Artículo 1:
El vicio, ¿es contrario a la virtud?
lat
Objeciones por las que parece que el vicio no es contrario a la
virtud.
1. Frente a cada cosa hay otra contraria, como se prueba en el libro
X de los Metafísicos. Pero a la virtud se oponen
el pecado y la malicia. Por consiguiente, el vicio no es contrario a
la virtud: ya que también se dice vicio la disposición indebida de los
miembros corporales o de cualquier cosa.
2. Además, la virtud designa una cierta perfección de la potencia;
mas el vicio no designa nada perteneciente a la potencia. Luego el
vicio no es contrario a la virtud.
3. Más aún; Tulio, en el libro IV de las De tuscul.
quaest., dice que la virtud es una cierta salud
del alma. Pero a la salud se opone el desarreglo o la enfermedad
más que el vicio. Luego el vicio no es contrario a la
virtud.
Contra esto: está lo que Agustín dice en el libro
De perfectione
iustitiae: que
el vicio es una cualidad según la
cual el ánimo es malo. Mientras la virtud
es una cualidad que
hace bueno al que la posee, como es claro por lo dicho
anteriormente (
q.55 a.3 y
4). Luego el vicio es contrario a la
virtud.
Respondo: Respecto de la virtud podemos
considerar dos cosas: la esencia misma de la virtud y aquello a lo que
se ordena. Y en cuanto a la esencia de la virtud se puede considerar
algo directa o consecuentemente. Directamente, la virtud implica una
cierta disposición del sujeto que sea conveniente según el modo de ser
de su naturaleza. De ahí que el Filósofo diga, en el libro VII de
los físicos, que
la virtud es la disposición de
un ser perfecto para lo mejor; y llamo perfecto a lo que está
dispuesto o dotado según su naturaleza. Consecuentemente, se sigue
que la virtud es una cierta bondad: en esto, pues, consiste la bondad
de cualquier cosa, en que se haya convenientemente según el modo de su
naturaleza. Mas aquello a lo que la virtud se ordena es el acto bueno,
como consta por lo dicho anteriormente (
q.56 a.3).
Según esto, pues, encontramos tres cosas que se oponen a la virtud:
de ellas una es el pecado, que se le opone por parte de aquello a lo
que se ordena la virtud: pues el pecado propiamente
denota un acto desordenado, así como el acto de la
virtud es un acto ordenado y debido. Y en cuanto que a la razón de
virtud se sigue ser cierta bondad, a la virtud se le opone la malicia.
Mas en cuanto a aquello que directamente es de la esencia de la
virtud, a la virtud se le opone el vicio: ya que vicio de cada cosa
parece ser no estar dispuesta según lo que conviene a su naturaleza.
Por lo que Agustín dice, en el libro III De lib.
arb.: Llama vicio a lo que ves falta a la
perfección de la naturaleza.
A las objeciones:
1. Aquellas tres cosas no son
contrarias a la virtud bajo el mismo aspecto, sino que el pecado es
contrario a la virtud en cuanto la virtud es operativa del bien; la
malicia, en cuanto la virtud es una cierta bondad; y el vicio
propiamente, en cuanto que aquélla es virtud.
2. La virtud no implica solamente
perfección de la potencia, que es principio del obrar, sino también la
debida disposición del sujeto cuya es virtud; y esto por el hecho de
que cada uno obra en cuanto está en acto. Así que, para que algo sea
operante de lo bueno, debe estar bien dispuesto en sí mismo. En este
sentido es como la virtud se opone al vicio.
