Artículo 1:
En Dios, ¿hay o no hay voluntad?
lat
Objeciones por las que parece que en Dios no hay voluntad:
1. El objeto de la voluntad es el fin y el bien. Pero a Dios no se le
puede fijar ningún fin. Luego en Dios no hay voluntad.
2. La voluntad es un determinado apetito. Pero el apetito,
al tender a lo que no tiene, manifiesta imperfección, algo que en Dios
no existe. Luego en Dios no hay voluntad.
3. Según el Filósofo en III De Anima, la voluntad es un motor movido. Pero, como se
demuestra en VIII Physic., Dios es el primer
motor inmóvil. Luego en Dios no hay
voluntad.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 12,2: Para que
experimentéis cuál es la voluntad de Dios.
Respondo: En Dios hay voluntad como hay
entendimiento. Pues la voluntad sigue al entendimiento.
Pues así como una cosa natural tiene ser por su forma, así también el
entendimiento está en acto por su forma inteligible. Cualquier cosa
está tan relacionada con su forma natural que, cuando no la tiene,
tiende a ella; y cuando la tiene, descansa en ella. Lo mismo cabe
decir de cualquier perfección natural, que es un bien natural. En los
seres carentes de conocimiento, esta tendencia al bien se llama
apetito natural. Por eso, la naturaleza intelectual tiene una
tendencia similar al bien aprehendido por la forma inteligible. Esto
es, cuando tiene el bien, en él descansa; cuando no lo tiene, lo
busca. Y ambos pertenecen a la voluntad. Por eso, en cualquier ser con
entendimiento hay voluntad, como en cualquier ser con sentidos hay
apetito animal. De este modo, es necesario que en Dios haya voluntad,
ya que en Él hay entendimiento. Y como su conocer es su ser, también
es su querer.
A las objeciones:
1. Aun cuando nada
fuera de Dios sea el fin de Dios, sin embargo, El mismo es el fin con
respecto a todo lo hecho por El. Y esto es así por su esencia, pues,
como ya se demostró (
q.6 a.3), por su esencia es bueno; y el fin tiene
razón de bien.
2. En nosotros la voluntad
pertenece a la parte apetitiva; la cual, aun cuando reciba su nombre
de apetecer, sin embargo, no sólo tiene este acto, es decir, que
apetezca lo que no tiene, sino también que ame lo que tiene y se
deleite en ello. Y así es como se dice que hay voluntad en Dios; la
cual siempre tiene el bien, que es su objeto, ya que, como se dijo (ad 1), en nada es distinto a El por su esencia.
3. La voluntad, cuyo objeto
principal es el bien que está fuera de ella, es necesario que sea
movida por algo. Pero el objeto de la voluntad divina es su bondad,
que es su esencia. Por eso, como la voluntad de Dios es su esencia, no
es movida por algo distinto a El, sino sólo por El mismo, en el mismo
sentido en que se llama movimiento al conocer y al querer. Por eso
también, Platón dijo que el primer motor se mueve a sí
mismo.
Artículo 2:
¿Quiere o no quiere Dios lo distinto a El?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no quiere lo distinto a
Él:
1. El querer divino es su ser. Pero Dios no es distinto a sí mismo.
Luego no quiere lo distinto a El.
2. Lo querido mueve la voluntad como lo apetecible mueve el
apetito, como se dice en III De Anima. Por lo
tanto, si Dios quisiera algo distinto a El, su voluntad estaría movida
por algún otro. Esto es imposible.
3. Cuando lo querido colma la voluntad, ésta no busca
nada más que aquello. Pero la bondad colma a Dios, también su
voluntad. Luego Dios no quiere algo distinto a El.
4. El acto de voluntad se multiplica según lo querido.
Por lo tanto, si Dios quisiera lo distinto a El, se seguiría que el
acto de su voluntad sería múltiple. Consecuentemente, también lo sería
su ser, que es su querer. Esto es imposible. Luego no quiere lo
distinto a El.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en 1 Tes 4,3: Esta es la
voluntad de Dios: vuestra santificación.
Respondo: Dios no sólo se quiere, sino que
también quiere lo distinto a El. Esto resulta claro por la comparación
que antes se puso (
a.1). Pues una cosa natural no sólo tiene
inclinación natural con respecto al propio bien, para conseguirlo si
no lo tiene y para descansar en él si lo tiene; sino para difundir el
propio bien en otros en la medida de lo posible. Por lo
cual, vemos que todo agente, en cuanto está en acto y es perfecto,
hace lo semejante a él. Por eso, en la razón de voluntad entra que
el bien poseído se comunique a los demás en la medida
de lo posible. De modo especial esto le corresponde a la voluntad
divina, de la cual deriva, por semejanza, toda perfección. Por lo
tanto, si las cosas naturales, en cuanto que sean perfectas, comunican
su propio bien a las demás, a la voluntad divina le corresponderá
mucho más que comunique su propio bien a los demás en la medida de lo
posible. Así, pues, quiere su ser y a los otros. Pero a sí mismo como
fin, a los otros como orientados al fin en cuanto que les concede
participar de la bondad divina.
A las objeciones:
1. Aun cuando el querer divino sea
en realidad su mismo ser, sin embargo entran en razones distintas,
según el modo de conocer y expresar, como queda claro por lo dicho
anteriormente (
q.13 a.4). Pues cuando digo:
Dios existe, no
implico relación con nada; en cambio, sí la implica el decir:
Dios
quiere. Por eso, aun cuando no sea algo distinto a sí mismo, sin
embargo sí quiere lo distinto a El.
2. En lo que queremos por razón
del fin, la razón de moverse es el fin. Esto es lo que mueve la
voluntad. Y esto sucede en grado sumo en lo que queremos sólo por
razón del fin. Ejemplo: Quien quiere beber una medicina amarga, en
ella no quiere más que la salud; y sólo eso mueve la voluntad. Lo
contrario sucede en quien bebe una medicina dulce, que lo hace no sólo
por la salud, sino también porque encuentra algún gusto en ello. Por
lo tanto, como Dios no quiere lo distinto a sí más que por el fin que
representa su bondad, como se dijo, no puede deducirse que
algún otro, a no ser su propia bondad, mueva su voluntad. De este
modo, así como conociendo su propia esencia conoce lo distinto a El,
así también, queriendo su propia voluntad, quiere lo
distinto a El.
3. Del hecho de que su bondad
colme su voluntad, no se sigue que no quiera lo distinto a El; sino
que no quiere nada más que por razón de su bondad. Como también el
entendimiento divino, aun cuando sea perfecto porque conoce su propia
esencia, sin embargo, en ella conoce lo demás.
