Artículo 1:
¿Hay algún hábito dado por la naturaleza?
lat
Objeciones por las que parece que ningún hábito es dado por la
naturaleza.
1. El uso de las cosas que proceden de la naturaleza no está bajo el
dominio de la voluntad. Pero el hábito es aquello de que uno usa
cuando quiere, como dice el Comentador en el libro III De
anima. Luego el hábito no es dado por la
naturaleza.
2. La naturaleza no hace con dos principios lo que puede hacer con
uno solo. Ahora bien, las potencias del alma son dadas por la
naturaleza. Luego, si los hábitos de las potencias procediesen de la
naturaleza, los hábitos y las potencias serían una misma
cosa.
3. Los hábitos son necesarios para obrar bien, según se ha dicho
anteriormente (
q.49 a.4). Ahora bien, si algunos hábitos fuesen
naturales, como la naturaleza no falla en lo necesario, parece que la
naturaleza no habría de quedarse corta en la provisión de todos los
hábitos necesarios. Pero esto es manifiestamente falso. Luego los
hábitos no proceden de la naturaleza.
Contra esto: en el libro VI Ethic., se pone entre
los hábitos el entendimiento de los principios, que es dado por la
naturaleza, pues a ello se debe el que se diga que los primeros
principios son naturalmente conocidos.
Respondo: Una cosa puede ser natural a otra de
dos modos: uno, según la naturaleza específica, como es natural al
hombre ser risible y al fuego ascender; otro, según la naturaleza
individual, como es natural a Sócrates o a Platón la propensión a la
enfermedad o a la salud según la propia complexión. Es más, tanto
según la naturaleza específica como según la naturaleza individual, se
puede decir que una cosa es natural de otros dos modos: uno, en cuanto
procede de la naturaleza totalmente; otro, en cuanto procede en parte
de la naturaleza y en parte de un principio exterior. Así, cuando uno
sana por sí mismo, toda la salud procede de la naturaleza; pero cuando
uno se cura con el auxilio de la medicina, la salud se debe en parte a
la naturaleza y en parte a un principio exterior.
Así, pues, si hablamos del hábito en cuanto disposición del sujeto en
orden a la forma o a la naturaleza, se dan hábitos naturales según
todos los modos señalados. Se da, en efecto, una disposición natural
que es debida a la especie humana, sin la cual no existe hombre
alguno; y ésta es la disposición natural según la naturaleza
específica. Pero como tal disposición se da con cierta latitud, se
realiza en diversos grados en los distintos hombres según la
naturaleza individual de cada uno. Y tal disposición puede deberse o
totalmente a la naturaleza, o parte a la naturaleza y parte a un
principio exterior, como se ha dicho de quienes sanan con el auxilio
de la medicina.
Pero el hábito que es disposición para la operación, cuyo sujeto es
la potencia del alma, según se ha dicho (q.50 a.2), puede ser natural
tanto según la naturaleza específica como según la naturaleza
individual. Según la naturaleza específica, por parte del alma, la
cual por ser forma del cuerpo, es principio específico. Y según la
naturaleza individual, por parte del cuerpo, el cual es principio
material. Pero ni de un modo ni de otro ocurre que se den en los
hombres hábitos naturales dados totalmente por la naturaleza, como
sucede en los ángeles, que tienen especies inteligibles naturalmente
impresas, cosa que no tiene el alma humana, conforme se ha dicho en la
primera parte (q.55 a.2; q.84 a.3).
Hay, pues, en los hombres algunos hábitos naturales, que proceden en
parte de la naturaleza y en parte de un principio exterior, si bien de
distinto modo en las potencias aprehensivas y en las potencias
apetitivas. Porque en las potencias aprehensivas puede darse el hábito
natural incoativamente, tanto según la naturaleza específica como
según la naturaleza individual. Según la naturaleza específica, por
parte de la misma alma, como es hábito natural el entendimiento de los
principios; pues por la misma naturaleza del alma intelectual le es
dado al hombre que, una vez que se conoce lo que es el todo y lo que
es la parte, conozca inmediatamente que el todo es mayor que la parte,
y cosa parecida ocurre con los demás principios. Pero
conocer lo que es el todo y lo que es la parte no le es dado al hombre
de no ser por las especies inteligibles, tomadas de los fantasmas. Por
eso muestra el Filósofo, al final de Posteriorum, que el conocimiento de los principios nos viene de
los sentidos. Según la naturaleza individual, también se da algún
hábito cognoscitivo incoativamente natural, en cuanto un hombre,
debido a su disposición orgánica, es más apto que otro para entender,
en la medida en que la operación intelectual depende de las facultades
sensitivas.
