Artículo 1:
¿Hay o no hay ciencia en Dios?
lat
Objeciones por las que parece que en Dios no hay ciencia:
1. La ciencia es un hábito, y éste, por ser medio entre la potencia y
el acto, no le corresponde a Dios. Por lo tanto, en Dios no hay
ciencia.
2. La ciencia lo es de conclusiones, por tanto, es un
conocimiento causado por otro conocimiento, el de los principios. Pero
en Dios no hay nada causado. Por lo tanto, en Dios no hay
ciencia.
3. Toda ciencia o lo es de lo universal o de lo
particular. Pero como resulta evidente por lo ya dicho (
q.13 a.9 ad 2), en Dios no hay ni universal ni particular. Por lo tanto, en Dios
no hay ciencia.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 11,33: ¡Oh sublime
riqueza de la sabiduría y ciencia de Dios!
Respondo: En Dios hay ciencia y del modo más
perfecto. Para probarlo, hay que tener presente que la diferencia
entre los seres que tienen conocimiento y los que no lo tienen,
estriba en que estos últimos no tienen más que su propia forma,
mientras que a aquéllos les es connatural tener también la forma de
otra cosa, pues la especie de lo conocido se encuentra en quien
conoce. Así, resulta evidente que la naturaleza de lo que no tiene
conocimiento es más reducida y limitada: en cambio, la naturaleza del
que tiene conocimiento es más amplia y extensa. Por todo lo cual, el
Filósofo en III
De Anima dice:
En cierto modo
el alma lo es todo. La limitación de la forma se debe a la
materia. Por eso, y como ya dijimos (
q.7 a.1 y
2), las formas, cuanto
más inmateriales son, tanto más se acercan a la infinitud. Así, pues,
queda claro que la inmaterialidad es lo que hace que algo sea
cognoscitivo: y según el grado de inmaterialidad, así será el grado de
conocimiento. De ahí que en II
De Anima se diga
que las plantas, por ser materiales, no tienen conocimiento: Por su
parte, el sentido es cognoscitivo, porque puede recibir especies
inmateriales. Y el entendimiento es todavía más cognoscitivo, porque
está más separado de la materia y no se mezcla con ella, tal como se dice en III
De Anima. Por lo
tanto, Dios, por ser el grado sumo de la inmaterialidad, como se
demostró (
q.7 a.1), tiene el grado sumo de conocimiento.
A las objeciones:
1. Porque las perfecciones que,
provenientes de Dios, hay en las criaturas, en Dios están de un modo
más sublime, como ya se dijo (
q.4 a.2), es necesario que, cuando a
Dios se le da un nombre tomado de las criaturas, el significado de
dicho nombre sea despojado de todo aquello que implica la imperfección
existente en la criatura. De ahí que en Dios la ciencia no sea
cualidad o hábito, sino sustancia y acto puro.
2. Todo aquello que en la criatura
es diviso y múltiple, en Dios es único y simple, como ya se dijo (
q.13 a.4). Por su parte, el hombre tiene diversos conocimientos según la
diversidad de lo conocido. Pues, por conocer los principios, se dice
que tiene
inteligencia. Por conocer las conclusiones,
ciencia. Por conocer la causa sublime,
sabiduría. Por
conocer la vida práctica,
consejo o
prudencia. Pero Dios
de todo esto tiene un conocimiento único y simple, como se demostrará
(
a.7). De ahí que el conocimiento simple de Dios pueda ser indicado
con todos estos nombres. Sin embargo, al darles significación divina,
deberán ser despojados de todo lo que implique imperfección,
conservando sólo aquello que implique perfección. Así se dice en Job
12,13:
En El están la sabiduría y la fortaleza. De El son el
consejo y la inteligencia.
3. La ciencia se acomoda al que
conoce; pues lo conocido está en quien conoce acomodándose a su modo
de ser. Así, como quiera que el modo de ser de la esencia divina es
más sublime que el de las criaturas, la ciencia divina no tiene la
acomodación de la ciencia creada, como, por ejemplo, que sea universal
o particular, en acto o en potencia, o determinada por este o aquel
modo.
Artículo 2:
¿Se conoce o no se conoce Dios a sí mismo?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no se conoce a sí
mismo:
1. Se dice en el libro De causis: Todo aquel
que conoce su esencia retorna del todo a su esencia. Pero Dios no
sale de su esencia, ni hay en El mutabilidad alguna. Por lo tanto, no
le corresponde retornar a su esencia. Luego no conoce su
esencia.
2. Como se dice en el III De Anima,
conocer es un determinado sentir y cambiar: es también asemejarse a lo
conocido: y lo conocido perfecciona al que conoce. Pero nada cambia,
ni siente, ni se perfecciona por sí mismo. Ni, como dice
Hilario, es imagen de sí mismo. Luego Dios no se
conoce a sí mismo.
3. Principalmente somos semejantes a Dios por el
entendimiento. Porque, como dice Agustín, por el
entendimiento manifestamos ser hechos a imagen de Dios. Pero nuestro
entendimiento no se conoce a sí mismo, a no ser conociendo otras
cosas, como se dice en el III De Anima. Luego
tampoco Dios se conoce a sí mismo, a no ser, quizá, conociendo otras
cosas.
Contra esto: está lo que se dice en 1 Cor 2,11: Lo de Dios nadie lo
conoce menos el espíritu de Dios.
Respondo: Dios se conoce a sí mismo por sí
mismo. Para probarlo, hay que saber que, en las
operaciones que pasan a un efecto exterior, el objeto de la operación,
que es llamado término, es algo que está fuera del que actúa. Sin
embargo, en las operaciones que se dan en el que actúa, el objeto que
es llamado término de la operación está en el mismo que actúa: y tal
como está en él, así está la operación en acto. De ahí que en el
libro
De Anima se diga que lo sensible en acto es
el sentido en acto, y lo inteligible en acto es el entendimiento en
acto. Pues entendemos y sentimos algo porque el
entendimiento y el sentido en acto están informados por la especie
sensible o inteligible. Y sólo por eso se distinguen el sentido y el
entendimiento de lo sensible y lo inteligible, porque ambos están en
potencia.
Así, pues, como en Dios no hay nada de potencialidad, sino que es
acto puro, es necesario que en El, tanto el entendimiento como lo
entendido, sean lo mismo de todas las maneras: es decir, que no le
falte nada de la especie inteligible, como le sucede a nuestro
entendimiento cuando está en potencia: ni que la especie inteligible
sea distinta de la sustancia del entendimiento divino, como le sucede
a nuestro entendimiento cuando está en acto: pero la misma especie
inteligible es el mismo entendimiento divino. De este modo, se conoce
a sí mismo por sí mismo.
A las objeciones:
1. Retornar a su
esencia no significa sino que algo subsiste en sí mismo. Pues la
forma, en cuanto que perfecciona a la materia dándole el ser, de
algún modo se derrama sobre ella; pero en cuanto que tiene el ser en
sí misma, retorna a sí misma. Así pues, las facultades cognoscitivas
que no son subsistentes, sino que son actos de algunos órganos, no se
conocen a sí mismas, como resulta evidente en cada uno de los
sentidos. Pero las facultades cognoscitivas subsistentes por sí mismas
se conocen a sí mismas. Por eso, en el libro De
causis, se dice: El que conoce su esencia
retorna a su esencia. Pero subsistir por sí mismo es algo que en
grado sumo le corresponde a Dios. Por eso, y siguiendo ese modo de
hablar, El mismo es en grado sumo el que retorna a su esencia y el que
se conoce a sí mismo.
2. Cambiar y sentir tienen sentido
equívoco cuando se dice que el entender es un determinado cambiar y
sentir, tal como se dice en el III De Anima.
Pues entender no es un movimiento, tomado como acto de lo imperfecto,
que pasa de una cosa a otra, sino acto de lo perfecto que se da en el
mismo agente. De forma parecida, ser perfeccionado por lo inteligible
o asemejarse a ello es algo que le corresponde al entendimiento, que a
veces está en potencia. Porque, por estar en potencia, se diferencia
de lo inteligible, y se le asemeja por la especie inteligible, que es
la imagen de lo entendido: y se perfecciona por ella misma como la
potencia por el acto. Pero el entendimiento divino, que de ningún modo
está en potencia, no se perfecciona por lo inteligible ni se le
asemeja; sino que él mismo es su perfección y su inteligible.
3. La materia prima, que está en
potencia, no es ser natural más que cuando, por la forma, pasa a estar
en acto. Y nuestro entendimiento posible en el orden de lo inteligible
es como la materia en el de lo natural: pues con respecto a lo
inteligible está en potencia, como la materia prima lo está con
respecto a lo natural. Por eso, nuestro entendimiento posible no puede
tener una operación inteligible más que cuando es perfeccionado por la
especie inteligible de algo. Así, se entiende a sí mismo, como lo
demás, por la especie inteligible: ya que es evidente que, por conocer
lo inteligible, conoce su mismo conocer: y por el acto conoce la
facultad intelectiva. Dios es acto puro, tanto en el orden de lo
existente como en el de lo inteligible: y por eso se entiende a sí
mismo por sí mismo.
