Artículo 1:
¿Difieren los pecados específicamente según sus objetos?
lat
Objeciones por las que parece que los pecados no difieren
específicamente según sus objetos.
1. Los actos humanos se dicen principalmente buenos o malos por
relación al fin, como se ha demostrado anteriormente (
q.18 a.6). No
siendo, pues, el pecado otra cosa que el acto humano malo, como se ha
dicho (
q.21 a.1;
q.71 a.1), parece que los pecados deben distinguirse
específicamente por sus fines, más que por sus objetos.
2. Además, siendo el mal privación, se distingue específicamente
según las diversas especies de opuestos. Pero el pecado es un mal (o
privación) en el género de los actos humanos. Luego los pecados se
distinguen específicamente más según los opuestos que según los
objetos.
3. Si los pecados se distinguieran por sus objetos, sería
imposible encontrar un mismo pecado específico acerca de diversos
objetos. Mas se encuentran algunos pecados tales: pues la soberbia se
da en las cosas espirituales y en las corporales, como dice Gregorio,
en el libro de los Moral.; la avaricia también
es acerca de diversos géneros de cosas. Luego los pecados no se
distinguen específicamente por sus objetos.
Contra esto: está el que
el pecado es un dicho, hecho o deseo contra
la ley de Dios. Pero los dichos, hechos o deseos
difieren específicamente por sus objetos, como se ha dicho
anteriormente (
q.18 a.5;
1 q.77 a.3). Luego también los pecados se
diferencian específicamente por sus objetos.
Respondo: Según hemos dicho antes (
q.71 a.6) a
la razón de pecado concurren dos cosas; a saber: el acto voluntario y
su desorden, que consiste en apartarse de la ley de Dios. De estas dos
cosas, la una se refiere al que peca, el cual intenta poner tal acto
voluntario en tal materia. La otra, esto es, el desorden del acto, es
accidental a la intención del que peca, pues
ninguno obra buscando
el mal, como dice Dionisio en el c.4
De div.
nom. Pero es evidente que cada cosa logra su especie
por aquello que le es esencial, no por aquello que le es accidental:
porque lo que es accidental está fuera de la razón de la especie. Y
por eso los pecados se distinguen específicamente por parte de los
actos voluntarios, más que por parte del desorden que hay en el
pecado. Ahora bien, los actos voluntarios se distinguen
específicamente por sus objetos, como hemos demostrado más arriba
(
q.18 a.5). De lo cual se sigue que los pecados se diferencian
específicamente por sus objetos.
A las objeciones:
1. La razón principal del fin es el
bien, y por ello se relaciona con el acto de la voluntad, primordial
en todo pecado, como su objeto. Por ende, viene a ser lo mismo que los
pecados se diversifiquen por sus objetos o por sus
fines.
2. El pecado no es mera privación,
sino un acto privado del debido orden. Y por eso los pecados se
distinguen específicamente más por los objetos de sus actos que por
las cosas a que se oponen. Aunque si se distinguieran por las virtudes
opuestas, vendríamos a lo mismo, pues las virtudes se distinguen
específicamente por sus objetos, como se ha expuesto anteriormente
(
q.60 a.5).
3. Nada se opone a que en diversas
cosas, diferentes por su especie o género, haya una razón formal
objetiva por la que el pecado reciba su especie. De este modo, la
soberbia busca la excelencia en cosas diversas; y la avaricia, la
abundancia de todo lo que es provechoso para la vida
humana.
Artículo 2:
¿Es adecuada la distinción de pecados en espirituales y
carnales?
lat
Objeciones por las cuales parece que la distinción de los pecados en
espirituales y carnales no es adecuada.
1. Dice el Apóstol en Gal 5,19ss: Manifiestas son las obras de la
carne, que son fornicación, impureza, libertinaje, lujuria, idolatría,
hechicería, etc.: por lo cual parece que todas las clases de
pecado son obra de la carne. Ahora bien: los pecados carnales se dicen
obras de la carne. Luego no hay que distinguir entre pecados carnales
y espirituales.
2. Además, todo el que peca anda según la carne, a tenor de Rom
8,13: Si vivís según la carne, moriréis; mas si mortificáis con
el espíritu las obras de la carne, viviréis. Pero vivir o andar
según la carne parece pertenecer a la razón de pecado carnal. Luego
todos los pecados son carnales. No hay, pues, que distinguir los
pecados carnales de los espirituales.
3. La parte superior del alma, que es la mente o razón, se
denomina espíritu, según aquello de Ef 4,23:
Renovaos en el
espíritu de vuestra mente, donde se pone
espíritu por
razón, como dice la
Glossa allí. Pero todo
pecado que se comete según la carne se deriva de la razón por el
consentimiento, ya que pertenece a la razón superior consentir en el
acto del pecado, como se dirá más abajo (
q.74 a.7). Luego los mismos
pecados son carnales y espirituales. No hay, pues, que distinguirlos
entre sí.
