Artículo 1:
¿Hay o no hay algún nombre que le convenga a Dios?
lat
Objeciones por las que parece que no hay ningún nombre que le
convenga a Dios:
1. Dice Dionisio en el c.l De Div. Nom.: No
tiene nombre; no se le concibe. Se dice en Prov.
30,4: ¿Cuál es su nombre, y cuál el de su Hijo, si lo
sabes?
2. Más aún. Los nombres o se dicen en abstracto o en concreto.
Pero los nombres con significado concreto no son aplicables a Dios, ya
que es simple; y tampoco le son aplicables en abstracto, porque no
significan algo perfecto subsistente. Luego a Dios no se le puede dar
ningún nombre.
3. Los nombres significan sustancia con cualidad. Los
verbos y los participios significan temporalidad. Los pronombres,
demostración o relación. Pero nada de todo eso es aplicable a Dios,
porque no tiene cualidad, ni accidente alguno, ni temporalidad; no es
objeto de los sentidos para que pueda ser detectado; ni le son
aplicables los relativos, pues éstos sirven para reproducir algo de lo
dicho anteriormente, bien de los sustantivos, bien de los participios,
bien de los pronombres demostrativos.
Por lo tanto, Dios de ningún
modo puede ser nombrado por nosotros.
Contra esto: está lo que se dice en Ex 15,3: El Señor es un guerrero.
Su nombre: Omnipotente.
Respondo: Según el Filósofo, las
palabras son signos de los conceptos, y los conceptos son
representaciones de las cosas. Así se puede observar cómo las palabras
se pronuncian para dar significado a las cosas a través de la
concepción del entendimiento. Así, pues, lo que puede ser conocido por
nosotros con el entendimiento, puede recibir nombre por nuestra parte.
Ha quedado demostrado (
q.12 a.11 y
12) que en esta vida Dios no puede
ser visto en su esencia; pero puede ser conocido a partir de las
criaturas como principio suyo, por vía de excelencia y remoción. Así,
pues, a partir de las criaturas puede recibir nombre por nuestra
parte; sin embargo, no un nombre que, dándole significado, exprese la
esencia divina según lo que es, como la palabra
hombre con su
significado expresa la esencia del hombre según lo que es, ya que el
nombre concreta la definición que pone al descubierto su esencia, pues
al concepto expresado con el nombre le llamamos
definición.
A las objeciones:
1. Se dice que Dios no tiene nombre
o que está por encima de todo nombre, porque su esencia supera todo lo
que de Dios podemos entender o expresar con nuestras
palabras.
2. Porque llegamos al conocimiento
de Dios partiendo de las criaturas, y a partir de ellas le damos
nombre, los nombres que damos a Dios tienen el significado que le
corresponde a las criaturas materiales, las cuales nos son conocidas
por connaturalidad, como se dijo (
q.12 a.4). Y porque, en este tipo de
criaturas, las que son más perfectas y subsistentes son compuestas;
además la forma en ellas no es algo completo y subsistente, sino,
mejor, por lo que algo es. Por eso, todos los nombres que ponemos para
expresar algo completo subsistente tienen significado concreto, cosa
que corresponde sobre todo a los compuestos. En cambio, los nombres
que ponemos para expresar formas simples, no significan algo que
subsiste, sino aquello por lo que algo es, como la blancura significa
aquello por lo que algo es blanco.
Así, pues, porque Dios es simple, porque es subsistente, le damos
nombres abstractos para significar su simplicidad, y le damos nombres
concretos para significar su subsistencia y perfección. Si bien ambos
tipos de nombres no pueden expresarlo totalmente, como nuestro
entendimiento en esta vida no le conoce tal como es.
3. Determinar la sustancia con la
cualidad es determinar el supuesto con la naturaleza o forma concreta
en la que subsiste. De ahí que, si a Dios se le dan nombres concretos
para significar su subsistencia y su perfección, como ya se dijo (ad 1), también se le dan nombres que significan la sustancia con la
cualidad. Por otra parte, las palabras y participios con sentido
temporal que se le dan, se hace porque la eternidad incluye todo
tiempo. Pues, así como no podemos aprehender y determinar las cosas
simples subsistentes si no partimos de los compuestos, así tampoco
podemos entender y expresar con palabras la simple eternidad si no
partimos de las cosas temporales. Esto es así por la connaturalidad
existente entre nuestro entendimiento y las cosas compuestas y
temporales.
Por otra parte, los pronombres demostrativos que se dan a Dios, se
dan porque concretan lo que de El se entiende, no lo que se siente;
pues lo que de El se entiende eso puede ser concretado. Y así, por el
mismo motivo que a Dios se le pueden dar nombres y participios y
pronombres demostrativos, se le puede concretar también con pronombres
relativos.
Artículo 2:
¿Puede o no puede darse a Dios sustancialmente algún
nombre?
lat
Objeciones por las que parece que a Dios no puede dársele
sustancialmente ningún nombre:
1. Dice el Damasceno: Hay que señalar que cada
uno de los nombres dados a Dios, no se le aplican sustancialmente,
sino que muestran lo que no es, o alguna relación o alguna
consecuencia de su naturaleza u operación.
2. Dice Dionisio en el c.l De Div. Nom.: De todo cuanto encuentres en los santos teólogos distingue las
invocaciones de Dios en cuanto explicativas y de alabanza, de las
aplicadas a las procesiones divinas. Esto significa que los santos
doctores distinguían entre nombres de alabanza y procesiones del mismo
Dios. Pero la procesión de alguna cosa no es lo mismo que su esencia.
Luego los nombres dados a Dios no le son dados sustancialmente.
3. Llamamos a las cosas según las entendemos. Pero a
Dios no se le entiende sustancialmente en esta vida. Luego ningún
nombre que le damos a Dios le podrá ser dado sustancialmente.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el VI De
Trin.: En Dios, ser y ser fuerte o ser sabio es
lo mismo; y todo lo que dijeres de aquella simplicidad, lo estarás
diciendo de su sustancia. Por lo tanto, todos estos nombres
indican la sustancia divina.
Respondo: Los nombres dados a Dios en sentido
negativo o referidos a la relación entre El y la criatura, es evidente
que de ninguna manera expresan su sustancia, sino la distancia
existente entre El y los demás, o su relación con alguien, o, mejor,
la relación de alguien con El. Pero sobre los nombres dados a Dios en
sentido absoluto y afirmativo, como
bueno, sabio y parecidos,
hay diversas opiniones.
Algunos dijeron que estos nombres, los que se dan a Dios en sentido
afirmativo, más bien le son dados para expresar algo que no tiene, más
que para expresar algo que tiene. Ejemplo: Cuando decimos que Dios
es viviente, queremos dar a entender que no es como una cosa
inanimada; y como este término, otros. Así lo pensó Rabbí
Moisés.
Otros, por su parte, dicen que estos nombres dados a
Dios se refieren a la relación entre El y las criaturas. Ejemplo:
Cuando decimos Dios es bueno, el sentido de la frase es: Dios es la causa de la bondad existente en las cosas. Y como esta
frase, otras.
Ambas posturas son incorrectas. Y esto es así por las siguientes tres
razones. 1) La primera, porque ninguna de estas posturas aclara
por qué a Dios se le dan unos nombres y no otros. Pues así como es
causa de los cuerpos, también es causa de los bienes. De ahí que, si
al decir Dios es bueno no se quiere dar a entender más que Dios es causa de los bienes, en la misma línea podría decirse
que Dios es cuerpo porque es causa de los cuerpos. Más aún, al
decir que es cuerpo, no se está diciendo que sea sólo ser en potencia,
como la materia prima. 2) La segunda, porque habría que
concluir que todos los nombres dados a Dios sólo le podrían ser dados
secundariamente. Ejemplo: Sano se dice de la medicina en cuanto
que significa causa de la salud en el animal al que, en un principio,
se le llama sano. 3) La tercera, porque va contra la intención
de quienes hablan de Dios. Pues, sin duda, al decir que Dios es
viviente, quieren dar a entender algo muy distinto a que sea sólo
causa de nuestra vida, o que se distinga de los cuerpos
inanimados.
