Reblandecido

¿Qué se fizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿Qué se fízieron? (*)
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención,
como trujeron?(*)

Y qué fue, me preguntaba yo estos días, de aquel chico de dieciocho años que cultivaba (penosamente, es verdad) ese pesimismo que se le antojaba una señal de inteligencia e independencia; que buscaba estremecimientos en la literatura maldita (lujuria que se cree mística) y la Biblia Negra de King Crinsom; que asustaba a su hermana leyéndole trozos de Lautremont, y se sentía cómplice de los sabios: Cortázar, Schopenhauer, Nietzche…; que despreciaba a casi toda la humanidad, que se avergonzaba de su estúpida religiosidad preadolescente y su eterna discapacidad social; que coqueteaba con el psicoanálisis; que gustaba creer que en el fondo la verdad es triste y trágica, y que abominaba de los finales felices y de todo lo que oliera a sentimentalismo optimista.

Bien, tal vez exagero un poco; tal vez los recuerdos me traicionen.

Pero, en todo caso, sí creo esto: si aquel chico hubiera podido verse a sí mismo, veinte años después, se habría sentido morir de espanto y desprecio.

Y no es necesario traer a colación rosarios ni misas (aunque también…). Entusiasmos más pueriles (pero no menos intensos ni evidentes) como este, habrían bastado para desesperarlo. «Que asco….! ¿tanto, y tan pronto, puede llegar uno a reblandecerse?», imagino que pensaría.
Pero yo no puedo guardarle rencor, ni siquiera desprecio. Por mi parte, hace tiempo que he hecho las paces con él.


(* Hay que pronunciarlos esdrújulos esos versos, creo, para que midan bien. Aunque casi solamente en este discurso de Bioy Casares lo veo citado así. Al resto la medida parece no importar mucho. [Actualizado: error mío. Ver acá] )

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