4. Si algunos pecados son especialmente carnales, parece
que esto ha de entenderse principalmente de aquellos pecados con los
que uno peca contra su propio cuerpo. Mas, como dice el Apóstol en 1
Cor 6,18: Cualquier pecado que comete el hombre, queda fuera de su
cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. Luego
sola la fornicación seria pecado carnal, enumerando, sin embargo, el
mismo Apóstol, en Ef 5,3, también la avaricia entre los pecados
carnales.
Contra esto: está lo que dice Gregorio, en el libro XXXI de los Moral., que de los siete vicios capitales, cinco
son espirituales, y dos, carnales.
Respondo: Los pecados se especifican por sus
objetos, según hemos expuesto (
a.1). Ahora bien: todo pecado consiste
en la apetencia de algún bien transitorio que se desea
desordenadamente; y consiguientemente, tenido, ya, se deleita uno en
él desordenadamente. Mas, como consta por lo dicho antes (
q.31 a.3),
la delectación es doble. Una del alma, que se realiza en la sola
aprehensión de algo obtenido según su deseo, y ésta puede calificarse
también de delectación espiritual: como cuando uno se deleita en la
alabanza de los hombres o en algo parecido. La otra delectación es
corporal o natural, la cual se verifica en el tacto mismo corporal, y
puede llamarse también delectación carnal. Así, pues, aquellos pecados
que se llevan a cabo en la delectación espiritual se
llaman pecados espirituales; y los que se llevan a
cabo en la delectación carnal, se llaman pecados carnales: como la
gula, que se realiza en la delectación de los alimentos; y la lujuria,
que se realiza en la delectación venérea. Por donde el Apóstol dice, 2
Cor 7,1:
Purifiquémenos de toda mancha de la carne y del
espíritu.
A las objeciones:
1. Como comenta la
Glossa allí mismo, aquellos vicios se dicen obras
de la carne, no porque se verifiquen en el placer de la carne, sino
porque carne se toma allí por hombre, el cual, mientras vive según él
mismo, se dice vivir según la carne, como escribe también Agustín,
en el libro XIV De civ. Dei. Y la razón de esto
es que todo defecto de la razón humana de algún modo tiene su
principio en el sentido carnal.
2. Y con esto es clara la respuesta a la segunda.
3. También en los pecados carnales
hay algún acto espiritual, es decir, de la razón. Pero el fin de estos
pecados, por el cual se denominan, es el placer de la
carne.
4. Como la
Glossa comenta
allí mismo, es
especialmente en el pecado de la
fornicación (donde) el alma sirve al cuerpo, tanto que el hombre en
ese momento no puede pensar en ninguna otra cosa. La delectación
de la gula, aunque sea carnal, no absorbe tanto la razón. O puede
decirse también que en este pecado se hace cierta injuria al cuerpo,
pues se le mancha desordenadamente. Y por eso, sólo por este pecado se
dice que el hombre peca especialmente contra su cuerpo.
Mas la avaricia, que se enumera entre los pecados carnales, se pone
por el adulterio, que es la usurpación injusta de la mujer ajena. O se
puede decir que la cosa en que se deleita el avaro es algo corporal; y
en este sentido se enumera entre los pecados carnales. Mas la
delectación misma no pertenece a la carne, sino al espíritu: por ello,
según Gregorio, es pecado espiritual.
Artículo 3:
¿Se distinguen los pecados específicamente por sus
causas?
lat
Objeciones por las que parece que los pecados se han de distinguir
específicamente por sus causas.
1. Cada cosa recibe su especie de donde recibe el ser. Pero los
pecados reciben el ser de sus causas. Luego también de ellas obtienen
la especie. Luego difieren específicamente según la diversidad de las
causas.
2. Además, entre las otras causas, la material parece pertenecer
menos a la especie. Ahora bien: El objeto en el pecado es como la
causa material. Luego, puesto que los pecados se distinguen
específicamente por sus objetos, parece que han de distinguirse
específicamente mucho más por las otras causas.
3. A propósito de aquello del Salmo (79,17): Abrasada por
el fuego y dispersada, dice Agustín que todo
pecado es por temor, que humilla de mala manera; o por amor, que
inflama de mala manera. Y dice también 1 Jn 2,16 que todo lo
que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, o concupiscencia de
los ojos, o soberbia de la vida. Mas se dice que algo está en el
mundo por el pecado, en cuanto que por el vocablo mundo se designan
los amadores del mundo, según dice Agustín, comentando a
]n. También Gregorio, en el libro XXXI Moral., distingue todos los pecados según siete
vicios capitales. Mas todas estas divisiones atienden a las causas de
los pecados. Luego parece que los pecados difieren específicamente
según la diversidad de sus causas.
