Artículo 1:
¿Es pecado toda simulación?
lat
Objeciones por las que parece que no toda simulación es
pecado.
1. Porque se nos dice en Le, últ., 28 que el Señor fingió
dirigirse a un lugar más lejano. También San Ambrosio dice de
Abraham, en el libro De Patriarchis, que hablaba capciosamente a sus criados cuando les dijo (Gén 22,5): El niño y yo, después que hayamos subido a toda prisa hasta allí y
acabada nuestra oración, volveremos a estar con vosotros. Pero
fingir y hablar capciosamente son actos de simulación y, a pesar de
todo, no puede decirse que en Cristo y en Abraham haya habido pecado.
Luego no toda simulación es pecado.
2. Ningún pecado es algo útil. Pero, como dice San
Jerónimo, el ejemplo de Jehú, rey de Israel, que
dio muerte a los sacerdotes de Baal fingiendo que lo que quería era
adorar a los ídolos, como se nos dice en 4 Re 10,18ss, nos da a
entender que la simulación es útil y debe emplearse a su debido
tiempo. Y también David demudó su rostro en presencia de Achis,
rey de Geth, como leemos en 1 Re 21,13. Luego no toda simulación
es pecado.
3. El bien es lo contrario del mal. Luego el simular el bien
es algo malo, simular el mal es algo bueno.
4. En Is 3,9 se dice en contra de algunas personas: Alardearon de sus pecados como Sodoma; no los ocultaron. Pero
ocultar los pecados es acto de simulación. Por tanto, el no obrar con
simulación es algunas veces reprensible. Y como nunca el evitar el
pecado es digno de reprensión, de ahí que la simulación no siempre sea
pecado.
Contra esto: Está el que la Glosa dice, comentando
aquel texto de Is 16,14: Dentro de tres años, etc.: Comparados entre sí estos dos males, es más leve el pecar abiertamente
que el simular la santidad. Ahora bien: pecar abiertamente siempre
es pecado. Luego la simulación siempre es pecado.
Respondo: Como antes indicamos (
q.109 a.3 ad 3), es propio de la virtud de la verdad el que uno se manifieste, por
medio de signos exteriores, tal cual es. Pero signos exteriores son no
sólo las palabras, sino también las obras. Luego así como se opone a
la verdad el que uno diga una cosa y piense otra, que es lo que
constituye la mentira, así también se le opone el que uno dé a
entender con acciones u otras cosas acerca de su persona lo contrario
de lo que hay, que es a lo que propiamente llamamos simulación. Luego
la simulación, propiamente hablando, es una mentira expresada con
hechos o cosas. Ahora bien: lo de menos es el que se mienta con
palabras o con otro hecho cualquiera, como antes dijimos (
q.110 a.1 ad 2). Luego como toda mentira es pecado, conforme a lo dicho (
a.3),
sigúese el que lo es también toda simulación.
A las objeciones:
1. Como enseña San Agustín en De quaest. evang., no siempre lo que fingimos es
mentira. Sino solamente cuando lo que se finge carece de toda
significación; pues cuando nuestras ficciones tienen algún
significado, no son mentira, sino figura de la verdad. Y cita a
continuación como ejemplo las expresiones figuradas en que se finge
una cosa sin intención de afirmar que de veras es así, sino que se la
propone como figura de otra que queremos afirmar. Así, pues, es en
este sentido como el Señor fingió ir más lejos, pues hizo
ademán de querer alejarse, para significar, como dice San
Gregorio, figuradamente alguna cosa, a saber: que se
hallaba lejos de la fe de aquellos hombres; o como dice San
Agustín, que, aunque estaba ya para alejarse por su
ascensión a los cielos, mediante la hospitalidad en cierto modo se lo
retenía en la tierra. También habló en sentido figurado Abraham. De
ahí que San Ambrosio diga acerca de él que profetizó
lo que ignoraba, puesto que él pensaba volver sólo después de haber
inmolado a su hijo; pero el Señor expresó por su boca lo que tenía en
proyecto. No hay duda, pues, de que ni en uno ni en otro hubo
simulación.
2. San Jerónimo emplea la
palabra simulación en sentido amplio: para toda clase de ficción. Y
que la mudanza del semblante de David fue una ficción en sentido
figurado, como explica la Glosa en el título del
salmo 23: Bendeciré al Señor en todo tiempo. Que, por lo que se
refiere a la simulación de Jehú, no hay necesidad alguna de excusarla
de pecado o de mentira por tratarse de un malvado, puesto que no
abandonó la idolatría de Jeroboam. Es alabado, sin
embargo, y premiado por Dios con recompensa temporal, no por
simulación, sino por su celo en extirpar el culto de
Baal.
