Artículo 1:
¿Hay o no hay procesión en las personas divinas?
lat
Objeciones por las que parece que en Dios no puede haber ninguna
procesión:
1. La procesión significa movimiento hacia fuera. Pero en Dios nada
hay mutable ni externo. Luego tampoco hay procesión.
2. Todo lo que procede es distinto de aquello de lo que
procede. Pero en Dios no hay diversidad alguna, ya que es todo
simplicidad. Luego no hay procesión alguna.
3. Proceder de otro parece que contradice la noción de
primer principio. Pero, como se demostró antes (
q.2 a.3), Dios es el
primer principio. Luego en Dios no cabe la procesión.
Contra esto: está lo que en Jn 8,42 dice el Señor: Yo salí de
Dios.
Respondo: Para lo divino, la
Escritura utiliza nombres relativos a la procesión. Pero
algunos entendieron esta procesión de distinta manera.
Pues algunos la tomaron como el efecto procede de la causa. Así, Arrio
dijo que el Hijo procedía del Padre como su primera
criatura, y que el Espíritu Santo procedía como una criatura del Padre
y del Hijo. Según esto, ni el Hijo era verdadero Dios, ni tampoco el
Espíritu lo era. Y esto va contra lo que del Hijo se dice en 1 Jn
5,20:
Para que estemos en su verdadero Hijo, que es verdadero
Dios. Y de lo que del Espíritu se dice en 1 Cor 6,19:
¿Ignoráis
que vuestros miembros son Templos del Espíritu Santo? Tener templo
sólo le corresponde a Dios.
Otros dijeron que esta procesión es como la causa está en el efecto,
esto es, en cuanto que lo mueve o imprime en él su semejanza. Esto lo
sostuvo Sabelio diciendo que el mismo Dios Padre es el
Hijo en cuanto que tomó carne de la Virgen. Y también es el Espíritu
Santo en cuanto que santifica a la criatura racional y la mueve hacia
la vida. Esto contradice lo que el Señor dice de sí mismo en Jn
5,19: Por sí mismo nada puede hacer el Hijo; y otras muchas
cosas por las que se demuestra que no es lo mismo el Padre que el
Hijo.
Analizándolo más detenidamente se ve que ambos tomaron
la procesión en el sentido de algo hacia fuera; por eso ninguno colocó
la procesión divina en el mismo Dios. Pero como toda procesión
significa acción, así como la acción que tiende al
exterior es una procesión hacia el exterior, así
también la acción que permanece en el mismo agente es una procesión en
el propio interior. Esto se da sobre todo en el entendimiento, cuya
acción, entender, permanece en quien entiende. Pues quien
entiende, por el hecho de entender, hace un proceso en
sí mismo, que es el de concebir lo conocido como algo que proviene de
la fuerza intelectiva y de su conocimiento. Esta es la concepción que
aflora con la Palabra y que es llamada palabra del corazón,
expresada con la voz.
Como Dios está por encima de todo, lo que está en Dios no puede ser
entendido tal como entienden las criaturas de este mundo, que son criaturas corporales, sino por la semejanza con las
criaturas supremas que son sustancias intelectuales, cuya semejanza
tampoco llega a dar la medida exacta de lo divino.
Por lo tanto, no hay que entender la procesión tal como se da en los
seres corporales, bien por el movimiento local, bien por la acción de
alguna causa sobre su efecto, como el calor por la calefacción en lo
calentado; sino como emanación inteligible, como la palabra que
permanece en el mismo que la dice. Éste es el sentido de procesión
que, para las personas divinas, defiende la fe católica.
A las objeciones:
1. Aquella objeción es viable al
hablar de la procesión como movimiento local, o como acción
que, tiende al exterior o a un efecto externo. Pero
este tipo de procesión no es la que se da en las personas divinas,
como se acaba de decir.
2. El resultado de aquello que se
da por una procesión hacia fuera, es necesario que sea distinto de
aquello de lo que procede. Pero lo que resulta de un proceso
intelectual interno, no es necesario que sea distinto, más aún, cuanto
más perfecto sea el proceso, el resultado será tanto más uno con
aquello de lo que procede. Ya que es evidente que cuanto más es
entendido algo, tanto más íntima y más unidad hay entre la concepción
intelectual y el que la hace. Pues el entendimiento en la medida en
que entiende algo, en la misma medida se hace uno con lo entendido.
