Artículo 1:
¿El diablo es directamente causa de que el hombre
peque?
lat
Objeciones por las que parece que el diablo es directamente causa de
que el hombre peque:
1. El pecado consiste directamente en el afecto. Pero Agustín dice en
el libro IV De Trinit. que el diablo inspira a
su sociedad afectos malignos; y Beda, a propósito de Act 5,3,
dice que el diablo arrastra al alma a afectos
malos; e Isidoro, en el libro De summa Bono,
dice que el diablo llena los corazones de los hombres de codicias
ocultas. Luego el diablo directamente es causa del
pecado.
2. Además, dice Jerónimo que, como Dios es el
artífice del bien, así el diablo es el autor del mal. Ahora bien,
Dios es la causa directa de nuestros bienes; luego el diablo es
directamente causa de nuestros pecados.
3. En algún capítulo de la Etic. a Eudem. prueba el Filósofo que es necesario que haya un principio extrínseco del consejo humano. Mas el consejo humano no sólo es del bien, sino también del mal. Luego así como Dios mueve al consejo bueno y por ello es directamente causa del bien, así (también) el diablo mueve al hombre al consejo malo y por ello se sigue que el diablo directamente es causa del pecado.
Contra esto: está lo que prueba Agustín, en los libros I 6
y III 7 De lib. arb., que por ninguna otra
cosa se hace esclava de la liviandad la mente del hombre si no es por
su propia voluntad. Ahora bien; el hombre no se hace esclavo de la
liviandad a no ser por el pecado. Luego la causa del pecado no puede
ser el diablo, sino la propia voluntad sola.
Respondo: El pecado es un acto. Por tanto, una
cosa puede ser directamente causa del pecado del mismo modo que es
directamente causa de un acto. Lo cual a la verdad no acontece sino
porque mueve a obrar al principio propio de dicho acto. Mas el
principio propio del acto del pecado es la voluntad, porque todo
pecado es voluntario. De ahí que nada pueda ser directamente causa del
pecado a no ser que pueda mover a la voluntad a obrar. Pero la
voluntad, como hemos dicho anteriormente (
q.9 a.1.4 y
6;
1 q.105 a.4),
puede ser movida por dos cosas: 1) por el objeto: así se dice que lo
apetecible aprehendido mueve el apetito; y 2) por aquel que inclina
interiormente la voluntad a querer. Mas esto (último) no es sino la
voluntad misma o Dios, como hemos demostrado anteriormente (
q.79 a.1).
Resta, pues, que por este lado sola la voluntad del hombre es
directamente causa de su pecado.
Por parte del objeto se puede entender triplemente que una cosa mueva
a la voluntad. 1) El objeto mismo propuesto; así decimos que el
alimento excita el deseo de comer; 2) el que propone u ofrece dicho
objeto; 3) el que persuade que el objeto propuesto tiene su razón de
bueno; pues también éste de alguna manera propone a la voluntad su
objeto, que es el bien de la razón, verdadero o aparente. Así, pues,
del modo primero mueven a pecar a la voluntad las cosas sensibles, que
aparecen al exterior; mas del segundo y tercer modo pueden incitar a
pecar el diablo o el hombre, ya ofreciendo algo apetecible a los
sentidos, ya persuadiendo a la razón. Sin embargo, por ninguno de
estos tres modos puede ser algo causa directa del pecado: porque la
voluntad no es movida necesariamente por ningún objeto, si no es por
el último fin, como hemos dicho anteriormente (q.10 a.2; 1 q.105 a.4).
De ahí que no sean causa suficiente del pecado ni la cosa externamente
ofrecida, ni el que la presenta ni el que la persuade. Por donde se
sigue que el diablo no es causa del pecado ni directa ni
suficientemente; sino sólo en cuanto que persuade o propone lo
apetecible.
A las objeciones:
1. Todas esas autoridades y otras
parecidas que pudieran encontrarse, hay que referirlas al hecho de que
el diablo induce al afecto pecaminoso por sugestión o proponiendo
alguna cosa apetecible.
2. Dicha comparación hay que
entenderla en el sentido de que el diablo de algún modo es causa de
nuestros pecados, como Dios es de algún modo causa de nuestras buenas
obras. Sin embargo, no se entiende en cuanto al modo de causar: pues
Dios causa las buenas obras moviendo interiormente la voluntad, cosa
que no puede decirse del diablo.
3. Dios es el principio universal
de todos los movimientos del hombre; mas que la voluntad humana se
determine a un designio malo, esto, a la verdad, es cuestión de la
voluntad; y del diablo (sólo) como persuasor o presentador de lo
apetecible.
Artículo 2:
¿Puede el diablo inducir a pecar instigando interiormente?
lat
Objeciones por las que parece que el diablo no puede inducir a pecar
instigando interiormente:
1. Los movimientos interiores del alma son funciones vitales. Mas
ninguna función vital puede provenir sino de un principio intrínseco:
ni aun las del alma vegetal, que es lo ínfimo en las funciones
vitales. Luego el diablo no puede instigar al hombre al mal por
movimientos interiores.
