Artículo 1:
¿Son una misma cosa lo honesto y lo virtuoso?
lat
Objeciones por las que parece que no son una misma cosa lo honesto y
lo virtuoso.
1. Dice Tulio, en su Rhetorica, que lo honesto
es aquello que se busca por sí mismo. Ahora bien: la virtud no
se busca por sí misma, sino por la felicidad, ya que dice el Filósofo,
en I Ethic., que la felicidad es premio y
fin de la virtud. Por lo tanto, lo honesto no se identifica con lo
virtuoso.
2. Según Isidoro, la honestidad es como
un estado de honor. Pero el honor se debe a muchas cosas antes que
a la virtud, ya que, como leemos en I Ethic., a la virtud se le debe propiamente alabanza. Luego la
honestidad no se identifica con la virtud.
3. La esencia de la virtud consiste en una elección
interna, tal como dice el Filósofo en VIII Ethic.. Pero parece que la honestidad dice relación
más con la conducta externa, si tenemos en cuenta lo que se dice en 1
Cor 14,40: Que entre vosotros se realice todo honestamente y según
un orden. Por consiguiente, la honestidad no coincide con la
virtud.
4. Más todavía: parece que la honestidad se identifica con las
riquezas exteriores, tal como leemos en Eclo 11,14: Lo bueno y lo
malo, la vida y la muerte, la pobreza y la honestidad, todo proviene
de Dios. Ahora bien: la virtud no consiste en las riquezas
externas. Luego la honestidad no se identifica con la
virtud.
Contra esto: está que Tulio, en I De Offic. y en
II Rhet., divide lo honesto en cuatro virtudes
principales, y tal división coincide con la división de la virtud. Por
consiguiente, lo honesto coincide con la virtud.
Respondo: Como dice Isidoro, la
honestidad es
como un estado de honor. De ahí que se llame
honesto a aquello que es digno de honor. Ahora bien: tal como dijimos
antes (
q.103 a.2;
q.144 a.2 ad 2), el honor se debe a la excelencia, y
ésta se considera en el hombre, principalmente, en relación con la
virtud, la cual es, según leemos en VII
Physic.,
una disposición de lo perfecto hacia lo óptimo. Por tanto,
propiamente hablando, la honestidad coincide con la
virtud.
A las objeciones:
1. Como dice el Filósofo en I Ethic., de entre las cosas que son apetecidas
esencialmente, unas se apetecen por sí mismas y nunca en razón de
otras: tal es la felicidad, que es el fin último. Otras se buscan por
sí mismas, en cuanto que poseen en sí mismas cierta razón de bondad,
aun suponiendo que no percibiéramos ninguna otra cosa buena en ellas,
y son también apetecibles por razón de otra cosa, porque nos llevan a
otro bien más perfecto. De este modo son apetecibles por sí mismas las
virtudes. Por eso dice Tulio, en II Rhet., que hay algunas cosas que nos seducen por su misma fuerza y nos atraen
por su misma dignidad, tales como la virtud, la verdad y la
ciencia. Esto es suficiente para constituir la esencia de lo
honesto.
2. Entre las cosas que son
honradas fuera de la virtud, hay algunas más sublimes que la virtud
misma: Dios y la bienaventuranza. Estas no nos son conocidas por la
experiencia como lo son las virtudes, conforme a las cuales obramos a
diario. Por ello, la virtud es la que recibe, por antonomasia, el
nombre de honesto.
Otras cosas menos nobles que la virtud son honradas en cuanto que
colaboran en la realización de las obras virtuosas. Tales son la
nobleza, el poder y las riquezas. En efecto, tal como dice el Filósofo
en IV Ethic., éstas son honradas por
algunos; pero, en realidad, sólo el hombre bueno ha de ser objeto de
honor. Ahora bien: el hombre es bueno por la virtud. Por eso la
virtud requiere alabanza en cuanto que es apetecible por razón de otra
cosa, y requiere honor en cuanto que es apetecible por sí misma. En
este aspecto cumple con la razón esencial de honesto.
3. Como dijimos arriba
(In
corp.), lo honesto lleva consigo derecho al honor. Pero el honor
es un reconocimiento de la excelencia de alguien, como ya vimos (
q.103 a.1.2). Ahora bien: el testimonio sólo se da sobre cosas conocidas,
mientras que la elección interna no llega al conocimiento del hombre
sino a través de los actos externos. Por eso la conducta externa
cumple la razón de honesto en cuanto que da a conocer la rectitud
interna. Por eso la honestidad consiste fundamentalmente en la
elección interna y significativamente en el comportamiento
externo.
4. Puesto que, según la opinión de
los hombres, la excelencia de las riquezas hace al hombre digno de
honor, sigúese el que, a veces, el nombre de honestidad se aplica
también a la prosperidad externa.
Artículo 2:
¿Son lo mismo lo honesto y lo bello?
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Objeciones por las que parece que lo honesto no es lo mismo que lo
bello.
