Noche breve y mala posada

Es un dicho en verso, popular pero no mucho, que escuché varias veces en boca de mis padres:
Así es la vida:
cortita, pero jodida.
(Uno dice el primer verso como exclamación-suspiro aislado; el segundo viene solo, convocado irresistiblemente por la rima y el metro).

Recuerdo que me extrañaba ese «pero», que parecía asumir que la brevedad de la vida fuera una especie de consuelo frente a su penosidad. ¿Cortita pero jodida ?…
Para mi mente infantil, los dos adjetivos eran malos: un «y» en lugar del «pero» hubiera sido más lógico… O «Cortita y para peor jodida».

Aparte de la consistencia interna, tampoco me quedaba claro que el dicho fuera veraz. Yo no veía que la vida fuera jodida; y mucho menos cortita. Aunque, oscuramente, presuponía que la misma vida poco a poco me iba a ir convenciendo (todavía lo sigo presuponiendo, pero esa es otra historia).

Recuerdo también que un par de veces mi papá, tras pronunciar la frase, (como si de pronto hubiera tomado conciencia de lo que estaba diciendo, y yo oyendo) se sintió obligado a agregar una correción… rectificadora y optimista: «Nah, mentira… qué va a ser jodida la vida, la vida es linda…»

Cuatro siglos antes, Santa Teresa decía a sus hijas que nuestra vida sobre la tierra es «una noche en una mala posada«.

Tampoco es una frase muy popular hoy día… no es algo que uno escucha o lee en sermones (cristianos o laicos). Nos choca como algo pesimista, negativo … medieval (no deja de tener gracia, usar ese adjetivo con esa carga).

Nos parece que eso es despreciar la vida; y que ese desprecio (junto con el desprecio al cuerpo, a «este mundo»…) es algo enfermizo, alienante. En el otro rincón, los cristianos progresistas nos cantan sus slogans optimistas inmanentistas: «hay que construir el Reino aquí y ahora».
Bueno; no nos perdamos; ni por carta de más ni por carta de menos. Claro que puede existir un desprecio malsano por «las cosas de acá»; claro que hay una manera tramposa de ansiar el cielo, que lleva a enfriar el amor por el prójimo (por el «hermano», en el sentido franciscano: el hermano sol, la hermana luna, el hermano cuerpo y la hermana muerte).

Ahora bien: si a esto último lo llamamos «pesimismo», y a lo otro «optimismo», podemos sospechar que se trata de una falsa antinomia. El mismo Chesterton, enemigo declarado del pesimismo (moderno, que no medieval) se resistía a la calificación de «optimista»: porque en el plano donde suelen usarse estas palabras, no significan casi nada. O al menos, nada bueno.

Quiero decir que no se puede luchar contra ese pesimismo desde el bando de ese optimismo; ni viceversa. Y, sobre todo, quiero decir que la frase de Teresa es más bien una vacuna contra ese pesimismo (La vida misma de Teresa es la mejor demostración). Y lo mismo para el dicho de la vida cortita pero jodida.

Son de esas cosas que apenas pueden expresarse si no es con paradojas. Para decirlo a lo Chesterton: el buen soldado es aquel que, al mismo tiempo y con intensidad, ama su propia vida y está perfectamente dispuesto a desprenderse de ella. O para decirlo a lo Simone Weil: se trata de amar, no de estar apegado.

La vida es una noche en una mala posada. Ajá. Es cortita pero jodida. Ajá.
Pero eso no es pesimismo, sino consuelo y aliento.
No es sólo saber que el tiempo de prueba es corto; en un sentido más profundo, el verdadero consuelo es recordar que hay que pasar la noche, como se pueda. Que para eso estamos y esa es nuestra batalla. Que la vida efectivamente es jodida, que si algo nos duele probablemente es porque debe sernos doloroso. Por ahora no podemos verlo de otra manera. Después, será otra cosa.

Un 2 de septiembre de 1984 yo estaba partiendo de Junín a Bariloche, en viaje de egresados de la secundaria. Veinte años no es nada, canta Gardel.
Dicen que la nostalgia falsea los recuerdos de los tiempos idos, (de la infancia y adolescencia sobre todo) diluyendo los malos momentos, los fastidios y las tristezas, y adornando todo con las falsas joyas de lo pasado y de lo irrecuperable. Algo de eso habrá.
Pero acaso esa visión del pasado tenga un fondo de verdad más honda. Acaso esa sea la mirada —de amor y ternura, de piedad y de alegría— que deberíamos tener sobre nuestra vida. Ojalá algún día podamos mirar con esos ojos aquella noche -cortita pero jodida- que pasamos en aquella mala posada.

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