Artículo 1:
¿Es un hábito el pecado original?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado original no es un
hábito:
1. El pecado original es carencia de la justicia original, como dice
Anselmo en el libro De conceptu virginali; y así
el pecado original es una cierta privación. Mas la privación se opone
al hábito. Luego el pecado original no es un hábito.
2. Además, el pecado actual tiene más razón de culpabilidad que el
original, ya que es más voluntario. Pero el hábito del pecado actual
no tiene razón de culpa: en otro caso se seguiría que, uno en pecado,
pecaría aun durmiendo. Luego ningún hábito original tiene razón de
culpa.
3. En el mal el acto siempre precede al hábito, pues ningún
hábito malo es infuso, sino adquirido. Pero al pecado original no le
precede acto alguno. Luego el pecado original no es un
hábito.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De baptismo
puerorum: que los niños, aunque no sientan la
concupiscencia actual, tienen la aptitud para ella a causa del pecado
original. Pero la aptitud o habilidad es por razón de algún hábito.
Luego el pecado original es un hábito.
Respondo: Según expusimos anteriormente (
q.49 a.4;
q.50 a.1), el hábito es doble: Uno que inclina a la potencia a
obrar: así se llaman hábitos la ciencia y las virtudes. Y de este modo
no es hábito el pecado original. De un segundo modo se llama hábito la
disposición de una naturaleza compuesta de muchos elementos, por la
cual se ha bien o mal para algo, y principalmente cuando tal
disposición se ha convertido como en (una segunda) naturaleza, como es
claro en la enfermedad y en la salud. Y en este sentido es hábito el
pecado original. Pues es cierta disposición desordenada, proveniente
de la ruptura de aquella armonía constitutiva de la justicia original;
así como también la enfermedad corporal es cierta disposición
desordenada del cuerpo por la que se destruye el equilibrio
constitutivo de la salud. De ahí que al pecado original se le llame
debilidad (o postración) de la naturaleza.
A las objeciones:
1. Así como la enfermedad corporal
tiene algo de privación, en cuanto que destruye el equilibrio de la
salud, y algo positivo, a saber, los humores mismos, dispuestos
desordenadamente; así también el pecado original lleva consigo la
privación de la justicia original, y con esto la disposición
desordenada de las partes del alma. Por consiguiente, no es mera
privación, sino un hábito corrompido.
2. El pecado actual es un cierto
desorden del acto; mas el original, siendo pecado de la naturaleza, es
una cierta disposición desordenada de la naturaleza misma, que tiene
razón de culpabilidad en cuanto derivada del primer padre, como hemos
dicho (
q.81 a.1). Tal disposición desordenada de la naturaleza tiene
razón de hábito. Por eso el pecado original puede ser hábito, mas no
el pecado actual.
3. Dicha objeción se basa en el
(concepto de) hábito con que la potencia se inclina al acto; pero el
pecado original no es un hábito tal. Aunque también se siga del pecado
original cierta inclinación al acto desordenado, no directamente, pero
sí indirectamente; a saber: por la remoción de lo que lo impedía, es
decir, de la justicia original, que impedía los movimientos
desordenados; como también de la enfermedad corporal se sigue
indirectamente la inclinación a movimientos corporales desordenados. Y
no se debe decir que el pecado original sea un hábito infuso, o
adquirido por algún acto —a no ser del primer padre, pero no de esta
persona—; sino innato por nuestro origen viciado.
Artículo 2:
¿Hay muchos pecados originales en una persona?
lat
Objeciones por las que parece que hay muchos pecados originales en
una persona:
1. En el salmo 50,7 se dice: He aquí que he sido concebido en
iniquidades y en pecados me concibió mi madre. Luego hay muchos
pecados originales en una persona.
2. Además, el único y mismo hábito no inclina a cosas contrarias,
pues el hábito inclina a modo de naturaleza, la cual tiende a una
cosa. Mas el pecado original, también en una persona única, inclina a
pecados diversos y contrarios. Luego el pecado original no es sólo un
hábito sino muchos.
3. El pecado original infecciona todas las partes del alma.
Pero las diversas partes del alma son sujetos diversos de pecado, como
consta por lo dicho antes (
q.74). Así, pues, no pudiendo estar el
mismo pecado en diversos sujetos, parece que el pecado original no es
uno, sino muchos.
Contra esto: está lo que dice Jn 1,29: He aquí el Cordero de Dios, he
aquí el que quita el pecado del mundo. Lo cual se dice en
singular, porque el pecado del mundo, que es el original, es
uno, como expone la Glossa al mismo
lugar.
