Artículo 1:
¿Está la vida contemplativa relacionada sólo con el entendimiento y
no con la voluntad?
lat
Objeciones por las que parece que la vida contemplativa no tiene nada
que ver con la vida afectiva, sino que reside totalmente en el
entendimiento.
1. El Filósofo dice en II Metaphys. que el
fin de la contemplación es la verdad. Pero la verdad pertenece por
entero al entendimiento. Luego parece que la vida contemplativa se da
totalmente en el entendimiento.
2. San Gregorio, en VI Moral., dice
que Raquel, que significa «principio visto», es figura de la vida
contemplativa. Ahora bien: la visión de un principio pertenece
propiamente al entendimiento. Por tanto, la vida contemplativa también
pertenece propiamente al entendimiento.
3. San Gregorio, en su Comentario a
Ezequiel, dice que es propio de la vida
contemplativa abstenerse de la acción externa. Pero tanto la
facultad afectiva como la apetitiva inclinan hacia acciones externas.
Por tanto, parece que la vida contemplativa no pertenece, en absoluto,
a la potencia apetitiva.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio, en el pasaje
citado, dice que
la vida contemplativa consiste en
conservar con toda el alma la caridad para con Dios y el prójimo y en
aplicarse sólo al deseo del Creador. Ahora bien: el deseo y el
amor pertenecen a la facultad afectiva o apetitiva, como ya dijimos
(
1-2 q.25 a.2;
q.26 a.2). Por consiguiente, la vida contemplativa
también está relacionada con la facultad afectiva o
apetitiva.
Respondo: Como dijimos antes (
q.179 a.1), se
llama contemplativa a la vida de aquellos que se dedican
principalmente a la contemplación de la verdad. Por otra parte, la
intención es un acto de la voluntad, como quedó dicho (
1-2 q.12 a.1),
porque dice relación con el fin, que es el objeto de la voluntad. Por
eso la vida contemplativa, en cuanto a la esencia de la acción,
pertenece al entendimiento; pero, en cuanto al impulso para ejercer
tal operación, pertenece a la voluntad, la cual mueve a todas las
demás potencias, y al mismo entendimiento, hacia su acto, según
dijimos ya (
1 q.82 a.4;
1-2 q.9 a.1).
La potencia apetitiva mueve al conocimiento sensible intelectual de
algo, a veces por el amor del objeto visto, porque, como se dice en Mt
6,21, donde está tu tesoro, allí está tu corazón; otras veces,
por el amor al mismo conocimiento adquirido en la contemplación. Por
eso San Gregorio hace consistir la vida contemplativa en el amor
de Dios, en cuanto que éste nos inflama en orden a contemplar su
belleza. Y puesto que todos experimentan deleite cuando consiguen
aquello que aman, por eso el término de la vida
contemplativa es el deleite, que está en la voluntad y que hace que
aumente el amor.
A las objeciones:
1. Por el hecho mismo de ser la
verdad el fin de la contemplación, es ésta un bien apetecible, amable
y deleitable, cualidades que hacen que pertenezca a la facultad
apetitiva.
2. A la visión del primer
principio, Dios, nos impulsa el amor de El. Por eso dice San Gregorio,
en su Comentario a Ezequiel, que la vida
contemplativa, menospreciando todas las preocupaciones, se consume por
ver la faz de su Creador.
3. La facultad apetitiva mueve no
sólo a los miembros corporales a realizar las acciones exteriores,
sino también al entendimiento a realizar la obra de la contemplación,
como dijimos antes (In corp.).
Artículo 2:
¿Pertenecen las virtudes morales a la vida contemplativa?
lat
Objeciones por las que parece que las virtudes morales pertenecen a
la vida contemplativa.
1. San Gregorio, en su Comentario a Ezequiel,
dice que la vida contemplativa consiste en conservar la caridad
para con Dios y el prójimo. Pero todas las virtudes morales, sobre
cuyos actos hay preceptos legales, se reducen al amor de Dios y del
prójimo, ya que el amor es la plenitud de la ley, como se dice
en Rom 13,10. Por consiguiente, parece que las virtudes morales
pertenecen a la vida contemplativa.
2. La vida contemplativa se ordena principalmente a la
contemplación de Dios, pues dice San Gregorio, en el Comentario a
Ezequiel, que, menospreciando todas las
preocupaciones, se consume por ver la faz de su Creador. Pero
nadie puede llegar a esto sino mediante la limpieza producida por las
virtudes morales, puesto que en Mt 5,8 se dice: Bienaventurados
los limpios de corazón, porque verán a Dios. Y en Heb 12,14 se
dice: Procurad la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie
verá a Dios. Parece, por tanto, que las virtudes morales
pertenecen a la vida contemplativa.
3. Dice San Gregorio, en el Comentario a
Ezequiel, que la vida contemplativa es bella en
el alma, y por eso está representada por Raquel, de la que se
dice, en Gén 20,17, que era de hermoso rostro. Pero la belleza
de alma consiste en las virtudes morales, y sobre todo en la
templanza, como dice San Ambrosio en I De Offic.. Parece, pues, que las virtudes morales son objeto de la
contemplación.