Así, en otra dimensión, hay que decir que todos estos nombres
expresan la sustancia divina y se predican de Dios
sustancialmente, si bien no la expresan totalmente.
Esto es así por lo siguiente. Estos nombres expresan a Dios tal como
nuestro entendimiento lo conoce. Y nuestro entendimiento, en la medida
en que le conozca a partir de las criaturas, así le conoce, por cuanto
las criaturas le representan. Se demostró (q.4 a.2) que Dios contiene
todas las perfecciones de las criaturas, pues El es simple y
absolutamente perfecto. De ahí que cualquier criatura le representa y
le es semejante en la medida en que tiene alguna perfección. Sin
embargo, no le representa como algo de su misma especie o género, sino
como principio sublime, de cuya forma carecen los
efectos, pero que, sin embargo, albergan alguna semejanza, como sucede
con los cuerpos de aquí abajo que, de alguna manera, representan la
fuerza solar. Esto ya se expuso anteriormente cuando se trató la
perfección divina (q.4 a.3). Así, pues, los nombres
señalados expresan la sustancia divina, si bien imperfectamente, por
cuanto las criaturas la representan imperfectamente.
Por lo tanto, al decir Dios es bueno, el sentido de esta frase
no es Dios es causa de bondad, o Dios no es malo,
sino: Lo que llamamos bueno en las criaturas, preexiste en
Dios, y siempre de modo sublime. De todo esto no se sigue que a
Dios le corresponda ser bueno porque cause bondad, sino, mejor, al
revés, porque es bueno derrama bondad en las cosas, como dice Agustín
en De Doct. Christ.: Porque es bueno,
existimos.
A las objeciones:
1. El Damasceno dice que estos
nombres no indican qué es Dios, porque ninguno de estos nombres
expresa perfectamente qué es Dios. Pero cada uno de estos nombres lo
expresa imperfectamente como imperfectamente lo representan las
criaturas.
2. En la significación de los
nombres, una cosa es su significado original, y otro el significado
que se le da al aplicarlo. Ejemplo: La palabra
piedra (lapis)
originalmente significa que
lesiona el pie (laedit pedem), sin
embargo, al utilizar tal palabra, no le estamos dando el significado
de
lo que lesiona el pie (laedens pedem), sino que con ella
expresamos una especie de cuerpo, en caso contrario, cualquier cosa
que lesiona el pie sería piedra.
Así, pues, hay que decir: Aquellos nombres tienen su origen en la
participación de la divinidad, pues las criaturas representan a Dios
aunque imperfectamente, según el grado de participación. Así, nuestro
entendimiento conoce y llama a Dios según el grado de participación.
Sin embargo, estos nombres no designan las mismas participaciones
divinas, como si al decir Dios es viviente, su sentido fuera la vida proviene de El, sino que designan el mismo principio de
las cosas, esto es, la vida preexiste en El, por supuesto que siempre
de un modo más sublime a como se le entiende o expresa.
3. En esta vida no podemos conocer
la esencia de Dios tal cual es en sí misma, pero la conocemos tal como
está representada en las perfecciones de las criaturas. Y así la
expresan los nombres que le damos.
Artículo 3:
¿Hay o no hay algún nombre que se diga de Dios en sentido
propio?
lat
Objeciones por las que parece que no hay ningún nombre que se diga de
Dios en sentido propio:
1. Como se
ha dicho anteriormente (
a.1), todos los
nombres que damos a Dios son aceptados por las criaturas. Pero los
nombres de las criaturas que se dan a Dios tienen sentido metafórico,
como cuando se dice:
Dios es piedra o león, y otros parecidos.
Luego todos los nombres que se dan a Dios tienen sentido
metafórico.
2. No puede darse en sentido propio ningún nombre a alguien
cuando más auténtico es negárselo que aplicárselo. Pero todos los
nombres como bueno, sabio y similares, es más auténtico
negárselos que aplicárselos a Dios, como aparece en Dionisio, c.2 De Cael. Hier. Luego ninguno de estos nombres es
dado a Dios en sentido propio.
3. Los nombres de cuerpos no se dan a Dios más que en
sentido metafórico, puesto que es incorpóreo. Pero todos los nombres
que estamos usando, implican condiciones corporales, como el tiempo,
la composición, etc., que son condiciones de los cuerpos. Luego todos
estos nombres son dados a Dios en sentido metafórico.
Contra esto: está lo que dice Ambrosio en el c. II De
Fide: Hay nombres que expresan la realidad
divina de forma evidente; otros que expresan la inapelable verdad de
la majestad divina; y hay otros nombres que son dados a Dios por razón
de semejanza. Así, pues, no todos los nombres son dados a Dios en
sentido metafórico, sino que algunos le son dados en sentido
propio.
Respondo: Como se dijo (
a.2), a Dios le
conocemos a partir de las perfecciones que, procedentes de El, están
presentes en las criaturas. Tales perfecciones son
más sublimes en Dios que en las criaturas. Nuestro entendimiento las
aprehende tal como están en las criaturas; y tal como las aprehende,
así las llama. Así, pues, en los nombres que se dan a Dios hay que
tener presente lo siguiente: Las mismas perfecciones expresadas, como
bondad, vida, y otros; y el modo de expresarlas. Por lo que respecta a
lo que significan tales nombres, en sentido propio le corresponden a
Dios, y mucho más a El que a las criaturas, y primeramente se dicen de
El. Por lo que respecta al modo de expresarlas, no se dicen de Dios en
sentido propio, pues el modo de expresión les
corresponde a las criaturas.
A las objeciones:
1. Algunos nombres expresan tan
imperfectamente las perfecciones que, procedentes de Dios, están en
las criaturas, como imperfectamente la criatura participa de la
perfección divina. Este modo imperfecto está incluido en el mismo
significado del nombre. Como el nombre piedra, que expresa una
realidad material. Tales nombres no pueden ser dados a Dios más que en
sentido metafórico. En cambio, otros nombres expresan absolutamente
las mismas perfecciones sin que se incluya en su significado algún
modo de participación. Nombres como ser, bueno, viviente y
similares. Tales nombres son dados a Dios en sentido
propio.
2. Dionisio dice que tales nombres
deberían serle negados a Dios, porque lo que expresa tal nombre no le
corresponde a Dios en la misma medida que tiene el significado de tal
nombre, sino que le corresponde de un modo más sublime. De ahí que en
el mismo lugar Dionisio diga que Dios está sobre
toda sustancia, sobre toda vida.
3. Los nombres que son dados a
Dios, implican condiciones corporales no en lo concerniente a lo
expresado con el nombre, sino en cuanto al modo de expresarlo. Así,
aquellos nombres que son dados a Dios en sentido metafórico, en su
misma realidad expresada implican condición corporal.
Artículo 4:
Los nombres que se dan a Dios, ¿son o no son sinónimos?
lat
Objeciones por las que parece que los nombres que se dan a Dios son
sinónimos:
1. Nombres sinónimos son aquellos que significan completamente lo
mismo. Pero estos nombres dados a Dios, en Dios significan
completamente lo mismo, porque la bondad de Dios es su esencia, lo
mismo que la sabiduría. Por lo tanto, estos nombres son completamente
sinónimos.
2. Si estos nombres significan lo mismo en cuanto a la
realidad, pero conceptos diversos, la réplica es: Un concepto sin
contenido real es superfluo. Por lo tanto, si estos conceptos son
muchos y la realidad sólo una, parece que estos conceptos son
superfluos.
3. Es más uno lo que es uno en la realidad y en el
concepto, que uno en la realidad y múltiple en la conceptualización.