Contra esto: está que, según esto, todos les pecados serían de una sola
especie, ya que son producidos por una sola causa, pues se dice en
Eclo 10,15, que el principio de todo pecado es la soberbia, y
en la 1 Tim, capítulo último (6,10), que la raíz de todos los males
es la codicia. Pero es evidente que hay diversas especies de
pecados. Por consiguiente, los pecados no se
distinguen específicamente según la diversidad de las
causas.
Respondo: Siendo cuatro los géneros de causas,
se atribuyen diversamente a diversas cosas. Las causas formal y
material se refieren propiamente a la sustancia de la cosa; y por eso
las sustancias se distinguen específicamente por la forma y la
materia. La eficiente y la final se refieren directamente al
movimiento y a la operación; por eso el movimiento y las operaciones
se distinguen específicamente según estas causas; mas de diverso modo.
Pues los principios activos naturales están determinados siempre a los
mismos actos; por eso en los hechos naturales las especies diversas no
se toman sólo de los objetos, que son los fines o términos, sino de
los principios activos: el calentar y el enfriar, por ejemplo, se
distinguen específicamente por el calor y el frío. En cambio, los
principios activos en los actos voluntarios, cuales son los de los
pecados, no están determinados a una cosa por necesidad. Y por eso de
un principio activo o motivo pueden proceder diversas especies de
pecados: así, del temor que humilla de mala manera puede provenir que
uno robe, y mate y que abandone el rebaño que se le ha confiado; y
estas mismas cosas pueden provenir del amor. Por lo tanto, es evidente
que los pecados no difieren específicamente según sus diversas causas
activas o por los motivos (de obrar), sino solamente según la
diversidad de la causa final.
El fin es el objeto de la voluntad: pues anteriormente hemos
demostrado (q.1 a.3; q.18 a.6) que los actos humanos reciben su
especificación del fin.
A las objeciones:
1. En los actos voluntarios, no
estando determinados a una cosa, los principios activos no bastan para
producir los actos humanos, a no ser que la voluntad se determine a
una cosa por la intención del fin, como es claro por el Filósofo en el
libro IX de los Metafísicas. Y por eso el fin
es el que confiere el ser y la especie del pecado.
2. Los objetos, en cuanto se
relacionan con los actos externos, tienen razón de materia sobre la
cual (se ejercen); mas en cuanto se relacionan con el acto interior de
la voluntad, tienen razón de fines. Y de aquí viene que especifiquen
al acto. Aunque también en cuanto son materia sobre la cual (se
ejercen) tienen razón de término, por el cual se especifica el
movimiento, según se dice en el libro V de los Físicos y en libro IX de los Éticos. Mas, sin embargo, también los términos del movimiento especifican al movimiento en cuanto tienen razón de fin.
3. Esas divisiones de los pecados
no se dan para distinguir las especies de los mismos, sino para
manifestar sus diversas causas.
Artículo 4:
¿Es adecuada la división del pecado en pecados contra Dios, contra sí
mismo y contra el prójimo?
lat
Objeciones por las que parece que la división del pecado en pecados
contra Dios, contra el prójimo y contra sí mismo es
inadecuada.
1. Aquello que es común a todo pecado no se debe poner como parte en
la división del pecado. Pero el ser contra Dios es común a todo
pecado: en la definición del pecado se dice que es
contra la ley de
Dios, como expusimos antes (
q.71 a.6). Luego el pecado contra Dios
no se debe poner como parte en la división de los pecados.
2. Además, toda división debe hacerse por los opuestos. Mas estos
tres géneros de pecados no son opuestos: pues quien quiera peca contra
el prójimo, peca también contra sí mismo y contra Dios. Luego el
pecado no se divide adecuadamente por esas tres clases.
3. Lo que es extrínseco a una cosa no le confiere su
especie. Pero Dios y el prójimo están fuera de nosotros. Luego los
pecados no se diversifican específicamente por esto. El pecado, pues,
se divide inadecuadamente por estas tres cosas.
Contra esto: está que Isidoro, distinguiendo los pecados en el libro De summa Bono, afirma que el hombre se dice
pecar contra sí mismo, contra Dios y contra el prójimo.
Respondo: Según afirmamos más arriba (
q.71 a.1), el pecado es un acto desordenado. Mas en el hombre debe haber un
orden triple. Uno por referencia a la regla de la razón; esto es: en
cuanto todas nuestras acciones y pasiones deben regularse por la regla
de la razón. Otro orden hay por relación a la regla de la ley divina,
por la cual se debe regir el hombre en todo. Y si, a la verdad, el
hombre fuese naturalmente un ser solitario, este doble orden bastaría.