Artículo 3:
¿Se comprehende o no se comprehende Dios a sí mismo?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no se comprehende a sí
mismo:
1. Dice Agustín en el libro Octoginta trium quaest.: Lo que se comprehende a sí mismo, para sí mismo es finito. Pero Dios es de todas las maneras infinito. Luego no se comprehende.
2. Si se dice que Dios es infinito para nosotros, pero
finito para sí mismo, se replica: Más verdadero es aquello según lo
que es para Dios que según lo que es para nosotros. Así, pues, si Dios
para sí mismo es finito, y para nosotros infinito, será más verdadero
que Dios es finito que el que es infinito. Esto va contra lo
establecido anteriormente (
q.7 a.1). Luego Dios no se comprehende a sí
mismo.
Contra esto: está lo que dice Agustín allí mismo; Todo lo que se conoce a sí mismo se comprehende. Pero Dios se
conoce. Luego se comprehende.
Respondo: Dios se comprehende a sí mismo
perfectamente. Se prueba de la siguiente manera. Se dice que algo se
comprehende cuando llega al total conocimiento de sí mismo: y esto se
da cuando algo es conocido tan perfectamente como puede ser conocido.
Como se comprehende una proposición demostrable cuando se la conoce
por demostración: no cuando se la conoce por alguna razón probable. Es
evidente que Dios se conoce a sí mismo tan perfectamente como puede ser conocido. Pues todo es cognoscible según su modo
de ser en acto; ya que no se conoce algo tal como es en potencia, sino
en acto, según se dice en IX
Metaphys. Y la
capacidad de Dios conociendo es tanta cuanta su actualidad existiendo:
porque, por ser acto, y por estar separado de toda materia y potencia,
Dios puede conocerse, como se demostró (
a.1 y
2). Por lo tanto, es
evidente que se conoce a sí mismo tanto cuanto puede ser conocido. Por
eso, se comprehende a sí mismo perfectamente.
A las objeciones:
1. En sentido propio,
comprehender significa que algo tiene y encierra otra cosa. Y
así, es necesario que todo lo comprehendido sea finito, como todo lo
encerrado. Pero no es éste el sentido con el que se dice que Dios se
comprehende a sí mismo, como si su entendimiento fuera distinto a El
mismo entendiéndolo y encerrándolo. Sino que todas estas expresiones
hay que entenderlas como negaciones. Pues, así como se dice que Dios
existe en sí mismo porque no está encerrado en nadie fuera de Él, así
también se dice que se comprehende a sí mismo porque no desconoce nada
de lo que es. Dice Agustín en el libro De videndo
Deum: De tal manera se comprehende todo lo que
se ve, que nada queda oculto a quien lo mira.
2. Cuando se dice: Dios para sí
es finito, hay que entenderlo según una determinada semejanza de
proporción: Porque así como no sobrepasa su capacidad de entender, así
algo finito no sobrepasa su capacidad finita de entender. Pero no se
dice que Dios para sí es finito como si se diera a entender que El se
tiene por algo finito.
Artículo 4:
El entender de Dios, ¿es o no es su sustancia?
lat
Objeciones por las que parece que el entender de Dios no es su
sustancia:
1. Entender es una determinada operación. Y operación significa algo
que procede del que actúa. Luego el mismo entender de Dios no es la
misma sustancia de Dios.
2. Cuando alguien sabe que se conoce, esto no es conocer
algo grande o principal, sino secundario y accesorio. Así pues, si
Dios es el mismo conocer, conocer a Dios será como cuando conocemos el
conocer. Y, así, conocer a Dios no será algo grande.
3. Todo conocer implica conocer algo. Luego cuando Dios
se conoce, si El no es más que su mismo conocer, sabe que se conoce, y
sabe que conoce el conocerse, y así indefinidamente. Luego el entender
de Dios no es su sustancia.
Contra esto: está lo que dice Agustín en VII
De Trin.:
En Dios lo mismo es ser que ser sabio. Y ser sabio es lo mismo que entender. Luego en Dios lo mismo es ser que entender. Pero, como quedó demostrado (
q.3 a.4), el ser de Dios es su sustancia. Luego el entender de Dios es su sustancia.
Respondo: Es imprescindible afirmar que el
entender de Dios es su sustancia. Pues si el entender de Dios fuera
algo distinto a su sustancia, sería necesario que, como dice el
filósofo en XII
Metaphys., alguna otra cosa
fuera acto y perfección de la sustancia divina, a la cual estuviera
orientada la sustancia divina como lo está la potencia al acto (lo
cual es imposible); pues entender es la perfección y el acto del que
entiende.
Hay que analizar cómo sucede. Como se dijo (a.2), entender no es una
acción que tienda a algo extrínseco, sino que permanece como acto y
perfección en quien actúa, como el ser es la perfección de lo que
existe. Pues bien, así como el ser sigue a la forma, así también el
entender sigue a la especie inteligible. En Dios, como quedó
demostrado (q.3 a.4), no hay forma que sea distinta a su ser. Por eso,
como su misma esencia es también especie inteligible, como se dijo
(a.2), necesariamente se sigue que su entender es su esencia y su ser.
De todo lo establecido (a.2), queda claro que, en
Dios, su entendimiento, lo conocido, la especie inteligible y el mismo
entender, son completamente uno y el mismo. Por todo lo cual resulta
evidente que, al decir que Dios conoce, nada se le añade a su
sustancia.
A las objeciones:
1. Entender no es una operación que
salga del mismo que actúa, sino que permanece en él.
2. Cuando se entiende aquel
conocer que no es subsistente, no se entiende algo grande: como cuando
entendemos nuestro conocer. Por eso, no es comparable al entender
divino, que es subsistente.
3. La respuesta resulta clara por
lo dicho. Pues el entender divino, subsistente en sí mismo, es de sí
mismo y no de algún otro, pues lo contrario justificaría un proceso
indefinido.
Artículo 5:
¿Conoce o no conoce Dios lo distinto a El?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce lo distinto a
El:
1. Todo lo que no es Dios está fuera de El. Pero Agustín, en el
libro Octoginta trium quaest., dice: Dios no
ve nada fuera de sí mismo. Luego no conoce lo distinto a
El.
2. Lo conocido perfecciona al que conoce. Luego, si Dios
conociera lo distinto a El, algo perfeccionaría a Dios y sería más
noble que El mismo. Lo cual es imposible.
3. El mismo conocer toma su especie de lo inteligible,
como todo acto lo hace de su objeto. De ahí que el conocer sea tanto
más noble cuando lo sea lo que se conoce. Pero, como se ha dicho
(
a.4), Dios es su mismo entender. Así, pues, si Dios conoce algo
distinto de sí mismo, el mismo Dios quedará especificado por algo
distinto de sí mismo. Esto es imposible. Por lo tanto, no conoce lo
distinto de sí mismo.
Contra esto: está lo que se dice en Heb 4,13: Todo está desnudo y
abierto ante tus ojos.
Respondo: Es necesario que Dios conozca lo
distinto a El. Es evidente que El se conoce a sí mismo perfectamente:
en caso contrario, su ser no sería perfecto, ya que su ser es su
entender. Si algo se conoce perfectamente, es necesario que conozca
también perfectamente su capacidad. Pero la capacidad de algo no se
puede conocer perfectamente a no ser que se conozca aquello a lo que
llega tal capacidad. Por lo tanto, como quiera que la capacidad divina
se extiende a otras cosas, pues es la primera causa efectiva de todo,
como quedó demostrado (
q.2 a.3), es necesario que Dios conozca lo
distinto a El.
Y esto se prueba también, si se añade que el mismo ser de la causa
agente primera, Dios, es su mismo entender. Por lo tanto, como quiera
que todos los efectos preexisten en Dios como en su causa primera, es
necesario que también estén en su mismo conocer y que todo esté en El
de modo inteligible: Pues todo lo que está en otro está según el modo
de ser de ese otro. Para saber cómo conoce algo distinto a El, hay
que tener presente que algo puede ser conocido de una
doble manera: Una, en sí mismo; otra, en otro. Se conoce
algo en sí mismo cuando lo conocemos por su propia especie adecuada a
lo cognoscible. Ejemplo: El ojo ve al hombre por la especie de hombre.
Se conoce algo en otro cuando se ve lo que se ve por la especie del
que la contiene. Ejemplo: la parte se ve en el todo por la especie del
todo, el hombre se ve en el espejo por la especie del espejo, o de
cualquier otro modo que contenga algo en que se ve en
otro.