Por eso, como el entender divino es perfección sin fin, como se dijo
(
q.14 a.1), es necesario que la palabra divina sea perfectamente uno
con aquello de lo que procede, y sin ningún tipo de
diversidad.
3. Proceder de un principio como
de algo extraño y diverso, ciertamente contradice la noción de primer
principio; pero proceder como de algo íntimo y no diverso, está
incluido en el concepto de primer principio. Pues cuando decimos que
el constructor de una casa es el principio, en el concepto de este
primer principio se está incluyendo su idea de arte; y se le incluiría
en el concepto de primer principio si el constructor fuese el primer
principio. Dios, primer principio de las cosas, se relaciona con lo
creado como el artista con su obra de arte.
Artículo 2:
En las personas divinas, ¿puede o no puede alguna procesión ser
llamada generación?
lat
Objeciones por las que parece que ninguna de las procesiones que hay
en Dios pueda ser llamada generación:
1. La generación es el paso de no ser a ser, oponiéndose a la
corrupción. En ambas el sujeto es la materia. Nada de todo esto le
corresponde a lo divino. Luego en las personas divinas no puede haber
generación.
2. Como dijimos (
a.1), en Dios la procesión es intelectual.
Pero entre nosotros tal procesión no es llamada generación. Luego
tampoco en Dios.
3. Todo lo engendrado toma su ser del que engendra.
Luego el ser de lo engendrado es un ser recibido. Y ningún ser
recibido es un ser subsistente por sí mismo. Así, pues, como el ser
divino es ser subsistente por sí mismo, como se demostró anteriormente
(
q.3 a.4), se concluye que ningún ser engendrado es divino. Luego no
hay generación en las personas divinas.
Contra esto: está lo que se dice en el Sal 2,7: Hoy te he engendrado.
Respondo: En las personas divinas, la procesión
de la Palabra se llama generación. Para demostrarlo, hay que tener
presente que nosotros utilizamos el término
generación en un
doble sentido. 1)
Uno, con carácter general para todo lo
reproducible y corruptible. En este sentido, generación no es más que
el paso del no ser al ser. 2)
Otro, con carácter propio para
los vivientes. En este sentido, generación indica el origen de algún
viviente unido al principio viviente. Su nombre es el de
nacimiento. Sin embargo, no a todo lo de este tipo se le llama
engendrado, sino sólo y propiamente a lo que procede por razón de
semejanza. Por eso, el pelo o cabello no tiene razón de engendrado ni
de hijo, sino sólo lo que procede por razón de semejanza; y no de una
cualquiera, pues los gusanos que se engendran en los animales no
tienen razón de generación y de filiación, aun cuando haya semejanza
de origen; sino que para tener razón de tal generación se requiere que
proceda por razón de semejanza con la naturaleza de la misma especie,
como el hombre procede del hombre y el caballo del
caballo.
No obstante, en los vivientes que pasan de la potencia al acto de
vivir, como los hombres y los animales, su generación
incluye ambos sentidos. Y si hay algún viviente cuya vida no pasa de
la potencia al acto, la procesión en tal viviente excluye
completamente el primer sentido de generación; pero puede tener la
razón de generación propia de los vivientes.
Así, pues, la procesión de la Palabra en las personas divinas tiene
razón de generación. Pues procede por acción
intelectual, que es una operación vital unida al principio, como ya
dijimos (a.1), y por razón de semejanza, porque la concepción del
entendimiento es la semejanza de lo entendido, y existente en la misma
naturaleza, porque en Dios entender y ser son lo mismo, como se
demostró anteriormente (q.14 a.4). Por eso, la procesión de la Palabra
en las personas divinas se llama generación, y la misma Palabra que
procede es llamada Hijo.
A las objeciones:
1. Aquella objeción es viable si se
toma la generación en su primer sentido, esto es, en cuanto paso de la
potencia al acto. Pero esto no se da en las personas divinas, como se
acaba de decir.
