Artículo 1:
¿Puede la virtud ser mayor o menor?
lat
Objeciones por las que parece que la virtud no puede ser mayor o
menor.
1. Se dice en Apoc 21,16, que los lados de la ciudad de Jerusalén son
iguales. Pero, según dice la Glosa allí, por lados se
entienden las virtudes. Luego una virtud no puede ser mayor que
otra.
2. Todo aquello cuya esencia consiste en lo máximo no puede ser mayor
o menor. Pero la virtud consiste esencialmente en lo máximo, ya que la
virtud es lo último de la potencia, según dice el Filósofo en
el libro I De caelo, y San Agustín también
afirma, en el libro II De lib. arb., que las
virtudes son los máximos bienes, de las cuales nadie puede usar
mal. Luego parece que la virtud no puede ser mayor o
menor.
3. La magnitud del efecto se mide por el poder del agente. Pero las
virtudes perfectas, que son las virtudes infusas, proceden de Dios,
cuyo poder es uniforme e infinito. Luego parece que una virtud no
puede ser mayor que otra.
Contra esto: donde quiera que puede haber aumento y sobreabundancia
puede haber desigualdad. Pero en las virtudes se da sobreabundancia y
aumento, pues se dice en Mt 5,20: Si vuestra justicia no abunda más
que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los
cielos; y en Prov 15,5: En la abundante justicia está la máxima
virtud. Luego parece que la virtud puede ser mayor o
menor.
Respondo: Cuando se pregunta si una virtud
puede ser mayor que otra, la cuestión puede entenderse de dos modos.
Uno, refiriéndonos a virtudes específicamente diferentes, y así es
claro que una virtud es mayor que otra, pues la causa es siempre
superior a su efecto, y en los efectos tanto superior es uno cuanto
más próximo a la causa. Ahora bien, resulta claro, por lo dicho
anteriormente (
q.18 a.5;
q.61 a.2) que la causa y raíz del bien humano
es la razón. Por eso la prudencia, que perfecciona a la razón, precede
en bondad a las demás virtudes morales, que perfeccionan a la facultad
apetitiva en cuanto que participa de la razón. Y entre éstas, tanto
una es mejor que la otra cuanto más se acerca a la razón. De ahí que
la justicia, que reside en la voluntad, precede a las otras virtudes
morales; y la fortaleza, que reside en el apetito irascible, precede a
la templanza, que reside en el apetito concupiscible, el cual
participa menos de la razón, como se puede ver en el libro VII
Ethic.
Otro modo de entender la cuestión es refiriéndola a una virtud de la
misma especie, y así, conforme a lo que se ha dicho anteriormente
(q.52 a.1), al tratar del aumento de los hábitos, la virtud puede ser
mayor y menor en dos sentidos: primero, en sí misma;
segundo, por parte del sujeto que la participa. Si se considera en sí
misma, entonces su magnitud o su pequenez se mide por los objetos a
que se extiende. Ahora bien, quien tiene una virtud, por ejemplo la
templanza, la tiene respecto de todos los objetos a que se extiende la
templanza. Lo cual no ocurre con la ciencia y con el arte, pues no
todo gramático sabe todas las cosas que pertenecen a la gramática. En
este sentido, con razón dijeron los estoicos, según refiere Simplicio
en Commento Praedicamentorum, que la virtud no
es susceptible de más y menos como la ciencia y el arte, por consistir
la razón de virtud en lo máximo.
Pero si se considera la virtud por parte del sujeto que la participa,
entonces la virtud puede ser mayor o menor, bien en el mismo sujeto en
tiempos diversos, bien en distintos sujetos, porque para alcanzar el
medio de la virtud, que es según la recta razón, uno está mejor
dispuesto que otro, ya sea por la mayor costumbre, ya sea por la mejor
disposición de la naturaleza, o por la mayor perspicacia del juicio de
la razón, o también por el mayor don de gracia concedido a cada uno en la medida de la donación de Cristo, como se dice en Ef 4,7. Y
en esto se equivocaban los estoicos al pensar que a
nadie se le podía tener por virtuoso de no estar sumamente dispuesto a
la virtud. Pues, en realidad, para la razón de virtud no se exige
alcanzar el medio de la recta razón en un punto indivisible, como
pensaban los estoicos, pues basta estar cerca de ese medio, tal como
se dice en el libro II Ethic. Además, a un mismo
punto indivisible puede acercarse uno más y con más prontitud que
otro, como se ve en los arqueros que apuntan a una determinada
señal.