1. La razón de honesto se toma del apetito, puesto que es honesto lo que apetece por sí mismo. Pero lo bello considera más bien la
vista, a la cual agrada. Por tanto, lo bello no coincide con lo
honesto.
2. Lo bello requiere cierta claridad, la cual pertenece a la
noción de gloria, mientras que lo honesto considera el honor. Por
consiguiente, dado que el honor es distinto de la gloria, como ya
dijimos (
q.103 a.1 ad 3), parece que lo honesto es también distinto de
lo bello.
3. Lo honesto coincide con la virtud, según vimos (
a.1).
Pero hay una belleza que se opone a la virtud, tal como leemos en Ez
16,15:
Fiándote de tu belleza, te prostituiste en tu nombre.
Luego lo honesto no es igual que lo bello.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en 1 Cor 22,23-24: Los
miembros de nuestro cuerpo que tenemos por menos honestos son los más
honrados, mientras que los más honestos son los que menos honor
necesitan. En este texto se llama no honestos a los miembros
torpes y honestos a los miembros bellos. Por consiguiente, parece que
lo honesto y lo bello son lo mismo.
Respondo: Tal como podemos deducir de las
palabras de Dionisio en IV
De Div. Nom.,
concurren en la noción de bello o decoroso el brillo y la proporción
debida. En efecto, según él, Dios es llamado bello
como causa de
la armonía y del brillo del universo. Por eso la belleza del
cuerpo consiste en que el hombre tenga los miembros corporales bien
proporcionados, con un cierto esplendor del color conveniente. De
igual modo, la belleza espiritual consiste en que la
conducta del hombre, es decir, sus acciones, sea proporcionada según
el esplendor espiritual de la razón. Ahora bien: esto pertenece a la
razón de honesto, lo cual ya dijimos (
a.1) que coincide con la virtud,
la cual modera todas las cosas humanas conforme a la razón. De ahí que
diga Agustín en el libro
Octoginta trium Quaest.:
Consideramos honesto la belleza inteligible, a la cual llamamos, con razón, espiritual. Y más adelante añade:
Hay muchas cosas visibles bellas, a las que llamamos honestas con menos propiedad.
A las objeciones:
1. El objeto que mueve el apetito
es el bien percibido. Y se considera como algo conveniente y bueno la
aparición de un cierto esplendor en la misma percepción. Por eso dice
Dionisio, en IV De Div. Nom.: Lo bello y
lo bueno es, para todos, digno de ser amado. Por eso se hace
apetecible todo objeto honesto, en cuanto que tiene un resplandor
espiritual. De ahí que Tulio diga en I De Offic.: Puede verse la forma y, por así decirlo, la figura de la honestidad: si la contemplaran los ojos despertaría, como dice Platón, un amor maravilloso de la sabiduría.
2. Como dijimos antes (
q.103 a.3 ad 3), la gloria es efecto del honor, puesto que, por el hecho de ser
honrado o alabado, el hombre se hace famoso a los ojos de los demás.
Por ello, así como coinciden la honra y la gloria, coinciden también
la honestidad y la honra.
3. La objeción se basa en la
belleza corporal, aunque también puede admitirse una especie de
fornicación espiritual para con la belleza espiritual al
enorgullecerse de la honestidad, según nos lo dice Ez 28,17: Ensoberbecióse tu corazón de tu hermosura y se corrompió tu sabiduría.
Artículo 3:
¿Se distingue lo honesto de lo útil y deleitable?
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Objeciones por las que parece que lo honesto no se distingue de lo
útil y deleitable.
1. Llamamos honesto a aquello que se desea por si
mismo. Ahora bien: el deleite se desea por sí mismo, pues parece ridículo preguntar por qué el hombre quiere
deleitarse, como dice el Filósofo en X Ethic.. Luego lo honesto no se distingue de lo deleitable.
2. Las riquezas se consideran cosas útiles, puesto que dice
Tulio en II Rhet.: Hay una cosa apetecible,
no por su fuerza y naturaleza, sino por su fruto, que es el
dinero. Pero las riquezas poseen las cualidades necesarias para
ser honestas, puesto que dice Ecl 11,14: La pobreza y la
honestidad (es decir, la riqueza) vienen de Dios. Y en
13,2 añade: Se quita un peso de encima quien se confía a otro más
honesto, es decir, más rico. Por tanto, lo honesto no se distingue
de lo útil.
3. Cicerón demuestra, en su obra De
Offic., que no puede haber nada útil que no sea
honesto. Esto mismo afirma Ambrosio en su libro De
Offic.. Por consiguiente, lo útil no se distingue
de lo honesto.
Contra esto: está lo que dice Agustín en su obra Octosinta trium
Ouaest.: Llamamos honesto a lo que debe
buscarse por sí mismo, y útil a lo que se busca por orden a
otro.