2. En nosotros, el entender no es
la misma sustancia del entendimiento; por eso, la palabra que procede
de nosotros como operación inteligible, no tiene la misma naturaleza
que aquello de lo que procede. De ahí que no le corresponda, propia y
completamente, la razón de generación. Pero el entender divino es la
misma sustancia del que entiende, como ya se demostró (
q.14 a.4). Por
eso, la Palabra que procede tiene la misma naturaleza que aquello de
lo que procede. Por eso es llamada con propiedad engendrado e Hijo. De
ahí que la Escritura use los términos empleados en la generación de
los vivientes para indicar la procesión de la sabiduría divina, esto
es,
concepción y
parto; pues de la persona de la
sabiduría divina se dice en Prov 8,24:
No estaban los abismos, y yo
ya había sido concebida; no estaban los collados y yo ya había sido
parida.
Pero para nuestro entendimiento utilizamos el término concepción en cuanto que en la palabra de nuestro entendimiento se
encuentra la semejanza de lo entendido, aun cuando no se encuentre
identidad natural.
3. No todo lo que se toma es
recibido en algún sujeto. En caso contrario, no podría decirse que
toda la sustancia de lo creado haya sido tomada de Dios, pues no hay
algún sujeto receptivo de toda la sustancia. Así, pues, lo que es
engendrado en las personas divinas, toma el ser del que engendra, no
en cuanto aquel ser sea recibido en alguna materia o sujeto (cosa que
contradice la subsistencia del ser divino); sino que se dice que es
tomado en cuanto que procede de otro el tener ser divino, no en cuanto
que sea distinto del ser divino existente. Pues en la misma perfección
del ser divino está contenida la Palabra que procede intelectualmente,
y el principio de la palabra, así como todo lo que le corresponde a su
perfección, tal como ya se dijo (
q.4 a.2).
Artículo 3:
¿Hay o no hay en las procesiones divinas otra distinta de la
generación de la Palabra?
lat
Objeciones por las que parece que en las procesiones
divinas no hay otra distinta de la generación de la
Palabra:
1. Por la misma razón habría una distinta de otra y otra distinta de
aquella, y así indefinidamente, lo cual es incongruente. Así, pues,
hay que quedarse en la primera para que no haya más que una sola
procesión en las personas divinas.
2. En toda naturaleza se encuentra un solo modo de
comunicación natural. Esto es así porque las operaciones se unifican o
diversifican por los términos. Pero la procesión en las personas
divinas no se da más que por la comunicación de la naturaleza divina.
Así, pues, como no hay más que una sola naturaleza divina, como se
demostró (
q.11 a.3), se concluye que no hay más que una sola procesión
en las personas divinas.
3. Si en las personas divinas hay una procesión distinta
de la procesión intelectual de la Palabra, no será sino una procesión
de amor que se da por una operación de la voluntad. Pero tal procesión
no puede ser distinta de la procesión inteligible del entendimiento,
porque en Dios, como quedó demostrado (
q.19 a.1), la voluntad no es
algo distinto del entendimiento. Luego, fuera de la procesión de la
Palabra, en Dios no hay otra procesión.
Contra esto: está el hecho que el Espíritu Santo procede del
Padre, tal como se dice en Jn 15,26. Y es distinto al
Hijo, según aquello de Jn 14,16: Rogaré al Padre y os dará otro
Valedor. Luego en las personas divinas hay otra procesión además
de la de la Palabra.
Respondo: En las personas divinas hay dos
procesiones: la de la Palabra y otra. Para demostrarlo,
hay que tener presente que en las personas divinas no hay procesión
más que en cuanto acción que no tiende hacia algo externo, sino que
permanece en el mismo agente. Así, esta acción en la naturaleza
intelectual es acción del entendimiento y acción de la voluntad. La
procesión de la Palabra responde a la acción intelectual. Por la
operación de la voluntad en nosotros se encuentra otra procesión, la
del amor, por la que el amado está en quien le ama,
como por la concepción de la palabra lo dicho o entendido está en
quien tiene entendimiento. Por eso, además de la
procesión de la Palabra hay otra procesión en las personas divinas, y
es la procesión de amor.
