Artículo 1:
¿Puede ser lícito airarse?
lat
Objeciones por las que parece que no puede ser lícito
airarse.
1. Al comentar el pasaje de Mt 5,22, el que se irrita contra el
hermano..., escribe San Jerónimo: En algunos
códices se añade «sin motivo»; pero en los mejores se quita esa
cláusula y queda sola la ira. Luego nunca está permitido
airarse.
2. Escribe San Dionisio en IV De Div.
Nominibus: El mal del alma consiste en obrar
sin razón. Ahora bien: la ira siempre obra sin razón, ya que,
según dice el Filósofo en VII Ethic., la
ira no oye debidamente a la razón. Y San Gregorio dice en V Moral.: Cuando la ira perturba la tranquilidad
de la mente, en cierto modo la corta y la desgarra. Casiano, por
su parte, dice en De Institutis Coenobiorum: Cualquiera que sea la causa que lo produce, el movimiento
vehemente de la ira ciega los ojos de la inteligencia. Luego el
airarse es siempre malo.
3. La ira es el apetito de vengarse, según la Glosa a Lev 19,17, no odiarás a tu hermano en tu
corazón. Ahora bien: el desear la venganza no parece ser lícito,
ya que debe reservarse a Dios, conforme a Dt 32,35: Mía es la
venganza. Por tanto, parece que el airarse es siempre
malo.
4. Más todavía: es malo todo aquello que nos aparta de la semejanza
con Dios. Pero el airarse nos aparta siempre de esa semejanza con
Dios, el cual juzga con tranquilidad, según se dice en Sab
12,18. Luego el airarse es siempre malo.
Contra esto: está el testimonio de San Juan Crisóstomo en el comentario
a Mt: El que se enfada sin motivo será reo, pero el
que lo hace con motivo no lo será. Porque si no existiera la ira, ni
la doctrina aprovecharía, ni subsistirían los tribunales, ni los
crímenes serían reprimidos. Luego el airarse no siempre es
malo.
Respondo: La ira, propiamente hablando, es una pasión del apetito
sensitivo, la cual se llama facultad
irascible, según dijimos
antes (
1-2 q.25 a.3 ad 1;
q.46 a.1). Sobre las pasiones del alma hay
que tener en cuenta que puede hallarse en ellas el mal bajo dos
aspectos. En primer lugar, por parte de la esencia misma de la pasión,
la cual se considera con respecto al objeto de dicha pasión. Por
ejemplo, es esencial a la envidia un mal, por ser tristeza del bien de
los demás, el cual se opone esencialmente a la razón. Por eso la
envidia,
en cuanto se nombra, nos recuerda algo malo, como
dice el Filósofo en II
Ethic.. Esto, sin
embargo, no puede decirse de la ira, la cual es el deseo de venganza,
puesto que apetecer la venganza puede ser bueno o malo.
En segundo lugar, el mal puede hallarse en una pasión por razón de la
cantidad, es decir, por exceso o por defecto de la misma. De este modo
puede hallarse el mal en la ira: airándose por exceso o por defecto
contra la recta razón. Pero el airarse conforme a la recta razón es
laudable.
A las objeciones:
1. Los estoicos llamaban a la ira,
como a todas las demás pasiones, afectos que no siguen el orden de la
razón, y bajo este aspecto decían que tanto la ira como las demás
pasiones eran malas, como dijimos antes (
1-2 q.24 a.2) cuando hablamos
de las pasiones. En este sentido toma la ira San Jerónimo, puesto que
habla de la ira que nos hace enfadarnos contra el prójimo como
buscando su mal. Pero según los peripatéticos, con cuya opinión está
más de acuerdo San Agustín en IX
De Civ. Dei,
la ira y las demás pasiones del alma son movimientos del apetito
sensitivo, sean o no moderados por la razón. Así considerada, la ira
no es siempre mala.