3. Como escribe Tulio en el libro
IV De tusculanis quaest., los desarreglos y
enfermedades son partes de la viciosidad, pues en los cuerpos
llaman enfermedad al trastorno de todo el cuerpo, como la
fiebre o algo similar; mas desarreglo se llama a la enfermedad
con flaqueza; y vicio, cuando las partes del cuerpo no están entre
sí en armonía. Y aunque a veces en el cuerpo se dé la enfermedad
sin el desarreglo (¿disfunción?), como, por ejemplo, cuando uno está
mal dispuesto interiormente, pero exteriormente no se ve impedido de
sus ocupaciones habituales; en el ánimo, sin embargo, como dice
él mismo, estas dos cosas no se pueden separar sino por el
pensamiento. Es necesario, pues, que siempre que uno está
interiormente mal dispuesto, teniendo una afección desordenada, por
ello mismo resulte débil para ejercer las operaciones debidas: puesto
que cada árbol se conoce por su fruto, esto es, el hombre por
sus obras, como se dice en Mt 12,33. Pero el vicio del ánimo,
según dice Tulio en el mismo lugar, es un hábito o afección del
ánimo, inconstante en toda su vida y que disiente de sí mismo. Lo
cual, ciertamente, se encuentra también sin enfermedad o desarreglo,
como, por ejemplo, cuando uno peca por debilidad o por pasión. Por lo
tanto, vicio dice algo más que desarreglo o enfermedad; como también
virtud dice algo más que salud: pues la salud se reputa como una
cierta virtud en el libro VII de los Físicos, y
por eso a la virtud se opone el vicio más acertadamente que el
desarreglo o la enfermedad.
Artículo 2:
El vicio, ¿es contra la naturaleza?
lat
Objeciones por las que parece que el vicio no es contra la
naturaleza.
1. El vicio es contrario a la virtud, como se ha dicho (
a.1). Pero
las virtudes no las tenemos por naturaleza (no son innatas), sino que
son causadas por infusión o por el ejercicio habitual, como hemos
dicho (
q.63 a.1-3). Luego los vicios no son contra la
naturaleza.
2. Además, no es posible acostumbrarse a lo que es contra la
naturaleza, como la piedra nunca se acostumbra a tender hacia
arriba, según se dice en el libro II de los Éticos. Mas algunos se acostumbran a los vicios.
Luego los vicios no son contra la naturaleza.
3. Nada que sea contra la naturaleza se da en los más de los
que tienen dicha naturaleza. Pero los vicios se dan en los más de los
hombres, pues, como se dice en Mt 7,13: Ancha es la vía que lleva a
la perdición y muchos van por ella. Luego el vicio no es contra la
naturaleza.
4. El pecado se ha al vicio como el acto al hábito, lo
cual es claro por lo dicho anteriormente (
a.1). Mas el pecado se
define como
un dicho, hecho o deseo contra la ley de Dios,
según se ve por Agustín, en el libro XXII
Contra
Faustum. Pero la ley de Dios está sobre
la naturaleza. Más bien, pues, hay que decir que el
vicio es contra la ley, que no contra la naturaleza.
Contra esto: está que Agustín dice, en el libro III De lib.
arb.: Todo vicio, por el hecho mismo de ser
vicio, es contra la naturaleza.
Respondo: Según expusimos antes (
a.1), el vicio
es contrarío a la virtud. Mas la virtud de cada cosa consiste en que
esté bien dispuesta según lo conveniente a su naturaleza, como se ha
dicho anteriormente (
a.1). Por lo tanto, en cada cosa se debe llamar
vicio a las disposiciones contrarias a su naturaleza. De ahí también
que de esto es de lo que se le vitupera a cada cosa: pues
del vicio
se cree haberse derivado el vocablo vituperación, según dice
Agustín en el libro III
De lib. arb. Pero hay
que tener presente que la naturaleza de cada cosa principalmente es la
forma, según la cual la cosa logra su especie. Mas el hombre está
constituido en su especie por el alma racional. Y por eso lo que es
contra el orden de la razón, es contra la naturaleza del hombre en
cuanto es hombre. Es, pues, bien del hombre ser según la razón; y mal
del hombre es
ser fuera de la razón, como dice Dionisio en el
capítulo 4
De div. nom. Por donde la virtud
humana,
que hace bueno al hombre y sus obras,
en tanto es según la naturaleza del hombre en cuanto conviene a la
razón; y el vicio, en tanto es contra la naturaleza en cuanto es
contra el orden de la razón.
