Pereza e imaginación

De unos apuntes íntimos de Simone Weil, muy para ella. Y, por lo mismo, algo deshilachados y herméticos; pero no en lo que nos importa.
… No olvidar nunca esa «tentación de la pereza», la peor para mí —el único motivo que tengo para despreciarme— puesto que he sido capaz de vencer lo bastante las otras como para confiar en que, en relación a ellas, puedo tender eficazmente a ser libre. Pero esta tentación de la pereza nunca he logrado superarla con alguna estabilidad. Tomar resoluciones es inútil. Sencillamente, tener presente siempre, y no olvidarlo nunca, que si no la supero fracasaré en mi única ambición, viviré en un sueño. Porque la exactitud en el cumplimiento de los deberes y la constancia son cosas que el universo exige de nosotros, y que sólo condiciones de vida artificiales pueden dispensar. El año próximo…

Tampoco perder de vista la «tentación de la vida interior». Suzanne… Pierre y los demás… Boris… Sentimientos que no alcanzan su objeto, eso no es amar. Y tú, tú nunca supiste… ¿Por qué? No por falta de interés. En parte, por naturaleza. En parte, ¿quizá por…?

¿Habrá que dejar de amar? Sí, eso sería posible si se tratara realmente de una sombra de amor. ¿No sufrir viéndolos desdichados? No, eso no es posible. Pero dejar de reaccionar con la imaginación, sí. Pensar con lucidez su desdicha, en la medida que me dejen la posibilidad de hacerlo. Pensar con lucidez los remedios. Decirles lo que tenga que decirles para hacerme comprender. Actuar, hasta donde pueda. Eso es todo.

Con Suzanne, por «lealtad», no miraba nada de frente. Pero eso no es lealtad, ni confianza. Sufrir por los demás, no a causa de ellos. Tengo una responsabilidad en su destino. Y sólo a través de la conciencia puedo cumplirla. No reprimir ningún pensamiento (ni siquiera…)

Sólo puedo ayudar a B. si trato con él en un plano de igualdad. Y en este sentido, aunque yo vaya más lejos que él en ciertos aspectos, algo me falta: estar a la altura de las pequeñas cosas. La virtud de los buenos obreros. Y que no tiene por qué ser inalcanzable para mí. Mientras no la tenga, él no tendrá confianza en mí, y con razón —ni yo tampoco—. Mientras no la alcance, de hecho seré una niña. Y a los veinticinco años, es un poco demasiado.

Cuántos seres, seres particulares, existen, sin dominar ni ser dominados. Cuando hay concidencia moral, eso es amistad. Cuando hay coincidencia física, eso es amor. Pero sólo en la medida en que pueda haber amor sin deseo. Eso es lo que me provoca, desde lo del Luxemburgo, una repugnancia y una humillación afortunadamente invencibles: ser objeto de deseo.

Esperar… No aceptar nada que sea impuro… Nada, más bien.

Para B, sobre todo, ser invulnerable, no esperar nada (por lo demás, no necesito nada…)

Sólo puedo ayudar material e intelectualmente; no moralmente.

Se puede formular esta tentación de «la vida interior»: vencer únicamente, y siempre, las dificultades con que nos encontremos -enfrentarse solo con las dificultades que nos encontremos.


(Vida de Simone Weil – S. Petrement – p. 347)

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