Por lo tanto, hay que decir que Dios se ve en sí mismo porque se ve
por su esencia. Las cosas distintas a El las ve no en sí mismas, sino
en sí mismo, en cuanto que su esencia contiene la imagen de lo que no
es El.
A las objeciones:
1. La frase de Agustín cuando dice
que Dios no ve nada fuera de sí mismo, no hay que entenderla
como si no conociera nada existente fuera de El mismo, sino que la
dice porque lo que existe fuera de sí mismo no lo ve más que en sí
mismo, como acabamos de decir.
2. Lo conocido perfecciona al que
conoce, no sustancialmente, sino específicamente, esto es, tal como
está la especie en el entendimiento, como su forma y perfección: La
piedra no está en el alma, sino su especie, como se dice en III De Anima. Lo que es distinto de Dios es conocido
por Dios en cuanto que la esencia de Dios contiene toda especie, como
ya se dijo. Por lo tanto, no puede deducirse que algo, a
excepción de la misma esencia de Dios, perfeccione el entendimiento
divino.
3. El conocer no se especifica por
lo que se conoce en otro, sino por el objeto principal en el que se
contiene lo demás. Pues el entendimiento se especifica por su objeto
tanto en cuanto la forma inteligible es principio de la operación
intelectual: pues toda operación se especifica por la forma que es
principio de la operación, como la calefacción por el calor. Por lo
tanto, la operación intelectual se especificará por aquella forma
inteligible que pone en acto al entendimiento. Y ésta es la especie
principal de lo entendido: y que en Dios no es más que su esencia en
la que están comprendidas toda las especies. Consecuentemente, no es
necesario que el entender divino, o mejor, el mismo Dios, se
especifique por algo que no sea la esencia divina.
Artículo 6:
¿Conoce o no conoce Dios con conocimiento propio lo distinto a
El?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce con conocimiento
propio lo distinto a El:
1. Como se dijo (
a.5), Dios conoce lo distinto a El tal como está en
El mismo. Pero lo distinto a El está en El como en la primera causa
general y universal. Luego lo distinto a El es conocido por Dios como
estando en la causa primera y universal. Por lo tanto, Dios conoce en
general lo distinto a El, no con un conocimiento propio.
2. La distancia entre la esencia de lo creado y la esencia
divina es idéntica a la distancia entre la esencia divina y la esencia
de lo creado. Pero, como ya se dijo (
q.12 a.2), la esencia divina no
puede ser conocida por la esencia de lo creado. Luego tampoco la
esencia de lo creado puede ser conocida por la esencia divina. Por lo
tanto, como quiera que Dios no conoce más que por su esencia, se sigue
que no conoce a la criatura esencialmente, es decir, que no conoce
lo que es, pues esto es lo que significa tener un conocimiento
propio.
3. No se tiene conocimiento propio de algo más que por
su concepto propio. Pero, como quiera que Dios lo conoce todo por su
esencia, no parece que lo conozca por su concepto propio; pues el
mismo concepto propio no lo puede ser de cosas múltiples y diversas.
Luego Dios no tiene de las cosas un conocimiento propio, sino general;
ya que no conocer algo por su concepto propio es conocerlo sólo en
general.
Contra esto: tener conocimiento propio de las cosas es conocerlas, no
sólo en general, sino en cuanto distintas unas de
otras. Y así las conoce Dios. Por eso se dice en Heb 4,12s: Penetra
hasta el punto de la división del espíritu y del alma, de órganos y
medula, juzga pensamientos y sentimientos. No hay criatura que escape
a su mirada.
Respondo: Sobre esto algunos se
equivocaron diciendo que Dios no conoce lo distinto a El más que con
un conocimiento general, es decir, en cuanto que son seres. Pues, así
como si el fuego se conociera a sí mismo como principio del calor,
conocería la naturaleza del calor y todo lo demás en cuanto que es
caliente, así también Dios, en cuanto que se conoce a sí mismo como
principio de ser, conoce la naturaleza del ser y todo lo demás en
cuanto que es ser. Pero esto no es posible. Pues conocer algo en
general y no específicamente es conocerlo de forma imperfecta. Por
eso, nuestro entendimiento, mientras pasa de la potencia al acto,
tiene un conocimiento general y confuso de las cosas antes que un
conocimiento propio, como un paso de lo imperfecto a lo perfecto, tal
como consta en I
Physic.. Así, pues, si el
conocimiento que Dios tiene de lo distinto a El fuera sólo general y
no específico, se seguiría que su entendimiento no es absolutamente
perfecto, y, consecuentemente, no es su mismo ser: lo cual va contra
todo lo que ya quedó demostrado (
q.4 a.1). Así, pues, es obligatorio
afirmar que conoce lo distinto a El con conocimiento propio, y no sólo
por la coincidencia conceptual de ser, sino en cuanto que un ser se
distingue de otro. Para probar esto hay que tener presente que
algunos, queriendo mostrar que Dios en uno conoce a
muchos, utilizan algunos ejemplos. Como: Si el centro se conociera a
sí mismo, conocería todas las líneas que salen del centro; o: Si la
luz se conociera a sí misma, conocería todos los colores. Pero tales
ejemplos son válidos en cuanto que se parecen a algo, como puede ser
la causalidad universal; sin embargo son insuficientes, porque la
multiplicidad y la diversidad no son causadas por aquel principio
universal en cuanto que no es el principio de diversificación, sino
sólo de lo que hay en común. Pues la diversidad de colores no la
produce la luz del sol, sino la diversa diafanidad del que la recibe.
Lo mismo puede decirse de las diversas líneas y de su diversa
situación. De todo esto se deduce que la diversidad y multiplicidad no
puede ser conocida, en su principio, con conocimiento propio, sino
sólo general.
Pero en Dios no sucede así. Pues ya quedó demostrado (q.4 a.2), que
cualquier perfección que hay en cualquier criatura, preexiste y está
contenida totalmente en Dios de modo sublime. Además, no sólo aquello
en lo que las criaturas coinciden, como el ser, pertenece a la
perfección; sino también todo aquello en que se distinguen, como
vivir, entender, y todo aquello por lo que se distinguen los vivientes
de los que no tienen vida, los dotados de entendimiento de los que no
lo tienen. Y toda forma, por la que una cosa queda constituida en su
propia especie, es una determinada perfección. Así, todo preexiste en
Dios, no sólo en lo que tienen de común las cosas, sino también
aquello en lo que se distinguen realmente. Así, como quiera que Dios
contiene todas las perfecciones, se compara la esencia de Dios a todas
las esencias de las cosas, pero no como lo general a lo particular,
como puede ser la unidad a los números o el centro a las líneas; sino
como el acto perfecto a los imperfectos, como si dijéramos, el hombre
al animal; o el seis, que es número perfecto, a los números
imperfectos que contiene. Es evidente que los actos imperfectos pueden
ser conocidos, no sólo en general, sino también con conocimiento
propio por el acto perfecto. Como el que conoce al hombre, conoce al
animal con conocimiento propio; y el que conoce el seis, conoce el
tres con conocimiento propio. Así, pues, como la esencia de Dios tiene
en sí misma todas las perfecciones que tiene la
esencia de cualquier otra cosa, y muchas más, Dios puede, en sí mismo,
conocerlo todo con conocimiento propio. Pues la naturaleza propia de
alguna cosa consiste en que de algún modo participa de la naturaleza
divina. Además, Dios no se conocería a sí mismo perfectamente si no
conociera perfectamente todo lo que puede ser participada su
perfección por otros. Como tampoco conocería perfectamente la
naturaleza de su ser si no conociera todos los modos de
ser.
Por lo tanto, es evidente que Dios conoce todas las cosas con
conocimiento propio, en cuanto unas se distinguen de
otras.
A las objeciones:
1. Conocer algo tal como está en
quien conoce, puede ser entendido de dos maneras: 1)
Una,
cuando el adverbio
tal como se refiere al modo de conocimiento
por parte de lo conocido. Entonces el
tal como es falso. Pues
no siempre quien conoce conoce lo conocido según aquel ser que tiene
en su conocimiento. Ejemplo: El ojo no conoce una piedra según el ser
que tiene en el ojo, sino que, por la especie de piedra que tiene en
sí, conoce la piedra según el ser que tiene fuera del ojo. Y si
alguien conoce lo conocido según el modo de ser que tiene en él, no
por eso deja de conocerlo según el que tiene fuera. Ejemplo: Nuestro
entendimiento conoce una piedra como el ser inteligible que tiene en
el entendimiento, en cuanto conoce que conoce. Pero no por eso conoce menos
lo que es la piedra en su propia naturaleza.
2) Otra manera es: Cuando el adverbvio tal como se
refiere al modo de conocimiento por parte del que conoce, es verdad
que así sólo el que conoce conoce lo conocido; porque cuanto más
perfecto está lo conocido en quien conoce, tanto más perfecto es el
modo de conocer. Así pues, hay que decir que Dios no sólo conoce las
cosas tal como están en El mismo, sino que, en cuanto que en sí mismo
contiene las cosas, las conoce en su propia naturaleza. Y tanto más.
perfectamente cuanto más perfectamente están en El.