A las objeciones:
1. Las virtudes, aunque no sean
causadas por la naturaleza según su ser perfecto, sin embargo,
inclinan a lo que es según la naturaleza, esto es, según el orden de
la razón: pues dice Tulio, en su Rhetórica,
que la virtud es un hábito a modo de naturaleza, conforme a la
razón. En este sentido se dice que la virtud es según la
naturaleza; y contrariamente se entiende que el vicio es contra
ella.
2. El Filósofo allí habla de lo
que es contra la naturaleza según que ser contra la naturaleza se
opone a lo que es según la naturaleza, del modo que las virtudes se
dicen ser según la naturaleza, en cuanto que inclinan a lo que
conviene según la naturaleza.
3. En el hombre hay una naturaleza
doble: racional y sensitiva. Y, puesto que por la operación de los
sentidos el hombre llega al acto de la razón, de ahí que sean más los
que siguen las inclinaciones de la naturaleza sensitiva que el orden
de la razón: pues son más los que alcanzan el principio de una cosa
que los que llegan a su perfección. Pues de ahí provienen los vicios y
pecados en los hombres: de que siguen la inclinación de la naturaleza
sensible contra el orden de la razón.
4. Todo lo que va contra la razón
de la obra de arte, va también contra la naturaleza del arte que lo
produce. Ahora bien: la ley eterna se ha al orden de la razón humana
como el arte a su obra. Por lo tanto, la misma razón formal hay en que
el vició y el pecado sean contra el orden de la
razón humana y en que sean contra la ley eterna. De ahí
que Agustín diga, en el libro III De lib. arb.,
que de Dios tienen todas las naturalezas el ser naturalezas; y en
tanto son viciosas, en cuanto se apartan del arte por el cual son
hechas.
Artículo 3:
Qué es peor, ¿el vicio o el acto vicioso?
lat
Objeciones por las que parece que el vicio, esto es, el hábito malo,
es peor que el pecado, esto es, el acto malo.
1. Como el bien que es más duradero es mejor, así el mal que es más
duradero es peor. Pero el hábito vicioso es más duradero que los actos
viciosos, los cuales pasan en seguida. Luego el hábito vicioso es peor
que el acto vicioso.
2. Además, muchos males han de rehuirse más que un mal. Ahora bien;
el hábito malo virtualmente es causa de muchos actos malos. Luego el
hábito vicioso es peor que el acto vicioso.
3. La causa es más importante que el efecto. Pero el hábito
perfecciona el acto tanto en la bondad como en la malicia. Luego el
hábito es más importante que el acto tanto en la bondad como en la
malicia.
Contra esto: se castiga a uno justamente por el acto vicioso, mas no por
el hábito vicioso si no procede al acto. Luego el acto vicioso es peor
que el hábito vicioso.
Respondo: El hábito está a medio camino entre
la potencia y el acto. Pero es evidente que el acto, tanto en el bien
como en el mal, es superior a la potencia, según se dice en el libro
IX de
los Metafísicas: pues es mejor obrar bien
que poder obrar bien; y análogamente, es más vituperable obrar mal que
poder obrar mal. De donde se sigue que al hábito en la bondad y en la
malicia le corresponde el grado intermedio entre la potencia y el
acto, de modo que, así como el hábito bueno o malo es superior a la
potencia en la bondad y en la malicia, así también es inferior al
acto.
Lo cual también se ve por el hecho de que el hábito no se dice bueno
o malo sino porque inclina al acto bueno o malo. De ahí que el hábito
se diga bueno o malo por la bondad o malicia del acto. Y así el acto
es más importante que el hábito en la bondad o en la malicia, ya
que aquello por lo cual una cosa es tal, es superior a ella en eso
mismo.