4. Así como el conocer divino no es
más que uno, porque no contempla muchas cosas más que en un único
conocer, así también el querer divino es uno y simple porque no quiere
muchas cosas más que por una sola y única: su bondad.
Artículo 3:
Lo que Dios quiere, ¿lo quiere o no lo quiere por
necesidad?
lat
Objeciones por las que parece que lo que Dios quiere lo quiere por
necesidad:
1. Todo lo eterno es necesario. Pero todo lo que Dios quiere, lo
quiere desde la eternidad; de lo contrario, su voluntad sería
cambiable. Luego todo lo que quiere lo quiere por necesidad.
2. Dios quiere lo distinto a El en cuanto que quiere su
bondad. Pero Dios quiere su bondad por necesidad. Luego lo distinto a
El lo quiere por necesidad.
3. Todo lo que en Dios es natural, es necesario; porque
Dios es, en cuanto tal, el ser necesario y principio de toda
necesidad, como quedó demostrado (
q.2 a.3). Pero natural en El es
querer todo lo que quiere; porque en Dios nada hay que no sea su
propia naturaleza, como se dice en V
Metaphys.
Luego lo que Dios quiere lo quiere por necesidad.
4. Entre el no ser necesario y el posible no ser, hay cierta
equivalencia. Pues, si a Dios no le es necesario querer lo que quiere,
le es posible no querer aquello; y querer aquello que no quiere. Pero
en ambos casos la voluntad divina sería contingente; y, por lo tanto,
imperfecta, porque todo lo contingente es imperfecto y
variable.
5. Del que está orientado a dos objetivos no se sigue
ninguna acción si no es empujado a uno de ellos por otro, como dice el
Comentarista en II Physic. Por lo tanto, si la
voluntad de Dios se encuentra en este caso, se sigue que es empujada
al objetivo por otro. Y, consecuentemente, hay una causa anterior a
El.
6. Lo que Dios conoce, lo conoce por necesidad. Pero como
la ciencia divina es su misma esencia, también es su voluntad. Luego
lo que Dios quiere, lo quiere por necesidad.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Ef 1,11: El todo lo hace
siguiendo el consejo de su voluntad. Pero lo que hacemos por
deliberación de la voluntad, no lo queremos necesariamente. Luego no
todo lo que Dios quiere, necesariamente lo quiere.
Respondo: Necesario se dice en dos sentidos:
absolutamente o según lo supuesto. Se juzga como absolutamente
necesario por el contenido de los términos: bien porque el predicado
está en la definición del sujeto, como, por ejemplo, es necesario en
el hombre ser animal; bien porque el sujeto pertenece a la razón del
predicado, como, por ejemplo, es necesario que un número sea par o
impar. Por otra parte, no es necesario, por ejemplo, en Sócrates estar
sentado. No es absolutamente necesario, pero sí puede decirse
necesario según lo supuesto. Ejemplo: Suponiendo que esté sentado, es
necesario que esté sentado mientras está sentado.
Así, pues, con respecto a la voluntad divina hay que tener presente
que en Dios es absolutamente necesario querer algo de lo que quiere;
sin embargo, no lo es querer todo lo que quiere. Pues la voluntad
divina tiene una relación necesaria con su bondad, que es su objeto
propio. Por lo tanto, Dios quiere por necesidad su bondad, como
nuestra voluntad necesariamente quiere el bien.
Lo mismo cabe decir de cualquier otra potencia que tiene una relación
necesaria con su propio objeto, como, por ejemplo, la vista con el
color, porque en su naturaleza está el que tienda a
ello.
Por otra parte, Dios quiere lo distinto a El en cuanto que todas las
cosas están orientadas a su bondad como fin. Lo que está orientado al
fin, a menos que sea en cuanto tal fin, nosotros no lo queremos
necesariamente, a no ser que sin ello, por ser medio, no podamos
alcanzar el fin que queremos. Ejemplo: Queremos la comida en cuanto
que queremos conservar la vida; queremos el barco en cuanto que
queremos cruzar el mar. Pero no queremos igual, es decir, por
necesidad, aquello sin lo cual también podemos conseguir el fin; como,
por ejemplo, el caballo para pasear, pues sin caballo también podemos
pasear. Y así sucede con muchas cosas.
Por lo tanto, como la bondad de Dios es perfecta, y puede existir sin
otra cosa, pues no es perfeccionada por nada que no sea El, se sigue
que en Dios querer lo distinto a El no es absolutamente necesario. Y,
sin embargo, sí es necesario establecido un supuesto; ya que, supuesto
que quiere, no puede no querer, porque su voluntad no es
variable.
A las objeciones:
1. Del hecho de que Dios quiera
algo desde la eternidad no se sigue que le sea necesario quererlo, a
no ser partiendo de un supuesto.
2. Aun cuando Dios quiere
necesariamente su bondad, sin embargo, no necesariamente quiere lo que
quiere por su bondad; porque su bondad puede existir sin lo
demás.
3. No es connatural en Dios querer
algo que no quiere por necesidad. Tampoco es innatural ni
contranatural. Es voluntario.
4. Algunas veces una causa no
guarda necesaria relación con un determinado efecto. Esto se da por la
deficiencia del efecto, no de la causa. Ejemplo: La energía solar
tiene una relación no necesaria con algunos fenómenos que suceden
aquí, y no por deficiencia de la energía solar, sino
por deficiencia del efecto no necesariamente proveniente de la causa.
Asimismo, que Dios no quiera por necesidad algo de lo que quiere, no
se debe a que la voluntad divina sea deficiente, sino a la deficiencia
natural que hay en lo querido, porque la bondad de Dios es tal que
puede ser perfecta sin aquello. La deficiencia se encuentra en todo lo
creado.
5. La causa que en sí misma es
contingente, precisa ser determinada por algo exterior a ella para
producir el efecto. Pero la voluntad divina, que en sí misma es
necesaria, se determina a sí misma para querer algo con lo que guarda
una relación no necesaria.
6. Como es necesario en sí mismo el
ser divino, también lo es el querer divino y el saber divino. Pero el
saber divino guarda una relación necesaria con lo conocido, mientras
que no sucede lo mismo entre el querer divino y lo querido. Esto es
así porque la ciencia lo es de las cosas en cuanto que están en quien
conoce, mientras que la voluntad se adecúa a las cosas por lo que son
en sí mismas. Así, pues, porque las cosas tienen su ser necesario en
cuanto que están en Dios, sin embargo, por lo que son en sí mismas no
tienen ninguna necesidad absoluta que las haga necesarias. Por eso,
todo lo que Dios conoce, lo conoce necesariamente, pero no todo lo que
quiere lo quiere por necesidad.