2. La ira puede relacionarse de
dos modos con la razón. Primeramente, como algo anterior. Bajo este
aspecto, aparta de su rectitud a la razón y es un mal. En segundo
lugar, como algo posterior en cuanto que el apetito sensible se mueve
en contra de los vicios opuestos a la razón. Esta ira es buena y es la
que se conoce como ira producida por el celo. De ella dice San
Gregorio en V Moral.: Debe procurarse a
toda costa que la ira, que es considerada como instrumento de la
virtud, no prevalezca sobre la inteligencia y vaya delante como una
señora, sino que, como una esclava dispuesta a obedecer, nunca deje de
ir detrás de la razón. Esta ira no suprime la rectitud de la
razón, aunque supone un pequeño impedimento para el juicio de la
misma. Por eso dice San Gregorio, en el mismo pasaje,
que la ira por celo crea desorden en la visión de la razón, pero
la ira por vicio la ciega. Sin embargo, no va contra la razón de
virtud el que se suspenda momentáneamente la deliberación de la razón
en la ejecución de lo que la razón había decidido, porque también el
arte se vería impedido en su ejecución si, cuando debe obrar, se
pusiera a deliberar sobre lo que debe hacerse.
3. Apetecer la venganza buscando
el mal del que debe ser castigado es ilícito. Pero es laudable el
apetecerla para que se corrijan los vicios y se conserve el bien de la
justicia, y hacia eso puede tender el apetito sensitivo en cuanto
movido por la razón. Ahora bien: el practicar la venganza siguiendo el
orden del juicio es obra de Dios, cuyo ministro es la autoridad que
castiga, como se dice en Rom 13,4.
4. Debemos asemejarnos a Dios en
cuanto al deseo del bien. Pero no podemos hacerlo en el modo de
desearlo, ya que en Dios no hay, como en nosotros, apetito sensitivo,
cuyo movimiento debe obedecer a la razón. Por eso dice San Gregorio,
en V Moral., que la razón se hace más
fuerte contra el vicio cuando la ira está al servicio de la
razón.
Artículo 2:
¿Es pecado la ira?
lat
Objeciones por las que parece que la ira no es pecado.
1. Al pecar desmerecemos. Pero
con las pasiones no desmerecemos
ni somos censurados, como se dice en II
Ethic.. Luego ninguna pasión es pecado. Ahora bien: la ira es una pasión, como ya hemos dicho (
1-2 q.46 a.1). Por consiguiente, la ira no es pecado.
2. En todo pecado se da cierta conversión hacia algún bien
perecedero. Pero en la ira no se da conversión a un
bien perecedero, sino al mal de alguien. Por tanto, no
es pecado.
3. Nadie peca en aquello que no puede evitar, tal
como dice San Agustín. Pero el hombre no puede evitar
la ira, ya que a propósito del salmo 4,5, airaos y no pequéis,
dice la Glosa: El movimiento de la ira no
está en nuestro poder. También dice el Filósofo, en VII Ethic., que el hombre airado obra con
tristeza. Ahora bien: la tristeza es contraria a la voluntad.
Luego la ira no es pecado.
4. Más todavía: El pecado es algo contra la naturaleza, como
dice San Juan Damasceno en el II Libro. Pero
el airarse no va contra la naturaleza del hombre, por ser acto de una
potencia, es decir la irascible. Por eso dice San Jerónimo, en una
carta, que el airarse es propio del hombre. Luego la
ira no es pecado.
Contra esto: está el testimonio del Apóstol, quien en Ef 4,31 dice: Alejad de vosotros toda indignación e ira.
Respondo: Con el nombre de ira designamos
propiamente una pasión como ya dijimos (
a.1). Ahora bien: las pasiones
del apetito sensitivo son buenas en cuanto están reguladas por la
razón; si excluyen el orden de ésta, son malas. Y este orden de la
razón admite una doble consideración. En primer lugar, por razón del
objeto apetecible al que tiende, que es la venganza. Bajo este
aspecto, el desear que se cumpla la venganza conforme a la razón es un
apetito de ira laudable, y se llama
ira por celo. Pero si se
desea el cumplimiento de la venganza por cualquier vía que se oponga a
la razón, como sería el desear que sea castigado el que no lo merece,
o más de lo que merece, o sin seguir el orden que se debe, o sin
atenerse al recto orden, que es el cumplimiento de la justicia y la
corrección de la culpa, será un apetito de ira pecaminoso. En ese caso
se llama
ira por vicio.