A las objeciones:
1. Nada impide que una cosa sea
simplemente superior a otra, a la que, sin embargo, en algún aspecto
es inferior. Se juzga simplemente superior aquella que se destaca en
lo que se considere esencial en una y otra; mas sólo relativamente, la
que sobresale en algún aspecto que es accidental en ambas. Se ha dicho
(en sol.), basados en la misma razón de acto y de hábito, que el acto
es superior en bondad y malicia al hábito. Mas que el hábito sea más
duradero que el acto, ocurre por el hecho de que ambos
se dan en tal naturaleza que no puede obrar siempre y cuya acción
consiste en un movimiento transeúnte. Por consiguiente, el acto es
simplemente superior tanto en la bondad como en la malicia; pero el
hábito es superior relativamente.
2. El hábito no es simplemente
muchos actos, sino sólo relativamente, esto es, virtualmente. De ahí
que por ello no se pueda concluir que el hábito sea simplemente
superior al acto en bondad y malicia.
3. El hábito es causa del acto en
el género de causa eficiente; pero el acto es causa del hábito en el
género de causa final, según la cual se considera la razón de bien y
mal. Y por eso en bondad y malicia el acto es superior al
hábito.
Artículo 4:
¿Puede darse el pecado al mismo tiempo que la virtud?
lat
Objeciones por las que parece que el acto vicioso o pecado no puede
darse simultáneamente con la virtud.
1. Las cosas contrarias no pueden darse simultáneamente en un mismo
sujeto. Mas el pecado en cierto modo es contrario a la virtud, como se
ha dicho (
a.1). Luego el pecado no puede darse simultáneamente con la
virtud.
2. Además, el pecado es peor que el vicio; esto es, el acto malo es
peor que el hábito malo. Ahora bien, el vicio no puede darse
simultáneamente con la virtud en el mismo sujeto. Luego tampoco el
pecado.
3. El pecado ocurre tanto en las cosas voluntarias como en
las naturales, según se dice en el libro II de los
Éticos. Mas nunca acontece el pecado en las cosas
naturales si no es por alguna corrupción de la virtud natural: como los monstruos se dan corrompido algún principio en el semen, según
se dice en el libro II de los Físicos. Luego
igualmente en las cosas voluntarias no se da el pecado a no ser por
corrupción de alguna virtud del alma. Y así el pecado y la virtud no
pueden darse en el mismo sujeto.
Contra esto: está lo que el Filósofo dice en el libro II de
los
Éticos: que la virtud se genera y se corrompe por
sus contrarios. Mas un acto virtuoso no produce la virtud, como
expusimos anteriormente (
q.51 a.3). Luego tampoco suprime la virtud un
acto pecaminoso.
Respondo: El pecado se ha a la virtud como el
acto malo al hábito bueno. Mas el hábito en el alma y la forma en la
cosa natural se han diversamente. Pues la forma natural produce
necesariamente la operación que le es conveniente: de ahí que no pueda
darse simultáneamente el acto de la forma contraria con la forma
natural; como no puede darse el acto de enfriamiento al mismo tiempo
que el calor; ni con la ingravidez, el movimiento de descenso al mismo
tiempo, a no ser fortuitamente por la violencia de un agente exterior.
En cambio, el hábito del alma no produce su operación por necesidad,
sino que el hombre
lo usa cuando quiere. De ahí
que, existiendo el hábito en uno, simultáneamente puede no usarlo, o
realizar un acto contrario. Y así, el que posee la virtud, puede
proceder al acto del pecado.
Mas el acto del pecado, si se compara con la virtud misma en cuanto
es un hábito, no le puede corromper si es uno solo: pues así como no
se genera el hábito por un acto, así tampoco se destruye por un acto
según hemos dicho anteriormente (q.63 a.2 ad 2). Pero si se compara el
acto del pecado con la causa de las virtudes, sí es posible que
algunas virtudes se destruyan por un acto único pecaminoso. Cualquier
pecado mortal es contrario a la caridad, que es
la raíz de todas las virtudes infusas, en cuanto virtudes; y así, por
un solo acto de pecado mortal, destruida la caridad, se destruyen,
consiguientemente, todas las virtudes infusas en
cuanto a su razón de virtudes. Y digo esto por la fe y la
esperanza, cuyos hábitos quedan informes después del pecado mortal, y
así no son virtudes. Pero el pecado venial, que no contraría a la
caridad ni la destruye, consiguientemente, tampoco destruye las otras
virtudes. Mas las virtudes adquiridas no se destruyen por un acto
único de cualquier pecado.
