El hombre que plantaba árboles

Un poco triste al pensar que no me quedan casi películas del estudio Ghibli por descubrir, anduve viendo si encontraba algo remotamente similar. Poco y nada hay, según parece. Pero,si no similares, algunas cositas interesantes he topado.

Digamos algo hoy sobre «The man who planted trees», de Frederick Back.

Este Back es un animador canadiense, admirado por Miyazaki y Takahata. Su estilo no tiene nada que ver con el animé, ni con Disney. Algo más … expresionista, supongo; con la textura de dibujos al lápiz, como esbozados a veces, colores suaves y difuminados, animación discreta pero muy dinámica -una cámara muy móvil, por decirlo así.
Las imágenes les darán una idea; corresponden a «El hombre que plantaba árboles», un cortometraje de 25 minutos, lo único que vi por ahora (aunque ya tengo un par más en carpeta).

El estilo de dibujo me gustó, aunque no puedo decir que me haya deslumbrado como lo de Miyazaki (pero bien puedo creer que esto se debe a que el tipo apunta más alto y a mí me falta sensibilidad plástica; y no descarto que con el tiempo me guste más). Pero la obra, en su conjunto, logró emocionarme.

Se trata de un cuento medianamente conocido (dicen) de Jean Giono, de 1953. Lo pueden leer completo acá (o acá o acá). El relato en off del corto sigue el texto al pie de la letra.

El tema es muy simple: un hombre solitario que, en una región casi desierta de los Alpes franceses se dedica durante muchos años a sembrar semillas (con disciplina estricta: cien por día) para hacer crecer un enorme bosque. Y se sale con la suya. Y muchos aldeanos de la zona ven mejorar sus condiciones de vida sin saber a quién deberían estar agradecidos.
Y no hay mucho más. Sin embargo, a pesar de lo elemental del asunto (o tal vez por eso mismo) la historia resulta memorable.

Parece que muchos leen en esta historia una especie de manifiesto ecológico. Yo no soy muy aficionado a las lecturas alegóricas, cuando la literal basta. Y, sin embargo, creo que a mí me emocionó por la (evidente… ¿no?) lectura religiosa … en el sentido más amplio de la palabra. Quiero decir que, para mí, se trata de una historia de santidad antes que de ecología. La alegría -y la envidia- de contemplar la vida de un hombre que hizo el bien a secas; que supo vivir, en suma; que se salió con la suya.
Y después de todo, los santos son los únicos que verdaderamente se salen con la suya.

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