Respondo: En cada persona sólo hay un pecado
original. La razón de lo cual se puede descubrir por dos capítulos: 1)
Por parte de la causa del pecado original. Pues hemos dicho más arriba
(
q.81 a.2) que a los descendientes sólo se transmite el pecado del
primer padre. Por lo tanto, el pecado original en cada hombre sólo es
uno numéricamente; y en todos los hombres es uno proporcionalmente,
esto es, respecto del primer principio (o pecado).
2) En segundo lugar puede verse dicha razón por la esencia misma del
pecado original. Pues en toda disposición desordenada, la unidad
específica se toma (o depende) de la causa; y la unidad numérica, del
sujeto. Como es claro en las enfermedades corporales:
hay enfermedades específicamente diversas que provienen de causas
diversas; v. gr., del exceso del calor o del frío, o de la lesión del
pulmón o del hígado; mas la enfermedad que es una según la especie, en
una persona no es más que una numéricamente. Ahora bien, la causa de
esta disposición corrompida, que se llama pecado original, es
solamente una, a saber: la privación de la justicia original, por lo
cual nos fue arrebatada la sumisión de la mente humana a Dios. Por eso
el pecado original es uno específicamente. Y en una persona no puede
ser más que uno numéricamente; mas en diversas personas es uno
específica y proporcionalmente; pero diverso numéricamente.
A las objeciones:
1. Se usa el plural en
pecados según la costumbre de la Sagrada Escritura, que
frecuentemente pone el plural por el singular, como, por ejemplo, en
Mt 2,20: Han muerto los que buscaban la vida del Niño. O porque
en el pecado original preexisten virtualmente todos los pecados
actuales, como en cierto principio; por donde es múltiple en su
virtualidad. O porque en el pecado del primer padre, que se nos
transmite por generación, hubo muchas deformidades, a saber: de
soberbia, desobediencia, gula y otras cosas semejantes. O porque son
muchas las partes del alma que se infeccionan por el pecado
original.
2. Un hábito, de suyo y
directamente, esto es, por su propia forma, no puede inclinar a cosas
contrarias. Mas nada impide que lo haga indirecta y accidentalmente,
esto es, por remoción de un obstáculo; así, rota la armonía de un
cuerpo compuesto, sus elementos tienden a lugares contrarios. E
igualmente, rota la armonía de la justicia original, las diversas
potencias del alma tienden a cosas opuestas.
3. El pecado original infecciona
las diversas partes del alma en cuanto son partes de un todo único; lo
mismo que la justicia original mantenía unidas todas las partes del
alma. Por eso el pecado original es solamente uno. Como también es
única la fiebre de un paciente, aunque languidezcan las diversas
partes del cuerpo.
Artículo 3:
¿El pecado original es la concupiscencia?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado original no es la
concupiscencia:
1. Todo pecado es contra la naturaleza, como dice el Damasceno en el
libro II. Mas la concupiscencia es según la naturaleza,
pues es el acto propio de la facultad concupiscible, que es una
potencia natural. Luego la concupiscencia no es el pecado
original.
2. Además, por el pecado original residen en nosotros
las pasiones
de los pecados, como se ve por el Apóstol, en Rom 7,5. Pero hay
otras muchas pasiones además de la concupiscencia, según hemos expuesto
anteriormente (
q.23 a.4). Luego el pecado original no es más la
concupiscencia que cualquiera otra pasión.
3. Por el pecado original se desordenan todas las partes del
alma, como hemos dicho (
a.2). Mas entre las partes del alma el
entendimiento es la suprema, como es claro por el Filósofo en el libro
X de los
Éticos. Luego el pecado original es más
bien la ignorancia que la concupiscencia.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro de las Retract.: la concupiscencia es el reato del
pecado original.
Respondo: Cada cosa tiene la especie por su
forma. Más arriba hemos afirmado (
a.2) que la especie del pecado
original se toma de su causa. Consiguientemente, aquello que es
formal en el pecado original debe tomarse por parte
de la causa de dicho pecado. Ahora bien, las causas de los opuestos
son opuestas. Hay, pues, que entender la causa del pecado original por
la causa de la justicia original, que es opuesta a él. Pues bien, todo
el orden de la justicia original provenía del hecho de que la voluntad
del hombre estaba sujeta a Dios. Sujeción que, por cierto, primaria y
principalmente, era por la voluntad, a la que corresponde mover hacia
el fin a todas las otras partes, según dijimos anteriormente (
q.9 a.1). Así que por la aversión de la voluntad con respecto a Dios se
siguió el desorden en todas las otras facultades del
alma.
Así pues, lo formal en el pecado original es la privación de la
justicia original, por la cual la voluntad estaba sometida a Dios; y
todo el otro desorden de las facultades del alma se ha (o es) como
material en el pecado original. Mas el desorden de las otras
facultades del alma se manifiesta principalmente en que se vuelven
desordenadamente a los bienes mudables; desorden que, en efecto, con
un nombre común, se puede llamar concupiscencia. Y así el pecado
original, materialmente, es la concupiscencia; pero formalmente es la
privación de la justicia original.