Contra esto: está el hecho de que las virtudes morales se ordenan a
acciones externas. Pero San Gregorio dice, en VI Moral., que es propio de la contemplación
abstenerse de acciones externas. Por consiguiente, las virtudes
morales no pertenecen a la vida contemplativa.
Respondo: Una cosa puede pertenecer a la vida
contemplativa de dos modos: esencialmente y como disposición.
Esencialmente, las virtudes morales no pertenecen a la vida
contemplativa, cuyo fin es la consideración de la verdad, y el
saber, que pertenece a la consideración de la verdad, interesa
poco a las virtudes morales, como dice el Filósofo en II Ethic.. Por eso él mismo, en X Ethic., dice que las virtudes morales pertenecen a
la vida activa y no a la contemplativa. Dispositivamente, sin embargo, las virtudes morales sí pertenecen a la vida contemplativa. Pues el acto de la contemplación, en el que esencialmente consiste la vida contemplativa, es impedido tanto por la vehemencia de las pasiones, por las que la intención del alma es abstraída de lo inteligible a lo sensible, como por los tumultos exteriores. Pero las virtudes morales aplacan la vehemencia de las pasiones y sedan el tumulto de las ocupaciones exteriores. Y así las virtudes morales pertenecen dispositivamente a la vida contemplativa.
A las objeciones:
1. Como ya dejamos dicho (
a.1), la
vida contemplativa recibe su impulso de la voluntad, y bajo este
aspecto, el amor a Dios y al prójimo se requieren para ella. Ahora
bien: las causas motoras no forman parte de la esencia de las cosas,
pero las disponen y perfeccionan. Por tanto, no se sigue que las
virtudes morales pertenezcan a la vida contemplativa.
2. La santidad, es decir, la
limpieza, es producida por las virtudes que se ocupan de las pasiones
que impiden la pureza de alma, mientras que la paz es
fruto de la justicia, la cual se ocupa de las acciones, según lo que
se dice en Is 32,17: La obra de la justicia será la paz en
cuanto que, quien se abstiene de la injusticia, evita ocasiones de
alborotos y riñas. Bajo este aspecto, las virtudes morales disponen a
la vida contemplativa, en cuanto que son causa de paz y de
limpieza.
3. La belleza, como ya dijimos
(
q.145 a.2), consiste en cierto esplendor y debida proporción. Pero
ambos se hallan radicalmente en la razón, a la cual pertenece ordenar
en las cosas la claridad y la proporción. Por eso se da la belleza en
la vida contemplativa, que consiste en un acto de la razón. De ahí que
en Sab 8,2 se diga de la contemplación de la verdad:
Me enamoré de
su belleza.
En las virtudes morales, por su parte, se halla una belleza
participada, en cuanto que participan del orden de la razón, de un
modo especial la templanza, que reprime las concupiscencias que más
impiden la luz de la razón. De ahí que la virtud de la castidad haga
al hombre especialmente apto para la contemplación, dado que los
placeres venéreos son los que más arrastran a la mente hacia lo
sensible, como dice San Agustín en sus Soliloquios.
Artículo 3:
¿Consiste la vida contemplativa en diversos actos?
lat
Objeciones por las que parece que la vida contemplativa consiste en
diversos actos.
1. Ricardo de San Víctor distingue entre contemplación, meditación y pensamiento. Pero los tres
parece que pertenecen a la vida contemplativa. Luego parece que ésta
se compone de diversos actos.
2. El Apóstol dice en 2 Cor 3,18: Todos nosostros, a
cara descubierta, contemplando la gloría del Señor como en un espejo,
nos transformamos en la misma claridad. Pero esto pertenece a la
vida contemplativa. Luego, además de los tres actos ya dichos, también
la especulación pertenece a la vida contemplativa.
3. San Bernardo dice, en su obra De
Consid., que la primera y más alta
contemplación consiste en admirar la majestad. Ahora bien: la
admiración, según San Juan Damasceno, se considera
como una especie de temor. Por consiguiente, parece que se requieren
muchos actos en la contemplación.
4. Más todavía: también se dice que pertenecen a la vida
contemplativa la oración, la lectura y la
meditación. También pertenece el acto de
escuchar, pues María, en la que está significada la vida
contemplativa, según dice Lc 10,39, sentada a los pies del Señor,
escuchaba sus palabras. Parece, pues, que la vida contemplativa
exige varios actos.
Contra esto: está el hecho de que la vida se toma aquí como operación a
la que se dedica principalmente el hombre. Por tanto, si la vida
contemplativa tiene muchas operaciones, no habrá una sola, sino muchas
vidas contemplativas.
Respondo: Hablamos aquí de la vida
contemplativa en cuanto que se refiere al hombre. Ahora bien: la
diferencia entre el hombre y el ángel, según Dionisio en VII De
Div. Nom., consiste en que el ángel ve la verdad
por una simple aprehensión, mientras que el hombre llega a la
intención de la más sencilla verdad progresivamente, a través de
muchos datos. Por tanto, la vida contemplativa tiene un solo acto como
término final de su perfección, es decir, la contemplación de la
verdad, y muchos actos mediante los cuales llega a este acto final. De
ellos, unos se refieren al conocimiento de los principios, desde los
cuales se eleva a la contemplación de la verdad; otros pertenecen a la
aplicación de esos principios a la verdad cuyo conocimiento se busca,
y el último acto completivo es la misma contemplación de la
verdad.