En cambio, en las potencias apetitivas no se da hábito alguno
incoativamente natural, por parte de la misma alma, y en cuanto a la
misma sustancia del hábito, sino sólo en cuanto a ciertos principios
del mismo, al modo como los principios del derecho común se llaman semilleros de virtudes. Y la razón de ello es porque la
inclinación a los propios objetos, que parece ser la incoación del
hábito, no pertenece al hábito, sino más bien a la misma naturaleza de
las potencias. Pero por parte del cuerpo, según la naturaleza del
individuo, se dan hábitos apetitivos incoativamente naturales, pues
hay hombres que, debido a la complexión del propio cuerpo, tienen
predisposición para la castidad o para la mansedumbre u otras
virtudes.
A las objeciones:
1. La objeción procede de
considerar la naturaleza en cuanto contrapuesta a la razón y a la
voluntad, siendo así que la misma razón y la misma voluntad pertenecen
a la naturaleza del hombre.
2. A la potencia puede añadírsele
algo naturalmente que no puede, sin embargo, pertenecer a su
naturaleza. Así, en los ángeles, no puede pertenecer a su misma
potencia intelectiva que se baste a sí para conocer todas las cosas,
porque para eso sería necesario que fuese acto de todas las cosas, lo
cual es exclusivo de Dios. En efecto, aquello con que se conoce una
cosa ha de ser una semejanza actual de la cosa
conocida. Por consiguiente, si la potencia del ángel conociese por sí
misma todas las cosas, habría de ser semejanza y acto de todas las
cosas. Así, pues, es necesario que a su potencia intelectiva se le
sobreañadan algunas especies inteligibles, que son semejanzas de las
cosas entendidas, mediante las cuales el entendimiento del ángel se
hace en acto las cosas conocidas, no por su propia esencia, sino por
participación de la sabiduría divina. Y así consta que no todo lo que
pertenece al hábito natural puede pertenecer a la potencia.
3. La naturaleza no provee del
mismo modo de las diversas clases de hábitos: unos proceden de ella
naturalmente y otros no, según queda expuesto. Por tanto, del
hecho de que algunos hábitos sean naturales no se sigue que lo sean
todos.
Artículo 2:
¿Es causado algún hábito por los actos?
lat
Objeciones por las que parece que ningún hábito puede ser causado por
el acto.
1. El hábito es una cualidad, según se ha dicho anteriormente (
q.49 a.1). Ahora bien, la cualidad es producida en un sujeto en cuanto
receptor. Por consiguiente, dado que el agente, por el hecho de obrar,
más que recibir algo, da de sí, no parece que en el agente pueda ser
causado hábito alguno por sus propios actos.
2. El sujeto en el que es producida una cualidad es movido hacia
aquella cualidad, como se ve en la cosa que se calienta o enfría. En
cambio, el sujeto que produce el acto que origina la cualidad, mueve,
como se ve en el calefactor o refrigerador. Por consiguiente, si en un
sujeto fuese el propio acto lo que engendrase el hábito, se seguiría
que sería lo mismo el motor y lo movido, el agente y el paciente, lo
cual es imposible, según se dice en el libro VII Physic.
3. El efecto no puede ser más noble que su propia causa. Ahora bien,
el hábito es más noble que el acto que precede al hábito, como se ve
por el hecho de que produce actos más nobles. Luego el hábito no puede
ser causado por el acto que precede al hábito.
Contra esto: enseña el Filósofo, en el libro II Ethic., que los hábitos de las virtudes y de los vicios son causados por los actos.
