Artículo 1:
En el ángel, ¿hay o no hay amor o dilección natural?
lat
Objeciones por las que parece que en el ángel no hay amor o dilección
natural:
1. El amor natural se divide por oposición al intelectual, como dice
Dionisio en el c.4 De Div. Nom. Pero el amor del
ángel es intelectual. Por lo tanto, no es natural.
2. Los seres que aman con amor natural, más que obrar, están
sometidos a la acción de otro, ya que nadie posee el dominio de su
propia naturaleza. Pero los ángeles no son actuados, sino que actúan,
ya que tienen libre albedrío, como quedó demostrado (
q.59 a.3). Por
lo tanto, en los ángeles no hay amor o dilección natural.
3. El amor o es recto o no lo es. Pero el amor recto
pertenece a la caridad. El que no lo es, a la iniquidad. Ni uno ni
otro pertenecen a la naturaleza, porque la caridad está por encima de
la naturaleza, y la iniquidad se le opone. Por lo tanto, en los
ángeles no hay amor natural alguno.
Contra esto: está el hecho de que el amor sigue al conocimiento, pues
nada es amado si no es conocido, como dice Agustín en X De
Trin. Pero en los ángeles hay conocimiento natural.
Por lo tanto, también hay en ellos amor natural.
Respondo: Es necesario atribuir amor natural a
los ángeles. Para demostrarlo, hay que tener presente que lo anterior
siempre se mantiene en lo posterior. La naturaleza es anterior al
entendimiento, porque la naturaleza de un ser es su esencia. Por eso,
lo que pertenece a la naturaleza es necesario que se mantenga también
en el ser dotado de entendimiento. Es común a toda naturaleza tener
alguna tendencia, que es el apetito natural o el amor. Sin embargo,
dicha tendencia no se encuentra de la misma manera en todas las
naturalezas, sino que en cada una está según su propio modo de ser. De
aquí que en la naturaleza intelectual se encuentre una tendencia
natural según la voluntad. En la sensitiva, según el apetito
sensitivo. En la que carece de conocimiento, sólo según su natural
ordenación. Por lo tanto, como el ángel es naturaleza intelectual, es
necesario que en su voluntad esté el amor natural.
A las objeciones:
1. El amor intelectual se opone al
natural que es solamente natural, esto es, al que pertenece a una
naturaleza que no añade a la razón de naturaleza la perfección del
sentido o del entendimiento.
2. Todo lo que hay en el mundo
está sometido a la acción de algo, excepción hecha del agente primero,
que actúa de tal forma que, de ninguna manera, está sometido a la
acción de otro, y en el que naturaleza y voluntad son lo mismo. Por lo
tanto, nada impide que el ángel esté sometido a la acción de otro, en
cuanto que la tendencia natural le ha sido infundida por el Autor de
su naturaleza. Sin embargo, no está sujeto a la acción de otro de
forma que él no actúe, pues tiene libre voluntad.
3. Así como el conocimiento
natural es siempre verdadero, el amor natural es siempre recto, ya que
el amor natural no es más que la tendencia de la naturaleza,
tendencia que ha sido infundida por su Autor. Así,
pues, decir que la tendencia natural no es recta, es derogar al Autor
de la naturaleza. Sin embargo, la rectitud del amor natural es
distinta de la rectitud de la caridad y de la virtud, porque una
perfecciona a la otra. También la verdad del conocimiento natural es
distinta de la verdad del conocimiento infuso o adquirido.
Artículo 2:
En el ángel, ¿hay o no hay amor electivo?
lat
Objeciones por las que parece que en el ángel no hay amor
electivo:
1. El amor electivo parece ser un amor racional, ya que la elección
sigue al consejo, y el consejo es una deliberación, como se dice en
III Ethic. Pero el amor racional se divide por
oposición al intelectual, que es el propio de los ángeles, como se
dice en el c.4 De Div. Nom. Por lo tanto, en los
ángeles no hay amor electivo.
2. En los ángeles, aparte del conocimiento infuso, no hay
más conocimiento que el natural, porque no parten de los principios
para llegar a las conclusiones. Su entendimiento es, con respecto a
todo lo que naturalmente pueden conocer, lo que nuestro entendimiento
con respecto a los primeros principios, que puede conocer
naturalmente. Pero, tal como dijimos (
a.1), el amor sigue al
conocimiento. Por lo tanto, en los ángeles, fuera del amor gratuito,
no hay más amor que el natural. Por lo tanto, no hay el
electivo.