A las objeciones:
1. El pensamiento, según Hugo de
San Víctor, parece que se refiere a la observación de
muchas cosas, de las cuales uno pretende deducir una simple verdad. De
ahí que, bajo el nombre de pensamiento, puedan
incluirse las percepciones de los sentidos para conocer algunos
efectos, los actos de imaginación y los discursos de la razón acerca
de signos o cualquier otra cosa que pueda llevar al conocimiento de la
verdad que se busca, aunque, según San Agustín en XIV
De
Trin., puede llamarse pensamiento a toda operación
actual del entendimiento. En cuanto a la
meditación, parece
que pertenece al proceso de la razón, que pasa a través de los
principios para llegar a la contemplación de la verdad. Esto mismo
significa la
consideración, según San Bernardo, aunque según el Filósofo, en II
De Anima,
toda operación del entendimiento se llama
consideración. Pero
la
contemplación pertenece a la simple intuición de la
verdad.
Por eso dice el mismo Ricardo de San Víctor que la
contemplación es la intuición penetrante y libre del objeto, mientras
que la meditación es el trabajo del espíritu, ocupado en la búsqueda
de la verdad, y pensamiento es la reflexión del espíritu, pronto a la
divagación.
2. Según la Glosa de San
Agustín a este texto, speculantes viene de speculum (espejo), no de specula (atalaya), y ver algo a
través de un espejo es ver la causa a través del efecto, en el cual
resplandece su imagen. Por tanto, especulación puede reducirse
a meditación.
3. La admiración es una forma de
temor producida por el conocimiento de algo superior a nuestro poder.
De ahí que la
admiración sea un acto derivado de la
contemplación de la verdad sublime, pues ya dijimos antes (
a.1) que la
contemplación termina en la voluntad.
4. El hombre llega al conocimiento
de la verdad por dos caminos. Primero, a través de lo que recibe de
otro, y en este sentido es necesaria la oración por lo que el hombre
tiene que recibir de Dios, ya que en Sab 7,7 se dice: Invoqué y
vino sobre mí el espíritu de sabiduría. Ahora bien: en cuanto a lo
que recibe del hombre, son necesarios: el oído, si lo recibe
de viva voz, y la lectura, si se le transmite por escrito.
También es necesario el propio esfuerzo, y en tal sentido se requiere
la meditación.
Artículo 4:
¿Consiste la vida contemplativa únicamente en la contemplación de
Dios, o también en la consideración de cualquier verdad?
lat
Objeciones por las que parece que la vida contemplativa no consiste
únicamente en la contemplación de Dios, sino de cualquier
verdad.
1. Leemos en el salmo 138,14: Maravillosas son tus obras, y mi
alma las conoce perfectamente. Pero el conocimiento de las obras
divinas se realiza mediante la contemplación de la verdad. Luego
parece que pertenece a la vida contemplativa el contemplar no sólo la
verdad divina, sino cualquiera otra.
2. San Bernardo, en De Consid., dice
que la primera contemplación es la admiración de la majestad; la
segunda, la de los juicios de Dios; la tercera, de sus beneficios; la
cuarta, de sus promesas. Pero, de estas cuatro, sólo la primera
pertenece a la verdad divina, mientras que las otras tres pertenecen a
efectos de la misma. Luego la vida contemplativa consiste no sólo en
la consideración de la verdad divina, sino también en la consideración
de la verdad sobre los efectos divinos.
3. Ricardo de San Víctor distingue seis
grados en la contemplación. El primero es por la imaginación
sólo, cuando consideramos las cosas corporales; el segundo radica
en la imaginación según la razón, en cuanto que consideramos
el orden y la disposición; el tercero se realiza en la razón según
la imaginación, cuando nos elevamos de las cosas sensibles a las
inteligibles; el cuarto consiste en la razón según la razón,
cuando el alma considera cosas invisibles a las que no se ha llegado a
través de la imaginación; el quinto está por encima de la
razón, cuando conocemos por revelación de Dios cosas que no pueden
conocerse mediante la razón humana, y el sexto está por encima de
la razón y fuera de ella, y se da cuando conocemos, por
iluminación divina, cosas que parecen oponerse a la
razón humana, como el misterio de la Trinidad. Pero sólo el último
parece pertenecer a la verdad divina. Luego la contemplación no sólo
considera la verdad divina, sino también lo que se considera en las
criaturas.
4. Más todavía: en la vida contemplativa se busca la contemplación de
la verdad como perfección del hombre. Pero cualquier verdad
perfecciona al entendimiento. Luego la vida contemplativa consiste en
cualquier contemplación de la verdad.
Contra esto: está el hecho de que, según San Gregorio en VI Moral., en la contemplación se busca al
principio, que es Dios.
Respondo: Como observamos antes (
a.2), una
cosa puede pertenecer a la vida contemplativa de dos modos: de una
manera principal y como elemento secundario o disposición. Como
elemento principal pertenece la contemplación a la verdad divina,
porque tal contemplación es el fin de toda la vida humana. Por eso
dice San Agustín, en I
De Trin., que
la
contemplación de Dios se nos promete como fin de todos nuestros actos
y como perfección eterna de todas nuestras alegrías. Dicha
contemplación será perfecta en la vida futura,
cuando veamos a
Dios cara a cara (1 Cor 13,12), haciéndonos perfectamente felices.
