Artículo 1:
¿Es una virtud la continencia?
lat
Objeciones por las que parece que la continencia no es
virtud.
1. La especie no se opone al género. Ahora bien: la continencia se
opone a la virtud, como nos dice el Filósofo en VII
Ethic.. Luego la continencia no es una
virtud.
2. Nadie peca mediante el ejercicio de una virtud, ya que,
según dice San Agustín en De Lib. Arbit., la virtud es algo de lo que nadie hace mal uso. Pero se puede
pecar por medio de la continencia, a saber: cuando alguien quiere
hacer un bien y se abstiene de hacerlo. Luego la continencia no es
virtud.
3. Ninguna virtud retrae al hombre de lo que es lícito,
sino sólo de lo ilícito. Pero la continencia retrae al hombre de cosas
lícitas, puesto que, según la Glosa a Gál 5,23,
mediante la continencia, el hombre se abstiene incluso de cosas
lícitas. Por consiguiente, la continencia no es
virtud.
Contra esto: está el hecho de que todo hábito laudable parece ser
virtud. Pero la continencia es un hábito laudable, ya
que, según Andrónico, la continencia es un hábito
al que no vence el placer. Luego la continencia es
virtud.
Respondo: La palabra continencia es tomada en
distintos sentidos por los autores. Para
unos, continencia es la abstención de todo placer
venéreo por parte del hombre. Así, el Apóstol, en Gál 5,23, la
relaciona con la castidad, y en este sentido la continencia principal
es la virginidad, mientras que la secundaria es la viudez. Así tomada,
coincide con la virginidad, la cual, según dijimos antes (
q.152 a.2),
es una virtud.
Para otros, la continencia hace que el hombre resista
a los malos deseos que se dan en él con fuerza. De este modo la toma
el Filósofo en VII Ethic. y está tomada,
también, en las Colaciones de los Padres. Así
considerada, la continencia posee algunas cualidades de la virtud, en
cuanto que reafirma a la razón contra las pasiones para que éstas no
la venzan, pero no cumple totalmente las condiciones de virtud moral,
que somete incluso el apetito sensitivo a la razón para que no se
levanten en él pasiones fuertes contrarias a la razón. Por eso dice el
Filósofo, en IV Ethic., que la continencia
no es virtud, sino una mezcla, porque tiene algo de virtud y, en
parte, no cumple las condiciones necesarias para la virtud. Pero
hablando en un sentido más amplio, tomándola como principio de obras
laudables, podemos decir que la continencia es una
virtud.
A las objeciones:
1. El Filósofo contrapone virtud y
continencia bajo el aspecto en que no cumple las
condiciones necesarias para la virtud.
2. El hombre es propiamente lo
que es según la razón. De ahí que se diga que uno se mantiene
cuando lo hace en lo referente a la razón. Por otra parte, lo que
pertenece a la perversidad de la razón no es conveniente a ésta; por
eso se dice que se mantiene, únicamente, en cuanto que obra conforme a
la recta razón, no en cuanto que pertenezca a la razón perversa. Ahora
bien: a la recta razón se oponen las concupiscencias malas. Por
consiguiente, es propiamente constante el que persevera en la recta
razón y se abstiene de las malas concupiscencias, no el que persevera
en el orden de la razón perversa y se abstiene de las concupiscencias
buenas, pues éste puede decirse que está obstinado en el
mal.
3. La Glosa, en el texto aducido,
habla de la continencia bajo el primer aspecto, en cuanto que designa
una virtud perfecta, la cual se abstiene no sólo de los bienes
lícitos, sino también de algunas cosas lícitas menos buenas, para
alcanzar la perfección en bienes más perfectos.
Artículo 2:
¿Son materia de la continencia las concupiscencias de los placeres
del tacto?
lat
Objeciones por las que parece que las concupiscencias de los placeres
del tacto no son el objeto de la continencia.
1. San Ambrosio dice, en I De Offic., que podría considerarse que se da la belleza general cuando el continente,
regulando todos sus actos, contribuye a la belleza y honestidad
universal. Pero no todo acto humano pertenece a los deleites del
tacto. Luego la continencia no tiene por materia única las
concupiscencias de los placeres del tacto.