A las objeciones:
1. Puesto que, en el hombre, el
apetito concupiscible, naturalmente, se rige por la razón, en tanto es
natural al hombre la apetencia de la facultad concupiscible en cuanto
es según el orden de la razón. Mas la concupiscencia que traspasa los
límites de la razón es contra la naturaleza del hombre. Y una tal
concupiscencia es la del pecado original.
2. Según expusimos anteriormente
(
q.25 a.1), todas las pasiones de la parte irascible se reducen a las
de la concupiscible, como más principales; y entre éstas la
concupiscencia es la que mueve con más vehemencia y la que más se
siente, según expusimos anteriormente (
q.25 a.2 ad 1). Y por eso se le
atribuye (el pecado original) a la concupiscencia: como a la más
principal y en la que de alguna manera están incluidas todas las otras
pasiones.
3. Así como en orden al bien la
principalidad la tienen el entendimiento y la razón, así, por el
contrario, en el mal, la más principal es la parte inferior del alma,
que entenebrece y arrastra a la razón, como dijimos anteriormente
(
q.77 a.1 ad 2;
q.80 a.2). Y por eso se dice que el pecado original es
más bien concupiscencia que ignorancia; aunque también
la ignorancia esté incluida entre los defectos (o males) materiales
del pecado original.
Artículo 4:
¿Es igual en todos el pecado original?
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Objeciones por las que parece que el pecado original no se da
igualmente en todos:
1. El pecado original es la concupiscencia desordenada, como hemos
dicho (
a.3). Mas no todos son igualmente proclives a la
concupiscencia. Luego el pecado original no se da igualmente en
todos.
2. Además, el pecado original es cierta disposición desordenada del
alma, como la enfermedad es cierta disposición desordenada del cuerpo.
Pero la enfermedad admite su más y menos. Luego el pecado original
admite más y menos.
3. Dice Agustín, en el libro De nupt. et
concupisc., que la libido transmite el pecado original a la prole. Mas ocurre que
la libido (o placer) en el acto de la generación es mayor en unos que
en otros. Luego el pecado original puede ser mayor en uno que en
otro.
Contra esto: está que el pecado original es el pecado de la naturaleza,
como hemos dicho (
q.81 a.1). Mas la naturaleza está igualmente en
todos. Luego también el pecado original.
Respondo: En el pecado original hay dos cosas,
de las que una es la privación de la justicia original, y otra es la
relación de esta privación con el pecado del primer padre, del cual se
deriva por un origen viciado. Cuanto a lo primero, el pecado original
no admite más y menos, porque se (nos) quitó el don íntegro de la
justicia original; y las privaciones que privan totalmente de algo,
como la muerte y las tinieblas, no admiten más y menos, según dijimos
anteriormente (
q.73 a.2). E igualmente tampoco (lo admite) cuanto a lo
segundo, pues todos tienen idéntica relación al primer principio del
origen viciado, por el cual el pecado original asume la razón de
culpa, pues las relaciones no admiten más y menos. Por consiguiente,
es evidente que el pecado original no puede darse más en uno que en
otro.
A las objeciones:
1. Roto el vínculo de la justicia
original, bajo el cual se mantenían en cierto orden todas las fuerzas
del alma, cada una de ellas tiende a su propio movimiento, y tanto más
vehementemente cuanto más fuerte fuere. Mas ocurre que ciertas fuerzas
del alma son más fuertes en uno que en otro por la diversa complexión
del cuerpo. El que uno, pues, sea más proclive que otro a la
concupiscencia, no es por razón del pecado original, ya que en todos
se ha roto igualmente el vínculo de la justicia original y en todos
han quedado igualmente dejadas a sí mismas las partes inferiores del
alma; sino que esto sucede por la diversa disposición de las
potencias, como hemos dicho.
2. La enfermedad corporal no tiene
en todos la misma causa, aun cuando sea de la misma especie: por
ejemplo, en una fiebre debida a la bilis putrefacta, la putrefacción
puede ser mayor o menor y más cercana o más remota respecto del
principio vital. Mas la causa del pecado original es igual en todos.
Luego no vale la comparación.
3. La libido que transmite el
pecado original a la prole no es la actual, porque, supuesto que se le
concediera a uno por virtud divina no sentir ningún desorden
libidinoso en el acto de la generación, aun (así) transmitiría el
pecado original a su prole. Sino que dicha libido ha de entenderse
habitualmente, en cuanto que el apetito sensitivo no se mantiene bajo
la razón por el vínculo de la justicia original. Y tal libido es igual
en todos.