A las objeciones:
1. Aquella igualdad no se ha de
entender según la cantidad absoluta, sino según cierta proporción,
porque todas las virtudes crecen proporcionalmente en el hombre, según
se dirá a continuación (
a.2).
2. Aquello último que pertenece a
la virtud puede tener razón de más o menos bueno según los modos que
hemos dicho, al no tratarse de algo último indivisible, según queda
advertido.
3. Dios no obra por necesidad
natural, sino según el orden de su sabiduría, conforme a la cual
concede a los hombres la virtud en diversa medida, según aquello de Ef
4,7: A cada uno de vosotros ha sido dada la gracia en la medida de
la donación de Cristo.
Artículo 2:
¿Son iguales todas las virtudes existentes en el mismo
sujeto?
lat
Objeciones por las que parece que no todas las virtudes son
igualmente intensas en el mismo sujeto.
1. Dice San Pablo, 1 Cor 7,7: Cada uno tiene de Dios su propia
gracia; éste, una; aquél, otra. Pero un don no sería más propio de
una persona que otro si cada uno tuviese por igual todas las virtudes
infusas como don de Dios. Luego parece que no todas las virtudes son
iguales en un mismo sujeto.
2. Si todas las virtudes fuesen igualmente intensas en el mismo e
idéntico sujeto, se seguiría que todo el que sobrepasase a otro en una
virtud lo sobrepasaría en todas las demás. Pero esto es
manifiestamente falso, pues los distintos santos son alabados
principalmente por diversas virtudes, como Abraham por la
fe, Moisés por la mansedumbre, Job por
la paciencia. De ahí también que de cada confesor
cante la Iglesia: No se ha encontrado otro
semejante a él en el cumplimiento de la ley del Altísimo; porque
cada uno tuvo la prerrogativa de alguna virtud. Por tanto, no todas
las virtudes son iguales en un mismo sujeto.
3. Cuanto más intenso es el hábito, tanto más deleitable y
prontamente obra el hombre por él. Pero consta por experiencia que un
hombre ejecuta más deleitable y prontamente el acto
de una virtud que el acto de otra. Luego no todas las virtudes son
iguales en un solo y mismo sujeto.
Contra esto: dice San Agustín, en el libro VI De
Trin., que todos los que son iguales en la
fortaleza, son iguales en la prudencia y en la templanza; y así de
las demás. Pero esto no se daría de no ser iguales todas las virtudes
de un mismo hombre. Luego todas las virtudes de un mismo hombre son
iguales.
Respondo: La magnitud de las virtudes, según
consta por lo dicho (
a.1), puede ser considerada de dos modos. Uno,
según la razón específica, y así no hay duda de que una virtud de un
hombre es mayor que otra, como la caridad es mayor que la fe y la
esperanza. De otro modo, según la participación del sujeto, esto es,
en cuanto aumenta o disminuye en él; y en este sentido todas las
virtudes de un mismo hombre son iguales con cierta igualdad de
proporción, en cuanto que crecen por igual en él, al modo como los
dedos de la mano son desiguales en cuanto a la magnitud, pero son
iguales en proporción, al aumentar proporcionalmente.
Ahora bien, la razón de esta igualdad hay que entenderla del mismo
modo que la razón de la conexión, pues la igualdad es cierta conexión
de las virtudes en cuanto a la magnitud. Pero se ha dicho
anteriormente (q.65 a.1) que la razón de la conexión de las virtudes
puede entenderse de dos modos. Uno, según la mente de aquellos que
entienden por estas cuatro virtudes las cuatro condiciones generales
de las virtudes, cada una de las cuales se encuentra a la vez con las
otras en cada materia. Y, de este modo, en cualquier materia no puede
decirse que una virtud sea igual si no tiene todas estas condiciones
iguales. Esta razón de la igualdad de las virtudes es la que asigna
San Agustín, en el libro VI De Trin., al
decir: Si dijeras que éstos son iguales en fortaleza, pero que uno
es más prudente, se seguiría que la fortaleza del otro es menos
prudente; y, por consiguiente, que tampoco son iguales en la
fortaleza, al ser la fortaleza de uno más prudente. Y lo mismo
encontrarás en las demás virtudes, si las sometes todas a igual
consideración.