3. Algunos opinan
que nadie puede simular que es malo: porque con obras buenas no es
posible hacerse pasar por malo, y en el caso de que uno obre mal, ya
lo es. Pero esta razón no es convincente. Porque puede uno hacerse
pasar por malo por actos que no son malos en sí, pero que tienen
cierta apariencia de mal.
Y, por otra parte, la misma simulación es mala tanto por lo que tiene
de mentir como por razón de escándalo. Pero, aunque uno, por fingir,
se haga malo, no lo es, sin embargo, con aquella malicia que simula
serlo. Y puesto que la simulación es mala en sí misma y no por razón
de la materia sobre la que versa, ya se trate de un bien o de un mal,
siempre es pecado.
4. Así como uno miente de palabra
cuando dice lo que no es verdad, pero no cuando calla lo que lo es (lo
cual a veces es lícito), así también la simulación tiene lugar cuando
uno, por sus obras u otros signos exteriores, expresa algo falso; pero
no cuando guarda silencio sobre cosas verdaderas. Por tanto, puede uno
ocultar sus propios pecados sin caer por ello en simulación. Y así es
como hay que entender lo que allí mismo dice San
Jerónimo: que el segundo remedio después de haber naufragado es
ocultar el pecado, con el fin de no escandalizar al
prójimo.
Artículo 2:
¿Son una misma cosa la hipocresía y la simulación?
lat
Objeciones por las que parece que hipocresía y simulación no son la
misma cosa.
1. La simulación consiste en mentir con los hechos. Pero la
hipocresía puede darse también si uno muestra fuera lo que hace
dentro, según aquello de Mt 6,2: Cuando des limosna, no quieras
publicarla haciendo sonar la trompeta delante de ti, como hacen los
hipócritas. Luego la hipocresía y la simulación no son una misma
cosa.
2. Dice San Gregorio, en XXXI Moral., que los hay que llevan hábito de santidad y no pueden alcanzar
el mérito de la perfección. No se los debe influir por ello en el
número de los hipócritas: porque una cosa es pecar por flaqueza y otra
pecar por malicia. Ahora bien: los que visten hábitos de santidad
sin hacer méritos de perfección son simuladores; porque el hábito
exterior de santidad significa que hay obras de perfección.
Lúego no son lo mismo simulación e
hipocresía.
3. La hipocresía consiste solamente en la intención,
pues dice el Señor, acerca de los hipócritas (Mt 23,5), que todas
sus obras las hacen para que los vean los hombres; y San Gregorio
comenta en XXXI Moral. que nunca se detienen
a pensar qué es lo que deben hacer, sino en cómo pueden agradar con lo
que hacen a los hombres. Pero la simulación no consiste tan sólo
en la intención, sino también en las obras exteriores; por lo cual
dice la Glosa sobre aquel texto de Job 36,13: Los simuladores y los astutos provocan la ira de Dios, que el simulador finge una cosa y hace otra; estima en más la castidad,
pero se da a la lascivia; hace ostentación de pobreza, pero llena bien
la bolsa. Luego no son lo mismo simulación e hipocresía.
Contra esto: está lo que San Isidoro dice en el libro Etymol.: la palabra griega «hipócrita» se
traduce en latín por «simulator», que es aquel que, siendo malo por
dentro, se hace pasar externamente por bueno; en efecto, «hypo»
significa «falso», y «crisis», «juicio».
Respondo: Como escribe en ese mismo pasaje San
Isidoro, el nombre de hipócrita se toma de los
actores, que en el teatro van con el rostro cubierto, maquillándose
con diversos colores, que hacen recordar a tal o tal otro personaje,
según sea el papel, unas veces de hombre, otras de mujer, que
representan. Por lo cual, dice San Agustín, en el libro De
serm. Dom. in monte, que lo mismo que los
comediantes (hipócritas), en sus diferentes papeles, hacen de lo que
no son (porque el que hace de Agamenón no es tal, aunque finge serlo),
así también en la iglesia y en la vida humana quien quiere aparentar
lo que no es, es un hipócrita: porque finge ser justo, aunque no lo
es. Hay que decir, por tanto, que la hipocresía es simulación,
pero sólo una clase de simulación: aquella en que una persona finge
ser distinta de lo que es, como en el caso del pecador que quiere
pasar por justo.
A las objeciones:
1. La obra externa es signo
natural de la intención con que se hace. Por consiguiente, cuando
alguien con obras buenas de suyo, ordenadas a servir y honrar a Dios,
lo que busca no es agradar a Dios, sino a los hombres, simula una
rectitud de intención que no tiene. Por eso dice San Gregorio, en XXXI Moral., que los hipócritas, con apariencias
de servir a Dios, sirven al mundo, porque incluso con las obras con
que dan a entender que obran santamente, ellos no buscan la conversión
de los hombres, sino el favor popular. Y así fingen falazmente una
intención recta que no tienen, aunque no simulen hacer obras sin
hacerlas.