En segundo lugar, podemos considerar el orden de la razón para con la
ira en cuanto al modo de airarse: que no se inflame demasiado interior
ni exteriormente. Si esto no se tiene en cuenta, no habrá ira sin
pecado, aun cuando se desee una venganza justa.
A las objeciones:
1. Dado que la pasión puede estar,
o no, regulada por la razón, no es esencial a la pasión, considerada
de un modo absoluto, la razón de mérito o demérito ni la de alabanza o
reproche. Pero puede existir motivo de mérito y alabanza o, por el
contrario, si no va regulada por la razón, poseer razón de demérito y
ser reprobable. Por eso dice el Filósofo, en el mismo
lugar, que el que se deja llevar de la ira es
alabado o censurado.
2. El que está bajo el efecto de
la ira no busca el mal de otro como tal, sino por razón de la
venganza, a la cual tiende su apetito como a un bien
perecedero.
3. El hombre es dueño de sus
actos por el juicio de la razón. Por eso, los movimientos que surgen
antes que se dé el juicio de la razón no están sometidos al hombre en
general, es decir, el evitar que se den todos, aunque la razón puede
evitar alguno en particular. Sin embargo, por el hecho de estar, en
parte, sometidos al hombre, no pierde totalmente la razón de
culpabilidad si es desordenado. Respecto del texto del
Filósofo: el que está airado obra con
tristeza, no hay que entenderlo en el sentido de que se
entristezca de lo que está haciendo, sino que se entristece por la
injuria que cree que se le ha causado, y esta tristeza lo mueve a
desear la venganza.
4. La facultad irascible está
sometida naturalmente a la razón en el hombre. Por eso su acto es
natural en tanto en cuanto se somete a la razón, y es contrario a la
naturaleza humana en la medida en que se aparte del orden de la
razón.
Artículo 3:
¿Es pecado mortal todo movimiento de ira?
lat
Objeciones por las que parece que todo movimiento de ira es pecado
mortal.
1. En Job 5,2 se dice: Al hombre necio lo mata la ira, y
habla de la muerte espiritual, de la cual recibe el nombre el pecado
mortal. Luego la ira es pecado mortal.
2. Sólo el pecado mortal merece la condenación eterna. Pero
la ira merece la condenación eterna, puesto que el Señor dice en Mt
5,22: Todo el que se irrita contra su hermano será reo de
juicio, texto que la Glosa explica así: Esos tres elementos que se citan allí, es decir, juicio, concilio y
gehena, expresan diversas mansiones en la condenación eterna, conforme
al modo como se peque. Por tanto, la ira es pecado
mortal.
3. Todo lo que se opone a la caridad es pecado mortal.
Ahora bien: la ira se opone a ella esencialmente, como podemos ver en
San Jerónimo al comentar el texto de Mt 5,22: El
que se irrita contra su hermano..., donde afirma que esto es
contrario al amor al prójimo. Por consiguiente, la ira es pecado
mortal.
Contra esto: está el testimonio de la Glosa sobre
el salmo 4,5: airaos y no pequéis, que dice: Es venial la
ira que no se consuma.