Artículo 4:
La voluntad de Dios, ¿es o no es causa de las cosas?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad de Dios no es causa de
las cosas:
1. Dice Dionisio en el c.4 De Div. Nom.: Asi
como nuestro sol, sin pensar ni elegir, sino por su simple existir,
ilumina todo lo que puede participar de su luz, así también el bien
divino, por su misma esencia, derrama los rayos de su bondad sobre
todos los seres. Pero todo lo que actúa con voluntad piensa y
elige. Por lo tanto, Dios no actúa con voluntad. Luego la voluntad de
Dios no es causa de las cosas.
2. Lo que es por esencia, es lo primero en algún orden. Como
en el orden de lo caliente, lo primero lo es lo que por esencia es
calor. Pero Dios es el primer agente. Luego actúa por su esencia, que
es su naturaleza. Por lo tanto, actúa por naturaleza y no por
voluntad. Así, pues, la voluntad divina no es causa de las
cosas.
3. Lo que por ser tal es causa de algo, es causa por
naturaleza y no por voluntad. Ejemplo: El fuego es causa del calor
porque es caliente. El arquitecto es causa de la casa porque la quiere
hacer. Pero Agustín en el I De Doct. Christ.,
dice: Porque Dios es bueno, existimos. Luego Dios es causa de
las cosas por su naturaleza, no por voluntad.
4. Una es la causa de algo. Pero la causa de lo creado es
la ciencia de Dios, como ya se dijo (
q.14 a.8). Luego la voluntad de
Dios no debe ponerse como causa de las cosas.
Contra esto: está lo que se dice en Sab 11,25: ¿Cómo puede algo durar
si Tú no lo quisieras?
Respondo: Estamos obligados a afirmar que la
voluntad de Dios es causa de las cosas y que Dios actúa por voluntad,
no por necesidad natural, como sostuvieron algunos. Y esto se
demuestra de tres maneras. 1) Por el mismo orden de los agentes
causales. Pues, como el entendimiento y la naturaleza obran por el
fin, como se prueba en II
Physic., es necesario
que el que obra por el fin esté predeterminado por un entendimiento
superior a tal fin y que tenga los medios necesarios para alcanzarlo.
Ejemplo: El arquero predetermina el blanco y la dirección de la
flecha. Por lo tanto, es necesario que el que obra por el
entendimiento y voluntad sea, por naturaleza, el primer agente. Por
eso, como en el orden de los agentes el primero es Dios, es necesario
que actúe por entendimiento y voluntad. 2) Por la razón natural del
agente, al que le pertenece producir un efecto. Porque la naturaleza
obra siempre igual a no ser que se le impida hacerlo. Esto es así
porque actúa según lo que es y como es. Por eso,
mientras es así, no hace más que lo propio. Pues todo el que obra por
naturaleza tiene un ser determinado. Como quiera que el ser divino no
está determinado, sino que contiene en sí mismo toda la perfección del
ser, no es posible que actúe por necesidad natural, a no ser, quizás
para causar algo indeterminado e infinito, lo cual es imposible según lo
expuesto anteriormente (
q.7 a.2). Así, pues, no actúa por necesidad
natural; pero determinados efectos proceden de su infinita perfección
por la determinación de su voluntad y de su entendimiento. 3) Por la relación efecto-causa. Pues los efectos proceden de la causa agente tal como preexisten en la causa según el modo de ser de la causa. Por eso, como el ser divino es su mismo conocer, los efectos preexisten en ella, porque todo agente hace lo semejante a él. Por lo tanto, los efectos preexisten en la causa según el modo de ser de la causa. Por eso, como el ser divino es su mismo conocer, los efectos preexisten en él de modo inteligible. Y de modo inteligible proceden de El. En consecuencia, también proceden por voluntad, ya que a la voluntad le corresponde la inclinación a hacer lo que el entendimiento concibe. Así, pues, la voluntad de Dios es causa de las cosas.
A las objeciones:
1. Con aquellas palabras, Dionisio
no pretende excluir absolutamente la elección por parte de Dios; sino
sólo en cierto modo. Esto es, en cuanto que comunica su bondad a todos
y no sólo a unos pocos. Es en este sentido en el que la elección es
selección.
2. Porque la esencia de Dios es su
conocer y querer, en cuanto que obra por su esencia, se deduce que obra
también por su entendimiento y voluntad.
3. El bien es el objeto de la
voluntad. Por eso se dice:
Porque Dios es bueno, existimos,
entendiendo esta frase en el sentido de que su bondad es la razón de
querer todo lo demás, como ya se dijo (
a.2).
4. También a nosotros nos sucede
que, en un mismo efecto, la causa está en la ciencia, que dirige y por
la que se concibe la forma de la obra, y en la voluntad, que ordena.
Porque la forma, que está sólo en el entendimiento, no se orienta a
ser o no ser en el efecto más que por la voluntad. Por eso, el
entendimiento especulativo no entra en el actuar. Sino que el poder es
la causa ejecutora porque es el poder inmediato de la acción. Pues
bien, todo esto en Dios es una sola realidad.
Artículo 5:
¿Hay o no hay alguna causa que determine la voluntad de
Dios?
lat
Objeciones por las que parece que hay alguna causa que determine la
voluntad de Dios:
1. Dice Agustín en el libro Octoginta trium quaest.: ¿Quién osará decir que Dios lo hizo todo de un modo irracional? Pero en quien obra voluntariamente, la razón de obrar es también la causa de querer. Luego la voluntad de Dios tiene alguna causa.
2. En aquello que es hecho por alguien que quiere algo sin
ninguna causa concreta, no hay más causa que la voluntad del que lo
hace. Pero, como quedó demostrado (
a.4), la voluntad de Dios es causa
de todo. Por lo tanto, si su voluntad no es causa alguna, no sería
necesario buscar en las cosas naturales ninguna causa a no ser la
voluntad divina. De ser así, las ciencias que buscan las causas de los
efectos, serían del todo inútiles, lo cual parece incongruente. Por lo
tanto, hay alguna causa determinante de la voluntad
divina.
3. Lo que es hecho por alguien sin causa concreta,
depende simplemente de su voluntad. Por lo tanto, si la voluntad de
Dios no tiene ninguna causa, hay que deducir que todo lo hecho depende
simplemente de su voluntad, y no hay ninguna otra causa. Lo cual es
incongruente.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: Toda causa eficiente es superior al
efecto producido. Como nada hay superior a la voluntad de Dios, no hay
por qué buscar su causa.