Respondo: A veces, en el agente se da solamente
el principio activo de su acto, como en el fuego se da solamente el
principio activo del calor; y en tal agente ningún hábito puede ser
causado por el propio acto. De ahí que las cosas naturales no puedan
acostumbrarse ni desacostumbrarse a nada, como se dice en el libro
II Ethic. Pero hay agentes en los que se da
principio activo y pasivo del propio acto, como se ve en los actos
humanos, pues los actos de la potencia apetitiva proceden de ella en
cuanto es movida por la potencia aprehensiva que le presenta su
objeto; y, ulteriormente, la potencia intelectiva, en cuanto discurre
sobre las conclusiones, tiene por principio activo la proposición
evidente por sí misma. Por consiguiente, tales actos pueden causar en
sus agentes algunos hábitos, no ciertamente en cuanto al primer
principio activo, pero sí en cuanto al principio activo que mueve
siendo movido. Porque todo lo que es influido y movido por otro,
recibe la disposición del acto del agente, y así, al multiplicarse los
actos, termina engendrándose una cualidad en la potencia pasiva y
movida, que es lo que se llama hábito. Así es como los hábitos de las
virtudes morales son causados en las potencias apetitivas en cuanto
son movidas por la razón, y los hábitos de las ciencias son causados
en el entendimiento, en cuanto es movido por los primeros
principios.
A las objeciones:
1. El agente, en cuanto agente, no
recibe nada, pero en cuanto obra movido por otro sí recibe algo del
principio motor, y así puede engendrarse en él el hábito.
2. Un mismo sujeto, bajo el mismo
aspecto, no puede ser motor y movido, pero nada impide
que el mismo sujeto se mueva a sí mismo bajo distinto aspecto, según
se prueba en el libro VIII Physic.
3. El acto que precede al hábito,
en cuanto que procede de un principio activo, procede de un principio
más noble que el hábito engendrado, al modo como la misma razón es un
principio más noble que el hábito de la virtud moral engendrado en la
potencia apetitiva por la repetición de actos, y el entendimiento de
los principios es un principio más noble que la ciencia de las
conclusiones.
Artículo 3:
¿Puede ser el hábito engendrado por un solo acto?
lat
Objeciones por las que parece que el hábito puede ser engendrado por
un solo acto.
1. La demostración es un acto de la razón. Ahora bien, basta una
demostración para causar la ciencia, que es hábito de una conclusión.
Luego el hábito puede ser engendrado por un solo acto.
2. Como sucede que los actos crecen multiplicándose, también sucede
que un mismo acto crece intensificándose. Ahora bien, con la
multiplicación de los actos se engendra el hábito. Luego también si se
intensifica mucho el mismo acto podrá engendrar el
hábito.
3. La salud y la enfermedad son hábitos. Ahora bien, el hombre puede
sanar o enfermar con un solo acto. Luego un solo acto puede engendrar
al hábito.
Contra esto: dice el Filósofo, en el libro I Ethic., que, así como ni una golondrina ni un solo día hacen verano, así tampoco un día ni un poco de tiempo hacen al hombre dichoso o feliz. Ahora bien, la felicidad consiste en la operación del hábito de la virtud perfecta, según se dice en el libro I Ethic. Luego el hábito de la virtud y, por la misma razón, cualquier otro hábito, no puede ser causado por un solo acto.
Respondo: Según queda dicho (
a.2), el hábito es
engendrado por el acto en cuanto que la potencia pasiva es actuada por
algún principio activo. Ahora bien, para que una cualidad sea causada
en un sujeto pasivo es necesario que el principio activo venza
totalmente la resistencia que ofrezca el principio pasivo. Así vemos
que el fuego no inflama súbitamente al combustible, porque no puede
vencer de inmediato su resistencia, sino que va poco a poco anulando
las disposiciones contrarias para que, reduciéndolo totalmente, le
pueda imprimir su propia semejanza.
Pues bien, es evidente que el principio activo, que es la razón, no
puede dominar totalmente con un solo acto la potencia apetitiva, dado
que la potencia apetitiva está diversamente abierta a diversas
tendencias, en tanto que la razón juzga con un solo acto que algo ha
de ser apetecido conforme a determinados motivos y circunstancias. Por
lo que con eso no queda reducida totalmente la potencia apetitiva para
que tienda a lo mismo en la mayoría de los casos, de modo natural,
como se requiere para el hábito de virtud. Por consiguiente el hábito
de virtud no puede ser engendrado por un solo acto, sino por
muchos.
