Sintiendo bien y obrando daño

De la Vida de Don Quijote y Sancho. Otro de los muchos textos de Unamuno que —lo voy descubriendo con sorpresa muchos años después— se me han quedado cosidos a las entretelas del alma, como él diría.
Tal vez de acá aprendí —aunque estas cosas no se aprenden si de algún modo no se sabían de antes, si no se esperaban escuchar— a odiar esa ética liberal (de izquierda o derecha, lo mismo da en este caso) que ponen como axioma primero de la moral el «no causar daño al otro». Etica de mercaderes, como es del uso: el amor, comercio de disfrute; yo no te molesto, vos no me molestes; los crímenes del pensamiento (el adulterio del corazón), derogados y olvidados.

Te denuestan, pueblo mío, porque dicen que fuiste a imponer tu fe a tajo y mandoble, y lo triste es que no fue del todo así, sino que ibas también, y muy principalmente, a arrancar oro a los que lo acumularon; ibas a robar.
Si sólo hubieras ido a imponer tu fe…

Me revuelvo contra el que viene, tizona en la diestra y en la otra libro, a querer salvarme el alma a pesar mío, pero al cabo se cuida de mí y soy para él un hombre; más para aquel que no viene sino a sacar los ochavos engañándome con baratijas y chucherías, para éste no paso de ser un cliente, un parroquiano o vecero.
Hoy se da en ponderar esto y pedir una socíedad en que en puro policía no pueda hacerse daño, y acabemos por que nadie obre mal, aunque nadie sienta bien tampoco. Qué horrible condición de vida! Qué pesadumbre bajo la verdura sosegada! Qué quieto lago de ponzoñosas aguas!
No, no, y mil veces no! Dios nos dé antes un mundo en que todos sientan bien, aunque todos obren daño; en que los hombres se golpeen en la ceguera del cariño, y en que suframos todos en silencio por el mal que nos vemos arrastrados a infligir a los demás. Sé generoso y arremete a tu hermano; dale de tu espíritu aunque sea golpes.
Hay algo mas intimo que eso que llamamos moral, y no es sino la jurisprudencia que escapa a la policía; hay algo más hondo que el Decálogo, que es una tabla de la ley, ¡tabla, tabla, y de ley!: hay un espíritu de amor.

Me diréis que no cabe sentir bien sin obrar bien, y que las buenas acciones brotan, como de su fuente, de los buenos sentimientos, y sólo de ellos.
Pero yo os contestaré, con Pablo de Tarso, que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero hago, y os añadiré que el ángel que en nosotros duerme suele despertar cuando la bestia le arrastra, y al despertar llora su esclavitud y su desgracia. ¡Cuántos buenos sentimientos brotan de malas acciones a que la bestia nos precipita!

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