Pero ahora esa contemplación nuestra es imperfecta,
como a través
de un espejo y en oscuridad (1 Cor 13,12). Por tanto nos da sólo
el comienzo de la bienaventuranza, que empieza aquí para terminar en
la vida futura. Por eso el Filósofo, en X
Ethic., hace consistir la suprema felicidad del hombre en la contemplación del supremo bien inteligible.
Pero, dado que a través de los efectos divinos somos llevados a la
contemplación, conforme se nos dice en Rom 1,20: lo invisible de
Dios se conoce por medio de las cosas creadas, de ahí que la
contemplación de los efectos divinos también pertenece, de modo
secundario, a la vida contemplativa, en cuanto que, a través de ellos,
el hombre es llevado al conocimiento de Dios. Por eso dice San
Agustín, en De Vera Relig., que en la
consideración de las criaturas no ha de emplearse una curiosidad vana
y perecedera, sino que ha de servirnos de medio para elevarnos a las
cosas inmortales y eternas.
Así, pues, de lo dicho ya (a.2.3) se deduce que hay cuatro cosas que
pertenecen, según un orden, a la vida contemplativa. En primer lugar,
las virtudes morales; en segundo lugar, otros actos destinados a la
contemplación; en tercer lugar, la contemplación de los efectos
divinos, y en cuarto lugar, lo propiamente contemplativo, que es la
contemplación misma de la verdad divina.
A las objeciones:
1. David buscaba conocer las obras
de Dios para que ellas llevaran al hombre a Dios mismo. Por eso dice
en otro lugar (salmo 142,5): Meditaré en todas tus obras; en los
hechos de tus manos meditaré; he levantado mis manos hacia
ti.
2. Mediante la consideración de
los juicios divinos es llevado el hombre a la contemplación de la
justicia divina, mientras que la consideración de los beneficios y
promesas de Dios lo lleva al conocimiento de la misericordia o bondad
divina a través de efectos producidos o que han de
producirse.
3. Aquellos seis grados de
contemplación designan los grados mediante los cuales se asciende a la
contemplación de Dios a través de las criaturas. En efecto, en el
primer grado figura la percepción de las cosas sensibles; en el
segundo, el paso de lo sensible a lo inteligible; en el tercero se
juzga lo inteligible a través de lo sensible; en el cuarto figura la
consideración absoluta de las cosas inteligibles, a las cuales se
llega a través de lo sensible; en el quinto está la contemplación de
lo inteligible, que la razón no puede hallar a través de las cosas
sensibles, pero sí por medio de la razón misma, y en el sexto la
consideración de las cosas inteligibles, que la razón no puede
alcanzar ni comprender, que pertenecen a la contemplación sublime de
la verdad divina, en cuya contemplación halla su perfección
final.
4. La perfección última del
entendimiento humano es la verdad divina, mientras que las demás
verdades perfeccionan el entendimiento en orden a esta
verdad.
Artículo 5:
¿Puede la vida contemplativa, en el estado presente, llegar a la
visión de la esencia divina?
lat
Objeciones por las que parece que la vida contemplativa, en el estado
presente, puede llegar a la visión de la esencia divina.
1. Tal como aparece en Gén 32,30, dijo Jacob: Vi a Dios cara a
cara y ha quedado a salvo mi vida. Ahora bien: la visión cara a
cara es la visión de la esencia divina. Luego parece que alguno, a
través de la contemplación en la vida presente, puede llegar hasta ver
a Dios en su esencia.
2. Dice San Gregorio, en VI Moral.,
que los contemplativos se concentran interiormente en sí mismos
para meditar sobre las cosas espirituales sin llevar consigo las
sombras de las cosas corporales o apartando con la mano de su
discreción lo que quizá se les pegó, y deseando ver la luz infinita,
rechazan todas las imágenes de su propia limitación, y deseando lo que
está por encima de ellos, vencen lo que son. Pero lo único que
impide al hombre alcanzar la visión de la esencia divina, que es una
luz infinita, es su necesidad de conocer a través de imágenes
corpóreas. Luego parece que la contemplación de la vida presente puede
llegar a alcanzar la luz infinita en su esencia.
3. Dice San Gregorio en II Dialog.: Toda criatura es nada para el alma que ve al Creador. Por eso el
hombre de Dios, es decir, San Benito, que veía un globo de
fuego en una torre y a los ángeles volviendo al cielo, no podía verlo
sino con la luz de Dios. Pero San Benito veía aún en la vida
presente. Por tanto, la contemplación de la vida presente puede llegar
a la visión de la esencia divina.
Contra esto: está lo que dice San Gregorio en Super
Ezech.: Mientras vivimos en esta carne mortal,
nadie progresa tanto en la virtud de la contemplación que pueda fijar
los ojos del alma en el resplandor mismo de la luz
infinita.
