Artículo 1:
¿Pertenecen a la vida activa todos los actos de las virtudes
morales?
lat
Objeciones por las que parece que no todos los actos de las virtudes
morales pertenecen a la vida activa.
1. Parece que la vida activa consiste sólo en las cosas que dicen
relación a los demás, pues dice San Gregorio, en
Super
Ez., que
la vida activa consiste en dar pan al
hambriento; y al final, después de enumerar muchas cosas que dicen
relación a otros, añade:
y en dar a cada uno lo que le es
conveniente. Pero no nos relacionamos con los demás por medio de
todos los actos de las virtudes morales, sino sólo mediante la
justicia y sus partes, como ya dijimos (
q.58 a.2.8;
1-2 q.60 a.2.3).
Luego no todos los actos de las virtudes morales pertenecen a la vida
activa.
2. San Gregorio, en Super Ez., dice
que Lía, que fue engañosa pero fecunda, significa la vida activa, porque, mientras está ocupada, ve menos; pero cuando invita a los
demás a imitarla, sea con la palabra o con el ejemplo, engendra hijos
con su acción. Pero esto parece más propio de la caridad, mediante
la cual amamos al prójimo, que de las virtudes morales. Luego parece
que los actos de las virtudes morales no pertenecen a la vida
activa.
3. Como dijimos antes (
q.180 a.2), las virtudes morales
nos disponen para la vida contemplativa. Pero disposición y perfección
se refieren a lo mismo. Luego parece que las virtudes morales no
pertenecen a la vida activa.
Contra esto: está el hecho de que San Isidoro dice, en De Summo
Bono: En la vida activa hay que empezar
extirpando todos los vicios mediante la práctica de buenas obras, para
pasar después, en la vida contemplativa, a contemplar a Dios con el
alma bien purificada. Pero los vicios sólo se extirpan mediante
las virtudes morales. Por tanto, los actos de dichas virtudes
pertenecen a la vida activa.
Respondo: Como ya observamos (
q.180 a.1), la
vida activa y la contemplativa se distinguen por las distintas
ocupaciones de los hombres en orden a distintos fines, uno de los
cuales es la contemplación de la verdad, que es el fin de la vida
contemplativa, y otro la operación externa, a la cual se ordena la
vida activa. Ahora bien: es claro que en las virtudes morales no se
busca principalmente la contemplación de la verdad, sino que se
ordenan a la práctica. Por eso dice el Filósofo, en II
Ethic., que
para la virtud poco o nada importa
el saber. Queda claro, por consiguiente, que las virtudes morales
pertenecen esencialmente a la vida activa. De ahí que el Filósofo, en
X
Ethic., ordene las virtudes morales a la
felicidad activa.
A las objeciones:
1. La principal entre las virtudes
morales es la justicia, que nos ordena al prójimo, como demuestra el
Filósofo en V Ethic.. Por eso se define la vida
activa por la ordenación a los demás, no porque consista sólo en estas
obras, sino porque consiste en ellas principalmente.
2. Mediante los actos de las
virtudes morales podemos ordenar a los demás hacia el bien, lo cual
San Gregorio, en el mismo pasaje, atribuye a la vida
activa.
3. Del mismo modo que una virtud
que se ordena al fin de otra se pasa, de alguna manera, a su especie,
así también, cuando uno utiliza las obras propias de la vida activa
sólo en orden a la contemplación, esas obras pasan a la vida
contemplativa. Pero en aquellos que se dedican a las obras morales
como obras buenas en sí mismas y no como disposición para la vida
contemplativa, las virtudes morales pertenecen a la vida activa. No
obstante, puede decirse que la vida activa dispone para la
contemplativa.
Artículo 2:
¿Pertenece la prudencia a la vida activa?
lat
Objeciones por las que la prudencia no pertenece a la vida
activa.