Respondo: De ninguna manera la voluntad de Dios
tiene alguna causa. Para demostrarlo, hay que tener presente que, como
la voluntad sigue al entendimiento, sucede que del mismo modo causa el
querer en quien quiere y el conocer en quien conoce. En el
entendimiento ocurre que, si por una parte conoce el principio y por
otra la conclusión, el conocimiento del principio causa el
conocimiento de la conclusión. Pero si el entendimiento es el mismo
principio y viera la conclusión, aprehendiendo principio y conclusión
en un único acto, el conocimiento de la conclusión no estaría causado
por el conocimiento del principio, porque lo mismo no es causa de sí
mismo. Sin embargo, comprendería que los principios causan la
conclusión. Algo similar sucede con la voluntad, en la que el fin
guarda con los medios la misma relación que, en el entendimiento,
tienen los principios con las conclusiones. Por lo tanto, si, con un
acto, alguien quiere el fin, y, con otro, los medios, querer el fin
sería para él la causa de querer los medios. Pero si con un sólo acto
quisiera fin y medios, esto no sería ya posible, porque lo mismo no es
causa de sí mismo. Y, sin embargo, sería correcto decir que quiere
orientar los medios al fin.
Dios, como con un solo acto todo lo conoce en su esencia, también con
un solo acto todo lo quiere en su bondad. Por lo tanto, como en Dios
conocer la causa no causa conocer el efecto, sino que El mismo conoce
el efecto en la causa, así también, querer el fin no causa querer los
medios, empero quiere orientar los medios al fin. Por aquello quiere
esto; y no por esto quiere aquello.
A las objeciones:
1. La voluntad de Dios es
razonable, no porque en Dios algo sea causa del querer, sino en cuanto
que quiere que algo exista por otro.
2. Dios, por el orden en el mundo,
quiere que los efectos dependan de causas concretas, y no resulta del
todo inútil que, junto a la voluntad de Dios, se busquen otras causas.
Sí lo sería si se buscasen tales causas como causas primeras y no en
cuanto dependientes de la voluntad divina. Por eso dice Agustín en el
III De Trin.: La vanidad de los filósofos se
complacía atribuyendo los efectos contingentes a otras causas, sin
lograr ver la causa superior a todas, esto es, la voluntad de
Dios.
3. Como Dios quiere que los
efectos tengan sus causas, todo efecto que presuponga otro no depende
de la exclusiva voluntad de Dios, sino de algo más. Pero el primer
efecto no depende más que de la exclusiva voluntad de Dios. Como si
dijéramos que Dios quiso que el hombre tuviera manos para que,
haciendo una serie de cosas, sirvieran al entendimiento; y quiso que
tuviera entendimiento para que fuera hombre; y quiso que fuera hombre
para que Le sintiera, o como complemento del universo. Y esto no es
reducir unos fines creados a otros. Pues unos dependen de la exclusiva
voluntad de Dios; otros, de la concatenación de otras
causas.
Artículo 6:
La voluntad de Dios, ¿se cumple o no se cumple siempre?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad de Dios no siempre se
cumple:
1. Dice el Apóstol en 1 Tim 2,4: Dios quiere salvar a todos los
hombres, y que lleguen al conocimiento de la verdad. Pero esto no
siempre sucede así. Luego la voluntad de Dios no siempre se
cumple.
2. Así como la ciencia se relaciona con lo verdadero, la
voluntad lo hace con lo bueno. Pero Dios conoce todo lo verdadero.
Luego también quiere todo lo bueno. Pero no hace todo lo bueno; pues
muchas cosas buenas que pueden hacerse, no se hacen. Luego la voluntad
de Dios no siempre se cumple.
3. La voluntad de Dios, que es la causa primera, no excluye las causas intermedias, como ya se dijo (
a.5). Pero los efectos de la causa primera pueden ser impedidos por defecto de las causas segundas, como el efecto de caminar puede ser impedido por la debilidad de la tibia. Por lo tanto, el efecto de la voluntad divina puede ser impedido por el defecto de las causas segundas. Luego la voluntad de Dios no siempre se cumple.
Contra esto: está lo que se dice en el Sal. 113,11: Todo lo que quiso
Dios, lo hizo.
Respondo: Es necesario que la voluntad de Dios siempre se cumpla. Para demostrarlo, hay que tener presente que, como el efecto se adecua al agente según su forma, la misma razón se da en las causas agentes que la que se da en las causas formales. Pues en las formas se da el hecho de que, aun cuando algo pueda fallar respecto de alguna forma particular, sin embargo, nada puede fallar respecto de la forma universal, pues puede haber algo que no sea hombre o viviente, pero no puede haber algo que no sea ente. Lo mismo tiene que suceder en las causas agentes. Pues algo puede llevarse a cabo al margen de alguna causa agente particular, pero no al margen de la causa universal, en la que están contenidas las causas particulares. Porque, si alguna causa particular falla en producir su efecto, esto sucede por la existencia de alguna otra causa particular que lo impide, y que está contenida bajo el orden de la causa universal, por lo que el efecto no puede salir del orden de la causa universal. Y esto es claro también en los seres corpóreos. Ya que alguna estrella puede ser impedida de producir su efecto, sin embargo, cualquier efecto que se produzca en las cosas corporales por una causa corpórea impediente, es necesario que se reduzca, a través de las causas intermedias, a la fuerza universal del primer cielo.
Por tanto, como la voluntad de Dios es la causa universal de todas las cosas, es imposible que la voluntad de Dios no consiga su efecto. Por eso, lo que parece escaparse de la voluntad divina en un orden, entra dentro de ella en otro, como el pecador, que en cuanto tal, pecando se aleja de la voluntad divina, entra en el orden de la voluntad divina al ser castigado por su justicia.