Respondo: Como afirma San Agustín en XII
Super Gen. ad litt.,
nadie que ve a Dios vive
en esta vida mortal sujeto a los sentidos del cuerpo. Por el
contrario, si no muere de algún modo, bien saliendo totalmente del
cuerpo o bien prescindiendo de los sentidos carnales, no es elevado a
aquella visión. De todo esto hablamos ya ampliamente al tratar del
rapto (
q.175 a.4.5) y en la
Primera Parte, al hablar de la
visión de Dios (
q.12 a.11). Por eso debemos decir que se puede estar
en esta vida de un doble modo. En primer lugar, de un modo actual, en
cuanto que se hace, entonces, un uso real de los sentidos del cuerpo.
Así tomada, la contemplación de esta vida no puede en modo alguno
llegar a ver la esencia de Dios. En segundo lugar, se puede estar en
esta vida de un modo potencial, y no en acto, en cuanto que el alma
está unida al cuerpo mortal como forma del mismo, pero sin hacer uso
de los sentidos corporales ni de la imaginación, como sucede en el
rapto, y en este caso puede la contemplación de esta vida alcanzar
también a la visión de la esencia divina. De ahí que el grado supremo
de contemplación en la vida presente sea el que tuvo San Pablo en el
rapto, en el que su estado fue un término medio entre el de la vida
presente y el de la futura.
A las objeciones:
1. Como dice Dionisio en su Epistola ad Caium Monachum: Si alguien, al ver
a Dios, entendió lo que vio, no vio a Dios mismo, sino algo de lo que
es propio de Dios. Y San Gregorio, en Super
Ez., dice que de ningún modo se ve al Dios
omnipotente en su claridad propia; pero el alma presiente algo bajo
ella, con lo que va rectificando y avanzando hasta llegar más tarde a
la gloria de su visión. Por eso lo dicho por Jacob, vi a Dios
cara a cara, no ha de entenderse como si viera la esencia divina,
sino una aparición imaginaria en la que le habló. O, como dice la Glosa de San Gregorio, llamó visión cara a
cara al conocimiento de Dios, porque nosotros nos conocemos por el
rostro.
2. La contemplación humana, en el
estado de vida presente, no es posible sin imágenes, porque es
connatural al hombre ver las ideas en las imágenes, como dice el
Filósofo en III De Anima. Pero el conocimiento
intelectual no se para en las imágenes, sino que ve en ellas la pureza
de la verdad inteligible. Y esto no sólo a nivel del conocimiento
natural, sino de las verdades que conocemos por
revelación, pues dice Dionisio, en I De Cael. Hier., que la claridad divina nos manifiesta las jerarquías de los ángeles mediante símbolos y figuras, por las que llegamos al simple resplandor, es decir, al simple conocimiento de la verdad inteligible. Así ha de entenderse lo que dice San Gregorio, que los contemplativos no llevan consigo las sombras de las cosas corporales, porque su contemplación no se para en ellas, sino en la consideración de la verdad inteligible.
3. De esas palabras de San
Gregorio no se deduce que San Benito, en aquella visión, viera la
esencia divina, sino que quiere indicar que, dado que, a quien ve
al Creador, toda criatura le parece poca cosa,
cualquier cosa puede ser vista fácilmente a través de la luz divina.
Por eso añade: En efecto, por poco que haya visto
de la luz del Creador, todo lo creado le parece pequeño.
Artículo 6:
¿Es adecuado distinguir tres movimientos circular, recto y oblicuo
-en la operación de la contemplación?
lat
Objeciones por las que parece que no es adecuado distinguir en la
operación de la contemplación tres movimientos: circular,
recto y oblicuo, de los que se nos habla en el IV De
Div. Nom..
1. La contemplación pertenece al descanso, según se dice en Sab 8,16: Entrando en mi casa, descansaré en ella. Pero el movimiento es
opuesto al descanso. Luego las operaciones contemplativas no deben
designarse por movimientos.
2. La acción de la vida contemplativa pertenece al
conocimiento, en el cual el hombre coincide con los ángeles. Pero
Dionisio señala, en los ángeles estos movimientos de distinta manera
que en el alma, ya que dice que el movimiento circular
de los ángeles se realiza mediante iluminaciones de lo bello y lo
bueno, mientras que en el alma lo hace consistir en varias cosas:
la primera, el recogimiento del alma de las cosas exteriores en sí
misma; la segunda, una concentración de sus fuerzas, que
libera al alma del error y de las ocupaciones exteriores, y la
tercera la unión a lo que es superior a ella. También describe
de distinta forma el movimiento recto en ambos casos, ya que hace
consistir el movimiento recto del ángel en ordenarse a la
providencia de los seres a él encomendados, mientras que el del
alma lo hace consistir en dos cosas: en el recogimiento hacia sí
misma y en la elevación de las cosas externas a la simple
contemplación. También explica de distinto modo el movimiento
oblicuo en ambos casos. El del ángel, por el hecho de que,
proveyendo a los que tienen menos, permanece inmóvil con respecto a
Dios; en el alma, en cambio, lo hace consistir en que ésta es
iluminada de un modo racional, pero oscuro, por el conocimiento
divino. Por consiguiente, no parece adecuado asignar las
operaciones de la contemplación según los modos indicados.