Mas como el hombre es una animal político y social, según se demuestra
en el libro I de los
Potíticos, de ahí que sea
necesario un tercer orden, con el cual el hombre se ordene a los demás
hombres, con quienes debe convivir.
De estos órdenes, el segundo contiene al primero y le excede. Pues
todo lo que está comprendido bajo el orden de la razón, está contenido
bajo el orden de Dios mismo; mas hay algunas cosas que están
contenidas bajo el orden de Dios mismo que superan la razón humana,
cuales son las de la fe, y se deben a Dios solo. Por donde quien peca
en ellas, se dice que peca contra Dios: como el hereje, el sacrilego y
el blasfemo.
Semejantemente, el primer orden incluye al tercero y le excede.
Porque en todo aquello en que nos ordenamos al prójimo, debemos
dirigirnos por la regla de la razón; mas en algunas cosas nos
dirigimos por la razón sólo en cuanto a nosotros, no en cuanto al
prójimo. Y cuando se peca en esto, se dice que el hombre peca contra
sí mismo: como es claro del que se deja llevar de la gula, del
lujurioso y del pródigo.
Cuando, pues, el hombre peca en lo relacionado con el prójimo, se
dice que peca contra el prójimo: como es claro del ladrón y el
homicida.
Hay, pues, cosas diversas por las que el hombre se ordena a Dios, al
prójimo y a sí mismo. Por consiguiente, esta división de los pecados
es por los objetos, según los cuales se diversifican las especies de
los pecados. De ahí que esta distinción de los pecados es propiamente
por sus diversas especies. Pues también las virtudes, a las cuales se
oponen los pecados, se distinguen específicamente por esta diferencia:
ya que es claro por lo dicho (q.62 a.1; q.66 a.4 y 6) que el hombre se
ordena a Dios por las virtudes teologales; por la templanza y la
fortaleza, a sí mismo; y por la justicia, al prójimo.
A las objeciones:
1. Pecar contra Dios es común a
todo pecado, en cuanto el orden a Dios incluye todo orden humano. Mas
en cuanto al hecho de que el orden a Dios supera a los otros órdenes,
en eso el pecado contra Dios es un género especial de
pecado.
2. Cuando entre cosas que una
incluye a otra hay distinción, ésta se hace, no por lo que de la una
se contiene en la otra, sino por aquello en lo que una excede a la
otra. Como se ve en la división de los números y figuras: pues el
triángulo no se distingue del cuadrado por estar contenido en él, sino
en cuanto éste le excede; y lo mismo hay que decir de los números tres
y cuatro.
3. Aunque Dios y el prójimo sean
externos con respecto al que peca, mas no son extraños respecto del
acto pecaminoso, sino que se relacionan con él como objetos propios
del mismo.
Artículo 5:
¿Diversifica su especie la división de los pecados según el
reato?
lat
Objeciones por las que parece que la división de los pecados según el
reato diversifica su especie, como cuando se divide en
venial y mortal.
1. Aquellas cosas que difieren infinitamente no pueden ser de una
misma especie, ni siquiera del mismo género. Mas el pecado venial y
mortal difieren infinitamente: pues el venial merece una pena
temporal; y el mortal una pena eterna; y la medida de la pena
corresponde a la cantidad de la culpa, según aquello de Dt 25,2: Según la medida del delito será también la porción de los azotes.
Luego el (pecado) venial y el mortal no son de un mismo género; mucho
menos de la misma especie.
2. Además, algunos pecados son mortales por su propio género, como el
homicidio y el adulterio; mas otros, por su género, son pecados
veniales, como la palabra ociosa y la risa superflua. Luego el pecado
venial y el mortal difieren específicamente.
3. Como se ha el acto virtuoso al premio, así se ha el
pecado a la pena. Pero el premio es el fin del acto virtuoso. Luego la
pena es el fin del pecado. Mas los pecados se distinguen
específicamente por sus fines, según se ha dicho (
a.3). Luego también
se distinguen específicamente según el reato de la
pena.
Contra esto: está que aquellas cosas que constituyen la especie son
anteriores, como las diferencias específicas. Pero la pena sigue a la
culpa cual efecto Suyo. Luego los pecados no se diferencian
específicamente por el reato de la pena.
Respondo: Se da una doble diferencia de
aquellas cosas que difieren específicamente. Una, por cierto, que
constituye la diversidad de las especies. Y tal diferencia nunca se
encuentra a no ser en las especies diversas, como racional e
irracional, animado e inanimado. Mas hay otra diferencia que es
consecuente a la diversidad de la especie. Tal diferencia, aunque en
algunos casos acompañe a la diversidad de la especie, en otros, sin
embargo, se puede encontrar en la misma especie: el blanco y el negro,
por ejemplo, acompañan a la diversidad de especie del cuervo y del
cisne, y sin embargo, se encuentra esta diferencia en la especie misma
del hombre.
