es el
Hijo.
2. La misión se refiere a la
persona asumente, que es enviada por el Padre; pero la concepción dice
referencia al cuerpo asumido, que se forma por obra del Espíritu
Santo. Y por eso, aunque la misión y la concepción sean lo mismo por
razón del sujeto, al distinguirse conceptualmente, la misión se
atribuye al Padre, y la obra de la concepción al Espíritu Santo; pero
el tomar la carne se atribuye al Hijo.
3. Como expone Agustín en el
libro De Quaest. Vet. et Nov. Test., esa
cuestión puede entenderse de dos modos. Primero: La casa de Cristo es
la Iglesia, que El edificó para sí con su sangre. Después puede
llamarse casa suya su propio cuerpo, lo mismo que es llamada su
templo. Pero la obra del Espíritu Santo lo es del Hijo de Dios por la
unidad de naturaleza y de voluntad.
Artículo 2:
¿Cristo debe llamarse concebido del Espíritu Santo?
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Objeciones por las que parece que Cristo no debe llamarse concebido
del Espíritu Santo.
1. Porque acerca de las palabras de Rom 11,36: A causa de
(ex) él y por él y en él son todas las cosas, comenta la Glosa de Agustín: Es preciso fijarse en que no
dice de él, sino a causa de (ex) él. A causa de (ex) él
existen el cielo y la tierra, porque los ha hecho. Pero no son de él,
porque no proceden de su sustancia. Ahora bien, tampoco el
Espíritu Santo formó de su sustancia el cuerpo de Cristo. Luego Cristo
no debe decirse concebido del Espíritu Santo.
2. El principio activo del que es concebido algo se comporta
como el semen en la generación. Pero el Espíritu Santo no actuó a modo
de semen en la concepción de Cristo. Dice, en efecto, Jerónimo en
la Exposit. Catholicae Fideiz: No decimos que el Espíritu Santo
hizo el oficio del semen, como piensan algunos impíos en sumo grado,
sino que afirmamos que obró con el poder y la virtud
del Creador, esto es, que formó el cuerpo de Cristo. Luego
no debe decirse que Cristo es concebido del Espíritu
Santo.
3. No es posible que se forme una cosa de otras dos, a no
ser que éstas se junten de algún modo. Ahora bien, el cuerpo de Cristo
fue formado de la Virgen María. Por consiguiente, si se dice que
Cristo fue concebido del Espíritu Santo, da la impresión de que entre
el Espíritu Santo y la materia suministrada por la Virgen hubo cierta
mezcla, lo que, evidentemente, es falso. Luego no debe llamarse a
Cristo concebido del Espíritu Santo.
Contra esto: está lo que se lee en Mt 1,18: Antes de empezar ellos a
estar juntos, (María) se encontró encinta por obra del Espíritu
Santo.
Respondo: La concepción no se atribuye
exclusivamente al cuerpo de Cristo, sino también al mismo Cristo por
razón de su cuerpo. Y en el Espíritu Santo hay dos relaciones respecto
de Cristo: una, la de consustancialidad, que se refiere al mismo Hijo
de Dios, del que se dice que es concebido; otra, la de causa eficiente
respecto a su cuerpo. Ahora bien, la preposición que señala
ambas relaciones, como cuando decimos que un hombre (procede) de su
padre. Y por eso podemos decir oportunamente que Cristo fue
concebido del Espíritu Santo, de manera que la eficacia del Espíritu
Santo se refiera al cuerpo asumido, (y) la consustancialidad a la
persona asumente.
A las objeciones:
1. El cuerpo de Cristo, por no ser
consustancial al Espíritu Santo, no puede llamarse propiamente
concebido del Espíritu Santo, sino más bien a causa del (ex)
Espíritu Santo, como dice Ambrosio en el libro De Spiritu
Santo: Lo que tiene origen a causa de
(ex) alguno, o procede de su sustancia o de su poder: de su
sustancia, como acaece en el Hijo, que procede del Padre; de su poder,
como sucede con todas las cosas, modo este mediante el cual María
concibió a causa del (ex) Espíritu Santo.