2. La palabra
continencia indica que el hombre se
contiene en el bien de la recta razón, como dijimos antes (
a.1 ad 2). Pero hay otras pasiones que apartan al hombre de la recta razón
más fuertemente que las concupiscencias de los deleites del tacto.
Tales son el temor al peligro de muerte, que espanta al hombre, o la
ira, que se parece a la locura, como dice Séneca.
Luego la continencia no se ocupa propiamente de las concupiscencias de
los deleites del tacto.
3. Dice Tulio, en II Rhet., que la continencia es algo mediante lo cual la codicia se deja guiar
por el consejo. Ahora bien: a la codicia suele asignársele como
materia las riquezas más que los deleites del tacto, atendiendo a lo
que dice 1 Tim 6,10: La codicia es la raíz de todos los males.
Luego la continencia no se ocupa propiamente de las concupiscencias de
los deleites del tacto.
4. Más todavía: se dan deleites del tacto no sólo en el placer
venéreo, sino también en la comida. Pero se dice que la continencia
suele considerarse virtud del uso del placer venéreo. Luego la
concupiscencia de los deleites del tacto no es su materia
propia.
5. Entre los deleites del tacto algunos no son humanos, sino
bestiales, tanto en la comida, como sería el deleitarse
al comer carne humana, como en lo venéreo, como sería el abuso de los
animales y de los niños. Ahora bien: de todo esto no se ocupa la
continencia, como se dice en VII Ethic.. Luego
las concupiscencias de los deleites del tacto no son materia propia de
la continencia.
Contra esto: está el testimonio del Filósofo, quien afirma, en VII
Ethic.,
que la continencia y la incontinencia
tienen por materias las mismas que tienen la templanza y la
intemperancia. Pero la templanza y la intemperancia se ocupan de
las concupiscencias de los deleites del tacto, como ya dijimos (
q.141 a.4). Luego la continencia y la incontinencia se ocupan de esa misma
materia.
Respondo: La palabra
continencia indica
un freno, en cuanto que uno
se abstiene de obedecer a las
pasiones. Por consiguiente, su materia propia son las pasiones que
arrastran a conseguir algo, en las cuales es meritorio el hecho de que
la razón refrene al hombre en su consecución, y no se ocupa de las
pasiones que suponen un retraimiento, como el temor y otras
semejantes, pues en éstas es meritorio el conservar la firmeza en
conseguir lo que dicta la razón, como expusimos (
q.123 a.1.3.4;
q.141 a.3). A este respecto hay que tener en cuenta que las inclinaciones
naturales son origen de todos los otros movimientos sobreañadidos,
como ya dijimos (
1 q.60 a.2). Por eso las pasiones arrastran hacia la
consecución de algo tanto más cuanto más obedecen a la inclinación de
la naturaleza. Ahora bien: ésta inclina hacia lo que es necesario para
ella, bien sea a la conservación del individuo, como es el alimento, o
a la conservación de la especie, como son los actos venéreos, cuyos
deleites pertenecen al tacto. De ahí que la continencia y la
incontinencia tengan como materia propia los deseos de los placeres
del tacto.
A las objeciones:
1. Del mismo modo que el nombre de
templanza puede aplicarse, en general, a cualquier materia, pero se
aplica propiamente a la materia en la que es sumamente conveniente
refrenar al hombre, así también la continencia trata propiamente de la
materia en la cual es sumamente bueno y difícil que el hombre se
contenga, es decir, el deseo de deleites del tacto. Pero de un modo
común y accidental puede aplicarse a una materia cualquiera, y es en
este sentido en el que lo usa San Ambrosio.
2. En materia de temor no se
alaba propiamente la continencia, sino preferentemente la firmeza de
ánimo, propia de la fortaleza. En cuanto a la ira, imprime un impulso
hacia la consecución de algo. Pero dicho impulso es, más que una
inclinación natural, efecto de la aprehensión natural, en cuanto que
el hombre se da cuenta de que ha sido ofendido por otro. Por eso se
dice que uno se contiene en cuanto a la ira de un modo accidental, no
esencial.