Contra esto: con los actos naturales ni merecemos ni desmerecemos. Pero
los ángeles, por su amor, merecen y desmerecen. Por lo tanto, en ellos
hay algún amor electivo.
Respondo: En los ángeles hay un amor natural y
otro electivo. En ellos, el natural es principio del electivo. Lo que
pertenece a lo primero tiene siempre razón de principio. Pero como lo
primero que hay en cada ser es la naturaleza, es necesario que lo
perteneciente a la naturaleza de cada ser tenga razón de
principio.
Esto se da en el hombre, como podemos observar, tanto en cuanto al
entendimiento como en cuanto a la voluntad. El entendimiento conoce
naturalmente los principios, y este conocimiento causa la ciencia de
las conclusiones, que el hombre no conoce de modo natural, sino por
hallazgo o por doctrina. Tratándose de la voluntad, el fin es,
respecto a ella, lo que son los principios con respecto al
entendimiento, como se dice en II Physic. Por eso
la voluntad tiende naturalmente al fin último; pues, por naturaleza,
todo hombre quiere la felicidad. De esta voluntad natural proceden,
como de su causa, todas las demás, ya que todo cuanto el hombre quiere
lo quiere por el fin. Por lo tanto, el amor del hombre quiere
naturalmente el fin; y todo amor derivado de éste y que se refiere a
un bien querido por razón del fin, es amor electivo.
Sin embargo, aquí hay diferencia por parte del entendimiento y por
parte de la voluntad. Como dijimos (q.59 a.2), el conocimiento se
realiza según que las cosas conocidas estén en quien conoce. Por lo
tanto, es una imperfección que la naturaleza intelectual del hombre no
tenga naturalmente desde el principio todas las cosas que puede
conocer, sino sólo algunas, a partir de las cuales inicia
un proceso discursivo para llegar a otras. En cambio,
el acto de la facultad apetitiva se verifica en sentido inverso: Va
del que apetece a lo apetecido. De entre lo apetecido, algo es bueno
por sí mismo, siendo apetecible en cuanto tal; y algo tiene su razón
de bondad por su referencia a otro, y, por eso, es apetecible por
otro. De ahí se sigue que en nada afecta a la perfección de quien
apetece el que quiera naturalmente una cosa como fin, y, por elección,
quiera otra en cuanto ordenada al fin. Así, pues, como la naturaleza
intelectual en los ángeles es perfecta, sólo tienen conocimiento
natural y no discursivo, y, sin embargo, en ellos hay amor natural y
amor electivo.
En lo dicho hemos prescindido de lo que supera la naturaleza, pues su
naturaleza no es principio suficiente. De esto trataremos más adelante
(q.62).
A las objeciones:
1. No todo amor electivo es amor
natural en el sentido en que el amor racional se contrapone al
intelectual. Amor racional se llama al que sigue al conocimiento
discursivo, y, como dijimos anteriormente al hablar del libre albedrío
(
q.59 a.3 ad 1), no toda elección es consecuencia de un proceso
discursivo racional; sólo la elección del hombre lo es. Por lo tanto,
aquel argumento no es viable.
2. En lo dicho está
incluida la respuesta.
Artículo 3:
Un ángel, ¿se ama o no se ama a sí mismo con amor natural y
electivo?
lat
Objeciones por las que parece que el ángel no se ama a sí mismo con
amor natural y electivo:
1. Como dijimos (
a.2), el amor natural tiene por objeto el fin, y el
electivo, los medios. Pero una misma cosa no puede ser fin y medio
para adquirirlo. Por lo tanto, una misma cosa no puede ser amada con
amor natural y con amor electivo.
2. Como dice Dionisio en el c.4 De Div. Nom., el amor es una fuerza que acerca y une. Pero
acercar y unir suponen diversidad entre lo que queda reducido a uno.
Por lo tanto, el ángel no puede amarse a sí mismo.
3. El amor es un cierto movimiento. Pero todo movimiento
tiende hacia algo. Por lo tanto, parece que el ángel no puede amarse a
sí mismo, ni con amor natural ni con amor electivo.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IX Ethic.: Las relaciones de amor con los demás surgen de las relaciones de amor con uno mismo.
