Yo te vi bajo la higuera

Hoy la Iglesia recuerda a San Bartolomé, (que se identifica con Natanael), uno de los apóstoles. De él desconocemos casi todo, (aunque existe una tradición legendaria que lo ubica como misionero en la India); sólo tenemos en firme estos versículos del evangelio de Juan:
Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.»
Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, sin doblez.»
Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores has de ver. Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre.»
La historia no es del todo clara. Suele suponerse que Jesús vio a Natanael sentado en un patio interior de la casa -invisible desde afuera- o algo por el estilo; y que ante esta demostración de poder «mágico» el otro quedó tan impresionado como para llamarlo «Hijo de Dios y Rey de Israel». Aunque concedamos que semejante demostración es un poco chocante, como exagerada -y casi supersticiosa- la reacción. Tampoco queda claro cómo esto responde a la pregunta inicial, de por qué Jesús lo conoce como un israelita sin doblez. Puede postularse que Jesús sabía discernir esas cosas a simple vista, y que, justamente, como demostración -poética- de su poder vidente, menciona haberlo visto antes bajo la higuera (y si te vi en un lugar invisible, también puedo ver tu rectitud). Puede ser.

Pero yo recordaba hoy en misa la original «explicación» que daba Ana Catalina Emmerich. No la doy por buena, pero igual me gusta.

Según sus visiones -que espero recordar bien, hace mucho que lo leí y no tengo el episodio a mano- Jesús alude a algo ocurrido bastante tiempo antes del diálogo. Parece que Natanael era un joven piadoso, un judío que trataba de ser perfecto en el seguimiento de la ley, en acciones y pensamientos. Un día que se encontraba descansando debajo de una higuera en un lugar público, vio pasar unas mujeres y se vio tentado por malos pensamientos; como era su costumbre, trató de resistirse; pero la tentación arreció, y Natanael estaba cerca de abandonarse a las fantasías que le dictaba el demonio. En ese momento, pasó Jesús caminando por la calle, y lo miró; Natanael no lo conocía (esto fue antes de la «vida pública» de Jesús) pero esa mirada, plena de amor, de reconvención y de aliento, bastó para darle fuerzas y paz, y dejó una impresión inolvidable. Así, cuando ahora se reencuentra con Jesús, el rabí le recuerda aquel cruce de miradas, y Natanael lo reconoce y se conmueve.

Si damos por buena la historia de Ana Catalina -que no tiene mejor fundamento histórico que su misión a la India- todo el episodio tiene un color distinto, y acaso más fuerte. Podemos suponer entonces que Jesús, al llamarlo «auténtico judío sin doblez» estaba aludiendo a aquel momento: como si dijera: yo sé -y recuerda que lo sé- que eres un judío que se esfuerza por vivir rectamente, de obra y de corazón. Como también se entiende mejor la confesión entusiasta de Natanael. (Verdad es que no pega tan bien con el último versículo; lo que dice Jesús parece más bien abonar la exégesis común, de la videncia como signo milagroso).
En fin, poéticamente, al menos… me gusta.

Más allá de estos argumentos en pro y contra, basados en la consistencia interna del episodio, alguien podrá levantar objeciones más generales. Más allá de estos versículos y de Ana Catalina… ¿cabe imaginar -dirá alguien- que un episodio relatado en los evangelios (relatado para que lo conozcamos, se supone) haya sido universalmente malentendido por toda la cristiandad? ¿Puede ser que el evangelista quiso contar una cosa y todos los cristianos no hayamos entendido nada, o haya entendido otra cosa? ¿No se opondría esto de alguna manera al carácter inspirado de las Escrituras, y al obrar del Espíritu Santo?
Yo no sé. Pero si me preguntan, diría -con todas las salvedades del caso- que no me parece; que, en principio, me parece posible.

De paso, recuerdo que Simone Weil decía algo parecido de otros libros bíblicos, sobre todo del Apocalipsis; creía ella que muchas cosas nos resultan incomprensibles e impenetrables, no sabemos «de qué habla», porque hemos perdido claves (y conocimientos, y sabidurías). Y, peor: probablemente la pérdida sea definitiva.
No sé. Pero creo que yo tampoco tendría mayor problema en aceptar esa posibilidad.

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