Otro modo de entender la conexión de las virtudes (q.65 a.1.2) es el
de aquellos que piensan que estas virtudes tienen materias
determinadas, y, en este sentido, la razón de la conexión de las
virtudes morales está en la prudencia, y en la caridad respecto de las
virtudes infusas; pero no en la inclinación que nace del sujeto, según
queda dicho (q.65 a.1). Así, pues, también la razón de la igualdad de
las virtudes puede tomarse de la prudencia en cuanto a lo que hay de
formal en todas las virtudes morales, pues existiendo en un mismo e
idéntico sujeto una razón igualmente perfecta, necesariamente se
constituirá proporcionalmente el medio según la recta razón en las
distintas materias de las virtudes.
Pero en cuanto a lo material en las virtudes morales, esto es, en
cuanto a la inclinación misma al acto de la virtud, puede un hombre
estar más pronto al acto de una virtud que al acto de otra, ya sea por
la naturaleza, por la costumbre o por el don de la
gracia.
A las objeciones:
1. La frase de San Pablo puede
entenderse de los dones de la gracia gratis dada, que no son comunes a
todos los hombres ni todos son iguales en un mismo e idéntico sujeto.
También se puede decir que se refiere a la medida de la gracia
santificante, en cuanto que uno abunda más que otro en todas las
virtudes, por la mayor abundancia de prudencia o incluso de caridad,
en la que conectan todas las virtudes infusas.
2. A un santo se le alaba
principalmente por una virtud y a otro por otra, por la mayor
prontitud para el acto de una virtud que para el de
otra.
3. Y con esto ya queda dada la
respuesta a la tercera objeción.
Artículo 3:
¿Son las virtudes morales superiores a las intelectuales?
lat
Objeciones por las que parece que las virtudes morales son superiores
a las intelectuales.
1. Lo que es más necesario y más permanente es mejor. Pero las
virtudes morales son más permanentes incluso que las
disciplinas, que son las virtudes intelectuales; y
son también más necesarias para la vida humana. Luego son preferibles
a las virtudes intelectuales.
2. Es esencial a la virtud el hacer bueno al que la tiene. Pero el hombre es bueno por las virtudes morales,
no por las virtudes intelectuales, a no ser quizás por la prudencia
únicamente. Luego la virtud moral es mejor que la intelectual.
3. El fin es más noble que los medios. Pero, según se dice en el
libro VI Ethic., la virtud moral hace recta
la intención del fin, mientras que la prudencia hace recta la elección
de los medios. Luego la virtud moral es más noble que la
prudencia, que es una virtud intelectual referente a las materias
morales.
Contra esto: la virtud moral reside en la parte racional por
participación, mientras que la virtud intelectual reside en la parte
racional por esencia, según se dice en el libro I Ethic. Pero lo racional por esencia es más noble
que lo racional por participación. Luego la virtud intelectual es más
noble que la virtud moral.
Respondo: Una cosa puede ser mayor o menor de
dos modos. Uno, absolutamente; otro, relativamente. Porque nada impide
que una cosa sea mejor absolutamente, como es mejor
filosofar que
enriquecerse, y que, sin embargo, no sea mejor relativamente, esto
es,
respecto del que sufre necesidad. Una cosa
se considera absolutamente cuando se la considera según la razón
propia de su especie. Ahora bien, la virtud se especifica por su
objeto, según consta por lo dicho (
q.54 a.2;
q.60 a.1). Por tanto,
absolutamente hablando, es más noble aquella virtud que tiene un
objeto más noble. Pero es evidente que el objeto de la razón es más
noble que el objeto del apetito, pues la razón aprehende las cosas en
universal, mientras que el apetito tiende a las cosas en su ser
particular. En consecuencia, absolutamente hablando, las virtudes
intelectuales, que perfeccionan la razón, son más nobles que las
virtudes morales, que perfeccionan el apetito.