3. Tales bienes externos, como el
honor, las riquezas y otros semejantes, parece que, tal como dice el
Filósofo en VII Ethic, son dignos de ser
elegidos por sí mismos, pero no son necesarios para la
conservación de la especie. Por eso, refiriéndonos a ellos, no
decimos que alguien sea continente o incontinente de un modo
esencial, sino de un modo accidental, comparando con ello el
que sean, o no, continentes en materia de dinero, honores u otras
materias afines. De ahí que Cicerón use el término continencia
para indicar también la continencia en sentido no esencial, o tome el
término avaricia en sentido estricto para indicar el deseo de
los deleites del tacto.
4. Los deleites venéreos son más
fuertes que los de la comida; de ahí que apliquemos las palabras
continencia e incontinencia a lo venéreo más que a los alimentos, si
bien, según dice el Filósofo, pueden aplicarse a ambas
materias.
5. La continencia es un bien de la razón humana, de ahí que se ocupe
de las pasiones que pueden ser connaturales al hombre. Por eso dice el
Filósofo, en VII Ethic., que si a alguien
que tiene un niño le apetece comérselo o tener contacto venéreo con
él, bien se haga realidad ese deseo o no, diremos que practica la
continencia de un modo accidental, no esencial.
Artículo 3:
¿Es el apetito concupiscible el sujeto de la continencia?
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Objeciones por las que parece que el sujeto de la continencia es el
apetito concupiscible.
1. Conviene que el sujeto de una virtud sea proporcionado a su
materia. Pero la materia de la continencia, según dijimos antes (
a.2),
está constituida por los deseos de deleites del tacto, que pertenecen
al apetito concupiscible. Luego la continencia reside en
éste.
2. Las cosas opuestas lo son respecto de una misma
materia. Ahora bien: la incontinencia reside en el apetito
concupiscible, cuyas pasiones superan a la razón, ya que, según
Andrónico, la incontinencia es la malicia del
apetito concupiscible que le hace elegir malos deleites contra el
dictamen de la razón. Luego, por esta misma razón, la continencia
ha de residir también en el apetito concupiscible.
3. El sujeto de toda virtud humana ha de ser la razón o la
facultad apetitiva, que se divide en voluntad, apetito concupiscible y
apetito irascible. Ahora bien: la continencia no reside en la razón;
de lo contrario sería una virtud intelectual. Tampoco en la voluntad,
ya que tiene por materia las pasiones, que no están en la voluntad.
Tampoco puede estar en el apetito irascible, cuya materia son las
pasiones del mismo, tal como dijimos antes (
a.2 ad 2). Luego ha de
residir en el apetito concupiscible.
Contra esto: está el hecho de que toda virtud que reside en alguna
facultad destruye el mal en ella. Pero la continencia no destruye
el mal del apetito concupiscible, porque quien la practica tiene
malos deseos, como dice el Filósofo en VII Ethic.. Por consiguiente, la continencia no reside
en el apetito concupiscible.
Respondo: Toda virtud que se da en algún
sujeto hace que éste se distinga de la disposición que posee cuando
está sometido al vicio opuesto. Ahora bien: el apetito concupiscible
se porta de igual modo en el que practica la continencia que en el
incontinente, ya que incita a los dos a fuertes deseos malos. Por
tanto, es evidente que la continencia no reside en el apetito
concupiscible. Dígase lo mismo de la razón, que se comporta de igual
modo con el que practica la continencia que con el que no lo hace,
pues ambos poseen una razón recta y ambos, cuando no están bajo el
influjo de la pasión, tienen el propósito de no obedecer a los malos
deseos. La primera diferencia entre ambos está en la elección: el que
practica la continencia, aunque sufra deseos fuertes, elige no
seguirlos a causa de la razón, mientras que el incontinente decide
seguirlos a pesar de la oposición de la razón. De ahí que la
continencia tenga que residir en la facultad del alma cuyo acto es
la elección. Y dicha facultad es la voluntad, como ya
dijimos (
1-2 q.13 a.1).
A las objeciones:
1. Son materia de la continencia
los deleites del tacto, no para refrenarlos, lo cual es propio de la
templanza, que reside en el apetito concupiscible, sino como materia a
la cual resistir. Por ello conviene que resida en otra facultad, ya
que la resistencia implica acción de uno contra otro.
2. La voluntad es una especie de
término medio entre la razón y el apetito concupiscible, pudiendo ser
movida por ambos. El que practica la continencia es movido por la
razón, mientras que el incontinente es movido por el apetito
concupiscible. Por eso la continencia puede atribuirse a la razón como
primer motor y la incontinencia al apetito concupiscible como primer
motor, aunque ambos pertenecen a la voluntad como sujeto
propio.
