Raras felicidades

Es uno de esos listados -tan arbitrarios como seductores: «los N mejores X«-, dedicado en este caso a los mejores finales de películas…
No figura, claro está, el que sería mi favorito (Only Yesterday! je…), pero me sorprende gratamente encontrar Fargo, citada justo por ese detalle que a mí me había gustado especialmente… y, que no creí que hubiera impresionado a casi nadie más:
Cinema, especially recent cinema, isn’t known for its portrayals of happy marriages — especially not in crime movies. But the last scene in this Coen brothers masterpiece doesn’t involve any blood, bullets, or double-crosses. It just shows the Gundersons, Marge (Frances McDormand) and Norm (John Carroll Lynch), sitting in bed. He tells her that his painting is going to put on a three-cent stamp, she tells him how great that is, and the emotional core that has been developing throughout the film is suddenly sitting right in front of us. No wood chipper needed.
Traduzco: «El cine, especialmente el reciente, no se caracteriza por sus retratos de matrimonios felices… especialmente el cine policial.»
Es verdad. Lo había pensado, y lo volví a pensar al ver hace poco «El aura» (aparecen tres matrimonios, y los tres son un desastre).
Pero sospecho que es algo que excede al cine; también en la literatura .. y no necesariamente muy reciente.

Recordemos -más de 70 años atrás- aquella ocasión en que Jeeves propone a Bertie Wooster su plan para ablandar al tío de Bingo, mediante la lectura -casi forzada- de novelas románticas… Bertie pregunta:
-¿De verdad libros de ese tipo en la actualidad? Los únicos que he visto mencionados en los periódicos tratan de parejas de casados que encuentran que la vida es gris y que no pueden soportarse mutuamente a ningún precio…
-Sí, señor, hay muchos, menospreciados por la crítica, pero muy populares. ¿Por casualidad no ha leído el señor «Todo por amor», de Rosie M. Banks?
-No.
-¿Tampoco «Una roja, roja rosa de verano», por la misma autora?
-No…
Además de esto, podríamos citar (resistamos, resistamos) otros fragmentos en los que Wodehouse se burla amablemente del «pesimismo cultural» de su tiempo (como aquel escritor ruso en cuyos libros «no pasaba absolutamente hasta la página 315, cuando el mujik decidía suicidarse»); tampoco faltan los retratos de matrimonios felices… Pero, claro, Wodehouse no es exactamente el autor que uo elegiría para ilustrar cómo fue el siglo XX.
Quedaría por ver por qué es así, dilucidar si ese pesimismo (en lo general, y en lo particular : el matrimonio desdichado) es causa, consencuencia, o signo (y de qué). Tal vez, si nos permitimos una pizca de apologética… podríamos aducir que es significativo -por lo menos- que este tiempo en que el hombre más siente la exigencia y el derecho de ser feliz, parece ser el menos fecundo en la felicidad; y que la negación de la culpa -el pecado original- parece más bien alejarlo de la inocencia, en vez de acercarlo. Acaso podría uno traer a colación aquello del que quiere salvar su vida y la termina perdiendo.
Pero también desconfío un poco de esas apologéticas; a veces me suenan demasiado cómodas; a veces me huelen a autosuficiencia farisaica.
A veces, dije.
Por ahora, me quedo con la pizca de contemplación —mirar, sin analizar y sin juzgar— que puede darme una película policial. O una novelita de Wodehouse.

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