Pero si se considera la virtud en orden al acto, entonces la virtud
moral, que perfecciona el apetito, al que corresponde mover las demás
potencias al acto, según se ha dicho anteriormente (q.9 a.1), es más
noble. Y como la virtud se llama así por ser principio de algún acto,
dado que es perfección de la potencia, se sigue también que la razón
de virtud compete más a las virtudes morales que a las virtudes
intelectuales, si bien las virtudes intelectuales son absolutamente
hábitos más nobles.
A las objeciones:
1. Las virtudes morales son más
permanentes que las intelectuales porque son practicadas en las cosas
que pertenecen a la vida común. Pero es evidente que los objetos de
las disciplinas, que son necesarios e invariables, son más permanentes
que los objetos de las virtudes morales, los cuales son agibles
particulares. Pero el que las virtudes morales sean más necesarias
para la vida humana no prueba que ellas sean más nobles absolutamente,
sino en ese aspecto concreto. Es más, las virtudes intelectuales
especulativas, por el mismo hecho de que no se ordenan a otra cosa
como lo útil se ordena al fin, son más dignas. Y esto les compete
porque por ellas se incoa de algún modo en nosotros la
bienaventuranza, que consiste en el conocimiento de la verdad, según
se ha dicho anteriormente (
q.3 a.6).
2. Se dice que el hombre es bueno
absolutamente por las virtudes morales y no por las virtudes
intelectuales, porque el apetito mueve a las demás potencias a su
acto, según se ha dicho anteriormente (
q.56 a.3). De
ahí que por esta razón no se pruebe sino que la virtud moral es mejor
relativamente.
3. La prudencia dirige las
virtudes morales no solamente en la elección de los medios, sino
también en la predeterminación del fin. Pero el fin de cada virtud
moral es alcanzar el medio en la propia materia, medio que es
determinado según la recta razón de la prudencia, según se dice en el
libro II y VI Ethic.
Artículo 4:
¿Es la justicia la principal de las virtudes morales?
lat
Objeciones por las que parece que la justicia no es la principal de
las virtudes morales.
1. Es más dar a uno de lo propio que pagarle lo que le es debido.
Pero lo primero pertenece a la liberalidad, mientras que lo segundo
pertenece a la justicia. Luego parece que la liberalidad es mayor
virtud que la justicia.
2. Parece que lo máximo en cada cosa es lo que es más perfecto en
ella. Pero, según se dice en Sant 1,4, la paciencia tiene obra
perfecta. Luego parece que la paciencia es mayor que la
justicia.
3. La magnanimidad obra lo grande en todas las virtudes, según
se dice en el libro IV Ethic. Luego engrandece a
la misma justicia. Es, por tanto, mayor que la justicia.
Contra esto: dice el Filósofo, en el libro V Ethic., que la justicia es la más preclara de las virtudes.
Respondo: Una virtud puede ser en su especie
mayor o menor absoluta o relativamente. Se dice que una virtud es
mayor absolutamente en cuanto que en ella resplandece un mayor bien de
la razón, según se ha dicho anteriormente (
a.1). Y en este sentido, la
justicia sobresale entre todas las virtudes morales como la más
próxima a la razón. Lo cual resulta claro tanto por parte del sujeto
como por parte del objeto. Por parte del sujeto, porque reside en la
voluntad como en sujeto propio, y la voluntad es el apetito racional,
según consta por lo dicho (
q.8 a.1;
q.26 a.1). Por parte del objeto o
materia, porque versa sobre las operaciones, mediante las cuales el
hombre se ordena no sólo en sí mismo, sino también en relación a los
demás. De ahí que
la justicia sea la más preclara de las
virtudes, según se dice en el libro V
Ethic.
Entre las otras virtudes morales, que moderan las pasiones, el bien de
la razón tanto más resplandece en cada una cuanto mayor es la materia
del movimiento apetitivo sometido a la razón. Pero entre las cosas que
pertenecen al hombre ocupa el primer lugar la vida, de la que dependen
todas las demás. De ahí que la fortaleza, que somete a la razón el
movimiento apetitivo en las cosas que miran a la muerte y a la vida,
ocupe el primer lugar entre las virtudes morales que moderan las
pasiones, aunque esté por debajo de la justicia. Por eso dice el
Filósofo, en el libro I
Rhetoric., que
forzosamente son las mayores virtudes las que son más útiles a los
demás, puesto que la virtud es la facultad de hacer beneficio. Por eso
honran sobre todo a los justos y a los valerosos, pues ésta, es
decir, la fortaleza,
es útil en la guerra; aquélla, es decir,
la justicia,
es útil en la guerra y en la paz. Después de la
fortaleza tiene su lugar la templanza, que somete a la razón el
apetito de aquellas cosas que se ordenan inmediatamente a la vida del
individuo o de la especie, es decir, las referentes al alimento y al
sexo. Así, estas tres virtudes, junto con la prudencia, se tienen por
principales también en dignidad.