Hay, pues, que decir que la diferencia del pecado en venial y mortal,
o cualquiera otra que se tome por razón del reato, no puede ser una
diferencia que constituya diversidad de especie. Pues nunca lo que es
accidental constituye la especie. Mas lo que está fuera de la
intención del agente es accidental, como es claro por el libro II de
los Físicos. Y es evidente que la pena está
fuera de la intención del que peca. De ahí que sea accidental al
pecado por parte del mismo pecador. Sin embargo, está ordenada al
pecado desde el exterior; esto es: por la justicia del que juzga,
quien inflige diversas penas según las diversas maneras de pecados.
Por tanto, la diferencia que proviene del reato de la pena puede
acompañar a la diversa especie de pecados; pero no constituye
diversidad de especie.
La diferencia de pecado venial y mortal es consecuente a la
diversidad de desorden, que constituye la razón de pecado. Ahora bien,
hay un doble desorden: el uno por la eliminación del principio del
orden; y el otro en el que, salvado el principio del orden, ocurre el
desorden acerca de aquellas cosas que son posteriores al principio.
Como sucede en el cuerpo del animal: a veces el desorden de la
complexión llega hasta la destrucción del principio vital, y esto es
la muerte; mas otras veces, salvo el principio vital, se produce un
cierto desorden en los humores, y entonces tenemos la enfermedad. Mas
el principio de todo orden en las cosas morales es el fin último, que
en el campo práctico tiene las funciones que el principio
indemostrable en el especulativo, como se dice en el libro VII de
los Éticos. Por consiguiente, cuando el alma
por el pecado se desordena hasta la aversión del último fin, esto es,
Dios, al cual se une por la caridad, entonces tenemos el pecado
mortal. Mas cuando el desorden ocurre sin la aversión de Dios,
entonces el pecado es venial. Así, pues, como en las cosas corporales
el desorden de la muerte, que consiste en la destrucción del principio
vital, es irreparable naturalmente; mas el desorden de la enfermedad
se puede reparar, porque se salva el principio de la vida;
análogamente ocurre en las cosas concernientes al
alma. Pues en las cosas especulativas, al que yerra acerca de los
principios es imposible persuadirle; mas al que yerra salvando los
principios, por los principios mismos se le puede recobrar. E
igualmente en las prácticas: aquel que, pecando se separa del fin
último, comete un lapso de suyo irreparable, atendida la naturaleza
del pecado; y por ello se dice pecar mortalmente y que debe ser
castigado eternamente. Mas el que peca sin apartarse de Dios, por la
razón misma de su pecado se desordena reparablemente, porque se salva
el principio; y por eso se dice pecar venialmente, esto es: porque no
peca de tal modo que merezca una pena interminable.
A las objeciones:
1. El pecado mortal y el venial
difieren infinitamente por razón de la aversión, no por razón de la
conversión (a las criaturas), por la que tienden al objeto de donde el
pecado recibe su especificación. De ahí que nada impida darse en la
misma especie un pecado venial y un pecado mortal: el primer
movimiento, por ejemplo, en el género de adulterio es pecado venial; y
la palabra ociosa, que las más de las veces es venial, puede también
ser mortal.
2. Por el hecho de que se halle
algún pecado mortal por su género y algún pecado venial por su género
se sigue que tal diferencia es consecuencia de la diversidad de los
pecados según su especie; pero no que la causen. Pues tal diferencia
se puede dar también en los que son de la misma especie, como hemos
dicho (en sol.).
3. El premio entra en la intención
del que merece u obra virtuosamente; pero la pena no entra en la
intención del que peca, sino que más bien es contra su voluntad. Por
consiguiente, no hay paridad.
Artículo 6:
¿Difieren específicamente el pecado de comisión y el de
omisión?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado de comisión y el de
omisión difieren específicamente.
1. El delito se divide en contraposición al pecado, en Ef 2,1, donde
se dice: Cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados;
y la Glossa explica: En los delitos, esto es,
dejando lo que está mandado; y en los pecados, a saber, obrando lo
prohibido: por lo cual está claro que por delito se entiende el
pecado de omisión, y por pecado, el pecado de comisión. Difieren,
pues, específicamente, ya que se dividen por lo opuesto, como por
especies diversas.
2. Además, al pecado de suyo le conviene el ser contra la ley de
Dios: (esto) se pone en su definición, como consta por lo dicho
anteriormente (
q.71 a.6). Mas en la ley de Dios unos preceptos son
afirmativos, contra los cuales está el pecado de omisión; y otros
preceptos son negativos, contra los cuales está el pecado de comisión.
Luego el pecado de omisión y el de comisión difieren
específicamente.