2. La esencia de la criatura se
compara a la esencia de Dios como el acto imperfecto al perfecto. Así,
la esencia de la criatura no lleva suficientemente al conocimiento de
la esencia divina, pero sí al revés.
3. Lo mismo no puede ser tomado
como concepto adecuado de realidades diversas. Pero la esencia divina
es algo que sobrepasa todas las criaturas. Por tanto, puede ser tomada
como concepto propio de todo en cuanto que de varias formas la pueden
imitar y participar.
Artículo 7:
La ciencia de Dios, ¿es o no es discursiva?
lat
Objeciones por las que parece que la ciencia de Dios es
discursiva:
1. El saber de Dios no es un saber habitual, sino un conocer en acto.
Pero, según el Filósofo en II
Topic., el saber
habitual abarca muchas cosas a un tiempo, pero el conocer en acto, una
sola. Como quiera que Dios conoce muchas cosas, a sí mismo y a los
demás, como quedó demostrado (
a.2 y
5), parece que no lo conoce todo a
un tiempo, sino que su conocer lleva un orden pasando de una cosa a
otra.
2. Conocer el efecto por la causa es un saber discursivo.
Pero Dios lo conoce todo por sí mismo, como el efecto por la causa.
Luego su conocer es discursivo.
3. Dios conoce cualquier cosa mucho más perfectamente
que como la conocemos nosotros. Pero nosotros conocemos los efectos de
las causas creadas, y así pasamos de las causas a lo causado. Luego
algo parecido sucede en Dios.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XV De Trin.: Dios no ve las cosas de una en una, o pasando la mirada de aquí a allá, o de esto a aquello, sino que todo lo ve a un tiempo.
Respondo: En el conocer divino no hay ningún
proceso discursivo. Se demuestra de la siguiente
manera. En nuestro conocer hay un doble proceso discursivo.
Uno, centrado sólo en la sucesión. Ejemplo: Cuando conocemos algo,
pasamos a conocer otra cosa.
Otro, centrado en la causalidad.
Ejemplo: Por los principios llegamos a unas conclusiones. El primer
proceso discursivo no puede corresponderle a Dios. Pues muchas cosas
que nosotros conocemos sucesivamente cuando consideramos cada una en
particular, las entendemos todas a la vez cuando están en un solo
objeto. Ejemplo: Cuando entendemos las partes presentes en el todo, o
cuando vemos diversas imágenes en un espejo. Como quedó establecido
(
a.5), Dios lo ve todo en uno solo, El mismo. Por lo tanto, todo lo ve
a un tiempo, no sucesivamente.
Lo mismo puede decirse del segundo proceso, pues tampoco le
corresponde a Dios. 1) En primer lugar, porque el segundo
proceso presupone el primero, pues pasar de los principios a las
conclusiones implica que no se consideran a un tiempo. 2) En
segundo lugar, porque tal proceso discursivo pasa de lo conocido a
lo ignorado. Por lo cual, resulta evidente que, cuando se conoce lo
primero, todavía se ignora lo segundo. Así, lo segundo no se conoce en
lo primero, sino a partir de lo primero. El proceso discursivo tiene
su final cuando, reduciendo los efectos a las causas, se ve lo segundo
en lo primero. Entonces acaba el proceso discursivo. Por lo tanto,
como Dios ve sus efectos en sí mismo como en la causa, su conocer no
es discursivo.
A las objeciones:
1. Si bien es cierto que el acto de
entender en sí mismo es uno solo, sin embargo, como ya se dijo,
pueden conocerse muchas cosas en una sola.
2. Dios no conoce efectos
ignorados porque conozca con anterioridad la causa, sino que los
conoce en la causa. Por lo tanto, como ya se dijo, su conocer
no es discursivo.
3. Dios ve los efectos de las
causas creadas en sus mismas causas mucho mejor que nosotros. Sin
embargo, el conocimiento que tiene de los efectos no es
producido, como en nosotros, por el conocimiento de las causas
creadas. Por lo tanto, su ciencia no es discursiva.
Artículo 8:
La ciencia de Dios, ¿es o no es causa de las cosas?
lat
Objeciones por las que parece que la ciencia de Dios no es causa de
las cosas:
1. Dice Orígenes en su comentario a la carta Ad Rom.: No sucederá algo porque Dios conozca el futuro: sino
porque el futuro existe antes de que sea presente ya es conocido por
Dios.
2. Establecida la causa, le sigue el efecto. Pero la ciencia
de Dios es eterna. Luego si la ciencia de Dios es la causa de las
cosas creadas, parece que lo creado exista desde la
eternidad.
3. Como se dice en X Metaphys.: Lo cognoscible es anterior a la ciencia; también es su medida. Pero lo
que es posterior y medido, no puede ser causa. Luego la ciencia de
Dios no es causa de las cosas.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XV De Trin.: Todas las criaturas, espirituales y materiales, no porque existan las
conoce Dios, sino que existen porque las conoce.
Respondo: La ciencia de Dios es la causa de las
cosas. Pues la ciencia de Dios es a las cosas creadas lo que la
ciencia del artista a su obra. La ciencia del artista es causa de sus
obras: y puesto que el artista realiza su obra porque le guía su
pensamiento, es necesario que la forma del entendimiento sea principio
de operación como el calor lo es de la calefacción. Pero hay que tener
presente que la forma natural, en cuanto forma que permanece en
aquello a lo que da existencia, no es principio de acción, sino que
tiende al efecto. De manera parecida, la forma inteligible no es
principio de acción en cuanto que está en el que conoce, a no ser que
se le añada una tendencia al efecto, cosa que sucede por la voluntad.
Como quiera que la forma inteligible puede representar
cosas opuestas (pues el conocimiento de cosas opuestas es el mismo),
no producirá un efecto determinado a no ser que estuviera determinado
para ello por el apetito, como se dice en IX
Metaphys.
Es evidente que Dios causa las cosas por su entendimiento, pues su conocer
es su ser. Por lo tanto, es necesario que su ciencia sea causa de las
cosas, pues la tiene unida a la voluntad. De ahí que la
ciencia de Dios, en cuanto causa de las cosas, suela ser llamada ciencia de aprobación.
A las objeciones:
1. Lo expresado por Orígenes va
referido al concepto de ciencia que no conlleva causalidad a no ser
que esté unida a la voluntad, como se dijo. Con respecto a que
Dios conoce previamente algo que sucederá, hay que entenderlo como
causalidad de consecuencia, no de existencia. Por lo tanto, algunas
cosas sucederán porque Dios ya lo sabe; sin embargo, que vayan a
suceder no es la causa de que Dios lo sepa.
2. La ciencia de Dios es causa de
las cosas en cuanto que las cosas están en su ciencia. Pero no estuvo
en la ciencia de Dios el que las cosas existieran desde la eternidad.
Por lo tanto, aun cuando la ciencia de Dios sea eterna, no se sigue
que las cosas existan desde la eternidad.
3. Las cosas naturales son el
punto medio entre la ciencia de Dios y la nuestra. Pues nosotros
adquirimos la ciencia a partir de las cosas naturales cuya causa es
Dios por su ciencia. Por lo tanto, así como las cosas naturales que
pueden ser conocidas son anteriores a nuestra ciencia y también su
medida, así también la ciencia de Dios es anterior a las cosas
naturales y su medida. Sucede algo así como un edificio que es el
punto medio entre la ciencia del arquitecto que lo hizo y la ciencia
de aquel que lo conoce después de hecho.
Artículo 9:
Dios, ¿conoce o no conoce lo inexistente?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce lo
inexistente:
1. La ciencia de Dios no lo es sino de lo verdadero. Pero decir
verdadero y decir ser es lo mismo. Luego Dios no conoce lo
inexistente.
2. La ciencia requiere la semejanza entre el que conoce y lo
conocido. Pero lo inexistente no puede tener ninguna semejanza con
Dios, que es el mismo ser. Luego lo inexistente no puede ser conocido
por Dios.
3. La ciencia de Dios es causa de lo conocido por El
mismo. Pero no es causa de lo inexistente porque el no ser no tiene
causa. Luego Dios no conoce lo inexistente.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol (Rom 4,17): Dios llama tanto
a lo inexistente como a lo existente.
Respondo: Dios lo conoce todo sea cual fuere el
modo de su existencia. Nada impide que lo que no es totalmente, no sea
de algún modo. Pues ser totalmente lo es lo que está en acto. Pero lo
que no está en acto, está en potencia, o la del mismo Dios o la de las
criaturas; bien en la activa o en la pasiva; bien en la de opinar,
bien en la de imaginar, bien en la de cualquier modo que se quiera.