Respondo: El movimiento de la ira puede ser
desordenado bajo un doble aspecto, como dijimos antes (
a.2). En primer
lugar, por parte del objeto apetecido: cuando se apetece una venganza
injusta. En este sentido, la ira es pecado mortal en sí misma porque
se opone a la caridad y a la justicia. Puede suceder, sin embargo, que
tal deseo sea pecado venial por imperfección del acto. Esta
imperfección se considera bien por parte del sujeto que desea, cuando
el movimiento de ira es anterior al juicio de la razón, bien por parte
del objeto apetecible, cuando el hombre desea con un poco de venganza,
lo cual debe considerarse como si no fuera nada, de tal modo que, aun
cuando se cumpliera el acto, no sería pecado mortal, como en el caso
de dar a un niño un tironcito de los pelos o un acto
semejante.
Por otra parte, el movimiento de ira puede ser desordenado por el
modo de airarse: cuando el alma se excita demasiado en su interior o
si hace externamente excesivos signos de cólera. Por tanto, la ira no
es, en sí misma, pecado mortal, pero puede serlo cuando, a causa del
ardor de ella, el hombre se aparta del amor a Dios o al
prójimo.
A las objeciones:
1. Del texto aducido no se sigue
que toda ira sea pecado mortal, sino que los necios se matan
espiritualmente por la ira, en cuanto que, al no refrenar el
movimiento de ira mediante la razón, caen en otros pecados mortales,
como pueden ser la blasfemia contra Dios o la injuria contra el
prójimo.
2. El Señor dijo eso de la ira
como completando el texto de la ley (Mt 5,21; cf. Ex 20,13; Dt 5,17).
De ahí que, en ese texto, el Señor hable del movimiento de ira bajo el
cual el hombre desea la muerte o una lesión grave para el prójimo. Si
la razón da su consentimiento a este deseo, ciertamente se da un
pecado mortal.
3. Supuesto que la ira se oponga
a la caridad, es pecado mortal. Pero eso no siempre sucede, como queda
claro por lo ya dicho (In corp.).
Artículo 4:
¿Es la ira el pecado más grave?
lat
Objeciones por las que parece que la ira es el pecado más
grave.
1. San Juan Crisóstomo dice: Nada hay más torpe
que ver a un hombre airado, y nada tan deforme como un rostro severo
y, mucho más, un alma. Luego la ira es el pecado más
grave.
2. Parece que un pecado es tanto peor cuanto más nocivo es,
ya que, como dice San Agustín en Enchirid., llamamos malo a algo que hace daño. Ahora bien, la ira produce
un daño máximo, dado que quita al hombre el uso de su razón, mediante
la cual el hombre se hace dueño de sí mismo, puesto que, según San
Juan Crisóstomo, entre la ira y la locura no hay
término medio, sino que la ira convierte al hombre en demonio
momentáneo, pero más difícil de dominar que alguien que tiene el
demonio. Por tanto, la ira es el pecado más grave.
3. Los movimientos internos se juzgan por las
manifestaciones externas. Pero es efecto de la ira el homicidio, que
es el pecado más grave. Luego la ira es el pecado más
grave.
Contra esto: está el hecho de que la relación entre la ira y el odio es
la de una paja y una viga, pues dice San Agustín en la
Regla: No sea que la ira se convierta en
odio y de una paja se forme una viga. Por consiguiente, la ira no
es el pecado más grave.
Respondo: Como ya dijimos antes (
a.2.3), en el
desorden de la ira se consideran dos aspectos: el objeto apetecido
indebidamente y el modo indebido de airarse. En cuanto al objeto que
el hombre airado apetece, parece que es el pecado más pequeño, porque
la ira apetece el mal de la pena de alguien bajo la razón de bien que
es la venganza. Por eso, por parte del mal apetecido, el pecado de ira
es semejante a otros pecados que desean el mal del prójimo, como la
envidia y el odio. Pero el odio desea absolutamente el mal de alguien,
y el envidioso desea el mal de otro llevado del deseo de la propia
gloria, mientras que el airado desea el mal de otro bajo la razón de
justa venganza. De donde se deduce que el odio es más grave que la
envidia, y ésta más grave que la ira, ya que es peor desear el mal
bajo la razón de mal que bajo la razón de bien, y es peor apetecer el
mal bajo la razón de bien externo, como son el honor y la gloria, que
bajo la razón de rectitud de la justicia.
