Viene a continuación el tema de la estudiosidad y el de la
curiosidad, opuesta a ella (q.167).
Acerca de la estudiosidad se plantean dos preguntas:
Artículo 1:
¿Es el conocimiento la materia propia de la estudiosidad?
lat
Objeciones por las que parece que la materia de la estudiosidad no es
propiamente el conocimiento.
1. Llamamos estudioso al que pone afán en algo. Pero en todas las
materias debe el hombre afanarse para hacer rectamente lo que debe
hacer. Luego no parece que el conocimiento sea materia especial de la
estudiosidad.
2. La estudiosidad se opone a la curiosidad. Pero la
curiosidad, que se deriva de cuidado, puede tener por objeto
también el adorno del vestido y otras materias relativas al cuerpo,
por lo que dice el Apóstol en Rom 13,4: No tengamos especial
cuidado de la carne. Luego la estudiosidad no se refiere sólo al
conocimiento.
3. Leemos en Jer 6,13: Todos, desde el más pequeño al
mayor, se aplican con estudiosidad a la avaricia. Pero la avaricia
se preocupa más de la posesión de riqueza, como dijimos antes (q.118 a.2). Luego la estudiosidad, que se deriva de estudio, no
tiene por objeto propio el conocimiento.
Contra esto: está lo que se dice en Prov 27,11: Dedícate con
estudiosidad, hijo mío, a la sabiduría, y compláceme, para que puedas
responder a quien me moteja. Luego el objeto de la estudiosidad es
el conocimiento.
Respondo: El estudio lleva consigo,
principalmente, una aplicación intensa de la mente a algún objeto.
Ahora bien: la mente no se aplica a una cosa sin conocerla. Luego la
mente considera primero el conocimiento y, de un modo secundario, se
aplica a las materias a las cuales se dirige el hombre mediante el
conocimiento. Por eso el estudio requiere, en primer lugar,
conocimiento y, posteriormente, todo lo demás que necesitamos para
obrar bajo la dirección del conocimiento. Pero las virtudes toman como
objeto propio la materia sobre la que tratan de un modo principal: la
fortaleza, los peligros de muerte; la templanza, los deleites del
tacto. Por eso la estudiosidad tiene por objeto propio el
conocimiento.
A las objeciones:
1. En cualquier materia se
requiere un conocimiento previo y recto para obrar bien. Por eso la
estudiosidad tiene por objeto principal el conocimiento, cualquiera
que sea la materia a la que se aplica.
2. El afecto humano arrastra a la
mente hacia la consecución de aquello hacia lo cual se siente atraída,
según se dice en Mt 6,2: Donde está tu tesoro, está también tu
corazón. Y puesto que el hombre se siente atraído de manera
especial hacia aquello que halaga a la carne, es natural que su
pensamiento se dirija principalmente a esto, es decir, que busque el
modo de dar gusto a su carne por cualquier medio. Por eso la
curiosidad tiene por objeto principal la carne desde el punto de vista
del conocimiento.
3. La avaricia desea siempre
conseguir un lucro, para lo cual es sumamente necesario un
conocimiento especial de las cosas materiales. Por eso
el estudio tiene por objeto lo concerniente a la avaricia.
Artículo 2:
¿Es la estudiosidad parte de la templanza?
lat
Objeciones por las que parece que la estudiosidad no es parte de la
templanza.
1. Llamamos estudiosos a los nombres que practican la
estudiosidad. Pero, de un modo general, a todo hombre virtuoso se le
llama estudioso, como dice el Filósofo, que usa en este sentido el
término estudioso. Luego la estudiosidad es una virtud
general, y no una parte de la templanza.
2. La estudiosidad pertenece al conocimiento, como vimos
antes (a.1). Pero el conocimiento no es objeto de las virtudes
morales, que residen en la potencia apetitiva del alma, sino de las
intelectuales, que residen en la parte cognoscitiva. Así, la solicitud
es un acto de la prudencia, como ya dijimos (q.47 a.9). Luego la
estudiosidad no es parte de la templanza.