Así, pues, todo lo que puede ser hecho o pensado o dicho por la
criatura, y también cualquier cosa que pueda hacer, todo, aunque no
esté en acto, lo conoce Dios. Por lo tanto, puede decirse que también
conoce lo inexistente. Pero en todo lo que no está en acto, hay que
tener presente una cierta diversidad. Pues algunas cosas que no están
ahora en acto, sin embargo, o fueron, o serán. Todas estas cosas las
conoce Dios con ciencia de visión. Porque, como el conocer de Dios,
que es su ser, se mide por la eternidad, que incluye
sin sucesión todo el tiempo, la mirada de Dios está
fija en todo tiempo y en todo lo que existe en cualquier tiempo como
estando presente ante El. Hay otras cosas que están en la potencia de
Dios o de la criatura y que, sin embargo, no son, ni serán, ni fueron.
De estas cosas no se dice que Dios tenga ciencia de visión, sino de
simple inteligencia. Y se dice así porque lo que es
visto por nosotros, tiene un existir distinto fuera del que lo
ve.
A las objeciones:
1. Las cosas que están en potencia
tienen verdad como la tienen las que están en acto, ya que es verdad
que están en potencia. Y así son conocidas por Dios.
2. Como quiera que Dios es el
mismo ser, cualquier cosa existe tanto en cuanto participa de la
semejanza de Dios. Como algo está caliente tanto en cuanto participa
del calor. Así, lo que está en potencia, aun cuando no esté en acto,
es conocido por Dios.
3. La ciencia de Dios, unida a la
voluntad, es la causa de las cosas. Por lo tanto, no es necesario que
lo que Dios conoce sea, fuere, o fuera: sino sólo que quiere o permite
que exista. Además, en la ciencia de Dios no está el que las cosas
existan, sino que puedan existir.
Artículo 10:
Dios, ¿conoce o no conoce el mal?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce el
mal:
1. Dice el Filósofo en el III
De Anima: El
entendimiento que no está en potencia, no conoce la privación. Pero el
mal es
privación de bien, como dice Agustín.
Así, pues, como el entendimiento de Dios nunca está en potencia, sino
siempre en acto, como ya quedó demostrado (
a.2), parece que Dios no
conozca el mal.
2. Toda ciencia, o causa lo conocido o es causado por ello.
Pero la ciencia de Dios no causa el mal ni es causada por él. Luego
Dios no conoce el mal.
3. Todo lo que se conoce, es conocido por su semejanza o
por su opuesto. Pero, como quedó demostrado (
a.2 y
5), lo que Dios
conoce, lo conoce por su esencia. Pero la esencia divina ni es
semejanza del mal ni se le opone el mal, pues nada es contrario a la
esencia divina, como dice Agustín en XII
De Civ.
Dei. Luego Dios no conoce el mal.
4. Lo que se conoce no por sí mismo, sino por otro, se
conoce imperfectamente. Pero el mal no es conocido por Dios por sí
mismo, porque, para ello, sería necesario que el mal estuviera en
Dios; ya que es necesario que lo conocido esté en quien conoce. Luego,
si es conocido por otro, esto es, por el bien, sería conocido
imperfectamente. Esto es imposible, porque ningún conocimiento de Dios
es imperfecto. Luego Dios no conoce el mal.
Contra esto: está lo que se dice en Prov. 15,11: El infierno y la
perdición están ante Dios.
Respondo: Todo el que conoce algo perfectamente
es necesario que conozca todo lo que le puede ocurrir. Hay algunos
bienes a los que les puede ocurrir que sean corrompidos por el mal.
Luego Dios no conocería perfectamente el bien si no conociera el mal.
Además, todo lo que es cognoscible, lo es según lo que es. De ahí que,
como el mal es privación de bien, por lo mismo que Dios conoce el
bien, conoce también el mal, como las tinieblas son conocidas por la
luz. Por eso, en el c.7 De Div.
nom., Dionisio dice que Dios tiene en sí mismo la
visión de las tinieblas, puesto que no las ve más que por la
luz.
A las objeciones:
1. La frase del Filósofo quiere
decir que el entendimiento que no está en potencia, no conoce la
privación por la privación existente en el mismo. Y esto concuerda con
lo que dijera anteriormente: El punto, y todo lo indivisible, es
conocido por la privación de división. Esto es así porque las formas
simples e indivisibles, en nuestro entendimiento, no están en acto,
sino sólo en potencia. Así, lo simple es conocido por la sustancia
separada. Así, pues, Dios no conoce el mal por la privación que hay en
él, sino por ser opuesto al bien.
2. La ciencia de Dios no es causa
del mal, sino del bien por el que se conoce el mal.
3. Aun cuando el mal no se opone a
la esencia divina, que no puede ser corrompida por el mal, sin
embargo, sí se opone a los efectos de Dios. Tales efectos los conoce
por su esencia, y conociéndolos, conoce el mal que se les
opone.
4. Conocer algo sólo por otro es un
conocer imperfecto si aquello puede ser conocido directamente. Pero el
mal no puede ser conocido directamente, ya que su concepto incluye la
privación de bien. De este modo, no puede ser definido ni conocido más
que por el bien.
Artículo 11:
Dios, ¿conoce o no conoce lo singular?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce lo
singular:
1. El entendimiento divino es más inmaterial que el entendimiento
humano. Pero el entendimiento humano, por su inmaterialidad, no conoce
lo singular, sino que, como se dice en II De Anima: la razón conoce lo universal; los sentidos, lo singular. Luego Dios no conoce lo singular.
2. En nosotros, las únicas facultades que no conocen lo
singular son las que utilizan especies abstraídas de las condiciones
materiales. Pero las cosas en Dios están en grado sumo abstraídas de
toda materialidad. Luego Dios no conoce lo singular.
3. Todo conocimiento se da por alguna semejanza. Pero la
semejanza de lo singular, en cuanto tal, parece que no se da en Dios,
porque el principio de la singularidad es la materia, la cual, por
estar sólo en potencia, es completamente distinta de Dios, acto puro.
Luego Dios no puede conocer lo singular.
Contra esto: está lo que se dice en Prov. 16,2: Todos los caminos de
los hombres están ante sus ojos.
Respondo: Dios conoce lo singular. Pues, como
quedó demostrado (
q.4 a.2), todas las perfecciones que se encuentran
en las criaturas, en Dios preexisten de un modo más sublime. Conocer
lo singular es algo que pertenece a nuestra perfección. Pues también
el Filósofo encuentra incongruente que haya algo conocido por nosotros
que no sea conocido por Dios. Por eso, refutando a Empédocles,
argumenta en el I
De Anima y en el III
Metaphys. que Dios sería muy ignorante si no
conociera la discordia. Pero las perfecciones que en los seres
inferiores están desperdigadas, en Dios están de forma única y total.
Y aun cuando nosotros por una facultad conozcamos lo universal e
inmaterial, y por otra lo singular y material, sin embargo, Dios lo
conoce todo por su simple entendimiento.
Algunos, queriendo demostrar cómo es posible esto,
dijeron que Dios conoce lo singular por las causas universales; pues
nada hay de singular en lo que no provenga de alguna causa universal.
Y ponen el siguiente ejemplo: Si algún astrólogo conociera todos los
movimientos universales del cielo, podría predecir
todos los eclipses futuros. Pero esto no es suficiente. Porque los
singulares toman las causas universales ciertas formas y facultades
que, aun cuando estén íntimamente unidas, no se individualizan más que
por la materia individual. Así, quien conociera a Sócrates por ser
blanco, o al hijo de Sofronio, o a cualquier otro por lo mismo, no lo
conocería en cuanto es este hombre. Por lo tanto, en este sentido,
Dios no conocería lo singular en su particularidad.
Otros dijeron que Dios conoce lo singular aplicando
las causas universales a los efectos particulares. Pero esto no dice
nada. Porque nadie puede aplicar nada a otro a no ser que lo conozca.
Por lo tanto, dicha aplicación no puede ser motivo para conocer lo
particular, ya que presupone el conocimiento de lo
singular.
Así, poniéndonos en otra dimensión, hay que decir que, como Dios es,
por su ciencia, la causa de las cosas, como se dijo (a.8), tanto
abarca la ciencia de Dios cuanto abarca su causalidad. De ahí que, como
la fuerza activa de Dios abarca no sólo las formas, de las que se toma
la razón de lo universal, sino también la materia, como se demostrará
(q.44 a.2), es necesario que la ciencia de Dios abarque también lo
singular, que está individualizado por la materia. Pues como conoce lo
distinto a Él por su esencia, en cuanto que es semejanza de las cosas
o su principio activo, es necesario que su esencia sea principio
suficiente para conocer, no sólo en lo universal, sino también en lo
singular, todo lo que es hecho por Él. Y lo mismo podría decirse de la
ciencia del artista si produjera toda la obra y no sólo la
forma.
