Deshinchar a Castellani (7)

It is never difficult to distinguish between
a Scotsman with a grievance and a ray of sunshine.

P. G. Wodehouse

Poco después de la llegada a Luna, dos astronautas del Apolo 11 visitaron Buenos Aires.

Los dos Jayanes que nos honraron visitándonos 22 horas estuvieron discretos lo mismo que sus mujeres. Mas no dijeron algo que ellos deben saber y aquí no se sabe, a saber: que el prodigioso aparato de relojería que los llevó a nuestro pálido y cinéreo satélite es invento alemán de hace unos 25 años; lo mismo que la bomba atómica, las plataformas espaciales y los satélites artificiales, que los yanquis y rusos arrebañaron de los laboratorios germanos después de la espantosa «derrota mundial» de 1945; que fue el saqueo más extraordinario que ha habido en todos los tiempos.
Von Braun, el que hizo ahora el Apolo 11, fue otrora el inventor del V2, el cohete prodigio con que Hitler hostigó a Ingland sus últimos meses. Otto Ahn, que casi fue fusilado por negarse a trabajar para Ingland después de la hecatombe, fue el vero inventor de la bomba A. Lo único que aporta ahora la USA es la platita (propia y ajena) y el amaestramiento de los jayanes para un deporte vano, que no tiene riesgos mayores que una corriente carrera de autos. (Jauja, 5-X-1969)

Esta… reflexión de Castellani la tenía en carpeta para más adelante. Pero, ya que no me decidía en cuál rubro incluirla (simpatías por el Eje, antipatía por la ciencia moderna, burradas sueltas), aprovecho la fecha y la despacho hoy.

Y tampoco estaba en mis planes incluir en este blog tiras de Mafalda. Pero… imposible no acordarme aquí del abuelo fascista de Miguelito.

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Otras muestras de los sentimientos (pensamientos, si quieren) de Castellani al respecto, en Jauja,* antes y después:

Tremenda tormenta aquí, con granizada, dos muertos, trastornos, daños, interrupción de Subtes, electricidad y teléfonos varios. Paciencia, la civilización aún no es perfecta, ni la naturaleza es razonable. Cuando el Apolo 10 o bien el 11 llegue a la Luna, será otra cosa. (18 V 1969)
«La sensación pasmosa de acercarse a la Luna». Para poder llegar a la Luna con mayúscula, primero hay que vivir mucho tiempo en la luna con minúscula. (23 VI 1969)
La remota mujer que inventó la aguja de coser, sea Penélope, sea Eva, hizo algo más importante que el alemán Oberth que inventó el trimpulsor de retroceso para ir a la Luna; aunque este es más complicado. (17 VII 1969)
¡Hurrah! La mano del hombre ha puesto su pie en la Luna, como dijo el otro. En la persona de tres jayanes yanquis hemos hecho la hazaña mayor de todos los siglos (como dijo el Cardenal) exceptuada la de Jesucristo. Desde hoy forma parte de la nueva Hera del mundo, como Mahoma cuando huyó de Medina a la Meca o viceversa: todos mis problemas resueltos por durante 47 minutos. «Mamá, es muy aburrido, y hablan como tres borrachos», dijo Monchito, que ese sí pertenece realmente a la Nueva Hégira.
OTROSI — El jayán n. 1, Harrison o como se llame, comulgó al pisar la Luna con un zoquete de pan que llevaba en la faldriquera, consagrado ad-hoc por un clérgyman luteran. «Comunión falsificada», dice con acierto La Nación diario. A lo mejor no es lo único falsificado en la descomunal o descomulgada empresa, que sería una comunión falsificada con los lunícolas (que están escondidos según Wells en el seno de la ‘Luna) o con los lunáticos en todo caso. (21 VII 1969)

Por suerte el Papa habló bien: dijo que la técnica no era todo en la vida. Temíamos se contentase con el ah! oh! ah! de todo el mundo. (22 VII 69) [Cf.]

