GKC y GBS

Más sobre la conversión de Chesterton.
Uno de los aspectos del asunto que más me llama la atención, es la reacción de sus amigos del otro campo (Chesterton no tenía enemigos), sobre todo G. B. Shaw y Wells; los ateos/agnósticos.
Téngase en cuenta que no se trataba de una conversión desde el ateísmo, ni siquiera de un cambio ideológico; mirado desde afuera, habría que decir que sólo era un cristiano que cambia de denominación (de anglicano a católico), sin cambiar sustancialmente su visión general de las cosas y su discurso (sobradamente conocido, además). Uno diría que eso a lo sumo podría doler a un anglicano (a su esposa, a su madre…), pero para alguien de afuera, no debería hacer gran diferencia.
Y sin embargo, que yo sepa, las reacciones de dolor y rechazo más pronunciadas le llegaron de ese campo. Wells y Shaw, que tantas veces y tan cordialmente habían discutido con él, que tanto lo apreciaban y tanto conocían sus ideas, se sintieron como afrentados… una especie de escándalo, muy de notar.
Decía Wells:
Quiero a GKC, y odio el catolicismo de Belloc y Roma…. Si el catolicismo sigue consistiendo en recorrer el mundo dándole a la lengua, entonces no puede haber encontrado un portavoz mejor que G.K.C.
Pero me duele el catolicismo de G.K.C.
Y Shaw, al enterarse del paso dado, preguntó (con un enojo inhabitual en él) si Chesterton estaba borracho… «Mi querido G.K.C, ha ido ud. demasiado lejos», le escribió.

Curioso, aunque creo entenderlo. Me pongo en el lugar de ellos, y del otro lado imagino a un amigo querido (e intelectualmente apreciable) que mantiene opioniones fundamentalmente erróneas (por tirar un ejemplo a mano: sobre la sexualidad); podemos discutir con afecto, pero si en un momento el tipo pasa de la teoría a la acción, tenemos motivos para dolernos y escandalizarnos.
Claro que la analogía, de ser aplicable, supone que la conversión de Chesterton (y esa conversión, insisto: un simple «cambio de denominación», una mera oficialización -nominal/institucional- de una posición ya conocida), el solo acto de recibir los sacramentos de la Iglesia … eso es pasar de la teoría a los hechos.
Y así debe ser nomás.

Igual, me atajo: esto no lo estoy diciendo desde el «partido católico». Porque los católicos tendemos a gustar de estas historias, por dudosos motivos (vean cuánta rabia provoca la Iglesia católica, vean que es algo grande, no es una religión más, vean el odio del mundo enfocado sobre ella, y ella sola)…
No quiero hablar en esa clave ahora (y tal vez nunca).
Porque me simpatizan Wells y Shaw (sobre todo éste), en su relación con GCK; también en ese momento.

Pocos después de la conversión, cuando Chesterton estaba encarando la dirección de una nueva revista (G. K. C.’s. weekly), una de las personas a quien pedía consejo y colaboración era GBS. De ahí esta carta, que empieza con esa excusa y termina con el lamento por la conversión. Me atrae mucho, esa rara lucidez y sinceridad, combinadas con una ceguera tan fundamental. Y sobre todo el párrafo en el que cuenta su horror de imaginarse a GKC confesándose, me parece de lo más expresivo que he leído al respecto.

Cada persona (y cada partido) tiene los adversarios que se merece, digo yo, con mi habitual arbitrariedad.
Y si esto vale para GCK, también (relación simétrica) valdrá para Shaw.

Mi querido GKC:

[…] el consejo que doy a todos los que inician la publicacion de periodicos laboristas (un par cada semana aproximadamente) es siempre el siguiente: «No empiecen con un artículo diciendo que su periódico viene a llenar un vacío; no anublen sus columnas con «mensajes»; no desconcierten a sus lectores con los chistes de familia de su cuadrilla; o no habrá segundo número».
Medítelo; es sano.
Su principal problema es que la clase cuyo campeón se ha hecho usted, o lee Lloyds o no lee nada. … la Iglesia católica romana, turbada por reclutas de su tipo y burlones natos como Belloc que se aferran a la Iglesia porque su profanación quitaría toda la sal a la blasfemia, le pondrá a usted silenciosamente en el índice no oficial […]

… en religión, tienen la contra de que el director de un periódico, igual que un emperador, nunca debe pertenecer a una secta. Wells está en el buen camino: el mío (vea mis prefacios a Androcles y Matusalén). Nosotros queremos la Iglesia católica verdadera, por encima de la fabricada; ésta podrá ser útil, como lo es el Ejército de Salvación, o las fórmulas de la Iglesia Cristiana Científica, pero no resuena en la caja de conocimientos del intelectual moderno; y es en el intelectual moderno en quien debe confiar usted.
Soy irlandés y sé hasta dónde puede llegar la Iglesia católica oficial.
Su Iglesia ideal no existe ni podrá nunca existir dentro de la institución oficial […] y sé que que un Chesterton oficialmente católico es una imposibilidad.

Pero todo esto debe descubrirlo usted por sí mismo, como yo lo descubrí por mí mismo. La mera controversia es una pérdida de tiempo; y la fe es una cosa curiosa. Creo que usted no se habría hecho católico oficial declarado, si no creyese que cree en la transubstanciación; pero a mí me es completamente imposible creer que usted cree en la transubstanciación […]

Tendrá usted que confesarse en la próxima Pascua; imagino el espectáculo (el confesionario, su voluminosa figura arrodillada, el pobre diablo que tiene adentro deseando que se hubiese hecho usted adorador del fuego antes que presentarse allí a hacer tambalear su alma con la sensación de ridículo) y lo encuentro completamente increíble, monstruoso, cómico; aunque, por supuesto, puedo asignarle carácter literario en un santiamén.

Pero estoy dando al asunto un carácter demasiado personal (¿de qué otra manera podría ser sincero?). Además esto se ha hecho largo y la campana de almuerzo suena. Perdóneme, pues, y no se moleste en contestar, a menos que no pueda evitarlo.

Siempre suyo,

G. Bernard Shaw

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