Al pie

Abrí este fin de semana la «Historia de la Filosofía» de Guillermo Fraile. Uno de esos tantos libros que uno quisiera poder atacar con más tiempo (y mejor cabeza). Caí en el tomo de la Edad Media; siglo XII, antes del apogeo de la escolástica. El título del capítulo –«Imago mundi en el siglo XII»– bastó para llamarme la atención.
… preocupación típica de la Edad Media […] de encuadrar sus teorías dentro de vastos panoramas cósmicos. Esta tendencia la vemos reaparecer en las Etimologías, de San Isidoro; en el De natura rerum, de San Beda; en el De universo, de Rabano Mauro, y, sobre todo, en la magna construcción mental de Escoto Eriúgena. Interrumpida en los siglos X y XI, reaparece con fuerza en el XII con Honorio de Autún, Guillermo de Conches, Bernardo de Tours, Alano de Lille y Santa Hildegarda.
Ciertamente que el valor científico de estas visiones cósmicas es escaso o nulo. Pero tampoco debemos tener la sonrisa demasiado fácil ante las ingenuidades medievales, sino más bien admirar estos indicios de interés hacia la naturaleza, para cuyo estudio no disponían de medios, que solamente han sido conquistados mucho más tarde. A cada siglo lo suyo, sin incurrir en la ingratitud de olvidar que al esfuerzo de esos antepasados nuestros debemos lo que se salvó de la antigüedad y la preparación que hizo posible el desarrollo de la ciencia posterior.
Pero parece que esta defensa no le bastó al buen Fraile, se ve que le había quedado algo atragantado… y no resistió la tentación de una nota al pie, de una belicosidad insólita:
En este sentido resultan pedantes y hasta ridículas ciertas actitudes de quienes, que sepamos, no tienen su nombre ligado al de ningún descubrimiento científico que valga la pena. No somos nosotros ni nuestro siglo quienes han conquistado las maravillas de que todos nos beneficiamos, sino personalidades muy concretas, a quienes se debe la gloria de cada descubrimiento en particular. No son, y a ellas nos referimos en concreto, ni siquiera de buen gusto las rancias invectivas de un Hans Reichenbach, que, a pesar de sus pretensiones neopositivistas, estarían mejor fechadas en aquellos felices tiempos de las odas de Campoamor al tren expreso.
(Esssaaa!)
Bueno… No tengo no idea de quién será ese tal Reichenbach, y no conozco esas odas de Campoamor (creo recordar alguna oda a la locomotora de Whitman , sí); pero la salida de tono me hizo gracia.

Fuera de esto, el capítulo tiene un montón de cosas interesantes. Ya traeremos alguna por acá.

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