No sé si los jayanes descendieron hoy o ayer. Apenas descendieron los bañaron en acaroína y los metieron en cuarentena o mejor dicho en catorcena por si hubiesen traído bichos. Creo no estaría de más les echasen un balde de agua bendita, porque garrapatas no hay en la luna, pero diablos puede que haya.
OTROSI — Un sobrino (llamémoslo así) me vino a exhortar no desprecie a los yanquis que son maravillosos (asombrosos no niego que sean) llamando «jayanes» a los astronautas. Me dijo que el viaje a la luna era portentoso prodigioso y milagroso. Yo no le dije así iban a ser los «Milagros del Anticristo» (según Selma Lagerlof) porque deso no estoy seguro. Dijo que el cúmulo de calculaciones y algebraciones que el tal viajecillo ida y vuelta requería, era inconcebible. Para mí, desde luego. Que hoy día el hombre puede ir a donde se le antoje. Yo pensé que siempre terminará en uno de dos lugares ; y casi siempre antes de lo que piensa. Dijo que en fin, el que hoy día no se pasma ante el progreso técnico, se puede decir ha vuelto al infantilismo (espero no habrá hecho ninguna maligna alusión a mis 70 años). Yo le dije la técnica moderna yo me la pongo sobre la cabeza o almenos sobre la mesa; pues la que más admiro es la técnica del licuador a transistores, aunque ni esa la entiendo, y tengo que acudir a él cuando se me descompone. Y como el mocito no hacía más que hablar de Jiúston (que al fin resultó era simplemente Houston) yo le dije, con el resquemor todavía del «infantilismo», le dije digo, que yo había sido en mis tiempos un técnico: «Traéme a ver un tecnicote desos de Jiúston y que me haga delante mío si es capaz una cimbra de barras, una pandorga con cola, un trompo puador y un choclón a pendientes con una trampa para robarse bolitas, como yo, cuando era chico». Diga que yo abandoné el «infantilismo» (muy repicada esta palabrita) no mucho más allá de los 14 años. Hizo un gesto de soberano desprecio — pues él no sabe hacer nada desto con toda la Ingeniería que anda estudiando — o diciendo que estudia; y yo continué: Y todo eso es técnica; y la técnica no es todo. (25 VII 1969)

Pensar que mañana escribirá algún Rubén Darío del futuro: «Maldita sea la memoria de Hárrison, Shérrinson y Fárrinson que redujeron toda la poesía de la luna a unas piegras de un piegral». (26-VII-1969)

Aclamados por una muchedumbre de chicos y de ociosos representando la Grande Urbe, se marcharon a Río los tres jayanes héroes de la mayor hazaña del mundo desde Abraam acá ; que no fue ni más peligrosa ni más útil que una disparada de Fangio o el vuelo de Ramón Franco de Madrid a Buenos Aires. (2 X 1969)

Bueno, ¿y qué hay? ¿qué te molesta? No está tan mal, poner paños fríos, desconfiar de los entusiasmos insustanciales de las masas y los medios ¿no? Además, no es cuestión de hacer una montaña de esto, no hay que tomarlo muy en serio, esa sección (Periscopio) de la revista tenía adrede ese tono cascarrabias. Después de todo, tu Léon Bloy habría dicho cosas parecidas ¿no?

No creo; pero dejemos a Bloy por ahora. Sí que me parece mal. Hay modos graciosos y hasta saludables de ser un reaccionario cascarrabias. No es el caso. Todo esto -y en su contexto- no me parece sano, ni me causa gracia. Aparte de los tópicos fachopavotes (sacarle mérito a los yanquis para exaltar la superioridad alemana: von Braun, Oto Ahn, Oberth…), aparte de los temas ideológicos en danza (política y ciencia), hay algo más básico: el desdén del resentido, la incapacidad de comulgar con los entusiasmos y las emociones elementales de la humanidad; la incapacidad, la predisposición y la propaganda – propagar esa incapacidad, inocular ese desdén en tus hijos como una vacuna. Y no me digan que «humanidad» es una abstracción -acá no lo es- y no me digan que esos entusiasmos son pueriles; en ese sentido, pueriles somos todos. Hay momentos en los que negarse a simpatizar, a compartir una emoción -y retacear la admiración, la alegría y el aplauso- es ser una especie de desertor, o una especie de enfermo. El 20 de julio de 1969 fue uno de esos momentos.