Pero Dios es uno en grado sumo. Luego parece que no es uno en la
realidad y múltiple en la conceptualización. Los
nombres dados a Dios no expresan conceptos distintos; y, así, son
sinónimos.
Contra esto: todos los sinónimos, unidos entre si, son una tautología,
como si se dice vestido traje. Por lo tanto, si todos los
nombres dados a Dios son sinónimos, congruentemente no se puede
decir Dios bueno o algo parecido. Sin embargo, está escrito en
Jer 32,18: Señor de los ejércitos, tu nombre es de gran fuerza,
inmenso, poderoso.
Respondo: Los nombres dados a
Dios no son sinónimos. Esto se entendería fácilmente si pensáramos que
tales nombres no son aplicados para negar algo o para designar su
situación de causa respecto de las criaturas, pues de este modo los
distintos conceptos corresponderían a las cosas negadas o a los
efectos afirmados. Pero, como se dijo (
a.2), estos nombres expresan la
sustancia divina, si bien imperfectamente, aunque también es evidente
que, partiendo de lo establecido (
a.1 y
2), tienen conceptualizaciones
distintas. Pues la idea expresada con un nombre es la concepción que
el entendimiento hace de la cosa expresada con tal nombre. Nuestro
entendimiento, por conocer a Dios a partir de las criaturas, para
entender a Dios se forma concepciones proporcionadas a las
perfecciones que, procedentes de Dios, encuentra en las criaturas.
Tales perfecciones preexisten en Dios en forma única y simple,
mientras que en las criaturas se reciben en forma variada y
múltiple.
Por lo tanto, así como las diversas perfecciones de las criaturas
responden a un único y simple principio, así también, a las variadas y
múltiples concepciones de nuestro entendimiento les corresponde uno
completamente simple, aun cuando sea entendido imperfectamente. De
este modo, los nombres atribuidos a Dios, aun cuando signifiquen una
realidad, sin embargo, porque expresan tal realidad con variados y
múltiples conceptos, no son sinónimos.
A las objeciones:
1. La respuesta resulta clara por
lo dicho. Porque son sinónimos los nombres que significan algo único
según un único concepto. Pues los que expresan conceptos distintos de
una realidad, en cuanto tales, no significan lo mismo; porque el
nombre no expresa la realidad a no ser a través de la concepción del
entendimiento, como se dijo anteriormente (
a.1).
2. Los conceptos expresados con
esos nombres no son vanos ni superfluos, porque su
objeto es único y simple, y ellos lo representan de forma múltiple e
imperfecta.
3. También le corresponde a la
perfecta unidad de Dios que lo que en las cosas es múltiple y
dividido, en El esté de forma simple y única. De ahí que lo que es uno
sea múltiple según los conceptos, porque nuestro entendimiento lo
concibe con la misma multiplicidad con que la realidad lo
representa.
Artículo 5:
Los nombres dados a Dios y a las criaturas, ¿son o no son dados
unívocamente a ambos?
lat
Objeciones por las que parece que los nombres dados a Dios y a las
criaturas, son dados unívocamente:
1. Todo lo equívoco se reduce a lo unívoco como lo múltiple al uno.
Pues si el nombre perro se dice equívocamente del que ladra o
del cazón, es necesario que de algunos se diga
unívocamente, por ejemplo, de los que ladran; en caso contrario se
entraría en un proceso indefinido. Se encuentran también algunos
agentes unívocos que concuerdan con el nombre y definición con sus
efectos. Ejemplo: el hombre engendra al hombre. En cambio, hay algunos
agentes equívocos, como por ejemplo, el sol causa calor, aun cuando no
es calor sino equívocamente. Así, pues, parece que el primer agente,
al que se reducen todos los agentes, sea agente unívoco. Por lo tanto,
lo que se dice de Dios y de las criaturas se dice unívocamente.
2. Entre equívocos no hay semejanza. Como quiera que entre
Dios y las criaturas hay alguna semejanza, según aquello de Gen
1,26: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, parece
que hay algo que se dice unívocamente de Dios y de las
criaturas.
3. Como se dice en X Metaphys.,
la medida es homogénea con lo medido. Pero, como se dice allí mismo,
Dios es la medida de todos los seres. Luego Dios es homogéneo con las
criaturas. Por lo tanto, hay algo que se puede decir unívocamente de
Dios y de las criaturas.
Contra esto: lo que se dice de algo con el mismo nombre, pero con
distinto sentido, se está diciendo equívocamente. Pero ningún nombre
se da a Dios con el mismo sentido con que se da a las criaturas. Pues
la sabiduría en las criaturas es una cualidad; en Dios, no. Y el
género, al variar cambia el concepto, ya que es parte de la
definición. Lo mismo puede decirse de otras cosas. Por lo tanto, lo
que se dice de Dios y de las criaturas, se dice equívocamente.
Por otra parte, más se distingue Dios de las criaturas que cualquiera
de las criaturas entre sí. Pero por la diferencia existente entre las
criaturas sucede que nada se puede decir de ellas unívocamente; al
igual que de aquellas cosas que no concuerdan en algún género. Luego
mucho menos se puede decir algo unívocamente de Dios y de las
criaturas; sino que todo deberá decirse equívocamente.
Respondo: Es imposible que algo se pueda decir
unívocamente de Dios y de las criaturas. Porque todo efecto no
proporcionado a la capacidad causal del agente, recibe la semejanza
del agente no en la misma proporción, sino deficientemente. Así, lo
que es diviso y múltiple en los efectos, en la causa es simple y
único. Ejemplo: El sol, siendo una sola energía, produce, en los seres
de aquí abajo, múltiples y variadas formas. Igualmente, como ya se
dijo (
a.4), todas las perfecciones de las cosas, que en la realidad
creada se encuentran en forma divisa y múltiple, en Dios preexisten en
forma única.
Así, pues, cuando algún nombre que se refiera a la perfección es dado
a la criatura, expresa aquella perfección como distinta por definición
de las demás cosas. Ejemplo: Cuando damos al hombre el
nombre de sabio, estamos expresando una perfección distinta de
la esencia del hombre, de su capacidad, de su mismo ser y de todo lo
demás. Pero cuando este nombre lo damos a Dios, no pretendemos
expresar algo distinto de su esencia, de su capacidad o de su ser. Y
así, cuando al hombre se le da el nombre de sabio, en cierto
modo determina y comprehende la realidad expresada. No así cuando se
lo damos a Dios, pues la realidad expresada queda como incomprehendida
y más allá de lo expresado con el nombre. Por todo lo cual se ve que
el nombre sabio no se da con el mismo sentido a Dios y al
hombre. Lo mismo cabe decir de otros nombres. De donde se concluye que
ningún nombre es dado a Dios y a las criaturas unívocamente.
Pero tampoco equívocamente, como dijeron algunos.
Pues, de ser así, partiendo de las criaturas nada de Dios podría ser
conocido ni demostrado, sino que siempre se caería en la falacia de la
equivocidad. Y esto va tanto contra los filósofos que demuestran
muchas cosas de Dios, como contra el Apóstol cuando dice en Rom
1,20: Lo invisible de Dios se hace comprensible y visible por lo
creado.
Así, pues, hay que decir que estos nombres son dados a Dios y a las
criaturas por analogía, esto es, proporcionalmente. Lo cual, en los nombres se presenta de doble manera. 1) O porque muchos guardan proporción al uno, como sano se dice tanto de la medicina como de la orina, ya que ambos guardan relación y proporción a la salud del animal, la orina como signo y la medicina como causa. 2) O porque uno guarda proporción con otro, como sano se dice de la medicina y del animal, en cuanto que la medicina es causa de la salud que hay en el animal. De este modo, algunos nombres son dados a Dios y a las criaturas analógicamente, y no simplemente de forma equívoca ni unívoca. Pues no podemos nombrar a Dios a no ser partiendo de las criaturas, como ya se dijo (a.1). Y así, todo lo que se dice de Dios y de las criaturas se dice por la relación que la criatura tiene con Dios como principio y causa, en quien preexisten de modo sublime todas las perfecciones de las cosas. Este modo de interrelación es el punto medio entre la pura equivocidad y la simple univocidad. Pues en la relación analógica no hay un solo sentido, como sucede con los nombres unívocos, ni sentidos totalmente distintos, como sucede con los equívocos; porque el nombre que analógicamente se da a muchas cosas expresa distintas proporciones; a algún determinado uno, como el nombre sano, dicho de la orina, expresa el signo de salud del animal; y dicho de la medicina, en cambio, expresa la causa de la misma salud.