Por parte del bien bajo el cual el airado desea el mal, la ira tiene
algo de común con el pecado de concupiscencia, que tiende a un objeto
bueno. Bajo este aspecto también, absolutamente hablando, parece que
el pecado de ira es menor que el de concupiscencia, por cuanto es
mejor el bien de la justicia, que desea el airado, que el bien
deleitable y útil que apetece quien está bajo la concupiscencia. Por
eso dice el Filósofo en VII Ethic.: El
incontinente en materia de concupiscencia es más torpe que quien lo es
en materia de ira.
Pero en cuanto al desorden creado por el modo de airarse, la ira
sobresale de alguna manera por la vehemencia y la rapidez de su
movimiento, según lo que leemos en Prov 27,4: Cruel es la ira,
furiosa la cólera, pero ¿quién podrá parar ante la envidia? Por
eso dice San Gregorio en V Moral.: Bajo
los estímulos de la ira palpita el corazón, tiembla el cuerpo, se
traba la lengua, se pone incandescente el rostro, se desorbitan los
ojos, y los conocidos se vuelven desconocidos; la boca emite un
sonido, pero los sentidos no perciben lo que quiere
decir.
A las objeciones:
1. San Juan Crisóstomo habla de la
torpeza de los gestos externos, los cuales proceden del ímpetu de la
ira.
2. El argumento está tomado del
movimiento desordenado de ira, que tiene su origen en su ímpetu, como
dijimos ya (In corp.).
3. El homicidio tiene su origen
en el odio y en la envidia al igual que la ira. Pero ésta es más leve,
por cuanto considera la razón de justicia, como ya dijimos (In
corp.).
Artículo 5:
¿Señaló el Filósofo convenientemente las especies de
ira?
lat
Objeciones por las que parece que el Filósofo no señaló
convenientemente las especies de ira en IV Ethic., donde dice que, de los iracundos, unos son agudos, otros amargos y otros difíciles o implacables.
1. Según él mismo, llamamos amargos a aquellos cuya ira desaparece difícilmente y permanece durante mucho
tiempo. Pero parece que esto pertenece a la circunstancia del
tiempo. Luego parece que pueden señalarse otras especies de ira
atendiendo a otras circunstancias.
2. Para el Filósofo, son difíciles
o implacables aquellos cuya ira no se extingue con tormento o
castigo. Pero esto puede decirse también de la dificultad de la
ira en suavizarse. Por tanto, parece que los difíciles
coinciden con los amargos.
3. El Señor, en Mt 5,22, habla de tres grados de ira
cuando dice: El que se irrita con su hermano; el que le dijere
«raca»; el que le dijere loco. Ahora bien: esos grados se refieren
a las especies nombradas antes. Luego parece que la división anterior
no es apropiada.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio Niseno,
según el cual hay tres especies de irascibilidad: la ira que
parece amarga como la hiel, la manía o locura y el
furor. Estas parece que son iguales a las anteriores, ya que dice
que la ira, amarga como la hiel, es la que posee el
principio y el movimiento, que el Filósofo atribuye
a los agudos; la manía dice que es la ira que dura y llega
hasta la vejez, lo cual el Filósofo atribuye a los amargos; del furor dice que es la ira que busca el
tiempo de verse satisfecha, lo cual el Filósofo
atribuye a los difíciles. Esta es también la división que pone
San Juan Damasceno en su Libro II. Por
consiguiente, la división anterior hecha por el Filósofo es
apropiada.
Respondo: La división precedente puede
referirse a la pasión de la ira o también al mismo pecado de la ira.
Su relación con la pasión de la ira se vio (
1-2 q.46 a.8) al tratar de
las pasiones, y es de la que hablan preferentemente San Gregorio
Niseno y San Juan Damasceno. Ahora conviene considerar la distinción
de estas especies en cuanto que pertenecen al pecado de ira, tal como
hace el Filósofo.