3. Omisión y comisión difieren como afirmación y negación.
Mas la afirmación y la negación no pueden ser de una misma especie,
porque la negación no tiene especie: el no ser no tiene especies ni
diferencias, como dice el Filósofo. Luego la omisión y
la comisión no pueden ser de una misma especie.
Contra esto: en la misma especie de pecado se encuentran la omisión y
la comisión: pues el avaro roba lo ajeno, que es pecado de comisión; y
no da sus cosas a quienes debe, lo cual es pecado de omisión. Luego la
omisión y la comisión no difieren específicamente.
Respondo: En los pecados se da una doble
diferencia: la una material y la otra formal. La material se basa en
la especie natural de los actos del pecado; y la formal, en el orden a
su fin único propio, que es su propio objeto. De ahí que haya algunos
actos que son materialmente diversos en cuanto a la especie, los
cuales, sin embargo, pertenecen formalmente a la misma especie de
pecado, porque se ordenan al mismo fin: a la misma especie de
homicidio pertenecen la degollación, la lapidación y la transfixión,
aunque sean actos específicamente diferentes según
su especie natural.
Así pues, si hablamos de la especie de los pecados de omisión y de
comisión materialmente, difieren específicamente; hablando de especie,
sin embargo, en un sentido amplio, en cuanto la negación o privación
puede tener especie. Mas si hablamos formalmente de la especie de los
pecados de omisión y de comisión, entonces así no difieren
específicamente, porque se ordenan a lo mismo y provienen del mismo
motivo. El avaro, pues, para amontonar dinero, roba y no da lo que
debería dar; y análogamente, el que se deja llevar de la gula, para
satisfacerla, come demasiado y pasa por alto los ayunos debidos; y lo
mismo se puede constatar en las demás materias. Siempre, pues, en las
cosas la negación se funda en alguna afirmación, que en algún sentido
es su causa; de ahí también que en las cosas naturales pertenezca a la
misma razón que el fuego caliente y que no enfríe.
A las objeciones:
1. Esa división de los pecados por
la comisión y la omisión no es por las diversas razones formales, sino
por las materiales, como hemos dicho (en sol.).
2. Fue necesario en la ley de Dios
proponer diversos preceptos afirmativos y negativos para introducir a
los hombres gradualmente en las virtudes, primeramente absteniéndose
del mal, a lo cual somos inducidos por los preceptos negativos; y
después, practicando el bien, a lo cual somos inducidos por los
preceptos afirmativos. Y así los preceptos afirmativos y negativos no
pertenecen a diversas virtudes, sino a sus diversos grados.
Consiguientemente, no deben ser contrarios a pecados específicamente
diversos. El pecado tampoco se especifica por la aversión, porque en
este sentido es negación o privación; sino por razón de la conversión
(a las criaturas), en cuanto que es un acto. Por consiguiente, los
pecados no se diversifican (específicamente) según los diversos
preceptos de la ley.
3. Dicha objeción se funda en la
diversidad material de la especie. Sin embargo, hay que tener en
cuenta que la negación, aunque propiamente no entre en la especie, con
todo, se pone en ella por reducción a la afirmación
correlativa.
Artículo 7:
¿Es adecuada la división del pecado en pecado del corazón, de la boca
y de la obra (de pensamiento, palabra y obra)?
lat
Objeciones por las que parece que la división del pecado en pecado de
pensamiento, palabra y obra es inadecuada.
1. En el libro XII De Trinit., Agustín pone
tres grados del pecado, el primero de los cuales es cuando el
sentido carnal introduce (en el alma) cierto atractivo, lo
cual es pecado de pensamiento; el segundo grado es cuando uno se
contenta con la sola delectación del pensamiento; y el tercero, cuando uno se determina a llevarlo a la práctica por el
consentimiento. Mas estas tres cosas pertenecen al pecado del
corazón (o pensamiento). Luego es inadecuado poner el pecado de
pensamiento como un género de pecados.
2. Además, Gregorio, en el libro IV de los Moral., pone cuatro grados del pecado, el primero de los cuales es la culpa latente en el corazón; el segundo, la manifestación externa; el tercero, la confirmación por la costumbre; y el cuarto, cuando el hombre llega hasta la presunción de la misericordia divina o la desesperación. (Pasaje) donde no se distingue el pecado de obra del de palabra, y además hay otros dos grados de pecados. Luego la primera división fue inadecuada.
3. No puede darse el pecado de palabra o de obra si antes no
se realiza en el corazón (o pensamiento). Luego estos pecados no
difieren específicamente. No se deben, pues, contraponer como miembros
de una división.
Contra esto: está lo que dice Jerónimo, comentando a Ezequiel: Tres son los delitos generales a los
que está sujeto el género humano: pues pecamos o con el pensamiento, o
con la palabra, o con las obras.