A las objeciones:
1. En las atribuciones es necesario
reducir las equívocas a las unívocas; sin embargo, en las acciones, el
agente no unívoco, necesariamente precede al agente unívoco. Pues el
agente no unívoco es causa universal de toda especie, como el sol es
causa generativa de todos los hombres. El agente unívoco no es causa
agente universal de toda especie (en caso contrario sería agente de sí
mismo, puesto que está contenido en una misma especie); sino que es
causa particular de aquel individuo que participa de la especie. Así,
pues, la causa universal de toda especie no es agente unívoco. La
causa universal, además, es anterior a la particular. Este agente
universal, aun cuando no sea unívoco, sin embargo no es completamente
equívoco, porque, de serlo, no podría obrar algo semejante a sí mismo;
pero puede decirse que es agente analógico, como en las atribuciones
todos los unívocos son reducidos a un primero no unívoco, sino
análogo, que es el ser.
2. La semejanza que la criatura
tiene con respecto a Dios es imperfecta; porque no representa tampoco
lo mismo según el género, como ya se dijo (
q.4 a.3).
3. Dios no es la medida
proporcionada de lo medido. De ahí que ni sea necesario que Dios y la
criatura entren en un mismo género.
Todo lo dicho en sed cont. lleva a la conclusión de
que los nombres dados a Dios y a las criaturas no son atribuidos
unívocamente; y no porque lo sean equívocamente.
Artículo 6:
Los nombres, ¿son o no son dados a las criaturas antes que a
Dios?
lat
Objeciones por las que parece que los nombres son dados a las
criaturas antes que a Dios:
1. Conforme conocemos algo, lo nombramos; pues, según el
Filósofo, los nombres son expresiones conceptuales.
Pero conocemos lo creado antes que a Dios. Luego los nombres dados por
nosotros les corresponden a las criaturas antes que a
Dios.
2. Según Dionisio en el De Div. Nom.,
a Dios le damos nombres partiendo de las criaturas. Pero los nombres
que son trasladados de las criaturas a Dios, antes han sido dados a
las criaturas que a Dios, como león, piedra y otros. Luego
todos los nombres que son dados a Dios y a las criaturas, antes son
dados a las criaturas que a Dios.
3. Todos los nombres que son dados conjuntamente a Dios
y a las criaturas, a Dios le son dados como causa de
todo, como dice Dionisio. Pero lo que se dice de
alguien en cuanto causa, se dice consecuentemente. Ejemplo: Animal
sano se dice antes que de la medicina, que es causa de salud. Por lo
tanto, estos nombres son dados a las criaturas antes que a
Dios.
Contra esto: está lo que se dice en Ef 3,14s.: Doblo mi rodilla ante
el Padre de nuestro Señor Jesús, de quien recibe su nombre toda
paternidad en el cielo y en la tierra. Lo mismo parece que debería
decirse de otros nombres que se dan a Dios y a las criaturas. Luego
estos nombres se dan antes a Dios que a las criaturas.
Respondo: Todos los nombres que se dan a muchos
analógicamente, es necesario que todos sean dados por su referencia a
uno; y así, es necesario que tal uno entre en la definición de todos.
Y porque el concepto expresado por el nombre es la definición, como se
dice en IV
Metaphys., es necesario que aquel
nombre sea dado antes a aquello que entra en la definición de lo otro,
y después sea dado a los otros siguiendo el orden establecido por la
relación más o menos estrecha que guarden con aquél. Ejemplo:
Sano dado al animal, entra en la definición de
sano dado a
la medicina, que es llamada sana porque causa salud en el animal;
también entra en la definición de
sano dado a la orina, que es
llamada sana porque es signo de la salud del animal.
Por otra parte, todos los nombres que son dados a Dios
metafóricamente, han sido dados a las criaturas antes que a Dios;
porque dados a Dios, no indican más que las semejanzas con tales
criaturas. Ejemplo: Decir que el prado ríe, no significa más
que, cuando florece, el prado tiene el esplendor parecido al del
hombre cuando ríe. Es la semejanza de proporción. Decir que Dios es león no significa más que, en su actuar, Dios tiene tanta fuerza
que se parece a la del león. Esto da a entender que no se puede
definir el significado de los nombres dados a Dios si no se parte de
lo que significan cuando son dados a las criaturas. De los otros
nombres que son dados a Dios no metafóricamente, cabría decir lo
mismo, siempre que sólo le sean dados en sentido causal, como ya
sostuvieron algunos. Ejemplo: Si al decir Dios es
bueno, no se dijera más que Dios es causa de la bondad de la
criatura; y si este nombre bueno, dado a Dios, incluyera en
sí mismo la bondad de la criatura. De ser así, el nombre bueno
se daría a la criatura antes que a Dios. Pero quedó ya demostrado
(a.2) que estos nombres son dados a Dios no sólo en sentido causal,
sino también esencial. Pues cuando se dice Dios es bueno o sabio, no sólo se expresa que El es causa de sabiduría o de
bondad, sino que éstas preexisten en Dios en forma sublime. Por lo
tanto, según esto, hay que decir: En cuanto a la realidad expresada
por el nombre, éste es dado a Dios antes que a las criaturas, porque
tales perfecciones brotan de Dios y se depositan en las criaturas. En
cuanto al hecho de dar nombre, antes se lo damos a las criaturas, que
son lo primero que conocemos. Por tanto, la significación del nombre
les corresponde a las criaturas, como ya se dijo (a.3).
A las objeciones:
1. Tal objeción es viable en cuanto
referida al hecho de dar nombre.
2. No tienen el mismo sentido los
nombres dados a Dios metafóricamente que los otros, como se dijo.
3. Tal objeción sería viable si
los nombres fueran dados a Dios sólo en sentido causal y no esencial,
como sano dado a la medicina.
Artículo 7:
Los nombres que implican relación a las criaturas, ¿son o no son
dados a Dios partiendo del tiempo?
lat
Objeciones por las que parece que los nombres que implican relación a
las criaturas no son dados a Dios partiendo del tiempo:
1. Como suele decirse, todos estos nombres indican la sustancia
divina. Por eso Ambrosio dice que el nombre Señor es nombre de poder, que es la sustancia
divina; y Creador indica la acción de Dios, que es su esencia.
Pero la sustancia divina no es temporal, sino eterna. Luego todos
estos nombres no son dados a Dios partiendo del tiempo, sino de la
eternidad.
2. Más aún. Lo que le corresponde a algo partiendo del tiempo
puede llamarse hecho. Ejemplo: Lo que con el tiempo es blanco, se hace
blanco. Pero a Dios no le corresponde ser hecho. Luego nada se le
puede atribuir a Dios partiendo del tiempo.
3. Si algunos nombres son dados a Dios partiendo del
tiempo por la relación que tienen con las criaturas, lo mismo podría
decirse, al parecer, de todos los nombres que tienen relación con las
criaturas. Pero algunos nombres que implican relación con las
criaturas son dados a Dios partiendo de la eternidad; pues desde la
eternidad conoció y amó Dios a la criatura, según aquello de Jer
31,3: Te amé con amor eterno. Luego todos los nombres que
implican relación a las criaturas, como Señor y Creador, son
dados a Dios desde la eternidad.