2. El santo hábito, el religioso
o el clerical por ejemplo, es signo de aquel estado por el que uno se
obliga a obras de perfección. Por tanto, cuando uno recibe el santo
hábito con la intención de abrazar estado de perfección, si por
debilidad luego incurre en faltas no es, a pesar de ellas, ni
simulador ni hipócrita, ya que no está obligado a manifestar
públicamente su pecado despojándose de dicho hábito de santidad. Sería
simulador e hipócrita si tomase el hábito con la intención de hacerse
pasar por justo.
3. En toda simulación, como en la
mentira, se dan dos elementos: el signo y la cosa significada. Hace,
en efecto, la mala intención en la hipocresía las veces de cosa
significada, elemento interno que no corresponde al signo. En cambio,
el elemento externo, palabras, obras o medios sensibles cualesquiera,
es lo que se considera como signo de toda simulación o
mentira.
Artículo 3:
¿La hipocresía se opone a la virtud de la verdad?
lat
Objeciones por las que parece que la hipocresía no se opone a la
virtud de la verdad.
1. Porque en la simulación o hipocresía hay signo y cosa significada.
Pero ni el uno ni la otra parecen oponerse a alguna virtud especial:
pues el hipócrita simula cualquier virtud, y se vale para ello de
cualquier obra virtuosa, por ejemplo, del ayuno, la oración y la
limosna, como leemos en Mt 6,2-5.16. Luego la hipocresía no se opone
especialmente a la virtud de la verdad.
2. Toda simulación procede, al parecer, de cierto dolo, por
lo que se opone también a la sencillez. Pero el engaño se opone a la
prudencia, como antes se dijo (
q.55 a.4;
a.3). Luego la hipocresía,
que es simulación, no se opone a la verdad, sino más bien a la
prudencia o a la sencillez.
3. Los actos morales se especifican por el fin. Pero el
fin de la hipocresía es la adquisición de lucro o vanagloria, por lo
que sobre aquel texto de Job 27,8: Cuál es la esperanza del
hipócrita al practicar avaramente la rapiña, etc., dice la
Glosa: El hipócrita —al que en latín
llamamos simulador— es un raptor avaro, que se apropia de las
alabanzas debidas al comportamiento ajeno, cuando, a pesar de su
conducta inicua, desea que se lo venere como santo. Ahora bien:
puesto que la avaricia y vanagloria no se oponen directamente a la
verdad, parece que tampoco se le oponen la simulación o
hipocresía.
Contra esto: está el que toda simulación, como antes se dijo (
a.1), es
una mentira. Pero la mentira es lo opuesto a la verdad. Luego también
lo es la simulación o hipocresía.
Respondo: Como escribe el Filósofo, en X
Metaphys., contrariedad es la oposición en la
forma, refiriéndose a la forma por la cual se especifican las cosas.
Por consiguiente, se ha de afirmar que la simulación o hipocresía
puede oponerse a una virtud de dos modos: primero, directamente;
segundo, indirectamente. La oposición o contrariedad directa se ha de
medir atendiendo a la especie en sí del acto, la que éste recibe de su
objeto propio. De ahí el que, por ser la hipocresía cierta especie de
simulación mediante la cual se finge tener una dignidad que no se
tiene, conforme a lo que acabamos de decir (
a.2), de ello se sigue su
oposición directa a la verdad, por la que uno se manifiesta de obra y
de palabra tal cual es, como se nos dice en IV
Ethic.. En cambio, la oposición o contrariedad indirecta se la puede evaluar atendiendo a cualquier elemento accidental (por ejemplo, al fin remoto), a alguna de las causas instrumentales del acto o a otras cosas por el estilo.
A las objeciones:
1. El hipócrita, simulando
tener una virtud, se la propone como un fin no por lo que se refiere a
su posesión real, como si de veras quisiera tenerla, sino por pura
apariencia, como quien lo que desea es aparentar que la tiene. Nada
hay por este motivo opuesto a dicha virtud, sino que a lo que se opone
es a la verdad, en cuanto que, en lo relativo a tal virtud, se
pretende engañar a los hombres. No se practican en este caso las obras
de tal virtud como objetivo, sino instrumentalmente, como signos de la
misma. Según esto, pues, el hipócrita no se opone directamente a la
virtud simulada.
2. Conforme a lo expuesto (
q.55 a.3), a la prudencia se opone directamente la astucia, lo propio de la
cual es su diligencia en encontrar caminos aparentes, no reales, para
conseguir aquello que se propone. Ahora bien: la astucia se lleva a
cabo propiamente por el dolo en las palabras y por el fraude en los
hechos. Y lo que es la astucia con respecto a la prudencia, lo son el
dolo y el fraude respecto de la simplicidad. El dolo o el fraude, por
su parte, se ordenan principalmente a engañar, y a veces,
secundariamente, a causar daño. Y según esto, tal como antes dijimos
(
q.109 a.2 ad 2), la virtud de la simplicidad y la de la verdad son en
realidad lo mismo y difieren únicamente con distinción de
razón. pues se la llama en un caso verdad por la
concordancia de los signos con lo significado, y en otro simplicidad
porque no se propone objetivos diversos, a saber: pretender
interiormente una cosa y manifestar externamente otra
distinta.