Así, pues, el pecado mortal no puede darse simultáneamente con las
virtudes infusas, mas puede existir simultáneamente con las virtudes
adquiridas. El pecado venial, por el contrario, puede darse
simultáneamente tanto con las virtudes infusas como con las
adquiridas.
A las objeciones:
1. El pecado no contraría a la
virtud en cuanto virtud, sino según su acto. Y por eso el pecado no
puede darse simultáneamente con el acto de la virtud; pero puede darse
al mismo tiempo que el hábito.
2. El vicio es contrario a la
virtud directamente, así como el pecado al acto virtuoso. Y por eso el
vicio excluye la virtud, como el pecado excluye el acto de la
virtud.
3. Las virtualidades naturales
obran necesariamente; y por ello, dándose la virtualidad íntegra,
nunca puede darse el pecado en acto. Mas las virtudes del alma no
producen sus actos por necesidad; por consiguiente, no hay
paridad.
Artículo 5:
¿Se requíere algún acto en todo pecado?
lat
Objeciones por las que parece que en todo pecado se requiere algún
acto.
1. Así como el mérito está en relación con la virtud, así está en
relación el pecado con el vicio. Ahora bien, el mérito no puede darse
sin algún acto. Luego tampoco el pecado puede existir sin algún
acto.
2. Además, Agustín dice, en el libro De lib. arbit., que todo pecado de tal modo es voluntario, que, si no es voluntario, no es pecado. Pero nada puede ser voluntario sin un acto de la voluntad. Luego todo pecado lleva consigo algún acto.
3. Si se diese el pecado sin algún acto, se seguiría que,
por lo mismo que alguien huelga en poner el acto debido, pecaría.
Ahora bien; aquel que nunca cumple lo que debe, continuamente huelga
en cuanto al acto debido. Luego se seguiría que peca continuamente; lo
cual es falso. No hay, pues, pecado alguno sin acto.
Contra esto: está lo que dice Sant 4,17: Tiene pecado aquel que sabe
que hay que hacer el bien y no lo hace. Pero el no hacerlo no
implica algún acto. Luego el pecado puede darse sin
acto.
Respondo: Este problema se discute
principalmente por razón del pecado de omisión, acerca del cual
algunos opinan diversamente. Pues unos dicen que en
todo pecado de omisión hay algún acto interior o exterior. Interior,
como si uno no quiere ir a la iglesia cuando debe ir. Exterior, como
si uno, a la hora en que tiene que ir a la iglesia o también antes, se
ocupa en tales cosas por las que queda impedido de ir. Y esto en
cierto modo parece revertir en lo primero: pues el que quiere algo con
lo que simultáneamente no se puede compaginar otra cosa,
consecuentemente quiere carecer de ella. A no ser que acaso no
advierta que, por aquello que quiere hacer, se va a ver impedido de
(hacer) aquello a lo que está obligado; en cuyo caso podría juzgársele
culpable de negligencia.
Mas otros dicen que para el pecado de omisión no se
requiere acto alguno: pues el mismo no hacer lo que uno tiene
obligación de hacer es pecado.
Ambas opiniones tienen su parte de verdad en algún aspecto. Pues si
en el pecado de omisión se considera sólo aquello que de suyo
pertenece a la razón de pecado, entonces el pecado de
omisión es con un acto interior, como cuando uno
quiere no ir a la iglesia. Mas a veces, sin ningún acto, interior o
exterior, como cuando uno, a la hora en que tiene que ir a la iglesia,
no piensa ni en ir ni en no ir.