4. Estos nombres indican relación. Por lo tanto, es
necesario que tal relación sea algo, o sólo en Dios, o sólo en la
criatura. Pero no es posible que esté sólo en la criatura; porque, de
ser así, a Dios se le llamaría Señor desde su contrario, que
estaría en la criatura; no obstante, nada recibe su denominación desde
su contrario. Por lo tanto, debe concluirse que la relación también es
algo en Dios. Pero en Dios nada puede haber partiendo del tiempo,
puesto que está por encima del tiempo. Luego parece que tales nombres
no son dados a Dios partiendo del tiempo.
5. Por la relación algo es llamado relativo. Ejemplo: Por
el dominio, Señor; por la blancura, blanco. Por lo tanto, si la
relación de dominio no está en Dios realmente, sino sólo
conceptualmente, hay que concluir que, realmente, Dios no es Señor. Lo
cual es evidentemente falso.
6. Las realidades relacionadas entre sí y que no se dan
juntas, una puede existir y la otra no. Ejemplo: Existe lo que puede
ser conocido, aunque no se tenga su conocimiento, como se dice en Praedicamentis. Pero las relaciones existentes
entre Dios y las criaturas no se dan juntas. Luego algo de Dios puede
ser dicho referido a la criatura aunque no exista. De este modo,
nombres como Señor y Creador son dados a Dios partiendo
de la eternidad, no del tiempo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en V De Trin.: Llamar a Dios Señor es una denominación que le corresponde partiendo del tiempo.
Respondo: Algunos nombres que implican relación
a la criatura, son dados a Dios partiendo del tiempo y no de la
eternidad. Para entenderlo, conviene saber que algunos
sostuvieron que la relación no es una realidad natural, sino sólo
conceptual. Lo cual resulta ser falso, pues las mismas cosas tienen
relación y guardan un orden entre sí. Sin embargo, hay que tener
presente que, como quiera que la relación requiere dos extremos, cabe
una triple consideración sobre su realidad natural y conceptual. Puede
suceder que cada uno de los extremos sea sólo conceptual; esto es así
cuando el orden o relación entre algunos no se da más que por
aprehensión conceptual. Ejemplo:
Lo mismo es igual a lo mismo.
Pues el entendimiento, al aprehender algo dos veces, establece aquel
algo como dos; y de este modo concibe la relación de lo mismo consigo
mismo. Algo parecido sucede en todas las relaciones que se dan entre
el ser y el no ser; pues el entendimiento hace las relaciones cuando
aprehende el no ser como uno de los extremos. Lo mismo sucede con
todas las relaciones derivadas del acto del entendimiento, como
género, especie y similares.
En cambio, otras relaciones, atendiendo a los extremos, son realidad
natural; a saber, cuando dos cosas se relacionan entre sí por algo que
realmente se encuentra en una y otra. Ejemplo: Todas las relaciones
derivadas de la cantidad, como grande y pequeño, doble y mitad y
similares; pues la cantidad está en cada uno de los extremos. Algo
parecido puede decirse de las relaciones derivadas
de la acción y de la pasión, como motivo y móvil, padre e hijo, y
similares.
Otras veces sucede que la relación en uno de los extremos es una
realidad natural, y en el otro sólo conceptual. Esto se da cuando los
dos extremos no son de un solo orden. Ejemplo: El sentido y el
entendimiento están referidos a lo sensible y a lo cognoscible, los
cuales, por ser realidades que se dan en el ser natural, están fuera
del orden del ser sensible y de lo inteligible. De este modo, entre el
entendimiento y el sentido hay una relación real en cuanto que están
ordenados a conocer y sentir las cosas. Pero tales cosas, consideradas
en sí mismas, están fuera de dicho orden. Por lo tanto, en las cosas
no existe ninguna relación natural con el entendimiento y el sentido;
sino sólo relación conceptual, en cuanto que el entendimiento las
aprehende como términos de la relación del entendimiento y del
sentido. Por eso, el Filósofo en V Methaphys.
dice que no son llamadas relativas porque vayan referidas a otras,
sino porque otras van referidas a ellas mismas. Así, derecho no
se dice de una columna, sino en cuanto que se coloca a la derecha del
animal; de ahí que la relación no se dé realmente en la columna, sino
en el animal.
Así, pues, como quiera que Dios está fuera de todo orden de las
criaturas, y todas las criaturas están ordenadas a El mismo, y no lo
contrario, es evidente que las criaturas están referidas realmente al
mismo Dios; pero en Dios no hay ninguna relación natural de El con las
criaturas, sino sólo conceptual, en cuanto que las criaturas están
orientadas a El mismo. Y así, nada impide que los nombres que implican
relación a las criaturas sean atribuidos a Dios partiendo del tiempo;
y no porque en El haya algún cambio, sino por lo variable de la
criatura; como la columna hace la derecha del animal, no porque en
ella haya habido un cambio, sino porque allí se ha colocado el
animal.
A las objeciones:
1. Hay algunos nombres relativos,
como Señor, siervo, padre, hijo y similares, que se dan para
indicar las relaciones existentes. Se les denomina relativos al
ser. Otro, en cambio, como motor y móvil, regente y regido
y similares, se dan para indicar cosas de las que se derivan algunas
relaciones. Se les denomina relativos al expresar. Esta
diferencia debe ser tenida en cuenta al tratar de los nombres divinos.
Pues algunos, como Señor, indican la misma relación con la
criatura. Y así, no indican directamente la sustancia divina, sino
sólo de forma indirecta, en cuanto que la presuponen; como el dominio
presupone el poder, que es la sustancia divina. Otros, en cambio,
indican directamente la sustancia divina; y, consecuentemente,
implican relación. Salvador, Creador, y similares, indican la
acción de Dios, que es su esencia. Sin embargo, ambos nombres son
dados a Dios partiendo del tiempo por la relación que, principal y
derivadamente, conllevan. Y no porque indiquen, directa o
indirectamente, la esencia.
2. Como quiera que las relaciones
dadas a Dios partiendo del tiempo no están en Dios sino de forma
conceptual, así, hacerse o ser hecho no se dice de Dios más que
conceptualmente, sin que en El se dé cambio alguno. Dice el Sal
89,1: Señor, te has hecho un refugio para nosotros.
3. La acción del entendimiento y
de la voluntad está en el agente. Y así, los nombres que indican
relaciones derivadas de la acción del entendimiento o de la voluntad
son dados a Dios partiendo de la eternidad. En cambio, los derivados
de las acciones que, según nuestro modo de entender, se concretan en
efectos, como Salvador, Creador y similares, son dados a Dios
partiendo del tiempo.
4. Las relaciones indicadas por los
nombres que son dados a Dios partiendo del tiempo, en Dios están sólo
conceptualmente; en las criaturas, las relaciones opuestas a aquellas
están realmente. No hay inconveniente en dar nombres a Dios partiendo
de las relaciones que naturalmente se dan en la realidad; sin embargo,
sólo en cuanto que nuestro entendimiento las capta como relaciones
opuestas a Dios. Como se dice que Dios está relacionado con la criatura, porque la criatura está orientada a Dios, es lo mismo que dice el Filósofo en V Metaphys. de lo cognoscible, que está relacionado porque el entendimiento está orientado a él.
5. Al considerar que Dios está
referido a la criatura en el sentido que la criatura está orientada a
Dios, como quiera que la relación de dependencia es real en la
criatura, se sigue que Dios es Señor no sólo conceptualmente, sino
realmente. Pues se le llama Señor en el mismo sentido en el que la
criatura le está sometida.
6. Para saber si los relativos se
dan juntos o no, no es necesario tener presente el orden de las cosas
a las que se les aplica tales relativos, sino los significados de los
mismos relativos. Pues si uno en su concepto encierra al otro, y
viceversa, entonces se dan juntos, como doble y mitad, padre e hijo y
similares. En este sentido hay que considerar el entendimiento y lo
cognoscible. Pues lo cognoscible encierra potencialidad; el
entendimiento, hábito o acto. De ahí que lo cognoscible, por su mismo
significado, exista antes que el entendimiento. Pero, si se toma como
acto lo cognoscible, entonces se da como acto junto con el
entendimiento; pues lo conocido no es nada si no se le conoce. Así,
pues, aun cuando Dios sea anterior a las criaturas, sin embargo,
porque el significado de Señor incluye que tenga siervo, y viceversa,
estos dos relativos, Señor y siervo, se dan juntos. Por lo tanto, Dios
no fue Señor antes de tener a la criatura dependiente de
El.
