Libros

Los tres últimos libros que he leído (excluyendo relecturas, picoteos y tecnicismos) fueron ficciones; relatos contados con muy distintos estilos pero con mano firme; con ese (envidiada por mí) don de saber contar una historia. Creía adivinar el disfrute y el entusiasmo del escritor al ejercer ese don, y eso aumentaba el placer de la lectura.
… poco a poco, minuto a minuto, el lienzo comenzó a tomar vida. No había dificultades, y la intrincada multipliplicidad de luz y colores se convirtió en un todo. Encontré cada vez el color exacto en la paleta. Cada pincelada, apenas terminada, parecía haber estado allí desde siempre.
La última tarde oí una voz a mis espaldas:
-¿Puedo quedarme a mirar?
Me di vuelta y vi a Cordelia.
-Sí, con tal de que no hables.
Seguí trabajando, absorto, hasta que la luz menguante del sol me obligó a dejar los pinceles.
Debe ser maravilloso poder hacer eso.
Me había olvidado de que estaba allí.
-Lo es.

(Retorno a Brideshead – E. Waugh)
Leí: «El elegido«, de Thomas Mann, la primer obra suya que leo; historia legendaria medieval, muy sólida, agradable -y acaso algo fría en el fondo. «Las puertas de Anubis» , de Tim Powers. Ficción fantástica, con una par de «viajes en el tiempo»; audacia de virtuoso, y cierta crueldad para con los personajes; es el segundo libro de T. Powers, y en ambos el autor maltrata mucho -física y psicológicamente- al protagonista; quisiera ver en eso una especie de ascesis, pero no me termina de cerrar, y no me deja buen regusto; el autor es muy recomendado, pero parece que no es para mí…
Y «Jane Eyre«, de Charlotte Bronte, un clásico romántico, que sólo conocía por la película de Zeffirelli, y que leí con agrado -a pesar de que lo encaré en inglés-; lindo (qué caso el de estas hermanas…). Una frase al pasar de la novela (inglesa, mediados del siglo 19). Habla Mr. Rochester:
…. Semejante flor, pues, sólo me gusta a medias… sobre todo cuando aparece tan artificial como ahora. La retengo conmigo y la crío más bien siguiendo los principios del catolicismo romano, como si quisiera expiar con una sola buena obra una multitud de pecados…

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