En efecto, puede mirarse el desorden de la ira bajo dos aspectos. En
primer lugar, en cuanto al mismo origen de la ira. Esto es lo propio
de los agudos, que se muestran airados con excesiva frecuencia
y por cualquier motivo. En segundo lugar, por parte de la duración de
la ira, es decir, en cuanto que dura demasiado. Esto puede suceder de
dos modos. Primero, porque la causa de la ira, la injuria causada,
permanece demasiado tiempo en la memoria del hombre, lo cual hace que
éste contraiga una tristeza duradera; por eso son, para sí mismos,
pesados y amargos. En segundo lugar puede suceder por parte de
la misma venganza, la cual buscan algunos con deseo obstinado. Esto es
propio de los difíciles o graves, que no deponen la ira
mientras no castiguen.
A las objeciones:
1. En las citadas especies de ira
no se considera de un modo especial el tiempo, sino la facilidad del
hombre para caer en la ira y la firmeza en ella.
2. Tanto los amargos como
los difíciles poseen una ira duradera, aunque por motivos
diferentes. Los amargos, por la permanencia de la tristeza que
la ira tiene encerrada en sí misma. Y como los signos de la ira no
trascienden al exterior, los demás no pueden persuadirles, ni tampoco
abandonan la ira por sí mismos, a no ser que desaparezca, con el
tiempo, la tristeza, en cuyo caso ya no hay ira. Pero los difíciles poseen una ira duradera por el ardiente deseo de
venganza. Por eso no desaparece con el tiempo, sino que sólo se
aquieta con el castigo.
3. Los grados de ira puestos por
el Señor no pertenecen a las distintas especies de ira, sino que se
toman según el proceso del acto humano. En primer lugar nace en el
corazón, y por eso dice:
el que se irrita con su hermano.
Después se manifiesta al exterior mediante signos, antes de llevarse a
efecto, y por eso dice:
el que diga a su hermano «raca», que
es la interjección usada por el airado. El tercer grado es cuando el
pecado concebido interiormente se lleva a efecto, y el efecto de la
ira es el daño a otro bajo la razón de venganza. Por eso dice:
el
que llame loco a su hermano.
El segundo añade algo al primero y el tercero a los dos. De ahí que,
si el primero es pecado mortal, en el caso en que habla el Señor, como
ya se dijo (a.3 ad 2), con mucho mayor razón lo serán los otros. Por
eso a cada uno de ellos se le asigna alguna circunstancia relativa a
la condenación. Se empieza por el juicio, que es el menos
grave, ya que, como dice San Agustín, en el juicio
hay tiempo para defenderse. Sigue luego el concilio, porque
en él los jueces discuten con qué pena debe ser castigado. Y en
tercer lugar aparece la gehena del fuego, la cual es condenación segura.
Artículo 6:
¿Debe figurar la ira entre los vicios capitales?
lat
Objeciones por las que parece que la ira no debe figurar entre los
vicios capitales.
1. La ira nace de la tristeza, pero ésta es un vicio capital con el
nombre de acidia. Luego no debe considerarse a la ira como vicio
capital.
2. El odio es un pecado más grave que la ira. Luego debe
considerarse vicio capital antes que ella.
3. Al comentar el pasaje de Prov 29,22, el hombre
airado provoca camorras, dice la Glosa: La ira es la puerta de todos los vicios. Si se
cierra, se dará descanso interno a las virtudes; si permanece abierta,
el ánimo estará dispuesto a toda clase de crímenes. Ahora bien:
ningún vicio capital es principio de todos los pecados, sino de
algunos en concreto. Luego la ira no debe incluirse entre los vicios
capitales.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio en XXXI Moral., quien incluye la ira entre los vicios
capitales.
Respondo: Como queda claro por lo dicho ya
(
1-2 q.84 a.3.4), se llama vicio capital a aquel del que nacen muchos
vicios. De la ira pueden nacer muchos vicios de un doble modo.