3. La virtud que se señala como parte de una virtud
principal se asemeja a ella en el modo. Pero la estudiosidad no se
asemeja a la templanza en el modo, ya que el nombre de templanza
responde a un freno, por lo cual se opone más bien al vicio por
exceso. Por el contrario, el nombre de estudiosidad se toma de la
aplicación del alma a algo, por lo cual parece oponerse más al vicio
por defecto, es decir, a la negligencia, que al vicio por exceso, que
es la curiosidad. Debido a esta semejanza dice San Isidoro, en sus Etimologías, que estudioso equivale a curioso en el estudio. Luego la estudiosidad no es parte de la
templanza.
Contra esto: está el testimonio de San Agustín, quien dice en De
Moribus Eccles.: Se nos prohibe ser curiosos, lo
cual exige gran dosis de templanza. Pero la curiosidad se reprime
por medio de una estudiosidad moderada. Por consiguiente, la
estudiosidad es una parte de la templanza.
Respondo: Como observamos antes (q.141 a.3, 4 y 5), es propio de la templanza el moderar el movimiento del apetito,
para que no tienda de una manera exagerada hacia aquello que se desea
naturalmente. Ahora bien: de la misma manera que el hombre, por su
naturaleza corporal, desea los deleites del alimento y del placer
venéreo, así desea, según su naturaleza espiritual, conocer algo. De
ahí que diga el Filósofo, en I Metaphys., que todos los hombres, por naturaleza, desean saber. Ahora bien:
la moderación de este apetito es propia de la estudiosidad. Por ello
es natural que sea parte potencial de la templanza, como virtud
secundaria y adjunta a una virtud principal. También queda comprendida
bajo la modestia, por lo que antes dijimos (q.160 a.2).
A las objeciones:
1. La prudencia es una virtud que
perfecciona a todas las virtudes morales, tal como se dice en V Ethic.. Luego en la medida en que el conocimiento
de la prudencia se extiende a todas las virtudes, en esa misma medida
la estudiosidad, que se ocupa propiamente del conocimiento, alcanza a
todas las virtudes.
2. El acto de la facultad
cognoscitiva es imperado por la potencia apetitiva, que mueve todas
las potencias, como dijimos antes (1 q.82 a.4; 1-2 q.9 a.1). Por
tanto, podemos distinguir un doble bien en el conocimiento. Uno en
cuanto al acto mismo de conocer. En ese caso, el bien pertenece a las
virtudes intelectuales y consiste en que el hombre posea una voluntad
recta para aplicar la potencia cognoscitiva, de un modo o de otro, a
un objeto o a otro. Esto es propio de la virtud de la estudiosidad, la
cual, por consiguiente, forma parte de las virtudes
morales.
3. Como observa el Filósofo en II Ethic., para que el hombre sea virtuoso debe
guardarse de todo aquello a lo cual la naturaleza inclina
preferentemente. Por eso, supuesto que la naturaleza inclina
preferentemente a temer los peligros de muerte y a seguir los
deleites de la carne, el mayor mérito de la
fortaleza está en resistir a estos peligros con firmeza, y el de la
templanza está en refrenar en contra de los deleites de la carne. Pero
en cuanto al conocimiento, hay en el hombre una inclinación opuesta.
Por parte del alma, el hombre se inclina a desear conocer las cosas, y
por eso le conviene refrenar este apetito, para no desear ese
conocimiento de un modo inmoderado. Pero por parte de su naturaleza
corpórea, el hombre tiende a evitar el trabajo de buscar la ciencia.
Por tanto, en lo que se refiere a lo primero, la estudiosidad consiste
en un freno, y en este sentido es parte de la templanza. Pero,
respecto de lo segundo, el mérito de esta virtud consiste en estimular
con vehemencia a participar de la ciencia de las cosas, y esto es lo
que le da nombre, ya que el deseo de conocer se refiere,
esencialmente, al conocimiento, al cual se ordena la estudiosidad.
Pero el trabajo en aprender es un cierto obstáculo para el
conocimiento, por lo cual viene a ser objeto accidental de esta
virtud, en cuanto que quita los obstáculos.