1. Así como la vida contemplativa pertenece al entendimiento, así la
activa pertenece a la voluntad. Pero la prudencia no pertenece a la
voluntad, sino más bien al entendimiento. Luego no pertenece a la vida
activa.
2. Dice San Gregorio, en Super Ez.,
que la vida activa, mientras se ocupa en las obras, ve menos.
De ahí que esté significada en Lía, que tenía los ojos legañosos. La
prudencia, en cambio, requiere los ojos bien abiertos, para que el
hombre juzgue rectamente lo que debe hacer. Luego parece que la
prudencia no pertenece a la vida activa.
3. La prudencia ocupa un lugar intermedio entre las
virtudes morales y las intelectuales. Pero así como las virtudes
morales pertenecen a la vida activa, según dijimos (
a.1), las
intelectuales pertenecen a la contemplativa. Luego parece que la
prudencia no pertenece a la vida activa ni a la contemplativa, sino a
un modo de vivir intermedio del que habla San Agustín en XIX
De
Civ. Dei.
Contra esto: está el hecho de que el Filósofo, en X Ethic., dice que la prudencia pertenece a la
felicidad activa, a la que pertenecen también las virtudes
morales.
Respondo: Como ya quedó dicho (
a.1 ad 3;
1-2 q.18 a.6), aquello que se ordena a otro como a su fin, sobre todo en
materia moral, pasa a la especie de ese fin al que se ordena. Así,
según el Filósofo, en V
Ethic.,
el que
comete adulterio con el fin de robar se considera ladrón más que
adúltero. Ahora bien: es evidente que el conocimiento de la
prudencia se ordena a las operaciones de las virtudes morales como a
su fin, pues se define como
conocimiento recto de lo que hay que
hacer en VI
Ethic.. De ahí que los fines de
las virtudes morales sean
los principios de la prudencia, como
dice el Filósofo en la misma obra. Por consiguiente,
así como dijimos antes (
a.1 ad 3) que las virtudes morales, en quien
las ordena al descanso de la contemplación, pertenecen a la vida
contemplativa, así el conocimiento de la prudencia, que se ordena por
sí misma a la operación de las virtudes morales, pertenece
directamente a la vida activa. Pero esto sólo se cumple si tomamos la
prudencia en sentido propio, tal como el Filósofo habla de ella. Pero
si se toma en sentido más amplio, en cuanto que comprende toda clase
de conocimiento humano, entonces la prudencia pertenece, en parte, a
la vida contemplativa, según las palabras de Cicerón en I
De
Offic..
A las objeciones:
1. Las operaciones morales se
especifican por el fin, como ya dijimos (
1-2 q.18 a.4.6). Por eso
pertenece a la vida contemplativa aquel conocimiento que tiene como
fin el conocimiento mismo de la verdad. En cambio, el conocimiento de
la prudencia, que tiene su fin más en el acto de la facultad
apetitiva, pertenece a la vida activa.
2. La ocupación exterior hace que
el hombre vea menos claro en las cosas inteligibles, distintas de las
sensibles, en las que consisten las operaciones de la vida activa.
Pero la ocupación exterior de la vida activa hace al hombre ver más
claramente en el juicio sobre lo operable, que pertenece a la
prudencia, bien por la experiencia o bien por la
atención del espíritu, ya que donde pones toda tu atención, el
ingenio se robustece, como dice Salustio.
3. Se considera que la prudencia
figura entre las virtudes intelectuales y las morales porque coincide,
en el sujeto, con las intelectuales, mientras que en la materia
conviene totalmente con las morales. Pero ese tercer género medio de
vida activa sólo es medio entre la vida activa y la contemplativa en
cuanto al objeto, ya que unas veces se aplica a la contemplación de la
verdad y otras a las cosas externas.
Artículo 3:
¿Es el acto de enseñar propio de la vida activa, o de la
contemplativa?
lat
Objeciones por las que parece que el enseñar no es un acto de la vida
activa, sino de la contemplativa.