Primero, por parte de su objeto, que es sumamente apetecible, en
cuanto que la venganza se apetece bajo la razón de justo y honesto,
como ya vimos (
a.4). En segundo lugar, por su ímpetu, que arrastra la
mente a la ejecución de todo lo ordenado. Es, pues, evidente que la
ira es un vicio capital.
A las objeciones:
1. Esa tristeza de la que nace la
ira no es, en la mayor parte de los casos, el vicio de la acidia, sino
la pasión de tristeza, que procede de la injuria cometida.
2. Como se deduce de lo ya
expuesto (
q.118 a.7;
q.148 a.5;
q.153 a.4;
1-2 q.84 a.4), es esencial
a un vicio capital el tener un fin muy apetecible, de modo que así se
cometan muchos pecados por el deseo del mismo. Ahora bien: la ira
desea el mal bajo la razón de bien y, por ello, posee un fin más
apetecible que el odio, que desea el mal bajo la razón de mal. Por eso
la ira es vicio capital con mayor razón que el odio.
3. Se considera que la ira es puerta de los vicios circunstancialmente, en cuanto que quita
obstáculos, es decir, impidiendo el juicio de la razón, que es el que
aparta al hombre del mal. De un modo directo y esencial es causa de
otros pecados específicos, que se llaman hijas de ella.
Artículo 7:
¿Es apropiada la asignación de seis hijas a la ira?
lat
Objeciones por las que parece que no es apropiada la asignación de
seis hijas a la ira, las cuales son: querella, hinchazón de
espíritu, injuria, clamor, indignación, blasfemia.
1. San Isidoro considera que la blasfemia es
hija de la soberbia. Luego no debe considerarse como hija de la
ira.
2. El odio nace de la ira, como dice San Agustín en la Regla. Por tanto, debería incluirse entre las
hijas de la misma.
3. Parece que la hinchazón de espíritu coincide con la
soberbia. Pero ésta no es hija de ningún vicio, sino que es madre
de todos los vicios, como dice San Gregorio, en XXXI Moral.. Luego la hinchazón de espíritu no debe
incluirse entre las hijas de la ira.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio, en XXXI Moral., asigna a la ira estas hijas.
Respondo: La ira puede considerarse bajo tres
aspectos. En primer lugar, en cuanto que está en el corazón. Así
considerada, nacen de ella dos vicios. Uno nace por parte de aquel
contra quien el hombre siente ira, y al que considera indigno de
haberle hecho tal injuria; así nace la indignación. Otro vicio nace
por parte de sí misma, en cuanto que piensa en varios modos de
venganza y llena su alma de tales pensamientos, según lo que se dice
en Job 15,2:
¿Es de sabios tener el pecho lleno de viento?
Bajo esta consideración le asignamos la hinchazón de
espíritu.
En segundo lugar consideramos la ira en cuanto que está en la boca.
Así mirada, se origina de ella un doble desorden. Uno, en cuanto que
el hombre da a conocer su ira en el modo de hablar, tal como dijimos
antes (a.5 ad 3) de aquel que dice a su hermano «raca». A este
concepto responde el clamor, que significa una locución desordenada y
confusa. Y otro desorden es aquel por el cual el hombre prorrumpe en
palabras injuriosas. Si éstas son contra Dios, tendremos la blasfemia;
si son contra el prójimo, la injuria.
En tercer lugar, se considera la ira en cuanto que pasa a la
práctica. Bajo este aspecto nacen de ella las querellas, entendiendo
por tales todos los daños que, de hecho, se cometen contra el prójimo
bajo el influjo de la ira.
A las objeciones:
1. La blasfemia en la que se
prorrumpe deliberadamente procede de la soberbia del hombre, que se
rebela contra Dios, ya que, como se dice en Eclo 10,14, el
principio de la soberbia es apartarse de Dios, es decir, el
apartarse de su veneración es la primera parte de la soberbia, y de
ésta nace la blasfemia. Pero la blasfemia que algunos pronuncian a
causa de la turbación de espíritu procede de la ira.