Respondo: Lo honesto tiene el mismo objeto que
lo útil y lo deleitable, de los cuales se distingue, sin embargo, por
la razón. En efecto, se dice que una cosa es honesta, como dijimos
antes (
a.2), en cuanto que posee cierto esplendor por estar de acuerdo
con los principios de la razón, y lo que está ordenado por la razón es
conveniente al hombre en el orden natural. Ahora bien: todo se deleita
naturalmente en aquello que le es conveniente. Por eso lo honesto es
deleitable para el hombre en el orden natural, como demuestra el
Filósofo en I
Ethic. a propósito del obrar
virtuoso. Pero no todo lo deleitable es honesto, porque una cosa puede
ser conveniente para los sentidos y no para la razón; pero así es
deleitable en contra del orden de la razón, la cual perfecciona a la
naturaleza humana. También la virtud misma, que es esencialmente
honesta, tiene como fin algo distinto de ella misma, a saber: la
felicidad.
Según esto, lo honesto y lo útil coinciden en el objeto, pero se
distinguen por la razón, ya que una cosa se considera
honesta en cuanto que posee una excelencia digna de honor debido a su
belleza espiritual; se considera deleitable en cuanto que satisface el
apetito, y útil, en cuanto que dice relación a otra cosa. Pero lo
deleitable es un concepto más extenso que lo útil y lo honesto, porque
todo lo útil y honesto es en cierto modo deleitable, pero no
viceversa, como leemos en II Ethic..
A las objeciones:
1. Se considera honesto aquello
que es deseado en sí mismo por el apetito racional, el cual tiende
hacia lo que es conveniente a la razón. Y se considera deleitable
aquello que es deseado en sí mismo por el apetito sensitivo.
2. Las riquezas se consideran
algo honesto, bien según la opinión de algunos que las ensalzan, bien
porque se ordenan convenientemente a los actos de las virtudes, como
ya dijimos (
a.1 ad 2).
3. Tanto Cicerón como San
Ambrosio quieren decir que ninguna cosa puede ser real y esencialmente
útil si va contra la honestidad, porque en ese caso va necesariamente
contra el último fin del hombre, que es el bien racional; si bien
puede ser útil, bajo algún aspecto, en relación con un fin particular.
Pero no pretenden decir que todo lo útil, considerado en sí mismo, sea
honesto.
Artículo 4:
¿Ha de considerarse la honestidad como parte de la
templanza?
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Objeciones por las que parece que la honestidad no debe considerarse
parte de la templanza.
1. Es imposible que una misma cosa sea parte y todo respecto de lo
mismo. Ahora bien: la templanza es parte de la honestidad, como dice
Tulio en II Rhet.. Luego la honestidad no es
parte de la templanza.
2. En 3 Esd 3,21 se dice que el vino hace parecer
honestos todos los sentimientos. Ahora bien: el uso del vino,
sobre todo el superfluo, del que parece hablar ese pasaje, pertenece a
la intemperancia más que a la templanza. Luego la honestidad no es
parte de la templanza.
3. Se considera honesto lo que es digno de honor. Pero los justos y los valientes son los que más honores reciben, según
dice el Filósofo en I Rhet.. Por tanto, la
honestidad no es parte de la templanza, sino más bien de la justicia o
de la fortaleza. Por eso dice Eleazar en 2 Mac 6,28: Sufro con
valor una muerte honrosa por nuestras venerables y santas
leyes.
Contra esto: está que Macrobio considera la honestidad
como parte de la templanza. También San Ambrosio, en I De
Offic., atribuye a la templanza especialmente la
honestidad.
Respondo: Como dijimos antes (
a.2), la
honestidad es una belleza espiritual. Ahora bien: a lo bello se opone
lo torpe. Por otra parte, las cosas contrarias se hacen resaltar
mutuamente. Por tanto, la honestidad parece ser una parte especial de
la templanza, la cual rechaza los placeres propios de los animales, que
constituyen lo más torpe y deshonroso para el hombre. De ahí que el
mismo nombre de templanza designe, de un modo preeminente, el bien
propio de la razón, lo cual tiene por objeto
templar los malos
instintos. En este sentido, pues, la honestidad, en cuanto que lleva
consigo una especial ordenación hacia la templanza, se considera como
parte de la misma, pero no subjetiva, como si fuera una virtud
añadida, sino integral, como condición necesaria.
A las objeciones:
1. Se considera la templanza como
parte subjetiva de lo honesto, considerado como un todo. Tomado así,
no se considera parte de la templanza.
2. El vino hace parecer
honestos los sentimientos en los borrachos, según opinión de ellos
mismos, en cuanto que les parece que son grandes y dignos de
honor.
3. Se debe a la justicia y a la
fortaleza un honor mayor que a la templanza porque poseen un bien
mayor. Pero se debe mayor honor a la templanza en cuanto que reprime
vicios más vituperables, como se deduce de lo expuesto (In
corp.). Así considerada, la honestidad es más propiamente parte de
la templanza, según lo que dice el Apóstol en 1 Cor 12,23: Los
miembros honrosos reportan mayor gloria, es decir, reprimen lo más
detestable.