Lo que cuesta

…la iglesia debería replantearse el asunto de la gula y la pereza. Cuestan demasiado esfuerzo para que sigan siendo pecado.
No pretende ser más que un chiste. Pero vale la pena observar lo que da por supuesto (y que, claro está, el lector común dará por obvio): que la virtud cuesta más que el pecado.

Acá, debería venir a un párrafo sesudo (si uno supiera pensar…) y extenso (si uno supiera escribir…), mentando a Kant, a Santo Tomás y a Sócrates (si uno supiera filosofía) y deplorando cómo ha ido degradándose la inteligencia y la moral en los últimos N siglos (si uno supiera algo).

Si hubiera escrito ese párrafo, podría haberlo rematado con la frase que escuchaba uno en los tiempos de estudiante, cuando se esforzaba en la confección de complicadísimos «machetes» para los examenes: en verdad estudiar (saber) cuesta menos. Pero no estoy de que la comparación sea buena.

Limitémosnos pues a lo que mejor sabemos hacer: la simple contradicción, tan terminante como irrazonada: El pecado cuesta. Es lo que más cuesta, aunque no parezca; pereza incluida.

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