3. Ricardo de San Víctor, en el libro De
Contempl., habla de otras muchas formas de
movimiento, a semejanza del de las aves. De ellas, algunas tan
pronto se elevan a las regiones más altas como descienden a las más
bajas, repitiendo estas operaciones con frecuencia; otras vuelan
repetidamente a derecha e izquierda; otras lo hacen hacia adelante y
hacia atrás; otras dan vueltas en círculos más o menos amplios, y
otras permanecen inmóviles y suspensas en un lugar. Por tanto,
parece que no hay sólo tres movimientos de contemplación.
Contra esto: está la autoridad de Dionisio.
Respondo: Como ya comentamos antes (
q.179 a.1.3), la operación del entendimiento, en la que consiste
esencialmente la contemplación, se llama movimiento en cuanto que el
movimiento es
un acto del ser perfecto, como dice el Filósofo
en III
De Anima. En efecto, dado que llegamos
al conocimiento de los objetos inteligibles mediante los sensibles, y
las operaciones sensibles no se realizan sin movimiento, de ahí que
también las operaciones inteligibles se describan como movimientos, y
podamos dividirlas según las semejanzas que tengan con los distintos
movimientos. Ahora bien: entre los movimientos corporales, el primero
y el más perfecto es el local, como se demuestra en VIII
Physic.. Por eso las operaciones
del entendimiento se dividen principalmente por semejanza con él. El
movimiento local presenta tres formas:
anular, por el que uno
se mueve de un modo uniforme alrededor de un centro,
recto, por
el que va directamente de un punto a otro, y
oblicuo, término
medio entre ambos. Por eso, en las operaciones de la inteligencia, la
que es perfectamente uniforme se compara con el movimiento circular;
la operación según la cual se va de una verdad a otra se compara con
el movimiento rectilíneo, y la operación que tiene uniformidad y, al
mismo tiempo, paso a otra verdad, se compara con el movimiento
oblicuo.
A las objeciones:
1. Los movimientos corpóreos
externos se oponen al reposo de la contemplación, que consiste en
estar ajeno a ocupaciones externas. Pero el movimiento que implican
las operaciones de la inteligencia forma parte del mismo
reposo.
2. El hombre conviene con los
ángeles en tener entendimiento de una manera genérica, pero la
facultad intelectiva del ángel es mucho más excelente que la del
hombre. Por consiguiente, hay que asignar estos movimientos de
distinta manera a los ángeles y a las almas, según la diferente
uniformidad. En efecto, el entendimiento angélico es uniforme por dos
razones. En primer lugar, porque no recibe la verdad inteligible de la
variedad de las cosas compuestas; en segundo lugar, porque no entiende
la verdad inteligible de un modo discursivo, sino por simple
intuición. En cambio, el entendimiento humano recibe la verdad
inteligible de las cosas sensibles y la comprende mediante un discurso
de la razón.
Por eso Dionisio asigna el movimiento circular a los ángeles en
cuanto que ven a Dios sin principio ni fin; igual que el movimiento
circular, que no tiene principio ni fin, se refiere siempre
uniformemente al mismo centro. En cambio, en el alma, antes de llegar
a esta uniformidad es preciso vencer dos obstáculos. En primer lugar,
los que provienen de la diversidad de las cosas externas, y los vence
apartándose de las cosas externas. Por eso pone en primer lugar, en el
movimiento circular del alma, el recogimiento hacia sí misma.
En segundo lugar ha de vencerse el segundo obstáculo, que procede del
discurso de la razón. Esto se logra reduciendo todas las operaciones
del alma a la contemplación de la verdad inteligible. Por eso pone en
segundo lugar la uniforme concentración de las fuerzas
intelectuales, es decir, que, cesando el discurso, fije la mirada
en la contemplación de una sola y sencilla verdad. Y en esta operación
del alma no hay error, como lo demuestra el hecho de que no se da
error en el conocimiento de los primeros principios, los cuales
conocemos por simple intuición. Supuesto esto, pone la uniformidad
propia de los ángeles por lo que se refiere a la exclusiva
contemplación de Dios, olvidando todo lo demás. Y así dice: Después, hecha la unidad, todo en conformidad con las fuerzas
intelectuales unificadas, se encamina al conocimiento de la belleza y
la bondad.
El movimiento rectilíneo en los ángeles no puede significar que, en
su consideración, vaya de una verdad a otra, sino el orden de su
providencia, en cuanto que el ángel superior ilumina a los inferiores
mediante los intermedios. Por eso dice que los ángeles se mueven
en linea recta cuando proveen a sus inferiores pasando por los
intermedios, es decir, siguiendo un orden determinado. En cambio,
el movimiento rectilíneo se da en el alma cuando pasa de lo sensible
externo al conocimiento de lo inteligible.
Finalmente, el movimiento oblicuo, compuesto de rectilíneo y de
circular, consiste en el ángel en la providencia a los inferiores,
atendiendo a la contemplación de Dios; en el alma, en cambio, este
movimiento espiral, compuesto también de recto y circular, se pone
para significar que utiliza la revelación divina valiéndose del
raciocinio.