3. El lucro y la gloria son
fines remotos del simulador, como lo son también del mentiroso. Por
tanto, la simulación no se especifica por tales fines, sino por su fin
próximo, que no es otro que el manifestarse uno distinto de como es.
De ahí proviene el que a veces alguien finge de sí grandes cosas, no
por ningún otro motivo, sino por el mero placer de simular, como dice
el Filósofo en IV
Ethic., y como se dijo
también antes, al tratar del mentiroso (
q.110 a.2).
Artículo 4:
¿La hipocresía es siempre pecado mortal?
lat
Objeciones por las que parece que la hipocresía es siempre pecado
mortal.
1. Dice San Jerónimo, en la Glosa sobre Is
16,14, que puestos a comparar entre dos males, es más leve pecar
abiertamente que simular que se es santo. Y sobre aquel texto de
Job 1,21: Como el Señor tuvo a bien, etc., dice la
Glosa que la equidad simulada no es equidad,
sino doble pecado. Y sobre aquello de Lam 4,6: La maldad de mi
pueblo ha sobrepasado el pecado de Sodoma, dice la Glosa: Llóranse los pecados del alma que
incurre en hipocresía, cuya malicia es mayor que la del pecado de los
sodomitas. Pero los pecados de los sodomitas fueron pecados
mortales. Luego también la hipocresía es siempre pecado
mortal.
2. San Gregorio dice en XXXI Moral.
que los hipócritas pecan por malicia. Pero esto es un pecado
gravísimo, del grupo de los pecados contra el Espíritu Santo. Luego el
hipócrita peca siempre mortalmente.
3. Nadie merece la ira de Dios y que se lo excluya de su
visión a no ser por el pecado mortal. Pero los hay que por su
hipocresía merecen la ira de Dios, según aquello de Job 36,13: Los
simuladores y maliciosos provocan la ira de Dios. Y al hipócrita
se lo excluye también de la visión de Dios, según aquellas palabras de
Job 13,16: No hará acto de presencia ante él ningún hipócrita.
Por tanto, la hipocresía es siempre pecado mortal.
Contra esto: está el que la hipocresía consiste en mentir con las obras,
por ser cierta clase de simulación. Pero no toda mentira de palabra es
pecado mortal. Luego tampoco toda hipocresía.
Por otra parte, la intención del hipócrita es el que parezca que es
bueno. Pero esto no se opone a la caridad. Luego la hipocresía no es
de suyo pecado mortal.
Además, la hipocresía nace de la vanagloria, según dice San Gregorio
en XXXI Moral.. Pero la vanagloria no siempre
es pecado mortal. Luego tampoco la hipocresía.
Respondo: Se dan en la hipocresía dos
elementos: falta de santidad y simulación de que se tiene. Ahora bien:
si hipócrita se llama al que intenta lo uno y lo otro, a saber: no
preocuparse de tener la santidad, sino tan sólo de aparecer como
santo, que es el sentido que suele tener esta palabra en la
Sagrada Escritura, entonces, sin duda alguna, es pecado mortal:
porque nadie es privado totalmente de la santidad a no ser por el
pecado mortal.
Si, en cambio, se llama hipócrita a quien intenta simular la santidad
que perdió por el pecado mortal, en este caso, a pesar de estar en
pecado mortal, de donde proviene el que se vea privado de la santidad,
con eso y con todo no siempre su simulación es pecado mortal, sino que
es venial a veces. Se discernirá si lo es o no por el fin. Si éste se
opone a la caridad de Dios o del prójimo, será pecado mortal: por
ejemplo, cuando se simula la santidad para sembrar falsas
doctrinas, para conseguir, aun siendo indigno, una
dignidad eclesiástica o cualesquiera otros bienes temporales que uno
se propone como fin. Pero si el fin intentado no es contrario a la
caridad, será entonces pecado venial. Tal es, por ejemplo, el caso en
que uno se complace en su misma ficción, y acerca de un hombre así
dice el Filósofo, en IV Ethic., que tiene,
según parece, más de mentiroso que de malo: pues una misma razón
vale para la mentira y la simulación.
Acontece, sin embargo, que en ciertos casos la perfección de santidad
que alguien simula no es necesaria para su salvación.
Tal simulación ni es siempre pecado mortal ni va acompañada de pecado
mortal siempre.
A las objeciones: Aparece clara por lo que acabamos de
decir.