Respondo: Puesto que el amor tiene por objeto
el bien, y el bien reside en la sustancia y en el accidente, como
resulta claro en I
Ethic., algo se puede amar de
dos maneras. Como bien subsistente o como bien accidental e inherente.
Algo es amado como bien subsistente cuando, de tal manera se ama, que
se quiere su bien. Por el contrario, como bien accidental o inherente
se ama lo que se desea para otro, no para que aquello sea bueno, sino
para poseerlo. Este segundo amor es llamado por algunos
concupiscencia. El primero,
amistad.
Es evidente que entre los seres carentes de conocimiento, cada cosa
apetece, por naturaleza, conseguir lo que es el bien para ella, como
el fuego tiende a la altura. El hombre y el ángel apetecen
naturalmente su bien y su perfección, y en esto consiste amarse a sí
mismos. Por lo tanto, el hombre y el ángel se aman a sí mismos
naturalmente, por cuanto tienden a desear algún bien para sí. En
cambio, en cuanto por elección se desean a sí mismos el bien, se aman
con amor electivo.
A las objeciones:
1. Tal como hemos dicho, el
hombre y el ángel no se aman a sí mismos con amor natural y electivo
respecto al mismo bien, sino respecto a bienes distintos.
2. Así como ser uno es más que
estar unido, así también el amor que alguien se tiene a sí mismo es
más uno que el amor que tiene a lo que se le une. Si Dionisio
empleó las palabras acercarse y unirse, fue para dar a entender que el amor pasa de sí mismo a
otro, y que de uno viene unión.
3. Así como el amor es una acción
que permanece en el agente, así también hay un movimiento que
permanece en quien ama, y que no tiende necesariamente a nada
exterior, sino que puede reflejarse sobre el propio amante para que se
ame a sí mismo, lo mismo que se refleja el conocimiento sobre quien
conoce para que se conozca a sí mismo.
Artículo 4:
Un ángel, ¿ama o no ama a otro con amor natural como se ama a sí
mismo?
lat
Objeciones por las que parece que un ángel no ama a otro con amor
natural como se ama a sí mismo:
1. El amor sigue al conocimiento. Pero un ángel no conoce a otro como
a sí mismo, porque, como dijimos (
q.56 a.1.2), a sí mismo se conoce
por la propia esencia, y a otro por su imagen. Por lo tanto, parece
que un ángel no ama a otro como a sí mismo.
2. La causa es superior a lo causado; y el principio a lo
que de él se deriva. Pero el amor a otro se deriva del amor a sí
mismo, como dice el Filósofo en IX Ethic. Por lo
tanto, un ángel no ama a otro como a sí mismo, sino que se ama más a
sí mismo.
3. El amor tiene por objeto el fin y no puede
desaparecer. Pero un ángel no es el fin de otro, y, además, su amor
puede desaparecer, como se ve en los demonios, que no aman a los
ángeles buenos. Por lo tanto, un ángel no ama con amor natural a otro
como a sí mismo.
Contra esto: está el hecho de que lo que se encuentra en todos los
seres, incluso en los carentes de razón, parece ser natural. Pero,
como se dice en Ecl 13,19: Todo animal ama a su semejante. Por
lo tanto, un ángel ama naturalmente a otro como a sí
mismo.
Respondo: Como dijimos (
a.3), el ángel y el
hombre por naturaleza se aman a sí mismos. Pero lo que es uno con
algún ser, es aquel ser. De aquí proviene el que cada ser ama lo que
es uno con él. Si es uno con él con unión natural, lo ama con amor
natural; y si lo es con unión no natural, lo ama con amor no natural.
Por eso, el hombre ama a su conciudadano con amor social; y, en
cambio, a un consanguíneo lo ama con amor natural, por cuanto es uno
con él en el principio de la generación natural.
Es evidente que aquello que es uno con algún ser en cuanto al género
o a la especie, es uno con él por naturaleza. Por lo tanto, todo ser,
por lo mismo que ama a su especie, ama con amor natural lo que en
especie es uno con él. Esto lo vemos también en los seres carentes de
conocimiento, como el fuego, que tiende por naturaleza a comunicar su
forma, que es su bien, en torno suyo, como asimismo tiende
naturalmente a buscar lo que le es peculiar, subir a lo
alto.