A las objeciones:
1. La frase del Apóstol:
Dios
quiere salvar a todos los hombres, etc., puede ser entendida de
tres maneras: 1) Acomodando la frase con el siguiente
sentido:
Dios quiere salvar a todos los hombres que son
salvados, y, como dice Agustín,
no porque haya
algún hombre al que no quiera salvar, sino porque no se salva nadie
que El no quiera salvar. 2) Ordenando la frase por géneros de
individuos, pero no por individuos de cada género, con el siguiente
sentido:
Dios quiere salvar a los hombres de todas
las condiciones: machos y hembras, judíos y gentiles, pequeños y
grandes; sin embargo, no a todos de todas las condiciones. 3)
Según el Damasceno, hay que entender la frase referida
a la voluntad
antecedente, no a la
consecuente. Esta distinción no es aplicable a la voluntad de
Dios, en la que no hay ni antes ni después; sino que hay que centrarla
en lo querido. Para entenderlo, hay que tener presente que cada uno,
en cuanto que es bueno, es querido por Dios. Puede haber algo que en
la primera consideración, es decir, absolutamente, sea bueno o malo, y
que, sin embargo, considerado con algo adicional, que es la segunda
consideración, sea lo contrario. Ejemplo: Considerado absolutamente
que el hombre viva, es bueno; matarlo, es malo. En cambio, si algún
hombre es un homicida o un peligro social, es bueno que muera, es malo
que viva. Por eso puede decirse que un juez justo con voluntad
antecedente quiere que el hombre viva; con voluntad consecuente quiere
colgar al homicida. De modo parecido, Dios quiere con voluntad
antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su
justicia, quiere castigar a algunos.
Sin embargo, no todo lo que queremos con voluntad antecedente lo
queremos absolutamente, sino en cierto modo. Porque la voluntad se
relaciona con las cosas por lo que son en sí mismas. Y en sí mismas
son algo en particular. Por lo tanto, queremos algo en cuanto que lo
queremos después de haber considerado todas las circunstancias
particulares. Y esto es querer con voluntad consecuente. Por eso puede
decirse que un juez justo quiere absolutamente colgar al homicida,
pero en cierto modo quiere que viva, es decir, en cuanto que es
hombre. De ahí que tal acción pueda ser llamada veleidad más que
absoluta voluntad.
Resulta evidente, así, que lo que Dios quiere absolutamente, lo hace;
aun cuando lo que quiere con voluntad antecedente no lo
haga.
2. El acto de la facultad
cognoscitiva es tal en cuanto que lo conocido está en quien lo conoce.
El acto de la facultad apetitiva está orientado a las cosas por lo que
son en sí mismas. Todo lo que puede tener razón de ser y de verdadero,
virtualmente está todo en Dios, pero no existe totalmente en las cosas
creadas. Así, Dios conoce todo lo verdadero; sin embargo, no quiere
todo lo bueno, a no ser en cuanto que se quiere a sí mismo, en quien
virtualmente está todo lo bueno.
3. La causa primera puede ver impedido su efecto por defecto de la causa segunda cuando no es la causa universalmente primera, que comprende debajo de sí todas las causas, porque así ningún efecto puede escapar de su orden. Y esto es lo que sucede con la voluntad de Dios, como ya se dijo.
Artículo 7:
La voluntad de Dios, ¿es o no es cambiable?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad de Dios es
cambiable:
1. Dice el Señor en Gen 6,7: Me arrepiento de haber hecho al
hombre. Pero todo aquel que se arrepiente de lo hecho, tiene una
voluntad cambiable. Luego Dios tiene una voluntad cambiable.
2. En Jer 18,7s se pone en boca del Señor: Hablaré contra
la gente y contra el reino para arrancarlo, destruirlo, dispersarlo.
Pero si el pueblo hace penitencia por su mal, también yo me
arrepentiré del castigo que tenía pensado infligirle. Luego Dios
tiene una voluntad cambiable.
3. Todo lo que Dios hace, lo hace voluntariamente. Pero
Dios no siempre hace lo mismo pues unas veces manda observar lo legal;
otras, lo prohíbe. Luego Dios tiene una voluntad cambiable.
4. Como se dijo anteriormente (
a.3), Dios no quiere por
necesidad lo que quiere. Luego puede querer y no querer lo mismo. Pero
todo lo que tiene capacidad para hacer lo contrario es cambiable.
Ejemplo: Todo lo que puede ser y puede no ser, es sustancialmente
cambiable. Todo lo que puede estar y no estar aquí, es localmente
cambiable. Luego Dios en cuanto a su voluntad es cambiable.
Contra esto: está lo que se dice en Núm. 23,19: Dios no miente como
si fuera un hombre; Dios no cambia como si fuera un
hombre.
Respondo: La voluntad de Dios es completamente
inmutable. Pero con respecto a esto hay que tener presente que una
cosa es cambiar la voluntad, y otra querer el cambio de algunas cosas.
Pues alguien de voluntad permanentemente inmutable, puede hacer esto
ahora y después hacer lo contrario. Pero la voluntad cambiaría si
alguien comenzara a querer lo que antes no quiso, o deja de querer lo
que quiso. Lo cual no puede suceder si no se presupone un cambio de
conocimiento o de disposición sustancial por parte del que quiere.
Como quiera que la voluntad mira el bien, alguien puede empezar a
querer nuevamente de dos maneras. Una, que de nuevo aquello comience a
ser para él un bien. Lo cual no se da sin un cambio. Ejemplo: Llegando
el frío, empieza a ser bueno estar sentado junto al fuego, algo que
antes no lo era. Otra, que de nuevo empiece a conocer lo que es un
bien para él, cosa que antes ignoraba. Y para eso nos aconsejamos:
para saber qué es bueno para nosotros. Ya quedó demostrado
anteriormente (
q.9 a.1;
q.14 a.15) que tanto la sustancia de Dios
como su ciencia son completamente inmutables. Por lo tanto, también lo
es su voluntad.
A las objeciones:
1. Aquella frase puesta en boca del
Señor hay que entenderla metafóricamente, es decir, por semejanza a lo
que hacemos nosotros que, cuando nos arrepentimos de algo, destruimos
lo hecho. Aunque también puede hacerse eso sin cambio de voluntad,
como un hombre que, sin cambiar de voluntad, quiere hacer algo al
mismo tiempo que tiene pensado destruirlo después. Así, pues, en este
sentido se dice que Dios se arrepintió, por la semejanza de acción, ya
que por el diluvio borró de la faz de la tierra al hombre que había
creado.
2. La voluntad de Dios, como causa
primera y universal, no excluye las causas intermedias en cuya
capacidad está el que se den algunos efectos. Pero como no todas las
causas intermedias se adecúan a la capacidad de la causa primera, hay
muchas cosas en el poder, saber y voluntad de Dios que no entran en el
orden de las causas inferiores, como, por ejemplo, la resurrección de
Lázaro. Por eso, quien se detuviera sólo ante las causas inferiores,
podría decir: Lázaro no resucitará. Pero quien lo hiciera ante
la causa primera divina, podría decir: Lázaro resucitará. Y
ambas cosas quiere Dios, es decir, que algo sea futuro según la causa
inferior, y que, sin embargo, no sea futuro según la causa superior. Y
viceversa. Por lo tanto, hay que decir que Dios anuncia a veces como
futuro algo que está dentro del orden de las causas inferiores, como,
por ejemplo, dentro de la disposición de la naturaleza o dentro de los
méritos; y que, sin embargo, no hace porque en la causa superior
divina hay otra determinación. Ejemplo: Como nos consta en Is 38,1,
predijo de Ezequías: Prepara tu casa, porque morirás, no
vivirás. Y, sin embargo, no sucedió así porque había otra
determinación en la inmutable ciencia y voluntad de Dios. Por todo lo
cual, dice Gregorio: Dios modifica la
sentencia, pero no su consejo, esto es, su
voluntad. Por lo tanto, cuando dice yo me arrepentiré, hay que
entenderlo en sentido metafórico, pues cuando los hombres no cumplen
sus amenazas, parecen arrepentirse.
