Contra mundum

Y sí, con todas las salvedades y críticas (no me faltan, más bien me sobran) también yo podría decirlo. Odian a la Iglesia como se odia a la propia conciencia cuando nos pone con nuestras miserias en la luz.
Y sí, transcribí la frase de la esposa de Bloy pensando sobre todo en aquello que los argentinos habrán sospechado.

Curiosa sensación la que me da, esto de que la Iglesia esté (tan evidentemente; para mí, claro) del lado de la verdad, y precisamente en contra del mundo; junto con la evidente ceguera furiosa de los otros. Aún si pudiera dejar a un lado el sabor amargo de esto último, y si pudiera olvidarme del hecho en sí -y de los que vendrán… Aún así, no estoy seguro de que me cause orgullo; tal vez alguna alegría; o mejor, algún consuelo. Y en cuanto a «confirmaciones», uno querría suponer que no las necesita; pero quién sabe….
Bien está, sin dudas, que la Iglesia tenga razón, y que la escupan por tenerla. Muy bien está.
Acaso no estén tan bien las razones, ni los corazones, de esos que tienen (tenemos) razón; clérigos y laicos. A veces -si me permiten la locura- me da un poco de miedo de que no seamos dignos de tener razón. Y no me refiero a contradicciones entre lo creído y lo vivido, ni nada por el estilo.

Decía un ateo (de esos que odian a la Iglesia, y en estos días sobre todo), con sorna, que a los católicos se nos veía «cansados de mea culpas». Yo no sé cómo nos vemos los católicos, si es que nos vemos. Por mi parte, diría que, si bien algunos mea culpas (como tantos otros gestos públicos, de cara al mundo) pueden parecerme desafortunados, insinceros, hipócritas o simplemente idiotas, difícilmente llegaré a cansarme por un exceso de cantidad. No me molesta que la Iglesia pida perdón por todas las ocasiones en que se ha equivocado. Incluso a veces pienso que debería pedir perdón por todas las ocasiones en que ha tenido razón.

Y ya que enigmático y oscuro viene el post, cerremos con una cita enigmática y oscura que hará levantar algunas cejas (mías incluidas) del diario de Bloy:
La Iglesia no sabe lo que dice. Es por eso, precisamente, que es infalible.

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