Pero si en el pecado de omisión se consideran las causas u ocasiones
de la misma, entonces sí es necesario que en el pecado de omisión haya
un acto. No hay pecado de omisión sino cuando uno pasa por alto lo que
puede hacer y no hace. Mas que uno se incline a no hacer lo que puede
hacer y no hacer, no es sino por alguna causa u ocasión concomitante o
precedente. Si esa causa no está en la facultad de la persona, la
omisión no tiene razón de pecado: como cuando uno, por enfermedad,
pasa por alto el ir a la iglesia. Mas, si la causa u ocasión de
omitirlo está en la facultad de la voluntad, la omisión tiene razón de
pecado: y entonces esta causa, en cuanto es voluntaria, siempre debe
ir con algún acto voluntario, interior por lo menos.
Este acto a veces se refiere directamente a la omisión misma, v.gr.,
cuando uno no quiere ir a la iglesia, evitando la molestia. Y entonces
tal acto pertenece esencialmente a la omisión: pues la voluntad de
cualquier pecado pertenece esencialmente al pecado en cuestión, porque
de la esencia del pecado es el ser voluntario.
Mas a veces el acto de la voluntad se refiere directamente a otra
cosa, por la que la persona es impedida del acto debido; ya que
aquello a lo que tiende la voluntad, sea concomitante a la omisión, v.
gr., si quiere jugar cuando debe ir a la iglesia; ya también que lo
preceda, v. gr., si uno quiere trasnochar, de lo cual se sigue que a
la mañana no vaya a la iglesia. Entonces este acto, interior o
exterior, se ha accidentalmente respecto de la omisión, puesto que la
omisión se sigue sin intentarla. Y decimos ser accidental lo que está
fuera de la intención, como se demuestra en el libro II de los
Físicos. Por lo tanto, es evidente que entonces el
pecado de omisión conlleva algún acto unido o precedente, que, sin
embargo, está relacionado accidentalmente con el pecado de omisión.
Mas el juicio sobre las cosas ha de darse según aquello que es
esencial, y no según lo accidental. En consecuencia, se puede decir
con más verdad que algún pecado puede darse sin acto ninguno. En otro
caso, los hechos y las ocasiones circunstantes pertenecerían también a
los otros pecados actuales.
A las objeciones:
1. Para el bien se requieren más
cosas que para el mal: porque el bien resulta de la perfecta
integridad de la causa; mas el mal, de cualquier defecto singular,
como dice Dionisio, en el capítulo 4 De div. nom. Y así el pecado puede acontecer ya por hacer uno lo que no debe, ya por no hacer lo que debe. Mas el mérito no puede darse a no ser que uno haga voluntariamente lo que debe. Por eso el mérito no puede darse sin (algún) acto; mientras el pecado, sí.
2. Una cosa se dice voluntaria, no
sólo porque recae sobre ella un acto de la voluntad, sino porque está
en nuestra facultad el que se haga o no, como se dice en el libro III
de los Éticos. De donde también se sigue que el
mismo querer puede decirse voluntario, en cuanto está en la facultad
del hombre querer y no querer.
3. El pecado de omisión va contra
un precepto afirmativo, que obliga siempre, pero no (a cumplirlo) en
todo momento. Y por eso peca uno solamente cuando no pone el acto en
el tiempo en que obliga dicho precepto afirmativo.
Artículo 6:
¿Se define adecuadamente el pecado diciendo que es «un dicho, hecho o
deseo contra la ley eterna»?
lat
Objeciones por las que parece que no se define adecuadamente el
pecado cuando se dice que el pecado es un dicho, hecho o deseo
contra la ley eterna.
1. El dicho, hecho o deseo implica algún acto. Pero no todo pecado
implica algún acto, como se ha dicho (
a.5). Luego esta
definición no incluye todo pecado.
2. Además, dice Agustín, en el libro De duabus
animab., que el pecado es la voluntad de
retener o conseguir lo que prohibe la justicia. Pero la voluntad
está incluida bajo la concupiscencia, en cuanto que la concupiscencia
en un sentido amplio equivale a todo apetito. Luego bastaría haber
dicho: pecado es el deseo contra la ley eterna; y no debió
añadirse dicho o hecho.