A las objeciones:
1. No hay por qué proceder
indefinidamente en las procesiones divinas. Pues la procesión hacia el
propio interior en la naturaleza intelectual acaba en la procesión de
la voluntad.
2. Lo que está en Dios es Dios,
como se demostró anteriormente (
q.3 a.3 y
4); siendo esto algo que no
sucede en las demás cosas. De este modo, por cualquier procesión que
no sea hacia fuera, se comunica la naturaleza divina. No es así en las
demás naturalezas.
3. Aun cuando en Dios la voluntad
no sea distinta al entendimiento, sin embargo, a la razón de la
voluntad y del entendimiento pertenece el que las procesiones según la
acción de cada uno se relacionen a un determinado orden. Pues la
procesión de amor no se da sino en orden a la procesión de la Palabra;
ya que nada puede ser amado con la voluntad si no es concebido en el
entendimiento. Así, pues, en la medida en que hay un cierto orden
entre la Palabra y el principio del que procede, aun cuando en lo
divino sea lo mismo la sustancia intelectual y la concepción del
entendimiento; así también, aun cuando en Dios sean lo mismo el
entendimiento y la voluntad, sin embargo, porque a la razón de amor
pertenece el que no proceda sino de la concepción del entendimiento,
en las personas divinas la procesión de amor tiene distinción de orden
con la procesión de la Palabra.
Artículo 4:
En las personas divinas, la procesión de amor, ¿es o no es
generación?
lat
Objeciones por las que parece que en las personas divinas la
procesión de amor es generación:
1. Entre los vivientes, lo que procede con semejanza natural se llama
engendrado y nacido. Pero lo que en las personas divinas procede por
amor, procede con semejanza natural; lo distinto sería extraño a la
naturaleza divina; y, así, sería una procesión hacia fuera. Luego lo
que en las personas divinas procede por amor procede como engendrado y
nacido.
2. Como la semejanza pertenece a la razón de la Palabra,
también pertenece a la de amor. Por eso se dice en Eclo 13,15: Todo
animal ama a su semejante. Así, pues, si a la razón de semejanza
en la Palabra le corresponde ser engendrado y nacer, parece que
también a lo proveniente por amor le corresponde ser
engendrado.
3. No está en el género lo que no está en alguna de su
especie. Así, pues, si en las personas divinas hay alguna procesión de
amor, es necesario que, además de este nombre común, tenga algún
nombre especial. Pero no se puede dar otro nombre más que el de generación. Luego parece que en las personas divinas la procesión
de amor sea generación.
Contra esto: de ser así, se concluiría que el Espíritu Santo, que
procede como amor, procedería como engendrado. Lo cual va contra
aquello de Atanasio: El Espíritu Santo, no hecho ni creado ni
engendrado, sino procedente del Padre y del
Hijo.
Respondo: En las personas divinas, la procesión
de amor no debe ser llamada generación. Para demostrarlo, hay que
tener presente que la diferencia entre entendimiento y voluntad está
en que el entendimiento está en acto por el hecho de que lo entendido
está en el entendimiento según su semejanza; por su parte, la voluntad
está en acto no por el hecho que haya en la voluntad alguna semejanza
de lo querido, sino porque la voluntad tiene una cierta inclinación a
lo querido. Así, pues, la procesión que
responde a la razón del entendimiento lo es por razón de semejanza; y
en este sentido puede tener razón de generación, porque todo el que
engendra, engendra algo semejante. Por su parte, la procesión que
responde a la razón de voluntad no es considerada por la razón de
semejanza, sino más bien por razón del que impulsa y mueve a algo. De
este modo, lo que en las personas divinas procede por
amor, no procede como engendrado o como hijo, sino, más
bien, procede como espíritu. Con este nombre se indica un determinado
motor impulso vital, como se dice que por el amor alguien es movido o
impulsado a hacer algo.