Artículo 8:
El nombre Dios, ¿indica o no indica naturaleza?
lat
Objeciones por las que parece que el nombre Dios no indica
naturaleza:
1. Dice el Damasceno en el l.1 que Dios viene
de a theein, que significa acudir, para
sostenerlo todo; o de aethein, esto es, arder (Pues nuestro
Dios es fuego que consume toda maldad); o de theasthai, esto es,
tenerlo presente todo. Pero todo esto va referido a su acción.
Luego el nombre Dios indica operación, no naturaleza.
2. Damos nombre a algo en cuanto que lo conocemos. Pero la
naturaleza divina nos es desconocida. Luego el nombre Dios no
indica naturaleza divina.
Contra esto: está lo que dice Ambrosio en el 1.1 De
Fide: El nombre Dios indica
naturaleza.
Respondo: No es lo mismo el origen de un nombre
y su significado, que el significado que luego se le da. Pues así como
conocemos la sustancia de una cosa por sus propiedades u operaciones,
así también denominamos la sustancia de una cosa por alguna propiedad
u operación suya. Ejemplo: La sustancia de la piedra la denominamos
por alguna acción suya, como que lastima el pie. Sin embargo, el
nombre lo damos no para indicar la acción, sino la sustancia de la
piedra. En cambio, hay cosas, como el calor, el frío, la blancura y
otros, que, por conocerlas en cuanto tales, no los indicamos por
otros. En estos casos, el significado original y el significado que se
le da es el mismo. Así, pues, porque Dios no nos es conocido por su
naturaleza, sino que lo intuimos por sus operaciones o efectos, a
partir de ellos podemos nombrarle, como ya se dijo (
a.1). De ahí que
el nombre
Dios, en cuanto a su origen, indica operación. Pues
se le da este nombre por la providencia universal, ya que todos
cuantos hablan de Dios, al nombrar a Dios, intentan expresar que tiene
providencia de todas las cosas. Por eso dice Dionisio en el c.12
De
Div. Nom.:
La deidad es la que lo ve todo con
perfecta providencia y bondad. Por lo tanto, el nombre Dios tomado
de esta operación, se le da para indicar la naturaleza
divina.
A las objeciones:
1. Todo lo que dice el
Damasceno va referido a la providencia, y para
indicarle se le da el nombre Dios.
2. En la medida en que podemos
conocer la naturaleza de alguna cosa por sus propiedades y efectos,
así podemos indicarla con el nombre. Así, porque podemos conocer la
sustancia de la piedra en sí misma por su propiedad, conociendo qué es
la piedra, el nombre
piedra indica la naturaleza de la piedra
en cuanto tal; puesto que expresa la definición de piedra por la que
conocemos qué es la piedra. Pues el concepto que expresa el nombre es
la definición, como se dice en IV
Metaphys. Pero
por los efectos divinos no podemos conocer la naturaleza divina tal
como es en sí misma, esto es, que sepamos de ella
qué es; sino
sólo por vía de eminencia, de causalidad y de negación, como ya se
dijo (
q.12 a.12). Es así como el nombre
Dios indica la
naturaleza divina. Pues este nombre ha sido dado para indicar algo que
está por encima de todo lo que existe, que es principio de todo y que
está alejado de todo. Esto es lo que intentan expresar quienes dan
nombre a Dios.
Artículo 9:
El nombre Dios, ¿es o no es comunicable?
lat
Objeciones por las que parece que el nombre Dios es
comunicable:
1. A quien se le comunica lo significado por el nombre, también se le
comunica el nombre. Pero, como se dijo (
a.8), el nombre
Dios
indica la naturaleza divina, que es comunicable a otros, según aquello
de 2 Pe 1,4:
Nos hizo promesas grandes y preciosas para que
participemos de la naturaleza divina. Luego el nombre
Dios
es comunicable.
2. Sólo los nombres propios no son comunicables. Pero el
nombre Dios no es nombre propio, sino apelativo, hecho este que
resulta evidente por aquello del Sal 81,6: Yo dije: Sois
dioses. Luego el nombre Dios es comunicable.
3. Como se dijo (
a.8), el nombre
Dios se da por
la operación. Pero todos los otros nombres que se dan a Dios por las
operaciones o por los efectos, como bueno, sabio y otros, son
comunicables. Luego el nombre
Dios es comunicable.
Contra esto: está lo que se dice en Sab 14,21: El incomunicable
nombre se lo dieron a maderos y piedras. Está hablando del nombre
de la deidad. Luego el nombre Dios es nombre
incomunicable.
Respondo: Un nombre puede ser comunicable de
dos maneras:
Una, propiamente;
otra, por semejanza. Un
nombre es comunicable propiamente cuando toda la significación del
nombre es comunicable a muchos. Es comunicable por semejanza, cuando
algo de muchos está incluido en la significación del nombre. Ejemplo:
El nombre
león es comunicable propiamente a todos aquellos en
quienes se encuentra la naturaleza indicada con el nombre
león.
Es comunicable por semejanza a aquellos que tienen algo de leonino,
como la audacia o la fuerza, los cuales, metafóricamente, son
llamados
leones.
Para saber qué nombres son comunicables propiamente, hay que tener
presente que toda forma presente en un supuesto por el que queda
individualizado, es común a muchos realmente o, al menos,
conceptualmente. Ejemplo: La naturaleza humana es
común a muchos real y conceptualmente; en cambio, la naturaleza solar
no es común a muchos realmente, sino sólo conceptualmente, pues la
naturaleza solar puede ser entendida como existente en muchos
supuestos. Esto es así porque el entendimiento comprende la naturaleza
de cualquier especie por la abstracción que hace de lo singular; de
ahí que, existir en un supuesto o en muchos, está fuera del concepto
de naturaleza de la especie; por eso, manteniendo el concepto de la
especie, puede ser entendido como existente en muchos. Pero el
singular, por lo mismo que es singular, se diferencia de todos los
demás. Por lo tanto, todo nombre dado para indicar algún singular, es
incomunicable tanto real como conceptualmente; pues la pluralidad de
un individuo ni siquiera puede entrar en la aprehensión. Por eso,
ningún nombre que indique a un individuo puede ser comunicable a
muchos propiamente, sino sólo por semejanza. Ejemplo: Metafóricamente,
alguien puede ser llamado Aquiles, por tener alguna de las
características de Aquiles, como la fuerza.
Por otra parte, las formas que no se individualizan por algún
supósito, sino que lo hacen por sí mismas (como las formas
subsistentes), si fueran entendidas tal como son en sí mismas, no
serían comunicables ni real ni conceptualmente; quizá lo fueran por
semejanza, tal como se ha dicho de los individuos. Pero, porque no
podemos entender las formas simples tal como son en sí mismas, sino
que las entendemos como los compuestos cuyas formas se dan en la
materia, así también, como ya se dijo (a.1 ad 2), les damos nombres
concretos que indican la naturaleza presente en algún supuesto. Por lo
tanto, en lo referente al concepto de los nombres, usamos el mismo
concepto para los nombres que damos para indicar las naturalezas de
los compuestos y para los nombres que damos para indicar las
naturalezas simples subsistentes.