Mas en las potencias cognoscitivas, hay que tener en cuenta un doble
principio pasivo: uno, el mismo entendimiento posible; otro, el
entendimiento llamado por Aristóteles pasivo,
que es la razón particular, esto es, la potencia cogitativa con
la memoria y la imaginación. Así pues, respecto del primer principio
pasivo, puede haber un principio activo que con un solo acto venza
totalmente la potencia de su principio pasivo, como una proposición
evidente por sí misma basta para convencer al entendimiento a asentir
firmemente a la conclusión, cosa que no puede hacer la proposición
probable. De ahí que para causar el hábito de opinar, incluso en el
entendimiento posible, se requieren muchos actos de la razón, mientras
que para causar el hábito de ciencia en el entendimiento posible puede
bastar un solo acto de la razón. Pero en lo que se refiere a las
potencias cognoscitivas inferiores, es necesario que se repitan
muchas veces los mismos actos para que algo se fije
en la memoria. De ahí que diga el Filósofo, en el libro De memoria
et reminiscentia, que la meditación afianza la
memoria.
En cuanto a los hábitos corporales hay que decir que pueden ser
causados por un solo acto, si el principio activo es muy potente, como
a veces una medicina fuerte produce la salud inmediatamente.
A las objeciones: es evidente por lo expuesto.
Artículo 4:
¿Hay en los hombres hábitos infundidos por Dios?
lat
Objeciones por las que parece que en los hombres no se da hábito
alguno infundido por Dios.
1. Dios atiende por igual a todos. Luego, de infundir hábitos en
algunos hombres, los infundiría en todos; lo cual es manifiestamente
falso.
2. Dios obra en todas las cosas conforme a la naturaleza de cada una
de ellas, pues, según dice Dionisio, en el cap. 4
De divinis
nominibus,
es propio de la divina Providencia
salvaguardar la naturaleza. Ahora bien, los hábitos en el hombre
son causados naturalmente por los actos, según queda dicho (
a.2).
Luego Dios no causa algunos hábitos en los hombres sino mediante los
actos.
3. Si hay algún hábito infundido por Dios, mediante él el hombre
puede producir muchos actos, que, a su vez, causan un hábito
semejante, de acuerdo con lo que se dice en el libro II Ethic. De donde resultaría que en el mismo sujeto
habría dos hábitos de la misma especie, uno adquirido y otro infuso,
lo cual parece imposible, pues en el mismo sujeto no pueden darse dos
formas de la misma especie. Por consiguiente, en el hombre no se da
hábito alguno infundido por Dios.
Contra esto: se lee en el Eclesiástico 15,5: Lo llenó el Señor de
espíritu de sabiduría y de entendimiento. Pero la sabiduría y el
entendimiento son ciertos hábitos. Luego en el hombre se dan algunos
hábitos infundidos por Dios.
Respondo: Dios infunde algunos hábitos en el
hombre por dos razones. Primera, porque hay hábitos que disponen bien
al hombre en orden a un fin que excede las facultades de la naturaleza
humana, como es la última y perfecta bienaventuranza del hombre, según
se ha dicho anteriormente (
q.5 a.5). Y como los hábitos han de ser
proporcionados a aquello para lo que disponen al hombre, de ahí la
necesidad de que los hábitos que disponen para dicho fin excedan
también las facultades de la naturaleza humana. Por consiguiente,
tales hábitos jamás pueden darse en el hombre si no son infundidos por
Dios, cual es el caso de todas las virtudes gratuitas.
La segunda razón es porque Dios puede producir los efectos de las
causas segundas prescindiendo de ellas, según se ha dicho en la
primera parte (q.105 a.6). Pues así como, a veces, para manifestar su
poder, produce la salud sin el concurso de las causas naturales, que
podría, sin embargo, ser recuperada naturalmente, así también, a
veces, para manifestar su poder, infunde en el hombre aquellos hábitos
que pueden ser causados naturalmente. De este modo concedió a los
Apóstoles la ciencia de las Escrituras y de todas las lenguas, que los
hombres pueden adquirir por el estudio o la práctica, aunque no tan
perfectamente.
A las objeciones:
1. Dios atiende por igual a todos
en cuanto a su naturaleza; pero según el orden de su sabiduría da
determinadamente a unos lo que no concede a otros.
2. El hecho de que Dios obre en
todas las cosas según su propia condición no excluye que Dios obre en
ellas algo de lo que no es capaz la naturaleza; pero de ello se sigue
que nada obra que sea contrario a la naturaleza.
3. Los actos que proceden del
hábito infuso no causan hábito alguno, sino que afianzan el hábito
preexistente, así como las medicinas aplicadas al hombre naturalmente
sano no causan una nueva salud, sino que corroboran la salud
habida.