Y por lo que puedo ver, en ese momento Castellani estaba en la luna – con minúscula.

La importancia de la investigación científica puede ser objeto de interminables consideraciones. Por ejemplo, acerca del desarrollo y el progreso, y el cambio que ha traido en nuestro tiempo al modificar la mentalidad tradicional de nuestra cultura y nuestra educación. El estudio positivo y científico tiene hoy tanta pujanza que ejerce un gran atractivo sobre buena parte de nuestra generación, y los sueños optimistas sobre las conquistas futuros tienen el color de una iniciación profética. Así sea. La ciencia merece todo el interés.

Pero también podríamos observar, de paso, cuán fuera de lugar está, al menos en este campo, ese derrotismo hoy de moda contra la sociedad y sus emprendimientos, y en general contra la vida moderna. Este derrotismo seduce incluso hoy a buena parte de la juventud, y a hombres de pensamiento y de acción; hablan de progresismo insolente, lo cual parece conferirles un aire de superioridad; cuando están llenos de instintos rebeldes, y de un desprecio prejuicioso contra nuestro tiempo y su esfuerzo creativo. Pero la vida es cosa seria; y así nos lo enseña la cantidad inmensa de estudio, gastos, trabajo, tentativas, riesgos y sacrificios que una empresa colosal -como esta espacial- ha exigido. Criticar e imprecar es fácil; lo difícil es construir y cooperar; no sólo en este tipo de iniciativas sino en muchas otras que fundan nuestra civilización actual.

Por esto, creemos que el acontecimiento que celebramos nos obliga a reconsiderar y a apreciar los valores de la vida moderna. No negamos el derecho a la crítica, y no nos oponemos al genio de la juventud con su instinto emancipador e innovador. Pero creemos que el decadentismo iconoclasta y sin amor de los impugnadores de profesión es indigno de esa juventud. Los jóvenes deben acoger el impulso idealista y positivo que conlleva la magnífica aventura espacial.

Y aquí una consideración más: nuestra abierta aprobación hacia la conquista progresiva del mundo natural, hecha mediante la investigación científica y los avances técnicos e industriales, no está en contraste con nuestra fe, y con la concepción de la vida y el universo que ella comporta. Basta recordar lo que enseña al respecto el reciente Concilio (Gaudium et spes, n 27, 58, 59)

Pablo VI – Audiencia 23-VII-1969

* Fuera de Jauja, antes, creo recordar que alguna vez había medio predicho que el hombre no podría llegar a la Luna (y a ningún profeta le pone de buen humor que la realidad lo contradiga), pero quizás me equivoque. El protagonista de «Su majestad Dulcinea» (1956), al menos:

—… podría llegar a la Luna.
— ¡Al infierno! —dijo el Cura Loco— Pamplinas. Todas las tentativas de llegar a la Luna han fracasado. No se puede salir de la tierra, eso es todo. Dios no quiere…
—Pero la ciencia del hombre progresa continuamente. Eso no puede estar lejos. . . —dijo Edmundo.
—La técnica progresa. La técnica del diablo…

Un comentario sobre “Deshinchar a Castellani (7)

  1. abeldellacosta

    Gracias por agregar el texto de Pablo VI, hace un excelente contraste e ilustra muy bien -por oposición- lo que llamas, al final de tu escrito, «una especie de enfermedad».
    Cuando la fe cristiana se niega, pertinazmente, a ver lo bueno ya presente en la realidad que nos rodea, los vestigios de verdad y los destellos de luz que salen de la realidad natural y del hombre, puede tener muy buenas fórmulas de fe, pero es una fe enferma y falsa, y no está en ella el Espíritu divino.
    Con todas sus oscuridades, es mucho más luminoso un mundo sin Dios, que esa especie de dios sin mundo que toma cada tanto el lugar de la fe auténtica entre los creyentes, o al menos entre los que hacen ruido.

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