3. El pecado parece consistir propiamente en apartarse del
fin, pues el bien y el mal se consideran principalmente por orden al
fin, como consta por lo dicho anteriormente (
q.18 a.6). De ahí que
también Agustín, en el libro I
De lib. arb.,
defina el pecado por relación al fin, diciendo que
pecar no es otra
cosa que, despreciadas las cosas eternas, seguir las temporales; y
en el libro
Octoginta trium quaestion. dice
que
toda perversidad humana está en usar de las cosas que han de
gozarse y gozar de las que han de usarse. Mas en la definición
propuesta no se hace mención ninguna de la aversión al fin debido.
Luego define insuficientemente el pecado.
4. Se dice que una cosa está prohibida por ser contraria
a la ley. Pero no todos los pecados son malos por estar prohibidos,
sino que algunos están prohibidos porque son malos. No se debió, pues,
poner en la definición común del pecado que sea contra la ley de
Dios.
5. Pecado significa un acto malo del hombre, como consta
por lo dicho (
a.1;
q.21 a.1). Mas
el mal del hombre es ser contra
la razón, como dice Dionisio en el capítulo 4
De div.
nom. Luego se debió decir que el pecado es contra
la razón, más bien que contra la ley de Dios.
Contra esto: basta la autoridad de Agustín.
Respondo: Como es claro por lo dicho (
a.1), el
pecado no es otra cosa que un acto humano malo. Mas que
un acto sea humano, le viene por ser voluntario, según consta por lo
dicho anteriormente (
q.1 a.1): ya sea voluntario, como ilícito de la
voluntad; ya (lo sea) como imperado por la misma, cual los actos
exteriores, bien del hablar, o del obrar. Y al acto humano le viene el
ser malo por carecer de la debida medida. Ahora
bien; toda medida de cualquier cosa se toma por
referencia a una regla, de la cual, si se separa, se dice
desarreglado. Mas la regla de la voluntad humana es
doble: una próxima y homogénea, esto es, la misma razón humana; y
otra, la regla primera, esto es, la ley eterna, que es como la razón
de Dios. Y por eso Agustín, en la definición del pecado, puso dos
cosas: una que pertenece a la sustancia del acto humano, lo cual es
como material en el pecado: cuando dijo
dicho, hecho o deseo; y
otra que pertenece a la razón de mal, lo cual es como formal en el
pecado: cuando dijo
contra la ley eterna.
A las objeciones:
1. La afirmación y la negación se
reducen al mismo género: como en las (procesiones) divinas engendrado y no engendrado, al (género) de la relación,
según dice Agustín en el libro V De Trinit. Por
eso hay que tomar por lo mismo dicho y no dicho, hecho
y no hecho.
2. La primera causa del pecado
está en la voluntad, la cual impera todos los actos voluntarios, en
los cuales solamente se da el pecado; y por eso Agustín, a veces,
define el pecado sólo por la voluntad. Mas, como los mismos actos
externos pertenecen a la sustancia del pecado, siendo malos en sí,
como se ha dicho (
q.18 a.6), fue necesario poner también en la
definición de pecado algo correspondiente a los actos
exteriores.
3. La ley eterna primero y
principalmente ordena al fin, mas consiguientemente hace que esté se
haya bien respecto de los medios. Y por eso al decir contra la ley
eterna toca la aversión del fin y todos los otros
desórdenes.
4. Cuando se afirma que no todo
pecado es malo por estar prohibido, se entiende de la prohibición
hecha por el derecho positivo. Mas, si se refiere al derecho natural,
que está contenido primariamente en la ley eterna y sólo
secundariamente en la facultad de juicio de la razón humana, entonces
todo pecado es malo porque está prohibido: repugna al derecho natural
por el hecho mismo de ser desordenado.
5. Los teólogos consideran el
pecado principalmente en cuanto es una ofensa contra Dios; mas el
filósofo moral lo considera en cuanto contraría a la razón. Por ello
Agustín define el pecado por el hecho de que es contra la ley eterna
más convenientemente que porque lo sea contra la razón: sobre todo ya
que por la ley eterna nos regimos en muchas cosas que exceden a la
razón humana, como (sucede) en las cosas de la fe.