3. De aquel argumento no puede
deducirse la conclusión de que la voluntad de Dios es cambiable; sino
que quiere el cambio.
4. Aun cuando a Dios no le es
absolutamente necesario querer algo, sin embargo, sí es necesario
según lo supuesto, es decir, por la inmutabilidad de la voluntad
divina, como ya se dijo (
a.3).
Artículo 8:
La voluntad de Dios, ¿impone o no impone necesidad a lo
querido?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad de Dios impone
necesidad a lo querido:
1. Dice Agustín en el Enchirid.: Nadie se salva sino aquel a quien Dios quiere salvar. Así, hay que suplicarle que quiera, porque si El lo quisiera, sería necesario que ocurriese.
2. Más aún. Toda causa que no puede ser impedida,
necesariamente produce un efecto; porque la naturaleza siempre actúa
igual, a no ser que algo lo impida, según consta en II Physic. Pero la voluntad de Dios no puede ser
impedida, pues dice el Apóstol en Rom. 9,19: ¿Quién se resistirá a
su voluntad? Luego la voluntad de Dios impone necesidad a lo
querido.
3. Lo que por anterioridad es necesario, se convierte en
absolutamente necesario. Ejemplo: Es necesario que el animal muera
porque está compuesto de elementos contrarios. Pero las cosas creadas
por Dios se relacionan con la voluntad divina como a algo anterior y
de lo que tienen necesidad. Como la condicional Si Dios quiere
algo, se lleva a cabo, es verdadera, toda condicional verdadera es
necesaria. Por lo tanto, todo lo que Dios quiere es absolutamente
necesario.
Contra esto: todo lo bueno que se hace, Dios quiere hacerlo. Así, pues,
si su voluntad impone necesidad a lo querido, se sigue que todo lo
bueno sucede por necesidad. Y así, desaparece el libre albedrío, el
consejo y todo lo parecido a esto.
Respondo: La voluntad divina impone necesidad a
algo de lo querido, pero no a todo. La razón de esto algunos la
colocaron en las causas intermedias; porque lo producido por causas
necesarias, es necesario; lo producido por causas contingentes, es
contingente. Pero esto no parece tener sólido fundamento por dos
razones: 1)
Una, porque el efecto de la causa primera es
contingente por la causa segunda, y así el efecto de la causa primera
queda impedido por fallar la causa segunda. Ejemplo: La acción del sol
sobre una planta no surte efecto si ésta es defectuosa. Pero ningún
defecto de la causa segunda puede impedir que se cumpla la voluntad de
Dios. 2) La segunda, porque, si la distinción entre lo contingente y
lo necesario se centra sólo en las causas segundas, se seguiría que
es anterior a la intención y a la voluntad; lo cual es
incongruente.
Por eso, es mejor decir que esto sucede por la eficacia de la
voluntad divina. Pues cuando alguna causa es eficaz para obrar, el
efecto le sigue no sólo como hecho, sino también como hecho según el
modo de hacer y de ser. Así, pues, como quiera que la voluntad divina
es del todo eficaz, no sólo se sigue que se haga lo que Dios quiere,
sino que se haga tal como El quiere que se haga. Por otra parte, Dios
quiere que algunas cosas se hagan necesariamente y otras
contingentemente, para que haya armonía en las cosas como complemento
del universo. De este modo, algunos efectos los vinculó a causas
necesarias que no pueden fallar y cuyos efectos se dan necesariamente;
y algunos otros efectos los vinculó a causas contingentes que pueden
fallar y cuyos efectos se dan contingentemente. Por lo tanto, no es
que los efectos queridos por Dios se den contingentemente porque las
causas próximas sean contingentes; sino que, porque Dios quiere que
los efectos se den contingentemente, les dispuso
causas contingentes.
A las objeciones:
1. En aquella frase de Agustín hay
que entender una necesidad en las cosas queridas por Dios que no es absoluta, sino condicional, ya que es necesario que sea verdadera esta proposición condicional Si Dios quiere esto, es necesario que esto suceda.
2. Del hecho de que nada se
resiste a la voluntad de Dios, se sigue que no sólo se hace lo que
Dios quiere; sino que se hace de modo contingente o necesario según El
quiera hacerlo.
3. Lo posterior tiene necesidad de
lo anterior según el modo de lo anterior. Por eso, lo hecho por la
voluntad divina tiene la necesidad que Dios quiere que tenga: bien
absoluta, bien sólo condicional. Así, no todo es absolutamente
necesario.
Artículo 9:
En Dios, ¿hay o no hay voluntad de mal?
lat
Objeciones por las que parece que en Dios hay voluntad de
mal:
1. Todo el bien que hace, Dios lo quiere. Pero hacer el mal es un
bien, pues dice Agustín en el Enchirid.: Aun
cuando el mal en cuanto tal no es bueno, sin embargo, es bueno que
haya no sólo bien, sino también mal. Luego Dios quiere el
mal.
2. Dice Dionisio en el c.4 De Div. Nom.: El mal contribuirá a la perfección de todo (el universo). Y Agustín en el Enchirid. dice: Todo contribuye a la admirable belleza del universo, pues incluso el llamado mal, correctamente dispuesto y en su sitio, realza el bien, que es más placentero y más digno de alabanza cuando es comparado con el bien. Pero Dios quiere todo lo que colabora para la perfección y belleza del universo, porque es lo que más desea Dios en lo creado. Luego Dios quiere el mal.
3. Hacer y no hacer el mal son una contradicción. Pero
Dios no quiere no hacer el mal, porque cuando se hace algún mal, no
siempre se cumple la voluntad de Dios. Luego Dios quiere hacer el
mal.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: No se corrompe ningún hombre puesto en
manos de un hombre sabio. Y Dios es más sabio que ningún sabio; por lo
tanto, mucho menos se corromperá alguien en manos de Dios. Al decir en
manos de Dios, se está diciendo su voluntad. Luego no se corrompe
el hombre porque lo quiera Dios. Pero nos consta que el mal es lo que
corrompe. Luego Dios no quiere el mal.