3. Todas aquellas formas de
movimiento, sea hacia arriba o hacia abajo, hacia adelante o hacia
atrás, a la derecha o a la izquierda y en diversos círculos, pueden
clasificarse bajo el movimiento rectilíneo u oblicuo. En efecto, todos
significan el discurso de la razón. Según éste sea del género a la
especie o del todo a la parte, tendremos, como él mismo dice,
movimiento hacia arriba o hacia abajo. Si va de las causas a los
efectos, movimiento hacia adelante o hacia atrás. Si es según los
accidentes más o menos próximos al objeto, tendremos movimiento
circular. Pero cuando el discurso de la razón pasa de lo sensible a lo
inteligible sin salir del orden natural, tenemos movimiento
rectilíneo; cuando se eleva al orden de la revelación, movimiento
oblicuo, como ya hemos explicado (ad 2). Sólo la
inmovilidad, que menciona, pertenece al movimiento
circular.
De lo dicho se deduce que Dionisio describe los movimientos de la
contemplación de una manera mucho más completa y sutil.
Artículo 7:
¿Produce deleite la contemplación?
lat
Objeciones por las que parece que la contemplación no produce
deleite.
1. El deleite pertenece a la potencia apetitiva, mientras que la
contemplación es principalmente del entendimiento. Luego parece que el
deleite no es algo esencial a la contemplación.
2. Toda lucha y todo esfuerzo impide el deleite. Ahora bien:
en la contemplación se da lucha, ya que dice San Gregorio, en Super Ez., que el alma, cuando se esfuerza por
contemplar a Dios, como si librara un combate, triunfa unas veces,
porque, con el entendimiento y la voluntad, llega a gustar algo de la
luz infinita, mientras que otras veces desfallece de nuevo después de
haberla gustado. Luego la vida contemplativa no produce
deleite.
3. El deleite es efecto de la operación perfecta, como se
dice en X Ethic.. Pero la contemplación de esta
vida es imperfecta, como se dice en 1 Cor 13,12: Ahora vemos por un
espejo y oscuramente. Por tanto, parece que la vida contemplativa
no produce placer.
4. Más todavía: una herida corporal impide el deleite. Pero la
contemplación produce herida corporal, y por eso se nos dice en Gén
32,30ss que Jacob, después de haber dicho:
«He visto al Señor cara
a cara», iba cojeando del muslo, porque Dios se lo había tocado y
dejado seco.
Luego parece que no se da deleite en la vida contemplativa.
Contra esto: está el hecho de que se dice de la contemplación, en Sab
8,16: No es amarga su conversación ni dolorosa su convivencia,
sino alegría y gozo. Y San Gregorio dice, en Super
Ezech., que la vida contemplativa es una
dulzura muy agradable.
Respondo: La contemplación puede ser
deleitable bajo un doble aspecto. En primer lugar, por razón de la
misma operación, porque para cada uno resulta agradable la operación
que le es conveniente por su propia naturaleza o por costumbre. Ahora
bien: la contemplación de la verdad es propia del hombre según su
naturaleza, por ser animal racional. Por eso
todos los hombres
desean naturalmente saber y, por consiguiente, encuentran deleite
en el conocimiento de la verdad, sobre todo aquellos que poseen el
hábito de sabiduría y de ciencia, que trae como consecuencia el poder
contemplar sin dificultad.
En segundo lugar, la contemplación se hace deleitable por parte del
objeto, en cuanto que se contempla una cosa amada, como sucede en la
visión corporal, que es deleitable no sólo porque ya lo es el acto
mismo de ver, sino también por ver a una persona querida. Por tanto,
dado que la vida contemplativa consiste principalmente en la
contemplación de Dios a la cual mueve la caridad, como dijimos antes
(a.1; a.2 ad 1), sigúese que en la vida contemplativa se da deleite no
sólo por razón de la contemplación misma, sino por razón del amor
divino.
En ambos casos, el deleite supera a todo deleite humano, ya que el
deleite espiritual es superior al carnal, como ya dijimos (1-2 q.31 a.5) al hablar de las pasiones, y el amor mismo con el que Dios es
amado en la caridad es superior a todo amor. Por eso se dice en el
salmo 33,9: Gustad y ved cuán suave es el Señor.
A las objeciones:
1. La vida contemplativa, aunque
consiste esencialmente en el entendimiento, tiene su principio en la
voluntad, en cuanto que el amor de Dios impulsa a la contemplación. Y
dado que el fin corresponde al principio, de ahí que el término y el
fin de la vida contemplativa haya que buscarlo en la voluntad, en
cuanto que se encuentra deleite en la visión del objeto amado, y el
deleite del objeto visto enciende más ese amor. Por eso dice San
Gregorio, en Super Ezech., que, cuando se
ha visto a quien se ama, se enciende más ese amor. Y ésta es la
perfección última de la vida contemplativa: que no sólo se ve sino que
también se ama la verdad divina.
2. El esfuerzo o lucha procedente
de la contrariedad de un objeto externo impide el que se sienta
deleite sobre él, porque nadie encuentra deleite en
algo contra lo cual lucha. Pero en algo por lo que se lucha, cuando el
hombre lo consigue en igualdad de condiciones, encuentra más deleite.