Por lo tanto, como quiera que el nombre Dios es dado para
indicar la naturaleza divina, como se dijo (a.8), y como quiera que la
naturaleza divina no es multiplicable, como quedó demostrado (q.11 a.3), se sigue que el nombre Dios es incomunicable en su contenido,
pero comunicable con el pensamiento; del mismo modo que el nombre Sol
sería comunicable con el pensamiento poniendo muchos soles. Así, dice
Gál 4,8: Rendíais culto a quienes no eran, por su naturaleza,
dioses. Glosa: no son dioses por naturaleza,
sino por el pensamiento humano.
No obstante, el nombre Dios es comunicable si bien no en toda su
significación, sino sólo en parte, por semejanza. Como son llamados
dioses quienes participan por semejanza de algo divino, según aquello
del Sal 81,6: Yo dije: dioses sois.
Por lo demás, si hubiera algún nombre dado a Dios para indicar no la
naturaleza, sino el supuesto, queriendo decir: éste, dicho
nombre sería totalmente incomunicable: como quizá ocurre con el
nombre Tetragrammaton para los Hebreos. Algo parecido si
alguien diera nombre al Sol indicando su individualidad.
A las objeciones:
1. La naturaleza divina no es
comunicable, a no ser por la participación de semejanza.
2. El nombre Dios es apelativo y no propio, porque indica la
naturaleza divina como presente en alguien; aun cuando el mismo Dios
realmente no sea ni universal ni particular. Pues los nombres no
siguen al modo de ser presente en las cosas, sino al modo de ser
presente en nuestro conocimiento. Y, sin embargo, según la verdad
real, es incomunicable, por lo mismo que se ha dicho del nombre sol.
3. Nombres como bueno, sabio y
similares son dados por las perfecciones que, procedentes de Dios,
están en las criaturas; sin embargo, no son dados para indicar la
naturaleza divina, sino para indicar absolutamente las mismas
perfecciones. Y así, también por la verdad real son comunicables a
muchos. Pero el nombre Dios es dado desde la acción propia de
Dios, que continuamente experimentamos, para indicar la naturaleza
divina.
Artículo 10:
El nombre Dios, ¿es o no es por participación, naturaleza y opinión
dado a Dios unívocamente?
lat
Objeciones por las que parece que el nombre Dios, por
participación, naturaleza y opinión es dado a Dios
unívocamente:
1. Donde hay una significación diversa no hay contradicción del que
afirma o del que niega; pues la equivocidad impide la contradicción.
Pero el católico que dice: El ídolo no es Dios, contradice al
pagano que dice: el ídolo es Dios. Luego en ambos casos el
nombre Dios es dado unívocamente.
2. Como el ídolo es Dios según la opinión y no según la
verdad, así también al placer del deleite carnal se le llama felicidad
según la opinión y no según la verdad. Pero el nombre felicidad
se da unívocamente tanto a la felicidad opinada como a la felicidad
verdadera. Luego el nombre Dios es dado unívocamente tanto al
Dios verdadero como, al Dios opinado.
3. Unívocos son aquellos incluidos en un solo concepto.
Pero el católico, cuando dice que Dios es uno, con el nombre de Dios
indica algo omnipotente y digno de ser venerado por encima de todo.
Esto mismo entiende el pagano cuando dice que el ídolo es Dios. Luego
en ambos casos el nombre Dios es dado unívocamente.
Contra esto: como se dice en I
Periherm., lo que
está en el entendimiento es imagen de lo que está en la realidad. Pero
el nombre
animal, dado al animal real y al animal pintado,
tiene sentido equívoco. Luego el nombre
Dios, dado al Dios
verdadero y al Dios opinado, tiene sentido equívoco.
Más aún, nadie puede indicar lo que no conoce; pero el pagano no
conoce la naturaleza divina; luego, cuando dice: el ídolo es
Dios, no indica la verdadera deidad. Esta la indica el católico
que dice que no hay más que un Dios. Luego el nombre Dios no es
dado unívocamente, sino equívocamente, al Dios verdadero y al Dios
opinado.
Respondo: El nombre
Dios, en las tres
acepciones indicadas, no se toma en sentido unívoco o equívoco, sino
análogo. Es evidente por lo siguiente. Porque los unívocos tienen
completamente el mismo concepto; en los equívocos, completamente
diverso; en los análogos, en cambio, es necesario que el nombre tomado
con una significación se mantenga en su definición aunque sea tomado
con otros significados. Como
ser dicho de la sustancia, se
mantiene en su definición de ser cuando se dice del accidente; y
sano dicho del animal se mantiene en la definición de sano cuando
se dice de la orina y de la medicina, pues cuando se habla de la salud
del animal, la orina indica salud; la medicina, causa.
Así sucede en el caso que estamos tratando. Pues el nombre Dios dado al Dios verdadero entra en el concepto de Dios cuando se
da a Dios por opinión o por participación. Pues cuando a alguien le
llamamos Dios por participación, con el nombre Dios entendemos algo
que tiene semejanza con el Dios verdadero. Parecidamente, cuando al
ídolo lo llamamos Dios, con el nombre Dios entendemos que se indica
algo que algunos opinan que es Dios. Así resulta evidente que, aun
cuando la significación sea variada, uno de sus significados está
incluido en los demás. Por lo tanto, también es evidente que se da en
sentido analógico.
A las objeciones:
1. La multiplicidad de nombres no
depende de su aplicación, sino de su significado, pues hombre,
se dé a quien se dé, tanto de forma auténtica como falsa, se da en un
solo sentido. Pero tendría sentido múltiple si por hombre intentáramos
exponer cosas distintas. Ejemplo: Si uno, con hombre quisiera
indicar lo que es verdaderamente hombre, y otro, con el mismo nombre,
quisiera indicar lo que es un piedra o cualquier otra cosa. Así,
resulta claro que el católico, al decir que el ídolo no es Dios,
contradice al pagano que lo afirma; porque ambos usan el nombre Dios para indicar al verdadero Dios. Pues cuando el pagano dice
que el ídolo es Dios no usa el nombre en el sentido de un Dios
opinable; pues en tal caso hablaría correctamente,
como también los católicos lo usan en este sentido como, por ejemplo,
al decir: Todos los dioses de los paganos son demonios (Sal
95,5).
2-3. Se puede
responder algo parecido. Pues aquellos argumentos se centran en la
diversa aplicación del nombre y no en el diverso significado.
4. Animal, dicho del animal real y
del animal pintado, no tiene simplemente sentido equívoco; sino que el
Filósofo toma los equívocos en sentido amplio, en
cuanto que incluyen los análogos. Porque ser, que es análogo, a
veces se aplica equívocamente a diversos predicamentos.
5. Ni el católico ni el pagano
conocen la naturaleza de Dios en sí misma; pero cada uno la conoce por
alguna razón de causalidad, de excelencia o de remoción, como se dijo
(
q.12 a.12). Por eso, el pagano, al decir que el
ídolo es Dios,
puede tomar el nombre
Dios con el mismo significado que el
católico cuando dice que
el ídolo no es Dios. Pero si hubiera
alguien que no conociera a Dios bajo ningún aspecto, no lo nombraría,
a no ser, tal vez, que lo nombrara como nosotros pronunciamos nombres
cuyo significado desconocemos.
Artículo 11:
El nombre «El que es», ¿es o no es en grado sumo el nombre propio de
Dios?
lat
Objeciones por las que parece que el nombre «El que es» no es
en grado sumo el nombre propio de Dios:
1. Como se dijo (
a.9), el nombre de
Dios es incomunicable.
Pero este nombre
El que es no es nombre incomunicable. Luego
este nombre
El que es no es en grado sumo el nombre propio de
Dios.
2. Dionisio en el c.3 De Div. Nom.
dice: La palabra bien manifiesta todo lo que proviene de Dios.
Esto le corresponde en grado sumo a Dios, que es principio universal
de todas las cosas. Luego el nombre bueno y no El que es
es en grado sumo el nombre propio de Dios.
3. Todo nombre divino parece que conlleva relación a las
criaturas, pues Dios no nos es conocido más que a través de las
criaturas. Pero el nombre El que es no conlleva ninguna
relación con las criaturas. Luego el nombre El que es no es en
grado sumo el nombre propio de Dios.
