Anticlericalismo católico

De una carta privada:
… Hay que impedir que este asunto se convierta en eclesiástico, pues en este caso caería en manos de los sacerdotes locales; y si son poco inteligentes estropearían todo.
El asunto en cuestión es la formación de un grupo católico laico, en la Inglaterra de 1851. Y el anticlerical que da el consejo es… el cardenal John H. Newman. (Bueno, no era cardenal todavía, creo).
No sé muy bien qué es lo que tiene Newman… una especie de buen sentido y de equilibrio; sencillez y franqueza; penetración para mirar la realidad, y delicadeza para comunicarla. No debería ser algo tan raro, un tipo así; no debería destacarse tanto uno que se limitara a ejercer virtudes tan humildes, tan poco impresionantes. Pero así es la cosa.

Siglo y medio después, y acá lejos, estos consejos todavía pueden leerse, tal vez con provecho:
Creo que el fin que debería proponerse es un grupo de laicos que se consagren a la causa de la iglesia […] Los hombres realizan con gusto aquello que hacen por iniciativa propia, según su juicio personal. Me gustaría mucho que hiciera ud. algo así, es una cosa de gran importancia. ¿No podría ud. elegir media docena de hombres, acaso algo más? Sería, desde luego, una iniciativa independiente, y de ningún modo oficial (sólo con la aprobación secreta del cardenal y de monseñor Ullathorne). Si algo puedo hacer para conseguir que den su aprobación, disponga de mí […] Sobre todo quisiera que escogiera sólo a hombres por su capacidad de acción. Y eso no podría usted si se tratara de un emprendimiento abiertamente impulsado por los obispos, pues se ofendería, de no admitirlas, a personas nobles y respetables. Pero si se trata de una iniciativa no oficial, la elección dependerá de usted […].

El fin de tales hombres sería recordar a sus correligionarios que tienen el deber de preservar la independencia espiritual de la Iglesia y de grabar en el espíritu del pueblo inglés que es un reino «que no es de este mundo». O bien, escoja un fin más amplio sin excluir éste, por ejemplo, dar a conocer a los laicos la posición de la iglesia de Inglaterra, y el método a emplear para defenderla […].

Si pudiera usted encontrar dos o tres buenos oradores podría organizar reuniones públicas en las grandes ciudades. Sé que esto exige una buena dosis de valor, pero seguramente encontrará usted personas jóvenes para llevar a cabo el proyecto. Nosotros teníamos treinta años poco más o menos cuando lanzamos los «Tractos» […].

Hay que impedir que este asunto se convierta en eclesiástico, pues en este caso caería en manos de los sacerdotes locales; y si son poco inteligentes estropearían todo el asunto.
Pero sin embargo, es necesario que permanezca bajo la autoridad de la iglesia

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