En cambio, se dice que una virtud es mayor relativamente en cuanto
que sirve o adorna a la virtud principal. Así ocurre también con la
sustancia, que es absolutamente más digna que el accidente, y, sin
embargo, algún accidente es relativamente más digno que la sustancia
en cuanto que perfecciona a la sustancia en algún modo accidental de
ser.
A las objeciones:
1. El acto de
liberalidad necesariamente ha de fundarse en el acto de justicia,
pues, según se dice en el libro II Polit., la
donación no sería liberal si no se diese de lo propio. Por tanto,
la liberalidad no podría existir sin la justicia, que discierne lo
propio de lo ajeno; en cambio, la justicia puede existir sin la
liberalidad. En consecuencia, absolutamente la justicia es mayor que
la liberalidad, por ser más común y fundamento de la misma; aunque la
liberalidad es relativamente mayor, por ser un cierto ornato y
suplemento de la justicia.
2. Se dice que la paciencia ejerce
una obra perfecta al tolerar los males, en los cuales no sólo
excluye la venganza injusta, que también excluye la justicia; o el
odio, como hace la caridad; o la ira, como hace la mansedumbre; sino
que excluye hasta la tristeza inmoderada, que es la raíz de todos los
desórdenes mencionados. Por eso, porque en esta materia extirpa la
raíz, la paciencia es virtud más perfecta y mayor. Pero no es
absolutamente más perfecta que todas las demás virtudes; porque la
fortaleza no sólo soporta las molestias sin perturbación, lo cual
pertenece a la paciencia, sino que incluso arremete contra ellas
cuando es necesario. De ahí que el fuerte sea paciente, pero no a la
inversa, pues la paciencia es una cierta parte de la
fortaleza.
3. La magnanimidad no puede
existir si no preexisten otras virtudes, según se dice en el libro
IV Ethic. De ahí que se compare a las otras como
ornato de las mismas. Y en este sentido es mayor que todas las otras,
pero no absolutamente.
Artículo 5:
¿Es la sabiduría la mayor de las virtudes intelectuales?
lat
Objeciones por las que parece que la sabiduría no es la mayor de las
virtudes intelectuales.
1. El que manda es mayor que el mandado. Pero parece que la prudencia
manda a la sabiduría, pues se dice en el libro I Ethic., que qué disciplinas ha de haber en las
ciudades y cuáles ha de aprender cada uno y hasta qué punto le
corresponde ordenarlo a ella, esto es, a la política, que
pertenece a la prudencia, según se dice en el libro VI Ethic. Por tanto, como entre las disciplinas va
incluida la sabiduría, parece que la prudencia es mayor que la
sabiduría.
2. Es esencial a la virtud el que ordene al hombre a la felicidad,
pues la virtud es disposición de lo perfecto para lo óptimo,
según se dice en el libro VII Physic. Pero la
prudencia es la recta razón de lo agible, por medio de lo cual el
hombre es conducido a la felicidad, mientras que la sabiduría no
considera los actos humanos por los que se llega a la felicidad. Luego
la prudencia es una virtud mayor que la sabiduría.
3. Parece que el conocimiento es mayor cuanto más perfecto. Pero de
las cosas humanas, de las que trata la ciencia, podemos tener un
conocimiento más perfecto que de las cosas divinas, de las que trata
la sabiduría, conforme a la distinción que hace San Agustín en el
libro XII De Trin., dado que las cosas divinas
son incomprensibles, según aquello de Job 36,26: Mira, Dios es tan
grande, que excede nuestro conocimiento. Luego la ciencia es una
virtud mayor que la sabiduría.