San Agustín dice, en VIII Confess., que cuanto mayor fue el peligro de la lucha, tanto mayor es el gozo de
triunfar. Pero no se da esfuerzo y lucha en la contemplación por
la oposición de la verdad que contemplamos, sino por limitación de
nuestro entendimiento y por la corruptibilidad del cuerpo, que nos
arrastra hacia las cosas inferiores, según se dice en Sab 9,15: El
cuerpo corruptible agrava al alma, y la morada terrestre oprime la
mente pensativa. Por eso, cuando el hombre llega a la
contemplación de la verdad, la ama con más ardor, pero odia más la
limitación debida a su cuerpo corruptible, hasta decir con el Apóstol
(Rom 7,24): ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo
mortal? Por eso dice San Gregorio, en su Comentario a
Ezequiel: Una vez que se conoce a Dios por el
deseo y el entendimiento, es nada todo deleite carnal.
3. La contemplación de Dios en
esta vida es imperfecta en comparación con la contemplación en el
cielo. De igual manera, el deleite de la contemplación en esta vida es
imperfecto respecto del deleite de la contemplación en el cielo, del
cual dice el salmo 35,9: Les darás a beber del torrente de tu
gozo. Pero la contemplación de lo divino que se da en esta vida,
aunque imperfecta, es más deleitable que cualquiera otra
contemplación, por muy perfecta que pueda ser, a causa de la
excelencia del objeto contemplado. Por eso dice el Filósofo en I De Partibus Animalium: Sucede que tenemos un
conocimiento más imperfecto acerca de las sustancias divinas y más
excelentes. Pero, aunque sólo las conozcamos un poco, tan sólo por el
honor de conocerlas ya nos producen más deleite que todas nuestras
cosas. Esto es también lo que dice San Gregorio en su Comentario a Ezequiél: La vida contemplativa
es una dulzura muy amable, que saca al alma de sí misma, le abre los
cielos y ofrece a los ojos de la mente los tesoros
espirituales.
4. Jacob cojeaba de un pie después
de la contemplación porque, como dice San Gregorio en su Comentario
a Ezequiel, es preciso que se apague el amor del siglo
para que crezca el amor de Dios. Por tanto, después de haber conocido
la suavidad divina, nos queda sano un pie y cojo el otro, porque quien
cojea de un pie sólo se apoya en el que le queda sano.
Artículo 8:
¿Es duradera la vida contemplativa?
lat
Objeciones por las que parece que la vida contemplativa no es
duradera.
1. La vida contemplativa consiste esencialmente en actos del
entendimiento. Pero todas las perfecciones intelectivas de esta vida
se acabarán, según lo que se dice en 1 Cor 13,8: Las profecías se
acabarán, las lenguas cesarán, la ciencia se desvanecerá. Luego la
vida contemplativa se acabará.
2. El hombre experimenta la dulzura de la contemplación
precipitadamente y de paso. Por eso dice San Agustín en X Confess.: Me introduces en un favor interior
extraordinario y en una dulzura desconocida, pero vuelvo a mis
miserias. También dice San Gregorio, en V Moral., comentando el pasaje de Job Pasando delante de mí un espíritu: La mente no permanece durante mucho tiempo en la suavidad de la contemplación íntima, porque vuelve en sí deslumhrada por la misma intensidad de la luz. Por tanto, la vida contemplativa no es duradera.
3. No puede ser duradero aquello que no es connatural al
hombre. Ahora bien: la vida contemplativa es mejor que la
condición humana, según dice el Filósofo en X Ethic. Luego parece que la vida contemplativa no es
duradera.
Contra esto: está lo que dice el Señor en Lc 10,42: María ha
escogido la mejor parte y no se la quitarán. Porque, como dice San
Gregorio, Super Ez., la vida contemplativa
empieza aquí para perfeccionarse en la patria.
Respondo: Una cosa puede ser duradera bajo dos
aspectos: por su naturaleza y respecto de nosotros. En sí misma, es
claro que la vida contemplativa es duradera, por un doble capítulo.
Primero, porque trata de cosas incorruptibles y eternas. En segundo lugar, porque no tiene contrario, dado que
no hay
nada contrario al deleite del conocimiento, según leemos en I
Topic..
Pero también es duradera la vida contemplativa con respecto a
nosotros. En primer lugar, porque nos es propia por la parte
incorruptible del alma, es decir, el entendimiento, pudiendo por ello
subsistir después de esta vida. Además, porque en las obras de
contemplación no trabajamos corporalmente, por lo cual podemos
continuar en ellas constantemente, como dice el Filósofo en X Ethic..
A las objeciones:
1. El modo de la contemplación no
es el mismo aquí y en el cielo. Pero decimos que la vida contemplativa
permanece por razón de la caridad, principio y fin de la misma. Esto
es lo que dice San Gregorio en Super Ez.: La vida contemplativa empieza aquí para perfeccionarse en la patria
celestial, porque el fuego del amor, que empieza a arder aquí, se
avivará más cuando vea a aquel a quien ama.
2. Ninguna acción puede durar
mucho tiempo en su máxima tensión. Ahora bien, la tensión suma de la
contemplación consiste en alcanzar la uniformidad de la misma, como
dice Dionisio y ya expusimos antes (
a.6 ad 2). De ahí
que, aunque la contemplación no pueda durar mucho bajo este aspecto,
puede durar respecto de otros actos de contemplación.
3. El Filósofo dice que la vida
contemplativa es superior al hombre porque nos es propia en cuanto
que hay algo de divino en nosotros, el
entendimiento, el cual es incorruptible e impasible en sí mismo. Por
tanto, su acto puede ser más duradero.