2. Sobre este punto parece que hay
cierta diferencia entre Jerónimo y algunos otros Doctores, los cuales sostienen que, en la concepción de Cristo, el Espíritu Santo hizo las veces del semen. Dice, en efecto, Crisóstomo
In Matth.:
El Espíritu Santo precedió al Unigénito de Dios que había de entrar en la Virgen, a fin de que, precediendo el Espíritu Santo, Cristo según el cuerpo naciera para la santificación, interviniendo la divinidad en lugar del semen. Y el Damasceno, en el libro III, comenta:
La cubrió con su sombra la Sabiduría y el Poder de Dios, a modo de un semen divino.
Pero esta divergencia se resuelve fácilmente, porque el Crisóstomo y
el Damasceno comparan al Espíritu Santo, o incluso al Hijo, que es
la Virtud del Altísimo, con el semen entendido como virtud
activa (a.1 ad 1). Pero, si por semen se entiende la sustancia
corporal que se transforma en la concepción, tiene razón Jerónimo al
negar que el Espíritu Santo hizo las veces del semen.
3. Como expone Agustín en el Enchir., no se dice en el mismo sentido que Cristo
fue concebido y nació del Espíritu Santo y que fue concebido y nació
de la Virgen María, pues de la Virgen María fue concebido y nació
materialmente; del Espíritu Santo, como de causa eficiente. Y, por
tanto, no hubo allí mezcla de ninguna clase.
Artículo 3:
¿Debe llamarse al Espíritu Santo padre de Cristo según la
humanidad?
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Objeciones por las que parece que el Espíritu Santo debe ser llamado
padre de Cristo según la humanidad.
1. Porque según el Filósofo, en el libro De Gen.
Anim., el padre aporta el principio
activo en la generación, y la madre suministra la
materia. Ahora bien, la Santísima Virgen se llama madre de Cristo
a causa de la materia que suministró en la concepción. Luego parece
que también el Espíritu Santo puede ser llamado padre de Aquél porque
fue el principio activo en su concepción.
2. Como las almas de los otros santos son formadas por el
Espíritu Santo, de igual modo es formado por el Espíritu Santo el
cuerpo de Cristo. Ahora bien, los otros santos, a causa de la
formación predicha, son llamados hijos de toda la Trinidad, y, por
consiguiente, del Espíritu Santo. Luego parece que Cristo debe ser
llamado hijo del Espíritu Santo, por cuanto que su cuerpo fue formado
por el Espíritu Santo.
3. Dios es llamado Padre nuestro porque nos ha hecho,
según aquellas palabras del Dt 32,6:
¿No es El tu padre, el que te
poseyó, te hizo y te creó? Pero el Espíritu Santo hizo el cuerpo
de Cristo, como queda dicho (
a.1 y
2). Luego el Espíritu Santo debe
ser llamado padre de Cristo según el cuerpo formado por
Aquél.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el Enchir.: Cristo no nació del Espíritu Santo como hijo;y sí nació de la Virgen María como hijo.
Respondo: los nombres de paternidad, maternidad
y filiación siguen a la generación, pero no a cualquier generación,
sino propiamente a la generación de los vivientes, y especialmente de
los animales. No decimos, en efecto, que el fuego engendrado sea hijo
del fuego que lo originó, a no ser que lo entendamos metafóricamente.
Esto lo decimos solamente respecto de los animales cuya generación es
más perfecta. Ni, con todo, recibe el nombre de filiación cuanto es
engendrado en los animales, sino únicamente aquello que es engendrado
a semejanza del que engendra. De donde, como escribe Agustín, no decimos que el cabello que nace del hombre sea hijo
del hombre; ni decimos tampoco que el hijo que nace sea hijo del
semen, porque ni el cabello tiene semejanza con el hombre, ni el
hombre que nace tiene semejanza con el semen, sino con el hombre que
engendra. Y si la semejanza es perfecta, también lo será la filiación,
lo mismo en el orden divino que en el humano. Sin embargo, si la
semejanza es imperfecta, también lo será la filiación. Como hay en el
hombre una semejanza imperfecta con Dios, así en cuanto ha sido creado
a imagen de Dios como en cuanto ha sido creado según la semejanza de
la gracia. Y por eso el hombre puede llamarse hijo suyo de las dos
maneras, a saber: bien por haber sido creado a su imagen, bien por
haber sido asemejado a El mediante la gracia.