Respondo: Como la razón de bien es la razón de
lo apetecible, como ya se dijo (
q.5 a.1), el mal se opone al bien. Y
es imposible que algún mal, en cuanto tal, sea apetecido ni por el
apetito natural, ni por el animal, ni por el intelectual que es la
voluntad. Pero algún mal es apetecido accidentalmente, en cuanto que
reporta algún bien. Y esto se da en cualquier tipo de apetito. Pues lo
que busca el agente natural no es la privación o la corrupción, sino
una forma a la que se le una la privación de otra o la producción de
algo que conlleva la corrupción de otro. Ejemplo: Cuando el león mata
al ciervo, busca comida, que conlleva la muerte del animal. De la
misma forma, quien fornica busca el placer, que conlleva la deformidad
de la culpa.
El mal que va unido a un bien, conlleva privación de otro bien. Así
pues, nunca será apetecido el mal, ni siquiera por accidente, a no ser
que el bien que conlleva el mal sea más apetecido que el bien del que
se ve privado por el mal. Dios no quiere ningún bien más que su
bondad; sin embargo, quiere algún bien más que algún otro bien. Por
eso, Dios no quiere, de ninguna manera, el
mal de culpa, que conlleva la privación de orden al
bien divino. Pero quiere el mal como defecto natural, o el mal de
pena, puesto que quiere algún bien que conlleva dicho mal. Ejemplo:
Queriendo justicia, quiere el castigo; queriendo conservar el orden de
la naturaleza, quiere la destrucción de algo de la
naturaleza.
A las objeciones:
1. Algunos
sostuvieron que, aun cuando Dios no quiere el mal, con
todo, quiere que el mal exista o se haga; porque, aun cuando el mal no
es ningún bien, sin embargo es bueno que el mal exista o se haga. Y
sostenían eso porque decían que el mal en cuanto tal está ordenado a
un bien; y éste es el orden que consideraba incluido en la frase existir o hacer el mal. Pero no es correcto. Porque el mal en sí
mismo no está ordenado al bien; lo está accidentalmente. Que de un
pecado se derive un bien es algo ajeno a la intención del pecador;
como ajeno a la intención de los tiranos era el que con las
persecuciones resplandeciera la paciencia de los mártires. Por eso no
puede sostenerse que la frase existir o hacer el mal incluya
ordenación al bien, porque nada puede ser justamente valorado por algo
accidental, sino que debe serlo por lo esencial.
2. Como ya se dijo (ad 1), el mal
no colabora a la perfección y belleza del universo más que
accidentalmente. Por eso, al decir Dionisio que el mal colabora en la
perfección del universo, está poniendo la inaceptable conclusión a la
que le ha llevado su investigación.
3. Aun cuando hacer el mal y no
hacer el mal sea una contradicción, sin embargo, querer hacer el mal y
querer no hacer el mal no es una contradicción, puesto que ambas
expresiones tienen sentido afirmativo. Así pues, Dios ni quiere hacer
el mal ni quiere no hacer el mal; pero sí quiere permitir hacer el
mal. Y esto es bueno.
Artículo 10:
Dios, ¿tiene o no tiene libre albedrío?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no tiene libre
albedrío:
1. Dice Jerónimo en la homilía sobre el hijo
pródigo: Sólo Dios no tiene ni puede tener pecado. Los demás, por
tener libre albedrío, pueden inclinarse a una u otra
parte.
2. Más aún. El libre albedrío es una facultad del
entendimiento y de la voluntad que elige entre el bien y el mal. Pero,
como se dijo (
a.9), Dios no quiere el mal. Luego en Dios no hay libre
albedrío.
Contra esto: está lo que dice Ambrosio en el libro De
Fide: El Espíritu Santo reparte a cada uno como
quiere, es decir, por el libre albedrío de su voluntad, y no obligado
por necesidad.
Respondo: El libre albedrío lo tenemos con
respecto a lo que no queremos por necesidad o por instinto natural.
Pues querer ser feliz no pertenece al libre albedrío, sino al instinto
natural. Por eso, los animales, que, por instinto, se mueven para
algo, no tienen libre albedrío. Así, pues, como Dios, según se
demostró (
a.3), por necesidad quiere su bondad, y no por necesidad
quiere lo demás, con respecto a esto último tiene libre
albedrío.
A las objeciones:
1. Jerónimo parece que excluye de
Dios el libre albedrío, pero no absolutamente, sino sólo en cuanto que
indica inclinación al pecado.
2. Como quiera que el mal de culpa
es llamado así porque implica alejamiento de la bondad divina, por la
que Dios todo lo quiere, como se demostró (
a.2), es evidente que le
resulta imposible querer el mal de culpa. Y, sin embargo, admite
realidades opuestas, ya que no puede querer que algo
sea o no sea. Como nosotros, no pecando, podemos querer estar sentados
o querer no estar sentados.
Artículo 11:
En Dios, ¿hay o no hay que distinguir la voluntad de
signo?
lat
Objeciones por las que parece que en Dios no hay que distinguir la voluntad de signo:
1. Así como la voluntad de Dios es causa de las cosas, también lo es
su ciencia. Pero no se le atribuye signo a la ciencia divina. Por lo
tanto, tampoco deben asignársele a la voluntad divina.
2. Todo signo que no se adecué a aquello de lo que es signo,
es falso. Por lo tanto, todos los signos que se asignen a la voluntad
divina y no se adecúen a ella, son falsos; y si se adecúan, son
asignados superfluamente. Así, pues, no hay por qué determinar algunos
signos con respecto a la voluntad divina.
Contra esto: está el hecho que la voluntad de Dios es una, ya que es la
misma esencia de Dios. Aunque algunas veces se la indica en plural,
como en el Sal 110,2: Grandes son las obras del Señor, conformes en
todas sus voluntades. Luego es necesario que, a veces, el signo de
su voluntad sea tomado por su voluntad.
Respondo: Tal como dejamos claro (
q.13 a.3),
algunas cosas son atribuidas a Dios con propiedad, y otras con un
sentido metafórico. Como algunas pasiones humanas son atribuidas en
sentido metafórico al ser divino por la semejanza en el efecto. Por
eso, lo que en nosotros es signo de una determinada pasión, a Dios se
le aplica metafóricamente el nombre de tal pasión. Ejemplo: Entre
nosotros, el que está airado suele castigar, de ahí que el mismo
castigo sea un signo de ira; por eso el castigo, cuando se atribuye a
Dios, recibe el nombre de ira. De forma parecida, lo que en nosotros
suele ser signo de la voluntad, algunas veces y en sentido metafórico
se le da a Dios con el nombre de voluntad. Ejemplo: Cuando alguien
manda algo, es un signo de que quiere que aquello se haga; por eso el
mandato divino metafóricamente se llama
voluntad de Dios,
según aquello de Mt 6,10.