1. Dice San Gregorio, en Super Ez., que los hombres perfectos anuncian a sus hermanos los bienes celestiales
que han podido contemplar, y encienden sus ánimos en el amor de la
íntima claridad. Pero esto es propio de la enseñanza. Luego el
enseñar es acto de la vida contemplativa.
2. Parece que han de reducirse al mismo género de vida el
acto y el hábito. Pero el enseñar es acto de la sabiduría, pues dice
el Filósofo, en el comienzo de Metaphys., que la señal de que se sabe es el poder enseñar. Por tanto, dado
que la sabiduría o ciencia pertenece a la vida contemplativa, parece
que también la enseñanza pertenece a ella.
3. La oración, como la contemplación, es acto de la vida
contemplativa. Pero también la oración por otro pertenece a la vida
contemplativa. Por consiguiente, el hecho de que alguien comunique a
otro la verdad meditada por medio de la enseñanza parece que pertenece
a la vida contemplativa.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio dice, en Super
Ez.: la vida activa consiste en dar pan al
hambriento y en enseñar las palabras de la sabiduría al
ignorante.
Respondo: El acto de enseñar tiene un doble
objeto, ya que la enseñanza se hace mediante la locución, y ésta es un
signo audible del concepto interior. Es, pues, el objeto de la
enseñanza lo que es materia u objeto del concepto interno y, según
este objeto, la enseñanza pertenece unas veces a la vida activa y
otras a la contemplativa. A la activa, cuando el hombre piensa
interiormente alguna verdad para obrar conforme a ella en la acción
exterior; a la contemplativa, cuando piensa interiormente alguna
verdad inteligible en cuya consideración y amor se deleita. Por eso
dice San Agustín, en
De Verbis Dom.:
Elijan
para sí la mejor parte, es decir, la de la vida contemplativa;
dediqúense a la palabra, suspiren por la dulzura de la verdad,
ocúpense en ciencia saludable. En este pasaje sostiene
abiertamente que la enseñanza pertenece a la vida contemplativa.
Otro objeto que hay que considerar en la enseñanza, por parte de la
palabra que se pronuncia para ser oída, es el oyente. En cuanto a
éste, toda enseñanza pertenece a la vida activa, al igual que todas
las acciones externas.
A las objeciones:
1. La autoridad invocada habla
expresamente de la doctrina por razón de la materia, en cuanto que se
ocupa de la consideración y el amor a la verdad.
2. El hábito y el acto versan
sobre el mismo objeto. Por ello es claro que la dificultad procede de
la materia del concepto interior, porque en tanto compete al sabio el
poder de enseñar en cuanto que puede expresar con palabras el concepto
interior para poder llevar a los demás al conocimiento de la
verdad.
3. El que ora por otro no hace
nada con respecto a él, sino sólo respecto de Dios, que es verdad
inteligible. Pero el que enseña a otro realiza ante él una acción
exterior. Luego no existe paridad entre los dos actos.
Artículo 4:
¿Permanece la vida activa después de esta vida?
lat
Objeciones por las que parece que la vida activa permanece después de
esta vida.
1. Pertenecen a la vida activa los actos de las virtudes morales,
como dijimos antes (
a.1). Pero éstas perduran después de esta vida,
como dice San Agustín en XIV
De Trin.. Luego
la vida activa permanece después de esta vida.
2. El enseñar a otros pertenece a la vida activa, como
dijimos antes (
a.3). Pero en la vida futura, en la que
seremos
como ángeles, podrá haber enseñanza, como parece que hay en los
ángeles, entre los cuales unos iluminan, purifican y perfeccionan a
otros, como aparece en Dionisio (VII
Cael. Hier.). Luego parece que la vida activa perdura después de esta vida.