Por lo tanto, hay que decir: Un ángel ama a otro con amor natural por
cuanto coincide con él en la misma naturaleza, pero que, en cuanto
coincide o también en cuanto difiere de él en algunas otras cosas, no
lo ama con amor natural.
A las objeciones:
1. La expresión como a sí
mismo puede, en un sentido, designar el conocimiento o el amor por
parte de lo conocido o amado. En este sentido, un ángel conoce a otro
como a sí mismo, porque conoce que el otro existe, como conoce que
existe él. En otro sentido, puede designar el conocimiento y el amor
por parte de quien ama y conoce. En este caso un ángel no conoce a
otro como a sí mismo, porque a sí mismo se conoce por su esencia y al
otro no lo conoce por la suya, y, por lo mismo, tampoco le ama como a
sí mismo, porque a sí mismo se ama con su propia voluntad, y al otro
no lo ama con la suya.
2. El adverbio como no
expresa igualdad, sino semejanza. Como el amor natural se fundamenta
en la unidad natural, un ser por naturaleza ama menos lo que es
menos uno con él. Por esto ama por naturaleza más lo
que es más uno con él en número que aquello que sólo lo es en especie
o en género. Pero es también natural que tenga a otro un amor
semejante al que se tiene a sí mismo, debido a que, así como se ama a
sí mismo en cuanto que quiere el bien para sí, así también ama a otro
en cuanto que quiere el bien del otro.
3. Cuando se dice que el fin se
ama con amor natural, no se entiende que se quiera para él un bien,
sino que él es el bien que queremos para nosotros, y, por lo mismo,
para otro en cuanto que es uno con nosotros. Este amor natural no
puede desaparecer ni siquiera en los ángeles malos, los cuales no
dejan de tener amor natural a los otros ángeles, en cuanto que
coinciden con ellos en naturaleza, a pesar de que los odian en cuanto
que difieren de ellos como la justicia de la injusticia.
Artículo 5:
Un ángel, ¿ama o no ama con amor natural más a Dios que a sí
mismo?
lat
Objeciones por las que parece que el ángel no ama con amor natural
más a Dios que a sí mismo:
1. Como dijimos (
a.4), el amor natural se fundamenta en la unión
natural. Pero la naturaleza divina está a infinita distancia de la
angélica. Por lo tanto, el ángel ama con amor natural a Dios menos que
a sí mismo, y también menos que a otro ángel.
2. Lo que es la razón de ser de algo, le es superior.
Pero con amor natural un ser ama a otro por razón de sí mismo, ya que
cada cual ama alguna cosa en cuanto que es un bien para él. Por lo
tanto, el ángel no ama con amor natural más a Dios que a sí
mismo.
3. La naturaleza se repliega sobre sí misma, pues vemos
que todo agente obra naturalmente para su propia conservación. Si la
naturaleza tendiera a algo que no fuera ella misma, no se replegaría
sobre sí misma. Por lo tanto, el ángel con amor natural no ama más a
Dios que a sí mismo.
4. Lo propio de la caridad parece ser que alguien ame a
Dios más que a sí mismo. Pero el amor de caridad no es natural en los
ángeles, sino que es difundido en sus corazones por el Espíritu
Santo, que les ha sido dado, como dice Agustín en XII De civ.
Dei. Por lo tanto, con amor natural el ángel no ama
más a Dios que a sí mismo.
5. El amor natural permanece mientras dura la naturaleza.
Pero el hecho de amar a Dios más que a sí mismo no permanece en el
ángel ni en el hombre que peca, porque, como dice Agustín en XIV De
civ. Dei.: hicieron dos ciudades con dos amores, o
sea, la terrena con el amor de sí mismo hasta llegar al desprecio de
Dios, y la celestial con el amor de Dios hasta llegar al desprecio de
sí mismo. Por lo tanto, amar a Dios más que a sí mismo no es
natural.
Contra esto: todos los preceptos morales de la ley son de ley natural.
Pero el precepto de amar a Dios más que a sí mismo es un precepto
moral de la ley. Por lo tanto, es de ley natural. Así, pues, el ángel
ama con amor natural a Dios más que a sí mismo.