Hágase tu voluntad en el cielo y en la
tierra. Pero hay diferencia entre la voluntad y la ira, porque la
ira nunca se atribuye a Dios con propiedad, como si en su
entendimiento se incluyera la pasión. En cambio, la voluntad sí que se
atribuye a Dios en sentido propio. Por eso, en Dios hay que distinguir
la voluntad en sentido propio y en sentido metafórico. Pues la
voluntad en sentido propio es llamada voluntad
de beneplácito;
mientras que la voluntad en sentido metafórico es llamada
voluntad
de signo, en cuanto que se llama voluntad al mismo signo de la
voluntad.
A las objeciones:
1. La ciencia no es causa de lo que
se hace; lo es por medio de la voluntad, pues si no lo queremos, no
hacemos lo que sabemos. Así, a la ciencia no se le atribuye un signo
como se le atribuye a la voluntad.
2. Los signos de la voluntad son
llamados voluntad divina no porque sean signos que Dios quiere, sino
porque lo que entre nosotros suele ser signo del querer, en Dios es
llamado voluntad. Como el castigo no es un signo que en Dios sea
llamado ira; sino que el castigo, en cuanto que en nosotros es un
signo de ira, en Dios es llamado ira.
Artículo 12:
¿Son o no son correctamente atribuidos a la voluntad de Dios cinco
signos?
lat
Objeciones por las que parece que no son correctamente atribuidos a
la voluntad de Dios los cinco signos: prohibición, precepto,
consejo, operación y permisividad.
1. En nosotros, a veces lo que Dios ordena o aconseja,
lo obra; y lo que prohíbe, a veces lo permite.
Luego no deben ser divididos como opuestos.
2. Como se dice en Sab 11,25s.: Dios no hace nada a no ser
que lo quiera hacer. Pero la voluntad de signo es distinta de la
voluntad de beneplácito. Luego la operación no debe entrar
dentro de la voluntad de signo.
3. La operación y la
permisividad alcanzan a todas las criaturas porque Dios obra en
todas, y en todas permite que se haga algo. Pero el precepto,
el consejo y la prohibición alcanzan sólo a la criatura
racional. Por lo tanto, no deben ser incluidas en la misma división
porque no entran en el mismo género.
4. El mal se da de más formas que el bien; porque tal
como nos consta por el Filósofo en II Ethic., y
por Dionisio en el c.4 De Div. Nom., el bien
sucede de una sola forma, pero el mal, de muchas. Así, pues, no es
correcto que al mal se le asigne un solo signo, la prohibición;
y que al bien se le asignen dos, el consejo y el precepto.
Respondo: Son llamados signos de la voluntad
por cuanto que con ellos acostumbramos a manifestar querer algo. Por
otra parte, alguien puede manifestar querer algo, bien por sí mismo,
bien por otro. Por sí mismo cuando hace algo directa, indirecta o
accidentalmente. Directamente, cuando obra por sí mismo; y entonces
la
operación es signo. Indirectamente, cuando no se impide la
operación, pues alejar obstáculos es mover accidentalmente, como se
dice en VIII
Physic. Y entonces la
permisividad es signo. Y alguien manifiesta querer algo por
otro cuando ordena a otro hacer algo; bien induciéndole
necesariamente, cuando
ordena lo que quiere o
prohibe lo
contrario; bien induciéndole persuasivamente, y esto pertenece al
consejo.
Así, pues, porque de estas distintas maneras manifiesta alguien
querer algo, de estas cinco maneras, en cuanto que son signos de la
voluntad, se denomina la voluntad divina.
Que el precepto, el consejo y la prohibición sean llamados voluntad
de Dios, queda claro por lo que se dice en Mt 6,10: Hágase tu
voluntad en el cielo y en la tierra. Que la permisividad y la
operación sean llamados voluntad de Dios, queda claro por lo que dice
Agustín en el Enchirid.: Nada se hace, a no
ser que el Omnipotente quiera hacerlo, bien haciéndolo El, bien
permitiendo que se haga.
Puede decirse que la permisividad y la operación van
referidas al presente. La permisividad, al mal; la operación, al bien.
Y también van referidas al futuro: la prohibición, al mal;
el precepto, al bien necesario; el consejo, a la
sobreabundancia de bien.
A las objeciones:
1. Nada impide que, con respecto a
una misma realidad, alguien manifieste de diversas maneras querer
algo; como se encuentran muchos nombres con idéntico significado. Por
eso, nada impide que lo mismo esté contenido en el precepto, el
consejo y la operación; y también en la prohibición o en la
permisividad.
2. Así como Dios puede dar a
entender metafóricamente que quiere algo que no acepta propiamente,
así también puede dar a entender metafóricamente que quiere lo que
propiamente quiere. Por eso, nada impide que en un mismo ser se dé la
voluntad de beneplácito y la voluntad de signo. Pero con la voluntad
de beneplácito, la operación es siempre la misma, no así el precepto o
el consejo; porque mientras éstos se refieren al futuro, aquélla se
refiere al presente; porque mientras aquélla es en sí misma efecto de
la voluntad, éstos son efectos por otro, como ya se dijo.
3. La criatura racional es dueña
de sus actos; y éste es el motivo por el que, con respecto a ella,
haya algunos signos especiales de la voluntad divina, en cuanto que
Dios destina a la criatura racional a obrar libremente y por sí misma.
Pero otras criaturas no obran más que movidas por la operación divina;
y éste es el motivo por el que, con respecto a ellas, no puede darse
más que la operación y la permisividad.
4. Todo mal de culpa, aun cuando se
dé de forma múltiple, sin embargo, coincide en que discrepa de la
voluntad divina. Y éste es el motivo por el que, con respecto al mal,
se asigne sólo la prohibición. Pero las diversas formas de bien
están relacionadas con la bondad divina. Porque hay algunos bienes sin
los que no podemos conseguir gozar de la bondad
divina. Con respecto a ellos, se asigna el precepto. Hay otros
con los que lo conseguimos más perfectamente. Con respecto a ellos se
asigna el consejo. También hay que decir: El consejo no
sólo está destinado a alcanzar los bienes mejores, sino también a
evitar los males menores.