Amor libre, por Kierkegaard

(Un título con gancho, no ? como el «Diario de un seductor»…)

Bien. No es exactamente lo mismo, no es el punto de vista de la fecha que celebramos los católicos, pero… se trata de Kierkegaard escribiendo sobre el amor a los difuntos.
Forma parte de sus sermones de «Las obras del amor«. Y entre otras cosas, pone al amor por los difuntos como el más libre y el más fiel.

Hay un proverbio que dice: «En quitándole de la vista, pronto se va también de la memoria» [ «Ojos que no ven, corazón que no siente» ]. Y podemos estar seguros de que los proverbios dicen en verdad lo que acontece en el mundo; claro que otra cosa muy distinta es la de que los proverbios desde el punto de vista cristiano siempre sean falsos. […]

…nadie hay que esté tan desamparado como un muerto Y en tanto desamparo es imposible que se ejerza la más mínima violencia sobre nadie. Y por esta razón no existe ningún amor más libre que el que representa la obra amorosa de guardar memoria de un difunto.[…]
En general los hombres se han hecho a la idea de que a un muerto se le puede decir poco más ó menos lo que a uno se le antoje: supuesto que está bien muerto, y ni oye nada, ni puede responder nada. Y, sin embargó, nunca te es necesario tanto cuidado en tus palabras como cuando se las diriges a un muerto.
Porque quizá no haya mayor dificultad en que a un vivo le digas : «No te olvidaré jamás». Casi seguro, al cabo de algunos años, que los dos habréis olvidado felizmente esas palabras y el conjunto a que correspondían; sería muy rarísimo, y como quien dice: un casó de muy mala suerte, el que en la vida te tropezases con una persona que tuviese una menor capacidad de olvido.
En todo caso, ¡ten mucho cuidado con cualquiera de los muertos! Pues cada uno de los muertos posee una personalidad redondeada y definitiva, no está cómo nosotros todavía en las aventuras, en las cuales podemos ser testigos y actores de innumerables sucesos estrafalarios, y olvidar setenta veces siete lo que alguna vez dijimos.

Por eso, si dices a un muerto «No te olvidaré jamás«, es como si él te respondiera: «Bien; y puedes estar seguro de que yo nunca olvidaré esto que acabas de decir«. Y ya pueden venir todos tus contemporáneos dándote mil seguridades de que el muerto se ha olvidado; pero de sus labios, nunca lo escucharás. …

De esta manera, el guardar amorosamente memoria de los difuntos es la obra del amor más desinteresada, libre y fiel de todas. Decídete, pues, a ponerlo en práctica; recuerda así a algún muerto, y cabalmente con ello aprenderás a amar a los vivos con un amor desinteresado, libre y fiel.
En la relación con un difunto tienes la pauta a que has de ajustarte. Quien use esta pauta podrá con facilidad salir airoso de las situaciones más embrolladas; y sentirá asco de todo ese cúmulo de disculpas al que de ordinario se echa mano en el mundo de la realidad: que es la otra persona quien es la interesada, que ella ha tenido la culpa de que se la olvide, porque nunca se hacía recordar, y en fin, que ella solamente es la infiel.
Acuérdate del muerto, y así habrás logrado (aparte de la bendición que siempre viene emparejada con esta obra amorosa) el método más adecuado para comprender rectamente la vida; es decir, que nuestro deber es amar a los hombres que no vemos, pero también a aquellos que vemos.

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