A las objeciones:
1. Nuestro entendimiento abstrae la
especie inteligible de los principios de individuación, de ahí que la
especie inteligible de nuestro entendimiento no puede ser semejanza de
los principios individuales. Por eso nuestro entendimiento no conoce
lo singular. Pero la especie inteligible del entendimiento divino, la
esencia de Dios, no es inmaterial por abstracción, sino por sí misma,
principio de todos los principios que entran en la composición de la
realidad, tanto de la especie como del individuo. Así, por ella Dios
conoce no sólo lo universal, sino también lo singular.
2. Aunque las especies del
entendimiento divino por su mismo ser no tienen condicionamientos
materiales como las especies que se reciben en la imaginación y en el
sentido, sin embargo, como ya se dijo, su capacidad abarca
tanto lo inmaterial como lo material.
3. Aun cuando la materia, por su
potencialidad, esté alejada de la semejanza de Dios, sin embargo, por
tener ser, conserva cierta semejanza con el ser divino.
Artículo 12:
Dios, ¿puede o no puede conocer cosas infinitas?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no puede conocer cosas
infinitas:
1. Lo infinito, en cuanto infinito, es desconocido; porque, como se
dice en III Physic., lo infinito es aquello
a lo que siempre que se le quite algo, siempre le queda algo por
quitar. También Agustín, en XII De Civ. Dei., dice: Todo lo que, cabe en una ciencia, cabe en la comprehensión
del científico. Pero lo infinito no puede acabar. Luego infinitas
cosas no caben en la ciencia de Dios.
2. Si se dijera: lo infinito en sí mismo es finito en la
ciencia de Dios, hay que replicar: La razón de infinito está en que no
se puede recorrer; en cambio, lo finito sí, como se dice en III
Physic.. Pero, como se prueba en VI
Physic., lo infinito no puede ser recorrido ni
por lo finito ni por lo infinito. Luego lo infinito no puede ser
finito en lo finito ni en lo infinito. Y, de este modo, infinitas
cosas no son finitas en la ciencia de Dios, que es
infinita.
3. La ciencia de Dios es la medida de lo conocido. Pero
el ser medido va contra la razón de ser de lo
infinito. Luego infinitas cosas no pueden ser conocidas por
Dios.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XII De Civ.
Dei.: Aun cuando no exista la cifra de los
números infinitos, sin embargo no resulta incomprensible a aquel cuya
ciencia no tiene número.
Respondo: Como Dios conoce no sólo las cosas
que están en acto, sino también las que están en potencia, bien suya,
bien de la criatura, como ya se demostró (
a.9), y estas cosas son
infinitas, es necesario afirmar que Dios conoce infinitas cosas. Y si
bien la ciencia de visión, que se refiere a lo que es, o ha sido o
será, no abarca infinitas cosas, como dicen algunos, puesto que
nosotros no admitimos que el mundo haya existido desde siempre, ni que
la generación y el movimiento duren siempre, condición para que los
individuos se multipliquen hasta el infinito, sin embargo, si se
piensa mejor, es necesario decir que también la ciencia de visión
abarca infinitas cosas. Porque Dios conoce también los pensamientos y
sentimientos de los corazones, que se multiplicarán hasta el infinito,
puesto que las criaturas racionales permanecerán sin fin. Y esto es
así también porque el conocimiento de cualquiera abarca tanto cuanto
el modo de la forma que es principio de conocimiento. Pues la especie
sensible, que está en el sentido, es la imagen de un solo individuo.
De ahí que por ella sólo pueda ser conocido un individuo. La especie
inteligible de nuestro entendimiento es imagen de la realidad en
cuanto a la naturaleza de la especie, que puede ser participada por
infinitos individuos. De este modo, nuestro entendimiento, por la
especie inteligible de hombre, conoce en cierto modo infinitos
hombres. Pero no en cuanto se distingan entre sí, sino en cuanto
tienen en común la misma naturaleza de la especie. Por eso, la especie
inteligible de nuestro entendimiento no es imagen de los hombres en
cuanto a los principios individuales, sino en cuanto a los principios
de la especie.
Por su parte, la esencia divina por la que conoce el entendimiento
divino es imagen suficiente de todo lo que es o puede ser, no sólo en
cuanto a los principios generales, sino también en cuanto a los
principios propios de cada uno, como quedó demostrado (a.11). De todo
eso se deduce que la ciencia de Dios abarca infinitas cosas, incluso
en cuanto distintas entre sí.
A las objeciones:
1. Según el Filósofo en I
Physic.,
la razón de infinito conviene a la
cantidad. Propio de la cantidad es el orden de las partes. Luego
conocer lo infinito de modo infinito es conocer una parte después de
otra. Con este proceso, de ningún modo se llega a conocer lo infinito;
porque cualquiera que sea la cantidad de partes conocida, siempre
queda algo por conocer. Pero no es así, es decir, una parte después de
otra, como Dios conoce lo infinito o infinitas cosas; pues, como se
dijo (
a.7), Dios lo conoce todo simultáneamente, no sucesivamente. Por
lo tanto, nada impide que conozca infinitas cosas.
2. Recorrer implica pasar de una
parte a otra; y por eso, lo infinito no puede ser recorrido ni por lo
finito ni por lo infinito. Pero al concepto de comprehensión le basta
la adecuación; porque se dice que algo es comprehendido cuando nada
queda fuera del que lo comprehende. Por eso, no va contra la razón de
ser de lo infinito el que sea comprehendido por lo infinito. Y así, lo
que en sí mismo es infinito puede decirse que es finito para la
ciencia de Dios, en cuanto comprehendido, pero no en cuanto puede ser
recorrido por partes.
3. La ciencia de Dios es la medida
de las cosas, pero no medida cuantitativa, pues lo infinito no la
tiene; sino porque mide la esencia y la verdad de la realidad. Pues
cada ser tiene la verdad de su naturaleza tanto en cuanto imita la
ciencia de Dios, como la obra artística en cuanto que concuerda con el
arte. Pero aunque hubiera alguna multitud infinita en acto, por
ejemplo, infinitos hombres; o aunque hubiera alguna cantidad continua
infinita, por ejemplo, que hubiera infinita cantidad de aire, como
dijeron algunos antiguos, sin embargo,
tales cosas tendrían un ser determinado y finito,
porque, su ser estaría limitado a unas naturalezas concretas. Por lo
tanto, serían medidas por la ciencia de Dios.
Artículo 13:
Dios, ¿conoce o no conoce lo futuro contingente?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce lo futuro
contingente:
1. De una causa necesaria surge un efecto necesario. Pero la ciencia
de Dios es causa de lo conocido, como ya se dijo (
a.8). Como ella
misma es necesaria, se sigue que también lo es lo que conoce. Luego la
ciencia de Dios no incluye lo contingente.
2. Toda condicional cuyo antecedente es absolutamente
necesario, también el consecuente lo es. Pues la relación entre
antecedente y consecuente es la misma que hay entre principio y
conclusión, ya que de principios necesarios se deducen conclusiones
necesarias, como se prueba en I Poster. Pero
también la condicional: Si Dios supo que eso será,
eso será es verdadera; porque la ciencia de Dios no lo es sino de
lo verdadero. El antecedente de esta condicional es absolutamente
necesario; tanto porque es eterno como porque indica un pasado. Luego
también el consecuente es absolutamente necesario. Así, la ciencia de
Dios no incluye lo contingente.
3. Todo lo conocido por Dios es necesario que exista;
porque también lo conocido por nosotros es necesario que exista,
aunque, sin embargo, la ciencia de Dios es más cierta que la nuestra.
Pero ningún contingente futuro es necesario que exista. Luego ningún
contingente futuro es conocido por Dios.
Contra esto: está lo que se dice en el Sal. 32,15: El formó uno a uno
los corazones de los hombres. El conoce todas las obras de los
hombres. Pero las obras de los hombres son contingentes, puesto
que dependen del libre albedrío. Luego Dios conoce lo contingente
futuro.
Respondo: Como ya se ha demostrado (
a.9) que
Dios conoce no sólo lo que está en acto, sino también lo que está en
potencia, bien suya, bien de la criatura, algunas de cuyas cosas son
contingentes futuros, hay que deducir que Dios conoce lo contingente
futuro.