Respondo: Se dan dos modos por
los que algunas cosas difieren específicamente. Uno por el hecho de
que una y otra cosa poseen la especie completa: así difieren
específicamente el caballo y el buey. Pero hay otro modo en el que la
diversidad específica se basa en los diversos grados de su génesis o
evolución: así la edificación es la producción completa de la casa,
mas la colocación de los cimientos y la erección de la pared son
especies incompletas, como consta por el Filósofo en el libro X de
los
Éticos; y lo mismo se puede decir de la
generación de los animales.
Así, pues, el pecado se divide por estos tres (conceptos), esto es:
pecado de palabra, de pensamiento y de obra, no como por diversas
especies completas; pues la consumación del pecado está en la obra,
por donde el pecado de obra tiene la especie completa. Mas su primera
incoación es como la fundamentación en el corazón; y su segundo grado
está en la boca, en cuanto que el hombre prorrumpe fácilmente en
manifestar el concepto de su interior; y el tercer grado consiste ya
en la consumación de la obra. Y así estas tres cosas difieren según
los diversos grados del pecado. Mas es claro que las tres pertenecen a
una especie única perfecta de pecado, puesto que provienen del mismo
motivo: pues el iracundo, por su deseo de venganza, primeramente se
siente perturbado en su interior; luego prorrumpe en palabras
ofensivas, y en tercer lugar llega hasta los hechos injuriosos. Y lo
mismo se constata en la lujuria y en cualquier otro
pecado.
A las objeciones:
1. Todo pecado del corazón conviene
en la razón de oculto, y según esto se pone un grado. El cual, sin
embargo, se distingue en tres grados: a saber, de pensamiento,
delectación y consentimiento.
2. El pecado de palabra y de obra
convienen en la manifestación, y por ello Gregorio los considera bajo
una sola categoría. Mas Jerónimo los distingue, porque en el pecado de
palabra sólo se da la manifestación, que es lo intentado, y
principalmente; mas en el pecado de obra lo principalmente intentado
es la satisfacción del concepto interior del corazón, mientras la
manifestación sólo es una consecuencia. La costumbre y la
desesperación son grados consecuentes a la especie perfecta del
pecado, como la adolescencia y la juventud lo son a la generación
perfecta del hombre.
3. Los pecados de pensamiento y de
palabra no se distinguen del pecado de obra cuando van unidos con él
simultáneamente, sino cuando cada uno se da por separado. Como la
parte del movimiento tampoco se distingue del movimiento total cuando
éste es continuo, sino sólo cuando hay interrupciones en el
mismo.
Artículo 8:
¿Diversifican las especies de los pecados el exceso y el
defecto?
lat
Objeciones por las que parece que el exceso y el defecto no
diversifican específicamente los pecados.
1. El exceso y el defecto difieren según más y menos. Pero el más y
menos no diversifican la especie. Luego el exceso y el defecto no
diversifican la especie de los pecados.
2. Además, como el pecado en las cosas prácticas está en desviarse de
la rectitud de la razón, así también la falsedad en lo especulativo
está en desviarse de la verdad de la cosa. Pero no es diversa la
especie de falsedad por el hecho de que uno diga más o menos de lo que
hay en la realidad. Luego tampoco se diversifica la especie del pecado
por el hecho de que se aparte más o menos de la rectitud de la
razón.
3. De dos especies no resulta una especie, como dice
Porfirio. Mas el exceso y el defecto se unen en un
mismo pecado: hay quienes son al mismo tiempo tacaños y pródigos: la
tacañería es pecado por defecto, y la prodigalidad, por exceso. Luego
el exceso y el defecto no diversifican la especie de los
pecados.
Contra esto: está el que los contrarios difieren por su
especie, pues la (razón de) contrariedad está en la forma,
según se dice en el libro X de los Metafísicas.
Ahora bien: Los vicios que difieren por exceso y por defecto son
contrarios, como la tacañería y la prodigalidad. Luego difieren
específicamente.
Respondo: Puesto que en el pecado hay dos
cosas, esto es: el acto y su desorden, en cuanto se aparta del orden
de la razón y de la ley divina, la especie del pecado no se toma del
desorden, que está fuera de la intención del que peca, como se dijo
más arriba (
a.1), sino más bien por parte del mismo acto: en cuanto se
termina en el objeto, al cual se dirige la intención del que peca. Por
eso, donde quiera que se dé un motivo diverso que incline la intención
a pecar, allí hay una especie diversa de pecado. Mas es evidente que
no es el mismo el motivo de pecar en los pecados que son por exceso y
en los pecados que son por defecto, sino que más bien sus motivos son
contrarios: el motivo en el pecado de intemperancia es el amor de los
placeres corporales; y el motivo en el pecado de insensibilidad es el
odio de los mismos. Por consiguiente, tales pecados, no sólo difieren
específicamente, sino que también son contrarios entre
sí.