4. El conocimiento de los principios es más digno que el conocimiento
de las conclusiones. Pero la sabiduría, como las demás ciencias,
concluye a partir de principios indemostrables, que pertenecen al
entendimiento. Luego el entendimiento es una virtud mayor que la
sabiduría.
Contra esto: dice el Filósofo, en el libro VI Ethic., que la sabiduría es como la cabera entre las virtudes intelectuales.
Respondo: Según queda dicho (
a.3), la magnitud
específica de una virtud se mide por su objeto. Ahora bien, el objeto
de la sabiduría sobresale entre los objetos de todas las
virtudes intelectuales, pues se ocupa de la causa
suprema, que es Dios, según se dice en el principio de los
Metaphys. Y como de los efectos se juzga por la
causa, y de las causas inferiores, por la causa superior, de ahí que
la sabiduría juzgue de todas las demás virtudes intelectuales, y que
las ordene a todas, siendo como la ciencia arquitectónica respecto de
todas ellas.
A las objeciones:
1. Por versar la prudencia sobre
las cosas humanas y tener la sabiduría por objeto la causa suprema, es
imposible que la prudencia sea mayor virtud que la sabiduría, a no
ser que el hombre fuera lo más grande que hay en el mundo, como se
dice en el libro VI Ethic. Por lo cual, hay que
decir, como se dice en el mismo libro, que la
prudencia no manda sobre la misma sabiduría, sino más bien a la
inversa, pues el espiritual juzga de todo, pero a él nadie puede
juzgarle, según se dice en 1 Cor 2,15. En efecto, no es
incumbencia de la prudencia entrometerse en los temas altísimos, que
son objeto de la sabiduría, sino que ejerce el imperio sobre aquellas
cosas que se ordenan a la sabiduría, indicando cómo deben llegar los
hombres a la sabiduría. Por tanto, en esto la prudencia o política es
servidora de la sabiduría, pues introduce a ella preparándole el
camino, como hace el portero con el rey.
2. La prudencia considera los
medios para llegar a la felicidad; pero la sabiduría considera el
objeto mismo de la felicidad, lo más alto en el orden inteligible. Y
si la consideración de la sabiduría respecto de su objeto fuese
perfecta, sin duda que la felicidad perfecta estaría en el acto de la
sabiduría. Pero como el acto de la sabiduría en esta vida es
imperfecto respecto de su objeto principal, que es Dios, por eso el
acto de la sabiduría es una incoación o participación de la felicidad
futura. De este modo la sabiduría está más cerca de la felicidad que
la prudencia.
3. Como dice el Filósofo en el
libro I De anima, un conocimiento se prefiere a
otro o porque es de cosas más nobles o porque es más cierto. Por
tanto, si las materias son iguales en bondad y nobleza, será mayor la
virtud que sea más cierta. Pero aquella, que es menos cierta, pero
trata de cosas más altas y mayores, se prefiere a la que es más
cierta, pero se ocupa de cosas inferiores. Por eso dice el Filósofo,
en el libro II De caelo, que es cosa grande
poder conocer algo de las realidades celestes, aunque el razonamiento
sea débil y probable. Y en el libro I De partibus
animal. dice que es preferible conocer un poco
de las cosas más nobles que saber mucho de las cosas de baja
condición. Por tanto, la sabiduría, a la que pertenece el
conocimiento de Dios, no puede sobrevenirle al hombre, máxime en el
estado de la vida presente, como si fuese su posesión, porque esto
es exclusivo de Dios, según se dice en el libro I Metaphys. Sin embargo, aquel pequeño conocimiento
que puede tenerse de Dios mediante la sabiduría es preferible a todo
otro conocimiento.
4. La verdad y el conocimiento de
los principios indemostrables depende de la noción de los términos,
pues teniendo idea de lo que es el todo y de lo que es la parte,
inmediatamente se conoce que el todo es mayor que la parte. Pero
conocer la razón de ser y no ser, de todo y de parte, y de lo demás
que sigue al ser, todo lo cual constituye los términos constitutivos
de los principios indemostrables, pertenece a la sabiduría, ya que el
ser común es efecto propio de la causa suprema, es decir, de Dios. Y
por eso, la sabiduría no sólo usa de los principios indemostrables,
sobre los que versa el entendimiento, argumentando desde ellos como
las demás ciencias, sino que juzga también de ellos y discute contra
los que los niegan. De ahí que la sabiduría sea una virtud superior al
hábito de entendimiento.