2. Aunque el odio nazca, a veces,
de la ira, sin embargo posee otra causa de la que nace más
directamente, a saber: la tristeza, de igual modo que su opuesto, el
amor, nace del deleite. Por eso es más correcto decir que el odio nace
de la acidia que de la ira.
3. La hinchazón de espíritu no se
toma aquí como equivalente a la soberbia, sino como un intento o
tentativa, por parte del hombre, de buscar la venganza. Claro que la
tristeza producida lleva unas veces a la ira y otras al odio. Por eso
fue más conveniente decir que el odio nace de la ira que de la
acidia.
Artículo 8:
¿Existe algún vicio opuesto a la ira que proceda de la falta de
ira?
lat
Objeciones por las que parece que no hay ningún vicio opuesto a la
ira que tenga su origen en la falta de ira.
1. Nada que haga al hombre semejante a Dios es vicioso. Ahora bien:
el hecho de carecer de ira lo asemeja a Dios, el cual juzga con
tranquilidad. Luego no parece que sea vicioso el carecer
totalmente de ira.
2. No es vicio el carecer de algo que no es útil para nada.
Pero el movimiento de la ira no es útil para nada, como enseña Séneca
en su libro De Ira. Luego parece que el
carecer de ira no es un vicio.
3. El mal del hombre consiste, según Dionisio, en obrar en contra de la razón. Ahora bien: si quitamos todo movimiento de ira, queda todavía íntegro el juicio de la razón. Luego la carencia de ira no es causa de ningún vicio.
Contra esto: está lo que dice San Juan Crisóstomo en Super
Matth.: El que no se irrita teniendo motivo
comete pecado, porque la paciencia irracional siembra vicios, alimenta
la negligencia e invita al mal, no sólo a los malos, sino también a
los buenos.
Respondo: Podemos entender la ira de dos
modos. Primero, como un simple movimiento de la voluntad por el que se
inflige una pena no por pasión, sino por un juicio de la razón. Tomada
así, la falta de ira es ciertamente pecado, y éste es el sentido que
da a la ira San Juan Crisóstomo cuando dice en el mismo
pasaje:
La ira que tiene causa no es ira, sino
juicio, ya que se entiende por ira una conmoción pasional; pero la ira
del que se irrita con causa no procede de una pasión. Por eso decimos
que juzga, no que se irrita.
Otro modo de considerar la ira es tomarla como un movimiento del
apetito sensitivo, que se da con pasión y excitación del cuerpo. Este
movimiento, en el hombre, sigue necesariamente a un movimiento de la
voluntad, porque el apetito inferior acompaña necesariamente al
movimiento del superior, si no lo impide algún obstáculo. Por eso no
puede faltar totalmente el movimiento de la ira en el apetito
sensitivo, a no ser por sustracción o debilitamiento del movimiento
voluntario. Y, como consecuencia, también es viciosa la falta de
pasión, como la falta de movimiento voluntario para castigar según el
juicio de la razón.
A las objeciones:
1. El que no se irrita en absoluto
cuando debe hacerlo, imita a Dios en cuanto a carecer de pasión, pero
no en cuanto a que Dios obra dejándose llevar por un
juicio.
2. La pasión de la ira, como
todos los otros movimientos del apetito sensitivo, es útil en cuanto
que ayuda al hombre a cumplir con prontitud lo que la razón le dicta.
De lo contrario, el apetito sensitivo sería totalmente inútil en el
hombre, aunque, sin embargo, la naturaleza no hace nada en
vano.
3. En aquel que obra con
rectitud, el juicio de la razón no sólo es causa del simple movimiento
de la voluntad, sino de la pasión del apetito sensitivo, como ya
dijimos antes (In corp.). Por eso, dado que la supresión del
efecto es signo de la remoción de la causa, del mismo modo la
supresión de la ira es signo de la remoción del juicio de la
razón.