2. Además, todos los movimientos interiores nacen de los sentidos
externos según el orden de la naturaleza.
Mi
obrar fuera del orden de la naturaleza sólo pertenece a Dios, como
dijimos en la primera parte (
q.110 a.4). Luego el diablo no puede
producir nada en los movimientos interiores del hombre sino en cuanto
a aquellas cosas que aparecen a los sentidos externos.
3. Actos internos del alma son entender e imaginar. Mas el
diablo no puede hacer nada en cuanto a ninguno de ambos. Puesto que,
como se expuso en la primera parte (
q.111 a.2 ad 2), el diablo no
imprime especies en el entendimiento humano. Y parece que tampoco
puede imprimirlas en la fantasía, porque las formas imaginarias, como
más espirituales, son más excelentes que las de la materia sensible,
que, sin embargo, el diablo no puede imprimir, como consta por lo
expuesto en la primera parte (
q.110 a.2). Luego el diablo no puede
inducir al hombre a pecar por sus movimientos interiores.
Contra esto: está que, según esto, (el diablo) nunca tentaría al hombre
sino apareciéndose visiblemente. Lo cual, evidentemente, es
falso.
Respondo: La parte interior del alma es
intelectiva y sensitiva. La intelectiva contiene el entendimiento y la
voluntad. En cuanto a la voluntad ya dijimos (
a.1) cómo se haya el
diablo respecto de ella. Mas el entendimiento, de suyo, es movido por
algo que le ilumina para conocer la verdad, cosa que el diablo no
puede pretender respecto del hombre, sino más bien entenebrecer su
razón para que consienta en el pecado. Este oscurecimiento proviene de
la fantasía y del apetito sensitivo. Por consiguiente, la acción
interior del diablo parece ser en torno a la fantasía y al apetito
sensitivo; conmoviendo a cualquiera de las dos puede inducir al
pecado, pues puede actuar de modo que se le representen a la
imaginación algunas formas imaginarias; y puede hacer también que el
apetito sensitivo se excite hacia alguna pasión.
En la primera parte dijimos (q.110 a.3) que la naturaleza corporal
obedece a la espiritual en cuanto al movimiento local. Por
consiguiente, el diablo es capaz de hacer todas aquellas cosas que
pueden provenir del movimiento local de los cuerpos inferiores, a no
ser que el poder divino le reprima. Mas que se representen a la
imaginación ciertas formas se sigue a veces del movimiento local. Pues
dice el Filósofo, en el libro De somno et vigilia, que, cuando duerme el animal, con el descenso abundante de sangre
al principio sensitivo, simultáneamente descienden (o afluyen) los
movimientos o impresiones dejadas por las mutaciones sensibles,
que se conservan en las especies sensibles, y mueven el principio
aprehensivo, de tal modo que aparecen como si entonces (mismo) el
principio sensitivo se sintiera afectado por las mismas cosas
exteriores. Por consiguiente, los demonios pueden provocar tal
movimiento local de los espíritus y de los humores, ya duerman o velen
los hombres; y así se sigue que el hombre imagina ciertas
cosas.
Análogamente es provocado también el apetito sensitivo a algunas
pasiones por determinados movimientos del corazón y de los espíritus.
Por tanto, también a esto puede cooperar el diablo. Y dado que algunas
pasiones son provocadas en el apetito sensitivo, se sigue que uno
perciba más el movimiento o la tendencia sensible, reducida al
principio aprehensivo del modo susodicho: porque, como dice el
Filósofo en el mismo libro, los amantes se sienten
movidos a pensar en la realidad amada por ligeras semejanzas.
Sucede también por el hecho de que la pasión es provocada para que se
juzgue digno de llevarse a la práctica lo que se propone a la
imaginación, porque a aquel que se entretiene con la pasión le parece
bueno aquello a lo que ella le inclina. Y de este modo el diablo
induce interiormente a pecar.
A las objeciones:
1. Aunque las funciones vitales
provengan siempre de algún principio intrínseco, sin embargo, puede
cooperar a ellas algún agente externo; como también el calor externo
coopera a las funciones del alma vegetal para la más fácil digestión
del alimento.
2. Tal aparición de formas
imaginables no está totalmente al margen de la naturaleza. Ni ocurre
sólo por un mandato, sino por el movimiento local, como hemos dicho
(en sol.).
3. Y, por ende, es clara la respuesta a la tercera: porque
dichas formas se reciben inicialmente por los sentidos.
Artículo 3:
¿Puede el diablo poner en la necesidad de pecar?
lat
Objeciones por las que parece que el diablo puede poner en la
necesidad de pecar:
1. Un poder mayor puede coaccionar a otro menor. Mas del diablo se
dice en Job 41,24: No hay poder en la tierra que pueda compararse
con él. Luego puede coaccionar al hombre terreno a
pecar.