Para probarlo, hay que tener presente que lo contingente puede ser
considerado en un doble aspecto. 1) Uno, en sí mismo, en cuanto
que está en acto. Si es así, no es visto como futuro, sino como
presente; y, por lo tanto, no puede ser tenido como contingente, sino
como algo que es, y por existir, infaliblemente puede ser conocido con
tanta certeza como la que me proporciona el sentido de la vista cuando
veo a Sócrates sentado. 2) Otro aspecto es el de considerar lo
contingente tal como está en su causa, y, por lo tanto, es visto como
algo futuro, sin una determinada existencia, porque la causa
contingente está relacionada con lo opuesto. Así, no puede tenerse un
conocimiento cierto de lo contingente. Por eso el que conoce un efecto
contingente sólo como presente en su causa, más que conocimiento tiene
una conjetura. Pero Dios conoce todo lo contingente, no sólo como está
en sus causas, sino también como cada una de las cosas contingentes es
en sí misma. Y aun cuando lo contingente pase a ser en acto de forma
sucesiva, Dios, sin embargo, no lo conoce en su ser concreto de forma
sucesiva, como nosotros, sino simultáneamente. Porque su conocimiento
se mide por la eternidad, como también su ser. Pero la eternidad, que
existe totalmente de forma simultánea, abarca todo el tiempo, como ya
se dijo (q.10 a.2 ad 4). Por eso, todo lo que existe en el tiempo está
presente en Dios desde la eternidad, y no sólo como una idea, como
dicen algunos; sino que desde la eternidad su mirada se extiende sobre
todo como presente en El.
Por lo tanto, es evidente que lo contingente es infaliblemente
conocido por El como algo que está presente en El, aun cuando,
equiparado a su causa, se trate de un contingente futuro.
A las objeciones:
1. Aun cuando la causa suprema sea
necesaria, sin embargo, el efecto puede ser contingente debido a que
la causa próxima es contingente; como es contingente el brotar de una
planta por la causa próxima contingente, aun cuando el movimiento del
sol, que es la causa primera, es necesaria. De forma parecida, lo
conocido por Dios es contingente por las causas próximas, aun cuando
la ciencia de Dios, que es la causa primera, sea necesaria.
2. Algunos dicen
que el antecedente
Dios conoció este contingente futuro, no es
necesario, sino contingente; porque, aun cuando sea pasado, incluye
relación con el futuro. Pero esto no le quita necesidad, pues lo que
tuvo relación, necesariamente la tuvo, aunque el futuro no haya
sucedido.
Otros dicen que este antecedente es contingente porque
está hecho de lo necesario y de lo contingente, como lo es la frase Sócrates es un hombre blanco. Pero tampoco esto significa nada.
Porque cuando se dice Dios conoció que este contingente en el
futuro será, contingente no está ahí más que como materia verbal,
no como parte principal de la proposición. Por lo tanto, su
contingencia o necesidad nada dice sobre si la proposición es
necesaria o contingente, verdadera o falsa. Pues podría ser tan
verdadero que haya dicho que el hombre es un asno como que Sócrates
corre, o que Dios existe. Lo mismo cabe decir de lo necesario y de lo
contingente.
Por lo tanto, hay que decir que este antecedente es absolutamente
necesario. Sin embargo, tampoco se sigue de ello, como dicen
algunos, que el consecuente sea absolutamente
necesario; porque el antecedente es causa remota del consecuente, que
por su causa próxima es contingente. Pero tampoco esto dice nada. Pues
sería una condicional falsa aquella cuyo antecedente fuese la causa
remota necesaria, y el efecto consecuente fuera contingente. Como si
dijéramos, por ejemplo: Si el sol se mueve, la hierba
brotará.
Así, y puestos en otra dimensión, hay que decir que, cuando en el
antecedente se coloca algo referente al acto del alma, el consecuente
hay que tomarlo no como es en sí mismo, sino tal como está en el alma.
Pues el ser de algo en sí mismo es distinto a este mismo ser en el
alma. Ejemplo: Si digo: Si el alma entiende algo, aquello es
inmaterial, hay que entender que aquello es inmaterial tal como
está en el entendimiento, no tal como es en sí mismo. De forma
parecida, si digo: Si Dios conoció algo, aquello será, el
consecuente hay que entenderlo como está en la ciencia divina, es
decir, en cuanto está presente en El. Y así, es necesario, como el
antecedente: porque todo lo que es, mientras es, es necesario que
sea, como se dice en I Periherm.
3. Lo que pasa a estar en acto en
el tiempo, es conocido por nosotros de forma sucesiva en el tiempo,
pero Dios lo conoce en la eternidad, que está por encima del tiempo.
Por lo tanto, para nosotros, que conocemos lo contingente futuro como
contingente, no reviste certeza; sólo la tiene en Dios cuyo conocer
está en la eternidad por encima del tiempo. Como quien va por un
camino no ve a los que van detrás de él; pero quien desde alguna
altura divisa todo el camino, simultáneamente ve a todos los que van
por el camino. Así, lo que es conocido por nosotros es preciso que sea
necesario incluso en sí mismo; porque lo que en sí mismo es
contingente futuro no puede ser conocido por nosotros. Pero lo que es
conocido por Dios, es preciso que sea necesario en cuanto que está
presente en la ciencia divina, como ya se dijo (ad 1). Pero no de
forma absoluta, si se considera en sus causas propias.
De ahí que la proposición: Todo lo conocido por Dios es necesario
que exista, suela recibir una distinción. Porque puede
referirse a lo conocido, o a lo dicho. Si se entiende de lo
conocido, la proposición es divisa y falsa, ya que su sentido es: Todo lo que Dios conoce es necesario. Si se entiende de lo dicho,
la proposición es compuesta y verdadera, ya que su sentido
es: La proposición: Lo conocido por Dios existe, es
necesaria.
Pero algunos opinan lo contrario, diciendo que esta
distinción sólo es aplicable a las formas separadas del sujeto. Como
si digo: Lo blanco es posible que sea negro. Pero esto,
aplicado a lo dicho, es falso; y al contenido, verdadero. Pues lo que
es blanco puede ser negro. Pero el dicho lo blanco es negro,
nunca puede ser verdadero.
Pero en las formas inseparadas del sujeto, tal distinción no es
aplicable. Como si digo: Un cuervo negro es posible que sea
blanco, porque en ambos sentidos es falsa.
El ser conocido por Dios es inseparable de la realidad; porque lo
conocido por Dios no puede ser ignorado. Y este razonamiento sería
aplicable si lo que llamo conocido implicara alguna disposición
inherente al sujeto, Pero como va referido a acto del que conoce, a la
misma realidad conocida, aunque sea conocida desde siempre, se le
puede atribuir algo esencial y que no se le atribuye en cuanto
conocida. Ejemplo: A una piedra se le atribuye la materialidad, que no
se le atribuye en cuanto inteligible.
Artículo 14:
Dios, ¿conoce o no conoce lo enunciable?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no conoce lo
enunciable:
1. Conocer lo enunciable le corresponde a nuestro entendimiento en
cuanto que compone y divide. Pero en el entendimiento divino no hay
ningún tipo de composición. Luego Dios no conoce lo
enunciable.
2. Más aún, Todo conocimiento se hace por alguna semejanza. Pero en
Dios no hay ninguna semejanza de lo enunciable, puesto que es
completamente simple. Luego Dios no conoce lo enunciable.
Contra esto: está lo que se dice en el Sal. 93,11: El Señor conoce
los pensamientos de los hombres. Pero lo enunciable se encuentra
en los pensamientos de los hombres. Luego Dios conoce lo
enunciable.
Respondo: Puesto que construir lo enunciable
está en la facultad de nuestro entendimiento, y Dios conoce todo lo
que está en su potencia o en la de la criatura, como se dijo (
a.9), es
necesario que Dios conozca todos los enunciables posibles. Pero, así
como conoce lo material inmaterialmente, y lo compuesto simplemente,
así también conoce lo enunciable no como son los enunciables, es
decir, construidos por medio de la composición y la división, que es
el modo de conocerlos de nuestro entendimiento, sino que de cada uno
tiene un conocimiento simple, conociendo la esencia de cada uno. Como
si nosotros, conociendo lo que es el hombre, conociéramos todo lo que
se puede decir del hombre. Pero esto no lo puede hacer nuestro
entendimiento, cuyo proceso discursivo pasa de un aspecto a otro,
debido a que la especie inteligible cuando configura un aspecto no
configura otro. Por eso, conociendo lo que es el hombre, no por eso
conocemos otras cosas que están en él; sino que lo conocemos
divididamente, esto es, una cosa después de otra. Por eso es necesario
que las distintas cosas que conocemos mediante un proceso de
composición y división, las reduzcamos a una construyendo un
enunciado. Pero la especie del entendimiento divino, esto es, su
esencia, es suficiente para demostrarlo todo. De ahí que, conociendo
su esencia, conozca la esencia de todo y cualquier cosa que le pueda
suceder.
A las objeciones:
1. Aquel argumento sería viable si
Dios conociera lo enunciable según el modo de construir lo
enunciable.
2. La composición de lo enunciable
indica algún modo de ser de la realidad; y Dios, por su ser, que es su
esencia, configura todo lo que se puede indicar con lo
enunciable.