3. Aunque las pasiones no tienen
por sujeto propio la voluntad, está en ella el poder resistirlas. Es
así como la voluntad del que practica la continencia resiste a las
pasiones.
Artículo 4:
¿Es mejor la continencia que la templanza?
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Objeciones por las que parece que la continencia es mejor que la
templanza.
1. En Eclo 26,20 se dice: No tiene precio el alma del que practica
la continencia. Luego ninguna virtud puede igualarse a la
continencia.
2. Cuanto mayor premio merece una virtud, tanto más
excelente es. Ahora bien: parece que la continencia merece un premio
mayor, puesto que en 2 Tim 2,5 se dice: No será coronado sino el
que compite legítimamente. Pero combate más fuertemente el que es
objeto de fuertes malos pensamientos que el que practica la templanza,
que no los tiene. Luego la continencia es una virtud más excelente que
la templanza.
3. La voluntad es una facultad más digna que el apetito
concupiscible. Ahora bien: la continencia reside en la voluntad,
mientras que la templanza reside en el apetito concupiscible, como
queda dicho (
a.1). Luego la continencia es una virtud más importante
que la templanza.
Contra esto: está el testimonio de Cicerón y el de
Andrónico, que hacen de la continencia una virtud
adjunta a la templanza, siendo ésta una virtud superior.
Respondo: Como ya vimos antes (
a.1), el nombre
de continencia admite una doble acepción. En primer lugar, significa
cesación de todo placer venéreo. Tomada así, es más excelente que la
templanza en sí misma, como queda demostrado por lo que antes se ha
dicho (
q.152 a.5) sobre la superioridad de la virginidad con respecto
a la simple castidad.
También puede tomarse la palabra continencia en cuanto que significa
cierta resistencia de la razón a los malos deseos, que son fuertes en
el hombre. Bajo esta consideración, la templanza es mucho más
excelente que la continencia. En efecto, la virtud recibe su bondad de
la sujeción a la razón, y es un bien mayor el proporcionado por la
templanza, mediante la cual el apetito sensitivo se sujeta a la razón,
que el de la continencia, en la que el apetito sensitivo opone a la
razón una oposición fuerte mediante los malos pensamientos. Por tanto,
la continencia dice a la templanza una relación de imperfecto a
perfecto.
A las objeciones:
1. La autoridad del texto aducido
puede entenderse de dos modos. Primero, en cuanto que entiende la
continencia como abstinencia de todo placer venéreo, y en este sentido
se dice que
no tiene precio el alma del
continente en el terreno de la castidad, porque tampoco la
fecundidad de la carne, que se busca en el matrimonio, puede
compararse con la continencia de una virgen o de una viuda, según
dijimos antes (
q.152 a.4 y
5).
Puede entenderse el nombre de continencia de otro modo, significando,
de un modo común, toda abstinencia de cosas ilícitas. Así, al decir
que no tiene precio el alma del continente queremos significar
que está por encima del oro y de la plata, que se miden por su
peso.
2. La fuerza o debilidad de la
concupiscencia pueden ser debidas a una doble causa. A veces se deben
a una causa corpórea, ya que algunos, por constitución natural, son
más propensos que otros a la concupiscencia. También algunos gozan de
más oportunidades de deleites que encienden la concupiscencia que
otros. La debilidad de la concupiscencia disminuye el mérito, mientras
que la fuerza de las mismas lo aumenta.
En segundo lugar, la debilidad o la fuerza de la concupiscencia se
deben a una causa espiritual laudable: la vehemencia de la caridad o
la fortaleza de la razón, al igual que en el hombre que practica la
templanza. En este caso, la debilidad de la concupiscencia aumenta el
mérito por razón de su causa, mientras que la fuerza de la misma lo
disminuye.
3. La voluntad está más cerca de
la razón que el apetito concupiscible. Por eso el bien de la razón,
que hace laudable la virtud, es mayor, por el hecho de que llega no
sólo a la voluntad, sino también hasta el apetito concupiscible, como
sucede en el que practica la templanza, que si llega sólo a la
voluntad, como es el caso del que practica la continencia.