Pero es necesario tener presente que, cuando de un ser se predica una
propiedad según una razón perfecta, no debe predicarse de él esa misma
propiedad por una razón imperfecta. Por ejemplo, al decirse de
Sócrates que es hombre por naturaleza según la razón propia de hombre,
nunca se dirá de él que es hombre conforme al significado de esa
palabra en una pintura de un hombre, aunque él sea parecido a otro
hombre. Ahora bien, Cristo es Hijo de Dios según la razón perfecta de
filiación. Por consiguiente, aunque por razón de su naturaleza humana
haya sido creado y justificado, no debe ser llamado hijo de Dios ni
por razón de la creación, ni en virtud de la justificación, sino
exclusivamente por razón de la generación eterna, según la cual es
Hijo sólo del Padre. Y, por tanto, en modo alguno debe ser llamado
Cristo hijo del Espíritu Santo, ni tampoco hijo de toda la
Trinidad.
A las objeciones:
1. Cristo fue concebido de la
Virgen María al suministrar ésta una materia específicamente
semejante. Y por este motivo se llama hijo suyo. Pero Cristo, en
cuanto hombre, fue concebido del Espíritu Santo como de principio
activo, y no según una semejanza específica, al modo en que el hombre
nace de su padre. Y, por tanto, Cristo no se llama hijo del Espíritu
Santo.
2. Los hombres que
espiritualmente son formados por el Espíritu Santo, no pueden llamarse
hijos de Dios según el concepto perfecto de filiación. Y por ese
motivo se llaman hijos de Dios según una filiación imperfecta, que se
produce a través de la semejanza de la gracia, que proviene de toda la
Trinidad. Pero, cuando se trata de Cristo, media una razón diferente,
como acaba de decirse (en la solución).
3. A la tercera hay que decir lo mismo.
Artículo 4:
¿Hizo algo la Santísima Virgen en calidad de principio activo en la
concepción del cuerpo de Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen hizo algo como
principio activo en la concepción del cuerpo de Cristo.
1. Porque dice el Damasceno, en el libro III, que el Espíritu Santo vino sobre la Virgen, purificándola, y dándole la
virtud para recibir al Verbo de Dios, a la vez que la facultad para
engendrarlo. Pero la virtud pasiva para engendrar la tenía de la
naturaleza, como cualquier otra mujer. Luego le dio la virtud
engendradora activa. Y, de este modo, hizo algo como principio activo
en la concepción de Cristo.
2. Todas las virtudes del alma vegetativa son virtudes
activas, como dice el Comentador en el libro II De
Anima. Ahora bien, la potencia generativa, lo
mismo en el macho que en la hembra, pertenece al alma vegetativa.
Luego tanto en el macho como en la hembra obra activamente en la
concepción de la prole.
3. La hembra suministra para la concepción de la prole la
materia, de la que se forma naturalmente el cuerpo. Pero la naturaleza
es el principio intrínseco del movimiento. Luego da la impresión de
que en la misma materia suministrada por la Santísima Virgen para la
concepción de Cristo hubo un principio activo.
Contra esto: está que el principio activo de la generación se llama
virtud seminal. Ahora bien, como dice Agustín en el libro X De
Genesi ad litt., el cuerpo de Cristo fue tomado
de la Virgen sólo en la materia corpórea, mediante la virtud divina
por lo que se refiere a la concepción y a la formación; pero ese poder
divino no actuó al modo de una virtud seminal humana. Luego la
Santísima Virgen no hizo nada activamente en la concepción del cuerpo
de Cristo.