A las objeciones:
1. El más y el menos, aunque no
sean causa de la diversidad de la especie, sin embargo, a veces,
acompañan a especies diferentes, en cuanto provienen de formas
diversas, como si se dice que el fuego es más leve que el aire. De ahí
que, en el libro VIII de los Éticos, diga el
Filósofo que quienes afirmaron que no hay diversas
especies de amistades, por el hecho de que se dicen según el más y el
menos, no dieron crédito a un signo suficiente. Y de este modo
exceder la razón o no llegar a ella pertenece a pecados
específicamente diversos, en cuanto que resultan de motivos
diversos.
2. La intención del que peca no es
apartarse de la razón, y por eso el pecado por exceso y (el pecado)
por defecto no convienen en la misma razón formal por el hecho de
apartarse de la misma rectitud de la razón. Sino que, a veces, el que
miente intenta ocultar la verdad; por ende, en cuanto a esto, no
importa si dice más o menos. Mas si el apartarse de la verdad no está
fuera de la intención, es evidente que entonces uno se mueve a decir
más o menos por diversos motivos; y según esto es diversa la razón de
la falsedad. Como se ve por el jactancioso, que, buscando la gloria,
se excede en decir cosas falsas; y por el doloso, que aminora,
evadiendo el pago de lo debido. De ahí también el que algunas
opiniones falsas sean contrarias entre sí.
3. Uno puede ser pródigo y avaro
bajo diversos aspectos, como, por ejemplo, si uno es avaro en recibir
lo que no debe y pródigo en dar lo que no debe. Pues nada impide que
en el mismo sujeto se den cualidades contrarias bajo diverso
aspecto.
Artículo 9:
¿Se diversifican específicamente los pecados según las diversas
circunstancias?
lat
Objeciones por las que parece que los vicios y pecados se
diversifican según las diversas circunstancias:
1. Como dice Dionisio, en el capítulo 4 De div.
nom., el mal resulta de defectos
particulares. Ahora bien: Los defectos particulares son corrupción
de circunstancias particulares. Luego las especies particulares de los
pecados resultan de las circunstancias particulares
corrompidas.
2. Además, los pecados son ciertos actos humanos. Mas los actos
humanos a veces se especifican por las circunstancias, como hemos
expuesto anteriormente (
q.18 a.10). Luego los pecados difieren
específicamente según la corrupción de las circunstancias.
3. Las diversas especies de gula se enumeran según los
términos contenidos en este verso: precipitadamente,
espléndidamente, demasiado, ardientemente, delicadamente. Mas esto
pertenece a las diversas circunstancias: pues precipitadamente es antes de lo que se debe; demasiado, más
de lo que se debe; y lo mismo vale para las otras. Luego las especies
del pecado se diversifican por las diversas circunstancias.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en el libro III y libro IV de los Éticos: que cada vicio
peca obrando más de lo que debe y cuando no debe, e igualmente
según todas las otras circunstancias. Luego las especies de los
pecados no se diversifican por esto.
Respondo: Como se expuso antes (
a.8), donde
ocurre otro motivo para pecar, allí hay otra especie de pecado, ya que
el motivo para pecar es el fin y el objeto. Pero ocurre a veces que
hay el mismo motivo en la corrupción de las diversas circunstancias;
así, el avaro se mueve por el mismo motivo para recibir cuando no
debe, donde no debe y más de lo que debe, y lo mismo de las otras
circunstancias; pues esto lo hace por el apetito desordenado de
amontonar dinero. Y en tales (casos), la corrupción de las diversas
circunstancias no diversifica la especie de los pecados, sino que
pertenece a una y misma especie de pecado.
A veces acontece que la corrupción de las diversas circunstancias
proviene de motivos diversos. Por ejemplo, el que uno coma
precipitadamente puede provenir de que no pueda tolerar la dilación de
alimentarse, por la rápida consunción del elemento húmedo (¿la fácil
deshidratación?). Mas que apetezca una cantidad desmesurada de
alimento puede ocurrir por la gran capacidad digestiva de su
naturaleza para digerir mucho alimento. Y que uno apetezca alimentos
deliciosos acontece por el apetito del placer que hay en el comer. De
ahí que en estos (desórdenes) la corrupción de las diversas
circunstancias ocasione diversas especies de pecado.
A las objeciones:
1. El mal en cuanto tal es una
privación; y por eso se diversifica específicamente según aquellas
cosas de las que priva, igual que las demás privaciones. Pero el
pecado no recibe su especificación por parte de la privación o la
aversión, según hemos dicho más arriba (
a.1), sino por la conversión
(o tendencia) al objeto del acto.
2. La circunstancia nunca cambia
el acto en otra especie, a no ser que haya otro motivo.
3. En las diversas especies de
gula hay diversos motivos, como hemos dicho (en sol.).