Artículo 15:
La ciencia de Dios, ¿es o no es modificable?
lat
Objeciones por las que parece que la ciencia de Dios es
modificable:
1. La ciencia está relacionada con lo que se puede conocer. Pero todo
lo que conlleva relación con la criatura es atribuido a Dios desde el
tiempo y se modifica si se modifica la criatura. Luego la ciencia de
Dios es modificable según cambie la criatura.
2. Todo lo que Dios puede hacer, lo puede conocer. Pero Dios
puede hacer más cosas de las que hace, luego puede conocer más de lo
que conoce. Por lo tanto, la ciencia de Dios es modificable por
aumentar o disminuir.
3. Dios supo que Cristo iba a nacer. Pero ahora no sabe
que Cristo va a nacer, porque Cristo no va a nacer. Luego no todo lo
que Dios supo lo sabe. Por lo tanto, parece que la ciencia de Dios es
modificable.
Contra esto: está lo que se dice en Sant 1,17: En Dios no hay
modificación ni sombra de alteración.
Respondo: Como la ciencia de Dios es su
sustancia, como se dijo (
a.4), así como la sustancia de Dios es
completamente inmutable, como se demostró (
q.9 a.1), así también es
necesario que su ciencia sea completamente inmodificable.
A las objeciones:
1. Los nombres
Señor,
Creador y similares, conllevan relación con las criaturas por lo
que son en sí mismas. Pero la ciencia de Dios conlleva relación con
las criaturas porque están en El; puesto que cualquier cosa es
conocida según el modo de ser del que las conoce. Y las cosas creadas
están en Dios sin posible modificación, mientras que en sí mismas son
modificables.
O, en otra dimensión, hay que decir: Los nombres Señor,
Creador y similares, conllevan relaciones concretadas en actos
que, para nosotros, acaban en las criaturas tal como son en sí mismas;
y así, al atribuir tales relaciones a Dios se modifican según la
modificación que se produce en las criaturas. Pero la ciencia, el amor
y similares, conllevan relaciones concretadas en actos que están en
Dios. Por eso son atribuidos a Dios sin posible modificación.
2. Dios conoce también lo que
puede hacer y no hace. Pero del hecho de que puede hacer más cosas de
las que hace no se sigue que pueda conocer más cosas de las que
conoce, a no ser que entren dentro de la llamada ciencia de visión,
por la que se dice que conoce lo que existe en un tiempo concreto. Sin
embargo, del decir que conoce algunas cosas que pueden existir y no
son, o que no existen las que son, no se sigue que su ciencia sea
modificable. Pero si hubiera algo que primero Dios no lo hubiese
conocido y después sí, entonces podría decirse que su ciencia es
modificable. Pero esto no es posible, porque todo lo que existe o
puede existir en un tiempo concreto, Dios lo conoce desde su
eternidad. De este modo, si se piensa en cualquier cosa que pueda
existir en el tiempo que fuere, hay que pensar también que Dios lo
conoce desde la eternidad. Por lo tanto, no debe admitirse que Dios
pueda conocer más cosas de las que conoce, porque una proposición así
implica que primero desconoce lo que después sabe.
3. Los antiguos
nominalistas dijeron que las expresiones
Cristo
nace, Cristo nacerá, Cristo ha nacido, son la misma, pues las tres
se refieren a lo mismo: el nacimiento de Cristo. Concluyendo que todo
lo que Dios supo, lo sabe; porque ahora sabe que Cristo ha nacido, lo
cual significa para El lo mismo que Cristo nacerá. Pero esta opinión
es falsa. Tanto porque las distintas partes de la oración gramatical
forman otros tantos enunciados distintos. Tanto porque se seguiría que
una proposición que es verdadera una vez, lo es siempre; lo cual va
contra el Filósofo cuando dice que la oración
gramatical
Sócrates está sentado es verdadera cuando está
sentado y es falsa cuando está de pie.
Se puede admitir que la proposición Todo lo que Dios supo, lo
sabe no es verdadera si va referida a lo enunciable. Pero de ahí
no se sigue que la ciencia de Dios sea modificable. Pues, así como
Dios sabe, sin necesidad de que haya modificación en su ciencia, que
una cosa existe en un tiempo y no en otro; así también, y sin
necesidad de modificación en su ciencia, sabe cuándo una proposición
es verdadera y cuándo es falsa. La ciencia de Dios
sería modifícable si conociera los enunciables por medio de un proceso
de composición y división, como nos sucede a nosotros. Precisamente
nuestro conocimiento se modifica según la verdad o la falsedad; como,
por ejemplo, si habiendo cambiado una cosa, mantenemos la misma
opinión de ella. O se modifica según las diversas opiniones, como, por
ejemplo, si primero opinamos que alguien está sentado y después
opinamos que no está sentado. Pero todo esto no es así en
Dios.
Artículo 16:
La ciencia que Dios tiene de las cosas, ¿es o no es
especulativa?
lat
Objeciones por las que parece que la ciencia que Dios tiene de las
cosas no es especulativa:
1. La ciencia de Dios es causa de las cosas, como ya se demostró
(
a.8). Pero la ciencia especulativa no es causa de las cosas
conocidas. Luego la ciencia de Dios no es especulativa.
2. La ciencia especulativa se hace por abstracción de las
cosas; pero eso no le corresponde a la ciencia divina. Luego la
ciencia de Dios no es especulativa.
Contra esto: a Dios hay que atribuirle todo lo que es más noble. Pero la
ciencia especulativa es más noble que la ciencia poética, como nos
consta por el Filósofo al comienzo de la Metaphys. Luego la ciencia que Dios tiene de las cosas es especulativa.
Respondo: Alguna ciencia es sólo especulativa,
y alguna es sólo práctica; y alguna es en parte especulativa y en
parte práctica. Para probarlo, hay que saber que alguna ciencia puede
ser llamada especulativa de tres maneras. 1)
Primero, por parte
de lo conocido, en cuanto que no puede ser cambiado por el que lo
conoce: es lo que sucede con la ciencia que el hombre tiene de lo
natural o de lo divino. 2)
Segundo, por el modo de conocer.
Ejemplo: cuando un arquitecto analiza una casa definiendo, dividiendo
y considerando los principios universales que le son aplicables. Esto
es factible considerándolo especulativamente, no porque sea factible;
pues factible es aquello a cuya materia se le aplica la forma; y no la
reducción de los componentes a principios formales universales. 3)
Tercero, por el fin. Pues, tal como se dice en el III
De
Anima:
El entendimiento práctico se distingue
del especulativo en el fin. Pues el entendimiento práctico está
ordenado al fin de la acción; mientras que el entendimiento
especulativo tiene por fin el encuentro de la verdad. Por eso, cuando
un arquitecto piensa cómo puede ser construida una casa, no para
construirla, sino para saberlo, con respecto al fin estará ante una
consideración especulativa aun cuando sea factible.
Así, pues, la ciencia que analiza especulativamente lo conocido, es
sólo especulativa. La que lo analiza según el modo o según el fin, en
parte será especulativa y en parte práctica. Y cuando está ordenada al
fin de la acción, será exclusivamente práctica.
Por lo tanto, hay que decir que la ciencia que Dios tiene de sí mismo
es sólo especulativa; pues El no puede ser hecho. Pero de todo lo
demás, su ciencia es especulativa y práctica. Especulativa en cuanto
al modo, pues todo lo que nosotros conocemos especulativamente de las
cosas definiendo y analizando, todo esto lo conoce Dios mucho más
perfectamente. Pero de todo lo que puede hacer y nunca hace, no tiene
ciencia práctica, en cuanto que el ser ciencia práctica le viene por
el fin. Pero sí tiene ciencia práctica de aquello que realiza en el
tiempo.
Con respecto al mal, aun cuando no lo pueda hacer, sin embargo, entra
dentro de su conocimiento práctico, como el bien, en cuanto que lo
permite, lo impide o lo subordina. Es como las enfermedades, que
forman parte de la ciencia práctica del médico en cuanto que, con su
arte, las cura.
A las objeciones:
1. La ciencia de Dios es causa, no
de sí mismo, sino de lo demás. Causa real de aquello que existe en
algún tiempo determinado; causa virtual de aquello que puede hacer y
nunca hizo.
2. El que la ciencia provenga de
lo conocido no es esencial a la ciencia especulativa, sino sólo
accidental por ser humana.
En cuanto a lo objetado en sentido contrario, hay que decir: De lo
factible no se tiene un conocimiento perfecto a no ser que se conozca
en cuanto que es factible. Y así, como quiera que la ciencia de Dios
es absolutamente perfecta, es necesario que sepa lo que por si es
factible, y que lo sepa en cuanto tal, no sólo en cuanto que se puede
especular sobre ello. Sin embargo, esto no quita valor a la ciencia
especulativa, porque El lo ve todo en sí mismo, y se conoce a sí mismo
especulativamente. Por eso, en el conocer especulativo de sí mismo
conoce tanto especulativa como prácticamente todo lo
demás.