Respondo: Algunos dijeron que el
ángel por naturaleza ama a Dios más que a sí mismo con amor de
concupiscencia, debido a que apetece para sí el bien divino más que el
propio. De algún modo también con amor de amistad, en cuanto que
naturalmente quiere para Dios un mayor bien que para sí mismo, ya que
naturalmente quiere que Dios sea Dios, y respecto a sí mismo quiere
tener su propia naturaleza. Pero, en resumidas
cuentas, con amor natural se ama más a sí mismo que a
Dios, porque a sí mismo se ama naturalmente con más predilección y
mayor intensidad que a Dios.
Pero la falsedad de esta opinión salta a la vista de quien considere
a qué cosas tienden naturalmente los seres de la naturaleza; pues la
tendencia natural que hay en los carentes de razón manifiesta la
tendencia natural de la voluntad de la naturaleza intelectual. En los
seres de este mundo observamos que aquello cuyo ser pertenece por
naturaleza a otro, tiende preferentemente y más a otro que a sí mismo.
Esta tendencia natural se observa en los fenómenos naturales, porque,
como se dice en II Physic., lo que
naturalmente se hace en cada ser debe ser hecho así. En efecto,
vemos que la parte por naturaleza se expone al peligro para conservar
el todo. Ejemplo: La mano, sin deliberación, se expone a herirse para
conservar todo el cuerpo. Y como quiera que la razón imita a la
naturaleza, encontramos también esta tendencia en las virtudes
sociales. Así, lo propio del ciudadano virtuoso es exponerse al
peligro de la muerte para la conservación de todo el Estado. Y si el
hombre fuera parte natural de su ciudad, esta tendencia sería
natural.
Así, pues, porque el bien universal es el mismo Dios, y bajo este
bien están contenidos el ángel, el hombre y todas las criaturas;
porque toda criatura, con todo su ser pertenece naturalmente a Dios,
hay que concluir que también el ángel y el hombre con amor natural
aman preferentemente y más a Dios que a sí mismos. Si, por el
contrario, naturalmente se amasen más a sí mismos que a Dios, habría
que concluir que el amor natural es perverso y que la caridad no lo
perfecciona, sino que lo destruye.
A las objeciones:
1. Aquel argumento es viable cuando
se trata de cosas que se dividen por igual, y una de ellas no es la
razón de la existencia y bondad de la otra, pues sabemos que cada uno
se ama naturalmente más a sí mismo que a otro, porque consigo mismo es
más uno que con otro. Pero cuando uno de ellos es toda la razón de la
existencia y de la bondad de otro, éste naturalmente le ama más que a
sí mismo, como la parte ama naturalmente al todo más que a sí misma,
como dijimos y todo ser ama naturalmente más el bien de su
especie que el bien particular. Pero Dios no solamente es el bien de
una especie, sino el mismo bien universal y absoluto. Por lo tanto,
todo lo que existe, cada cosa a su manera, ama naturalmente más a Dios
que a sí misma.
2. Cuando se dice que Dios es
amado por el ángel en cuanto que es para él un bien, si la
expresión en cuanto implica la razón de fin, la proposición es
falsa, porque naturalmente el ángel no ama a Dios por el propio bien,
sino por el mismo Dios. Si, por el contrario, implica la razón de amor
por parte del que ama, es verdadera, porque no estaría en la
naturaleza de un ser el que amase a Dios si no fuera porque depende
del bien que es Dios.
3. La naturaleza se repliega sobre
sí misma no sólo en cuanto a lo que en ella es singular, sino, y mucho
más, en cuanto a lo que tiene de común. Todo ser tiende naturalmente a
conservar no sólo el propio individuo, sino también su especie. Y
tiene una mayor tendencia natural a aquello que es el bien universal
absoluto.
4. Dios, bien universal del que
depende todo bien natural, es amado por todos con amor
natural. En cuanto bien que hace naturalmente bienaventurados a todos
con bienaventuranza sobrenatural, es amado con amor de
caridad.
5. Como la sustancia divina y el
bien común en Dios son una misma cosa, todos los que ven la esencia
divina se encaminan con un solo movimiento de amor hacia la misma
esencia de Dios en cuanto que es distinta de las demás y en cuanto es
el bien común. Y porque en cuanto bien común es amado naturalmente por
todos los que ven a Dios, por esencia es imposible que no le amen.
Pero quienes no ven su esencia le conocen por algunos efectos
particulares, que son contrarios, a veces, a su propia voluntad. De
esta manera se dice que odian a Dios, a pesar de que, en cuanto es
bien común de todos, cada uno ame naturalmente más a Dios que a sí
mismo.