A las objeciones:
1. Todo lo que hay en las personas
divinas es uno con la naturaleza divina. De ahí que, por parte de
dicha unidad, no puede encontrarse la razón propia de esta o aquella
procesión, por lo que una se distinga de otra. Sino que es necesario
que la razón propia de esta o aquella procesión se encuentre en la
relación entre ambas procesiones. Un orden de este tipo responde a la
razón de la voluntad y del entendimiento. Por eso, según su razón
propia se da un nombre u otro a las distintas procesiones que se
impone para significar la razón propia de cada una. Ahí está el por
qué lo que procede por amor recibe la naturaleza divina, y, sin
embargo, no es llamado nacido.
2. Una es la semejanza que le
corresponde a la Palabra, y otra la que le corresponde al amor. Pues a
la palabra le corresponde en cuanto ella misma es una cierta semejanza
de lo entendido, como el engendrado es semejante al que lo engendra.
Pero al amor le corresponde, no porque el mismo amor sea la semejanza,
sino en cuanto la semejanza es principio para amar. De ahí no se
concluye que el amor sea engendrado, sino que lo engendrado es
principio de amor.
3. No podemos dar nombre a Dios
más que partiendo de las criaturas, como ya se dijo anteriormente
(
q.13 a.1). Y porque en las criaturas la comunicación de naturaleza no
se da más que por generación, la procesión en las personas divinas no
tiene más nombre propio y especial que el de
generación. De ahí
que la procesión que no es generación, quede sin un nombre concreto.
Podría ser llamada
espiración, porque es la procesión del
Espíritu.
Artículo 5:
¿Hay o no hay en las personas divinas más de dos procesiones?
lat
Objeciones por las que parece que en las personas divinas hay más de
dos procesiones:
1. Así como a Dios se le atribuye la ciencia y la voluntad, también
se le atribuye el poder. Así, pues, si en cuanto al entendimiento y a
la voluntad hay dos procesiones en Dios; en cuanto al poder habrá
también una tercera.
2. Parece que la bondad es el máximo principio de procesión,
pues el bien, como se dice, tiende a difundirse. Así,
pues, por la bondad parece que tiene que haber alguna otra procesión
en las personas divinas.
3. La capacidad de fecundar es mayor en Dios que en
nosotros. Pero en nosotros no hay una sola procesión verbal, sino
muchas; porque en nosotros tras una palabra sale otra; y, de forma
parecida, de un amor sale otro. Luego en Dios hay más de dos
procesiones.
Contra esto: en Dios no hay más que dos que procedan: el Hijo y el
Espíritu Santo. Por lo tanto, en El sólo hay dos procesiones.
Respondo: En las personas divinas las
procesiones no pueden ser vistas más que como acciones que permanecen
en El mismo. Y en la naturaleza intelectual divina no hay más que dos
acciones: entender y querer. Pues el sentir, que también parece ser
una operación en quien siente, está fuera de la naturaleza intelectual
y no es algo totalmente extraño al género de acciones que terminan
fuera del sujeto; pues sentir acaba por la acción de lo sensible en el
sentido. Así, pues, hay que concluir que en Dios no puede haber otra
procesión además de la de la Palabra y del Amor.
A las objeciones:
1. El poder es el principio para
actuar en otro; por eso, según el poder hay acción hacia fuera. Así,
por el atributo del poder no hay procesión de la persona divina, sino
sólo procesión de las criaturas.
2. Como dice Boecio en el libro De hebd. el bien pertenece a la esencia y no a la
operación, a no ser, quizás, como objeto de la voluntad. Por eso, como
las procesiones divinas están vinculadas necesariamente a algunas
operaciones, por la bondad y otros atributos parecidos no hay más
procesiones que las de la Palabra y del amor en cuanto que Dios
entiende y ama su esencia, su verdad y su bondad.
3. Como hemos sostenido
anteriormente (
q.14 a.7;
q.19 a.5), Dios lo entiende todo en un solo
acto, y del mismo modo todo lo quiere. Por eso, en El no puede haber
procesión verbal de la Palabra, ni de amor del amor; sino que en El
hay una sola Palabra perfecta, un solo amor perfecto. Y en esto se
manifiesta su perfecta fecundidad.