Contra esto: está lo escrito en Ex 3,13s, cuando Moisés dice: Si me
preguntan ¿cuál es tu nombre?, ¿qué les respondo?, el Señor le
contesta: Les responderás: EL QUE ES me envía a vosotros. Luego
el nombre El que es es en grado sumo el nombre propio de
Dios.
Respondo: Tres razones explican por qué
El
que es es en grado sumo el nombre propio de Dios. 1) Por su
significado. Pues no significa alguna forma, sino el mismo ser. De ahí
que, como el ser de Dios es su misma esencia y esto no le corresponde
a nadie más, como ya quedó demostrado (
q.3 a.4), es evidente que,
entre todos los otros nombres, éste es el que en grado sumo
propiamente indica a Dios, pues todo es designado por su forma. 2)
Por su universalidad. Pues todos los otros nombres o son menos
comunes, o, si le son equivalentes, sin embargo le añaden algún
concepto por el que, en cierto modo, lo informan y determinan. Además,
en esta vida nuestro entendimiento no puede conocer la esencia de
Dios en sí misma, sino que, aun cuando exprese lo que entiende de
Dios, nunca expresará todo lo que Dios es en sí mismo.
Y así, cuando algunos nombres son menos determinados y más comunes y
absolutos, tanto más propiamente son dados a Dios por nosotros. Por
eso dice el Damasceno:
Entre todos los nombres que
se dan a Dios, el principal es El que es; pues este nombre todo lo
abarca, e incluye al mismo ser como un piélago infinito de
inabarcable sustancia. Pues cualquier otro nombre determina de
algún modo la sustancia de la cosa; pero este nombre
El que es
no determina ningún modo de ser, sino que va referido a todos; por eso
lo llama
piélago infinito de sustancia. 3)
Por el contenido
de su significado. Pues significa existir en presente. Y eso en
grado sumo propiamente se dice de Dios, cuyo existir no conoce el
pasado ni el futuro, como dice Agustín en el V
De
Trin.
A las objeciones:
1. El que es es el nombre de Dios
más propio que el nombre Dios, tanto en cuanto a su origen,
esto es, el ser, como a su significado y al contenido de su
significado, como ya se dijo. Pero en cuanto a lo que se quiere
indicar, es más propio el nombre Dios, pues se da para indicar
la naturaleza divina. Y todavía más propio es el nombre Tetragrammaton que se da para indicar la misma
sustancia incomunicable o, si se puede decir así, singular, de
Dios.
2. El nombre bueno es el
principal nombre de Dios en cuanto causa, sin embargo, no en sentido
absoluto, pues en sentido absoluto el ser es entendido como anterior a
la causa.
3. No es necesario que todos los
nombres divinos conlleven relación a las criaturas; basta con que sean
dados partiendo de algunas perfecciones que, provenientes de Dios,
están en las criaturas. Y entre todas las perfecciones, la primera, de
la que se toma el nombre El que es, es el mismo
ser.
Artículo 12:
¿Pueden o no pueden formarse proposiciones afirmativas de
Dios?
lat
Objeciones por las que parece que no pueden formarse proposiciones
afirmativas de Dios:
1. Dice Dionisio en el c.2 De Cael. Hier.: Las negaciones sobre Dios son verdaderas; las afirmaciones, poco
consistentes.
2. Boecio, en el libro
De Trin.,
dice:
La forma simple no puede ser sujeto. Pero Dios es en
grado sumo forma simple, como se demostró (
q.3 a.7). Luego no puede
ser sujeto. Pero todo aquello de lo que se hace una proposición
afirmativa es tenido como sujeto. Luego no pueden formarse
proposiciones afirmativas de Dios.
3. Es falso todo entendimiento que entiende una cosa de
manera distinta a lo que es. Pero Dios tiene el ser sin composición,
como se probó (
q.3 a.7). Así, pues, como quiera que todo entendimiento
afirmativo entiende algo con composición, parece que no pueden
formarse verdaderamente proposiciones afirmativas de
Dios.
Contra esto: está el hecho de que lo falso no es contenido de fe. Pero
hay algunas proposiciones afirmativas que sí son contenido de fe, como
que Dios es trino y uno, y omnipotente. Luego verdaderamente pueden
formarse proposiciones afirmativas de Dios.
Respondo: Verdaderamente pueden formarse
proposiciones afirmativas de Dios. Para demostrarlo, hay que tener
presente que, en cualquier proposición afirmativa verdadera, es
necesario que el predicado y el sujeto signifiquen de algún modo lo
mismo realmente, y distinto conceptualmente. Y esto resulta evidente
tanto en las proposiciones de predicado accidental como en las de
predicado sustancial. Es evidente que hombre y blanco son lo
mismo en el sujeto, y se distinguen conceptualmente;
pues uno es el concepto de hombre y otro el de blanco. Algo parecido
sucede cuando digo
el hombre es animal, pues aquello mismo que
es hombre, verdaderamente es animal; pues en el mismo supuesto está la
naturaleza sensible por la que es animal y la naturaleza racional por
la que es hombre. Por eso, aquí también el predicado y el sujeto son
lo mismo en el supuesto, pero la conceptualización es distinta. En las
proposiciones en las cuales se afirma lo mismo de lo mismo, de algún
modo se encuentra lo dicho, pues el entendimiento traslada al supuesto
lo que hay en el sujeto; y lo que hay en el predicado lo traslada a la
naturaleza de la forma presente en el supuesto, por lo que se dice:
Los predicados se consideran formalmente; los sujetos,
materialmente. A esta diversidad, que es conceptual, se debe la
pluralidad de predicados y sujeto; su identidad, el entendimiento la
expresa uniéndolos.
Dios, considerado en sí mismo, es completamente uno y simple; y, sin
embargo, nuestro entendimiento, al no poder ver lo que es El en sí
mismo, lo conoce con diversas conceptualizaciones. No obstante, aun
cuando lo conozca con diversas conceptualizaciones, le corresponde
absolutamente una única y misma realidad. Por lo tanto, esta
pluralidad, que es conceptual, el entendimiento la representa mediante
la pluralidad de predicado y de sujeto; la unidad la representa
uniéndolos.
A las objeciones:
1. Dionisio dice que
las afirmaciones sobre Dios son poco consistentes o
incongruentes, según otra versión, porque ningún nombre, como ya
se dijo (
a.3), puede expresar lo que Dios es.
2. Nuestro entendimiento no puede
aprehender las formas simples subsistentes tal como son en sí mismas.
Pero las aprehende tal como lo hace con los compuestos, en los cuales
hay algo que sustenta y algo que las constituye. Y así, aprehende la
forma simple como sujeto y le atribuye algo.
3. La proposición: Es falso
todo entendimiento que entiende una cosa de manera distinta a lo que
es, incluye un doble aspecto: Si el adverbio de manera
distinta puede determinar el verbo entiende por parte de lo
entendido, o por parte del que entiende. Si es por parte de lo
entendido, la proposición es verdadera, siendo su sentido el
siguiente: Es falso todo entendimiento que entiende que una cosa es
distinta a lo que es. Pero en nuestro caso no interesa ese aspecto,
porque nuestro entendimiento, formando una proposición sobre Dios, no
dice que El sea compuesto, sino simple. Y si es por parte del que
entiende, la proposición es falsa. Pues la situación del entendimiento
entendiendo es distinta a la de la cosa siendo. Ya que es evidente que
nuestro entendimiento conoce las cosas materiales inferiores a él de
modo inmaterial, no porque piense que son inmateriales, sino porque su
modo de entender es inmaterial. De forma parecida, cuando entiende las
cosas simples superiores a él, las entiende según su propio modo, esto
es, compuesto; y, sin embargo, no las entiende como si fueran
compuestas. Por lo tanto, no es falso nuestro entendimiento cuando
hace proposiciones compuestas sobre Dios.