2. Además, la razón no puede ser movida sino en relación con aquellas
cosas que se (le) proponen exteriormente y se representan a la
imaginación; porque todos nuestros pensamientos empiezan por los
sentidos y
no se da el entender sin representación de la
fantasía, según se dice en el libro
De anima. Ahora bien, el diablo puede mover la imaginación
del hombre y también los sentidos externos, según hemos dicho (
a.2);
pues dice Agustín, en el libro
Octoginta trium quaest., que
se desliga este mal, esto es, el que proviene del diablo,
por todos los accesos de los sentidos: se da en figuras, se adapta a los colores, se adhiere a los sonidos, se mezcla en los sabores. Luego puede inclinar necesariamente a la razón humana a pecar.
3. Según Agustín,
algún pecado es el que
la carne codicie contra el espíritu. Mas el diablo puede
provocar la concupiscencia de la carne, como también las demás
pasiones del modo susodicho (
a.2). Luego puede inducir necesariamente
a pecar.
Contra esto: está lo que se dice en el capítulo último de 1 Pe
(5,8-9): Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda
buscando a quien devorar: resistidle fuertes en la fe. Mas sería
inútil que nos diera tal amonestación si el hombre sucumbiera
necesariamente ante él. Luego no puede inducir al hombre a pecar
necesariamente.
Respondo: El diablo, por su propio poder, si
Dios no le reprimiese, podría inducir necesariamente a uno a hacer
algún acto que por su género es pecado; pero no le puede poner en la
necesidad de pecar. Lo cual es claro por el hecho de que el hombre no
resiste al incentivo del pecado sino por la razón, cuyo uso puede
totalmente impedir (el diablo) moviendo la imaginación y el apetito
sensitivo, como es claro en los posesos. Mas entonces, encadenada así
la razón, cuanto el hombre haga no se le imputa como pecado. Pero si
la razón no está totalmente encadenada, puede resistir al pecado por
aquella parte que es libre, como hemos dicho anteriormente (
q.77 a.7).
Por consiguiente, es evidente que el diablo no puede inducir al hombre
necesariamente a pecar.
A las objeciones:
1. No cualquier poder superior al
hombre puede mover su voluntad, sino sólo Dios, como hemos expuesto
anteriormente (
q.9 a.6).
2. Lo aprehendido por los sentidos o la imaginación no mueve necesariamente a la
voluntad si el hombre conserva el uso de su razón. Ni siempre tal
aprehensión encadena la razón.
3. La codicia de la carne contra
el espíritu, si la razón la resiste, no es pecado, sino materia para
ejercitar la virtud. Y no está en la potestad del diablo el que la
razón no la resista. Por eso no puede poner en la necesidad de
pecar.
Artículo 4:
¿Son por sugestión del diablo todos los pecados de los
hombres?
lat
Objeciones por las que parece que todos los pecados de los hombres
provienen de la sugestión del diablo:
1. Dice Dionisio, en el capítulo 4 De div. nom., que la multitud de los demonios es causa de todos los males para
sí mismos y para los demás.
2. Además, quienquiera que peca mortalmente, se hace esclavo
del diablo, según aquello de Jn 8,34: El que comete pecado, es
siervo del pecado. Mas, como dice la 2 Pe 2,19: Uno queda
esclavo de aquel que le vence. Luego quienquiera que peca es
vencido por el diablo.
3. Dice Gregorio que el pecado del diablo es
irreparable, porque cayó sin sugestión de nadie. Si, pues, algunos
hombres pecasen por su libre albedrío, sin sugestión de nadie, su
pecado sería irremediable; lo cual, evidentemente, es falso. Luego
todos los pecados humanos son debidos a la sugestión del
diablo.
Contra esto: está lo que se dice en el libro De ecclesiasticis
dogmatibus: No es el diablo quien excita en
nosotros todos nuestros malos pensamientos, sino que a veces brotan
del movimiento de nuestro libre albedrío.
Respondo: El diablo, en efecto, ocasional e
indirectamente, es causa de todos nuestros pecados, en cuanto que
indujo a pecar al primer hombre, por cuyo pecado, de tal manera fue
viciada la naturaleza humana, que todos estamos inclinados al pecado;
así como se diría ser causa de la combustión de los maderos el que los
hubiese cortado, de lo que se seguiría que se quemarían más
fácilmente. Mas (el diablo) no es causa de todos los pecados de modo
que los sugiera todos. Orígenes lo demuestra por el
hecho de que, aunque el diablo no existiese, los hombres tendrían el
apetito del alimento, de lo sexual y cosas semejantes, el cual podría
ser desordenado si la razón no lo ordenase, lo cual depende del libre
albedrío.
A las objeciones:
1. La multitud de los demonios es
causa de todos nuestros males en cuanto a su origen primero, según
hemos dicho (en sol.).
2. No sólo se hace esclavo de uno
quien es vencido por él, sino también el que voluntariamente se somete
a él. Y de este modo se hace esclavo del diablo quien peca por propia
iniciativa.
3. El pecado del diablo fue
irremediable porque pecó sin sugestión de nadie, y no tenía
inclinación alguna al pecado causada por una sugestión precedente. Lo
cual no se puede decir de ningún pecado humano.