Vida de nadie

Dice alguien: «¿Qué me importa la vida? Si no quiero morir es sólo porque pienso en mi familia.»
Pero la familia es justamente un representante de la vida, por lo tanto esa persona quiere seguir viviendo por consideración hacia la vida.
En mi caso, esto parece también ser verdad si lo refiero a mi madre, aunque sólo en los últimos tiempos. O tal vez sólo me hayan impuesto esta actitud el agradecimiento y la compasión. Agradecimiento y compasión porque veo cómo se esfuerza, con un vigor que parece inagotable a pesar de su edad, por compensar mi falta de relación con la vida.
Pero el agradecimiento también es vida.

F. Kafka, Diario (enero 1922)
Puestos en el lugar de aquel alguien, se nos ocurre inmediatamente una contraréplica a la réplica inicial: uno puede muy bien —diríamos— apreciar la vida de los otros, y sin embargo despreciar la propia; y dudamos de que tenga mucho sentido hablar de una «consideración hacia la vida», en general… sólo cabe referirse a la vida de tal o cual persona individual; mi vida, o tu vida.
Y que se nos ocurra esto, es indicio de nuestra[*] miseria, creo yo.


* —¡Eh! ¿Nuestra? ¿Quienes somos nosotros?
—Bueno… nosotros… los modernos, si me disculpa la muy imprecisa generalización; digamos… los que sólo con algún esfuerzo podemos concebir nuestra vida —nuestros actos, nuestros fines y nuestro destino—en términos sociales… o eclesiales… o tribales… o qué sé yo (quién me manda a mí…).

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