Artículo 6:
¿Es la caridad la mayor de las virtudes teológicas?
lat
Objeciones por las que parece que la caridad no es la mayor de las
virtudes teológicas.
1. Como la fe está en el entendimiento, mientras que la esperanza y
la caridad están en la facultad apetitiva, según queda dicho (
q.62 a.3), parece que la fe se compara a la esperanza y a la caridad como
la virtud intelectual a la virtud moral. Pero la virtud intelectual es
mayor que la virtud moral, según consta por lo dicho (
a.3). Luego la
fe es mayor que la esperanza y la caridad.
2. Lo que resulta de adición a otra cosa parece que es mayor que
ella. Pero la esperanza parece que resulta de adición a la caridad,
pues la esperanza presupone el amor, como dice San Agustín en el Enchirid., y añade cierto movimiento de propensión
a la cosa amada. Luego la esperanza es mayor que la
caridad.
3. La causa es superior al efecto. Pero la fe y la esperanza son
causa de la caridad, pues dice la Glosa sobre Mt 1,2,
que la fe engendra la esperanza, y la esperanza engendra la
caridad. Luego la fe y la esperanza son mayores que la
caridad.
Contra esto: dice San Pablo, en 1 Cor 13,13: Ahora permanecen la fe,
la esperanza y la caridad; estas tres, pero la mayor es la
caridad.
Respondo: Según se ha dicho anteriormente
(
a.3), la magnitud específica de una virtud se toma de su objeto. Pero
como las tres virtudes teológicas tienen a Dios por objeto propio, no
puede una de ellas ser mayor que la otra porque tenga un objeto mayor,
sino por aproximarse más a ese objeto. Y de este modo la caridad es
mayor que las otras. Pues las otras importan en su propia esencia
cierta distancia del objeto, ya que la fe es de las cosas no vistas, y
la esperanza es de las cosas no poseídas. En cambio, el amor de
caridad es de lo que ya se tiene, pues lo amado existe de algún modo
en el amante, y, a su vez, el amante es llevado por el afecto a la
unión con lo amado. Por eso se dice en 1 Jn 4,16:
Quien permanece
en la caridad permanece en Dios y Dios en él.
A las objeciones:
1. La fe y la esperanza no están
respecto de la caridad en la misma relación en que está la prudencia
respecto de la virtud moral. Y esto por dos razones. Primera, porque
las virtudes teológicas tienen por objeto algo que está por encima del
alma humana, mientras que la prudencia y las virtudes morales versan
sobre cosas que están por debajo del hombre. Ahora bien, respecto de
las cosas que son superiores al hombre es más noble el amor que el
conocimiento. Pues el conocimiento se realiza en cuanto que lo
conocido está en el cognoscente, mientras que la dilección se realiza
en cuanto que el amante es atraído hacia la cosa amada. Pero lo que es
superior al hombre es más noble en sí mismo que en el hombre, porque
una cosa está en otra según el modo de ser de ésta. Lo contrario
ocurre cuando se trata de cosas inferiores al hombre. La segunda razón
es porque la prudencia modera los movimientos apetitivos que
pertenecen a las virtudes morales; mientras que la fe no modera el
movimiento apetitivo que tiende a Dios, que pertenece a las virtudes
teológicas, sino que tan sólo muestra el objeto; el movimiento
apetitivo hacia el objeto excede el conocimiento humano, según aquello
de Ef 3,19: la caridad de Cristo supera toda ciencia.
2. La esperanza presupone amor de
aquello que uno espera alcanzar, que es amor de concupiscencia, amor
por el que quien desea el bien se ama más a sí mismo que cualquier
otra cosa. Pero la caridad importa amor de amistad, a la cual se llega
por la esperanza, según se ha dicho anteriormente (
q.62 a.4).
3. La causa perfectiva es superior
al efecto, pero no la causa dispositiva. Pues de ser así, el calor del
fuego sería más noble que el alma, por disponer la materia para ella,
lo cual es manifiestamente falso. Es en este sentido como la fe
engendra la esperanza y la esperanza engendra la caridad, es decir, en
cuanto que una dispone para la otra.