Juzgue ud…

… y no la sintaxis (se trata de una entrevista, eso es perdonable). Se trata de —precisamente— el alma de la mujer que afirma lo siguiente:
Lo que pasa es que como el mundo ha tratado a las mujeres como ciudadanas de segunda o como no personas…
Todo el mundo se olvida de que por ejemplo para la Iglesia Católica hubo que hacer un concilio para decidir si las mujeres tenían alma, antes parece que no teníamos.
Es verdad: todo el mundo se ha olvidado; al punto que hoy sólo conocen la existencia de ese concilio algunos pocos iniciados :
  • algún comecura al estilo hispano que milita en los foros de discusión
  • alguna militante feminista latinoamericana
  • alguna militante antropóloga «católica» abortista
  • alguna militante de la FARC
  • (esto supera todo la anterior)alguna militante feminista musulmana … que nos explica la superioridad del islam sobre el cristianismo en cuanto al respeto a la mujer (Eva no tuvo la culpa de nada, por ejemplo).

    Yo no sabía nada, confieso; en mi edición del Denzinger y en las historias de la Iglesia que he leído, no hay trazas de eso; la conspiración del silencio, seguramente. Lástima que los militantes no se ponen muy de acuerdo: algunas dicen que ese concilio (organizado expresamente para decidir si las mujeres tenían alma, según sabe un investigador de la FCEN-UBA, que ha leido a Freud) fue el de Macon, año 351 (?); otros, el de Trento (incluso recuerdan la fecha: 1 de diciembre de 1563 (??) Otro dice que el de Trento en el siglo cuarto (???).

    Bueno. Allá esos militantes con sus mitos. Nada nuevo bajo el sol, desde ya.

    Digamos, ironías aparte y sin detenernos demasiado en esta estupidez, que jamás de los jamases la Iglesia tuvo la más mínima duda sobre el alma de las mujeres (ni de los indios o los negros, ya que estamos …), al punto que jamás se discutió la cuestión (en una época en que todo se discutía).
    No perderé tiempo en buscar referencias, cualquiera puede encontrarlas, en las escrituras, en el santoral, en los escritos de los primeros siglos, en los concilios. En serio, es demasiado ridículo, algo que sólo pueden caber en las cabezas crédulas de aquellos escépticos modernos que militan; o sea, de los fanáticos más imbéciles que han alimentado sus odios leyendo —con fe— panfletos de ínfimo nivel intelectual.
    Ningún ateo pensante afirmará eso.

    Ahora: que una mujer con ese perfil sea jueza, y vaya a ser nombrada en estos días -por propuesta presidencial- integrante de la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina, es todo un símbolo.

    Y como cualquier argentino sabe, no se trata de ese párrafo de ese reportaje: es realmente ese perfil (hasta en la cara -el rictus- recuerda a Hebe de Bonafini). La referencia a ese concilio mítico no es más que un botón de muestra, representativo del fanatismo sectario, de la pasión ideológica que parece ser un requisito para acceder al poder.

    No es tan grave, me dirán; cualquiera puede creer equivocadamente una cosa así. Claro está —y en ese sentido lo disculpo al investigador de exactas—. Pero cuando un militante cree esas cosas, y las dice en reportajes… es mala señal. Y si es un juez… ayúdenme a pensar.
    ¿Cuál habría sido la reacción del público si el mito en cuestión, en lugar de formar parte del bagaje panfletario del comecuras estandar, formara parte del discurso nazi ? ¿Cómo nos impactaría descubrir que las opiniones o creencias sobre la cuestión judía de un juez las ha basado en sus lecturas de «Los protocolos de Sión»? Cualquiera puede tener sus lecturas y sus creencias personales; pero a todos nos preocuparía que alguien encargado de administrar justicia, de pesar razones contrarias con la mente clara y sin pasiones, pertenezca —intelectual, espiritual o ideológicamente hablando— a una secta, de esos fanáticos que se cuentan entre ellos las mentiras [*] que necesitan escuchar para alimentarse. Y que tienen una resistencia invencible a dialogar con el otro, a preguntar y tratar de entender las razones del «enemigo». (Y en este caso, ni siquiera hacía falta tanto: bastaba con preguntarle a un cura, o a un católico medianamente informado, sobre la existencia de ese concilio; parece que es demasiado pedir).

    Pero me está pareciendo que hoy estas cosas no interesan a casi nadie. Ni siquiera a la mayoría de los que se opusieron al nombramiento de Argibay.
    Lo que al parece importa es que en los lugares de poder haya gente que empuje para nuestro lado. La honestidad intelectual, lucidez, buen sentido o simple bondad, quedan en segundo plano (al fin y al cabo, si es de los nuestros, siempre será mejor que uno de los otros).

    —Pero, cómo ! —dirá alguno— Muchos católicos nos opusimos y por buenos motivos: por haberse ella definido como «atea militante» y (sobre todo!) por el tema del aborto. Argibay es abortista, y por eso hicimos fuerza para frenar su nominación. ¿No te parece bien?
    Hasta por ahí nomas, en realidad. No termina de convencerme la militancia anti-abortísta, ya lo dije alguna vez. Aplicado a este casoo… queda para otro post.

    [*]No siempre son mentiras me dirá alguno.
    La propaganda siempre es mentira, le diré yo.
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