3. Lo que es más durable por naturaleza parece que puede
permanecer después de esta vida. Ahora bien: parece más duradera en sí
la vida activa, ya que dice San Gregorio, en Super
Ez., que podemos permanecer fijos en la vida
activa, mientras que no podemos, en modo alguno, estar mucho tiempo en
la vida contemplativa con el espíritu intensamente atento. Luego
la vida contemplativa no puede reivindicar la prioridad sobre la
activa en cuanto a su duración después de esta vida.
Contra esto: está lo que dice San Gregorio en Super
Ez.: La vida activa cesará en el tiempo
presente; la contemplativa, en cambio, empieza aquí para
perfeccionarse en la patria celestial.
Respondo: Como ya dijimos (
a.1), la vida
activa tiene su fin en los actos exteriores. Si éstos se ordenan al
descanso de la contemplación, ya pertenecen a la vida contemplativa.
Pero en la vida futura de los bienaventurados cesará la dedicación a
los actos externos, y si quedan algunos, se ordenarán al fin de la
contemplación. En efecto, como dice San Agustín al final de
De Civ.
Dei,
allí descansaremos y veremos, veremos y
amaremos, amaremos y alabaremos. En la misma obra
ya había dicho que Dios
allí será visto sin fin, amado sin hastío,
alabado sin fatiga. Este don, este amor y esta ocupación serán comunes
a todos.
A las objeciones:
1. Como dijimos antes (
q.136 a.1 ad 1), permanecerán las virtudes morales, no en los actos sobre los
medios, sino en los que se ordenan al fin. Pero tales actos
permanecerán en cuanto que causan el reposo de la contemplación, al
cual San Agustín, en el texto citado
(In corp.), llama
descanso, que ha de entenderse como descanso no sólo de ruidos
externos, sino de la perturbación interior de las pasiones.
2. La vida contemplativa, como
quedó dicho
(In corp.), consiste, ante todo, en la
contemplación de Dios. Y, según esto, un ángel no enseña a otro,
porque, como se dice en Mt 18,10,
los ángeles de los niños,
que son de un orden inferior,
están viendo siempre el rostro del
Padre. Del mismo modo, tampoco en la vida futura instruirá un
hombre a otro sobre Dios, sino que
todos lo veremos como es,
según se nos dice en 1 Jn 3,2. Y esto es lo que aparece en Jer 31,34:
No tendrán ya que enseñarse unos a otros ni exhortarse unos a
otros diciendo: conoced a Yahveh, sino que todos me conocerán, desde
los pequeños hasta los grandes.
Pero unos ángeles enseñan a otros purificándolos, iluminándolos y
perfeccionándolos en lo que se refiere al reparto de los bienes de
Dios. En cuanto a esto, tienen algo de vida activa, mientras el
mundo dure, por el hecho de dedicarse al gobierno de las criaturas
inferiores, lo cual está significado en el hecho de haber visto Jacob
a los ángeles subiendo por la escala, lo cual es propio de la
contemplación, y bajando (Gén 28,12), lo cual se refiere a la acción.
Pero, como dice San Gregorio en II Moral., no salen fuera de la visión divina de tal modo que queden privados de
los gozos de la contemplación. Por eso en ellos no se distingue la
vida activa de la contemplativa como en nosotros, en quienes la vida
activa supone un obstáculo para la contemplación.
No obstante, no se nos promete la semejanza con los ángeles en cuanto
a la administración de las criaturas inferiores, que no nos es propia
según nuestra naturaleza, sino a los ángeles, pero respecto de la
visión de Dios.
3. El que en el estado de vida
actual sea más duradera la vida activa que la contemplativa no es
debido a ninguna propiedad de ambos géneros de vida considerados en sí
mismos, sino a limitación nuestra, ya que el peso de nuestro cuerpo
nos impide elevarnos a la contemplación. Por eso añade San Gregorio,
en la misma obra, que, alejado el espíritu, a
causa de su misma debilidad, de la inmensidad de tal elevación, vuelve
a caer en sí mismo.