Respondo: Sostienen algunos que
la Santísima Virgen hizo activamente algo en la concepción de Cristo,
ya con poder natural, ya con poder sobrenatural. Con
poder natural, porque defienden que en toda materia natural existe
algún principio activo. Creen que, de otra manera, no habría
transformación natural. Se equivocan en eso, porque la transformación
se llama natural por causa del principio intrínseco no sólo activo,
sino también por el pasivo, pues dice expresamente el Filósofo, en el
libro VIII
Phys., que en los cuerpos pesados y
ligeros existe un principio pasivo, y no activo, del movimiento
natural. Y no es posible que la materia obre en su propia formación,
porque no está en acto. Ni tampoco es posible que una cosa se mueva a
sí misma, a no ser que se divida en dos partes, de las cuales una sea
la que mueve y otra la movida, lo que solamente acontece en los seres
animados, como se prueba en el libro VIII
Phys..
Y con poder sobrenatural, porque dicen que, para ser madre, no sólo
se requiere que suministre la materia, que es la sangre de la regla,
sino también un semen que, mezclado con el del varón, tiene eficacia
activa en la generación. Y por no haber existido disolución del semen
en la Santísima Virgen a causa de su integérrima virginidad, defienden
que el Espíritu Santo le otorgó sobrenaturalmente la virtud activa de
la concepción del cuerpo de Cristo, que las otras madres tienen
mediante la disolución del semen. Pero esto es insostenible porque,
existiendo cada una de las cosas por causa de su operación,
como se dice en el libro II De Cáelo, la
naturaleza no distinguiría tocante a la generación el sexo masculino y
el femenino, a no ser que la operación del macho sea distinta de la
operación de la hembra. Y en la generación, la obra del agente se
distingue de la obra del paciente. De donde se deduce que toda la
virtud activa está de parte del macho, y la pasiva de parte de la
hembra. Por eso en las plantas, en las que ambas capacidades están
mezcladas, no hay distinción entre el macho y la hembra.
Por consiguiente, no habiendo recibido la Santísima Virgen el ser
padre de Cristo, sino madre, sigúese que no recibió la potencia activa
para la concepción de Cristo; sea porque le faltó algo, en virtud de
lo que hubiera sido padre de Cristo, sea porque, como
dicen algunos, nada le faltó; de lo que se sigue que
una potencia activa de este género le hubiera sido otorgada
inútilmente. Y por esta causa se impone decir que la Santísima Virgen
no hizo nada positivamente en la concepción de Cristo, limitándose
sólo a suministrar la materia. Sin embargo, sí obró activamente antes
de la concepción, preparando la materia a fin de que fuese apta para
tal concepción.
A las objeciones:
1. Aquella concepción tuvo tres
privilegios, a saber: careció de pecado original; no fue la concepción
de un puro hombre, sino la de un Dios y hombre; y fue una concepción
virginal. Y gozó de estos tres privilegios por virtud del Espíritu
Santo. Por esto dice el Damasceno, en cuanto a lo primero, que el
Espíritu Santo vino sobre la Virgen, purificándola, esto es,
preservándola para que no concibiese con pecado original. En cuanto a
lo segundo, dice que le otorgó la virtud para recibir al Verbo de
Dios, esto es, para concebir al Verbo de Dios. En cuanto a lo
tercero, dice que le dio a la vez la virtud para engendrar, es
a saber, para que, permaneciendo virgen, pudiera engendrar, no activa
sino pasivamente, como las otras madres lo obtienen del semen del
varón.
2. La potencia generativa en la
hembra es imperfecta con relación a la que existe en el macho. Y por
eso, así como en las artes la inferior dispone la materia, y la
superior hace aparecer la forma, como se dice, en el libro II Phys., de modo semejante la virtud generativa de
la hembra prepara la materia, y la virtud activa del macho da forma a
la materia preparada.
3. Para que la transformación sea
natural no se requiere que haya en la materia un principio activo;
basta sólo con que exista el pasivo, como se ha dicho (en la
sol.).